¿Qué decía el Mismo Señor Jesucristo?
"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; para que todo aquel que en El creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Ju. 3:14-15; comp. Num. 21:8-9).
"El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos" (Mat. 20:28).
"Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo" (Ju. 6:51).
"Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado" (Luc. 22:19).
"Esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mat. 26:28). "Si el grano de trigo cae en la tierra y no muere, él solo queda; mas si muere, mucho fruto lleva" (Ju. 12:24). "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo" (Ju. 12:32).
"Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones" (Luc. 24:46-47). "Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré" (Ju. 16:7).
¿Qué decían sobre el Sacrificio en la Cruz de Jesucristo los profetas del Antiguo Testamento?
"El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado." (Is. 53:5-7); "por las rebeldías de su pueblo ha sido herido" (8). "se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes" (12).
"Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran" (Sal. 21:17-18).
¿Qué decía Juan el Bautista? "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Ju. 1:29).
¿Qué decían los Apóstoles?
San Apóstol Juan en su Evangelio mencionando el concejo que dio Caiafa a los judíos sobre Jesucristo: "nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda" (Ju. 11:50), luego agrega el Apóstol: "esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo pontífice de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por aquella nación, mas también para que juntase en uno los hijos de Dios que estaban derramados" (51-52).
En su epístola san Apóstol Juan dice: "La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado" (I Ju. 1:7).
En Apocalipsis san Apóstol Juan escribe: "Los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación" (Apoc. 5:8-9).
"De Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre" (Apoc. 1:5).
San Apóstol Pedro prescribe a los cristianos: "Conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación" (I Ped. 1:17-19).
"Pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas… El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados" (2:21, 24). "porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (3:18).
San Apóstol Pablo dice: "Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: que Cristo fue muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras" (I Cоr. 15:3). "Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave" (Efic. 5:2). "Cristo fue ofrecido una vez para agotar los pecados de muchos" (Heb. 9:28). "El cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación" (Rom. 4:25). "Al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados" (Rom. 3:25). "Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, mas por su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención" (Heb. 9:12-14).
Todos estos textos de la Palabra de Dios claramente atestiguan que nuestra redención la cumplió Cristo-Salvador con Su Sangre, vertida por pecados nuestros y con la muerte en la Cruz.
¿Cómo enseñaban los Hombres Apostólicos?
San Barrabas dice: "Vamos a creer que el Hijo de Dios no podía sufrir sino solo por nosotros… por nuestros pecados El quiso sacrificar la vasija del espíritu" (Epíst. VII), "tal como Abraham quiso sacrificar a Isaac" (Epíst. V).
San Clemente Romano dice: "Vamos a mirar al Señor Jesucristo, Cuya Sangre fue dada por nosotros; vamos a mirar con atención a la Sangre de Cristo y razonar cuán preciosa es Su Sangre ante Dios, cuando vertida para nuestra salvación trajo para todo el Mundo la gracia de la penitencia" (Epíst. a los Corintios 1:21).
San Ignacio Portador de Dios dice: "Cristo murió por vosotros, creyendo en Su muerte, vosotros os salvasteis de la muerte" (Epíst. a los Tral. 2).
San Policarpo de Smirna dice: "El sufrió por nuestros pecados la misma muerte… todo lo sufrió por nosotros para que vivamos en El" (Epíst. a los Filip. 1:8).
¿Cómo enseñaban los maestros cristianos de los siglos 2 y 3?
El hombre que escribió una epístola a Diógenes le escribe: "Dios dio a Su propio Hijo como rescate por nosotros, al Santo por los impíos, al Justo por los injustos, al Inocente por los culpables, al Incorrupto por los corruptos, al Inmortal por los mortales" (Epíst. a Diógenes IX).
San mártir Justino escribe: "Cristo, por la voluntad del Padre, se hizo hombre para salvar a los que creen en El y fue sometido a la denigración y sufrimientos para con la muerte y la resurrección vencer a la muerte (Apolog. I, 63).
San Irineo de Lyon escribe: "Cristo redimió a nosotros con Su Sangre y rindió Su alma por nuestras almas, y Su carne por nuestra carne" (Contra las herejías V, 1).
Tertuliano escribe: "Cristo quiso nacer de la carne en la carne para con Su nacimiento reformar nuestro nacimiento y con Su muerte destruir nuestra muerte" (Contra Marc. III, 9).
San Cipriano de Cartagena escribe: "Cristo nos otorgó esta gracia, dio a nosotros el don de Su misericordia, venciendo a la muerte con Su cruz, redimiendo a los creyentes con el precio de Su Sangre, reconciliando al hombre con Dios Padre, vivificando con el renacimiento celestial" (Prin. Demetrio 25).
¿Cómo enseñaban los grandes Padres de la Iglesia del siglo 4?
San Atanasio el Grande, Arzobispo de Alejandría, escribe: "Como se debía, por fin, a toda la gente pagar su deuda (la deuda consistía en que toda la gente era mortal, lo que era la causa de la llegada de Jesucristo a la tierra); por eso El habiendo demostrado Su Deidad con Sus acciones, entregó en sacrificio a la muerte por toda la gente el templo de Su Cuerpo. Para que, por un lado, hacer a todos no culpables y libres del viejo delito, por otro lado, — revelar a Sí Mismo vencedor de la muerte e incorruptibilidad de Su Cuerpo transformar en el comienzo de la resurrección universal… La muerte era imprescindible: era necesaria la muerte por toda la gente, ya que era necesario el pago de la deuda común que pesaba sobre toda la gente. Para esta finalidad, el Verbo, inmortal por Su naturaleza, tomó la carne mortal, para a ella como Su carne sacrificar por toda la gente y para sufrir con la carne la muerte por todos" (Sobre la encarnación 20).
Y así habla San Gregorio el Teólogo: "Cristo es llamado "liberación" (I Cor. 1:30) como el que libera a nosotros prisioneros del pecado, como el que da a Sí Mismo por nosotros como redención y sacrificio purificador por el universo" (Palabra sobre la Teología 4). "Por cada nuestra deuda está dado Aquel que es más alto que nosotros… Para eso árbol por el árbol y manos por la mano; manos extendidos con coraje, por la mano extendida sin contención; manos clavados por la mano insubordinada; manos que unen en uno los confines del mundo, por la mano que expulsó a Adán. Para eso elevación sobre la cruz por la caída, bilis — por haber saboreado, la corona de espinas por mala gobernación, la muerte por la muerte" (Palabra 3).
San Cirilo de Jerusalén: "Fuimos enemigos a causa del pecado, y Dios designó la muerte para el pecador. ¿Cuál de los dos debía ser: según la justicia se debía matar o por amor al hombre vulnerar el designio? Pero observa la sabiduría Divina: El conservó la verdad del designio; y la fuerza del amor al hombre. Elevó Cristo "nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia" (I Ped. 2:24)" (Enseñanza XIII, 33).
"Y no te extrañes que esté redimido todo el mundo ya que murió por él no un hombre común sino el Hijo de Dios Unigénito. El pecado de un hombre Adán tenía tanta fuerza que trajo muerte al mundo. Si la muerte reinaba en el mundo "por un delito" (Rom. 5:18), entonces mas todavía ¿con la verdad de Uno no reinará la vida? Y si entonces por el árbol, del cual comieron, fueron expulsados del paraíso, ¿no sería útil ahora a través del árbol de Jesús entrar para los creyentes al paraíso? Si el primer-creado de la tierra trajo la muerte universal, ¿no traería la vida eterna El que creó al hombre de la tierra, cuando El Mismo es vida? Si Finees, siendo celoso y habiendo asesinado al que pecaba, paró la ira de Dios (Num. 25:8), entonces Jesús, Quien dio la muerte no a otro que a Sí Mismo como precio de redención ¿no podrá saciar la ira contra los hombres? (2 Tim. 2:6)" (Enseñanza 2).
"No era poco importante El que murió por nosotros; no era el Cordero sensible, no un hombre común, no solo Ángel, sino Dios Encarnado. No era tan importante la culpa de los pecadores, como era importante la verdad de Aquel que murió por ellos. No pecamos tanto, cuanto hizo de la verdad El que puso Su Alma por nosotros, y de nuevo, cuando quiso la retomó" (Enseñanza XIII, 33).
San Basilio Grande dice: "Entonces como nadie de los hombres, según la palabra de las Escrituras, podía "redimirse ni pagar a Dios por su rescate" (Sal. 48:8) para lograr la clemencia de Dios, ya que todos eran culpables del pecado, tal precio de redención por las almas de todos apareció la santa y preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo vertida por ellos. ¿Por qué? Porque El no era un simple hombre, sino el que sobrepasa por Su ser a los hombres — Dios-hombre, y además por Su parte humana completamente sin pecado, por eso no necesitaba dar a Dios el rescate por la redención de Su alma y El Mismo podía dar y dio tal rescate por otros apareciendo según la palabra del Apóstol: "Tal pontífice nos convenía: santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores… Que no tiene necesidad cada día, como los otros sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus pecados, y luego por los del pueblo" (Heb. 7:26-27; 9:7) (Interpretación del Salmo 48:8-9).
San Juan Crisóstomo dice: "Imagínate que a una persona alguien debe diez óbolos y él encarcela al deudor junto con su esposa, hijos y sirvientes; pero llega otro quien no solo paga aquellos diez óbolos, sino además regala diez mil talentos de oro, lleva al prisionero al palacio real, lo sienta en un lugar de honor y colma de honras y distinciones, entonces el que prestó diez óbolos se olvida de ellos. ¡Con nosotros pasó igual! Cristo pagó mucho más de lo que debíamos: Su pago en comparación con la deuda es como el mar sin medida con una gota pequeña. Así, no dudes hombre, viendo tal riqueza de bienes; no tengas curiosidad para saber cómo fue apagado el destello de la muerte y el pecado, cuándo fue vertido un mar de dones de gracia" (Sobre la epístola a los Romanos charla 10, 2).
"Cristo, por Su lado, murió por todos para salvar a todos, y esta muerte coincide completamente con la pérdida de todos, pero no destruyó los pecados de todos ya que ellos mismos no lo quisieron" (Sobre la epístola a los Hebreos, charla 17, 2).
"¿No sería la causa, por la cual El (Cristo) fue entregado a la muerte, que odiaba pecados? Para nivelarlos (pecados), El voluntariamente murió. ¿Por qué, sin embargo, está dicho "elevó" o "elevará"? Para indicar a la cruz, ya que sobre ella fue clavado en la cruz el pecado: con la cruz fueron perdonados los pecados" (Interpretación del prof. Isaías, cap. 53).
"De cuantos bienes se hizo culpable para nosotros la cruz de Cristo, con la fuerza del Crucificado sobre ella hizo tantos cambios… ella se tornó para nosotros no causa de sufrimientos, sino la liberación de sufrimientos… La cruz es la salvación de la Iglesia… La cruz — es la liberación nuestra de los males que nos aprisionaban y el comienzo de los bienes que nos fueron otorgados, la cruz — es la reconciliación con Dios de Sus enemigos y la conversión a Cristo de los pecadores… Con la cruz estamos liberados de la violencia del diablo y con la cruz estamos salvados de la muerte y perdición. La cruz unió a los hombres con los ángeles, haciendo su naturaleza ajena a toda corrupción y ofreciendo la posibilidad de llevar una vida incorrupta… Antes de la cruz estuvimos ajenos al paraíso, en cambio con la aparición de la cruz en seguida el ladrón fue hecho digno del paraíso. ¡O, gran fuerza de la Cruz! De tales tinieblas la cruz nos llevó hacia la luz sin ocaso, de la muerte nos llamó a la vida eterna, de la corrupción nos hizo renacer a la incorruptibilidad. En realidad, ¿qué bien recibimos no de la cruz, qué gracia nos es otorgada no a través de la cruz?.. Cristo pende de la cruz — y el diablo es muerto; Cristo es clavado a la cruz — y toda alma es liberada de lazos" (Palabra para la Elevación de la cruz, t. VIII, pág. 864).
San Efrén Siríaco dice: "Por nosotros sufrió el valiente Señor, por nosotros crucificado el Único Sin Pecado… por nosotros impuros es muerto Cristo Salvador nuestro" (Palabra sobre el sufrimiento del Salvador).
San Atanasio el Grande habla particularmente sobre el por qué la redención nuestra se produjo a través de la crucifixión del Señor nuestro Jesucristo en la cruz: "¿Por qué el Señor sufrió no cualquier otra muerte sino la de la cruz? El que hace esta pregunta que sepa que ésta, justamente, podía ser salvadora para nosotros y a ésta sufrió el Señor para nuestra salvación. Ya que si El vino para llevar sobre Sí Mismo el juramento que estaba sobre nosotros, entonces ¿con qué otro modo podía ser Él el juramento si no sufría la muerte que estaba bajo el juramento? Y tal muerte es la muerte sobre la cruz, ya que está escrito: "Maldito cualquiera que es colgado en madero" (Gal. 3:13). En segundo lugar, si la muerte del Señor es la redención de todos, si con ella se destruyen los obstáculos y se produce el llamado a los pueblos (Ef. 2:14), entonces, ¿cómo podría El llamarnos a Su Padre si no se crucificaría en la Cruz? Ya que solo sobre la cruz se puede morir con los brazos abiertos" (Sobre la encarnación 25).
San Juan el Damasceno — padre de nuestra teología dogmática, al final del siglo 8 escribía: "Él muere, recibiendo por nosotros la muerte y por nosotros Se sacrifica para el Padre. Nosotros pecamos ante el Padre y El debía recibir el preció de redención por nosotros para así liberarnos de la condena. Pero no al verdugo del género humano es ofrecida la Sangre del Señor" (Exposición exacta de la fe, cap. 27).
De todo lo arriba mencionado está claro que la redención nuestra es cumplida por el Señor Jesucristo a través del derrame de la preciosa Sangre de El por nosotros como Cordero de Dios que toma el pecado del mundo a través de Su muerte sobre la Cruz.
Todo esto está marcado en nuestro Servicio Religioso. Así en el tropario de 6ª hora de Cuaresma se canta:
"En el sexto día y hora clava en la cruz el atrevido pecado de Adán…," en cambio en el Viernes Santo se canta el tropario: "Redimiste nos del juramento de la ley con Tu honorable Sangre, clavado en la cruz y traspasado por la lanza, vertiste la inmortalidad a los hombres. ¡Salvador nuestro, gloria a Ti!"
"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; para que todo aquel que en El creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Ju. 3:14-15; comp. Num. 21:8-9).
"El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos" (Mat. 20:28).
"Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo" (Ju. 6:51).
"Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado" (Luc. 22:19).
"Esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mat. 26:28). "Si el grano de trigo cae en la tierra y no muere, él solo queda; mas si muere, mucho fruto lleva" (Ju. 12:24). "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo" (Ju. 12:32).
"Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones" (Luc. 24:46-47). "Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré" (Ju. 16:7).
¿Qué decían sobre el Sacrificio en la Cruz de Jesucristo los profetas del Antiguo Testamento?
"El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado." (Is. 53:5-7); "por las rebeldías de su pueblo ha sido herido" (8). "se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes" (12).
"Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran" (Sal. 21:17-18).
¿Qué decía Juan el Bautista? "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Ju. 1:29).
¿Qué decían los Apóstoles?
San Apóstol Juan en su Evangelio mencionando el concejo que dio Caiafa a los judíos sobre Jesucristo: "nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda" (Ju. 11:50), luego agrega el Apóstol: "esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo pontífice de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por aquella nación, mas también para que juntase en uno los hijos de Dios que estaban derramados" (51-52).
En su epístola san Apóstol Juan dice: "La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado" (I Ju. 1:7).
En Apocalipsis san Apóstol Juan escribe: "Los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación" (Apoc. 5:8-9).
"De Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre" (Apoc. 1:5).
San Apóstol Pedro prescribe a los cristianos: "Conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación" (I Ped. 1:17-19).
"Pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas… El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados" (2:21, 24). "porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (3:18).
San Apóstol Pablo dice: "Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: que Cristo fue muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras" (I Cоr. 15:3). "Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave" (Efic. 5:2). "Cristo fue ofrecido una vez para agotar los pecados de muchos" (Heb. 9:28). "El cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación" (Rom. 4:25). "Al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados" (Rom. 3:25). "Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, mas por su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención" (Heb. 9:12-14).
Todos estos textos de la Palabra de Dios claramente atestiguan que nuestra redención la cumplió Cristo-Salvador con Su Sangre, vertida por pecados nuestros y con la muerte en la Cruz.
¿Cómo enseñaban los Hombres Apostólicos?
San Barrabas dice: "Vamos a creer que el Hijo de Dios no podía sufrir sino solo por nosotros… por nuestros pecados El quiso sacrificar la vasija del espíritu" (Epíst. VII), "tal como Abraham quiso sacrificar a Isaac" (Epíst. V).
San Clemente Romano dice: "Vamos a mirar al Señor Jesucristo, Cuya Sangre fue dada por nosotros; vamos a mirar con atención a la Sangre de Cristo y razonar cuán preciosa es Su Sangre ante Dios, cuando vertida para nuestra salvación trajo para todo el Mundo la gracia de la penitencia" (Epíst. a los Corintios 1:21).
San Ignacio Portador de Dios dice: "Cristo murió por vosotros, creyendo en Su muerte, vosotros os salvasteis de la muerte" (Epíst. a los Tral. 2).
San Policarpo de Smirna dice: "El sufrió por nuestros pecados la misma muerte… todo lo sufrió por nosotros para que vivamos en El" (Epíst. a los Filip. 1:8).
¿Cómo enseñaban los maestros cristianos de los siglos 2 y 3?
El hombre que escribió una epístola a Diógenes le escribe: "Dios dio a Su propio Hijo como rescate por nosotros, al Santo por los impíos, al Justo por los injustos, al Inocente por los culpables, al Incorrupto por los corruptos, al Inmortal por los mortales" (Epíst. a Diógenes IX).
San mártir Justino escribe: "Cristo, por la voluntad del Padre, se hizo hombre para salvar a los que creen en El y fue sometido a la denigración y sufrimientos para con la muerte y la resurrección vencer a la muerte (Apolog. I, 63).
San Irineo de Lyon escribe: "Cristo redimió a nosotros con Su Sangre y rindió Su alma por nuestras almas, y Su carne por nuestra carne" (Contra las herejías V, 1).
Tertuliano escribe: "Cristo quiso nacer de la carne en la carne para con Su nacimiento reformar nuestro nacimiento y con Su muerte destruir nuestra muerte" (Contra Marc. III, 9).
San Cipriano de Cartagena escribe: "Cristo nos otorgó esta gracia, dio a nosotros el don de Su misericordia, venciendo a la muerte con Su cruz, redimiendo a los creyentes con el precio de Su Sangre, reconciliando al hombre con Dios Padre, vivificando con el renacimiento celestial" (Prin. Demetrio 25).
¿Cómo enseñaban los grandes Padres de la Iglesia del siglo 4?
San Atanasio el Grande, Arzobispo de Alejandría, escribe: "Como se debía, por fin, a toda la gente pagar su deuda (la deuda consistía en que toda la gente era mortal, lo que era la causa de la llegada de Jesucristo a la tierra); por eso El habiendo demostrado Su Deidad con Sus acciones, entregó en sacrificio a la muerte por toda la gente el templo de Su Cuerpo. Para que, por un lado, hacer a todos no culpables y libres del viejo delito, por otro lado, — revelar a Sí Mismo vencedor de la muerte e incorruptibilidad de Su Cuerpo transformar en el comienzo de la resurrección universal… La muerte era imprescindible: era necesaria la muerte por toda la gente, ya que era necesario el pago de la deuda común que pesaba sobre toda la gente. Para esta finalidad, el Verbo, inmortal por Su naturaleza, tomó la carne mortal, para a ella como Su carne sacrificar por toda la gente y para sufrir con la carne la muerte por todos" (Sobre la encarnación 20).
Y así habla San Gregorio el Teólogo: "Cristo es llamado "liberación" (I Cor. 1:30) como el que libera a nosotros prisioneros del pecado, como el que da a Sí Mismo por nosotros como redención y sacrificio purificador por el universo" (Palabra sobre la Teología 4). "Por cada nuestra deuda está dado Aquel que es más alto que nosotros… Para eso árbol por el árbol y manos por la mano; manos extendidos con coraje, por la mano extendida sin contención; manos clavados por la mano insubordinada; manos que unen en uno los confines del mundo, por la mano que expulsó a Adán. Para eso elevación sobre la cruz por la caída, bilis — por haber saboreado, la corona de espinas por mala gobernación, la muerte por la muerte" (Palabra 3).
San Cirilo de Jerusalén: "Fuimos enemigos a causa del pecado, y Dios designó la muerte para el pecador. ¿Cuál de los dos debía ser: según la justicia se debía matar o por amor al hombre vulnerar el designio? Pero observa la sabiduría Divina: El conservó la verdad del designio; y la fuerza del amor al hombre. Elevó Cristo "nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia" (I Ped. 2:24)" (Enseñanza XIII, 33).
"Y no te extrañes que esté redimido todo el mundo ya que murió por él no un hombre común sino el Hijo de Dios Unigénito. El pecado de un hombre Adán tenía tanta fuerza que trajo muerte al mundo. Si la muerte reinaba en el mundo "por un delito" (Rom. 5:18), entonces mas todavía ¿con la verdad de Uno no reinará la vida? Y si entonces por el árbol, del cual comieron, fueron expulsados del paraíso, ¿no sería útil ahora a través del árbol de Jesús entrar para los creyentes al paraíso? Si el primer-creado de la tierra trajo la muerte universal, ¿no traería la vida eterna El que creó al hombre de la tierra, cuando El Mismo es vida? Si Finees, siendo celoso y habiendo asesinado al que pecaba, paró la ira de Dios (Num. 25:8), entonces Jesús, Quien dio la muerte no a otro que a Sí Mismo como precio de redención ¿no podrá saciar la ira contra los hombres? (2 Tim. 2:6)" (Enseñanza 2).
"No era poco importante El que murió por nosotros; no era el Cordero sensible, no un hombre común, no solo Ángel, sino Dios Encarnado. No era tan importante la culpa de los pecadores, como era importante la verdad de Aquel que murió por ellos. No pecamos tanto, cuanto hizo de la verdad El que puso Su Alma por nosotros, y de nuevo, cuando quiso la retomó" (Enseñanza XIII, 33).
San Basilio Grande dice: "Entonces como nadie de los hombres, según la palabra de las Escrituras, podía "redimirse ni pagar a Dios por su rescate" (Sal. 48:8) para lograr la clemencia de Dios, ya que todos eran culpables del pecado, tal precio de redención por las almas de todos apareció la santa y preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo vertida por ellos. ¿Por qué? Porque El no era un simple hombre, sino el que sobrepasa por Su ser a los hombres — Dios-hombre, y además por Su parte humana completamente sin pecado, por eso no necesitaba dar a Dios el rescate por la redención de Su alma y El Mismo podía dar y dio tal rescate por otros apareciendo según la palabra del Apóstol: "Tal pontífice nos convenía: santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores… Que no tiene necesidad cada día, como los otros sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus pecados, y luego por los del pueblo" (Heb. 7:26-27; 9:7) (Interpretación del Salmo 48:8-9).
San Juan Crisóstomo dice: "Imagínate que a una persona alguien debe diez óbolos y él encarcela al deudor junto con su esposa, hijos y sirvientes; pero llega otro quien no solo paga aquellos diez óbolos, sino además regala diez mil talentos de oro, lleva al prisionero al palacio real, lo sienta en un lugar de honor y colma de honras y distinciones, entonces el que prestó diez óbolos se olvida de ellos. ¡Con nosotros pasó igual! Cristo pagó mucho más de lo que debíamos: Su pago en comparación con la deuda es como el mar sin medida con una gota pequeña. Así, no dudes hombre, viendo tal riqueza de bienes; no tengas curiosidad para saber cómo fue apagado el destello de la muerte y el pecado, cuándo fue vertido un mar de dones de gracia" (Sobre la epístola a los Romanos charla 10, 2).
"Cristo, por Su lado, murió por todos para salvar a todos, y esta muerte coincide completamente con la pérdida de todos, pero no destruyó los pecados de todos ya que ellos mismos no lo quisieron" (Sobre la epístola a los Hebreos, charla 17, 2).
"¿No sería la causa, por la cual El (Cristo) fue entregado a la muerte, que odiaba pecados? Para nivelarlos (pecados), El voluntariamente murió. ¿Por qué, sin embargo, está dicho "elevó" o "elevará"? Para indicar a la cruz, ya que sobre ella fue clavado en la cruz el pecado: con la cruz fueron perdonados los pecados" (Interpretación del prof. Isaías, cap. 53).
"De cuantos bienes se hizo culpable para nosotros la cruz de Cristo, con la fuerza del Crucificado sobre ella hizo tantos cambios… ella se tornó para nosotros no causa de sufrimientos, sino la liberación de sufrimientos… La cruz es la salvación de la Iglesia… La cruz — es la liberación nuestra de los males que nos aprisionaban y el comienzo de los bienes que nos fueron otorgados, la cruz — es la reconciliación con Dios de Sus enemigos y la conversión a Cristo de los pecadores… Con la cruz estamos liberados de la violencia del diablo y con la cruz estamos salvados de la muerte y perdición. La cruz unió a los hombres con los ángeles, haciendo su naturaleza ajena a toda corrupción y ofreciendo la posibilidad de llevar una vida incorrupta… Antes de la cruz estuvimos ajenos al paraíso, en cambio con la aparición de la cruz en seguida el ladrón fue hecho digno del paraíso. ¡O, gran fuerza de la Cruz! De tales tinieblas la cruz nos llevó hacia la luz sin ocaso, de la muerte nos llamó a la vida eterna, de la corrupción nos hizo renacer a la incorruptibilidad. En realidad, ¿qué bien recibimos no de la cruz, qué gracia nos es otorgada no a través de la cruz?.. Cristo pende de la cruz — y el diablo es muerto; Cristo es clavado a la cruz — y toda alma es liberada de lazos" (Palabra para la Elevación de la cruz, t. VIII, pág. 864).
San Efrén Siríaco dice: "Por nosotros sufrió el valiente Señor, por nosotros crucificado el Único Sin Pecado… por nosotros impuros es muerto Cristo Salvador nuestro" (Palabra sobre el sufrimiento del Salvador).
San Atanasio el Grande habla particularmente sobre el por qué la redención nuestra se produjo a través de la crucifixión del Señor nuestro Jesucristo en la cruz: "¿Por qué el Señor sufrió no cualquier otra muerte sino la de la cruz? El que hace esta pregunta que sepa que ésta, justamente, podía ser salvadora para nosotros y a ésta sufrió el Señor para nuestra salvación. Ya que si El vino para llevar sobre Sí Mismo el juramento que estaba sobre nosotros, entonces ¿con qué otro modo podía ser Él el juramento si no sufría la muerte que estaba bajo el juramento? Y tal muerte es la muerte sobre la cruz, ya que está escrito: "Maldito cualquiera que es colgado en madero" (Gal. 3:13). En segundo lugar, si la muerte del Señor es la redención de todos, si con ella se destruyen los obstáculos y se produce el llamado a los pueblos (Ef. 2:14), entonces, ¿cómo podría El llamarnos a Su Padre si no se crucificaría en la Cruz? Ya que solo sobre la cruz se puede morir con los brazos abiertos" (Sobre la encarnación 25).
San Juan el Damasceno — padre de nuestra teología dogmática, al final del siglo 8 escribía: "Él muere, recibiendo por nosotros la muerte y por nosotros Se sacrifica para el Padre. Nosotros pecamos ante el Padre y El debía recibir el preció de redención por nosotros para así liberarnos de la condena. Pero no al verdugo del género humano es ofrecida la Sangre del Señor" (Exposición exacta de la fe, cap. 27).
De todo lo arriba mencionado está claro que la redención nuestra es cumplida por el Señor Jesucristo a través del derrame de la preciosa Sangre de El por nosotros como Cordero de Dios que toma el pecado del mundo a través de Su muerte sobre la Cruz.
Todo esto está marcado en nuestro Servicio Religioso. Así en el tropario de 6ª hora de Cuaresma se canta:
"En el sexto día y hora clava en la cruz el atrevido pecado de Adán…," en cambio en el Viernes Santo se canta el tropario: "Redimiste nos del juramento de la ley con Tu honorable Sangre, clavado en la cruz y traspasado por la lanza, vertiste la inmortalidad a los hombres. ¡Salvador nuestro, gloria a Ti!"