Alguien se preguntaba por qué los monjes y monjas ortodoxos se visten de negro. Es conocido que los (las) religiosos (as) católicos (as), utilizan vestiduras en color blanco u otros colores suaves, algo que les da un toque de elegancia, mientras que los nuestros, ortodoxos, en negro, parecen anticuados, obsoletos e incluso descuidados..
Enero es, especialmente, el mes de los monjes santos. Celebramos a los santos piadosos Teodosio, Pablo de Tebas, Antonio, Eftimio, Macario de Egipto, Máximo el confesor, Efrém Sirio, Isaac Sirio, además de los Santos Tres Jerarcas: Basilio, Gregorio y Juan, también monjes por excelencia. Esos dias de festividad representn una excepcional concentración de virtudes, penitencias y escritos de mucha utilidad para nuestra salvación, que nos fueran dejados por esos monjes santos, cual tesoros valiosísimos. La riqueza espiritual, la belleza pero también las luchas que conlleva la vida monacal son manantiales inagotables de los que podemos extraer lecciones muy importantes, que nos iluminan en muchísimos aspectos.
La entera espiritualidad ortodoxa tiene en su centro el arrepentimiento. Según las enseñanzas de los Santos Padres, sin esta virtud, sería inconcebible otro medio para escalar en la plenitud cristiana. Esta afirmación coincide completamente con la realidad, porque, en tanto que el hombre sirve a sus pasiones, no podrá andar el camino de la plenitud, porque éste presupone en sí el romper cualquier vínculo con el pecado. El arrepentimiento, como estado espiritual, debe ser abrazado por cu alquier cristiano, sin importar su cultura, preparación profesional, afiliación política, étnica o esas diferencias en distintos criterios que pertenecen al mundo y su contexto.
Tanto el rico, como el pobre, el intelectual y el campesino, el universitario y el estudiante... todos son llamados por Dios a alcanzar las bondades prometidas por Él. Junto a los cristianos que, viviendo en el mundo y sus contextos, luchan con sus propias pasiones y se arrepienten por sus pecados, ha existido - incluso desde los inicios del cristianismo - una categoría aparte que, renunciando a todo lo terrenal, opta por una vida de permanente arrepentimiento, haciendo de este un modus vivendi. Ellos y ellas son los monjes y monjas, y la forma de vida que ellos han asumido libremente se llama vida monacal.
A lo largo del tiempo, muchos han intentado definir el monaquismo, de manera que puedan abarcar completamente todos los aspectos espirituales, sociales y psicológicos que en éste se hallan. He aquí uno de estas definiciones: "El monaquismo constituye un camino, no el único, pero precisamente incuestionable como el primero, para encontrar la existencia perdida del hombre, pero también para encontrar a Dios. El monaquismo agita la entera vida psico-espiritual del hombre, busca en ella, constanta la existencia de algunos elementos abandonados, ve la imagen divina oscurecida por los pecados y lucha fervientemente para reconducir el alma a su estado de imagen y semejanza de Dios" (Teoclit Dionisiatul, Dialoguri la Athos, vol. I, traducere Pr. Ioan I. Ică). No negamos ni desconsideramos la otra forma de alcanzar la salvación, camino que eligen la mayoría de creyentes, el de la vida marital. Pero sólo quiero evidenciar un aspecto de la vida monacal que es casi desconocido por parte de los laicos: la vestimenta de los monjes y monjas. Junto al oficio (litúrgico) con el que se accede a la vida monacal, el candidato (o candidata) recibe las vestiduras que le habrán de recordar constantemente la vocación que ha elegido. Algunos podrán ver en la vestimenta monacal una especie de uniforme. Muchas categorías profesionales se distinguen por los ropajes que se utilizan para su práctica: médicos, soldados, policías, bomberos, marineros. Entonces, ¿La vestimenta monacal es un simple uniforme? Más de alguno diría que sí! En apariencia, esto es una verdad parcial, porque el uniforme monacal le da al monje la sensación de estar reclutado, pero también que se encuentra en una batalla permanente, no para avanzar en rango y dignidad terrenal, sino para asaltar el Reino de los Cielos.
Las vestimentas monacales envuelven al monje en distintos sentidos expresados mediante símbolos, de los que debe ser siempre consciente. Estas trasmiten algo que está más allá del material de que están hechas y de su propia forma: la expresión de la imagen espiritual que debe investir al eremita, la representación de un hombre nuevo, de un discípulo de Cristo, quien ha elegido la renuncia total y la entrega especial, distinta a la de los demás cristianos. La vestidura del monje, junto a sus muchos símbolos, tiene también una particularidad relacionada con su color, que caracteriza al monje, indicando su estado de permanente sacrificio.
Sobre las vestimentas de los monjes encontramos muchas referencias en los textos dejados por los Santos Padres. Entre estos, San Basilio el Grande, escribe sobre el hecho que las vestimentas monacales deben distinguirse de las de los laicos, por dos razones: la primera, para indicar el llamado monacal, pero que también en la misma vestidura se muestre una exhortación para vivir según la forma elegida. En las formas litúrgicas actuales, el oficio de tonsura preve la investidura del monje o monja con los siguientes elementos: camisa, paraman, dulama, potcapul, rasa, manta y camilafca. Se observa que el porte del monje está constituido por siete piezas principales, para demostrar que la vida plena a la que está llamado el monje, se alcanza mediante los siete Dones del Espíritu Santo. Aunque, claro está, junto a dichas piezas, el monje recibe, en el oficio de consagración, además, el cinturón, las sandalias, la metania y la cruz.
Volvamos al dilema de algunos, que por qué se eligió el color negro para las vestiduras de los monjes y monjas ortodoxas. El negro es un color controversial. Por una parte está asociado a lo oscuro, a la hechicería, y por otra parte, a la solidez y a la confianza. Al mismo tiempo inspira autoridad y poder, y por otra, desesperación, aflicción, dolor pero también constancia, prudencia y sabiduría. Aún más, muchas veces el color negro es la imagen de la penitencia y el sufrimiento. Así, en el caso de los monjes, el negro es un signo de renuncia a lo vano del mundo. El monje está muerto para el mundo y, por eso, su imagen exterior es negra, al tiempo que en su interior todo debe ser blanco, como la luz. El negro representa también las entrañas de la tierra de donde comenzó la renovación del mundo, por medio del nacimiento en un pesebre, del Santo Hijo de Dios. De esta manera, el monje, vestido en negro, se expone a una metamorfosis intensa de renovación espiritual, porque vistiéndose de ese color, vive permantentemente una muerte en misterio, la anticipación de un verdadero nacimiento. Él muere para el mundo, naciendo en Cristo.
Arcrhimandrita Mihail Daniliuc