Wednesday, May 31, 2017

La Importancia de los Santos en la Iglesia Ortodoxa


La Iglesia Ortodoxa venera a la Virgen María y la considera más honorable que los Querubines, e incomparablemente más Gloriosa que los Serafines y supera a todos los Seres Creados. La Iglesia ve en la Madre de Dios, la Intercesora delante de Su Hijo por todo el género humano y constantemente reza a Ella por esta intercesión. Existe un sentimiento muy profundo de amor y veneración hacia la Virgen María de parte de la gente ortodoxa y, por medio de este sentimiento, el corazón de ellos está lleno de una vivificante calidez que penetra toda la persona. El cristianismo ortodoxo consiste en la vida en Cristo y en el contacto espiritual con Su Purísima Madre; la fe en Jesucristo, como el Hijo de Dios, y en la Virgen María; el amor a Cristo es inseparable al amor hacia Su Madre. En un solo aliento la Iglesia Ortodoxa llama el nombre santísimo de Jesús juntamente con el dulce nombre de María (así como en los iconos de la Madre de Dios, generalmente Ella es representada juntamente con Su Niño eterno) sin crear diferencias en el amor hacia ellos. Aquel que no venera a la Virgen María no conoce a Jesucristo, y si la fe en Cristo no incluye la veneración de la Virgen, entonces esa fe es ajena, otro cristianismo, diferente al que representa la Iglesia. Así es que existe otro cristianismo, ajeno al ortodoxo, que se llama protestantismo, el cual básicamente contiene en sí una incomprensible insensibilidad con respecto a la Madre de Dios, la cual comenzó a manifestarse desde el momento de la Reforma, y se aleja más que nada de la Iglesia cristiana Ortodoxa y Católica. Esto se debe a la ignorancia dogmática y por esta razón, el entendimiento de la reencarnación pierde su plenitud y fuerza. La idea del Dios-Hombre está relacionada con la consagración y glorificación de la esencia humana, en primer lugar, la Virgen María.
La Iglesia Ortodoxa no está de acuerdo con el dogma católico escrito en el año 1854 sobre la inmaculada concepción de la Virgen María, significando que Ella, cuando nació, fue protegida del pecado original. Si este fuese el caso, Ella estaría separada del género humano y ya no podría ser Aquella por medio de la cual el Señor recibió la esencia humana. Pero la Iglesia Ortodoxa considera que la "Inmaculada" no tenía Pecados Personales. La relación de la Virgen María con Su Hijo no finaliza únicamente con el nacimiento del Señor, sino continúa en la misma medida en la cual indivisiblemente se unieron en Él las dos esencias, Dios y Hombre. Debido a Su gran humildad, la Virgen María queda aislada durante el tiempo de la misión de Jesucristo en la tierra, y sale de este aislamiento en el momento cuando presenció los sufrimientos de Su Hijo en la Cruz sobre el Gólgota. Por medio de los sufrimientos maternales, juntamente con Su Hijo, Ella siguió el camino al calvario y compartió con Él Su calvario. Ella fue la primer copartícipe de Su resurrección. La Virgen María es el punto real e invisible sobre el cual se concentra la Iglesia apostólica. Habiendo experimentado la muerte natural, en Su Asunción Ella no quedó presa del proceso de descomposición del cuerpo, sino, según la fe de la Iglesia, Ella fue resucitada por Su Hijo y permanece en Su glorioso cuerpo a la diestra de Él como la Reina del Cielo.
Un lugar muy importante en la Iglesia Ortodoxa ocupa la veneración de los Santos. Los Santos representan a los Protectores y Oradores en el Cielo por Nosotros, y por esta razón son los miembros activos de la Iglesia que lucha aquí en la tierra. La presencia de la gracia de los Santos en la Iglesia por medio de los iconos y sus reliquias como una nube nos rodean por la gloria de Dios por medio de sus oraciones. Este hecho no nos separa de Dios, sino nos une y acerca más a Él. Ellos no son intercesores entre Dios y la gente, sino oradores que rezan con nosotros, nuestros amigos, y ayudantes en nuestro servicio a Cristo y de nuestra unión con Él. Los fundamentos dogmáticos para la veneración de los santos justamente consisten en esta relación. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y los que se salvan en la Iglesia reciben la fuerza y vida en Cristo, se adoran y se convierten en "dioses por la Gracia." Aunque el destino de la persona se decidirá en el Juicio Final, sin embargo, en el juicio preliminar, inmediatamente después de la muerte, es evidente la predestinación de la gloria y corona de la santidad de esta persona, pues el juicio es únicamente la manifestación de su condición espiritual. "La vida eterna" en Dios comienza aquí, en la Tierra, sobre las olas del tiempo y su profundidad es la eternidad, pero cuando la persona abandona este mundo se convierte en la definición del principio de la existencia.
La ortodoxia explica que la razón de la glorificación de los santos no se debe a que los santos tengan ciertos méritos delante de Dios y que por medio de ellos tengan ciertos derechos de recibir de Dios una gratificación, que ellos podrían compartir con los que no la tienen. La causa es que los santos, por medio de sus sacrificios de fe y amor, llegaron a realizar en sí la semejanza de Dios y con esto manifestaron, por medio de la fuerza de Dios, una personalidad mediante la cual ellos atraen la gracia de Dios. Jesucristo participa en la purificación del corazón de la persona por medio del sacrificio del alma y del cuerpo de la última, siendo ésta su salvación: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Juan 14:23). Sobre el camino de la salvación la gente es transformada de cantidad en cualidad, o sea que para ellos se define el destino eterno. Detrás de este umbral se prepara su salvación, decisivamente y auto-definida, comienza el crecimiento de la gracia para cada persona de acuerdo a su imagen personal y la condición de su espiritualidad. La santidad es tan diversa como las individualidades de la persona. El sacrificio de la santidad siempre contiene en sí un carácter de creación individual.
La santidad, antes que nada, es una salida de una condición incierta hacia la victoria, por medio de la cual se liberan las fuerzas para una activa oración de amor. Los santos nos pueden ayudar, no por fuerza de sus méritos, sino a fuerza del recibimiento por ellos de la libertad espiritual en el amor, conseguida por medio del sacrificio. Esta libertad espiritual les otorga la fuerza de poder representarnos delante de Dios por medio de la oración y, así mismo, en el amor activo hacia la gente. Igual que a los ángeles, Dios otorga a los santos la posibilidad de manifestar Su voluntad en la vida de la gente por medio de una ayuda invisible. Ellos son como las manos de Dios por medio de las cuales Dios cumple Su voluntad. También por esta razón a los santos se les da la posibilidad de manifestar las acciones de amor, no en calidad de sacrificio para la salvación de ellos (debido a que la salvación de los santos ya fue realizada), sino realmente para la salvación de sus hermanos aquí en la tierra. La medida de la fuerza de esta intervención activa está de acuerdo a la medida del espíritu y el tamaño del sacrificio: "pues una estrella es diferente de otra en gloria" (1 Cor. 15:41).
¿Cómo conoce la Iglesia el misterio del juicio de Dios con respecto a aquellos santos que ella canoniza y cómo se realiza la canonización de los santos? La respuesta a esta pregunta está en las evidencias de las testificaciones de los diferentes signos manifestados de diversas formas (como los milagros, las reliquias que no se descomponen y más que nada la gracia perceptible por medio de la ayuda hacía nosotros). Las autoridades de la Iglesia, por medio del acto de la canonización, únicamente testifican esta evidencia. La decisión yace sobre la conciencia del concilio de la Iglesia que legaliza la veneración de los santos. La canonización puede ser regional o general. En la Iglesia Ortodoxa, para este acto, no se estableció como en la Iglesia Católica una forma tan terminada en cuanto al proceso de canonización sino, más bien, se realiza por medio de un acto que yace sobre las autoridades de toda la Iglesia en general o local. No se acaba la santidad en la Iglesia, pues ella conoce a sus santos elegidos durante todo el tiempo de su existencia. Uno de los santos más grandes de la Iglesia de nuestros tiempos es San Serafín de Sarov. También tenemos una inmensa cantidad de mártires por la fe cristiana que sufrieron y fueron asesinados durante la persecución de la fe en Rusia, comenzando el año 1917. La historia de la humanidad no recuerda semejante horror. Ellos, con su sangre, glorifican a Dios, pero la santidad de ellos todavía permanece en secreto y la canonización de muchos mártires se decidirá en el futuro. Al mismo tiempo, el futuro manifestará nuevas imágenes de santidad, de acuerdo a su época, y creemos que con el aura se coronará la santidad y creatividad de la humanidad, en nombre de Jesucristo.
Aparte de venerar a los santos, igualmente se veneran sus restos, sus santas reliquias. A veces sucede que el cuerpo del santo no se descompone, y esto se considera como un signo de su santidad; sin embargo, esto no es una regla general y no es necesaria para su canonización. Pero a pesar de esto, si los restos de los santos quedaron intactos (no en todos los casos) ellos se veneran de una forma especial; muchas veces pequeñas partes de sus reliquias se colocan sobre el antimins, sobre el cual se celebra la liturgia (en memoria de la Iglesia de los primeros siglos, cuando se celebraba la misa sobre las reliquias de los mártires). La veneración dogmática de los restos (igual que los iconos de los santos) se basa sobre la fe en la existencia de una relación del Espíritu Santo con estos restos físicos muy especial, esta relación no se destruye por la muerte. La última limita sus fuerzas con respecto a los santos, los cuales con sus almas no abandonan totalmente sus restos y están unidos con ellos por medio de una presencia de gracia muy peculiar hasta la partícula más pequeña. La reliquia es un cuerpo que de una forma anticipada a la resurrección general de la humanidad, es glorificado, aunque, de igual manera que los demás, está en espera de ésta glorificación general de todos aquellos que la merecen. La reliquia es semejante a la condición del cuerpo del Señor cuando Él se encontraba todavía en la tumba, abandonado por el alma, pero sin ser abandonado por Su Espíritu Celestial, esperando su resurrección.
Los santos en su totalidad, encabezados por la Madre de Dios y San Juan Bautista, son participes de la Gloria de Dios con respecto a la creación del hombre, en ellos se justifica la Sabiduría. Esta idea está expresada en un versículo en el servicio a los santos: "DIOS está en la reunión de los dioses; En medio de los dioses juzga" (Salmos 82:1). "Divino es Dios a Sus santos, Dios de Israel." A la eterna gloria de Dios en la creación corresponde también la gloria del mundo animal, "la muchedumbre de los dioses" es la victoria de la creación.
Pero la gloria de Su creación no sólo consiste en el hombre, sino también en el mundo de los ángeles, no sólo los seres de la "tierra" sino también los del "cielo." La fe Ortodoxa confiesa la enseñanza sobre los ángeles y los venera de una manera similar como a los santos. Igual que los santos, los ángeles son los oradores e intercesores del género humano, y nosotros nos dirigimos a ellos con la oración. Pero este acercamiento no aleja la distinción que existe entre el mundo de las fuerzas incorpóreas y el género humano. Los ángeles representan una forma muy peculiar de la creación, la cual igualmente está en contacto con la humanidad, y le es muy cercana. Igual que la gente, los ángeles llevan en sí la imagen de Dios. Su plenitud es inherente únicamente al hombre debido a que él posee un cuerpo, siendo de esta forma parte del mundo físico, el cual él posee por las reglas establecidas por Dios. Los ángeles, siendo seres incorpóreos, no poseen su propio mundo, pero debido a la ausencia de una naturaleza propia, ellos son compensados mediante la cercanía a Dios y vida con Él.
En la Religión ortodoxa existe la costumbre de otorgar un nombre a la persona durante el Bautismo en honor de algún Santo. Estos Santos se llaman "Angeles," o sea, es como un ángel con respecto al Bautizado. El día del Santo, se llama también, día del Angel. Este uso de la palabra indica que el santo y el ángel guardián están cerca uno del otro en el sentido que sirven juntos a esta persona. Debido a esta razón, los dos se llaman ángeles (Pero no se unen). En caso de un cambio del estado espiritual, como si representando un nuevo nacimiento, se cambia el nombre, justamente durante la tonsura al monacato, y la persona se entrega a un nuevo santo.
La Veneración de los Santos ángeles y los Santos en la Iglesia Ortodoxa, crean una atmósfera de una familia espiritual llena de un profundo amor y paz, sin poder estar separada del amor hacia Cristo y Su Cuerpo: la Iglesia.

Catecismo Ortodoxo 

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Sunday, May 28, 2017

¿Qué Significa ser Cristiano? ( San Gregorio de Nisa )


¿Qué Significa ser Cristiano? Seguro que la consideración de este asunto nos deparará mucho provecho.
En efecto, si captamos con precisión lo que se significa con este Nombre — Cristiano —, Recibiremos gran ayuda para vivir virtuosamente. Pues nos esforzaremos, mediante una conducta más elevada, en ser realmente lo que nos llamamos.
Así le sucede, por ejemplo, al que se llama médico, orador o geómetra: no deja que se le prive de este titulo a causa de su incompetencia, como le ocurriría si en el ejercicio de su profesión se le encontrara sin la experiencia debida. Por el contrario, como no quiere que su nombre se le aplique falsamente, se esfuerza por hacerlo verdadero en su trabajo. Lo mismo debe apreciarse en nosotros. Si buscamos el verdadero sentido de ser cristiano no querremos apartarnos de lo que significa el nombre que llevamos, para que no se emplee contra nosotros la anécdota de la mona, tan divulgada entre los paganos.
Cuentan que en la ciudad de Alejandría un titiritero había domesticado a una mona para que danzase. Aprovechando su facilidad para adoptar los pasos de la danza, le puso una máscara de danzante y la cubrió con un vestido apropiado. Le puso unos músicos y se hizo famoso con el simio, que se contoneaba con el ritmo de la melodía. El animal, gracias al disfraz, ocultaba su naturaleza en todo lo que hacía. El público estaba sorprendido por la novedad del espectáculo; pero había un niño mas astuto, que mostró a los espectadores boquiabiertos que la mona no era más que una mona.
Mientras los demás aclamaban y aplaudían la agilidad del simio, que se movía conforme al canto y la melodía, el chico arrojó sobre la orquesta golosinas que excitan la glotonería de estos animales. Cuando la mona vio las almendras esparcidas delante del coro, sin pensarlo más, olvidada enteramente de la música, de los aplausos y de los adornos de la vestimenta, corrió hacia ellas. Cogió con las manos todas las que encontró y, para que la máscara no estorbase a la boca, se quitó con las uñas apresuradamente la engañosa apariencia que la revestía. De este modo, en vez de admiración y elogios, provocó la risa del público, puesto que, bajo los restos del disfraz, aparecía risible y ridícula.
La falsa apariencia no le fue suficiente a la mona para que la considerasen un ser humano, pues su verdadera naturaleza se descubrió en su glotonería por las chucherías. Así, también serán descubiertos por las golosinas del diablo aquellos que no conformen realmente su naturaleza a la fe cristiana y sean una cosa distinta de lo que profesan.
En efecto, la vanagloria, la ambición, el afán de riquezas y de placer, y todas las demás cosas que constituyen la perversa mercancía del diablo son presentados como chucherías a la avidez de los hombres, en lugar de higos, almendras o cualquiera de esas cosas. Esto es precisamente lo que lleva a descubrir con facilidad a las almas simiescas: quienes simulan el cristianismo con fingimiento hipócrita, se quitan la máscara de la templanza, de la mansedumbre o de cualquier otra virtud en el tiempo de la prueba.
Es necesario conocer la tarea que lleva consigo llamarse cristiano. Sólo así llegaremos a ser de verdad lo que el nombre exige, para que no suceda que, si nos revestimos con el mero ropaje del nombre, aparezcamos ante Aquél que ve en lo escondido como algo distinto de lo que aparentamos ser en lo exterior.

Catecismo Ortodoxo 

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Ascetismo Monástico ( Los Santos Venerables )

 
Hay personas que se entregan totalmente a la ciencia, a las artes, a la política o a otra actividad que les gusta. ¿Por qué? Pues porque ellas tienen esa vocación. Ellas contribuyen al progreso de aquellas ramas de la educación y la cultura a la cual se dedican. Por otro lado, existen personas a las cuales no les interesa tanto el progreso intelectual, sino la adquisición de la perfección interior. Ellas buscan la rectitud, y para lograr este fin se vuelven Monjas o Monjes.

La vida en el mundo poco ayuda a la perfección espiritual, más bien ella la entorpece. El Evangelista San Juan el Teólogo, explica cómo la vida cotidiana de la sociedad está envenenada por un triple mal: "Todo lo que hay en el mundo: los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida" Por ello, "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo" (1Juan 2:15-16). El objetivo del monasticismo es ayudar a liberar a la persona del mal que domina a este mundo: de la concupiscencia de la carne por el camino de la castidad y la abstinencia; de la concupiscencia de los ojos (es decir, pasión hacia la riqueza, a los bienes de este mundo) a través del camino del rechazo de los bienes propios; y del orgullo, obedeciendo al padre espiritual. Al derrotar al mal en su raíz, el monasticismo pone a la persona en el camino recto hacia la perfección espiritual.

La palabra "Monje" Proviene de la Palabra Griega "solo." Monje significa el que vive en soledad. Los Monasterios surgieron como viviendas solitarias y alejadas del mundo. El monasticismo es un modo de vida, que se distingue de la forma común de vida de las personas de este mundo. De aquí el nombre en ruso -"Inoc," Monje en castellano-, que significa otra persona, "diferente."

A través de muchos caminos se puede llegar al Reino de los Cielos; el Evangelio ofrece a la persona para su elección una gran amplitud de modos de vida. Basta que haga el bien y se aleje del mal. Aunque para aquellos que sienten el llamado a una forma de vida más perfecta el Señor dice "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame... si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, luego ven, y Sígueme...." "Hay vírgenes (eunucos) con la intención de ganarse el Cielo. El que pueda ser capaz de esto, séalo. El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo Mío" (Mateo 16:24; 19:12-21, Lucas 14:26-33) Aquí se señalan en particular aquellos requisitos importantes de los cuales se componen los votos monásticos (promesas que se hacen a Dios al ingresar al monasticismo).

La aspiración a una forma ascética de vida comenzó al mismo tiempo que el cristianismo. Según San Cassiano, el reverendo (siglo 4), los primeros Monjes fueron los discípulos del Evangelista San Marcos, quien fue el primer obispo de Alejandría (en Egipto). Ellos se alejaron hacia los lugares más apartados de la ciudad, en los cuales llevaban una forma de vida regulada y espiritualmente más elevada, establecida por San Marcos.

Filón, el historiador hebreo contemporáneo de los apóstoles, habitante de Alejandría, describe la vida de algunos terapeutas que se alejaron a los suburbios de Alejandría, exactamente como describió San Cassiano la vida de los primeros monjes alejandrinos, llamando monasterios a sus viviendas.

Hay también testimonios que en Siria el monaquismo apareció ya desde los tiempos apostólicos. Santa Eudoxia, que vivió desde el año 96 d. C. en la ciudad de Heliópolis de Siria, durante el reinado de Trajano, fue convertida al cristianismo por San Germán, que era el superior del monasterio de hombres, en el cual vivían 70 monjes. Ella misma, después de convertirse al cristianismo, ingresa al convento en el cual había 30 Monjas.

A pesar de la escasez de testimonios documentados, no hay duda de que el monaquismo comenzó en la época de los apóstoles. Difícil es imaginarse que en esos tiempos de gran ardor espiritual no hubiesen existido cristianos que seguían las enseñanzas del Apóstol San Pablo en cuanto a la virginidad, descrita en la Epístola a los Corintios (1 Cor. 7). Un ejemplo vivo para estas vírgenes siempre fue y será el mismo Señor Jesucristo, la Santísima, siempre Virgen, María, el Profeta San Juan Bautista, el muy querido discípulo y también virgen Juan el Teólogo, el Apóstol Pablo, el Apóstol Santiago, hermano del Señor y primer obispo de Jerusalén, y muchos otros. Es a este gran ejemplo que siguió el monaquismo, esa es su fuente espiritual y es allí donde nació.

Así mismo explica el nacimiento del monaquismo el Santo Abad Doroteo el cual escribe: "Ellos (los cristianos) entendieron que hallándose en este mundo, no podían perfeccionarse en la virtud, por lo cual eligieron un modo de vida especial, una forma peculiar de obrar y sobrellevar el tiempo, es decir, la vida monástica; comenzaron a alejarse de las personas y a vivir en los desiertos, sometiéndose a ayunos y vigilias, durmiendo en el suelo y sobrellevando voluntariamente distintos sacrificios, renunciando a su patria, familiares, bienes y adquisiciones. En una palabra, ellos se crucificaron para el mundo."

En las antiguas comunidades monásticas se atendían principalmente las actividades espirituales: la oración, los ayunos, la meditación y razonamiento sobre Dios y al mundo espiritual. Pero también se consideraba imprescindible, para variar las tareas, el esfuerzo físico, ya que constituía un modo de conseguir su (sustento) alimento y la posibilidad de ayudar a los pobres. Al comienzo del siglo 4, en Egipto, surge el deseo espontáneo hacia el Monasticismo.

El debilitamiento de la rigurosidad de la vida cristiana, y el ingreso en la Iglesia de tales paganos, que aún al convertirse seguían preocupándose de lo mundano, despertó aún más en los cristianos celosos (aplicados) el alejamiento de las ciudades y de las aldeas hacia el desierto, para que allí, alejados de las preocupaciones mundanas, llevar una vida ascética de auto-renunciación, oración y meditación acerca de Dios. Entre tales ascetas el primer lugar lo tiene San Antonio el Grande, que nació en el año 251, en Egipto. Deseando estar en una soledad absoluta se instaló en una fortaleza destruida sobre las orillas del río Nilo; 20 años vivió allí, en completa soledad, sometiéndose a distintos renunciamientos, rezando y ayunando. Con el tiempo, muchas personas se enteraron de la vida de San Antonio y comenzaron a visitarlo. Algunos fueron a vivir junto a él para llevar una vida ascética bajo su guía. Así, alrededor de San Antonio se formó un círculo de discípulos ascetas (año 305).

San Antonio no dio normas en forma detallada respecto a la vida monástica, pero explicó el camino dando una visión general, a través del cual se puede lograr la perfección moral deseada. Con el ejemplo de su vida les enseña el renunciamiento a los bienes terrenales, en completa sumisión a la voluntad de Dios, a la oración ininterrumpida, a la meditación de Dios en soledad y al esfuerzo físico. San Antonio estableció la vida monástica eremítica. Según el orden establecido por él, los ascetas se encontraban bajo la guía de un abad (padre-superior) vivían en forma separada unos de otros en celdas, o grutas, sometiéndose al solitario ascetismo. A estas comunidades ascéticas se las denominaba Lavra

(Monasterio muy Grande).

Pero, todavía durante la vida de San Antonio, comenzó a introducirse otra manera de vida monástica, en forma comunal. Los ascetas se reunían en una comunidad bajo el mando de un abad y vivían juntos en una o varias viviendas, observando el mismo reglamento. Este tipo de comunidad se llamaba Cenobio (en ruso kinovia). El fundador de las comunidades monásticas fue San Pacomio, el Grande (año 348).

San Pacomio también nació en Egipto. Estando bajo el servicio militar durante una incursión, tuvo el deseo de hacerse cristiano al tener la oportunidad de conocer la beneficencia cristiana y, efectivamente, al terminar su servicio se bautizó. Cuando conoció la vida ascética en el desierto de Tebaida, San Pacomio eligió para sus futuros esfuerzos ascéticos un lugar cerca del río Nilo, conocido como Tavena; aquí le surgió la idea de establecer una comunidad monástica. En una de las islas sobre el río Nilo organizó un monasterio, en el cual, los que así lo deseaban, podían vivir juntos, en mutuo sacrificio.

La noticia sobre su ascetismo pronto atrajo a muchos discípulos, tantos que el monasterio construido por él no pudo contener a todos y se vio obligado a fundar varios monasterios más, encontrándose uno cerca del otro sobre la orilla del río Nilo. También construyó un convento de mujeres en la orilla contraria del río Nilo, en el cual ingresó su hermana.

En los monasterios creados por él, San Pacomio llevaba un determinado reglamento de vida comunitaria. Este fue el primer estatuto monacal. Toda la comunidad estaba dividida por este Santo, en 24 clases, de acuerdo al desarrollo espiritual dirigida por un solo abad. Cada monasterio tenia a su superior, denominado igúmeno o abad. A su vez ellos estaban bajo el mando de un abad superior, al cual le comunicaban sobre la condición de sus monasterios. En los mismos también había ecónomos y ayudantes, responsables de su dominio. Los superiores debían dar ejemplo de vida para el resto de los hermanos. Bajo la dirección de su superior, los monjes debían llevar una vida en oración, leer libros de contenido espiritual, en especial las Sagradas Escrituras, y someterse a labores. Los oficios divinos colectivos se realizaban dos veces al día (a la mañana y a la noche). Los monjes se reunían bajo una señal determinada, con humildad y en silencio, leían las Sagradas Escrituras, oraciones, y cantaban salmos. Los domingos recibían los Santos Sacramentos. Aparte de esto, debían rezar individualmente, antes y después de dormir. Después de los oficios o de las oraciones el superior conversaba con los hermanos sobre la vida cristiana. Los monjes se dedicaban a la lectura en sus habitaciones (celdas), en los tiempos libres después de sus oraciones y trabajos. Los libros eran entregados por el ecónomo de la biblioteca del monasterio.

Los monjes labraban la tierra, hacían jardines, trabajaban en herrería, en los molinos, en los talleres de cuero, en carpintería, en paño, y tejían canastos. Iban al trabajo en orden, y en silencio, detrás de su superior. El silencio era prescrito en cada momento. Todas estas obligaciones debían realizarse con una obediencia incondicional (indiscutible). Sin permiso del superior ninguno de los hermanos podía salir del monasterio o empezar otro trabajo. Todos los monjes usaban la misma ropa, la más sencilla. La ropa interior era de lino -una túnica sin mangas, la de arriba- de cuero. La cabeza se cubría con un gorrito de tejido de crines y en los pies usaban sandalias. Esta vestimenta no se quitaban nunca, ni siquiera para dormir. Los monjes de San Pacomio no tenían camas, sólo había asientos entre las dos paredes; se podía extender abajo sólo una estera. Los monjes se levantaban mucho antes del alba, comían una sola vez al día, normalmente al mediodía, y el sustento era de lo más simple: se alimentaban con pan, aceitunas, queso, verduras, y frutas. El domingo se ofrecía una cena. Comían todos juntos y en silencio.

Una de las principales promesas monacales del reglamento del abad San Pacomio es la (austeridad) no acumulación de riquezas. Al ingresante en la comunidad monacal no se le permitía traer ningún bien, hasta su ropa mundana se donaba a los pobres. El trabajo realizado por aquel u otro hermano, no le pertenecía a él sino a toda la comunidad. Los monjes recibían de los recursos comunitarios del monasterio todo lo indispensable para su existencia. Los ecónomos administraban el aprovisionamiento de la alimentación y de la ropa de tela de los hermanos, realizados en el monasterio o comprados fuera de él con dinero obtenido por la venta de productos monásticos. Para que estas reglas se cumplan, San Pacomio estableció que a los ingresantes a la comunidad no se los debía recibir antes de haber transcurrido un año de prueba. Durante la vida de San Pacomio la organización monacal establecida por él aumentó a siete mil monjes, y cien años después a cincuenta mil.

La forma de vida ermitaña y comunitaria pronto se propagó por todo Egipto y pasó a otros países. Así Amon estableció una comunidad de ermitaños sobre el monte Nitria, con un desierto lindero; San Macario de Egipto -en el desierto de Skit-, donde habitaban muchos ascetas extraordinarios. Hilarión, el discípulo amado de San Antonio, trasladó el monaquismo a su tierra natal, a Palestina, y en la cercanía de Gaza fundó un monasterio. De aquí el monasticismo se propagó por toda Siria y Palestina.

San Basilio el Grande, realizando un viaje por Egipto y Palestina, al familiarizarse allí con la vida monacal, la difundió en Capadocia (en Asia Menor, actualmente Turquía), tanto para mujeres, como para los hombres. El reglamento que dio a sus monjes pronto se propagó por el Este y se hizo universal. En el siglo 5 todo el Oriente estaba diseminado por monasterios: De los ascetas del siglo 5 eran sobresalientes: Isidoro de Pelusio, Simeón Estilita, Eutimio, Savva el Iluminado, y muchos otros.

San Simeón, nacido en Siria, muchos años dedicado a la oración sobre una columna, no se bajaba de la misma sufriendo hambre y la intemperie. Él inició un nuevo modo de ascetismo: el estilita. Eutimio, fundador del monasterio en Palestina, por su ascetismo recibió el don de realizar milagros. San Savva, discípulo de Eutimio, comenzó su vida de ermitaño a los 8 años. Él estableció muchos monasterios en Palestina e introdujo en ellos el reglamento de oficios.

Además del estilismo, en el siglo 5 apareció otro modo de ascetismo en la comunidad: la de los "No Durmientes." El monje Alejandro organizó un monasterio en el cual los oficios se realizaban diariamente (durante el día y la noche), en forma continua. Studion, un habitante acaudalado de Constantinopla, al cual le agradó esta orden, construyó en esa ciudad un monasterio semejante e invitó a su comunidad a los ascetas "No Durmientes." Ese monasterio recibió el nombre de Studita.

En el siglo 6 vivían ascetas admirables como Simeón el Necio (como sacrificio por Cristo fingía de ser loco), y de esta forma consiguió una plena impasibilidad, y San Juan Clímaco, durante muchos años dedicado en el monte Sinaí, el cual escribió una obra, conocida con el nombre de "Escalera al cielo" ("Lestviza") en la cual representó los grados de elevación espiritual hacia la perfección deseada. En el siglo 7 San Alipio el Estilita, dedicado a la oración más de 50 años sobre una columna. Al final del siglo 8 y comienzo del siglo 9, como representante de una vida monacal severa fue Teodoro Studita, conocido defensor de la veneración de las imágenes santas. De su monasterio, conocido por la severidad de la vida monacal, salieron muchos ascetas devotos, por ejemplo en el siglo 9 Nicolás, sometido a torturas por venerar a los iconos. Inocencio, célebre por su don de videncia y otros.

En el siglo 9 aparecieron ermitaños en monte Athos, como San Pedro en el siglo 11, que se sacrificó allí en soledad durante más de 50 años; San Atanasio (siglo 10), que organizó un monasterio en monte Athos, en el cual en poco tiempo aparecieron muchos ascetas.

Una inmensa dimensión y un gran logro espiritual alcanzó el monasticismo ruso, comenzando con San Antonio y Teodocio de Kiev-Pechersk, y terminando con los Santos Ancianos de Optina. Lamentablemente, aquí no hay posibilidad de narrar la historia del florecimiento y crecimiento de la experiencia espiritual del monacato ruso.

Ningún tipo de vida anterior puede impedir el ingreso al monacato, porque él mismo consiste en el arrepentimiento de los pecados, y el monasterio como una clínica para los enfermos. El que ingresa al monasterio en primer lugar se encuentra bajo prueba, con el fin de definir y cuantificar la veracidad y sinceridad de su deseo para dedicarse a la vida monástica.

En caso de que el superior del monasterio se convenza de la sinceridad de las intenciones, del nuevo hermano, lo bendice para que lleve el levitón eclesiástico (es una vestimenta larga y negra, con mangas angostas) con un cinto y una scufia (gorrito de forma cónica). Así, encontrándose a prueba el futuro monje, lleva el nombre de "obedecedor," pues su principal obligación es aprender a obedecer a su padre espiritual.

En el cumplimiento a conciencia de las obligaciones impuestas, el novicio debe revelar toda su paciencia y humildad, virtudes básicas de los monjes. "La obediencia es superior al ayuno y a la oración," es un dicho monacal. Esto es así, pues la obediencia fundada en la paciencia y humildad sirve para exterminar a la enfermedad más importante del alma, que es la soberbia y el amor propio, del cual surgen todas las iniquidades.

Cuando el novicio, al transcurrir un tiempo determinado, demuestra con su buen comportamiento la sinceridad de su aspiración por la vida monástica, puede ser tonsurado como hermano, o sea, el primer nivel monástico. Todavía no da ninguna promesa pero, por lo general, recibe un nuevo nombre y puede usar, aparte de la sotana y la escufia, una cogulla (una sotana, vestimenta larga y negra con mangas anchas, que se usa encima de la sotana simple, con mangas angostas) y la kamilavka (especie de birrete, ensanchado arriba). Para el tonsurado en este primer escalón preparatorio a la vida monacal existe un orden de oficio divino especial llamado "Orden para la vestimenta de la sotana y el atavío."

"El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor, pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer"(1 Cor. 7:32-34). El Señor le dijo al joven que buscaba la vida eterna "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo" (Mat. 19:21). Basándose en estas expresiones, los monjes renuncian a toda propiedad, para que nada le entorpezca conseguir la perfección espiritual.

Dice San Gregorio el Teólogo: "sólo debe preocuparse el monje de no ser arrebatado, pues lo único que él tiene es su cuerpo cubierto por harapos. Que sean otros los que tomen medidas para protegerse ya que han acumulado mucho dinero. Toda mi posesión se reduce a Dios. Nadie puede arrebatarme ese tesoro; en lo que respecta a lo demás, que se lo lleven. Mi estado es el más seguro, y sobre lo que yo tengo dominio, siempre estará conmigo. El Señor es mi suerte (parte). No quiero tener nada fuera del Señor. Cuando sirvo al altar tengo vestimenta y alimento, con ello seré feliz, y pobre iré detrás de la pobre Cruz, para que sin tropiezos me dirija a la montaña, elevándome, como dice el Apóstol, sobre las nubes al encuentro del Señor, en el aire."

El mayor número de Santos surgió del medio monástico, y esto en verdad es así ya que la vida monástica tiene como objetivo la perfección moral. A los santos provenientes de la clase monástica se les denomina "reverendos padres," "venerables," en señal de que ellos, más que otros, se asemejaron a Cristo. Se convierte en monje aquella persona que siente que en la vida todo es agitación, la que quiere liberarse de la esclavitud y desea encontrar a Dios. El camino monacal es un camino en línea recta de brevísima distancia entre dos puntos: Dios y el hombre.

Dentro del medio monacal nació una literatura espiritual riquísima. Para la mayoría de los laicos ella es "matemática superior." Los estados espirituales allí descriptos son inaccesibles para las personas que llevan una vida mundana. Por lo contrario, algo de esta literatura ascética es accesible para todos los que buscan a Dios. La gente rusa amaba leer libros tales como "La Filocalia," que contiene en cinco tomos las instrucciones de los ascetas; "Escala Espiritual" de Juan, abad del Monte Sinaí; "La batalla Invisible," de San Nicodemo de la Santa Montaña, "Consejos Útiles para el Alma," del abad Doroteo, las instrucciones de los santos ancianos Juan y Varsanofio, relatos sobre antiguos ascetas en "Lavsaic" del obispo Paladio de Eleanópolis, y en "El Prado Espiritual" del beato Juan Mosja. Son más accesibles al lector contemporáneo las cartas del obispo Teofán el Eremita, las composiciones del obispo Ignacio Brianchaninov, los consejos de los Santos Ancianos de Optina, "Las conversaciones con Motovilov" de San Serafín de Sarov.

Antes de la revolución, Rusia estaba cubierta por monasterios. Fue enorme la influencia espiritual y moral sobre la vida cotidiana del pueblo, la literatura, la historia y la cultura rusa. Los peregrinos rusos hallaban dentro de las paredes de los santos monasterios la renovación moral, la tranquilidad y las fuerzas para el combate contra el pecado, recibiendo por medio de ellos el ejemplo ideal de vida. Los monasterios eran centros de salud espiritual para todo el país. 

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Monday, May 22, 2017

VI DOMONGO DE PASCUA DOMINGO DEL HOMBRE CIEGO DE NACIMIENTO

 
VI DOMONGO DE PASCUA
DOMINGO DEL HOMBRE CIEGO DE NACIMIENTO

Evangelio de San Juan 9, 1-38.


Este sexto domingo de Pascua se conmemora la curación del hombre ciego que estaba así desde su nacimiento. Nos identificamos con el varón que llegó a ver y a creer en Jesús como el Hijo de Dios. El Señor ha ungido nuestros ojos con sus Divinas Manos y los ha lavado con las aguas de nuestro bautismo.

Jesús usó lodo hecho con su saliva, y le dijo al hombre que se lavara en las aguas de Siloé. Jesús así lo hizo aunque era sábado, el día de reposo, en que estaba estrictamente prohibido hacer lodo, escupir, y lavarse. Al romper estas leyes y ritos judíos, Jesús demostró que en verdad Él es el Señor del Sábado, y como tal, Él es igual a Dios Padre, el Único que trabaja en día sábado ya que Él dirige el mundo de Su creación.

El escándalo transciende sobre el hecho de haber sanado al ciego en día de reposo y el hombre es expulsado de la sinagoga debido a su fe en Cristo. La Iglesia entera sigue a este hombre en su camino, sabiendo que los verdaderos ciegos son aquellos que no reconocieron a Jesús como Señor y Dios; y aún permanecen en sus pecados. Los demás tienen la luz de la vida y pueden ver y conocer al Hijo de Dios, pues “Lo has visto; el que habla contigo, Él es”.

San Demetrio de Rostov dice: El hombre que antes era ciego, es San Celedonio quien inició la comunidad cristiana en lo que hoy conocemos como Francia.

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Tuesday, May 16, 2017

Tres luces que son una Luz ( San Gregorio Nacianceno )

Bien sé que, al hablar de Dios a los que le buscan, es como si quisiéramos atravesar el mar con pequeñas naves, o nos lanzáramos hacia el cielo constelado de estrellas, sostenidos por débiles alas. Porque queremos hablar de ese Dios que ni siquiera los habitantes del Cielo son capaces de honrar como conviene.
Sin embargo, Tú, Espíritu de Dios, trompeta anunciadora de la verdad, estimula mi mente y mi lengua para que todos puedan gozar con su corazón inmerso en la plenitud de Dios.
Hay un solo Dios, sin principio ni causa, no circunscrito por ninguna cosa preexistente o futura, infinito, que abraza el tiempo, grande Padre del grande y santo Hijo unigénito. Es Espíritu purísimo, que no ha sufrido en el Hijo nada de cuanto el Hijo ha sufrido en la carne (...).
Unico Dios, distinto en la Persona pero no en la divinidad, es el Verbo divino. Él es la imagen viva del Padre, Hijo único de Aquél que no tiene principio, solo que procede del solo, igual hasta el punto de que mientras sólo Aquél es plenamente Padre, el Hijo es también creador y gobernador del mundo, fuerza e inteligencia del Padre.
Cantemos en primer lugar al Hijo, adorando la sangre que fue expiación de nuestros pecados. En efecto, sin perder nada de su divinidad, me salvó inclinándose, como médico, sobre mis heridas purulentas. Era mortal, pero era Dios; descendiente de David, pero creador de Adán; revestido de cuerpo, pero no partícipe de la carne. Tuvo madre, pero madre virgen; estuvo circunscrito, pero permaneció siempre inmenso. Fue víctima, pero también pontífice; sacerdote, y sin embargo era Dios. Ofreció a Dios su sangre y purificó el mundo entero. Fue alzado en la cruz, pero los clavos derrotaron al pecado. Se confundió entre los muertos, pero resucitó de la muerte y trajo a la vida a muchos que habían muerto antes que Él: en éstos se hallaba la pobreza del hombre, en Él la riqueza del Espíritu
Alma, ¿por qué tardas? Canta también la gloria del Espíritu; no separes en tu discurso lo que la naturaleza no ha dividido. Temblemos ante el poderoso Espíritu, como delante de Dios; gracias a Él he conocido a Dios. Él, que me diviniza, es evidentemente Dios: es omnipotente, autor de dones diversos, el que suscita himnos en el coro de los santos, el que da la vida a los habitantes del cielo y de la tierra, el que reina en los cielos. Es fuerza divina que procede del Padre, no sujeto a ningún poder. No es hijo: uno solo, en efecto, es el Hijo santo del único Bien. Y no se encuentra fuera de la divinidad indivisible, sino que es igual en honor (...).
[Ésta es la] Trinidad increada, que está fuera del tiempo, santa, libre, igualmente digna de adoración: ¡único Dios que gobierna el mundo con triple esplendor! Mediante el Bautismo, soy Regenerado como hombre nuevo por los Tres; y, destruida la Muerte, avanzo en la luz, Resucitado a una vida nueva. Si Dios me ha Purificado, yo debo adorarlo en la plenitud de su Todo.

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Friday, May 12, 2017

Conmemoración de la Aparición de la Señal de la Santa Cruz sobre Jerusalén.

La Preciosa Cruz apareció en el cielo sobre Jerusalén en la mañana del 7 de mayo del 351 en el reinado del emperador Constancio, hijo de San Constantino (21 de mayo).

En el tiempo de la herejía de Arriano, que enseñaba que Cristo es una mera criatura y no Dios así causando gran revoltura y división por el imperio. Incluso después del Primer Concilio Ecuménico en Nicea en el año 325, muchos fueron atraídos por esta enseñanza falsa, y los ortodoxos se encontraban como minoría en muchos lugares.

Constancio, el gobernador de la parte este del imperio, apoyaba fervientemente el Arrianismo. Sus hermanos Constantino II y Constans, quienes eran piadosos ortodoxos cristianos, gobernaban el oeste. Los dos murieron en diferentes batallas como en el año 350, así dejando a Constancio como el único gobernador. También en el 350, San Cirilo (18 de marzo) fue consagrado como Patriarca de Jerusalén y comenzó una ardiente batalla en contra deo Arrianismo.

En Mayo del 351 una cruz luminosa se apareció sobre Jerusalén, expandiendo de Gólgota hasta el Monte de Olivas, una distancia de como cinco millas y media. La cruz ara tan larga como ancha, y brillaba más fuerte que el sol. Muchos salieron de sus trabajos y casas para ir a la iglesia y glorificar a Cristo. El historiador Sozomen dice que esta señal tan milagrosa llevo a multitudes de judíos y paganos a convertir al cristianismo.

Una carta de San Cirilo mandada al emperador describiendo el fenómeno sucedido, y amonestándolo para que se vuelva verdaderamente ortodoxo se ha preservado. La aparición de la cruz estuvo sobre la ciudad por una semana entera.

La visión de la Cruz sobre Jerusalén les dio fuerza a los feligreses Ortodoxos y contribuyo fuertemente al regreso de muchos Arrianos a la Iglesia. También es un buen recuerdo de la grandiosa segunda venida de Cristo, cuando “el signo del Hijo del Hombre aparecerá en el cielo (Mateo 24:30).

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Tuesday, May 2, 2017

Santa Matrona de Moscú


"Todo el mundo, todo el mundo que venga a mí: decidme, como si estuviera viva, vuestros dolores, os veré, y os escucharé, y os voy a ayudar. Poca gente visitará mi tumba, sólo los amigos más cercanos; y, cuando mueran, será abandonada mi tumba... Pero después de muchos años la gente va a oír hablar de mí y vendrán en multitudes en busca de ayuda, con sus tristezas y peticiones de oración al Señor Dios, y voy a ayudar a todos y escuchar a todo el mundo ".

“Mi potencia en la flaqueza se perfecciona”( 2 Corintios 12:9).
El 2 de mayo se conmemora la defunción bendita (1952) y la canonización (1999) de Santa Matrona de Moscú. Fue ciega desde el nacimiento y sus piernas las tenía prácticamente paralizadas desde los diecisiete años. Los últimos 27 años vivió en casas de los bienhechores, perseguida por el régimen estalinista, físicamente débil, poseyendo sólo la ropa que llevaba y la fe cristiana ardiente.

Pero, al mismo tiempo, es una de los santos ortodoxos más eminentes del siglo XX. Su don de videncia espiritual, la fuerza de sus oraciones, su confesión del cristianismo, su entrega a los demás la hicieron el verdadero “octavo pilar de Rusia” (según predijo San Juan de Kronshtadt), una antorcha guía y madre espiritual para mucha gente durante su vida, y para todo el mundo cristiano hoy en día.

“Una vez en 1939 o 1940 Matrona dijo: “Estáis aquí riñendo y disputando, mientras una guerra tremenda está a punto de estallar. Mucha gente va a perecer, pero nuestro pueblo ruso vencerá.”

“Cada día Matrónushka recibía hasta cuarenta visitas. Ayudaba desinteresadamente, pero siempre subrayaba que no era la ayuda suya, sino la de Dios por sus oraciones. Curando a los enfermos, les exigía que creyeran en Dios y corrigieran la vida pecaminosa, acudieran a la Iglesia y a sus Santos Sacramentos.”

“Una vez en 1946 en el cuarto donde Matrona vivía entonces, vino una mujer de alto cargo estatal. Su hijo único se había vuelto loco, su marido había perecido en la guerra y ella misma, naturalmente, era atea. Estuvo con su hijo en Europa, pero los médicos de renombre no pudieron ayudar. “He venido a usted por desesperación, - dijo, - no tengo más donde ir”. Matrona preguntó: “Si el Señor le cura a tu hijo, ¿vas a creer en Dios?” La mujer dijo: “No sé qué es – creer”. Entonces Matrona pidió un vaso de agua y en presencia de la madre desgraciada empezó a pronunciar en voz alta una oración sobre el agua. Después, entregándosela este agua, la bienaventurada dijo: “Ve ahora a Káschenko (hospital psiquiátrico en Moscú), haz un acuerdo con los enfermeros que le sostengan a tu hijo bien fuerte cuando te lo lleven. Va a retorcerse, pero tú intenta tirarle el agua en sus ojos y, obligatoriamente, en su boca”.

Pasado algún tiempo, fuimos testigos de otra visita de esta mujer. Arrodillada, agradecía a la mátushka (madre), diciendo que su hijo estaba sano. La cosa ocurrió así: llegó al hospital y lo hizo todo como se lo había dicho la mátushka. Allí hubo una sala, donde de un lado de la barrera le hicieron salir a su hijo y de otro lado salió ella misma. La botellita con el agua estaba en su bolsillo. El hijo empezó a retorcerse y gritar: ”¡Mamá, tira fuera lo que está en tu bolsillo, no me atormentes!” Se quedó impactada: ¿de donde lo sabía? Enseguida le salpicó el agua en sus ojos y se la tiró en la boca. De repente el pobre se calmó, su mirada se hizo clara y dijo: “¡Qué bién!” Dentro de poco fue dado de alta.

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