Sunday, August 6, 2017

El acontecimiento de la Transfiguración.


Los Evangelistas Mateo, Marco y Lucas relatan la Transfiguración de Jesucristo sobre el monte Tabor, cuando Su aspecto exterior cambió y se hizo luminoso. La transfiguración aconteció seis días después que el Salvador predijo Sus sufrimientos en la cruz. La Crucifixión siguió unos cuarenta días después. He aquí, como relata el Evangelista Mateo la Transfiguración del Salvador:
"Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista" (Mat. 17:1-12).
La montaña, sobre la cual pasó la transfiguración, no es nombrada por los Evangelistas, paro la antigua tradición, unánimemente indica el monte Tabor, que se encuentra en Galilea, a 6 Km. hacia SE de Nazaret. Cerca de esta montaña Jesucristo pasó Su adolescencia, y posiblemente la subió varias veces y oraba sobre ella. Con su altura de casi 1 Km. el monte Tabor se eleva majestuosamente sobre las planicies circundantes, atrayendo miradas de los viajeros de todos lados. Desde su cima se abre la vista sobre el mar de Galilea y el río Jordán, que se encuentran al Este de él. Desde su base y hasta la mitad el monte esta cubierto por imponentes robles y pistachos.
El Salvador llevó Consigo no a todos Sus discípulos, sino solo a tres: Pedro, Jacobo y Juan el Teólogo, dejando al resto de ellos a la base del monte. La subida al monte era fatigosa, y por eso, los apóstoles, que acompañaban a Cristo, se recostaron para descansar y se durmieron. El Salvador comenzó a orar y durante la oración Su aspecto externo cambió. Su rostro se iluminó como el sol y Su vestimenta se hizo blanca como la luz. Por la fuerte luz, los apóstoles se despertaron y vieron a su Maestro en Su Gloria celestial del Hijo de Dios. Su Divinidad resplandecía a través del cuerpo y los vestidos.
Con sorpresa, mirando al Salvador, los apóstoles vieron al lado de El a dos personajes desconocidos, que luego se aclaró que eran los antiguos profetas Moisés y Elías, que vinieron a Cristo desde el mundo invisible. Porque vinieron justamente estos profetas, los evangelistas no explican. Se puede suponer, que para los apóstoles y para todo el pueblo hebreo la aparición de los dos mas importantes hombres justos del Antiguo testamento era el testimonio de la dignidad Divina de Cristo. En primer termino, hasta este momento, entre el pueblo simple se hablaba que Jesucristo es el profeta Elías o algún otro profeta resucitado. La aparición de Moisés y Elías mostraba la incongruencia de esta opinión popular. En realidad, los profetas aparecidas hablaban con Cristo justamente como con Mesías, el Hijo de Dios. Además, como muchos judíos acusaban a Cristo de quebrar la ley de Moisés y de blasfemia — como si Él, sin ningún derecho, se apropiaba del nombre de Hijo de Dios (Jn. 9:16; 10:33), entonces la aparición de dos mas celosos defensores de la gloria de Jehová, debía convencer a todos que Cristo es, en realidad, el prometido Mesías y que todos Sus afirmaciones son verdad.
Es evidente, que Moisés, quien escribió el libro de la ley no soportaría la vulneración de esta ley y no quedaría en forma reverente ante su detractor. De misma manera, el profeta Elías, quien antiguamente quemó con un rayo a los enemigos de Jehová, no estaría parado y sumiso ante Aquel, Quien se declaraba igual al Dios Padre, — si esto no fuera verdad. (Dijo Jesús: "Yo y el Padre uno somos" (Jn. 10:30; sobre el profeta Elías ver 2 Reyes 1:10).
A nosotros, los cristianos, esta aparición de los antiguos profetas, que se fueron al otro mundo, nos convence que la vida del hombre no termina con su muerte física y las almas de los difuntos no duermen, como falsamente enseñan algunas sectas, sino viven con una plena vida espiritual. Jesucristo tiene el poder sobre la vida y la muerte y es el Señor del cielo y la tierra, tal como el dijo: "Tengo las llaves de la muerte y del Hades" (Apoc. o Revelación 1:18).
La conversación de los profetas Moisés y Elías con Cristo debía dar fuerzas a los apóstoles y fortalecer su fe en Cristo ante futuros sufrimientos en la cruz del Salvador. En realidad, los apóstoles tomaban los sufrimientos de su Maestro, como Su humillación y oprobio, en cambio, los profetas los llamaban "Gloria," que El va a revelar en Jerusalén. Y antes de Su crucifixión el Salvador miraba a la futura humillación y muerte vergonzosa como el comienzo de la glorificación de Su Padre y de Si Mismo, como Salvador de la humanidad, diciendo: "Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que también Tu Hijo glorifique a Ti" (Jn. 17:1).
El estado especialmente bendito que experimentaron los apóstoles durante la Transfiguración del Salvador lo expresó el apóstol Pedro diciendo: "Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí!" Alegrado por la visión Divina, Pedro deseaba que continuara, si es posible, para siempre. Con esto Pedro propuso al Salvador de hacer tres enramadas ahí mismo sobre la cima del monte. (Estas carpas se hacían entre los judíos y en general entre los pueblos orientales de tal manera: desde la punta del poste, clavado en la tierra, se tendían sogas hacia varias estacas clavadas a cierta distancia del poste, luego se cubrían de lienzo. A veces en lugar de tela se usaban cueros, hojas de árboles o corteza). Apóstol Pedro no tenia deseo de volver al mundo de ira y traición, que amenazaba a su Maestro con sufrimientos y muerte.
Los Evangelistas relatan, que este momento a todos que se encontraban sobre el monte, los cubrió una nube luminosa, que indicaba la presencia de Dios Padre. (Nube oscura es símbolo y signo de Dios-Justo, ver Éxodo;, en cambio la nube luminosa, llamada en Biblia: "shekina," a veces se veía sobre el Santo-Santorum, o sea la parte principal del templo hebreo, ver 1 Reyes 8:10-11; Ezeq. 1:4; 10:4). Desde la nube se escuchó voz misteriosa, tal como en el Bautismo de Cristo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" con agregado de palabras: "a Él oíd." Estas ultimas palabras debían recordar a los apóstoles la antigua profecía de Moisés sobre el Gran Profeta que vendrá para anunciar la voluntad Divina. "Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que El hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta" (Deut. 18:19). Así, aquí, sobre el monte Tabor, años después, con el testimonio de Dios-Padre, se afirmó la profecía de Moisés sobre el Mesías como Profeta mas grande.
Al escuchar la voz, que salía de la nube, los discípulos asustados cayeron a la tierra. Aquí, sobre el monte, todo resultó para ellos extraordinario: la soledad y altura del lugar, el profundo silencio de la naturaleza, la aparición de antiguos profetas, la fuerte luz, la misteriosa nube, y al final, la voz del Mismo Dios Padre.
Cuando comenzaron el descenso del monte, Jesús prohibió a los apóstoles de contar a nadie lo que pasó sobre el monte, hasta Su resurrección de los muertos. El Señor se transfiguró para asegurar completamente a Sus apostolados de confianza, que El es realmente el Mesías. Pero para la amplia masa hebrea relatar la Transfiguración era demasiado temprano. Despertaría en ellos una imagen real de Mesías como un poderoso rey-conquistador. Mas adelante, uno de los testigos de este acontecimiento milagroso, el apóstol Pedro, recordaba esto como un hecho indudable y lo mencionaba como demostración de la naturaleza Divina de Cristo (2 Ped. 1:16-18).

Catecismo Ortodoxo 

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Canon de la Transfiguración


Kántico 1.
Irmos: Masas de Israelíes, cruzando con pies secos la profundidad húmeda del Mar Rojo, y viendo ahogados a los jinetes enemigos y sus jefes, en alegría cantaban: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorificó.
Anunciando a Sus amigos palabras de vida sobre el Reino de Dios, Cristo dijo: Cuando verán el brillo de la luz inalcanzable, conocerán a Padre en Mi y en alegría exclamarán: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorifico (Jn. 6:68; 14:7-9; 15:5).
Vosotros amigos-discípulos destruyan la fuerza de los paganos y enaltézcanse con su riqueza, ya que cuando apareceré brillando mas claro que el sol, vosotros os glorificareis en alegría, clamando: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorificó (Is. 61:6; Rom. 11:12).
Ahora Cristo, brillando sobre el monte Tabor, reveló a discípulos la visión de la Divina luz oculta, como prometió. Ellos plenos de iluminación Divina en alegría clamaban: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorificó (Mat. 16:28).

Kántico 3.

Irmos: Arcos de fuertes se debilitaron y los débiles se revistieron de fuerza, por eso mi corazón se afirmó en el Señor.
Revestido con el ser de Adán, Tu Cristo a este ser oscurecido en antigüedad, de nuevo iluminaste y divinizaste con la transfiguración de Tu rostro (Luc. 9:29).
Cristo, que en antigüedad conducías con pilar de fuego y nube a los israelíes en el desierto, ahora inexpresablemente has brillado sobre el monte Tabor (Ex. 13:21; Mat. 17:2).

Kántico 4.
Irmos: Escuche sobre Tu gloriosa edificación Cristo Dios, — que has nacido de la Virgen para salvar de error a los que llaman: Gloria a Tu fuerza, Señor.
Escribiendo la ley en Sinaí, Tu Cristo Dios apareciste en nube, fuego, tinieblas y tornado. Gloria a Tu fuerza Señor (Ex. 19:16-18; Deut. 4:11).
Para asegurar a discípulos de Tu gloriosa edificación Cristo Dios, Tu existente antes de siglos y Tu Mismo realizando sobre la nube Tu elevación, inexpresablemente brillaste en Tabor (Sal. 104:3).
Se presentaron, y sumisos conversaban Contigo, Señor Cristo, aquellos con quienes Tu antes conversabas entre fuego y humo, tinieblas y tornado. Gloria a Tu fuerza, Señor (Mat. 17:3; Deut. 4:11; Ex. 19:3; Reyes 19:11).
Sobre Tu futura muerte en la cruz predecían los presentados en Tabor, Moisés, que antaño Te previó Cristo en el fuego de la zarza, y también Elías, elevado en un carro de fuego (Luc. 9:30).

Kántico 5.
Irmos: Tu separaste la luz del caos primordial, para que Tus criaturas canten a Ti, Creador. Ahora, Cristo, en Tu luz dirige nuestros caminos (Gen. 1:4; Sal. 5:9).
Ante Ti se postraron las temporadas del año, ya que el sol puso a Tus pies su luz y rayos que cortan el cielo, cuando Tu, Cristo deseaste cambiar Tu imagen humana (Mar. 3:9).
He aquí el Salvador — exclamaban en voz alta Moisés y Elías a los discípulos sobre el santo monte Tabor, — Cristo que nosotros, en antigüedad, predecimos como Dios verdadero (Mar. 9:4).
El inmutable ser, al unirse con el mortal, reveló abundante luz de Divinidad e inmaterial e inexpresablemente brilló ante apóstoles (Heb. 12;29).
Viendo a Ti, luz eterna — Cristo, brillando en la gloria del Padre, los discípulos clamaban a Ti: En Tu luz dirige nuestros caminos (Heb. 1:3; Sal. 5:9, 119:133).

Kántico 6.
Irmos: En mi congoja, llamé al Señor y me escuchó Dios de mi salvación.
El Salvador, brillando en Tabor con luz mas brillante que la solar, iluminó, también, a nosotros (Luc. 1:79).
Al subir al monte Tabor, Te transfiguraste, Cristo, y oscureciendo todo error, brillaste con luz para nosotros (2 Tim. 1:10).
Gloriosos apóstoles en Tabor conocieron en Ti, Cristo, a Dios y asombrados hincaron las rodillas.

Kántico 7.
Irmos: Los hijos de Adán en Babilonia vencieron antaño a la llama del horno, en cánticos, clamando: Bendito seas Tu, Dios de nuestros padres.
Apóstoles, iluminados sobre el monte Tabor, con luz de inalcanzable gloria, exclamaban a Cristo: bendito seas Tu, Dios de nuestros padres (1 Tim. 6:16).
Apóstoles maravilladas por palabras de voz Divina, nube de roció y Tu resplandor, Cristo, cantaban: Bendito seas Tu Dios de nuestros padres (Mat. 17:5; Luc. 9:54).
Cuando Pedro sobre monte Tabor vio resplandeciendo con inexpresable luz Cristo, exclamó: Bendito sea Tu, Dios de nuestros padres (Mat. 17:1).
Hijos de Zabedeo, encontrándose con el Jefe de la vida, Cristo, cuando Su rostro irradió la luz, exclamaron: Bendito seas Tu, Dios de nuestros padres (Mar. 3:17).

Kántico 8.
Irmos: Los mancebos en Babilonia, ardiendo con celo Divino, vencieron con valor la amenaza del verdugo y las llamas, y arrojados en medio del fuego, bañados de rocío, cantaban: bendigan todas las criaturas de Dios, al Señor.
Cristo, que todo lo sostiene con Su poder, subió con Sus purísimos pies al monte Tabor, donde resplandeció Su rostro mas claro que el sol, y a los servidores superiores de la ley y gracia instó a cantar: bendigan todos las criaturas del Señor a Dios (Is. 40:22-26).
Luz inmensa y sin ocaso brillo del Padre, que apareció inexpresablemente en la gloria inalcanzable sobre el monte Tabor, iluminando a la creación, divinizó a los hombres que cantaban: Bendigan todas las criaturas del Señor, a Dios (Heb. 1:3).
Presentados con veneración sobre el monte Tabor, Moisés y Elías, claramente viendo la imagen Divina Persona-Cristo, resplandeciendo con gloria del Padre, cantaban: Bendigan todas las criaturas del Señor, a Dios (Ex. 34:35; Sal. 104:2).
Los discípulos, viendo a Cristo sobre Tabor, rodeado de nube luminosa, y cayendo de bruces a la tierra, se iluminaron con su mente y cantaban a El con Padre y Espíritu Santo: Bendigan todas las criaturas del Señor a Dios (Mat. 17:5).

Kántico 9.
Irmos: Ti diste a luz a Cristo, invulnerada; Dios provino de Tu seno apareció portador de la carne sobre la Tierra, y vivió con la gente, por eso Te llamamos madre de Dios.
Temblando, los discípulos iluminados de repente con la milagrosa luz, se miraban con asombro y, cayendo a tierra Te saludaron a Ti, Señor de todos (Mat. 17:1-5).
De la nube se escuchó la voz Divina, que aseguraba al milagro; ya que Padre de las luces (del mundo) proclamó a los apóstoles: Este es Mi Hijo amado. A El oíd (Sant. 1:17; Mat. 17:5).
Servidores de la Palabra, viendo lo extraordinario y asombroso, y escuchando la voz del Padre sobre Tabor, exclamaban: Ese Salvador nuestro es la imagen de la Protoimagen (Heb. 1:3).
Tu — verdadera imagen del Existente, sello fiel e invariable, Hijo, Logos, Sabiduría, músculo, mano y fuerza del Altísimo, Te cantamos con el Padre y el Espíritu Santo (1 Cor. 1:24. Is. 53:1).
Durante la Liturgia, en lugar de habituales salmos, se cantan antifones de la festividad. Antes de la lectura de Epístola, se canta el prokimenon: "Cuan numerosas son Tus obras, Señor, todo lo has hecho con sabiduría." En la Epístola (2 Ped. 1:10-19) se habla que la aparición en Tabor de gloria del Señor es la demostración de la Divinidad de Cristo. El Evangelio (Mat. 17:1-9) relata la Transfiguración del Salvador.
En lugar del Habitual cántico a la Virgen, se canta el cántico — 9-o del canon con esta frase introductora:
"Honra, alma mis, al Señor, transfigurado sobre el monte Tabor."
Antes de la Comunión se canta: "caminaremos en la luz de Tu rostro, Señor y sobre Tu nombre nos alegraremos todo el día."
La particularidad externa del oficio de la festividad de Transfiguración es la bendición de frutos y verduras, como un agradecimiento de la naturaleza, el aire puro y el pan de cada día para nosotros.
La costumbre de bendecir a la uva y otros frutos.
Se usa en la festividad de Transfiguración, después de la Liturgia, bendecir la uva, manzanas y otros frutos. La costumbre de traer frutas al templo se remonta a los tiempos de Antiguo Testamento (Gen. 4:2-4; Ex. 13:12; Num. 15:19-231; Deut. 8:10-14). De los apóstoles la costumbre pasó a la Iglesia de Nuevo Testamento (1 Cor. 16:1-2). Las indicaciones sobre frutas traídas al templo se puede encontrar en la 3-a reglamentación de los apóstoles ("Reglamentos Apostólicos" son en compendio mas antiguo de leyes eclesiásticas, [cánones], conocidos ya desde el siglo 2-o). En Grecia en agosto maduran los frutos los mas importantes son espigas y uva. Desde antigüedad, la gente traía al templo para su bendición a estos frutos, como un agradecimiento a Dios. De esto escribía san Juan Crisóstomo: "El agricultor recibe los frutos de la tierra, no tanto por sus esfuerzos y dedicación, como por la benignidad Divina, que se los devuelve, ya que él que planta y riega — es nada — todo es Dios que provee."
La uva se trae al templo por su relación directa con la Eucaristía, por eso, en la oración de bendición de uva el sacerdote dice: "bendice Dios este nuevo fruto de la vid, que Tu permitiste con aire propicio, gotas de lluvia y calma del tiempo llegar a la madurez. Que sirva la comunión de estos frutos de la vid para nuestra alegría y nos permite traer los a Ti, como don, para la purificación de los pecados, junto con el bendito Cuerpo de Cristo Tuyo."
En los primeros tiempos de cristianismo los creyentes traían al templo los frutos de la nueva cosecha — pan, vino, aceite, incienso, cera y miel, y otros. De estos dones al altar llagaban solo: pan, vino, incienso, aceite y cera. Todo lo otro se usaba para las necesidades del clero y de los pobres, a quienes ayudaba la iglesia. Con estos dones se expresaba el agradecimiento a Dios, por los bienes otorgados, y también, se ayudaba a la gente consagrada al servicio de Dios y a los pobres. Actualmente, la bendición del pan, vino, huevos, leche y otras comidas se conserva en el templo con la bendición del Artos y las comidas pascuales en las casas. Las flores y hojas de palmeras se bendicen el Domingo de Ramos, S-ta Trinidad, Elevación de la Cruz del Señor, y en Domingo de la 3-ra semana de Cuaresma. Se traen miel y trigo hervido (kutia) durante los responsos de los difuntos y comidas posteriores en honor a los mismos. La presentación de los Panecillos especiales (Prosforas) para la proscomidia se sigue usando en todas partes y siempre.

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La Transfiguración del Señor


La Transfiguración de Cristo representa uno de los acontecimientos centrales en su vida terrenal que se encuentra relatado en los Evangelios. Inmediatamente después de que el Señor fue reconocido por sus apóstoles como “el Cristo (Mesías)”, “el Hijo del Dios Viviente”, les dijo que “le era necesario ir a Jerusalén y Padecer mucho de los ancianos, de los Principales Sacerdotes y de los escribas; y ser Muerto, y Resucitar al tercer día.” (Mateo 16,21) La reacción de los Apóstoles a este anuncio de Cristo acerca de su próxima pasión y muerte fue de indignación. Y luego, después de reprocharles, el Señor tomó a Pedro, a Santiago y a Juan “aparte a un monte Alto”, de acuerdo a la tradición el Monte de Tabor, y “se transfiguró delante de ellos.”

«Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos, y tocándolos, les dijo: “Levántense, no tengan miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.» (Mateo 17,1-9; ver también Marcos 9,1-9; Lucas 9,28-36; II Pedro 1,16-18)

La fiesta judía de las Tiendas era una celebración de la morada de Dios con los seres humanos, y la transfiguración de Cristo revela que Dios “habita” en el Mesías y se manifiesta por él, hombre de carne y huesos. No hay dudas de que la transfiguración de Cristo sucedió en el tiempo de la Fiesta de las Tiendas, y que la celebración del acontecimiento en la Iglesia Cristiana llegó a ser el cumplimiento neotestamentario de esta fiesta del Antiguo Testamento, de manera muy similar a las fiestas de la Pascua y Pentecostés.

En la Transfiguración, los apóstoles se dieron cuenta que en Cristo verdaderamente “habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad”, que “agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Colosenses 1,19; 2,9). Jesús les permite ver todo esto antes de la Crucifixión, a fin de que ellos sepan quién es el que sufrirá por ellos, y qué es lo que Él, que es Dios, ha preparado para aquellos que le aman. Esto es lo que la Iglesia celebra en la fiesta de la Transfiguración.

Cuando te transfiguraste, oh Cristo Dios, en el Monte Tabor, revelaste tu gloria a tus discípulos según la pudieron captar. Haz resplandecer sobre nosotros pecadores Tu Luz Eterna, por la Intercesión de la Madre de Dios. Tú que concedes la Luz, gloria a Ti. (Tropario)

Te transfiguraste en el Monte, oh Cristo Dios, y tus discípulos vieron tu gloria en cuanto pudieron; para que cuando Te vieran crucificado, comprenderían que Tu sufrimiento era voluntario, y proclamarían al mundo que Tú en verdad Eres el Esplendor del Padre. (Kontakion)

Además del significado fundamental que el acontecimiento de la Transfiguración posee dentro del contexto de la vida y misión de Cristo, del tema de la gloria de Dios que es revelada en todo su esplendor en el rostro de Cristo el Salvador, la presencia de Moisés y Elías es también de gran importancia para la comprensión y celebración de esta fiesta. Muchos de los himnos hacen referencia a estas dos figuras centrales de la Antigua Alianza, tal como lo hacen las tres lecturas de las Escrituras designadas para el oficio de Vísperas, que hablan de la manifestación de la gloria de Dios a estos santos varones de antaño. (24,12-18; 33,11-34,8; I Reyes 19,3-16)

Moisés y Elías, según los versos litúrgicos, no son solamente las más grandes figuras del Antiguo Testamento quienes vienen ahora para adorar al Hijo de Dios en gloria, ni tampoco son meramente dos de los varones santos a quienes Dios se reveló en las teofanías prefigurativas de la Antigua Alianza de Israel. Estas dos figuras en verdad representan el Antiguo Testamento mismo: Moisés representa a la Ley, y Elías a los Profetas. Y Cristo es el cumplimiento de la Ley y de los Profetas (Mateo 5,17)

Ellos también representan a los vivos y a los muertos, pues Moisés falleció y se conoce su lugar de sepultura, mientras Elías fue llevado al cielo vivo para aparecer nuevamente a anunciar el tiempo de la salvación de Dios en Cristo.

Entonces, apareciendo juntos a Jesús en el Monte de la Transfiguración, Moisés y Elías confirman que el Mesías-Salvador está aquí, y que Él es el Hijo de Dios de quien el Padre mismo da testimonio, el Señor de la Creación, del Antiguo Testamento y del Nuevo, de los vivos y de los muertos. La Transfiguración de Cristo en sí es el cumplimiento de todas las teofanías y manifestaciones de Dios, una consumación perfeccionada y completada en la persona de Jesucristo. La Transfiguración de Cristo nos revela nuestro propio destino como cristianos, el destino final de todos los seres humanos y de la creación entera, el de la transformación radical del ser y su glorificación por el majestuoso esplendor de Dios.

Lo más probable es, que originalmente la fiesta de la Transfiguración de Cristo pertenecía al periodo pre-pascual de la Iglesia. Tal vez se celebraba en uno de los domingos anteriores a la Pascua de Resurrección. Existe cierta evidencia histórica que lo indica; además, tenemos el hecho de que hoy en día San Gregorio Palamás, el gran maestro de la Transfiguración de Cristo, es conmemorado durante la Gran Cuaresma (en el cuarto domingo). Además, el acontecimiento propiamente tal está definitivamente relacionado con la muerte y resurrección del Salvador que se aproximan:

«… para que cuando Te vieran crucificado, comprenderían que Tu sufrimiento era voluntario…» (Kontakion)

Hoy en día, la fiesta de la Transfiguración de Cristo se celebra en el día 6 de agosto, probablemente debido a alguna razón histórica. En algunas iglesias, se acostumbra a bendecir uvas y otras frutas y verduras en este día. Esto simboliza la transfiguración de toda la creación en Cristo. Significa la fructificación de la creación entera en el paraíso del eterno Reino de Vida de Dios, cuando todo será transformado por la gloria del Señor.

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