La Iglesia Ortodoxa honra y venera a la Virgen María como "más honorable que los querubines e incomparablemente más gloriosa que los serafines." En todos los servicios se menciona su nombre, y se pide su intercesión ante el trono de Dios. Se le da los títulos de Theotokos o Deipara y Madre de Dios. Ella tiene un papel definitivo en la teología cristiana y de ningún modo se la puede considerar como un instrumento que, una vez utilizada, fuera desechado y olvidado.
Los que se oponen a la veneración de la Theotokos basan su oposición en lo que llaman "falta de evidencia escritural para apoyar tal práctica." Aunque es verdad que la Iglesia depende más de su tradición fuera de la Sagrada Escritura (es decir, de los Concilios Ecuménicos, de los textos litúrgicos, etc). para los detalles y la precisa definición de la veneración de la Santísima Virgen, hay varios pasajes del Nuevo Testamento que en realidad forman la base de nuestra práctica.
El arcángel Gabriel fue enviado de Dios a anunciar a la Virgen la concepción y el nacimiento del Salvador. "Salve, tú que eres llena de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú entre las mujeres" (Lucas 1:28) Esta salutación forma parte del himno con más frecuencia cantado en su honor de ella en la Iglesia. ¿Sería incorrecto repetir las palabras del mismo mensajero de Dios? Isabel, la prima de María recibió la visita de ésta (acontecimiento que habría de ser bastante común) después de la anunciación como de una persona extraordinaria, pues pudo reconocer (siendo llena del Espíritu Santo) en ella algo más que de común, en vista de su pregunta: Y de dónde esto a mí, que la Madre de mi Señor venga a mí? (Lucas 1:43) ¿Habrá acaso alguna diferencia entre "Madre de Dios" y "Madre del Señor" en este contexto? Seguramente Dios es Señor! (Salmo 117(118): 27) Fue durante esta visita que la Bienaventurada recitó las palabras que son el himno principal dedicado a ella en el oficio de maitines: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegró en Dios mi Salvador. Porque ha mirado a la bajeza de su sierva; porque he aquí desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones" (Lucas 1:47-48) Isabel había recibido al Espíritu Santo a fin de que pudiese clamar así como lo habla hecho el arcángel, "Bendita tu entre las mujeres" (Lucas 1:41-42) Es el mismo honor dado por su prima que todas las generaciones de la Iglesia ofrecen a la Virgen, llamándola bienaventurada. Finalmente, al ver Jesús a su Madre y al discípulo Juan al pie de la cruz, se la encomendó, estableciendo entre ellos una nueva relación espiritual: "He aquí a tu Madre" (Juan 19:27) ¿Qué otra significación podrá tener esta declaración de nuestro Señor sino la de designar a su Madre la Madre de los que creen en El? La encarnación de Dios fue predicha en el
Antiguo Testamento. Dios escogió a un pueblo y le dio un destino especifico, el de producir una humanidad santa y pura, de la que pudiera tomar su humanidad, o sea su carne. La Virgen María, por su impecabilidad personal, cumplió con todas las esperanzas y profecías de Israel; entre todas la más importante es la de Isaías: "He aqui que la Virgen concebirá y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel" (Isaías 7:14) La Iglesia siempre ha tomado como prototipos o símbolos del papel de la mí Theotokos en la dispensación divina las siguientes figuras del Antiguo Testamento: La primera es la de la escala de Jacob, la que se refiere a ella como el medio escogido por Dios para Su entrada literal en el mundo. "Y soñó, y he aquí una escala que estaba apoyada en tierra, y su cabeza tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella" (Génesis 28:12) Y en el Exodo (3:2): "Y apareciósele el Angel del Señor en una llama de fuego en medio de una zarza: y miró y vio que la zarza ardía en fuego y la zarza no se consumía." Esto se refiere al hecho de que quedó intacta, es decir, virgen, aun después del alumbramiento. Y luego la profecía de Ezequiel, también con relación a su perpetua virginidad: "Y dijome el Señor: Esta puerta ha de estar cerrada: no se abrirá, ni entrará por ella hombre, porque el Señor Dios de Israel entro por ella: estará por tanto cerrada" (44:2).
Las consecuencias de disminuir la parte de la Theotokos en la vida cristiana son más serias de lo que se puede imaginar a menos que se consideren todas sus implicaciones. La teología ortodoxa insiste en las dos naturalezas perfectas de nuestro Señor Jesucristo: fue Dios perfecto y Hombre perfecto. La Virgen María comunica la humanidad a Dios Verbo en la encarnación. La redención de la raza humana se hizo posible por medio de la unión de Dios y el hombre en Cristo. El dar escasa importancia a la impecabilidad de la Madre de Cristo, el alegar que tuviera otros hijos con José (cosa que no se puede demostrar en el Nuevo Testamento), y el no acordarse de la parte que ha sonido en la historia de la salvación de 108 hombres, todos éstos contribuyen grandemente a un mal entendimiento general en el protestantismo de la encarnación en toda su plenitud y fuerza. Va estrechamente relacionada con estos errores arriba mencionados la negación del nacimiento virginal de Cristo, la que se encuentra bien difundida en la contemporánea teología liberal. Del nacimiento de la Virgen depende la doctrina de la divinidad del Señor Jesús. Esta también es rechazada por muchos en nuestros días, y con ella la de la Santísima Trinidad.
La reacción ortodoxa a la doctrina romana de la inmaculada concepción de la Theotokos ha sido negativa. Los teólogos generalmente ven en esta última una depreciación de la singularidad de Cristo como el nuevo Adán y una separación de la Virgen de la raza humana.
La Santísima Virgen no es corodentora ni mediatriz sino intercesora y protectora de los fieles. El contenido de la oración dirigida a ella es una petición por su intercesión. El concepto ortodoxo de la Iglesia explica la invocación de la Theotokos y de todos los Santos. La Iglesia militante en la tierra y la Iglesia victoriosa en 108 cielos están íntimamente ligadas por amor. Sí conviene que un pecador pida que otro pecador que rece por él, ¿no será aún más conveniente pedir a los santos del cielo ya glorificados cerca del trono de Dios que rueguen por nosotros? Seguramente ellos saben algo de lo que pasa aquí en la tierra. Si no, ¿cómo es que hay gozo delante de los Ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente? (Lucas 15:10) Los santos del cielo "son iguales a los ángeles" (Lucas 20:36), a quienes utiliza Dios para el cumplimiento de sus propósitos. (Hechos 12:7).
Hay suficiente evidencia escritural para confirmar la veneración e invocación ortodoxas de la Santísima Virgen y de los Santos. Aunque no la hubiera, las otras fuentes igualmente válidas de la Tradición ofrecen abundante evidencia de su rectitud e importancia.
Las Sagradas Escrituras no revelan exactamente el tiempo de la segunda venida de Cristo, sin embargo, nos indican una serie de señales determinadas por las cuales podemos deducir la relativa proximidad de ese día. Al Concluir Su Enseñanza acerca del fin del mundo, el Señor Jesucristo dijo: "Aprended la parábola de la higuera: cuando sus ramos están tiernos y brotan las hojas, conocéis que el estío se acerca; así vosotros también, cuando veáis todas estas cosas, entended que el fin está próximo, a las puertas" (San Mateo 24:32-34); quiere decir que los mismos acontecimientos demostrarán hasta qué punto se aproximó el fin del mundo. En los discursos del Salvador y los preceptos de los apóstoles, encontramos las siguientes "señales" sobre la inminencia del segundo advenimiento de Cristo:
A) La difusión universal del Evangelio. "Será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin" (San Mateo 24:14).
B) El extremado debilitamiento de la fe. Aunque la doctrina cristiana se conocerá universalmente, a la gente le será indiferente, de modo que "el Hijo del hombre, al venir, ¿encontrará fe en la tierra?" (San Lucas 18:8). De acuerdo con las palabras del santo apóstol Pablo, "llegará el tiempo en que los hombres no aceptarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas" (2 Tim. 4:3-4) es decir, que los hombres en lugar de interesarse por la verdad, preferirán lo que sea curioso y agradable de escuchar.
C) Surgirán falsos profetas y falsos mesías, quienes inducirán a los hombres a diversas sectas y cultos salvajes, adulando los bajos instintos de la multitud. En cuanto a los falsos maestros, el Señor previene a los fieles diciendo: "Cuidad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán 'yo soy el Mesías' y engañarán a muchos... no sigáis sus huellas... Se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si fuera posible, aun a los mismos elegidos. Mirad que os lo digo de antemano" (San Mateo 24:4-5, 24-25 y San Marcos 13:6). El libro del Apocalipsis describe los milagros del último falso profeta, y el santo apóstol Pablo explica que estos milagros no serán verdaderos sino sólo aparentes. (Apoc. 13:13-15; 2 Tes. 2:9).
D) Conversión a Cristo del pueblo hebreo. De acuerdo con el apóstol Pablo, paralelamente con la masiva apostasía del cristianismo de muchos pueblos, tendrá lugar el retorno del pueblo hebreo a Cristo: "No quiero dejaros, hermanos, en ignorancia acerca de este misterio que la crueldad (incredulidad) estará en Israel sólo hasta cierto tiempo: hasta que entre (en la Iglesia) la totalidad de los gentiles; luego se salvará Israel entero (de los últimos tiempos), como está escrito: vendrá de Sión el Redentor y apartará la desgracia de Jacob... ¡Oh, profundidad de la riqueza, la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables son sus caminos!" (Ver los capítulos 10 y 11 de la epístola a los Romanos).
Se ha de notar que esta profecía del santo apóstol Pablo ya comenzó a cumplirse inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en Nueva York, judíos creyentes, comenzaron a difundir entre sus hermanos según la sangre, la fe en nuestro Señor Jesucristo. Con un muy buen dominio del Antiguo Testamento, comprobaron y se persuadieron de que Jesucristo es el verdadero Mesías prometido a sus padres. Como resultado de su predicación, en algunas grandes ciudades de los Estados Unidos de América han surgido comunidades de hebreos cristianos. Hacia el año 1990 el número de estos hebreos bautizados alcanzó varias decenas de miles. (Los interesados en este tema pueden solicitar la literatura (en idioma inglés) de: VETH SAR SHALOM PUBLICATION, 250 w. 57 st. New York, N.Y. 10023).
e) El mal y las injusticias crecerán extremadamente. La pérdida de la fe conducirá a una mayor caída de la moral. El santo apóstol Pablo caracteriza a los hombres de antes del fin del mundo de la siguiente manera: "En los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles, porque habrá hombres egoístas, avaros, orgullosos, altivos, maldicientes, rebeldes a los padres, hostiles, irreconciliables, desleales, calumniadores, disolutos, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, traidores, protervos, henchidos, amadores de los placeres más que de Dios, que con una apariencia de piedad, están en realidad lejos de ella" (2 Tim. 3:1-5) y que "por exceso de maldad se enfriará la caridad de muchos" (San Mateo 24:12). De la totalidad de los vaticinios de las Sagradas Escrituras debe concluirse que la llegada del último y temible día del fin del mundo será precedida por un gradual deterioro moral secular, y consecuentemente, la vida espiritual de la humanidad sufrirá una profunda descomposición. Los intereses carnales predominarán sobre los espirituales. Se perderá el interés por Cristo, y hasta se dejará de pensar en Él. Para muchos su vida y su doctrina no serán más que un antiguo recuerdo. Se repetirá nuevamente el estado antediluviano de la humanidad, acerca del cual leemos en la Biblia: "Viendo Dios cuánto había crecido la depravación del hombre sobre la tierra, y cómo todos los pensamientos y deseos de su corazón tendían en todo tiempo al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra... Pues la Tierra se corrompió ante la faz de Dios y se colmó de actos de maldad" (Gén. 6:5-6). Una situación similar vivirá también la humanidad antes del segundo advenimiento de Cristo.
f) Se difundirán el sortilegio, el servicio a la fuerza maléfica y otras abominaciones paganas. La misma concepción del mundo, por parte de los hombres, será envenenada por la mentira diabólica: "Pero el Espíritu claramente dice que en los últimos tiempos se apartarán algunos de la fe, dando oídos a los espíritus que seducen y a las enseñanzas demoniacas" (1 Tm. 4:1). El libro del Apocalipsis profetiza la extraordinaria penetración de la fuerza diabólica en la vida humana. Esta fuerza del más allá, a la manera de humo llenará y envenenará la misma atmósfera que respira la gente, como lo describe el santo apóstol Juan: (11) "Cuando fue abierto el pozo del abismo, del mismo subió el humo como si fuera de un gran horno, el sol y el aire se ensombrecieron a causa del humo del pozo. Y del humo salieron las langostas sobre la tierra... Y por rey tenían al ángel del abismo cuyo nombre es, en hebreo, Abadon y en griego, Apolyon (destructor)" (Apoc. 9:2-3 y 11). Y aunque el Señor mediante muchas tribulaciones, llamará a los hombres a la penitencia, "no se arrepentirán de las obras de sus manos, no dejarán de adorar a los demonios... y no se arrepentirán de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de su fornicación, ni de sus robos" (Apoc. 9:20-21).
g) "Crecerán la enemistad recíproca y el odio y aumentará la persecución a los creyentes." El nombre de cristiano será odioso para los hombres que rechazarán toda cultura religiosa, todo recuerdo y toda invocación a Dios, cifrando toda su esperanza en sí mismos, en su mente, en sus conocimientos y en sus habilidades. El número de los cristianos se reducirá considerablemente, y los enemigos de los creyentes a menudo serán sus propios familiares, como profetizó el Señor: "Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán, y seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de Mi nombre... y unos a otros se harán traición y se aborrecerán... y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y les darán muerte... pero no se perderá un sólo cabello de vuestra cabeza - concluye el Salvador consolándolos. El que perseverare hasta el fin se salvara" (San Mateo 24:9-10; San Marcos 13:12-13 y San Lucas 21:18).
h) Las guerras sangrientas y diversas calamidades naturales adquirirán dimensión catastrófica. Los hombres languidecerán bajo el peso de las tribulaciones. No tendrán fuerza suficiente para superarlas, tampoco buscarán la ayuda de Dios debido a su incredulidad. Entonces, "oiréis hablar de guerras y rumores de guerras; pero no os turbéis porque es preciso que esto suceda, mas no es aún el fin. Se levantará nación contra nación... y habrá hambre, mortandad y terribles fenómenos y grandes señales en el cielo, sobre el sol, la luna y las estrellas. Desolación y perplejidad en los pueblos y el mar se pondrá ruidoso y turbulento. Los hombres morirán de miedo a la espera de las grandes desgracias que deberán llegar al universo, pues los poderes del firmamento serán sacudidos" (San Mateo cap. 24; San Marcos cap. 13 y San Lucas cap. 21). Las últimas palabras de esta profecía ya se refieren al propio fin del mundo. Pero antes de su llegada ocurrirá aún algo más terrible para la vida de la humanidad: la entronización del anticristo.