Tuesday, June 30, 2015

Dios es amor ( San Siluan el Athonita )


Lo más precioso en el mundo es conocer a Dios y por lo menos comprender un poco Su voluntad. El alma que conoce a Dios tiene que entregarse en todo a Su voluntad y vivir ante Él con miedo y amor. En el amor, porque Dios es amor. En el miedo para no ofenderlo con algún pensamiento malo.


San Siluan el Athonita

La veneración de los santos ángeles y los santos en la Iglesia Ortodoxa


La Iglesia Ortodoxa venera a la Virgen María y la considera más honorable que los Querubines, e incomparablemente más gloriosa que los Serafines y supera a todos los seres creados. La Iglesia ve en la Madre de Dios, la Intercesora delante de Su Hijo por todo el género humano y constantemente reza a Ella por esta intercesión. Existe un sentimiento muy profundo de amor y veneración hacia la Virgen María de parte de la gente ortodoxa y, por medio de este sentimiento, el corazón de ellos está lleno de una vivificante calidez que penetra toda la persona. El cristianismo ortodoxo consiste en la vida en Cristo y en el contacto espiritual con Su Purísima Madre; la fe en Jesucristo, como el Hijo de Dios, y en la Virgen María; el amor a Cristo es inseparable al amor hacia Su Madre. En un solo aliento la Iglesia Ortodoxa llama el nombre santísimo de Jesús juntamente con el dulce nombre de María (así como en los iconos de la Madre de Dios, generalmente Ella es representada juntamente con Su Niño eterno) sin crear diferencias en el amor hacia ellos. Aquel que no venera a la Virgen María no conoce a Jesucristo, y si la fe en Cristo no incluye la veneración de la Virgen, entonces esa fe es ajena, otro cristianismo, diferente al que representa la Iglesia. Así es que existe otro cristianismo, ajeno al ortodoxo, que se llama protestantismo, el cual básicamente contiene en sí una incomprensible insensibilidad con respecto a la Madre de Dios, la cual comenzó a manifestarse desde el momento de la Reforma, y se aleja más que nada de la Iglesia cristiana Ortodoxa y Católica. Esto se debe a la ignorancia dogmática y por esta razón, el entendimiento de la reencarnación pierde su plenitud y fuerza. La idea del Dios-Hombre está relacionada con la consagración y glorificación de la esencia humana, en primer lugar, la Virgen María.

La Iglesia Ortodoxa no está de acuerdo con el dogma católico escrito en el año 1854 sobre la inmaculada concepción de la Virgen María, significando que Ella, cuando nació, fue protegida del pecado original. Si este fuese el caso, Ella estaría separada del género humano y ya no podría ser Aquella por medio de la cual el Señor recibió la esencia humana. Pero la Iglesia Ortodoxa considera que la "Inmaculada" no tenía pecados personales. La relación de la Virgen María con Su Hijo no finaliza únicamente con el nacimiento del Señor, sino continúa en la misma medida en la cual indivisiblemente se unieron en Él las dos esencias, Dios y Hombre. Debido a Su gran humildad, la Virgen María queda aislada durante el tiempo de la misión de Jesucristo en la tierra, y sale de este aislamiento en el momento cuando presenció los sufrimientos de Su Hijo en la Cruz sobre el Gólgota. Por medio de los sufrimientos maternales, juntamente con Su Hijo, Ella siguió el camino al calvario y compartió con Él Su calvario. Ella fue la primer copartícipe de Su resurrección. La Virgen María es el punto real e invisible sobre el cual se concentra la Iglesia apostólica. Habiendo experimentado la muerte natural, en Su Asunción Ella no quedó presa del proceso de descomposición del cuerpo, sino, según la fe de la Iglesia, Ella fue resucitada por Su Hijo y permanece en Su glorioso cuerpo a la diestra de Él como la Reina del Cielo.

Un lugar muy importante en la Iglesia ortodoxa ocupa la veneración de los santos. Los santos representan a los protectores y oradores en el Cielo por nosotros, y por esta razón son los miembros activos de la Iglesia que lucha aquí en la tierra. La presencia de la gracia de los santos en la Iglesia por medio de los iconos y sus reliquias como una nube nos rodean por la gloria de Dios por medio de sus oraciones. Este hecho no nos separa de Dios, sino nos une y acerca más a Él. Ellos no son intercesores entre Dios y la gente, sino oradores que rezan con nosotros, nuestros amigos, y ayudantes en nuestro servicio a Cristo y de nuestra unión con Él. Los fundamentos dogmáticos para la veneración de los santos justamente consisten en esta relación. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y los que se salvan en la Iglesia reciben la fuerza y vida en Cristo, se adoran y se convierten en "dioses por la Gracia." Aunque el destino de la persona se decidirá en el Juicio Final, sin embargo, en el juicio preliminar, inmediatamente después de la muerte, es evidente la predestinación de la gloria y corona de la santidad de esta persona, pues el juicio es únicamente la manifestación de su condición espiritual. "La vida eterna" en Dios comienza aquí, en la Tierra, sobre las olas del tiempo y su profundidad es la eternidad, pero cuando la persona abandona este mundo se convierte en la definición del principio de la existencia.

La ortodoxia explica que la razón de la glorificación de los santos no se debe a que los santos tengan ciertos méritos delante de Dios y que por medio de ellos tengan ciertos derechos de recibir de Dios una gratificación, que ellos podrían compartir con los que no la tienen. La causa es que los santos, por medio de sus sacrificios de fe y amor, llegaron a realizar en sí la semejanza de Dios y con esto manifestaron, por medio de la fuerza de Dios, una personalidad mediante la cual ellos atraen la gracia de Dios. Jesucristo participa en la purificación del corazón de la persona por medio del sacrificio del alma y del cuerpo de la última, siendo ésta su salvación: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Juan 14:23). Sobre el camino de la salvación la gente es transformada de cantidad en cualidad, o sea que para ellos se define el destino eterno. Detrás de este umbral se prepara su salvación, decisivamente y auto-definida, comienza el crecimiento de la gracia para cada persona de acuerdo a su imagen personal y la condición de su espiritualidad. La santidad es tan diversa como las individualidades de la persona. El sacrificio de la santidad siempre contiene en sí un carácter de creación individual.

La santidad, antes que nada, es una salida de una condición incierta hacia la victoria, por medio de la cual se liberan las fuerzas para una activa oración de amor. Los santos nos pueden ayudar, no por fuerza de sus méritos, sino a fuerza del recibimiento por ellos de la libertad espiritual en el amor, conseguida por medio del sacrificio. Esta libertad espiritual les otorga la fuerza de poder representarnos delante de Dios por medio de la oración y, así mismo, en el amor activo hacia la gente. Igual que a los ángeles, Dios otorga a los santos la posibilidad de manifestar Su voluntad en la vida de la gente por medio de una ayuda invisible. Ellos son como las manos de Dios por medio de las cuales Dios cumple Su voluntad. También por esta razón a los santos se les da la posibilidad de manifestar las acciones de amor, no en calidad de sacrificio para la salvación de ellos (debido a que la salvación de los santos ya fue realizada), sino realmente para la salvación de sus hermanos aquí en la tierra. La medida de la fuerza de esta intervención activa está de acuerdo a la medida del espíritu y el tamaño del sacrificio: "pues una estrella es diferente de otra en gloria" (1 Cor. 15:41).

¿Cómo conoce la Iglesia el misterio del juicio de Dios con respecto a aquellos santos que ella canoniza y cómo se realiza la canonización de los santos? La respuesta a esta pregunta está en las evidencias de las testificaciones de los diferentes signos manifestados de diversas formas (como los milagros, las reliquias que no se descomponen y más que nada la gracia perceptible por medio de la ayuda hacía nosotros). Las autoridades de la Iglesia, por medio del acto de la canonización, únicamente testifican esta evidencia. La decisión yace sobre la conciencia del concilio de la Iglesia que legaliza la veneración de los santos. La canonización puede ser regional o general. En la Iglesia Ortodoxa, para este acto, no se estableció como en la Iglesia Católica una forma tan terminada en cuanto al proceso de canonización sino, más bien, se realiza por medio de un acto que yace sobre las autoridades de toda la Iglesia en general o local. No se acaba la santidad en la Iglesia, pues ella conoce a sus santos elegidos durante todo el tiempo de su existencia. Uno de los santos más grandes de la Iglesia de nuestros tiempos es San Serafín de Sarov. También tenemos una inmensa cantidad de mártires por la fe cristiana que sufrieron y fueron asesinados durante la persecución de la fe en Rusia, comenzando el año 1917. La historia de la humanidad no recuerda semejante horror. Ellos, con su sangre, glorifican a Dios, pero la santidad de ellos todavía permanece en secreto y la canonización de muchos mártires se decidirá en el futuro. Al mismo tiempo, el futuro manifestará nuevas imágenes de santidad, de acuerdo a su época, y creemos que con el aura se coronará la santidad y creatividad de la humanidad, en nombre de Jesucristo.

Aparte de venerar a los santos, igualmente se veneran sus restos, sus santas reliquias. A veces sucede que el cuerpo del santo no se descompone, y esto se considera como un signo de su santidad; sin embargo, esto no es una regla general y no es necesaria para su canonización. Pero a pesar de esto, si los restos de los santos quedaron intactos (no en todos los casos) ellos se veneran de una forma especial; muchas veces pequeñas partes de sus reliquias se colocan sobre el antimins, sobre el cual se celebra la liturgia (en memoria de la Iglesia de los primeros siglos, cuando se celebraba la misa sobre las reliquias de los mártires). La veneración dogmática de los restos (igual que los iconos de los santos) se basa sobre la fe en la existencia de una relación del Espíritu Santo con estos restos físicos muy especial, esta relación no se destruye por la muerte. La última limita sus fuerzas con respecto a los santos, los cuales con sus almas no abandonan totalmente sus restos y están unidos con ellos por medio de una presencia de gracia muy peculiar hasta la partícula más pequeña. La reliquia es un cuerpo que de una forma anticipada a la resurrección general de la humanidad, es glorificado, aunque, de igual manera que los demás, está en espera de ésta glorificación general de todos aquellos que la merecen. La reliquia es semejante a la condición del cuerpo del Señor cuando Él se encontraba todavía en la tumba, abandonado por el alma, pero sin ser abandonado por Su Espíritu Celestial, esperando su resurrección.

Los santos en su totalidad, encabezados por la Madre de Dios y San Juan Bautista, son participes de la Gloria de Dios con respecto a la creación del hombre, en ellos se justifica la Sabiduría. Esta idea está expresada en un versículo en el servicio a los santos: "DIOS está en la reunión de los dioses; En medio de los dioses juzga" (Salmos 82:1). "Divino es Dios a Sus santos, Dios de Israel." A la eterna gloria de Dios en la creación corresponde también la gloria del mundo animal, "la muchedumbre de los dioses" es la victoria de la creación.

Pero la gloria de Su creación no sólo consiste en el hombre, sino también en el mundo de los ángeles, no sólo los seres de la "tierra" sino también los del "cielo." La fe Ortodoxa confiesa la enseñanza sobre los ángeles y los venera de una manera similar como a los santos. Igual que los santos, los ángeles son los oradores e intercesores del género humano, y nosotros nos dirigimos a ellos con la oración. Pero este acercamiento no aleja la distinción que existe entre el mundo de las fuerzas incorpóreas y el género humano. Los ángeles representan una forma muy peculiar de la creación, la cual igualmente está en contacto con la humanidad, y le es muy cercana. Igual que la gente, los ángeles llevan en sí la imagen de Dios. Su plenitud es inherente únicamente al hombre debido a que él posee un cuerpo, siendo de esta forma parte del mundo físico, el cual él posee por las reglas establecidas por Dios. Los ángeles, siendo seres incorpóreos, no poseen su propio mundo, pero debido a la ausencia de una naturaleza propia, ellos son compensados mediante la cercanía a Dios y vida con Él.

En la religión ortodoxa existe la costumbre de otorgar un nombre a la persona durante el bautismo en honor de algún santo. Estos santos se llaman "ángeles," o sea, es como un ángel con respecto al bautizado. El día del santo, se llama también, día del ángel. Este uso de la palabra indica que el santo y el ángel guardián están cerca uno del otro en el sentido que sirven juntos a esta persona. Debido a esta razón, los dos se llaman ángeles (pero no se unen). En caso de un cambio del estado espiritual, como si representando un nuevo nacimiento, se cambia el nombre, justamente durante la tonsura al monacato, y la persona se entrega a un nuevo santo.

La veneración de los santos ángeles y los santos en la Iglesia Ortodoxa, crean una atmósfera de una familia espiritual llena de un profundo amor y paz, sin poder estar separada del amor hacia Cristo y Su Cuerpo: la Iglesia.

Monday, June 29, 2015

Oración de Jesús


Será seguramente bienaventurada la inteligencia a la que la oración de Jesús se adhiera de tal forma que el corazón no cese de repetir el nombre de Jesús del mismo modo que el aire se adhiere al cuerpo y la llama al cirio. 


El sol recorre la tierra y hace el día; el santo nombre de Jesús, brillando permanentemente en la inteligencia, produce innumerables y resplandecientes pensamientos.

El arma poderosa, el nombre de Jesús.


Comencemos por la atención del espíritu, unamos a ella humildad y sobriedad, oración y contradicción, y nos encaminaremos felizmente en la senda del espíritu; iluminados por la lámpara del nombre adorado de Jesucristo nos purificaremos y adornaremos la casa de nuestro corazón.


 Si contamos exclusivamente con la sobriedad y la atención, no seremos trastornados ni perderemos la confianza a causa de nuestros enemigos. Si esos pérfidos nos dominaran y nos atraparan en la red de los malos pensamientos, muy pronto nos colocarán ante la muerte. 

Esto, porque nos habrá faltado el arma poderosa, el nombre de Jesús. Solamente esta santa arma, blandida sin cesar en un corazón simplificado, puede derrotarlos.


Sunday, June 28, 2015

Presencia del Espíritu Santo ( San Serafín de Sarov )


 ¿Cómo entonces, pregunté al Padre Serafín, podría reconocer en mí la presencia de la gracia del Espíritu Santo?
 

 Es muy simple, respondió él. Dios dijo: "Todo es simple para quien adquiere la Sabiduría" (Pr. 14:6). Nuestra desgracia es no buscar aquella Sabiduría que, por no ser de este mundo, no es presuntuosa. Plena de amor por Dios y por el prójimo, ella forma al hombre para su salvación. Hablando de esta Sabiduría el Señor dijo: "Que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim. 2:41). El dijo a sus Apóstoles, que carecían de esa sabiduría: "¡Qué torpes son para comprender, y qué duros son para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías sufriera todo esto para entrar en su gloria? Y empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que decían de él las Escrituras" (Lc. 24:25-27). Y el Evangelio dijo que El "les abrió la inteligencia, a fin de que pudieran comprender las Escrituras." Habiendo adquirido esta Sabiduría, los Apóstoles sabían siempre si el Espíritu de Dios estaba en ellos o no, y colmados de este Espíritu, afirmaban que su obra era santa y agradable a Dios. Es por eso, que en sus Epístolas, ellos podían escribir: "Porque hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponerles otras cargas más que las indispensables" (Hch. 15:28) y estaban persuadidos de que era Su presencia sensible, que enviaba sus mensajes. ¿Entonces, amigo de Dios, veis como es simple? Yo respondí: "Sin embargo, no comprendo cómo puedo estar absolutamente seguro de encontrarme en el Espíritu santo" ¿Cómo puedo descubrir en mí mismo Su manifestación? El Padre Serafín respondió: Ya os dije que era muy simple y os expliqué en detalle cómo se encontraban los hombres en el Espíritu Santo y cómo era necesario comprender Su manifestación en nosotros. ¿Qué os falta aún?


San Serafín de Sarov

La sobriedad es la pequeña ventana por la cual Dios penetra para mostrarse al espíritu. ( San Filoteo el Sinaíta )


Muy pocos hombres conocen el reposo del espíritu. Es el privilegio de aquellos que ponen todo su esfuerzo en atraer hacia ellos la gracia divina y su consuelo espiritual. Si queremos ejercitar la obra del espíritu -la filosofía en Cristo- por la vigilancia del espíritu y la sobriedad, comencemos por privarnos del exceso en los alimentos, disminuyendo tanto como sea posible la bebida y la comida. La sobriedad merece su nombre de «camino», pues conduce al reino, al reino interno, al mundo por venir; merece también el nombre de oficio del espíritu, pues ella trabaja y pule los rasgos de nuestro espíritu y lo hace pasar de la condición apasionada a la impasibilidad (apatheia). La sobriedad es la pequeña ventana por la cual Dios penetra para mostrarse al espíritu.

San Filoteo el Sinaíta

La vida de San Arsenio (padre del desierto)


El admirable Arsenio se había propuesto como regla no tratar jamás nada por escrito, y no
escribir, además, una sola letra. No es que fuera incapaz de hacerlo. Por el contrario, le resultaba tan fácil ser elocuente como a otros simplemente hablar.
No, se trata únicamente del hábito del silencio y la repugnancia por la ostentación. Por la misma razón tenía gran cuidado de no mirar a nadie ni ser visto él mismo: se mantenía detrás de un pilar o algún obstáculo semejante para ocultarse de los otros asistentes.
Quería de ese modo velar sobre sí mismo, recoger su espíritu en sí mismo y elevarse 
hacia Dios. Nuevo ejemplo de un santo hombre, verdadero ángel sobre la tierra...


San Arsenio

Cuerpo y alma ( San Antonio el Grande )


"Cuerpo y alma se unen y el cuerpo deja la oscuridad de la matriz y llega a la luz. Pero cuando el alma está unida así al cuerpo, es como si estuviera aprisionada en la oscuridad del cuerpo. Así, no es el cuerpo que debe dar lástima," pero el alma .

San Antonio el Grande

El alma belleza ( San Juan Crisóstomo )


"Vamos a mirar hacia el alma y ver sobre la belleza, o mejor, escucharla, porque usted no puede verla porque esta es invisible. Escucha a esta belleza. Qué es entonces la belleza del alma? Es la moderación, dulzura, el dar limosnas, amor, cariño fraternal, afección tierna, obediencia a Dios, el cumplimiento de las leyes, rectitud, contrición del corazón. Estas son las bellezas del alma. Ellas no son el resultado de la naturaleza, pero de la disposición moral. Aquél que no posee estas cosas está capacitado para recibirlas, y aquel que las posee, si se torna descuidado, se las pierde. En el caso del cuerpo yo dije que aquella que no es graciosa no puede tornarse graciosa; pero en el caso del alma yo digo el opuesto: un alma no agraciada puede se tornar llena de gracia....porque la gracia del alma es proveída por nuestra propia elección moral".


San Juan Crisóstomo

Saturday, June 27, 2015

La belleza de la oración ( San Juan Clímaco )

No se aprende a ver, es un efecto de la naturaleza. La belleza de la oración no se aprende por la enseñanza de otro. Ella tiene su maestro en sí misma, Dios, «el que el saber al hombre enseña» (Sal 94, 10) da la oración a aquel que ora y bendice los años de los justos.

San Juan Clímaco

Sobre la oración y sobre la pureza del corazón ( San Gregorio Palamas )


Dios es el bien en si, la misericordia misma, un abismo de bondad y, al mismo tiempo, él abraza ese abismo y excede todo nombre y todo concepto posible. No hay otro medio para obtener su misericordia que la unión. Uno se une a Dios compartiendo, en la medida de lo posible, las mismas virtudes, por ese comercio de súplica y de unión que se establece en la oración.

La participación en las virtudes, por la semejanza que instaura, tiene por efecto disponer al hombre virtuoso a recibir a Dios. Pertenece al poder de la oración operar esta recepción y consagrar místicamente el crecimiento del hombre hacia lo divino y su unión con él -pues ella es el lazo de las criaturas razonables con su Creador- siempre a condición de que la oración haya transcendido, gracias a una compunción inflamada, el estadio de las pasiones y de los pensamientos. Pues un espíritu ligado a las pasiones no podría pretender la unión divina. En tanto que el espíritu ora en esta clase de disposición, no obtiene misericordia; en cambio, cuanto más éxito alcanza en alejar los pensamientos, más adquiere la compunción y, en la medida de su compunción, participa en la misericordia y en su consuelo. Que persevere humildemente en ese estado y transformará enteramente la parte apasionada del alma.


San Gregorio Palamas

Friday, June 26, 2015

SALMOS DE MAITINES


¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y buena voluntad para los hombres! (3 veces)
Abre, Señor, mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza. (2 veces)
Salmo 3 2
Señor, ¿por qué se han multiplicado los que me afligen? Muchos se levantan contra mí.
 Todos los Salmos en el Devocionario son una
traducción propia del texto griego de la versión de la Septuaginta, usada en la Iglesia Ortodoxa.

Muchos dicen a mi alma: «No hay salvación para él en su Dios.»
Pero Tú, Señor, eres mi protector, mi gloria y el que exalta mi cabeza.
Con mi voz he clamado al Señor, y Él me ha escuchado desde su monte santo.
Yo me acosté y me dormí, y desperté, porque el Señor me ampara.
No temeré ante miríadas de pueblos, los que en contorno me asedian. Levántate, oh Señor: sálvame, Dios mío; pues Tú has golpeado a todos los que sin causa me aborrecen; has quebrantado
los dientes de los pecadores.
Del Señor es la salvación, y sobre tu pueblo esté tu bendición.

Nuevamente:
Yo me acosté y me dormí, y desperté, porque el Señor me ampara.
Salmo 37
Señor, no me increpes en tu furor, ni me
corrijas en tu ira.
Porque tus saetas se han clavado en mí, y has afirmado sobre mí tu mano; no hay sanidad en mi carne ante tu ira; no hay paz para mis huesos ante mis, pecados.
Porque mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza; cual carga agobiante han pesado sobre mí.
Mis heridas han hedido y se han corrompido ante mi insensatez; me he fatigado y encorvado hasta el fin, todo el día andaba contristado; porque mis lomos se han llenado de mofas y no hay sanidad en mi carne.
Maltratado y humillado he sido sobremanera, rugía por el gemido de mi corazón.
Delante de Ti está todo mi deseo, y mi gemido no está oculto a Ti.
Mi corazón se conturbó; me abandonó mi fuerza; ni la luz de mis ojos estaba conmigo.
Mis amigos y parientes se han acercado y se han colocado contra mí; y los más allegados se han puesto a distancia; me violentaron los que buscaban mi alma, y los que procuran mal para mí han hablado vanidades y han tramado
engaños todo el día.
Yo, empero, cual si sordo, no oía; y cual si mudo que no abre su boca; me he vuelto cual si un hombre que no oye y no tiene réplicas en su boca.
Porque en Ti he esperado, Señor: Tú escucharás, Señor, Dios mío.
Porque dije: «No sea que se regocijen por mí mis enemigos.» Y, al vacilar mis pies, se jactaron sobre mí.
Porque yo para la flagelación estoy presto y mi dolor está siempre ante mí.
Porque yo anunciaré mi iniquidad, y me cuidaré de mi pecado.
Pero mis enemigos viven y se han fortalecido sobre mí; se han multiplicado los que injustamente me aborrecen; los que me devolvieron mal por bien me calumniaban, porque yo aspiraba la
bondad.
No me abandones, Señor, Dios mío, no te apartes de mí: ven en mi ayuda, Señor de mi salvación.
Nuevamente:
No me abandones, Señor, Dios mío, no te apartes de mí: ven en mi ayuda, Señor de mi salvación.
 

Salmo 62
Oh Dios, Dios mío, a Ti madrugo:
mi alma ha tenido sed de Ti. ¡Cuántas veces también mi carne!, en tierra desierta, intransitable y sin agua, así en el santuario me he presentado
ante Ti, para ver tu poderío y tu gloria.
Porque mejor es tu misericordia que los sacrificios, mis labios te alabarán.
Así te bendeciré en mi vida, en tu Nombre elevaré mis manos; se saciará mi alma como de médula y
grosura, y con labios de júbilo te alabará mi boca.
Cuando me acordaba de Ti sobre mi lecho, por las mañanas meditaba en Ti, porque te has hecho mi auxiliador, y bajo la sombra de tus alas me regocijaré.
Mi alma se adhirió a Ti; tu diestra me
acogió.
En cambio, ellos en vano han buscado mi alma; entrarán en lo más profundo de la tierra, serán entregados bajo poder de la espada y quedarán cual presas de los chacales.
Pero el rey en Dios se alegrará, y todo el que jura por él será alabado, porque ha sido obstruida la boca de los que hablan injusticias.
Nuevamente:
por las mañanas meditaba en Ti; porque te has hecho mi auxiliador; y bajo la sombra de tus alas me regocijaré.
Mi alma se adhirió a Ti; tu diestra me
acogió.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Señor, ten piedad. (3 veces)
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Salmo 87
Señor, Dios de mi salvación, día y noche he clamado ante Ti; entre a tu Presencia mi oración, inclina tu oído a mi súplica.

Porque mi alma está hastiada de males, y mi vida se ha aproximado al Hades.
He sido contado entre los que descienden a la fosa; he venido a ser como un hombre desamparado, libre entre los muertos; como los heridos que yacen en el sepulcro, de los que no te acuerdas ya,
que han sido apartados de tu mano; me han puesto en una fosa profunda, en las tinieblas y en la sombra de la muerte.
Sobre mí se ha establecido tu furor, has traído en mi contra todas tus tormentas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me han puesto por abominación para ellos; fui entregado y no salía, mis ojos languidecieron de miseria.

He clamado a Ti, Señor, todo el día a Ti he extendido mis manos:
¿acaso a los muertos harás maravillas?,
¿o los resucitarán los médicos, y te confesarán?
¿Acaso narrará alguno en el sepulcro tu
misericordia, y tu verdad en el lugar de la perdición?
¿Acaso se conocerán en las tinieblas tus maravillas, y tu justicia en la tierra olvidada?
Mas yo a Ti he clamado, Señor; al despuntar el alba, te llegará mi oración.
¿Por qué, Señor, rechazas a mi alma, y apartas de mí tu Rostro?
Pobre soy yo, y he estado en fatigas desde mi juventud; y una vez exaltado, he sido humillado y confundido.

Sobre mí han pasado tus iras, y tus terrores me han turbado; me han cercado cual agua, todo el día
me han rodeado a una.
Has alejado de mí al amigo y al prójimo y a mis conocidos por mi miseria.
Nuevamente:
Señor, Dios de mi salvación, día y noche
he clamado ante Ti; entre a tu Presencia mi oración, inclina tu oído a mi súplica.
 

Salmo 102
Bendice, alma mía, al Señor, y todo dentro de mí su santo Nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides todos sus beneficios; el que perdona todas tus iniquidades; el que sana todas tus dolencias; el que redime a tu alma de la corrupción; el que te corona con misericordia y compasión; el que colma de bienes tu deseo, que tu juventud se renueva como la del águila.
El Señor hace misericordia y juicio a todos los agraviados.
Manifestó sus caminos a Moisés, y su voluntad a los hijos de Israel.
Compasivo y misericordioso es el Señor, tardo para la ira y de mucha piedad; no hasta el fin se airará, ni para siempre se enfurecerá.
No ha hecho con nosotros según nuestras iniquidades ni según nuestros pecados nos ha retribuido.

Cuanto se alza el cielo de la tierra, tanto ha fortalecido el Señor su misericordia sobre los que le temen.
Cuanto dista el oriente del occidente, tanto ha alejado de nosotros nuestras iniquidades.
Como se conmisera el padre de los hijos, así se ha compadecido el Señor de los que le temen; porque Él conoció nuestra hechura, se acordó de que somos polvo; el hombre, como heno son sus días,
como flor del campo florecerá; que si un viento pase por ella, ya no existirá ni volverá a conocer su lugar.
Pero la misericordia del Señor es desde siempre y para siempre sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos, los que guardan su Alianza y se acuerdan de sus mandamientos para cumplirlos.
El Señor en el cielo ha dispuesto su Trono, y su Reino sobre todos señorea.
Bendecid al Señor, todos sus ángeles, poderosos en fuerza, que ejecutan su palabra al oír la voz de su mandato.
Bendecid al Señor, todas sus potestades, servidores suyos que hacen su voluntad.
Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo lugar de su dominio: bendice, alma mía, al Señor.
Nuevamente:
En todo lugar de su dominio: bendice, alma mía, al Señor.

Salmo 142
Señor, escucha mi oración: advierte mi súplica en tu verdad, atiéndeme con tu justicia.
Y no entres en juicio con tu siervo porque no será justificado ante Ti ningún viviente.
Porque el enemigo ha perseguido a mi alma, ha humillado hasta el suelo mi vida; me ha sentado en tinieblas como a muertos desde hace siglos; se ha desalentado mi espíritu; mi corazón se ha turbado dentro de mí.
Recordé los días de antaño, medité en todas tus obras, las hechuras de tus manos contemplé.

Extendí mis manos hacia Ti, mi alma es como tierra sedienta de Ti.
Escúchame pronto, Señor: ha desfallecido mi espíritu.
No apartes de mí tu rostro, pues me asemejaría a los que descienden a la fosa.
Hazme oír al despuntar el alba tu misericordia, porque en Ti he esperado. Hazme conocer el camino en que he de andar porque hacia Ti he levantado mi alma.
Arráncame de mis enemigos, Señor, que en Ti me he refugiado; enséñame a cumplir tu voluntad porque Tú eres mi Dios.

Tu Espíritu, que es bondadoso, me guía en tierra recta. Por tu Nombre, Señor, me vivificarás.
Con tu justicia sacarás a mi alma de la
tribulación y con tu misericordia exterminarás a mis enemigos.
Y perderás a todos los que atribulan a mi alma porque yo soy tu siervo.
Nuevamente:
Atiéndeme en tu justicia y no entres en juicio con tu siervo (2 veces).
Tu Espíritu, que es bondadoso, me guía en tierra recta.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios nuestro y Esperanza nuestra:
¡Gloria a Ti!
Por las oraciones de nuestros santos padres, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro: ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén.

PARÁCLESIS - Canon de súplicas A la Virgen Madre de Dios


Salmo 142
Señor, escucha mi oración: advierte mi súplica en tu verdad, atiéndeme con tu justicia.
Y no entres en juicio con tu siervo porque no será justificado ante Ti ningún viviente.

Porque el enemigo ha perseguido a mi alma, ha humillado hasta el suelo mi vida;
me ha sentado en tinieblas como a muertos desde hace siglos; se ha desalentado mi espíritu; mi corazón se ha turbado dentro de mí. Recordé los días de antaño, medité en todas tus obras, las hechuras de tus manos contemplé.
Extendí mis manos hacia Ti, mi alma es como tierra sedienta de Ti.
Escúchame pronto, Señor: ha desfallecido mi espíritu.
No apartes de mí tu rostro, pues me asemejaría a los que descienden a la fosa.

Hazme oír al despuntar el alba tu misericordia, porque en Ti he esperado.
Hazme conocer el camino en que he de andar porque hacia Ti he levantado mi alma.
Arráncame de mis enemigos, Señor, que en Ti me he refugiado; enséñame a cumplir tu voluntad porque Tú eres mi Dios.
Tu Espíritu, que es bondadoso, me guía en tierra recta. Por tu Nombre, Señor, me vivificarás.
Con tu justicia sacarás a mi alma de la tribulación y con tu misericordia exterminarás a mis enemigos.
Y perderás a todos los que atribulan a mi alma porque yo soy tu siervo.

Dios, el Señor
Tono 4

Dios, el Señor, se nos ha manifestado.
¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!
Verso 1: Confesad al Señor e invocad su nombre santo.
Verso 2: Todas las generaciones me cercaron y en el nombre del Señor las vencí.
Verso 3: Fue el Señor quien lo hizo y eso es maravilloso a nuestros ojos.
 

Troparios
A la Purísima acudamos con ánimo, oh
miserables pecadores, postrémonos con contrición clamándole desde el fondo del ser: Señora, auxílianos con tu dulce ternura; no tardes ya, pues las culpas nos están acabando. No dejes ir
frustrados a tus siervos, pues tú eres su esperanza única.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Oh Madre de Dios, jamás dejaremos los indignos de exaltar tus grandezas, pues si tú no rogaras por nosotros, ¿quién, de los profusos males, nos libraría? o ¿quién, hasta ahora, libres nos
conservaría? No nos apartaremos de ti, Señora que rescatas a tus siervos de toda adversidad.

Salmo 50
Ten piedad de mí, oh Dios, según tu gran misericordia; y según la abundancia de tu compasión, borra mi iniquidad.
Lávame aún más de mi injusticia y de mi pecado purifícame.
Porque yo reconozco mi trasgresión y mi pecado está siempre ante mí.
Contra Ti solo he pecado y lo malo he hecho ante Ti, para que seas justificado en tus palabras y venzas cuando se te juzgue.
He aquí, fui concebido en iniquidades y en pecado me dio a luz mi madre.
He aquí, Tú has amado la verdad, y lo desconocido y oculto de tu sabiduría me has manifestado.

Me rociarás con hisopo y seré purificado; me lavarás y quedaré más blanco que la nieve.
Me enseñarás gozo y alegría, y mis huesos humillados se regocijarán.
Aparta tu faz de mis pecados y borra todas mis iniquidades.
Crea en mí, oh Dios, un corazón puro; y un espíritu recto renueva en mis entrañas.
No me arrojes de tu faz ni quites de mí tu Santo Espíritu.
Devuélveme el gozo de tu salvación, y con espíritu conducente afiánzame.
Enseñaré a los transgresores tus sendas y los impíos se convertirán a Ti.

Líbrame de sangres, oh Dios, Dios de mi
salvación, y gozará mi lengua de tu justicia.
Abre, Señor, mis labios y publicará mi boca tu alabanza.
Porque si hubieras deseado sacrificio, te lo daría; pero en holocaustos no te complacerás.
El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; a un corazón contrito y humillado Dios no despreciará.
Favorece, Señor, en tu beneplácito a Sión, y sean edificados los muros de Jerusalén.
Entonces te complacerás en sacrificio de justicia, oblación y holocaustos.
Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.

CANON
Tono 8
Oda I

 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
Por muchas tentaciones que me asedian, en ti me refugio, procurando la salvación. Oh Virgen Madre del Verbo, de los apuros y desgracias, libérame.
 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
Pasiones me atacan con avidez llenando mi alma con hondísima aflicción; pacifícame, Doncella Intachable, con la quietud de tu Hijo y tu Dios.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
A ti, que engendraste al Salvador, te imploro, oh Virgen: de las penas, libérame, pues recurriendo a ti ahora, elevo el alma y la mente.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Enfermo del cuerpo y del alma estoy; tu santo amparo y cuidado, concédeme, oh única Madre de Dios, Virgen y bienhechora que al Bondadoso
alumbraste.
Oda III
 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
Amparo de mi vida y protección sólida, Virgen, a ti me dirijo: Pura, dirígeme hacia tu puerto, Manantial de los bienes, Apoyo de los fieles, oh Alabadísima.
 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
La tormenta del alma y el viento de la aflicción, te ruego, oh Virgen Madre de Dios: arráncalos. Tú, que engendraste a Cristo, el Príncipe de Paz, oh Novia de Dios, única Alabadísima.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ya que al Bienhechor nos trajiste, al que es el Manantial del bien, haz que nos brote a todos en abundancia bondad.
Todo lo puedes tú que engendraste a Cristo, al Todopoderoso, oh Bendita de Dios.
 Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Tan severos dolores y enfermizas pasiones estoy padeciendo: Purísima, ven, ayúdame. He constatado, pues, tu curación, oh Tesoro que no se agota, oh Alabadísima.

Sálvanos de los peligros a tus siervos, oh Theotokos, porque todos, después que a Dios, a ti acudimos, Refugio y Baluarte inquebrantable.
Asómate con tu bondad, Alabadísima Theotokos, hacia el triste malestar de mi cuerpo y cúrame los dolores del alma.
El sacerdote dice la letanía, y el coro contesta
«Señor, ten piedad» (tres veces). Catisma
Ferviente Intercesión y baluarte invencible, fuente de compasión y refugio del mundo, te clamamos
intensamente, oh Madre de Dios: apresúrate y líbranos de los peligros, oh pronta y única Protectora.

Oda IV

¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Tú que a Cristo, el Timonel, diste a luz, oh Novia de Dios, aquieta el huracán de mis pasiones y la tempestad de mis pecados.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Te imploro: concédeme tu inagotable y profunda compasión, tú que engendraste al Compasivo, al Salvador de quienes te alabamos.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Al gozarnos, Purísima, de tus beneficios, te ofrecemos con gratitud un cántico, los que te confesamos, Madre del Señor.

 Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Infalible Esperanza, sólida Muralla y de salvación Pilar: al tenerte, Loadísima, todos nos libramos del peligro.
 

Oda V
¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Llena el corazón de alegría, oh Purísima, al otorgarme tu casto júbilo, tú que al Causante de la alegría alumbraste.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Oh Madre de Dios, del peligro redímenos, tú que engendraste a la eterna Redención y a la Paz que a toda mente sobrepasa.

 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
La oscuridad de mis faltas desvanécela con tu esplendor, oh Virgen Novia de Dios, que diste a luz a la Luz eterna y divina.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Cúrame a mí, el enfermo, oh Purísima; hazme digno de tu visitación; y la salud, por tus intercesiones, otórgame.
 

Oda VI
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Suplícale a tu Señor y tu Hijo, quien a nuestra naturaleza corrupta ha salvado de la corrupción y de la muerte por entregarse a la muerte, oh Virgen, que salve nuestras almas de los engaños y maldades del enemigo.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Te conozco como guarda segura, protectora de mi vida, oh Virgen, pues destruyes mis duras tentaciones y me quitas las trampas de Satanás. Te he rogado con tesón: de las corruptas pasiones rescátame.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Te tenemos como Muralla protectora, el consuelo en las profundas tristezas, y salvación de las almas, oh Virgen, con cuya luz nos gozamos por siempre.
Doncella, oye nuestra voz: de los peligros y pasiones, libéranos.

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
En cama de enfermedad padezco, curación no ha encontrado mi cuerpo; pero, a ti que engendraste a Cristo, al Salvador que nos otorga la curación, a ti
dirijo mi clamor: de la corrupción de los males, levántame.
Sálvanos de los peligros a tus siervos, oh Theotokos, porque todos, después que a Dios, a ti acudimos, Refugio y baluarte inquebrantable.
Purísima, que por palabra engendraste a la Palabra inefablemente en el tiempo, suplícale con rezos maternos siempre escuchados.

El sacerdote dice la letanía, y el coro contesta
«Señor, ten piedad» (tres veces).
 

Condaquio
Tono 4

Oh Protectora de los cristianos indesairable, Mediadora ante el Creador, irrechazable: no desprecies las súplicas de nosotros, pecadores, sino acude a auxiliarnos como bondadosa a los que te invocamos con fe. Sé presta en intervenir y apresúrate con la súplica, oh Madre de Dios, que siempre proteges a los que te honran.

Cuando el servicio es llevado a cabo sin la
participación sacerdotal, el siguiente bloque
–desde la Antífona hasta el final de la oración
«Salva, oh Dios»– es omitido, y se continua con
la Oda VII, Pág. 195.
 

Antífona
Tono 4

Desde mi juventud, cuantiosas pasiones me combaten, pero Tú, oh Salvador, ampárame y sálvame. (2 veces)
Los que odian a Sión apártense ante el Señor porque, como hierba en el fuego, se secarán. (2 veces)
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Por el Espíritu Santo toda alma se vivifica y purifica, se eleva y glorifica en la Trinitaria Unidad, mística y sagradamente.
Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén.
Por el Espíritu Santo brotan los ríos de la Gracia que irrigan vivificadoramente toda la creación.
Proquímeno
Me acordaré de tu nombre, de generación en generación. (2 veces)
Verso: Escucha, Hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el Rey se prendará de tu belleza.
Me acordaré de tu nombre, de generación en generación.

Lectura Evangélica
S. Para que seamos dignos de escuchar
el santo Evangelio, roguemos al Señor.
C. Señor ten piedad (3 veces).
S. ¡Sabiduría! Levantémonos y escuchemos el Santo Evangelio. La paz sea con vosotros.
C. Y con tu espíritu.
S. Lectura del Santo Evangelio según San Lucas. (1: 39- 49, 56)
C. ¡Gloria a Ti, oh Señor, Gloria a Ti!
S. Estemos atentos.
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo:
«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me
llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre.»
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
C. ¡Gloria a Ti, oh Señor, gloria a Ti!
 

Troparios
Tono 2

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
¡Padre, Verbo, Espíritu, Trinidad
Unitaria!, oh Piadoso, borra la multitud de mis pecados.
 

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Por las intercesiones de la Madre de Dios, oh Piadoso, borra la multitud de mis pecados.
Verso: Oh Piadoso, ten piedad de mí,
oh Dios, conforme a tu gran misericordia, y según la abundancia de tu compasión borra mis transgresiones.
El que recurre a ti, oh Virgen Madre de Dios, nunca se marcha malogrado; mas al pedirte gracia, se le hará la donación según convenga a su petición.
Salva, Oh Dios 

S. Salva, oh Dios, a tu pueblo y bendice tu heredad, mira a tu mundo con piedad y compasión, acrecienta la fortaleza de los cristianos ortodoxos, y envía sobre nosotros tu abundante piedad. Por la intercesión de la purísima Madre de Dios y Siempre Virgen María; por el poder de
la preciosa y vivificadora Cruz; por las súplicas de las honorables Potestades Celestiales; del honorable y glorioso Profeta y Precursor Juan Bautista; de los santos, gloriosos y alabadísimos
Apóstoles; de nuestros santos padres, doctores
ecuménicos y jerarcas, Basilio Magno,
Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo;
de los santos padres Melecio y Pedro,
Patriarcas de Antioquía; de los santos milagrosos Nicolás, Arzobispo de Miralicia y Espiridión, obispo de Trimito; de los santos y gloriosos mártires Jorge, el Triunfador, Demetrio, el Emanador de mirra, Teodoro de Tiro y Teodoro el jefe militar; de los obispos mártires Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmirna y del mártir entre los sacerdotes, José Damasceno; de los santos justos Efrén e Isaac, los Sirios, y Juan Damasceno; de San (.....) titular de este santo templo; de los justos Abuelos del Señor, Joaquín
y Ana; de San (.....) cuya memoria celebramos hoy, y de todos los Santos:
te suplicamos, Señor, todo misericordia, que nos escuches y que tengas piedad. Señor, ten piedad. (12 veces)
Por la misericordia, la compasión y el amor a la humanidad, de tu Hijo unigénito, con Quien eres bendito, juntamente con tu Santísimo Espíritu
bueno y vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

C. Amén.
Continuamos con las Odas:
ODA VII

 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Al haber deseado, oh Salvador, efectuar nuestra salvación, hiciste tu morada del vientre de la Virgen, Protectora del mundo. ¡Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros padres!
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Al Misericordioso que engendraste, oh Virgen Pura, suplícale que libre de las manchas y de las transgresiones a los que claman con fe: ¡Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros padres!

 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Tesoro de salvación, inamovible baluarte de protección y Puerta de contrición, mostraste a tu Madre a los que te clamamos: ¡Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros padres!
Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén.
Los dolores del cuerpo y las dolencias del alma, oh Virgen, cúrales a los que se refugian en tu santo amparo y con fervor te alaban, oh Tú que al Salvador, a Cristo, engendraste.

Oda VIII
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Virgen, Doncella, no menosprecies los ruegos de los que te piden auxilio, de los que te alaban y ensalzan por los siglos.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Virgen, derramas la curación con abundancia a los que, con fe, te alaban y tu inenarrable alumbramiento glorifican.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo.
Virgen, me sanas de los dolores del cuerpo y de los malestares del alma, y yo te glorifico, plenísima de Gracia.

 Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén.
Virgen, ahuyentas las tentaciones que nos sitian y las arduas pasiones que atacan, por eso te alabamos por todos los siglos.
Oda IX
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Mis lágrimas derramo; no las menosprecies, Tú que engendraste a Cristo, oh Purísima, el que enjuga en cada rostro toda lágrima.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Inunda de alegría mi corazón, oh Virgen que recibiste la plena alegría, eliminando la tristeza del pecado.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo.
Tus rayos luminosos, Virgen, que fulguren; y los que, con fe, te aclaman
«Madre de Dios» sean librados de la oscura ignorancia.
 Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Yaciendo en el sitio de los sufrimientos, me humillé, oh Purísima, cúrame y condúceme de la dolencia a la salud.
E inmediatamente se cantan los siguientes
Megalinarios, mientras el sacerdote inciensa:
Megalinarios
Es justo en verdad magnificarte, Oh Theotokos, siempre bienaventurada e inmaculada Madre de Dios nuestro, más honorable que los querubines e incomparablemente más gloriosa que los serafines; tú que sin mancilla diste a luz al Verbo Dios, verdaderamente eres la Madre de Dios, te
engrandecemos.
 A la que es más alta que las alturas y más transparente que el brillante rayo del sol, a quien nos ha quitado la maldición antigua, a la Reina del
mundo, con himnos honrémosla.
 Por causa de mis muchas iniquidades, se enferma mi cuerpo y padece mi alma; en ti me refugio, Plenísima de Gracia, Aliento de los tristes: Virgen,
auxíliame.
Reina y Madre del Redentor, acepta los ruegos del indigno y pecador, para que intercedas ante el que a luz has dado;
oh Reina del mundo, sé mi mediadora.
Cantémosle con júbilo y con tesón a la alabadísima Virgen Madre del Salvador: que, con todos los santos y el Precursor de Cristo, implores,
Theotokos, piedad por nosotros.
 Cállense los labios de los impíos, quienes no veneran tu icono que apreciamos, y que fue ilustrado por el Apóstol Lucas, icono que llamamos «la Conductora».
 Que todo el ejército angelical, el Precursor de Cristo, los Apóstoles del Señor y Santos gloriosos, contigo, Theotokos, ofrezcan oraciones por
nuestra salvación.

Trisagio
Santo Dios, Santo Poderoso, Santo Inmortal: ten piedad de nosotros. (3 veces)
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura
nuestras dolencias por tu Nombre.
Señor, ten piedad. (3 veces) Gloria al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.
Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, perdónanos
nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal.
S. Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
C. Amén.
Troparios
Tono 6

Ten piedad de nosotros, oh Señor, ten piedad de nosotros, porque somos incapaces de defendernos. Nosotros, pecadores, te ofrecemos, oh Maestro,
esta súplica: Ten piedad de nosotros.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Oh Señor, ten piedad de nosotros, porque en Ti hemos puesto nuestra confianza, no estés sobremanera airado contra nosotros, ni te acuerdes de nuestras iniquidades; mas vuelva la mirada hacia nosotros, oh Compasivo, y líbranos de nuestros enemigos, porque eres nuestro Dios y somos tu pueblo:
todos, obra de tus manos, invocamos tu Nombre Santo.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Ábrenos las puertas de la compasión, oh Bendita Madre de Dios, porque poniendo nuestra confianza en ti no seremos defraudados, y por ti nos libraremos de las adversidades porque Tú eres la salvación de los cristianos.
El sacerdote dice la letanía, y el coro contesta
«Señor, ten piedad» (tres veces). Luego se
concluye con el Dismisal y los siguientes
Troparios finales:
Troparios finales
Tono 6
Bondadosa, que proteges con amor a los que en tu brazo poderoso se refugian con fe: no tenemos otra intercesión ante Dios en tristezas y pruebas, nosotros pecadores, siempre encorvados por tanta
iniquidad. Madre del Altísimo Dios, Virgen, ante ti nos postramos: salva de las penas a tus siervos.
Gozo de los afligidos, protección de los oprimidos, de los hambrientos sostén, consuelo de los exiliados, y del ciego Bastón, el asilo del huérfano, abrigo y amparo de los doloridos, y tierna Visitación. Madre del Altísimo Dios, te
rogamos, oh Intachable: Apresúrate y rescata a tus siervos.
En ti he dejado mi entera confianza, oh Madre de Dios, bajo tu amparo consérvame.
S. Por las oraciones de nuestros santos
padres, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro: ten piedad de nosotros y sálvanos.
C. Amén.

Thursday, June 25, 2015

Oraciones al despertarse


Al levantarte del sueño, apártate de tu cama y
ponte de pie con devoción y temor de Dios
diciendo:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¡Gloria a Ti, Dios nuestro, gloria a Ti!
Rey celestial, Consolador, Espíritu de verdad, que estás en todo lugar llenándolo todo, tesoro de bienes y dador de vida: ven a habitar en nosotros,
purifícanos de toda mancha y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas.

Trisagio
 


Santo Dios, Santo Poderoso, Santo Inmortal: ten piedad de nosotros. (3veces)
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 


Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura
nuestras dolencias por tu Nombre.

 Trisagio es una palabra griega τρισάγιον que
significa «tres veces santo», y se refiere al himno que los ángeles cantan sin cesar: «Santo, Santo, Santo».
En los servicios de la Iglesia ortodoxa, Trisagio
también se refiere al conjunto que empieza con
«Santo Dios» y termina con el «Padre Nuestro».

Señor, ten piedad. (3 veces) Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Padre nuestro, que estás en los cielos,santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro
de cada día dánosle hoy, perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas
líbranos del mal. Amén.
 

Troparios a la Trinidad
Al levantarnos del sueño, nos postramos ante Ti, oh Bondadoso; y con el himno angélico te exclamamos, oh Poderoso:
Santo, Santo, Santo eres Tú, oh Dios.

Por la Madre de Dios, ten piedad de nosotros.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Al levantarme del sueño y de la cama, oh Señor, ilumina mi espíritu y abre mi corazón y labios para que te alabe, oh Santísima Trinidad, exclamando: Santo, Santo, Santo eres Tú, oh Dios. Por la
Madre de Dios, ten piedad de nosotros.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

De repente vendrá el Juez, y las obras de cada uno serán desnudadas. Por ello, clamemos con temor a medianoche:
Santo, Santo, Santo eres Tú, oh Dios.
Por la Madre de Dios, ten piedad de nosotros.

Oración de agradecimiento
Al levantarme del sueño, te doy gracias, oh Santísima Trinidad, pues, por tu abundante bondad y gran paciencia, no te has irritado conmigo, negligente y pecador, ni me has perdido junto con
mis transgresiones, sino te has compadecido de mí como siempre y me has levantado a mí que estoy arrojado en la desesperación para que, madrugando, glorifique tu poder. Ahora también,
ilumina los ojos de mi mente y abre mi boca para que contemple tus palabras, comprenda tus mandamientos, haga tu voluntad y te cante con confesión de corazón, alabando tu santísimo Nombre:
oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.

Otra oración
Gloria a Ti, oh Rey, Dios Omnipotente, pues, por tu divina providencia que ama a la humanidad, me has hecho digno a mí, pecador e indigno, de levantarme del sueño y lograr introducirme en tu santa casa. Acepta, Señor, la voz de mi súplica
como la de tus santas potestades angelicales; y que te sea grata mi alabanza que, si bien sale de unos labios manchados, brota de un corazón puro y
un espíritu contrito; para que me una yo a las prudentes vírgenes con la lámpara de mi alma brillante; y te glorifique, oh Dios Verbo, glorificado en el Padre y el
Espíritu. Amén.

Por las oraciones de nuestros santos padres, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro: ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén.

base de la oración ( San Macario el Grande )


La verdadera base de la oración reside en controlar los pensamientos en medio de una gran paz y tranquilidad a fin de evitar los obstáculos exteriores. 


El hombre deberá, entonces, combatir, talar en el bosque los pensamientos malvados que lo rodean, impulsarse hacia Dios sin ceder ante la voluntad de sus pensamientos, sino, por el contrario, en medio de su dispersión, reunir los pensamientos malvados con los naturales. El alma, bajo el peso del pecado, avanza como a través de un río invadido por cañaverales, como a través de una
espesura de arbustos y de zarzas. 


Aquel que quiere atravesarlo debe extender las manos y, penosamente, separar por la fuerza el obstáculo que lo aprisiona. 

Así, los pensamientos del poder enemigo envuelven al alma. Es necesario, pues, un gran celo y una extensa atención de espíritu para reconocer los pensamientos intrusos del poder.


San Macario el Grande

Introducción a la Oración de Jesús



Señor Jesucristo Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador.
A menudo he leído la Oración de Jesús en libros de oración y he escuchado sobre ella en la Iglesia, pero le puse atención por primera vez hace algunos años en Rumanía. Allá en un pequeño Monasterio de Sâmbata escondido al pie de los
Cárpatos, en el corazón de un denso bosque donde hay una pequeña iglesia blanca que se refleja en un estanque claro como el cristal, conocí a un monje que practicaba la "Oración del Corazón". 


En aquellos días reinaba el silencio y una paz
profunda en Sâmbata; era una lugar de descanso y fortaleza - le pido a Dios que aún lo sea.
He caminado mucho desde que vi por última vez Sâmbata y siempre la Oración de Jesús

permaneció enterrada en mi corazón como un don precioso. Esta estuvo inactiva hasta hace algunos años cuando leí El Peregrino Ruso. Desde entonces hebuscado practicarla continuamente. 

Algunas veces decaigo, sinembargo, la oración ha abierto vistas inimaginables dentro de mi
alma y mi corazón.
La Oración de Jesús o la Oracion Del Corazon
está centrada en el Santo Nombre. Puede ser dicha en su totalidad: "Señor Jesucristo Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador"; puede ser cambiada a "nosotros pecadores" o a otros nombres individuales o puede ser abreviada. El poder está en el nombre de Jesús; así que "Jesús" solo, puede colmar toda la necesidad de aquel que ora.
La Oracion se remonta al Nuevo Testamento y ha sido tradicionalmente usada durante mucho tiempo. El método de contemplación basado en el Santo Nombre se atribuye a San Simeón llamado el "Nuevo Teólogo" (949-1022). A la edad de
catorce años, San Simeón tuvo la visión de una luz celestial que pareció separarlo de su cuerpo. 


Admirado y sobrecogido con un gozo poderosísimo experimentó la humildad ardiente y gritó "Señor Jesús ten piedad de mí", utilizando la oración del Publicano (Lucas 18:13). Durante mucho tiempo después que la visión había desaparecido el gran gozo volvía a San Simeón
cada vez que repetía la oración, y enseñó a sus discípulos a orar de esa forma. La oración evolucionó en su forma extensa:
"Señor Jesucristo Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador". Es así como ha llegado hasta nosotros de generación en generación a través de monjes y laicos piadosos.
La invocación del Santo Nombre no es peculiar de la Iglesia Ortodoxa, sino que es utilizada por los católicos romanos, anglicanos y protestantes pero en menor grado. En el Monte Sinaí y en Athos, los monjes lograron un sistema completo de
contemplación basado en esta sencilla oración practicada en silencio total. Estos monjes se dieron a conocer como los "Quietistas" (en griego: "Hesicastas").
 

San Gregorio Pálamas (1296-1359), el último de los Padres de la Iglesia se convirtió en el representante de los hesicastas. Después de una larga y cansada batalla ganó un lugar irrefutable
para la Oración de Jesús y los Quietistas dentro de la Iglesia. En el Siglo XVIII cuando el zarismo obstaculizó el monasticismo en Rusia y los turcos aplastaron la Ortodoxia en Grecia, el Monasterio Neamtzu en Moldavia (Rumanía) se convirtió en uno de los grandes centros de la Oración de Jesús.
 

Esta Oración es considerada altamente espiritual porque está dirigida totalmente hacia Jesús: todos los pensamientos y esfuerzos; la esperanza, la fe y el amor están expresados devotamente a Dios el Hijo. Ella cumple también dos mandamientos básicos del Nuevo Testamento. En el primero
Jesús dice: "A ustedes les digo, cualquier cosa que pidan al Padre en mi nombre se las dará. Pero aún no han pedido nada en mi nombre: pidan y recibirán, para que su gozo sea completo"
(Juan 16:23-24). 


El otro mandamiento es de San Pablo que nos pide orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17). También sigue las instrucciones de Jesús sobre cómo orar (las que dio al mismo tiempo que enseñó a sus discípulos el Padre Nuestro): "Cuando ores entra en tu cuarto y cuando hayas cerrado la puerta ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te lo concederá" (Mateo 6:6).
Jesús enseñó también que todos los ímpetus buenos y malos tienen su origen en el corazón del hombre. "El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo del tesoro maligno de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca" (Lucas 6:45).
En estos y en muchos otros mandamientos del Nuevo Testamento, así como en el Antiguo los Santos Padres, aún antes que San Simeón, basaron su oración sencilla y ferviente. Desarrollaron un método de contemplación en el que la oración
incesante se hizo tan natural como respirar, siguiendo la cadencia rítmica de los latidos del corazón. Todos los caminos que llevan a Dios están rodeados de trampas porque el enemigo (Satanás) está siempre al acecho para derribarnos. Naturalmente ataca con más insistencia cuando estamos más interesados en encontrar el camino de la salvación porque ésto es lo que más le interesa
detener. En la oración mística las tentaciones que encontramos exceden en peligro a todas las otras; puesto que nuestros pensamientos están a un nivel más alto, las atracciones son proporcionalmente más sutiles. Alguien dijo que el "misticismo
empieza en niebla y termina en cisma"; esta observación cínica dicha por un no creyente conlleva cierta verdad. El misticismo tiene un valor espiritual real solamente cuando se practica conabsoluta sobriedad.
 

En cierta época surgió la controversia sobre algunos Quietistas, que cayeron en actos excesivos de piedad y ayuno porque perdieron el sentido de moderación sobre el cual nuestra Iglesia tiene gran estima. No tenemos que caer en malos usos de la Oración de Jesús para darnos cuenta que toda
exageración es peligrosa y que en todo momento debemos ser moderados. "La práctica de la Oración de Jesús es la forma tradicional de cumplir la orden del Apóstol Pablo de 'orar siempre'; y no tiene nada que ver con el misticismo heredado de nuestros ancestros paganos". (Introducción a Escritos de la Filocalia.)
 


La Iglesia Ortodoxa está llena de profunda vida mística, la cual guarda y rodea con la fortaleza de sus reglas tradicionales; así pues sus místicos raramente se pierden. La'vida ascética' es una vida en la que las virtudes 'adquiridas', por ejemplo virtudes que resultan de un esfuerzo personal, pero que están acompañadas por esa gracia general que Dios concede a toda buena voluntad, prevalecen. La 'vida mística' es una vida en la que los dones del Espíritu Santo predominan sobre los esfuerzos
humanos y en la que las virtudes 'infusas' predominan sobre las 'adquiridas'; el alma se ha vuelto más pasiva que activa. Utilicemos una comparación clásica. 


Entre la vida ascética, en la que las acciones humanas predominan, y la vida mística, en la que las acciones de Dios predominan, existe la misma diferencia que entre remar y velear; el remo es el esfuerzo ascético, la vela es la pasividad mística que se despliega para agarrar el viento divino". (Introducción a la Espiritualidad Ortodoxa, p. 40). La Oración de Jesús es la esencia de la oración mística y puede ser utilizada por cualquier persona en cualquier momento, no hay nada de misterioso al respecto (no confundamos "misterioso" con
"místico"). Empezamos siguiendo los mandatos y ejemplos dados a menudo por Nuestro Señor. Primero, retírate a un lugar tranquilo: "vengan aparte a un lugar desértico, y descansen un rato" (Marcos 6:31); "estudia para estar tranquilo" (1
Tesalonicenses 4:11). Luego ora en lo secreto - solo y en silencio.
 

Las frases "orar en secreto, solo y en silencio" creo necesitan un poco de explicación. "Secreto" debe ser entendido como se utiliza en la Biblia: por ejemplo, Jesús nos pide hacer nuestra caridad secretamente - que no sepa tu mano izquierda lo
que hace la derecha. No debemos hacer desfilar nuestras devociones, ni alardear de ellas. "Solo" significa separarnos de nuestro alrededor inmediato y de las influencias que nos distraen.
De hecho nunca estamos tan acompañados como cuando oramos "...viendo que estamos rodeados de una gran nube de testigos..." (Hebreos 12:1). Los testigos son todos aquellos que oran: ángeles, arcángeles, santos y pecadores, los vivos y los
muertos. Es en la oración, especialmente la Oración de Jesús que nos hacemos agudamente conscientes de pertenecer al cuerpo vivo de Cristo. En "silencio" implica que no decimos nuestra oración audiblemente. Ni siquiera meditamos en las palabras; solamente las usamos para llegar más allá de ellas a la esencia misma.
 


En nuestra vida tan ocupada ésto no es fácil, sin embargo puede lograrse - cada uno de nosotros puede encontrar algunos minutos en los cuales utilizar una oración que contiene pocas palabras, o aun solamente una. Esta oración debe ser repetida
tranquilamente, sin prisa, y pensada. Cada pensamiento debe estar concentrado en Jesús, olvidando todo el resto, gozos y tristezas. Cualquier pensamiento vago, bueno o piadoso, puede convertirse en un obstáculo. Cuando abrazas a alguien que amas no te detienes a meditar cómo y porqué amas - solamente amas con todo el corazón. Es lo mismo cuando asimos
espiritualmente a Jesús el Cristo a nuestro corazón. Si prestamos atención a la profundidad y calidad de nuestro amor, significa que estamos preocupados de nuestras propias reacciones, más que de darnos a nosotros mismos sin reservas a
Jesús - no reteniendo nada. Piensa la oración a medida que inhalas y exhalas; calma la mente y el cuerpo utilizando como ritmo la palpitación del corazón. No busques palabras sino continúa repitiendo la Oracion, o el nombre de Jesús solo, conamor y adoración. ¡Eso es Todo! ¡Extraño - en tan pocoencontramos todo!
 


Es bueno tener horas regulares de oración y retirarse siempre que sea posible al mismo cuarto o lugar, de preferencia delante de un icono. El icono está cargado de la presencia objetiva de Aquel representado, y por lo tanto ayuda mucho
nuestra invocación. Los monjes y monjas ortodoxos se ayudan de una camándula para mantener fija la atención. Puede ser bueno cerrar tus ojos - volviéndose hacia adentro La Oración de Jesús puede ser usada para alabanza y petición; como intercesión, invocación, adoración y acción de gracias. Es un medio por el cual ponemos a los pies de Jesús todo lo que hay en nuestros corazones por Dios y por el hombre.
 


Es un medio de comunión con Dios y con todos los que oran. El hecho de que podamos entrenar nuestros corazones a orar aun cuando dormimos nos mantiene ininterrumpidamente con la
comunidad de oración. Esta no es una afirmación imaginaria; muchos han experimentado este hecho vivificador. Por supuesto no podemos alcanzar esta continuidad de oración inmediatamente, pero es alcanzable; por todo lo que vale debemos "...correr con paciencia la carrera que está delante de nosotros..." (Hebreos 12:1). Yo tuve la prueba más profunda de comunión ininterrumpida con todos aquellos que oran cuando me sometí a una cirugía. Durante mucho tiempo estuve bajo anestesia. "Jesús" fue mi último pensamiento consciente y la primera palabra en mis labios al despertar. Fue maravilloso, más allá de cualquier palabra, descubrir que aunque no sabía qué estaba sucediendo en mi cuerpo, nunca perdí consciencia de la oración que se hacía por mí y de mi propia oración. 


Después de una experiencia tal, a uno ya no le extraña que existan grandes almas que dedican sus
vidas exclusivamente a la oración. La oración siempre ha tenido para mí una importancia muy
real, y el hábito alcanzado en la niñez de orar por la mañana y por la tarde nunca me ha dejado; pero en la práctica de la Oración de Jesús soy una principiante. Sin embargo, quisiera despertar tu interés en esta oración porque aún si solamente he tocado el borde del manto celestial, lo he tocado - y el gozo es tan grande que quiero compartirlo con otros. 


No es la forma de oración para toda persona;
puede ser que tú no encuentres en ella el mismo gozo que yo, porque su forma puede ser muy diferente que la mía - aún siendo igualmente bellas. En el temor y en el gozo, en la soledad y la compañía, esta oración está siempre conmigo. No solamente en el silencio de las oraciones diarias sino en todo momento y en todo lugar.
Transforma para mí ceños fruncidos en sonrisas; embellece, como si se hubiera lavado una película de una foto vieja para que los colores aparezcan claros y brillantes, como la naturaleza en un día caluroso de primavera después de un chaparrón. 


Aún la desesperación se ha atenuado y el arrepentimiento ha alcanzado su objetivo.
Cuando me levanto en la mañana me inicia gozosamente el nuevo día. Cuando viajo por aire, tierra o mar mora en mi corazón. Cuando de pie en una plataforma me enfrento a mi audiencia me da ánimo. Cuando reúno a mis hijos alrededor mío
murmura una bendición. Y al final de un día fatigado cuando me acuesto a descansar, le doy mi corazón a Jesús: "(Señor) en tus manos encomiendo mi espíritu". Duermo - pero mi corazón al latir ora con: "JESÚS".

Wednesday, June 24, 2015

Oración ( San Basilio Magno )


San Basilio, que nació en Cesarea de Turquía en el año 329, dejó un precioso legado para la vida monástica, pues fue el primer en redactar unas “Constituciones”, en las que se especificaban las actividades de los monjes. En estas Constituciones, San Basilio establecía tres sólidas columnas sobre las cuales todo monje debía construir su edificio espiritual: oración, trabajo y estudio. Si bien es cierto que estas tres columnas fueron dadas por San Basilio para sus monjes, no es menos cierto que no son, de manera alguna, privativas para ellos, puesto que todo cristiano está llamado a santificar su vida ordinaria por medio de la oración, el trabajo y el estudio. Veamos por qué.
Todo cristiano, y no solo los monjes, está llamado a la oración, porque la oración es al alma lo que la alimentación al cuerpo, lo que la respiración a la vida del organismo, lo que el flujo de sangre con oxígeno y nutrientes para los órganos corporales. Si nadie puede pasarse la vida sin alimentarse, llama la atención que existan personas –cristianos- que pasan la vida sin rezar; si nadie puede vivir sin respirar, es causa de asombro el comprobar que muchísimos cristianos, la gran mayoría, vive años y años, y muchos toda la vida, sin hacer oración, o si hacen oración, esta es tan escuálida como un suspiro; si nadie puede vivir sin los nutrientes y el oxígeno que la sangre, bombeada por el corazón, proporciona a los órganos, deja pasmados el comprobar la enorme cantidad de cristianos que nunca, o casi nunca, dedican el más mínimo tiempo a la oración. Muchísimos cristianos viven en la acedia o pereza espiritual y sin hacer oración, y no por falta de tiempo, porque prefieren ver televisión o internet antes que rezar, sin darse cuenta que sus almas languidecen y mueren.
La condición de la oración como elemento esencial para la vida del alma radica en que por la oración, el alma se une a Dios y obtiene de Él todo lo que Dios es y tiene para darle, puesto que Dios es Amor, Alegría infinita, Paz, Fortaleza, Luz, el alma que reza, obtiene de Él su Amor, su Alegría infinita, su Paz, su Fortaleza, su Luz. Pero lo contrario también es cierto: quien no reza, se aleja de Dios y por lo tanto se sumerge en el odio, en la tristeza, en la discordia, en la debilidad ante el pecado, y en las tinieblas más densas.
La otra columna de la vida espiritual, según San Basilio, es el trabajo, porque y si bien el trabajo quedó como una maldición luego del pecado original, no fue por el trabajo en sí mismo, sino por la pérdida de la gracia que abarcó a todos los aspectos y estados del hombre y su vida, comprendido el trabajo. En sí mismo, el trabajo no solo no es malo ni una maldición, sino que es una bendición, porque con el trabajo, el hombre imita a su Dios, que “trabajó” en la Creación, e imita al Hombre-Dios que, siendo Dios, trabajó como carpintero hasta los comienzos de la Predicación de la Buena Noticia y que sigue trabajando por la salvación de las almas. Quien no trabaja, no solo comete el pecado mortal de la pereza, sino que además contraría la imagen divina impresa en su alma, imagen que resplandece en el trabajo, porque Dios mismo trabaja. Es tan importante el trabajo, que San Pablo exhorta a “no comer” si alguien “no trabaja”: “El que no trabaja, que no coma” (2 Tes 3, 10-12). De esto se sigue cuán funesto es el no trabajar y el inducir a otros a no trabajar por medio de la corrupción política. Por el contrario, el que trabaja y ofrece su trabajo, sin importar el brillo social que este posea, se santifica y obtiene méritos para ganar el Reino de los cielos.
La última columna de la vida espiritual, según San Basilio, es el estudio, porque por medio de este no solo se disipan las tinieblas del error y de la ignorancia, sino que se consigue el acceso a la verdad en el campo que se estudia que, como toda verdad, participa de la Verdad Absoluta, Jesucristo. En otras palabras, el estudio –no necesariamente se refiere al estudio sistemático universitario y científico, sino también a la profundización en la fe que un alma sencilla puede y debe hacer según sus posibilidades- no solo libera de las tinieblas del error, sino que ilumina al alma con luz de la Verdad, que es Jesucristo, y así se dispone el alma, en el tiempo, para el encuentro con Cristo, cara a cara, en la eternidad.
Por último, a la oración, al trabajo y al estudio, podemos agregarle la sana diversión, porque la diversión –sana y ganada con sacrificio, luego de orar, trabajar y estudiar- procura alegría y la alegría, la alegría buena y sana, es participación de Dios Uno y Trino, que es “Alegría infinita”, como dice Santa Teresa de los Andes.

Oración, trabajo, estudio, son las columnas de la vida espiritual según San Basilio, a lo cual le agregamos, según las indicaciones de los santos, la sana alegría. Éste es el camino para llegar al cielo.

Dios y el Hombre


El desarrollo de las doctrinas sobre la Trinidad y la Encarnación, que tuvo lugar durante los primeros ocho siglos de historia cristiana, se relacionó con el concepto de participación del hombre en la vida divina.

Los Padres griegos de la iglesia siempre a entender que la frase se encuentra en la historia bíblica de la creación del hombre (Génesis 1:26), de acuerdo con "la imagen y semejanza de Dios," significa que el hombre no es un ser autónomo y que su naturaleza última se define por su relación con Dios, su "prototipo". En el paraíso Adán y Eva fueron llamados a participar en la vida de Dios y encontrar en él el crecimiento natural de su humanidad "de gloria en gloria." Para ser "en Dios" es, por lo tanto, el estado natural del hombre. Esta doctrina es particularmente importante en relación con la opinión de los Padres de la libertad humana. Para los teólogos, como Gregorio de Nisa (siglo cuarto) y Máximo el Confesor (siglo 7) el hombre es verdaderamente libre sólo cuando está en comunión con Dios, de lo contrario no es más que un esclavo de su cuerpo o con "el mundo", sobre el que , originalmente y por mandato de Dios, que estaba destinado a gobernar.

Así, el concepto de pecado implica la separación de Dios y la reducción del hombre a una existencia separada y autónoma, en los que se le priva tanto de su gloria natural y su libertad. Se convierte en un elemento sujeto a un determinismo cósmico, y la imagen de Dios es, pues, borrosa en su interior.

La libertad en Dios, de que gocen los Adam, implica la posibilidad de alejamiento de Dios. Esta es la desafortunada elección hecha por el hombre, lo que llevó a Adán a una existencia infrahumana y antinatural. El aspecto más natural de su nuevo estado era la muerte. En esta perspectiva, el "pecado original" no se entiende tanto como un estado de culpabilidad heredada de Adán, sino como una condición natural de la vida humana que termina en muerte. La mortalidad es lo que cada hombre ahora hereda a su nacimiento y esto es lo que le lleva a la lucha por la existencia, a la auto-afirmación, a expensas de los demás, y en última instancia a la sujeción a las leyes de la vida animal. El "príncipe de este mundo" (es decir, Satanás), que también es el "asesino desde el principio", tiene dominio sobre el hombre. De este círculo vicioso de la muerte y el pecado, el hombre se entiende que ser liberados por la muerte y resurrección de Cristo, que se actualiza en el Bautismo y la vida sacramental en la iglesia.

El marco general de esta comprensión de la relación Dios-hombre es claramente diferente de la opinión de que llegó a ser dominante en el Occidente cristiano - es decir, la opinión de que concibió la "naturaleza" a diferencia de la "gracia" y que entiende el pecado original como una la culpa heredada y no como una privación de la libertad. En Oriente, el hombre es considerado como plenamente hombre cuando participa en Dios, en Occidente, la naturaleza del hombre se cree que es autónoma, el pecado es visto como un delito punible, y la gracia se entiende de conceder el perdón. Por lo tanto, en Occidente, el objetivo del cristiano es la justificación, pero en el Oriente, es más bien la comunión con Dios y la deificación. En Occidente, la iglesia es vista en términos de la mediación (para el otorgamiento de la gracia) y autoridad (para garantizar la seguridad en la doctrina), en el Este, la iglesia es considerada como una comunión en la que Dios y el hombre se encuentran una vez más, y un la experiencia personal de la vida divina se hace posible.



Tuesday, June 23, 2015

«Señor, condúceme a la salvación».( los Padres del Desierto )


El abad Arsenio, cuando todavía estaba en palacio, oró al Señor diciendo: «Señor, condúceme a la salvación». Y escuchó una voz que le dijo: «Arsenio, huye de los hombres y te salvarás». Una vez incorporado a la vida monástica, oró de nuevo con las mismas palabras. Y escuchó a la voz que decía: «Arsenio, huye, calla y practica la hesyquia; éstas son las raíces para no pecar».

los Padres del Desierto

Quién es el que miente con su misma vida ( San Doroteo De Gaza )


Ya hemos hablado del que miente con el pensamiento y con las palabras. Nos queda por decir quién es el que miente con su misma vida.

Miente con su vida el libertino que se precia de casto; el avaro que habla de limosnas y elogia la caridad, o también el orgulloso que admira la humildad. No la admira con intención de alabar la virtud; en ese caso comenzaría por confesar humildemente su propia debilidad diciendo: " ¡Qué desdicha la mía! Estoy vacío de todo bien". Después de confesar así su miseria, podría admirar y alabar la virtud. Pero tampoco es con la intención de evitar el escándalo por lo que hace el elogio de la virtud, porque si así fuera debería decir: " ¡Soy un miserable, lleno de pasiones! ¿Por qué voy a escandalizar a mi prójimo? ¿Por qué voy a hacer mal al alma de otro imponiéndome así una carga más? "Entonces, aun siendo él mismo pecador, podría aproximarse al bien. Porque verse a si mismo como un miserable es humildad, y cuidar del prójimo es compasión. Pero el mentiroso no admira la virtud con esos sentimientos. Para cubrir su propia vergüenza pone por delante el nombre de la virtud hablando de ella como si fuese virtuoso. Y muchas veces lo hace para hacer daño y engañar a alguien. Porque, en efecto, ninguna maldad, ninguna herejía, ni el mismo diablo podrá engañar si no es simulando virtud, según lo dice el Apóstol: El mismo diablo se transforma en ángel de luz (2 Co 11-14). No es de admirar entonces que sus servidores se disfracen de servidores de la justicia. De esta manera, sea para evitar la humillación o por vergüenza, o con el objeto de seducir y engañar a alguien, el mentiroso habla de las virtudes, las alaba y las admira, como si él mismo las hubiese adquirido con su esfuerzo. Así es el que miente con su misma vida. No es simple, tiene doblez, es uno por dentro y otro por fuera. Toda su vida no es más que duplicidad y farsa.

Hemos hablado de la mentira, que proviene del diablo. De la verdad hemos dicho: La Verdad es Dios. Huyamos por lo tanto, hermanos de la mentira, para escapar de las filas del Maligno esforzándonos en poseer la verdad y en estar unidos a Aquel que dijo: Yo soy la Verdad (Jn 14, 6). ¡Que Dios nos haga dignos de su verdad!

San Doroteo De Gaza