Tuesday, October 6, 2015

La oración es la medicina común para purificarnos de las pasiones ( San Nectario de Egina )



La oración es verdaderamente una armadura celeste y solo ella puede guardar a los que se han consagrado a Dios. La oración es la medicina común para purificarnos de las pasiones, para buscar protección contra el pecado y sanar nuestras faltas. La oración es un tesoro inagotable, un puerto tranquilo, la base de la serenidad, la raíz y la madre de miles de bendiciones.

San Nectario de Egina


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El ayuno disipa al maligno....( Padre Efraìn de Filoteu )


Entonces cuando el ayuno es acompañado de oración, de lectura, de vigilia, de asistencia a la Iglesia, de confesión, de comunión, de actuar bien y sobre todo, de ayuda a los demás, entonces, el corazón cambia y el alma se ablanda.

Entonces el corazón aprende a conocer cuán de grande es el amor de Dios hacia el hombre; entonces el hombre (...) logra ver que Cristo-Dios tuvo una vida de mártir en este mundo, para ayudarnos a nosotros, tan indolentes, a esforzarnos. Si Cristo sufrió, ¿nosotros, discípulos Suyos, elegiremos otro camino?

Sólo por medio de la humildad podemos ir avanzando. El ayuno, el amor a los demás, la caridad son buenos. Pero, ¿qué está sobre todo esto? Volvernos humildes. Y, más allá de la humildad, ¿qué hay? El discernimiento. Si falta el discernimiento en el trabajo de las virtudes, estaremos errando. También las virtudes deben ser guiadas. El bien, si no se hace como se debe, no es “bien”. Si no se realiza como es debido, en el modo, en el método, en el tiempo y en cantidad, no trae ningún beneficio, sino daño. El ayuno es algo bueno, pero es un medio, no un fin. Los medios, luego, tienen un fin, y este es alcanzar la humildad y luego el discernimiento. .

Si juzgamos a nuestro hermano, entonces en vano ayunamos. Si ayunamos, pero no estamos atentos a lo que pensamos, a lo que decimos, a lo que hay en nuestro corazón, en vano lo hacemos. El ayuno es de utilidad sólo cuando es acompañado del amor al prójimo.

El ayuno disipa al maligno. Con ayuno y oración, dijo el Señor, aquel huye.

Un vientre repleto no deja entrar al Espíritu Santo.

El que quiera vivir cristianamente debe cimentarse en el ayuno, la oración y la vigilia; sólo entonces podrá llegar a un nivel alto en la virtud. Para esto debemos adecuarnos al discernimiento de nuestro padre espiritual. Él te dirá cómo ayunar, cuánto ayunar, cuándo comulgar, cómo controlar tu pensamiento, cómo luchar con el maligno, qué debes hacer en determinada situación y así, por medio de su discernimiento, que es iluminado por el Espíritu Santo, ordenar todo tu interior. Así, el ayuno es algo santo, pero es sólo un medio. Lo practicaremos como nos sugiera nuestro padre espiritual, de acuerdo a nuestras fuerzas espirituales y corporales. Y no hagamos más de lo que debemos, más de lo que podemos hacer, sino que seamos mesurados en todo, porque si no tenemos esa justa medida, nada nos será de utilidad. 


                                 Catecismo Ortodoxo 

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Sobre el amor humano y Dios.


"El amor es el fundamento de nuestro ser"

- ¿Siente Usted, a través de sus conversaciones con los jóvenes, que ha cambiado la forma en que el amor es visto, en la actualidad?

- Diría que nosotros, los miembros de las congregaciones monacales, conocemos el mundo mucho mejor que los que están afuera de los monasterios, porque nosotros podemos verlo con mucha más claridad. En este sentido, soy de la opinión que los jóvenes de hoy tienen un gran potencial espiritual, pero les falta conocer esos puntos cardinales. A menudo ellos no saben qué es realmente el amor. Lo confunden con el enamoramiento y no saben vivirlo. Miran películas y viven por medio de los clichés que ahí se les muestran. Sueñan con un "gran amor", como en los filmes. Quieren un amor perfecto, una pareja perfecta con la que se entiendan perfectamente. Y no se pueden explicar por qué es algo que nunca sucede con ellos. Pero este tipo de amor, de novela o de película, es meramente utópico, no sucede en realidad. Precisamente, lo que se siente en la mayoría de jóvenes que vienen a confesarse es una búsqueda incansable, una gran necesidad de vivir el amor profundamente y perfectamente. Esta hambre de amor está en todos.


- ¿Por qué tenemos tanta necesidad de sentir plenitud con un amor así de grande?
- Buscando al amor, buscas, de hecho, a Dios, aunque no te des cuenta. Incluso si no eres un buen cristiano, sientes, de alguna manera, algo extraño cada vez que consigues amar y eres amado, porque ahí, en el amor, está la verdad. Buscas el amor toda la vida, lo necesitas incluso entonces cuando pretendes que no lo tienes más, cuando pretendes que difícilmente es para ti, cuando no sabes cómo vivirlo. Te mueves siempre a su alrededor, te esfuerzas siempre en entenderlo, porque sientes que ahí está la plenitud y la felicidad. Nosotros, como humanos, no podemos dejar de amar, no podemos dejar de querer ser amados. Porque esto es el fundamento de nuestro ser. Dios es amor y todo lo que hay en este mundo tiende a buscarlo. Dios hizo todo según su imagen y semejanza, según su mismo modelo, el de la relación trinitaria. Dios es una relación, Dios no es cosa de uno. Nosotros hemos sido creados como hombres para participar en la felicidad de nuestra relación con Dios. Para vivir el amor. Para estar juntos. Por eso se dice que el paraíso es la comunión con los demás y el infierno la incapacidad de amar.

- Aunque tengamos a Dios, sentimos de todas maneras que sin el otro no estamos completos. ¿Es necesario de un "otro", para ser felices?
- Dios hizo al hombre incompleto, precisamente para que tuviera necesidad de "otro". Si nos hubiera hecho perfectos, seríamos suficientes para nosotros mismos, estando solos. Por supuesto, hay personas que dan mucho, otros que dan muy poco, pero no debemos reducirnos a relacionarnos sólo con una persona, debemos aprender a amar a todos los demás, a cosechar frutos con cada uno, no sólo con nuestro compañero (a) de vida. Cada persona es un regalo potencial para nosotros, con el cual enriquecer nuestro espíritu.

- Soñamos, casi todos, con un amor grande, que nos dure toda la vida. Y, sin embargo, la realidad nos demuestra que los amores mueren también, más a menudo de lo que podríamos creer. ¿Por qué se extingue el amor?
- Muere porque usualmente no está Dios en esa ecuación. Y entonces no tenemos de dónde alimentarnos, para regenerar el amor. Sin Dios, no existe principio generador de amor. El individuo en sí es un ser limitado. La gracia es la que le hace infinitamente profundo. Y la gracia viene de Dios. San Juan Crisóstomo decía que cualquier realidad no transfigurada se degenera. Se consume. Sin gracia, la persona vive en un estado de caída. Lo mismo sucede con el amor. Se extingue si no existe respuesta. Si lo llevas hacia Dios y hacia los demás, el amor recibe respuesta de la infinidad de Dios. Si lo conduces sólo hacia ti, como cuerpo, como materia, el amor se gasta, se diluye, porque estas cosas son limitadas. Por esto es importante el casamiento como sacramento. Este sacramento es la unión de dos con un tercero, con Dios, que es infinito.

- Tristemente, el sólo hecho de casarse por la Iglesia no garantiza necesariamente la felicidad...
- Es que debemos aprender a ver a Dios en el otro. No se trata de referirnos al individuo como algo finito. Cada persona es una manantial infinito, pero que aún no se ha desbordado. A través del amor y con la ayuda de Dios, podemos romper esos diques que le impiden fluir, para que el otro pueda tomar su camino esencial, para extraer de él todo su potencial moral, espiritual y su capacidad de amar. Porque cada persona es, por mucho, mucho más de lo que los otros pueden ver. Y, entonces, viene el amor y activa en el otro lo que ni siquiera sabía que vivía en él. Luego, tienes necesidad de un "otro" que te dé esa medida. En la relación de dos, el hombre evoluciona continuamente. Y no tiene cómo saturarse del otro, cómo aburrirse, cómo convertirse todo en rutina. Porque cada uno ayuda al otro a desarrollarse. Cada uno se deshace como el botón de una flor, luego como una bella rosa y este florecimiento es entonces permanente. Muchas personas parecen incapaces de tener sentimientos profundos. Esto es porque no han sido amados, y no han podido empezar a florecer. Pero nada de esto es posible sin Dios. Y sin el esfuerzo de cada uno para activar en el otro Su misterio, la gracia de Dios. Debes amar con el Dios que vive en ti, al Dios que vive en el otro.

- ¿Cómo deberíamos amar, padre? ¿En dónde nos equivocamos, que siempre nos quedamos en el mismo punto?
- No sabemos darnos. No conocemos el ejercicio de la entrega personal. La sociedad actual educa a las personas hacia la satisfacción de sus propios deseos, les enseña a amarse sólo a ellos mismos, a buscar sólo el bien personal. a buscar la plenitud propia. Y el amor se convierte, así, en una clase de accesorio, que sirve sólo para buscar la propia felicidad. "Tengo una carrera, una casa, ah, ¡tengo también una novia!" Pero no amamos verdaderamente sino hasta que ponemos en práctica este ejercicio de salir de nosotros mismos y cuando empezamos a practicar el "dar", cuando entrenamos el poder de amar. Amar significa gravitar alrededor de la plenitud del otro. Pensar cómo le puedes ayudar, cómo salir a encontrarle, cómo ayudarle a que descanse, cómo librarlo de determinado esfuerzo, cómo hacerle feliz, cómo prepararle alguna comida que le guste, cuando viene cansado o cansada. Debes aprender a vivir por medio del otro y para el otro. Amar se traduce en muchos gestos. Las intenciones, los pensamientos en sí no tienen ningún valor en su ausencia. El mundo está lleno de ellos. Haciendo esos gestos verificas también si puedes amar en verdad. Recientemente leí en un libro, cómo un detenido político, campesino, estando prisión ya en su vejez, recibía de su anciana esposa muchas cartas, en las que ella ponía también alguna flor seca. Esto es una muestra de amor. Y todavía más. Saber dar cuando estás sin fuerzas. No existe ninguna excusa para no darte. Si das por dar, cuando te viene la gana, no tiene ningún valor. Entonces cuando no puedes más y aun así quieres hacer algo por el otro, aparecen de la nada fuerzas, energía que ni siquiera sabías que tenías. Recibes esa fuerza por parte de Dios y llegas a hacer mucho más de lo que te creías capaz de hacer. Darte cuando ya no tienes fuerzas te vincula en verdad con el otro y hace que éste se abra, que se dé también en su momento. En el amor, debemos dar lo que no tenemos, cuando no tenemos. Entonces, como en el Evangelio, la nada se transforma y el pan y los peces alcanzan para todos.

- Hasta qué punto puede darse uno, sin anularse totalmente? Algunas veces puede ser mejor detenerse, cuando el otro no responde de la misma manera...
- El darse es un gesto voluntario, no depende del otro, no es esclavitud. Nadie te pide hacerlo. Dándome no me anulo a mí mismo, sino que me reencuentro a mi mismo y me enriquezco con la forma de ser del otro. Aunque cuando hablamos de la posesión, allí sí existe anulación de uno mismo.

"Cuando Dios te manda el amor, no significa que te está dando de una vez un gran amor”

- No todo el mundo puede jactarse de haber vivido un amor extraordinario. ¿Es nuestra culpa? Depende de nosotros que vivamos un amor grande o es un don de Dios?
- Dios tiene un camino para cada uno. No existen las coincidencias. El hecho de encontrarte con determinada persona, es algo que concierne sólo a la voluntad del Señor. Pero, la forma en que reaccionamos en ese encuentro, pertenece sólo a nosotros. Cada persona que encontramos en nuestro camino es un don de Dios y nosotros debemos preguntarnos, cada vez, por qué Dios quiso que nos encontráramos con dicha persona. ¿Qué puedo hacer con esta relación? ¿Qué debo entender? ¿Qué propósito tiene? Luego, no hay que confundir enamoramiento con amor. Si Dios te manda amor, no significa que te dio ya “un gran amor”. El amor es sólo una dote que te da Dios. Si lo malgastas, no encontrarás nunca el amor verdadero. Puede que al principio no parezca tan grande, pero el amor, si se trabaja, crece muchísimo. El amor no es una emoción, es una fuerza. Dios no es material y aún así se define a sí mismo como amor. ¡Entonces, el amor no es material, no es un cuerpo! Desde luego, también el elemento físico hace parte del amor, pero el amor no se reduce a aquel. El amor es una fuerza enorme de la persona, que se recibe “de arriba”, una fuerza que debe ser liberada y trabajada por cada uno en una pareja. Digo “liberada”, porque usualmente nos amamos a nosotros mismos y entonces el amor se encierra sólo en nosotros, se mueve en círculo. Eso es un amor egoísta, vuelto a sí mismo, en lugar de ser libre y sin pedir nada a cambio.

- ¿El amor verdadero es siempre libre?
- Sí, el amor verdadero afirma la libertad del otro. No trata de dominarlo. Este es un punto de error muy frecuente en las parejas, cuando uno trata de transformar al otro, ajustarlo a su propio gusto. Cuando amas, debe brotar de ti el sentimiento de vivir al otro, de entenderlo, de ver el mundo a través de sus ojos. Si pasas sobre su libertad, entonces aparecerá el instinto de defensa. Y esa persona se cerrará en sí misma. Se protegerá de ti, se sentirá agredido o agredida. En una relación debe existir un balance entre cercanía y distancia. Debe guardarse el “misterio” del otro, no su eliminación. Así, evita intentar controlar todos los rincones de su alma, como si entraras con un tractor en su jardín. El atreverse a tanto destruye el “misterio del otro”. El ejercicio éste de salir de nosotros mismos es a veces doloroso, porque conlleva abandonar una posición segura, salir de todo tu confort de ser, adoptando la forma de ser del otro. Pero sólo así puedes crecer, enriquecerte y transformar el amor en una vía de conocimiento. Si te quedas en ti mismo, te quedas pobre. Aún más, un día notas que todos se alejan de ti. Te quedas solo.



- Algunas veces, aunque hagas todo por la otra persona, pareciera que ésta permanece indiferente y no te da ni siquiera una miga de amor. ¿Cómo saber cuál es la persona por la que vale la pena darlo todo?
- Obviamente, es importante que no comiences una relación hasta no estar seguro de ella. El potencial de afecto, de amor, debe guardarse hasta encontrar esa persona adecuada para ti en verdad, con quien debes tener, ante todo, un entendimiento espiritual, no físico. Luego, si una persona de calidad encuentra otra persona de calidad y se entrega hasta el final, logra conquistar a la otra persona con el amor, si es que la otra persona ama menos. El amor perseverante de uno, puede salvar al amor del otro. He conocido muchas parejas que, estando al borde del final, lograron recuperarse milagrosamente, llegando a ser incluso más fuertes de lo que esperaban. Debemos aprender a apreciar las crisis… La pregunta esconde, aún así, una trampa. Si te detienes en la persona, te arriesgas a perderlo todo. Pero si en tu mente tienes también a Dios, encuentras a tu alrededor suficientes personas que merecen que les des todo, sin temor a perder. Ninguna persona merece, en sí, que le des todo. Porque la persona en sí no es la última realidad, sino Dios que vive en él. En definitiva, por medio de la persona nos entregamos, de hecho, a Dios.

"Si no se llega hasta el casamiento, quiere decir que Dios ha sido sacado de la ecuación”

- ¿Existen las almas gemelas? ¿Existen esas personas tan parecidas, con las que todo es más fácil?
- Existen, aunque no necesariamente es sólo una para cada caso, sino pueden ser muchas más. Es decir, no existe una sola persona con la que está escrito que debas estar. Existen, realmente, muchas más personas en este mundo, con las que puedes entenderte perfectamente. El hecho que te encuentres con una de esas personas y que, sin saberlo, el amor no haya existido, no quiere decir que ya te quedaste sólo o sola para toda tu vida. Así como el hecho de encontrarte con un alma parecida no garantiza que el amor va a durar para siempre, si es que no trabajas en sus virtudes. Sin ese “encajamiento”, no es posible el amor. Pero el entenderse es sólo un requisito: no garantiza la eternidad del sentimiento. ¡No mereces algo por lo que no hayas hecho ningún esfuerzo! Al contrario, sucede a menudo que precisamente esta clase de amor se termina más rápido, porque todo es perfecto y nadie hace ningún esfuerzo en él. Se llega a una clase de suficiencia, porque el otro corresponde perfectamente mis necesidades y yo las suyas y entonces cada uno se ama a sí mismo, por medio del otro.

- ¿Nacen así los celos y la posesión?
- Los celos no son más que el amor a uno mismo, a través del otro. Si eres celoso, es porque no amas al otro verdaderamente, sino que crees que el otro es algo tuyo, un derecho propio y que alguien atenta contra esto. Temes que venga alguien y te lo robe. Pero nadie tiene derecho a poseer a otro. Un amor así es anómalo, con celos y sufrimientos que te mantienen vigilando y te oscurecen la mente: son amores malvados. Son fascinantes en su forma, son muy sensuales y tienen un erotismo exacerbado, pero producto de mucho sufrimiento y te destruyen como persona. Tú crees que te has sacrificado sufriendo, pero de hecho sólo fuiste una posesión. El amor verdadero, que viene de Dios, construye, no destruye. Es como un cielo despejado. No tiene nubes ni bruma.

- Actualmente, muchas personas eligen una forma “libre” de amor. Ya no se casan; es más, en algunos casos, ni viven juntos, pero aún así, se aman y viven en armonía. ¿Es esto algo equivocado?
- El amor que no implica responsabilidad y sacrificio, no es un amor verdadero. Es un amor coyuntural, que no alcanza la madurez. De hecho, en esos casos ni siquiera se llega al amor real, se queda en la etapa de enamoramiento. Si no se llega al casamiento, es que Dios ha sido sacado de esa ecuación. Y, sin la gracia divina, el hombre es finito y su amor dura sólo un tiempo. Quienes eligen esta forma, quieren un amor en el que no tengan nada qué perder, sino sólo ganar. Quieren tomar algo que se obtiene fácilmente y permanecer siempre libres, en caso que aparezca alguna “oferta” mejor.

- Cuando estás en medio de una relación que te hace infeliz, sueles pensar que talvez existe alguien que te quiera mucho más, que te entienda mejor...
- Esta forma de ver las cosas es una consecuencia del pensamiento tecnicista. Un producto se desecha en el momento en el que aparece una versión mejorada de él. Es decir, es sacado de circulación. Pero, las personas no pueden ser “sacadas de uso”... Debemos profundizar, “excavar” en nuestra relación, para llegar a nuevas y nuevas oquedades, incluso si aparecen oportunidades para relacionarnos con otras personas más adecuadas. No es válido cambiar de persona. No es correcto empezar miles y miles de caminos, porque nunca llegaremos al final. No puedes remodelarte toda la vida de acuerdo a cualquier tipo de novia o de novio, porque te haces pedazos, te quedas sin nada. Puede que creas que así has ido ganando experiencia, que te has enriquecido en tu forma de ser, pero de hecho te has ido perdiendo a ti mismo, porque no sabes quién eres en verdad. En el amor, como en la profesión, es muy importante ser perseverante. No puedes ser médico tres años, luego tres años actor y otros tres, futbolista. Debes avanzar. Porque el impasse al que llegas en una relación es sólo tuyo, no del otro. Dios te ha ordenado que avances, que evoluciones. Cambiando y cambiando de pareja, huyes de ti mismo, huyes de lo que puedes ser. Pero el obstáculo aparecerá una y otra vez, bajo otra forma, quien quiera que esté junto a ti.

"Nada se logra sin sacrificio, sin el Principio de la Cruz "
- ¿Por qué es tan importante la fidelidad? Conozco personas que dicen que aman a su pareja, aunque también les engañan de vez en cuando, porque eso “es algo sin importancia, en tanto no se involucren los sentimientos”.
- Se mienten solos. La infidelidad es una forma de consumo. Es horrible “consumir” a los otros, para satisfacer tus necesidades amatorias. Pero, de hecho, sólo tú te consumes. Te estancas. Sin fidelidad, no podrás llegar a niveles más profundos. Sólo así puedes evolucionar. Si te permites esas otras “alternativas”, es que no estás dispuesto a enfrentar el reto de amar, sino que lo quieres esquivar. Si rechazas esas “alternativas”, entonces no dudas más, sobrepasas cualquier crisis y ves qué potencial hay dentro de ti y dentro del otro. Y así has ganado mucho más y te llenas más que antes. Llegas a un nivel elevado del amor, a un amor más refinado y profundo, que no radica sólo en el enamoramiento físico. Poco esfuerzo significa poco resultado, quiere decir que huyes de tu propia plenitud. Entonces, hay que estar consciente que sin sacrificio nada es posible, sin el “Principio de la Cruz”. Éste es tu ventana hacia la Resurrección. San Máximo el Confesor decía que en la creación todo es posible según la cruz. Así se manifiesta el amor de Dios frente a nosotros. Porque en nuestra condición de caídos, de pecadores, esto es lo que tenemos. No se nos da nada, si no sacrificamos algo. Sacrifica tu propio yo, para que se acerque el yo del otro. Es una renuncia a ti mismo. El sacrificio da certeza a cualquier relación. Es el que determina el amor. Enamorarse es muy fácil, pero amar es difícil. Huyes de la cruz, huyes de resucitar, huyes de la felicidad, huyes del amor verdadero. No se puede “sin”. Sin cruz, el camino es fácil, es muy cómodo. Ignorando sufrir con alegría, llenando nuestro dolor de un propósito, huimos, de hecho, de la vida. Y todo lo que recibimos, entonces, es de segunda mano. Todas las alegrías y amores se diluyen. Todo lo que nos queda es un aburrimiento absoluto.

- ¿Por qué el sufrimiento por amor es uno de los más dolorosos?
- Porque la persona, amando, se abre y se hace vasta. Entonces, cualquier golpe lo recibirá en lo más profundo de su ser. Si el amor se vivió dando su lugar a Dios y aún así la otra persona te deja, Dios no quedará como deudor. Él viene y te llena ese vacío, porque tú no sólo amaste a quien te dejó, sino también a Dios en esa persona. Puede que quedes destrozado después de un rompimiento, si es que no tienes a Dios en ti.














- Algunas veces, después de un amor grande, no nos queda valor para empezar de nuevo, para abrir nuestra alma otra vez. ¿Cómo podemos sanar esas heridas, ese dolor que queda después de una ruptura?
- … el sufrimiento es un misterio muy grande. Es inútil intentar explicarlo teóricamente, porque de todas formas el corazón te seguirá doliendo. Y cualquier consejo es inútil. Sólo Dios puede sanar este tipo de heridas, si es que vale la pena. Pero algunas de ellas ni siquiera deben ser sanadas. Sucede algunas veces que tu corazón parece tener muchísimas heridas abiertas… aunque la capacidad de sufrimiento de la persona es muy grande. Pero tampoco debemos obsesionarnos con que se nos cierren esas heridas, tanto que lo demás se nos olvide. Un amor fallido no tiene por qué destruirnos afectivamente. Puedes comenzar otra relación aún teniendo una herida en tu corazón. O muchas. Dios te da, de cualquier manera, la fuerza para amar de nuevo. Debes seguir tu camino, debes tener el valor de abrirte nuevamente. ¡No tienes permiso para detenerte!


"La felicidad se trabaja en cada día”

- A algunos les parece que sólo sufrimiento les ha tocado en esta vida...
- Esto hay que entenderlo como si se tratara de un juego entre tú y Dios. En el sufrimiento se esconde, de hecho, el amor de Dios para ti. Y entonces empiezas a encontrarle un sentido a cada sufrimiento. Sin Dios, todo termina en un gran absurdo. Y el sufrimiento más pequeño te desmorona. No entiendes nada más y llegas al extremo de poner fin a tu vida. Con Dios, hasta el sufrimiento más grande tiene sentido y es seguido por una felicidad. No debes olvidar que Dios te ama y te pone a prueba. Te prueba, porque quiere darte algo, ¡pero con un precio! Debes merecer ese regalo, debes elevarte espiritualmente al nivel en que puedas recibirlo. Es el nivel siguiente del juego. De todas formas, el regalo, el don es siempre más grande que el sufrimiento atravesado para llegar a recibirlo. Dios no nos puede dar ese don libremente, porque entonces nos asfixiaría con su amor, nos destruiría el ser, no nos dejaría que volviéramos a florecer libremente. Dios, al amarnos, nos pone a prueba, como la plata al fundirse. Porque quiere extraer de nosotros la esencia más pura.

- ¿Qué debemos hacer para ser felices?
- Debemos empezar la búsqueda de la verdad del amor, con todas nuestras fuerzas. No nos agarremos estérilmente de la superficie, sino démonos totalmente a todas las personas y, por medio de ellas, a Dios. Y haganose sto toda nuestra vida. La felicidad verdadera existe. Y existe aquí, en la tierra. Ella no es más que un camino en el que vamos avanzando. Sólo en la medida en que sepamos darnos, así la iremos recibiendo.Porque talvez Dios nos pone a prueba algunas veces, pero también así nos recompensa en la misma medida. Pareciera que jugara con nosotros, pero así nos hace que queramos mucho más, que deseemos más, que nos hagamos más. La felicidad no es un dado, un golpe de suerte, una sorpresa que te cae a tí. Una felicidad estática nos llenaría de un completo aburrimiento. La felicidad se trabaja, se gana diariamente. Es una escalada continua, una dinámica que se adapta permanentemente a nuestras necesidades. La felicidad es un convertirse, un devenir.


El Padre Panteleimón es originario de Timisoara, Rumania. Terminó la Facultad de Artes Plásticas en la Universidad del Este. Actualmente vive como monje en el Monasterio Oasa, en donde se dedica a la iconografía.

La humildad es la enseñanza espiritual de Cristo ( San Juan Clímaco )


La humildad es la enseñanza espiritual de Cristo, que se guarda de los que son dignos, en cámaras místicas-secretas de sus psiques y no se puede expresar en palabras..

San Juan Clímaco





Oración, trabajo, estudio, son las columnas de la vida espiritual... ( San Basilio Magno )


San Basilio, que nació en Cesarea de Turquía en el año 329, dejó un precioso legado para la vida monástica, pues fue el primer en redactar unas “Constituciones”, en las que se especificaban las actividades de los monjes. En estas Constituciones, San Basilio establecía tres sólidas columnas sobre las cuales todo monje debía construir su edificio espiritual: oración, trabajo y estudio. Si bien es cierto que estas tres columnas fueron dadas por San Basilio para sus monjes, no es menos cierto que no son, de manera alguna, privativas para ellos, puesto que todo cristiano está llamado a santificar su vida ordinaria por medio de la oración, el trabajo y el estudio. Veamos por qué.
Todo cristiano, y no solo los monjes, está llamado a la oración, porque la oración es al alma lo que la alimentación al cuerpo, lo que la respiración a la vida del organismo, lo que el flujo de sangre con oxígeno y nutrientes para los órganos corporales. Si nadie puede pasarse la vida sin alimentarse, llama la atención que existan personas –cristianos- que pasan la vida sin rezar; si nadie puede vivir sin respirar, es causa de asombro el comprobar que muchísimos cristianos, la gran mayoría, vive años y años, y muchos toda la vida, sin hacer oración, o si hacen oración, esta es tan escuálida como un suspiro; si nadie puede vivir sin los nutrientes y el oxígeno que la sangre, bombeada por el corazón, proporciona a los órganos, deja pasmados el comprobar la enorme cantidad de cristianos que nunca, o casi nunca, dedican el más mínimo tiempo a la oración. Muchísimos cristianos viven en la acedia o pereza espiritual y sin hacer oración, y no por falta de tiempo, porque prefieren ver televisión o internet antes que rezar, sin darse cuenta que sus almas languidecen y mueren.
La condición de la oración como elemento esencial para la vida del alma radica en que por la oración, el alma se une a Dios y obtiene de Él todo lo que Dios es y tiene para darle, puesto que Dios es Amor, Alegría infinita, Paz, Fortaleza, Luz, el alma que reza, obtiene de Él su Amor, su Alegría infinita, su Paz, su Fortaleza, su Luz. Pero lo contrario también es cierto: quien no reza, se aleja de Dios y por lo tanto se sumerge en el odio, en la tristeza, en la discordia, en la debilidad ante el pecado, y en las tinieblas más densas.
La otra columna de la vida espiritual, según San Basilio, es el trabajo, porque y si bien el trabajo quedó como una maldición luego del pecado original, no fue por el trabajo en sí mismo, sino por la pérdida de la gracia que abarcó a todos los aspectos y estados del hombre y su vida, comprendido el trabajo. En sí mismo, el trabajo no solo no es malo ni una maldición, sino que es una bendición, porque con el trabajo, el hombre imita a su Dios, que “trabajó” en la Creación, e imita al Hombre-Dios que, siendo Dios, trabajó como carpintero hasta los comienzos de la Predicación de la Buena Noticia y que sigue trabajando por la salvación de las almas. Quien no trabaja, no solo comete el pecado mortal de la pereza, sino que además contraría la imagen divina impresa en su alma, imagen que resplandece en el trabajo, porque Dios mismo trabaja. Es tan importante el trabajo, que San Pablo exhorta a “no comer” si alguien “no trabaja”: “El que no trabaja, que no coma” (2 Tes 3, 10-12). De esto se sigue cuán funesto es el no trabajar y el inducir a otros a no trabajar por medio de la corrupción política. Por el contrario, el que trabaja y ofrece su trabajo, sin importar el brillo social que este posea, se santifica y obtiene méritos para ganar el Reino de los cielos.
La última columna de la vida espiritual, según San Basilio, es el estudio, porque por medio de este no solo se disipan las tinieblas del error y de la ignorancia, sino que se consigue el acceso a la verdad en el campo que se estudia que, como toda verdad, participa de la Verdad Absoluta, Jesucristo. En otras palabras, el estudio –no necesariamente se refiere al estudio sistemático universitario y científico, sino también a la profundización en la fe que un alma sencilla puede y debe hacer según sus posibilidades- no solo libera de las tinieblas del error, sino que ilumina al alma con luz de la Verdad, que es Jesucristo, y así se dispone el alma, en el tiempo, para el encuentro con Cristo, cara a cara, en la eternidad.
Por último, a la oración, al trabajo y al estudio, podemos agregarle la sana diversión, porque la diversión –sana y ganada con sacrificio, luego de orar, trabajar y estudiar- procura alegría y la alegría, la alegría buena y sana, es participación de Dios Uno y Trino, que es “Alegría infinita”, como dice Santa Teresa de los Andes.

Oración, trabajo, estudio, son las columnas de la vida espiritual según San Basilio, a lo cual le agregamos, según las indicaciones de los santos, la sana alegría. Éste es el camino para llegar al cielo.


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