Thursday, December 31, 2015

¿Acaso crees que el Dios que ama a la humanidad te ha dado tanto para que lo uses solamente para tu propio beneficio? ( San Juan Crisóstomo )



¿Acaso crees que el Dios que ama a la humanidad te ha dado tanto para que lo uses solamente para tu propio beneficio? No, mas lo ha hecho para que tu abundancia pueda proveer la necesidad de otros.

San Juan Crisóstomo

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¿Qué es perfección en el amor? ( San Agustín )



¿Qué es perfección en el amor? Ama a tus enemigos de tal manera que quisieses que fueran tus hermanos. Pues de tal manera amó El, que al estar en la Cruz dijo; “Padre, perdónales pues no saben lo que hacen.”· (Lucas 23:34).

San Agustín

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Tuesday, December 29, 2015

Es necesario que la mamá ore mucho a lo largo de su embarazo y que ame a su bebé, que acaricie su vientre, que lea salmos, que cante troparios, que intente vivir una vida santa. ( San Porfirios del Monte Athos )


La edicación de los hijos comienza desde el momento de su concepción. El embrión puede escuchar y sentir en el vientre de la madre. Sí, escucha y ve a través de los ojos de la mamá. Percibe sus movimientos y sentimientos, aunque su mente aún no esté desarrollada. Si se ensombrece el rostro de la mamá, también su pequeño rostro se ensombrece. Si se enoja la mamá, también él se enoja. Todo lo que siente la mamá - tristeza, dolor, miedo, desasosiego - lo vive también él. Si la mamá no desea el bebé, si no lo ama, él lo siente y así se hiere su pequeña alma y esta herida le acompaña toda la vida. Lo mismo sucede con los sentimientos santos de la mamá: cuando está feliz, cuanto siente paz, amor por su hijito, todo esto se lo transmite sutilmente, como ocurre con los que ya han nacido.

Por eso, es necesario que la mamá ore mucho a lo largo de su embarazo y que ame a su bebé, que acaricie su vientre, que lea salmos, que cante troparios, que intente vivir una vida santa. Esto no solamente será útil para ella, sino que también constituye un sacrificio de amor por su bebé, para que también él se santifique, para que desde el inicio adquiera rasgos santos

Has visto qué delicado es, para la mujer, llevar en su vientre un bebé? Cuánta responsabilidad y, a la vez, cuánto honor!

San Porfirios del Monte Athos


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Monday, December 28, 2015

Cuando inesperadamente caigas en pecado, no te desesperes, no te encierres en ti mismo, no digas: “¿Como pude permitir que esto sucediera?” ( San Nicodemo Hagiorita )



Cuando inesperadamente caigas en pecado, no te desesperes, no te encierres en ti mismo, no digas: “¿Como pude permitir que esto sucediera?” Esa es la voz del egoísta orgulloso. Por el contrario, humíllate y poniendo tu atención espiritual en el Señor, di: “¿Qué mas puede esperarse de mi, oh Señor, siendo una persona tan débil e inmoral? e inmediatamente dale gracias, de que el pecado se detuvo allí, y confiesa: “Si no fuera por tu inagotable bondad, oh Señor, no me hubiera detenido en esto, sino definitivamente hubiera caído en algo peor,”

San Nicodemo Hagiorita


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Si Dios es amor, entonces el odio es el demonio ( San Basilio el Grande )



Así como Dios ilumina por igual a todas las personas con la luz del sol, así también los que desean imitar a Dios dejan brillar un rayo similar de amor sobre todas las personas. Pues en donde el amor desaparece, el odio aparece inmediatamente en su lugar. Y si Dios es amor, entonces el odio es el demonio. Por tanto, si uno tiene amor tiene a Dios dentro de si mismo, igualmente, el que tiene odio en su interior alimenta al demonio dentro de si mismo.

San Basilio el Grande

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Catequesis pronunciada por nuestro muy venerable santo padre Pacomio...


Catequesis pronunciada por nuestro muy venerable santo padre Pacomio, el santo archimandrita con motivo de un hermano que guardaba rencor contra otro; en tiempos del abad Ebonh, que había llevado a aquel hermano a Tabennesi. (Pacomio) le dirigió estas palabras en presencia de otros padres ancianos, para su gran alegría. En la paz de Dios! Desciendan sobre nosotros sus santas bendiciones y las de todos los santos! Que todos podamos ser salvados! Amén!

Hijo mío, escucha y sé sabio (Pr 23, 19), recibe la verdadera doctrina; hay, en efecto, dos caminos.

Sé obediente a Dios como Abraham, que dejó su tierra, marchó al exilio y vivió bajo una carpa con Isaac en la tierra prometida, como en tierra extranjera; obedeció, se humilló a sí mismo, recibió una heredad, incluso fue puesto a prueba con respecto a Isaac, fue valiente en la prueba y ofreció a Isaac en sacrificio a Dios. Por eso Dios lo llamó: “Mi amigo” (St 2, 23).

Recibe aquel ejemplo de bondad de Isaac, cuando escuchó a su padre, y le estuvo sometido hasta el sacrificio, como cordero inocente.

Recibe asimismo el ejemplo de la humildad de Jacob, su obediencia, su perseverancia, hasta convertirse en luz que ve al Padre del universo; fue llamado Israel.

Recibe aquel ejemplo de la sabiduría de José y su sumisión. Lucha en la castidad y en el servicio hasta reinar.

Hijo mío, imita la vida de los santos y practica sus virtudes. Despierta, no seas negligente, incita a tus conciudadanos, de los cuales te has constituido el garante (Pr 6, 3), levántate de entre los muertos; y Cristo te iluminará (Ef 5, 14), y la gracia se infundirá dentro de ti.

La paciencia, en efecto, te revela todas las gracias. Los santos fueron pacientes y consiguieron las promesas. El orgullo de los santos es la paciencia. Sé paciente para ser contado en las filas de los santos, confiando que recibirás una corona incorruptible.

¿Un mal pensamiento? Sopórtalo con paciencia, hasta que Dios te dé la calma. ¿El ayuno? Persevera con firmeza. ¿La oración? Sin descanso, en tu habitación entre tú y Dios. Un solo corazón con tu hermano; la virginidad en todos los miembros, virginidad en tus pensamientos, pureza de cuerpo y pureza de corazón; la cabeza inclinada y el corazón humilde, bondad en el momento de la cólera.

Si un pensamiento te oprime, no te desalientes sopórtalo con valor diciendo: Todos me rodearon, pero yo en el nombre del Señor los rechacé (Sal 117, 11). De improviso te llega el auxilio de Dios, los alejas de ti, Dios te protege y la gloria divina camina contigo, porque el coraje camina con el que es humilde y tú serás saciado como lo desea tu alma (Is 58, 11). Los caminos de Dios son la humildad de corazón y la bondad. Pues está escrito: ¿A quién cuidaré sino al humilde y al pacífico? (Is 66, 2). Si caminas por las sendas del Señor, él te custodiará, te dará fuerza, te colmará de ciencia y de sabiduría, pensará en ti en todo tiempo, te liberará del diablo y en tu muerte te dará la gracia en su paz.

Hijo mío, te ruego: vigila, sé sobrio, para conocer a aquellos que tienden trampas contra ti. El espíritu de la maldad y el de incredulidad suelen caminar juntos; el espíritu de la mentira y del fraude caminan juntos; el espíritu de la avaricia, el de la codicia y el del perjurio, aquel de la deshonestidad y el de la envidia caminan juntos; el espíritu de la vanagloria y el de la glotonería caminan juntos; el espíritu de la fornicación y el de la impureza caminan juntos; el espíritu de la enemistad y el de la tristeza caminan juntos. Desgraciada la pobre alma en la que habiten (estos vicios) y la dominen! A esa alma, la apartan de Dios, porque ella está en su poder, va de aquí para allí hasta que cae en el abismo del infierno.

Hijo mío, obedéceme, no seas negligente, no concedas el sueño a tus ojos, ni reposo a tus párpados, para que puedas escapar de las trampas como una gacela (Pr 6, 4-5). Hijo mío, muchas veces, desde mi juventud, cuando estaba en el desierto, todos los espíritus me han molestado, me afligían a tal punto que mi corazón se deprimía, al extremo de pensar que no podía resistir las amenazas del dragón. Me atormentaba de todas las formas. Si yo progresaba, excitaba contra mí a (sus espíritus) que me hacían la guerra; si me retiraba, me afligía con su insolencia; muchas veces mi corazón se turbó, iba de un lado a otro y no encontraba quietud. Si en cambio, huía cerca de Dios derramando lágrimas con humildad, con ayunos y noches de vigilias, entonces el adversario y todos sus espíritus quedaban impotentes frente a mí, el ardor divino venía a mí y de repente reconocía el auxilio de Dios, porque en su clemencia da a conocer a los hijos de los hombres su fuerza y su bondad.

Hijo mío, no condenes a ningún hombre; si ves que alguno es alabado, no digas: “Este ya ha recibido su recompensa”. Cuídate de este pensamiento pues es muy malvado. Dios no ama a quien se alaba a sí mismo y odia a su hermano. Pues quien se dice a sí mismo: “yo soy”, cuando no es nadie, se engaña a sí mismo (Ga 6, 3). ¿Quién podrá ayudarlo si es orgulloso, si se presenta del mismo modo en que se presenta Dios diciendo: Nadie es como yo (Ex 9, 14)? Oirá en seguida su propio reproche: Descenderás a los infiernos, serás arrojado con los muertos, debajo tuyo estará la podredumbre, te cubrirán los gusanos (Is 14, ll-15-19). En cuanto al hombre que ha adquirido la humildad, se juzga solo a sí mismo, diciendo: “Mis pecados sobrepasan los de los demás”, no juzga a nadie, no condena a nadie. ¿Quién eres tú para juzgar a un siervo que no es tuyo? Al que esta caído, en efecto, su Señor tiene el poder de hacerlo levantar (Rm 14, 4). Vigila sobre ti mismo, hijo mío, no condenes a ningún hombre, gusta de todas las virtudes y custódialas.

Si eres extranjero, permanece aparte, no busques refugio cerca de alguien y no te mezcles en sus asuntos. Si eres pobre, no te desanimes por ninguna cosa, para que no te sea dirigido el reproche: La pobreza es mala en la boca del impío (Si 13, 24-30) ni debas oír que se te dice: Si padecen hambre se entristecerán y maldecirán al jefe y a los ancianos (Is 8, 21). Cuida para que no se te haga la guerra porque te falta cualquier cosa respecto de las necesidades del cuerpo, con motivo de la comida. No te desanimes, sé paciente. Ciertamente Dios obra en lo secreto. Piensa en Habacuc en Judea y Daniel en Caldea. La distancia que los separaba era de cuarenta y cinco estadios; y además Daniel, entregado como alimento a las fieras, estaba en lo hondo de la fosa, y con todo (el profeta) le proveyó la comida. Piensa en Elías en el desierto y en la viuda de Sarepta; ésta estaba oprimida por el flagelo de la carestía y el tormento del hambre, y en tal indigencia no fue pusilánime, sino que luchó, venció y obtuvo lo que Dios le había prometido; su casa disfrutó de abundancia en tiempo de carestía. No es ciertamente prodigalidad dar pan en tiempo de abundancia y no es pobreza estar desalentado en la indigencia. Está escrito, en efecto, sobre los santos: Estaban necesitados, atribulados y afligidos (Hb 11, 37), pero se gloriaban en sus tribulaciones. Si eres perseverante en la lucha según las Escrituras, no sufrirás ninguna esclavitud, como está escrito: Que nadie los engañe en cuestión de comida y de bebida o respecto de las fiestas, novilunios o sábados. Estas cosas son las sombras de aquellas futuras (Col 2, 16-17).

Medita en todo momento las palabras de Dios, persevera en la fatiga, da gracia en todas las cosas, huye de las alabanzas de los hombres, ama a quien te corrige en el temor de Dios. Que todos te sean de provecho, para que tú seas de provecho a todos. Persevera en tu obra y en palabras de bondad. No des un paso adelante y otro atrás, a fin de que Dios no deje de amarte. La corona, en efecto, será para quien haya perseverado. Obedece siempre más a Dios, y él te salvará.

Cuando te encuentres en medio de tus hermanos no provoques las bromas. Sadrac, Mesac y Abed-Negó rechazaron las diversiones de Nabucodonosor; por eso éste no pudo convencerlos con las melodías de sus instrumentos, ni engañarlos con las comidas de su mesa. Y así ellos sofocaron aquella llama que se elevaba a una altura de cuarenta y nueve codos; no fueron disolutos con quien era disoluto, sino que fueron rectos con quien era recto, es decir con Dios. Por eso Dios los constituyó señores de sus enemigos. También Daniel, por su parte, no obedeció al malvado pensamiento de los Caldeos, por esto se convirtió en un gran elegido y fue hallado vigilante y sabio, y cerró las fauces de los leones salvajes (Hb 11, 33).

Ahora hijo mío, si pones a Dios como tu esperanza, él será tu auxilio en la hora de la angustia; Quien se acerca a Dios debe creer que él existe y que recompensa a aquellos que lo buscan (Hb 11, 6). Estas palabras han sido escritas para nosotros, para que creamos en Dios, para que jóvenes y ancianos luchemos con ayunos, oraciones y otras obras religiosas. Ni siquiera la saliva que se seca en tu boca durante el ayuno la olvidará Dios, sino que encontrarás todo esto en la hora de la angustia. Sólo humíllate en todo, contrólate en el hablar, incluso si has comprendido todas las cosas; no te acostumbres a insultar, sino soporta con alegría toda prueba. Si conocieras el honor que resulta de las pruebas no rezarías para ser librado, porque es bueno para ti orar, llorar, suspirar, hasta ser salvado, antes que relajar tu corazón y caer prisionero. ¿Oh hombre, qué haces en Babilonia? Has envejecido en tierra extranjera (Ba 3, 10), porque no te has sometido a la prueba y no obras con rectitud delante de Dios. Por esto, hermano, no relajes tu corazón.

Tal vez, eres un poco negligente, pero tus enemigos no acostumbran a dormir, ni son negligentes en tenderte trampas noche y día. Por eso no busques cosas grandes para no ser humillado y alegrar así a tus enemigos. Busca la humildad, porque quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado (Mt 23, 12; Lc 18, 14). Y si no estás en condiciones de bastarte a ti mismo, únete a otro que trabaje según el evangelio de Cristo y avanzarás con él. Escucha o bien sométete a quien escucha; sé fuerte, para ser llamado Elías, o bien obedece a quienes son fuertes, a fin de ser llamado Eliseo, quien por haber obedecido a Elías recibió doble parte de su espíritu.

Si quieres vivir en medio de los hombres, imita a Abraham, Lot, Moisés y Samuel. Si deseas vivir en el desierto, he aquí todos los profetas que te han precedido. Imita a aquellos que vagaron por el desierto, por los valles y las cavernas de la tierra (Hb ll, 37-38), pobres, atribulados y afligidos. Está escrito también: La sombra de quien está sediento y el Espíritu de los hombres que han soportado la violencia te bendecirán (Is 25, 4). Además, el ladrón sobre la cruz profirió una palabra, el Señor perdonó sus pecados y lo recibió en el paraíso. Entonces, qué gran honor recibirás si eres paciente en la prueba, o ante el espíritu de fornicación, o ante el espíritu de orgullo, o bien frente a cualquier otra pasión! Tú lucha contra las pasiones diabólicas, no para seguirlas, y Jesús te dará lo que te ha prometido. Cuídate de la negligencia, porque ella es la madre de todos los vicios.

Hijo mío, huye de la concupiscencia, porque entenebrece la mente y no permite conocer el misterio de Dios; te hace extraño al lenguaje del espíritu; te impide llevar la cruz de Cristo, y no deja que tu corazón esté sobrio para alabar a Dios. Cuídate de los apetitos del vientre, que te hacen ajeno a los bienes del paraíso. Cuídate de la impureza, ella provoca la ira de Dios y de sus ángeles.

Hijo mío, vuélvete hacia Dios y ámalo; huye del enemigo, y ódialo; así las bendiciones de Dios descenderán sobre ti, y podrás heredar la bendición de Judá, hijo de Jacob. Está escrito, en efecto: Judá, tus hermanos te bendecirán, tus manos estarán sobre la espalda de tus enemigos, y los hijos de tu padre te servirán (Gn 49, 8). Cuídate del orgullo, porque es el principio de todo mal. El comienzo del orgullo es alejarse de Dios y lo que le sigue es el endurecimiento del corazón. Si te cuidas de esto, tu lugar de reposo será la Jerusalén celestial. Si el Señor te ama y te da gloria, cuídate de exaltar tu corazón; antes bien, persevera en la humildad y habitarás en la gloria que Dios te ha dado. Vigila sobre ti, porque: Dichoso quien sea encontrado velando; será constituido sobre los bienes de su Señor (Mt 24, 46-47), y entrará lleno de alegría en la Realeza. Los amigos del esposo lo amarán, porque lo encontraron cuidando la viña.

Hijo mío, sé misericordioso en todas las cosas, porque está escrito: Esfuérzate por presentarte ante Dios como un hombre probado, un trabajador irreprensible (2 Tm 2, 15). Vuélvete hacia Dios como el que siembra y cosecha, y almacenarás en tu granero los bienes de Dios. No ores ostensiblemente como aquellos hipócritas, sino renuncia a tus deseos, obra para Dios obrando así por tu propia salvación. Si te aguijonea una pasión: amor por el dinero, envidia, odio y otras pasiones, vela sobre ti, ten un corazón de león, un corazón valiente, combate las pasiones, destrúyelas como a Sijón, Hog y todos los reyes de los Amorreos. El Hijo amado, el Unigénito, el rey Jesús, combate por ti para que puedas heredar las ciudades enemigas. Rechaza todo orgullo lejos de ti y sé valiente. Mira: cuando Jesús, el hijo de Navé, fue valeroso, Dios le entregó en sus manos a sus enemigos. Si eres pusilánime, te haces extraño a la ley de Dios; la pusilanimidad te colma de pretextos para ceder a la pereza, a la incredulidad y a la negligencia, hasta que perezcas. Ten un corazón de león, grita también tú: ¿Quién nos separará del amor de Dios? (Rm 8, 35), y dí: Aunque mi hombre exterior se desmorone, el interior se renueva día a día (2 Co 4, 16).

Si habitas en el desierto, lucha con oraciones, ayunos y mortificaciones. Si vives en medio de los hombres: Sé prudente como las serpientes y sencillo como las palomas (Mt 10, 16). Si alguien te maldice, sopórtalo de buen ánimo, espera en Dios que realizará lo que es bueno para ti. Tú no maldigas a la imagen de Dios, pues Dios te ha dicho: A quien me glorifique, yo lo glorificaré, a quien me maldiga yo lo maldeciré (1 S 2, 30). Y si te alaban, no te alegres, porque está escrito: Pobres de ustedes si todos los hombres los alaban (Lc 6, 26). También está dicho: Dichosos ustedes cuando los insulten, los persigan, y rechacen su nombre como maldito (Lc 6, 22). Del mismo modo nuestros padres Bernabé y Pablo, después de ser alabados, rasgaron sus vestiduras y se entristecieron, porque aborrecían la gloria de los hombres. También Pedro y Juan, después de haber sufrido ultrajes en el Sanedrín, salieron llenos de alegría porque habían merecido ser ultrajados por el santo nombre del Señor. Tenían su esperanza en la gloria de los cielos.

Pero tú, hijo mío, huye de los comodidades de este mundo, para estar en la alegría del mundo futuro; no seas negligente dejando pasar día tras día, no sea que te vengan a buscar antes de que tú lo adviertas y conozcas la angustia; y los servidores del ángel de la muerte te rodeen, te rapten cruelmente y te lleven a sus moradas de tinieblas, llenas de terror y angustia. No te aflijas cuando seas ultrajado por los hombres, sino aflígete y suspira cuando peques (este es el verdadero ultraje) y cuando seas doblegado por tus pecados.

Te ruego insistentemente odiar la vanagloria. La vanagloria es el arma del diablo. De este modo fue engañada Eva. (El diablo) le dijo: Coman del fruto del árbol, se abrirán sus ojos y serán como dioses (Gn 3, 5). Ella escuchó pensando que era verdad, buscó tener la gloria de la divinidad y le fue quitada incluso aquella gloria humana. Lo mismo tú, si sigues la vanagloria, ella te hará ajeno a la gloria divina. Pero para Eva no había nada escrito a fin de advertirla sobre esta guerra antes que el diablo la tentase; para esto vino el Logos de Dios y tomó carne de la Virgen María: para liberar a la estirpe de Eva. Tú, en cambio, respecto a esta guerra, te has instruido en las Santas Escrituras por los santos que te han precedido. Por eso, hermano mío, no digas: “No había oído hablar, no me habían informado ni ayer ni antes de ayer”. Pues está escrito, en efecto: El clamor de su voz se ha difundido por toda la tierra, y sus palabras han llegado hasta los confines del mundo (Sal 18, 15; Rm 10, 18). Ahora, pues, si eres alabado, refrena tu corazón y da gloria a Dios. Y si, en cambio, te insultan, da gloria a Dios y agradécele de ser digno de la suerte de su Hijo y de sus santos. Si han llamado “impostor” a tu Señor, “locos” a los profetas, y “tontos” a otros, cuanto más nosotros, (que somos) tierra y ceniza, no debemos entristecernos cuando somos calumniados. Este es el camino para que tengas vida. Si en cambio, es tu negligencia la que te precipita, entonces llora y gime. En efecto: Aquellos que se criaban entre púrpura, ahora están cubiertos de basura (Lm 4, 5), porque han descuidado la ley de Dios y han seguido sus caprichos. Ahora, hijo mío, llora delante de Dios en todo tiempo, porque esta escrito: Dichoso el que has elegido y has tomado contigo! (Sal 64, 5). Has puesto en su corazón tus pensamientos en el valle del llanto, lugar que tú has preparado (Sal 83, 6-7).

Adquiere la inocencia, sé como esas ovejas inocentes, que si se les quita la lana no dicen ni una palabra. No vayas de un lugar a otro diciendo: “Aquí o allá encontraré a Dios”. Dios ha dicho: Yo lleno el cielo, Yo lleno la tierra (Jr 23, 24). Y de nuevo: Si pasaras a través del agua, Yo estoy contigo (Is 43, 2). Y: Los ríos no te sumergirán (Is 43, 2). Debes saber, hijo mío, que Dios vive dentro de ti, para que permanezcas en su ley y en sus mandamientos. El ladrón estaba en la cruz y entró en el paraíso. Judas, en cambio, era uno de los apóstoles y traicionó a su Señor. Rajab yacía en la prostitución y fue contada entre los santos; Eva, en cambio, en el paraíso fue engañada. Job sobre la basura fue comparado a su Señor; Adán en el paraíso se desvió del precepto. Los ángeles estaban en el cielo y fueron precipitados al abismo; Elías y Henoc fueron conducidos a la realeza de los cielos. En todo lugar, por tanto, busquen a Dios, busquen en todo tiempo su fuerza (1 Cr 16, 11; Sal 104, 4). Búsquenlo como Abraham que obedeció a Dios, ofreció en sacrificio a su hijo y por esto fue llamado “mi amigo”. Búsquenlo como José, que luchó contra la impureza hasta reinar sobre sus enemigos. Búsquenlo como Moisés, que siguió a su Señor; él lo constituyó legislador y le hizo conocer su imagen. Lo buscó Daniel y (Dios) le dio a conocer grandes misterios y lo salvó de las fauces de los leones. Lo buscaron los tres santos y lo encontraron en el horno ardiente. Job se refugió en él, y él le curó sus heridas. Lo buscó Susana, y (Dios) la salvó de las manos de los impíos. Lo buscó Judit, y lo encontró en la carpa de Holofernes. Todos estos lo buscaron, y él los salvó, y también salvó a los otros.

En cuanto a ti, hijo mío, ¿hasta cuándo serás negligente? ¿cual es el límite de tu negligencia? Este año es como el año pasado y hoy es como ayer. Mientras seas negligente, no habrá ningún progreso para ti. Sé sobrio, eleva tu corazón. Deberás comparecer delante del tribunal de Dios y rendir cuentas de lo que has hecho en lo secreto y de lo que has hecho públicamente. Si vas a un lugar donde se combate la guerra, la guerra de Dios, y si el Espíritu de Dios te exhorta: “No te duermas en este lugar, porque hay insidias”, y el diablo por su parte te susurra: “Cualquier cosa que te suceda, es la primera vez, o si has visto esto o aquello, no te aflijas”, no escuches sus astutos discursos. No sea que el Espíritu de Dios se retire de ti y te desanimes, que pierdas la fuerza como Sansón, que los extranjeros te aten con cadenas y te lleven a la rueda de moler; es decir, al rechinar de dientes y te conviertas para ellos en un objeto de irrisión, es decir que se burlen de ti y que ya no conozcas más el camino hacia tu ciudad, porque te han sacado los ojos por haberle abierto tu corazón a Dalila, es decir al diablo que te ha capturado con el engaño, porque no has escuchado los consejos del Espíritu. Has visto también lo que le sucedió a un hombre valiente como David; felizmente en seguida se arrepintió respecto de la mujer de Urías. Está escrito asimismo: Así sois ahora vosotros para mí; os espantáis, viendo mis males (Job 6, 21).

He aquí que has aprendido que Dios no les ha ahorrado (pruebas) a los santos. Vigila, entonces, sabes las promesas que has hecho, huye de la arrogancia, arranca de ti mismo al diablo para que él no te arranque los ojos de tu inteligencia y te deje ciego, de modo que no conozcas más el camino de la ciudad, el lugar donde vives. Reconoce de nuevo la ciudad de Cristo, dale gloria porque ha muerto por ti.

¿Por qué cuándo un hermano te hiere con una palabra, te enojas, te comportas como una fiera? ¿Acaso no recuerdas que Cristo murió por ti? Y cuando tu enemigo, esto es el diablo, te susurra alguna cosa, inclinas tu oído hacia él para que te derrame su maldad, le abres tu corazón y absorbes el veneno que te ha dado. ¡Desdichado! ¡Éste es el momento de transformarte en una fiera o ser como el fuego, para quemar toda su maldad! Debiste tener náuseas y vomitar la maloliente iniquidad; ¡que el veneno no penetre dentro de ti y perezcas! Oh hombre, no has soportado una pequeña palabra dicha por tu hermano. Pero cuando el enemigo busca devorar tu alma, ¿entonces, qué has hecho? ¿Con él sí tuviste paciencia?

No, querido mío, no se deberá lamentar tu situación, puesto que en vez de un ornamento de oro sobre la cabeza, se te rapará la cabeza a causa de tus obras (Is 3, 24). Vigila más bien sobre ti, soporta alegremente a quien te desprecia, sé misericordioso con tu hermano, no temas los sufrimientos del cuerpo.

Hijo mío, presta atención a las palabras del sabio Pablo cuando dice: Me esperan cadenas y tribulaciones en Jerusalén, pero no justifico mi alma con ninguna palabra sobre el modo de acabar mi carrera (Hch 20, 23-24); y: Estoy dispuesto a morir en Jerusalén por el nombre de mi Señor Jesús Cristo (Hch 21, 13). Ni el sufrimiento, en efecto, ni la prueba, impedirán a los santos alcanzar al Señor. ¡Ten confianza! ¡Sé valiente! ¡Acaba con la cobardía diabólica! Corre más bien en pos del coraje de los santos. Hijo mío, ¿por qué huyes de Adonai, el Señor Sabaoth y recaes en la esclavitud de los Caldeos? ¿Por qué das de comer a tu corazón en compañía de los demonios?

Hijo mío, cuídate de la fornicación, no corrompas los miembros de Cristo. No obedezcas a los demonios. No hagas de los miembros de Cristo, miembros de una prostituta (1 Co 6, 15). Piensa en la angustia del castigo, pon delante de ti el juicio de Dios, huye toda concupiscencia, despójate del hombre viejo y de sus obras y revístete del hombre nuevo (Col 3, 9). Piensa en la angustia (que experimentarás) en el momento de salir de este cuerpo.

Hijo mío, refúgiate a los pies de Dios! Es él quien te ha creado y por ti ha padecido estos sufrimientos. Ha dicho, en efecto: Ofrecí mi espalda a los latigazos y mis mejillas a los golpes, no retiré mi cara a la ignominia de los salivazos (Is 50, 6). Oh hombre, ¿de qué te sirve hacer el camino hacia Egipto para beber el agua de Geón, que está contaminada? (Jr 2, 18). ¿En qué te benefician estos pensamientos turbulentos, hasta el extremo de sufrir tales penas? Conviértete, más bien, y llora sobre tus pecados. Está escrito, en efecto: El Señor quiso quebrantarle con sufrimientos, mas luego de ofrecer su vida en sacrificio por el pecado, verá descendencia y vivirá largos días (Is 53, 10).

Oh hombre, has visto que la transgresión es una cosa mala, y cuánto sufrimiento y angustia engendra el pecado. Pronto, huye, oh hombre, del pecado, piensa en seguida en la muerte. Está escrito: El hombre sensato trata duramente al pecado (Pr 29, 8), y: El rostro de los ascetas resplandecerá como el sol (Mt 13, 43; Dn 12, 3). Acuérdate también de Moisés: Prefirió sufrir con el pueblo de Dios, antes que gozar de las delicias momentáneas del pecado (Hb 11, 25). Si amas el sufrimiento de los santos, ellos serán tus amigos e intercesores ante Dios y el te concederá todas tus justas peticiones, pues has llevado tu cruz y has seguido a tu Señor.



No busques un puesto de honor entre los hombres, para que Dios te proteja contra las tempestades que tú no conoces y te establezca en su ciudad, la Jerusalén celestial. Examina todo y quédate con lo que bueno (1 Ts 5, 21). No seas altanero frente a la imagen de Dios. Vigila sobre tu juventud, para velar sobre tu ancianidad. Que no debas experimentar vergüenza o reproches en el valle de Josafat, allí donde todas las criaturas de Dios te verán y te increparán diciendo: “Siempre habíamos pensado que eras una oveja y aquí, en cambio, ¡hemos constatado que eres un lobo! Vete ahora al abismo del infierno, arrójate en el seno de la tierra” (Is 14, 15). ¡Qué gran vergüenza! En el mundo eras alabado como un elegido, pero cuando llegaste al valle de Josafat, al lugar del juicio, te han visto desnudo, y todos contemplan tus pecados y tu inmundicia expuestos ante Dios y los hombres. Pobre de ti en aquella hora! ¿Hacia dónde volverás tu rostro? ¿Abrirás acaso tu boca? ¿Qué dirás? Tus pecados están impresos sobre tu alma negra como un cilicio. ¿Qué harás entonces? ¿Llorarás? Tus lágrimas no serán recibidas. ¿Suplicarás? Tus súplicas no serán recibidas, porque no tienen piedad aquellos a los cuales te has entregado. Pobre de ti en aquella hora, cuando oigas la voz severa y terrible: Los pecadores, vayan al infierno (Sal 9, 18), y también: Apártense de mi malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles (Mt 25, 41). Y también: A los que cometieron transgresiones yo los he detestado (Sal 100, 3). Borraré de la ciudad del Señor a todos aquellos que obran el mal (Sal 100, 8).

Hijo mío, usa de este mundo con circunspección, avanza considerándote nada, sigue al Señor en todas las cosas para estar seguro en el valle de Josafat. Que el mundo te mire como a uno de aquellos que han sido despreciados, a fin de que en el día del juicio, en cambio, ¡tu seas hallado revestido de gloria! Y no confíes a nadie tu corazón en lo que atañe al descanso de tu alma, sino confía todos tus anhelos al rey y él te sustentará (Sal 54, 23). Mira a Elías, confió en el Señor en el torrente Querit y fue alimentado por un cuervo.

Cuídate atentamente de la fornicación. Ésta ha herido y ha hecho caer a muchos. No te hagas amigo de un joven. No corras detrás de las mujeres. Huye de la complacencia del cuerpo, porque las amistades inflaman como llamas. No corras tras ninguna carne, porque si la piedra cae sobre el hierro, la llama se inflama y consume todas las sustancias. Refúgiate siempre en el Señor, siéntate a su sombra, porque quien vive bajo la protección del Altísimo, habitará a la sombra del Dios del cielo (Sal 90, 1), y no vacilará nunca (Sal 124, 1). Acuérdate del Señor y que suba a tu corazón el pensamiento de la Jerusalén celestial; estarás bajo la bendición del cielo y la gloria de Dios te custodiará.

Vigila con toda solicitud tu cuerpo y tu corazón. Busca la paz y la pureza (Hb 12, 14), que están unidas entre sí, y verás a Dios. No tengas disputas con nadie, porque quien está en alguna pelea con su hermano, es enemigo de Dios y quien está en paz con su hermano, está en paz con Dios. ¿No has aprendido ahora que nada es más grande que la paz que conduce al amor mutuo? Incluso si estás libre de todo pecado, pero eres enemigo de tu hermano, te haces extraño a Dios; está escrito, en efecto: Busquen la paz y la pureza (Hb 12, 14), porque están unidas entre sí. Está escrito asimismo: Aunque tuviese toda la fe como para mover montañas, si no tengo el amor del corazón, de nada me serviría (1 Co 13, 2-3). El amor edifica (1 Co 8, 1). ¿Qué cosa podría ser purificada de la impureza? (Si 34, 4). Si sientes en tu corazón odio o enemistad, ¿dónde está tu pureza? El Señor dice por Jeremías: Dirige a su prójimo palabras de paz, pero hay enemistad en su corazón, habla amablemente a su prójimo pero hay enemistad en su corazón, o alimenta pensamientos de enemistad. ¿Contra esto no deberé encolerizarme? dice el Señor. ¿O de un pagano como éste mi alma no deberá vengarse? (Jr 9, 5-9). Es como si dijese: “El que es enemigo de su hermano, ése es un pagano, porque los paganos caminan en las tinieblas, sin conocer la luz. Así, quien odia a su hermano camina en las tinieblas y no conoce a Dios. El odio y la enemistad, en efecto, han cegado sus ojos y no ve la imagen de Dios.

El Señor nos ha mandado amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen y hacer el bien a los que nos persiguen. ¡En qué peligro nos encontramos entonces, si nos odiamos unos a otros, (si odiamos) a nuestros miembros-hermanos unidos a nosotros, los hijos de Dios, renuevos de la verdadera vid, ovejas del rebaño espiritual reunidas por el verdadero pastor, el Unigénito de Dios, que se ofreció en sacrificio por nosotros! Por esta obra grandiosa el Logos viviente ha padecido esos sufrimientos. ¿Y tú, oh hombre, la odias por envidia y vanagloria, por avaricia o por arrogancia? Así, el enemigo te ha descarriado para hacerte extraño a Dios. ¿Qué defensa presentarás delante de Cristo? Él te dirá: “Odiando a tu hermano me odias a mí”. Irás, pues, al castigo eterno, porque has alimentado la enemistad hacia tu hermano; en cambio, tu hermano entrará en la vida eterna, porque se ha humillado delante de ti por causa de Jesús.

Busquemos entonces los remedios para este mal antes de morir. Queridísimos, dirijámosnos al evangelio de la verdadera ley de Dios, el Cristo, y le oiremos decir: No condenen para no ser condenados, perdonen y serán perdonados (Lc 6, 37). Si no perdonas, tampoco serás perdonado. Si estás en peleas con tu hermano, prepárate para el castigo por tus culpas, tus transgresiones, tus fornicaciones realizadas ocultamente, tus mentiras, tus palabras obscenas, tus malos pensamientos, tu avaricia, tus malas acciones de las que rendirás cuenta al tribunal de Cristo, cuando todas las creaturas de Dios te contemplarán y todos los ángeles del entero ejército angélico estarán presentes con sus espadas desenvainadas, obligándote a justificarte y a confesar tus pecados; y tus vestidos estarán todos manchados y tu boca permanecerá cerrada; ¡estarás aterrado sin tener nada que decir! Desventurado, ¿de cuántas cosas deberás rendir cuentas? Impurezas innumerables, que son como un cáncer para tu alma, deseos de los ojos, malos pensamientos que entristecen al Espíritu y afligen el alma, palabras inconvenientes, lengua fanfarrona que mancha todo el cuerpo, bromas, malas diversiones, maledicencias, celos, odios, burlas, ofensas contra la imagen de Dios, condenas, deseos del vientre que te han excluido de los bienes del paraíso, pasiones, blasfemias que es vergonzoso mencionar, malos pensamientos contra la imagen de Dios, cólera, disputas, obscenidades, arrogancia de los ojos, deseos perversos, falta de respeto, vanidades. Sobre todo esto serás interrogado, porque has pleiteado con tu hermano y no has resuelto el pleito, como hubieras debido, en el amor de Dios. ¿Nunca has oído decir que la caridad cubre una multitud de pecados (1 P 4, 8)? Y Su Padre que esta en los cielos hará con vosotros lo mismo si no os perdonáis mutuamente en vuestros corazones (Mt 18, 35). Su Padre que está en los cielos no os perdonará vuestros pecados.

He aquí, queridos míos, que vosotros sabéis que nos hemos revestido de Cristo, bueno y amigo de los hombres. No nos despojemos de Cristo a causa de nuestras malas obras. Hemos prometido la pureza a Dios, hemos prometido la vida monástica, cumplamos las obras que son: ayuno, oración incesante, la pureza de cuerpo y la pureza de corazón. Si hemos prometido a Dios la pureza, no nos ocurra que seamos sorprendidos en la fornicación, la cual asume formas variadas. Se ha dicho, en efecto: Se han prostituido de múltiples formas (Ez 16, 25). Hermanos míos, que no nos sorprendan en obras de este género, qué no nos encuentren inferiores a todos los hombres!

Nos hemos prometido a nosotros mismos ser discípulos de Cristo; mortifiquémosnos, porque la mortificación maltrata a la impureza. Esta es la hora de la lucha. No nos retiremos, por el temor de devenir esclavos del pecado. Hemos sido constituidos luz del mundo; que nadie se escandalice por causa nuestra. Revistámosnos de silencio, pues muchos, en efecto, le deben su salvación.

Velad sobre vosotros mismos, hermanos! No seamos exigentes entre nosotros, por temor a que lo sean con nosotros en la hora del castigo. A nosotros, vírgenes, monjes, anacoretas, ciertamente se nos dirá: “Dame lo mío con los intereses” Nos increparán y nos dirán: “¿Dónde está el vestido de bodas? ¿Dónde está la luz de las lámparas? Si eres mi hijo, ¿donde esta mi gloria? Si eres mi siervo, ¿dónde mi temor? (Ml 1, 6). Si me has odiado en este mundo, ahora apártate de mi porque no te conozco (Mt 7, 23). Si has odiado a tu hermano, te has hecho extraño a mi realeza. Si has estado en peleas con tu hermano y no lo has perdonado, te atarán las manos detrás de la espalda, te atarán los pies y te arrojarán a las tinieblas exteriores, donde habrá llantos y rechinar de dientes (Mt 22, 13). Si has golpeado a tu hermano, serás entregado a los ángeles sin piedad y serás fustigado con el flagelo de las llamas eternamente. No has tenido respeto por mi imagen, me has insultado, me has despreciado y deshonrado, por eso yo no tendré respeto por ti en la aflicción de tu angustia. No has hecho las paces con tu hermano en este mundo, yo no estaré contigo en el día del gran juicio. Has insultado al pobre. Es a mí a quien has insultado. Has golpeado al desgraciado. Así te has hecho cómplice de quien me ha golpeado en mi humillación sobre la cruz.”

“¿Acaso te he dejado a faltar alguna cosa desde mi salida del mundo? ¿No te hice el don de mi cuerpo y de mi sangre como alimento de vida? ¿No padecí la muerte por tu causa, a fin de salvarte? ¿No te manifesté el misterio celestial, para hacer de ti mi hermano y mi amigo? ¿No te he dado el poder de pisar serpientes y escorpiones y todo poder sobre el enemigo (Lc 10, 19)? ¿No te he dado múltiples remedios de vida con los cuales puedes salvarte: mis portentos, mis signos, mis milagros, con los cuales me revestí en el mundo como con una armadura de guerra? Te los he dado para que te ciñas y derrotes a Goliat, es decir, al diablo. ¿Qué cosa te falta ahora, por qué te me has convertido en un extraño? ¡Sólo tu negligencia te precipita en el abismo infernal!”

Hijo mío, estas cosas y otras peores nos dirán si somos negligentes y no obedecemos (el mandamiento) de perdonarnos mutuamente. Vigilemos sobre nosotros mismos y cuales son las potestades de Dios, que vendrán en nuestro auxilio en el día de la muerte; aquellas que nos guiaron en medio de la dura y terrible guerra, aquellas que harán resurgir nuestras almas de entre los muertos.

Se nos ha dado, ante todo, la fe y la ciencia para expulsar de nosotros mismos la incredulidad, se nos ha dado, después, la sabiduría y la prudencia para discernir los pensamientos del diablo, huirlos y detestarlos. Se nos ha predicado el ayuno, la oración, la templanza, que otorgan la calma al cuerpo y la quietud a las pasiones. Se nos ha dado la pureza y la vigilancia, gracias a las cuales Dios habitará en nosotros. Se nos ha dado la paciencia y la mansedumbre. Si custodiamos todo esto, heredaremos la gloria de Dios.

Se nos ha dado el amor y la paz, poderosos en la lucha; el enemigo, en efecto, no se puede acercar al lugar donde se encuentran éstos. Respecto a la alegría, se nos ha ordenado combatir con ella la tristeza. Se nos ha dado la generosidad y la disposición para el servicio. Nos han dado la santa oración y la perseverancia que colman de luz el alma. Se nos ha dado la modestia y la simplicidad, que desarman la maldad. Ha sido escrito para nosotros que debemos abstenernos de juzgar, para vencer la mentira, perverso vicio que está en el hombre, porque si no juzgamos no seremos juzgados en el día del juicio. Se nos ha dado la paciencia para afrontar el sufrimiento y las injusticias, para que no nos oprima el desaliento.

Nuestros padres han transcurrido sus vidas en el hambre, en la sed y en innumerables mortificaciones, hasta conquistar la pureza; sobre todo han huido del hábito del vino, que nos colma de todos los males. Las turbaciones, los tumultos y los desórdenes en nuestros miembros son causados por el abuso del vino. Esta es una pasión llena de pecados, es la esterilidad y la podredumbre de los frutos. La insaciable voluptuosidad entenebrece el entendimiento, hace impúdica la conciencia y rompe el freno de la lengua. Hay alegría plena cuando no se entristece al Espíritu Santo y no está atontada la voluntad. El sacerdote y el profeta, está escrito, fueron atontados por el vino (Is 28, 7). El vino es licencioso, insolente la ebriedad. Quien se abandona a él no estará limpio de pecado (Pr 20, 1). Cosa buena es el vino, si se bebe con moderación. Si vuelves tus ojos a las copas y a los cálices, caminarás desnudo como un necio (Pr 23, 31). El que se haya preparado para hacerse discípulo de Jesús, que se abstenga del vino y de la ebriedad.

Nuestros padres, conociendo cuántos males provienen del vino, se abstuvieron. Bebían poquísimo, en caso de enfermedad. Y si le fue concedido un poco a Timoteo, ese gran trabajador, eso sucedió porque su cuerpo estaba lleno de enfermedades. Pero a quien hierve de vicios en la flor de la juventud, en quien se acumulan las impurezas de las pasiones, ¿qué le diré? Tengo miedo de decirle que no beba (vino) por temor de que alguno, despreciando la propia salvación, murmure contra mí. En nuestros días, en efecto, para muchos este lenguaje es duro. Además, queridos míos, es bueno vigilar y es útil mortificarse, porque quien se mortifica pondrá en un lugar seguro su nave, en el buen y santo puerto de la salvación, y se saciará de los bienes del cielo.

Pero lo que es todavía más grande que todo esto: nos ha sido dada la humildad; ella vela sobre todas las otras virtudes, tal es la gran y santa fuerza de la cual se revistió Dios cuando vino al mundo. La humildad es el baluarte de las virtudes, el tesoro de las obras, la armadura de la salvación, el remedio para toda herida. Después de haber fabricado las telas finas, los ornamentos preciosos y todos los adornos para el tabernáculo, fue revestido con una tela da cilicio. La humildad es cosa mínima delante de los hombres, pero preciosa y estimada delante de Dios. Si la adquirimos pisaremos todo el poder del enemigo (Lc 10, 19). Está escrito, en efecto: ¿A quién miraré, sino al humilde y al manso? (Is 66, 2).

No concedamos reposo a nuestro corazón en este tiempo de carestía, porque si se ha multiplicado la jactancia y la vanagloria, se ha multiplicado la avidez, reina la fornicación por causa de la saciedad de la carne, ha prevalecido el orgullo. Los jóvenes no obedecen más a los ancianos, los ancianos no se preocupan más por los jóvenes, cada uno camina según los deseos de su corazón. Éste es el tiempo de gritar con el profeta: Ay de mí, oh alma mía! El hombre que teme a Dios ha desaparecido de la tierra y el que es recto entre los hombres no vive más según el Cristo; cada uno oprime a su prójimo (Mi 7, 1-2).

Queridísimos míos, luchen porque el tiempo está cerca y los días se han acortado. Ya no hay un padre que enseñe a sus hijos, no hay un hijo que obedezca a su padre, han desaparecido las vírgenes rectas; los santos padres han muerto doquiera. Han desaparecido madres y viudas. Hemos llegado a ser como huérfanos; se pisa a los humildes y se golpea la cabeza de los pobres. Por esto, todavía un poco y vendrá la ira de Dios, y estaremos en la aflicción sin que haya nadie para consolarnos. Todo esto nos ha sucedido porque no hemos querido mortificarnos.

Queridos míos, luchemos para recibir la corona que ha sido preparada. El trono está listo, la puerta de la realeza está abierta; al vencedor le daré el maná escondido. Si luchamos y vencemos las pasiones, reinaremos para siempre, pero si somos vencidos tendremos remordimientos y lloraremos con lágrimas amargas. Combatámonos a nosotros mismos mientras esté a nuestro alcance la penitencia. Revistámonos con la mortificación y así nos renovaremos en la pureza. Amemos a los hombres y seremos amigos de Jesús, amigo de los hombres.

Si hemos prometido a Dios la vida monástica, hagamos las obras de la vida monástica que son: ayuno, pureza, silencio, humildad, ocultamiento, caridad, virginidad, pero no sólo del cuerpo, sino aquella virginidad que es (escudo) contra todo pecado. En el evangelio, en efecto, algunas vírgenes fueron rechazadas a causa de su pereza; aquellas, en cambio, que vigilaban valerosamente entraron en la sala de bodas. ¡Que cada uno de nosotros pueda entrar en ese lugar para siempre!

El amor al dinero: por su causa somos combatidos. Si quieres amasar riquezas, que son la carnada para el anzuelo del pescador, sobre todo mediante la avaricia o con el comercio, o bien con la violencia o con el engaño, o con un trabajo excesivo, al extremo de no tener tiempo para servir a Dios, o por cualquier otro medio, si has deseado amasar oro y plata, recuerda aquello que se dice en el evangelio: Insensato! Esta noche te será quitada la vida y aquello que has amontonado ¿para quien será? (Lc 12, 20). Y también: Amontona tesoros, sin saber para quién los amontona (Sal 38, 7).

Lucha, querido mío, combate contra las pasiones y di: “Haré como Abrahám, levantaré mis manos hacia el Dios Altísimo, que ha creado el cielo y la tierra (para atestiguar) que no tomaré nada de lo que es tuyo, ni un hijo, ni la correa de una sandalia (Gn 14, 22-23)”; son bienes esenciales para un humilde extranjero. Y (di también) El Señor ama al prosélito, para proveerlo de pan y vestido (Dt 10, 18). Igualmente a propósito de la pereza, por causa de la cual se nos combate: Acumula riquezas en vistas a la limosna y para los necesitados (Si 18, 25). Recuerda que está escrito: Serán maldecidos tus graneros y todo lo que ellos contengan (Dt 28, 17). A propósito del oro y de la plata, Santiago ha dicho: Su herrumbre se levantará en testimonio contra ustedes; la herrumbre devorará su carne como el fuego (St 5, 3), y: Es superior el hombre justo que no tiene ídolos (Ba 6, 72) y ve su ignominia. Purifícate de la maldición, antes que el Señor te llame. Has puesto tu esperanza en Dios, porque está escrito: Que sus corazones sean puros y perfectos delante de Dios (1 R 8, 61).

Querido mío, te saludo en el Señor. En verdad has puesto en Dios tu auxilio, él te ama, has caminado con todo el corazón según los mandamientos de Dios. Que Dios te bendiga, ¡que tus fuentes se vuelvan ríos y tus ríos un mar! Verdaderamente eres carro y auriga de la templanza. La lámpara de Dios arde delante de ti, que reflejas la luz secreta del Espíritu y dispones tus palabras con juicio. Que Dios te conceda la gracia de la fuerza atlética de los santos, que no se encuentren ídolos en tu ciudad. Que puedas poner tu pie sobre el cuello del príncipe de las tinieblas, ver al generalísimo del ejército del Señor a tu derecha, sumergir al faraón y sus ejércitos y hacer atravesar a tu pueblo el mar salado, es decir ésta vida. ¡Así sea!

¡Te ruego aún no dar reposo a tu corazón! Esta es la alegría de los demonios: hacer que el hombre conceda reposo a su corazón y arrastrarlo a la red antes que lo advierta. No seas negligente en aprender el temor del Señor, crece como las jóvenes plantas y agradarás a Dios, como un joven búfalo que levanta en alto sus cuernos y sus pezuñas. Sé un hombre fuerte en obras y palabras; no reces como los hipócritas, para que tu suerte no sea como la de ellos. No pierdas ni siquiera un día de tu existencia, conoce qué cosa le das a Dios cada día. Vive solo, como un general prudente. Discierne tu pensamiento, sea que vivas en la soledad, sea en medio de otros. Cada día, en suma, júzgate a ti mismo. Es mejor, en efecto, vivir en medio de un millar de hombres con toda humildad, que solo en una guarida de hiena, con orgullo. De Lot, que vivía en medio de Sodoma se atestigua que era un excelente hombre de fe. Hemos escuchado, en cambio, respecto a Caín, con el cual no había sobre la tierra sino tres seres humanos, que fue un malvado.

Ahora se te propone la lucha. Examina lo que te ocurre cada día, para saber si estás en el número de los nuestros o en el de aquellos que nos combaten. Solamente a ti los demonios acostumbran a presentarse por tu derecha, a los demás hombres se les aparecen por la izquierda. También yo, en verdad, fui asaltado por la derecha; me llevaron al diablo atado como un asno salvaje, pero el Señor me socorrió; yo no confié en ellos y no les entregué mi corazón. Muchas veces fui tentado por insidias diabólicas a mi derecha, y (el diablo) se puso a caminar delante mío. Se atrevió incluso a tentar al Señor, pero éste lo hizo desaparecer junto con sus engaños.

Hijo mío, revístete de humildad, toma como consejeros tuyos a Cristo y a su Padre bueno; sé amigo de un hombre de Dios, que tenga la ley de Dios en su corazón, sé como un pobre que lleva su cruz y ama las lágrimas. Permanece de duelo también tú, con un sudario en la cabeza. Que tu celda sea para ti una tumba, hasta que Dios te resucite y te dé la corona de la victoria.

Si alguna vez llegas a litigar con un hermano que te ha hecho sufrir con una palabra suya, o si tu corazón hiere a un hermano diciéndole: “No mereces esto”, o bien si el enemigo te insinúa contra alguien: “No merece esas alabanzas”, si recibes la sugestión o el pensamiento del diablo, si crece la hostilidad de tu pensamiento, si estas en disputa con tu hermano, sabiendo que no hay bálsamo en Galaad, ni médico en la vecindad (Jr 8, 22), refúgiate en seguida en la soledad con la conciencia en Dios, llora a solas con Cristo y el espíritu de Jesús le hablará a tu entendimiento y te convencerá de la plenitud del mandamiento. ¿Por qué debes luchar solo, igual que una fiera salvaje, como si este veneno estuviese dentro de ti?

Piensa que tú también has caído a menudo. ¿No has escuchado decir a Cristo: Perdona a tu hermano setenta veces siete (Mt 18, 22)? ¿No has derramado lágrimas muchas veces suplicando: Perdóname mis innumerables pecados (Sal 24, 18)? Si tú exiges lo poco que tu hermano te debe, en seguida el Espíritu de Dios pone delante tuyo el juicio y el temor de los castigos. Recuerda que los santos fueron considerados dignos de ser ultrajados. Recuerda que Cristo fue abofeteado, insultado y crucificado por tu causa; y él colmará inmediatamente tu corazón con la misericordia y el temor; entonces te postrarás en tierra llorando, y diciendo: “Perdóname, Señor, porque he hecho sufrir a tu imagen”. Inmediatamente te levantarás con el consuelo del arrepentimiento y te arrojarás a los pies de tu hermano con el corazón abierto, con el rostro radiante, la sonrisa sobre los labios, irradiando paz y, sonriendo, le pedirás a tu hermano: “Perdóname, hermano mío, por haberte hecho sufrir”. Que abunden tus lágrimas; después de las lágrimas viene una gran alegría. Que la paz exulte entre vosotros dos y el Espíritu de Dios, por su parte, se gozará y exclamará: Dichosos los pacíficos por que serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9). Cuando el enemigo oye el sonido de esta voz, queda confundido, Dios es glorificado y sobre ti desciende una gran bendición.

Hermano mío, éste es el tiempo de hacernos la guerra a nosotros mismos; tú sabes que por todas partes se levantan las tinieblas. Las Iglesias están llenas de litigantes y excitados, las comunidades monásticas se han vuelto ambiciosas, reina el orgullo. No hay ninguno que se ponga a servir al prójimo: en cambio, todos oprimen a su prójimo (Mi 7, 2). Estamos inmersos en el dolor. No hay más profeta ni sabio. No hay ninguno que pueda convencer a otro, porque abunda la dureza de corazón. Quienes comprenden permanecen en silencio pues los tiempos son malos. Cada uno es Señor de sí mismo, se desprecia lo que no se debería despreciar.

Ahora, hermano mío, vive en paz con tu hermano. Y reza también por mí, porque no puedo hacer nada, sino que estoy atribulado por mis deseos. Tú vigila sobre ti en todas las cosas, esfuérzate, cumple tu obra de predicador. Permanece firme en la prueba, lleva a término el combate de la vida monástica con humildad, mansedumbre y temblor ante las palabras que escucharás. Custodia la virginidad, evita los excesos y esas abominables palabras poco oportunas; no te alejes de los escritos de los santos, sino que sé firme en la fe de Cristo Jesús nuestro Señor. ¡A él sea la gloria, a su Padre bueno y al Espíritu Santo! ¡Así sea! Bendícenos.


                                 Catecismo Ortodoxo 

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Sunday, December 27, 2015

Derrama lágrimas con los pecadores. Goza con los que se arrepienten. Sé amigo de todos, pero en tu interior permanece solo. ( San Isaac el Sirio )



"Déjate perseguir, pero tú no persigas. Déjate crucificar, pero tú no crucifiques. Déjate ofender, pero tú no ofendas. Déjate calumniar, pero tú no calumnies… Alégrate con los que se alegran y llora con los que lloran: este es el signo de la pureza. Ten pena con los que sufren. Derrama lágrimas con los pecadores. Goza con los que se arrepienten. Sé amigo de todos, pero en tu interior permanece solo".

San Isaac el Sirio

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Se debe rezar, a imitación de la existencia angélica, no sólo por la purificación propia, sino también por la purificación de todos los hombres ( San Nilo el Sinaíta )



"Se debe rezar, a imitación de la existencia angélica, no sólo por la purificación propia, sino también por la purificación de todos los hombres". "Dichoso el monje que considera a todo hombre como Dios junto a Dios. Dichoso el monje que estima la salvación de los otros y los progresos de todos como los suyos propios. El monje es aquel que, separándose de todos, se une a todos. Es aquel que sabe que está con todos y aprecia a cada uno como a sí mismo". "No prefieras nada al amor al prójimo, salvo en el caso de que te lleve a desdeñar el amor a Dios". 

San Nilo el Sinaíta 


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Friday, December 25, 2015

Homilía para la Natividad de nuestro Señor Jesús Cristo



Contemplo un misterio nuevo y admirable; la voz de los pastores sonando en mis oídos, no semejante a los acordes agrestes del cálamo, sino al canto de himnos celestiales. Los ángeles cantan, los arcángeles hacen oír sus acordes y los querubines sus cantos, los serafines dan gloria, todos celebran esta fiesta en la que contemplan a un Dios en la tierra y al hombre en los cielos, a Aquel que descendió por su encarnación y aquél que fue ascendido por la misericordia. Hoy, Belén imita al cielo: los astros de su firmamento son los ángeles que cantan sus cánticos; su sol es el Sol de justicia que no puede ser circunscrito. Y no busquéis saber cómo pudo cumplirse esto, pues cuando Dios quiere, el orden de la naturaleza debe ceder. Él quiso, tuvo el poder, descendió y nos ha salvado: la voluntad de Dios se cumple en todas las cosas.

Hoy, el Que nace, se convierte en lo que no era. Siendo Dios, se hace hombre y no abandona su divinidad. Pues, no es por la pérdida de Su divinidad por lo que se hace hombre, ni por adición de cualidad el que el hombre se convierta en Dios, mas es el Verbo y, siendo su naturaleza la misma a causa de su inmutabilidad, se hizo carne. Pero cuando vino a nacer, los judíos rechazaron creer en este alumbramiento maravilloso, los fariseos interpretaron contra todo sentido los libros sagrados, los escribas enseñaron lo contrario de la ley, y Herodes buscaba al que acababa de nacer, no para honrarlo, sino para hacerlo perecer.

En este día, todo lo que veían era contradicción. Pues así lo dice el salmista: “no lo ocultaremos a sus hijos” (Salmos 77:4). Vinieron reyes, y lo hicieron para venerar al rey celestial que venía a la tierra, no acompañado de ángeles, de arcángeles, de tronos, de dominaciones, de potestades, de virtudes, sino recorriendo un camino nuevo, una carretera no asfaltada, y surgiendo de un seno inmaculado. Sin embargo, no abandonó el gobierno de las legiones celestiales, ni se despojó de su divinidad cuando se hizo hombre: los reyes vinieron a adorarle como el celeste Rey de gloria; los soldados lo reconocieron como el Señor de los ejércitos; las mujeres lo veneraron como nacido de la mujer y por cambiar los dolores de la mujer en gozo y alegría; las vírgenes lo proclamaron como hijo de una virgen admirando que Aquel que creó la leche y los senos, y que concedió al seno de la mujer el ser una fuente inagotable, recibe de una madre virgen el alimento de los niños pequeños; los niños lo vieron ser un niño pequeño para que de la boca de los niños y de los lactantes surgiera la alabanza perfecta; los niños vieron en Él al niño que se sirvió del furor de Herodes para dar a su edad la gloria del martirio; los hombres creados reconocieron a Aquel que se hizo hombre para traer remedio a los males de los que vivían bajo el yugo; para los pastores, es el Buen Pastor que da su vida por las ovejas; para los sacerdotes, es el soberano Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (Hebreos 7:17; Salmos 109:4); para los esclavos, es el que ha tomado forma de esclavo, a fin de sacarnos de la esclavitud (Filipenses 2:7); para los pecadores, es el que ha tirado de las redes de los que fueron enviados para apresar de nuevo a los hombres; para los publicanos, es Aquel que ha elegido a un publicano a fin de hacer de él un evangelista; para las mujeres de mala vida, es Aquel cuyos pies fueron rociados con las lágrimas de una cortesana y, por decirlo en una palabra, los pecadores pudieron ver en Él al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo; los magos le ofrecieron su guardia real, los pastores fueron rodeados con sus bendiciones, los publicanos anunciaron Su Evangelio, las cortesanas lo embalsamaron con mira, la samaritana tuvo sed de la fuente de vida que Él hace conocer, y la cananea mostró por Él, su fe inquebrantable.

Puesto que todos se regocijan así, yo también quiero regocijarme, quiero formar coros, quiero celebrar una fiesta, pero formaré coros, no tocando la cítara, no agitando el tirso, no acompañándome de la flauta, no llevando las antorchas encendidas, sino que quiero, en lugar de los instrumentos de música, llevar los pañales de Cristo. Estos pañales son mi esperanza, mi vida, mi salvación; me alegran en lugar de la flauta y de la cítara. Por eso, me adelanto llevándolos, a fin de que Su poder sea toda la fuerza de mi discurso y así pueda decir con el barro: “¡Gloria a Dios en lo alto del cielo!”, y con los pastores, “¡Y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!” (Lucas 2:14).

Hoy, Aquel que nació del Padre, de una manera inefable nace de la Virgen por amor a mí, de una forma inexplicable y maravillosa. Él nació del Padre, antes de todos los siglos, conforme a las leyes de Su naturaleza, y Aquel que fue engendrado lo sabe; hoy, nace fuera dentro de las leyes de la naturaleza, y la gracia del Espíritu Santo es testigo. Su generación celeste es legítima y la generación terrestre no lo es menos; es verdaderamente el Dios engendrado de Dios, es verdaderamente hombre nacido de una virgen. En el cielo, es el Hijo único de un solo Dios; en la tierra, es el Hijo único de una sola virgen. Así como en Su generación celeste sería impío buscarle una madre, así mismo, en su generación terrestre sería una blasfemia buscarle un padre. El Padre Lo engendró sin el fluido de su sustancia, y la Virgen dio a luz sin conocer la corrupción. Dios no sufrió la pérdida de Su sustancia, pues engendró como convenía a un Dios, y la Virgen no conoció la corrupción cuando dio a luz, porque ella dio a luz espiritualmente (es decir, por la operación del Espíritu Santo). De ahí surge que Su generación celeste no puede ser explicada por palabras humanas y su venida en el tiempo no puede ser el tema de nuestras investigaciones. Sé que una virgen ha dado a luz hoy, y creo que un Dios ha engendrado dentro del tiempo, pero he conocido que el modo de esta generación debe ser honrado por el silencio, y no puede ser el objeto de una curiosidad indiscreta. Pues, cuando se trata de Dios, no es necesario detenernos en la naturaleza de las cosas, sino creer en el poder del que obra. Es una ley de la naturaleza el hecho de que una mujer dé a luz cuando ha contraído matrimonio, pero si una virgen, sin conocer el matrimonio, da a luz y permanece virgen, esto está por encima de la naturaleza. Que se escrute lo que es conforme a la naturaleza, esto lo consiento, pero se debe honrar con el silencio lo que está por encima de la naturaleza, no porque sea necesario alejarse de tales temas, sino porque son inefables y dignos de ser celebrados más que por palabras.

Pero concededme, os lo ruego, el permiso para poner fin a este discurso desde el exordio. Pues temo elevarme hasta esta región de las cosas sobre las cuales no está permitido hablar y no sé de qué lado ni cómo dirigir el timón. ¿Qué diré, o cómo podré hablar? Veo a una madre que da a luz, contemplo a un hijo traído al mundo, pero ignoro el modo de esta generación; cuando Dios quiere, la naturaleza es vencida, los límites del orden establecido en la naturaleza son franqueados. Nada sucede aquí según el orden de la naturaleza, sino que se cumple un milagro por encima de las leyes de la naturaleza. La naturaleza no ha obrado; es la voluntad del Señor la que ha actuado. ¡Oh gracia que sobrepasa todo lenguaje! ¡El Hijo único, que es anterior a los siglos, a quien el sentido del tacto no puede alcanzar, que es simple, incorporal, se ha revestido de un cuerpo mortal y visible como el mío!. ¿Y por qué motivo, sino para que su aspecto nos enseñe, y que enseñados así, nos conduzca por la mano a las cosas invisibles? Puesto que los hombres tienen mayor confianza en lo que sus ojos ven que en lo que sus oídos escuchan, y dudan cuando no han visto, quiso hablar a los ojos por medio de Su cuerpo, de forma que se quitara todo pretexto a la incredulidad. Nace de una virgen que no conoce lo que tiene relación con la generación, que no ha cooperado en lo que se cumplió, que no ha contribuido en nada a lo que se hace, pero que es un simple instrumento del poder inefable y que sabe solamente lo que ella supo de Gabriel al interrogarlo. “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lucas 1:34). A lo cual responde: ¿queréis saberlo?. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá” (Lucas 1:35). Así, ¿cómo estaba el Señor con ella, y poco después, recibía de ella el nacimiento? Así como el artesano que encuentra una materia hermosa y perfectamente dispuesta, fabrica una vasija maravillosa, así Cristo, encontrando el cuerpo y el alma de la virgen santa, se construye un templo animado, forma en su seno al hombre tal y como ha resuelto, se reviste de esta naturaleza humana y se manifiesta hoy, no habiéndose avergonzado de la deformidad de nuestra naturaleza. No ha sido para Él un oprobio el revestirse con su propia obra, y era para Su obra una gloria brillante el ser la vestidura de Aquel que la había creado. Así como en la primera formación era imposible que el hombre existiera antes que la tierra con la que fue creado llegara a las manos de Su Creador, así era imposible que el cuerpo corruptible del hombre recibiera una nueva naturaleza antes que Aquel que lo había hecho se revistiera con ella.

¿Qué diré, pues, o cómo hablaré? Este misterio me llena de admiración. El Anciano de días se hace niño; Aquel que está sentado sobre un trono elevado e inaccesible reposa en el pesebre; Aquel a quien el sentido del tacto no puede conocer, que es simple, sin composición de partes y que ninguna parte de Su cuerpo es tocada por manos humanas; Aquel que elimina los lazos de la iniquidad es retenido en los lazos que forman sus pañales, porque así lo ha querido. Decidió cambiar la ignominia por el honor, la infamia por un título de gloria, el ultraje extremo por una prueba de virtud. Por eso, ha tomado mi cuerpo, a fin de que pueda llevar en mí Su Verbo; y tomando mi carne, me ha dado Su Espíritu, a fin de que dando y recibiendo, pueda amasar para mí un tesoro de vida. Ha tomado mi carne, a fin de santificarme; me ha dado Su Espíritu, a fin de salvarme.

Pero, una vez más, ¿qué diré, o cómo hablaré? “He aquí que la virgen concebirá” (Isaías 7:14). Lo que se habla, ya no es algo venidero; es algo cumplido lo que se propone a nuestra admiración. Fue entre los judíos entre quienes se cumplió esta palabra pronunciada en medio de ellos; es entre nosotros donde es creída, entre nosotros, que no habíamos escuchado ni siquiera la primera palabra: “He aquí que la virgen concebirá” (Isaías 7:!4). La sinagoga guardaba la promesa escrita; la Iglesia posee el objeto de la promesa. Una poseía el libro, y la otra, el tesoro prometido por este libro; una supo teñir la lana, y la otra revistió la vestidura púrpura que fue teñida. Judea le dio a luz; la tierra entera lo recibió. La sinagoga lo alimentó y lo educó; la Iglesia lo posee y recoge los frutos de Su presencia. Aquella tuvo la cepa de la viña y cerca de mí están los frutos maduros de la verdad. Aquella cosechó las uvas, pero las naciones beben el líquido místico. Aquella sembró el grano de trigo en Judea, pero las naciones recolectaron la cosecha con la guadaña de la fe. Las naciones recogieron con piedad la rosa, mientras que la espina de la incredulidad permaneció en los judíos. El pequeño voló y los insensatos permanecen sentados cerca del nido que permanece vacío. Los judíos interpretaron la letra, que es semejante a la hoja, y las naciones recogieron el fruto del Espíritu.

“La virgen concebirá”. ¡Dime, pues, el resto, oh judío! Dime, ¿quién es Aquel a quien ella ha dado a luz? Haya en mi mayor confianza en que Herodes. Pero careces de confianza, y sé porqué. No piensas más que en sembrar engaños. Se lo has dicho a Herodes a fin de que lo mate; no me lo dices a mí, para que no pueda adorarlo. ¿Quién es, pues, Aquel a quien ella ha dado a luz? ¿Quién es? Es el Creador de la naturaleza. Cuando guardas silencio, la naturaleza grita. Ella ha dado a luz a Aquel que vino al mundo de la forma que había elegido para nacer. No es la naturaleza la que reguló este alumbramiento, sino que es el Maestro de la naturaleza quien introduce este modo inusitado de nacimiento, a fin de mostrar, haciéndose hombre, que no nace como un hombre, sino como un Dios.

Nace hoy de una virgen que triunfa sobre la naturaleza y que trae la victoria sobre el matrimonio. Convenía al Dispensador de la santidad nacer de un alumbramiento puro y santo. Es Él quien formó en otro tiempo a Adán de una tierra virgen y a continuación hizo a la mujer de Adán sin el concurso de una madre. Así como Adán, sin madre, dio nacimiento a la mujer, así la Virgen da a luz hoy a un hombre sin el concurso del hombre. Y puesto que el género de la mujer le era debido al hombre desde que Adán diera nacimiento a la mujer sin el socorro de una mujer, hoy la Virgen paga al hombre la deuda contraída por Eva, pues da a luz sin el socorro del hombre. A fin de que Adán no pudiera enorgullecerse de haber producido a la mujer sin el socorro de una mujer, la Virgen engendra a un hombre sin el socorro del hombre, de forma que la igualdad resulta de la paridad de las maravillas obradas. Adán perdió una de sus costillas y no fue disminuido; por otra parte, el Señor se ha formado en el seno de la Virgen un templo animado y no ha destruido su virginidad. Adán permaneció sano y salvo tras quitársele la costilla; la Virgen no ha sido marchitada tras el nacimiento de su Hijo.

El Señor no ha querido construirse otro templo, ni revestirse de un cuerpo formado de otra forma, para hacer conocer que no desprecia el barro de Adán. Y puesto que el hombre engañado se convirtió en el instrumento del maligno, era necesario que tomara como un templo animado a aquel mismo que había sido seducido, a fin de que por esta unión con su creador, lo arrancara de la unión y del servicio al maligno. Y, sin embargo, haciéndose hombre, Cristo no es puesto en el mundo como un hombre, sino como un Dios, porque si hubiera surgido, como uno de nosotros, de un matrimonio ordinario, la multitud no habría querido creer en Él. Pero nace de una virgen y, naciendo, guarda el seno de Su madre inmaculado, y a esta virgen, sin mancha, a fin de que las circunstancias inusitadas de tal alumbramiento nos inspiren una fe más grande. Pues, si el gentil me interroga o el judío no me interroga para saber si Cristo, siendo Dios por naturaleza, se hizo hombre fuera de las leyes de la naturaleza, responderé que es así, y dará por pruebas las marcas de una virginidad que no ha sido violada. Pues sólo hay un Dios que pueda vencer el orden de la naturaleza, sólo hay Aquel que hizo el seno de la mujer y le dio su virginidad, para que pudiera preparar para sí mismo este modo inmaculado de su nacimiento y así construirse, según su deseo, un templo edificado de una manera inefable.

¡Dime, pues, oh judío, si la Virgen ha dado a luz o no! Si ha dado a luz, reconoce la maravilla de este alumbramiento. Pero si ella no ha dado a luz, ¿por qué has engañado a Herodes? Eres tú quien has respondido cuando te preguntaba dónde debía nacer Cristo: “En Belén de Judea” (Mateo 2:5). ¿Conozco yo este pueblo o este lugar? ¿Estaba informado de la dignidad del que iba a nacer? ¿No es Isaías quien hace mención de Él como de un Dios?. “Y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Isaías 7:14). ¿No sois vosotros, adversarios sin buena fe, quienes nos habéis enseñado la verdad? ¿No sois vosotros, escribas y fariseos, observadores exactos de la ley, quienes nos habéis instruido en todo este asunto? (Mateo 1:23). ¿A caso conocemos nosotros la lengua hebrea? ¿No habéis sido vosotros mismos los intérpretes de las Escrituras? Después de que la Virgen hubiera dado a luz, antes de que diera a luz, ¿no fuisteis vosotros quienes, interrogados por Herodes, y para que estuviera claro que este pasaje no es interpretado con parcialidad, disteis como testimonio al profeta Miqueas, apoyando así vuestro discurso?. Dice él: “Pero tú, Belén de Efrata, pequeña para figurar entre los millares de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser dominador de Israel” (Miqueas 5:2; Mateo 2:6). El profeta dice con razón: “de ti”, pues surgió de vosotros para ser dado al mundo.

Lo que es, se manifiesta, pero lo que no es, es creado o formado. Pero Él, era; era antes; era siempre. Estaba desde la eternidad como Dios, gobernando el mundo. Hoy, se manifiesta como hombre a fin de gobernar a su pueblo, pero como Dios salva a toda la tierra. ¡Oh enemigos útiles! ¡Oh acusadores bienaventurados! ¡Vosotros, cuya imprudencia ha revelado al Dios nacido en Belén, vosotros, que habéis hecho conocer al Señor oculto en el pesebre, que sin quererlo habéis mostrado el regazo en el que reposa, vosotros, que, hechos nuestros benefactores contra vuestra voluntad, habéis descubierto aquello que querías dejar oculto en la sombra!. ¿Veis a estos maestros inhábiles? Lo que enseñan, lo ignoran; ellos mueren de hambre y nos alimentan a nosotros; tienen sed y nos mitigan la sed; están en la indigencia, y nos enriquecen.

Venid, pues, y celebremos esta fiesta; venid y que sea para nosotros un día de solemnidad. Que la forma de celebrar esta fiesta sea extraordinaria, pues el relato de este nacimiento es extraordinario. Hoy, el lazo antiguo es roto, el diablo es cubierto de confusión, los demonios huyen, la muerte es destruida, el paraíso se ha abierto, la maldición ha sido borrada, el pecado ha sido eliminado, el error ha sido vencido, la verdad ha vuelto, y la palabra de la piedad se extiende y se propaga en todo lugar. La vida del cielo se planta en la tierra, los ángeles conversan con los hombres, los hombres no temen conversar con los ángeles. ¿Y por qué? Porque un Dios ha venido a la tierra, y el hombre, al cielo, y así, todo ha sido unido y mezclado. Ha venido a la tierra, Él, que está totalmente en el cielo, y, estando totalmente en el cielo, está totalmente en la tierra. Siendo Dios, se hizo hombre, sin renunciar a Su divinidad. Siendo el Verbo, no sujeto a cambio, se hizo carne: se hizo carne a fin de habitar entre nosotros. No se hizo Dios, sino que era Dios. Pero se hizo carne, a fin de que un pesebre pudiera recibir a Aquel al que el cielo no podía contener. Así pues, es puesto en el pesebre, a fin de que Aquel que alimenta a toda criatura, reciba de una virgen madre el alimento que conviene a un niño pequeño.

Por lo tanto, el Padre del siglo venidero se convierte en un niño de pecho y reposa en los brazos de una virgen, a fin de ofrecer a los magos un acceso más fácil. Pues hoy, los magos llegan y dan el ejemplo de no obedecer a un tirano: el cielo se regocija e indica el lugar en el que reposa su Señor, y este Señor, llevado en la nube ligera del cuerpo que ha elegido, avanza rápidamente hacia el país de Egipto. En apariencia, lucen los engaños de Herodes; en la realidad, cumple lo que había sido dicho por el profeta Isaías: “En aquel día Israel será el tercero con Egipto y con Asiria, una bendición en medio de la tierra. Y el Señor de los ejércitos los bendecirá diciendo: ‘¡Bendito sea mi pueblo de Egipto, y Asiria, obra de mis manos, e Israel, herencia mía!’” (Isaías 19:24-25).

¿Qué dirás tú, oh judío, que siendo el primero, ahora te conviertes en el tercero? Los egipcios y los asirios son puestos ante ti, e Israel, el primogénito, es contado a continuación. Sucede así con justicia. Los asirios vendrán primero, puesto que Lo adoraron en la persona de los magos. Los egipcios después de los asirios, porque lo recibieron huyendo de las trampas de Herodes. Israel será contado el último, porque tras la salida del Jordán, Lo reconoció por la persona de los apóstoles. Entró en Egipto derribando los ídolos de Egipto hechos por la mano del hombre, tras haber hecho morir a los primogénitos de los egipcios (Isaías 19:1). Por eso hoy se presenta en calidad de primogénito, a fin de hacer desaparecer el antiguo duelo. Que sea llamado primogénito, es lo que testifica Lucas el Evangelista, diciendo: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la hostería” (Lucas 2:7). Entra en Egipto para poner fin al duelo antiguo, trayendo el gozo y no nuevas plagas, y en lugar de la noche y las tinieblas, la luz de la salvación. Antaño, el agua del río había sido manchada por la muerte de los hijos quitados antes de la edad. Ahora, aquel mismo entra en Egipto que, en otro tiempo, había enrojecido esta agua; da al agua del río la virtud de engendrar la salvación, purificando por el poder del Espíritu todo lo que había en ella de impuro y manchado. Los egipcios, castigados con diversas plagas y dejándose llevar por su furor, desconocieron a Dios. Entra en Egipto y llena del conocimiento de Dios a las almas religiosas que están en este país, de modo que la tierra rodeada por el Nilo tenga pronto más mártires que espigas.

A causa de la brevedad del tiempo, terminaré aquí mi discurso. Terminaré cuando haya dicho cómo el Verbo, que es inmutable, se hizo carne sin cambiar su naturaleza. Pero, ¿qué diré, o cómo hablaré? Veo a un artesano, un pesebre, a un niño, pañales, a un hijo nacido de la Virgen y privado de las cosas necesarias, y en todo lugar la pobreza, en todo lugar, la indigencia. ¿Habéis visto al rico en una profunda pobreza? ¿Cómo siendo rico se hizo pobre por causa nuestra? ¿Cómo es que no tuvo un lecho, ni un suave toisón, sino el pesebre desnudo en el que es depositado? ¡Oh pobreza, fuente de riquezas! ¡Oh riqueza sin medida, que no tienes más que la apariencia de la pobreza! Reposa en el pesebre y agita al mundo entero. Es envuelto en los lazos de sus pañales y rompe los lazos del pecado. Aún no ha hecho escuchar su voz y ha instruido a los magos y los ha dispuesto para la conversión.

¿Qué diré, pues, o cómo hablaré? He aquí al niño envuelto en sus pañales y acostado en un pesebre; María, virgen y madre, está cerca de Él; cerca de Él está José, visto como Su padre. Este es llamado el marido, aquella es saludada con el nombre de “mujer”, pero estos nombres legítimos son despojados de todo su significado habitual y deben ser comprendidos como una simple apelación, mas una apelación que no va hasta la naturaleza de las cosas. José es el esposo de María, pero el Espíritu Santo la ha cubierto con su sombra. Por eso José duda y no sabe qué nombre dar al niño. No osa decir que fue el fruto del adulterio y no podía proferir esta blasfemia contra la Virgen, pero no podía decir que fue su propio hijo, pues sabía que ignoraba cómo y de dónde tomaba este niño su origen. Por eso, mientras duda, un oráculo del cielo se le presenta por la voz del ángel: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, porque su concepción es del Espíritu Santo” (Mateo 1:20).

El Espíritu Santo ha cubierto a la Virgen con su sombra. ¿Por qué, pues, nació de la Virgen, conservando esta su virginidad inmaculada? A fin de que, si antaño el maligno engañó a Eva aún virgen, Gabriel, a su vez, viniera a traer un feliz mensaje a María, siendo virgen. Pero Eva, siendo engañada, dio a luz una palabra que introdujo la muerte en el mundo, mientras que María, recibiendo un feliz mensaje, dio a luz en la carne al Verbo que nos da la vida eterna. La palabra de Eva indica el bosque del cual Adán fue expulsado del paraíso; el Verbo salido de la virgen muestra la cruz por la que introdujo al ladrón en el lugar de Adán en el paraíso. Pues como los gentiles, los judíos y los herejes no querían creer que Dios engendra sin el fluido de su sustancia, permaneciendo inmutable, por eso hoy, salido de un cuerpo sujeto al cambio, ha conservado, en su integridad, este cuerpo sujeto al cambio, para hacernos comprender que, así como nació de una virgen sin romper su virginidad, así Dios, sin cambio ni utilización del fluido de Su santa sustancia, como Dios, ha engendrado a un Dios, así como convenía a un Dios.

Y puesto que los hombres, habiendo abandonado a Dios, se hicieron estatuas de forma humana a las que daban su culto, despreciando al Creador, así pues, por causa de esto, hoy, el Verbo de Dios, siendo Dios, aparece bajo la forma de hombre, a fin de destruir la mentira y atraer hacia Él todo culto. A Él, pues, que restableció, por tanto, todas las cosas a un camino mejorado, a Este, que es Cristo nuestro Señor, que sea la gloria, el honor y el poder, así como al Padre sin principio y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Traducido por psaltir Nektario

para cristoesortodoxo.es

en Diciembre de 2015


http://cristoesortodoxo.com/2015/12/25/homilia-para-la-natividad-de-nuestro-senor-jesus-cristo/

Wednesday, December 23, 2015

La bondad de Dios.. ( San Basilio el Grande )



Así como es imposible verbalmente describir la dulzura de la miel a alguien que nunca haya probado miel, igualmente la bondad de Dios no puede ser claramente comunicada por medio de la enseñanza, si no somos capaces de penetrar en la bondad del Señor por nuestra propia experiencia.

San Basilio el Grande

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Dios es la vida y la salvación de todos los seres dotados de libre albedrío... ( San Juan Clímaco - La Santa Escala )


Dios es la vida y la salvación de todos los seres dotados de libre albedrío; de los fieles y de los infieles, de los justos y de los pecadores, de los piadosos y de los impíos, de aquellos que están sometidos por sus pasiones y de aquellos que alcanzaron la impasibilidad, de los monjes y de los seculares, de los sabios y de los ignorantes, de los sanos y de los enfermos, de los jóvenes y de los viejos, y como la efusión de la luz, como la visión del sol, como la alternancia de las estaciones, a todos beneficia, ya que “Dios no hace acepción de personas” (Rom. 2:11).


La Santa Escala
San Juan Clímaco

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Saturday, December 19, 2015

Es verdaderamente misericordioso aquel que sacrifica su alma por su hermano ( San Isaac el Sirio )


"El hombre verdaderamente misericordioso no sólo da la ayuda a que está obligado, sino que soporta con alegría la injusticia que los otros le infligen y les perdona. Es verdaderamente misericordioso aquel que sacrifica su alma por su hermano y no aquel que, por medio de la limosna, es caritativo con él". 


San Isaac el Sirio

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“Venid, dijo el Señor, y si vuestros pecados son escarlatas, yo los tornaré blancos como nieve” (Is. 1,18). ( San Serafín de Sarov )


Cuando un hombre renace a la vida por la sabiduría divina, que siempre busca nuestra salvación, debe volver su mirada hacia Dios para escapar de la perdición, debe seguir el camino del arrepentimiento, practicar las virtudes contrarias a los pecados cometidos y esforzarse, actuando en Nombre de Cristo, para adquirir el Espíritu Santo que, en nuestro interior, prepara el Reino celestial.

No es en vano que el Verbo dijo: “El reino de Dios está en vuestro interior. Se penetra a él por la violencia y el esfuerzo” (Lc. 7,21). Si bien los lazos del pecado mantienen al alma cautiva, impidiéndole con nuevas iniquidades volverse hacia el Salvador con perfecta contrición, todos aquellos que se hubieran esforzado por romper esos lazos, llegarán, finalmente, ante el Rostro de Dios, más blancos que la nieve, purificados por su gracia.

“Venid, dijo el Señor, y si vuestros pecados son escarlatas, yo los tornaré blancos como nieve” (Is. 1,18). Revela el Apóstol San Juan el Teólogo en el Apocalipsis que vio a tales hombres vestidos de blanco, arrepentidos y perdonados, portando palmas en sus manos en señal de victoria y cantando Aleluyas. La belleza de su canto era incomparable. El Ángel del Señor dijo hablando de ellos:“Estos son los que vienen de la gran tribulación, lavaron sus ropas y las blanquearon en la sangre del Cordero” (Ap. 7,14).


 San Serafín de Sarov

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Tuesday, December 15, 2015

Mundo espiritual y el mundo material.... ( San Luca de Crimea )



El mundo espiritual no se investiga con los métodos que investigamos el mundo material. Estos métodos son totalmente inadecuados para investigar el mundo espiritual… Hay fenómenos que la ciencia nunca podrá explicar porque no utiliza los métodos adecuados…

¿Puede la ciencia explicarnos cómo el gran Profeta Isaías 700 años antes del nacimiento de Cristo, predijo los acontecimientos más grandes de la vida de Cristo? ¿Pueden explicarnos la jaris (gracia, energía increada) clarividente que tienen los santos y decirnos, con qué métodos naturales estos santos adquirieron esta jaris y cómo podían apenas ver un hombre desconocido, inmediatamente comprender su corazón y leer sus pensamientos? Sin esperar del visitante alguna pregunta, daban la respuesta a los problemas que les inquietaban. Que nos expliquen de qué manera los santos predecían los grandes acontecimientos, los cuales con el tiempo se realizaban exactamente tal como habían profetizado…

… No os escandalicéis, cuando escuchéis lo que dicen contra la fe. Puesto que los que lo dicen, no entienden la esencia de la fe… Vosotros siempre recordad el principio básico que conocían muy bien los primeros cristianos. Ellos consideraban desgraciado al hombre que conocía todas las ciencias, en cambio desconocía a Dios. Y al contrario, consideraban feliz al que conoce a Dios, aunque no conociera absolutamente nada de las cosas humanas…

Guardad esta verdad como el mayor tesoro de vuestro corazón, caminad recto y no miréis a izquierda o derecha. Que no nos sirvan para nada las cosas que escuchamos y que hacen contra la Religión y perdamos nuestra orientación. Guardemos nuestra fe que es verdad, eterna e indudable. Amen.


 San Luca de Crimea

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La Ortodoxia es la Única fe verdadera , sanadora y salvadora ( Santa Metrópolis de Pireo )


            

El Santo Sínodo de la Iglesia de Grecia con su circular 2958 consolidó la fecha de 11 hasta 18 de octubre de cada año, como semana de lucha anti-herética. Aprovechado la ocasión, queremos comunicarnos con el pueblo creyente y amante de Cristo, para recalcar el máximo peligro que existe actualmente por la diversidad de herejías con múltiples nombres, que aparecen como lobos con piel de cordero, corriendo y combatiendo con ímpetu para devorar las psiques-almas humanas, “por las que el Cristo murió” (Rom 16,26). Señalar la importancia que tiene para nosotros los Ortodoxos Cristianos preservar la enseñanza patrística y hagiográfica de nuestra Iglesia.

En los esjatos últimos tiempos actuales que vivimos, ya domina la demoníaca doxasía (doctrina, veneración y alabanza) de que supuestamente en ninguna fe religiosa existe la verdad absoluta y la falsedad absoluta. Que supuestamente todas las creencias religiosas contienen verdades y mentiras y que realmente la verdad se encuentra en la combinación y unión de las creencias religiosas. Además, esto es el dogma básico del espíritu contemporáneo de ”la Nueva Era u Orden del Acuario”, según el cual podemos creer lo que queramos, siempre y cuando no se absolutiza nuestra fe, es decir, que no reivindiquemos la verdad absoluta, la que se encuentra en todos los credos religiosos.

Esto se llama sincretismo religioso, y desgraciadamente la larga acción corrosiva de las herejías y la prevalencia en buena parte del espíritu del ecumenismo, han provocado una alteración grave en la moral de la tripulación Ortodoxa. Desgraciadamente existen prójimos nuestros, los cuales manifiestan que son “Ortodoxos cristianos” y a la vez adoptan otras creencias extrañas y distintas que nuestra Ortodoxia y muchos de ellos ejercen prácticas de la red o complejo apócrifo-oculto contemporáneo de “la Nueva Era u Orden”,que absorbe elementos de las religiones orientales. Por ejemplo, mientras declaran que son “Ortodoxos cristianos” y llevan a cabo algunos de sus deberes religiosos, a la vez hacen ejercicios de yoga y meditación trascendental. Declaran y creen en la reencarnación, en la astrología, en la práctica de la magia, y en incontables métodos de magias. Recurren a la “medicina holística” y otros “métodos terapéuticos alternativos”, que son los elementos básicos constitutivos de las religiones occidentales y “de la Nueva Era u Orden”.

Desgraciadamente el sincretismo religioso, socava también nuestra sana fe Ortodoxa, a través del espíritu ecumenista, el cual domina muchas personas eclesiásticas, patriarcas, obispos, clérigos, sacerdotes, archimandritas, monjes y teólogos laicos. Se trata del llamado “movimiento ecumenista”, que originalmente inventó el popurrí de los herejes protestantes, como intento de unión entre ellos; este movimiento se ha extendido al herético papismo y lamentablemente en los últimos años parte en nuestra Ortodoxia como una situación epidémica. El ecumenismo enseña que ninguna de las confesiones cristianas es la verdadera Iglesia de Cristo, por tanto tampoco nuestra Ortodoxia, sino que son “ramas” de la Iglesia. La verdadera Iglesia consiste en la agrupación y unión de las “ramas”. Las particulares kakodoxías de las “iglesias” heréticas se califican como supuestas “tradiciones plurales”, y como “diversidades plurales de la tradición cristiana”. ¡La herejía para el ecumenismo cristiano se encuentra más allá del protestantismo!

Pero para nuestra fe ortodoxa no existen muchas “iglesias” y muchas verdades. Existe la “Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia de Cristo”, que no es otra que nuestra Ortodoxia, porque sólo ella tiene todos los elementos de la Παράδοσις (parádosis) Entrega y Tradición santa, hagiográfica y patrística. Sólo ella no se ha desviado de la enseñanza primitiva de la Santa Escritura y de los Padres Santos y Teoforos (portadores de la luz increada de Dios). Sólo ella no ha añadido ni ha quitado lo mínimo de nuestra fe de dos milenios de la una Iglesia creada e increada de Cristo. Creemos como Ortodoxos (y debemos creerlo) que lo que se autodenomina como “iglesia” fuera de la verdadera Iglesia que es nuestra Ortodoxia, es herejía y cisma. Creemos que la Iglesia, como cuerpo de Cristo no tiene errores ni se divide. Creemos también que nuestra sanación y salvación se realiza en Cristo y sólo dentro de Su Iglesia verdadera, como caja fuerte, salvaguardativa y administradora exclusiva de la Divina Jaris (gracia, energía increada). Al contrario, fuera de la Iglesia no existe salvación, como correctamente ha dogmatizado el gran Padre y didáscalos de la antigua Iglesia san Cipriano.

Por lo tanto, en las herejías del llamado “mundo cristiano” con sus múltiples diversidades y nombres, no hay sanación y salvación, porque no hay la sanadora y salvífica Jaris (gracia) increada de Dios, mucho menos en distintas religiones del mundo.

Llamamos, pues, a todos nuestros fieles ortodoxos que cierren herméticamente sus oídos ante los distintos falseadores, tanto como si se presentan bajo el manto de cristiano, como de otra religión. Porque nuestra separación voluntaria de la fuente de la vida, de nuestra limpia, pura y no adulterada autoconciencia ortodoxa, tendrá resultados devastadores para nuestro camino espiritual y muy posiblemente también para nuestra misma existencia biológica. Porque, como es conocido, en el campo de la falsa religión, desgraciadamente existen también las llamadas sectas catastróficas o cultos desastrosos, que han dado incontables muestras de destrucción y desastre en muchos de nuestros semejantes. ¡Por lo tanto, «Στώμεν καλώς stomen kalós mantengámonos bien firmes, en pie», porque ese es nuestro interés real!

Santa Metrópolis de Pireo


                                  Catecismo Ortodoxo 

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