Continuación de la (19)
Los Árabes. Mahoma y el Islam.
Mucho antes de la era cristiana, los árabes, pueblo de origen semítico, ocuparon la Península Arábiga y el desierto de Siria, continuación geográfica de la Península al norte y que se extiende hasta el Eufrates. La Península Arábiga, equivalente poco más o menos a la cuarta parte de Europa, está bordeada por el golfo Pérsico al este, el océano índico al sur y el mar Rojo al oeste, mientras al norte penetra, casi sin transición, en el desierto sirio. Las provincias más conocidas de la Península eran: 1.a, el Nedj, en la meseta central; 2.a, el Yemen o Arabia Feliz, al sur de la península; 3.a, el Hedyaz, faja estrecha a lo largo del mar Rojo, que se extendía del Yemen al norte de la península. Este árido país no era habitable en todas sus partes. Los árabes, pueblo nómada, moraban especialmente en el norte y centro de Arabia. Los beduinos se consideraban los representantes más puros y auténticos de la raza árabe y únicos poseedores de dignidad y de valores personales. A más de los beduinos nómadas había algunos sedentarios, establecidos en un corto número de ciudades y aldeas y a quienes los beduinos, errantes trataban con arrogancia cuando no con indiferencia.
(1) Bury, The Constitution of the Later Román Empire (Cambridge, 1910), p. 20. Id., Selected Essays, ed. H. Temperley (Cambridge, 1930), p. 109. Este criterio ha sido discutido por E. Steín en la Byz. Zeit., t. XXIX (1930), p. 353•
(2) Gibbon, The History of the Decline and Fall of the Román Empire, c. XLVI, final.
El Imperio romano había necesariamente de entrar en conflicto con las tribus árabes de la frontera oriental siria, y se vio forzado a tomar medidas para proteger territorio ocupado por sus enemigos . Con esta intención los emperadores romanos mandaron construir una serie de fortificaciones fronterizas, el llamado “limes” sirio, análogo, en menor escala por supuesto, al famoso “limes romanus” de la frontera danubiana, que se elevó con miras a la defensa del Imperio contra las invasiones germánicas. Algunas ruinas de las principales fortificaciones romanas de la frontera siria subsisten aún hoy.
Desde el siglo antes de J.C. comenzaron a formarse Estados independientes entre los árabes de Siria. Tales Estados sufrieron mucho la influencia de las civilizaciones griega y aramaica. Así se les da a veces el nombre de reinos helenísticos áraboarameos. Entre sus ciudades, Petra se convirtió en particularmente floreciente y próspera, gracias a su ventajosa situación en el cruce de varios grandes caminos comerciales. Las magníficas ruinas de esta ciudad atraen hoy aun la atención de los historiadores y arqueólogos contemporáneos.
Desde el punto de vista de la civilización y desde el político, el más importante de todos los reinos árabosirios de la época del Imperio romano fue el de Palmira, que tuvo por soberana a la que los autores romanos y griegos llaman Zenobia. Aquella valerosa reina, mujer de cultura helenística, fundó en la segunda mitad del siglo ni después de J.C. un gran Estado, conquistando Egipto y la mayor parte del Asia Menor. Según B. A. Turaiev, ésa fue la primera advertencia de la reacción de Oriente y de la división del Imperio en dos partes, oriental y occidental. El emperador Aureliano restableció la unidad del Imperio y, en 273, la reina vencida hubo de seguir el carro del emperador triunfante a la entrada de éste en Roma. La rebelde Palmira fue destruida. Sus imponentes ruinas atraen tanto como las de Petra a los sabios y turistas contemporáneos. El famoso monumento epigráfico de Palmira, la “carta” palmiriana, grabada en una piedra enorme y que contiene preciosos informes sobre el comercio y hacienda de la ciudad, ha sido transportada a Rusia y se halla ahora en el “Ermítage” de Leningrado.
Dos dinastías árabes habían desempeñado ya cierto papel en el transcurso del período bizantino. La primera, la de los Ghasánidas de Siria, de tendencias monofisistas, vasalla de los emperadores bizantinos en algún modo, hízose muy poderosa en el siglo VI, bajo Justiniano, al cambiarse en auxiliar del Imperio bizantino en las empresas orientales de éste. Tal dinastía cesó probablemente de existir a principios del siglo VII, cuando los persas conquistaron Siria y Palestina. La segunda dinastía árabe, la de los Lajmitas, tuvo por centro la ciudad de Hira, junto al Eufrates. Por sus relaciones de vasallaje con los persas Sasánidas, era hostil a los Ghasánidas. Dejó de existir también a principios del siglo VII.
El cristianismo, bajo su forma nestoriana, tuvo en Hira un grupo de adeptos, siendo reconocido incluso por algunos miembros de la dinastía Lajmita. Ambas dinastías hubieron de defender las fronteras de su reino: los Ghasánidas junto a Bizancio; los Lajmitas junto a Persia. Habiendo al parecer dejado de existir ambos Estados vasallos en el siglo VII, cuando comenzó la expansión del Islam no había una sola organización política digna del nombre de Estado en los límites de la Península arábiga y del reino de Siria. Por otra parte existía en el Yemen, como vimos ya, un reino de sabeoshimiarítas (homeritas), fundado a fines del siglo II antes de J.C.; pero hacia 570 el Yemen fue conquistado por los persas. (1)
Antes de la época de Mahoma, los antiguos árabes estaban organizados en tribus. Lo único que engendraba entre ellos comunidad de intereses eran los lazos de sangre, y tal comunidad se manifestaba casi exclusivamente por la aplicación de principios coercitivos y caballerescos, como ayuda, protección o venganza sobre los enemigos cuando la tribu padecía algún insulto. La más ínfima circunstancia podía originar una lucha larga y sangrienta entre tribus. Se hallan alusiones a esos antiguos tiempos y costumbres en la vieja poesía árabe, así como en la tradición prosaica. La animosidad y la arrogancia presidían las recíprocas relaciones de las diferentes tribus de la Arabia preislámica.
(1) Excerpta a Theofihanis, Historia, cd. Bonn., p. 485. V. T. Nóldekc, Geschichte der Perser una Araber zur Zeit der Sasaniden (Leyden, 1879), p. 249-250.
Los conceptos religiosos de los árabes de entonces eran muy primitivos. Las tribus tenían dioses propios y objetos sagrados, como piedras, árboles, fuentes… Mediante ellos, trataban de presagiar el futuro. En ciertas regiones de Arabia predominaba el culto de los astros. Según un especialista de la antigüedad árabe, los árabes antiguos, en su experiencia religiosa, apenas superaban el fetichismo. (1) Creían en la existencia de fuerzas amigas y, con más frecuencia, enemigas, a las que llamaban “dinns” o demonios. Su concepto de un poder superior invisible, el de Alá, adolecía de gran imprecisión. Probablemente desconocían la plegaria como forma de culto, y cuando se dirigían a la divinidad su invocación era de ordinario una petición de ayuda con miras a una venganza motivada por alguna injusticia u ofensa padecida. Goldziher afirma que “los poemas préislámicos que nos han llegado no contienen alusión alguna a un impulso hacia lo divino, ni siquiera en las almas más sublimes, y no nos dan sino muy pobres indicaciones sobre su actitud ante las tradiciones religiosas de su pueblo.” (2)
(1) Goldziher, Die Religión des Islams, p. 102 (Die Kultur der Gegenwart, ed. P. Hinne-herg, Die Retigionen des Orients (1913), t. III, 1-2, Aun.).
(2) Goldziher, p. 102.
La vida nómada de los beduinos era naturalmente desfavorable al desenvolvimiento de lugares fijos consagrados a un culto religioso, aunque fuese en una forma primitiva. Pero al lado de los beduinos estaban los habitantes sedentarios de las ciudades y aldeas nacidas y desarrolladas junto a los caminos de tráfico, sobre todo a lo largo de las rutas caravaneras que iban de sur a norte, es decir, del Yemen a Palestina, Siria y la Península del Sinaí. La más rica de las ciudades que bordeaban este camino era La Meca (Maceraba, en los antiguos escritos), famosa ya mucho antes de Mahoma. Seguíala en importancia Yathrib, la futura Medina, harto más al norte. Aquellas ciudades constituían excelentes etapas para las caravanas mercantiles que iban de norte a sur y viceversa. Había muchos judíos entre los mercaderes de La Meca y Yathrib, así como entre los habitantes de otras zonas de la Península, cual el Yemen y el Hedyaz septentrional. Desde las provincias romanobizantinas de Palestina y Siria, al norte, y desde Abisinia, al sur, acudían a la península numerosos cristianos. La Meca se convirtió en el principal centro de contacto de la desigual población de la península. Desde época muy remota poseía la ciudad un santuario, la Kaaba (el Cubo) cuyo carácter original no era específicamente árabe. Consistía en una construcción de piedra, de 35 pies de altura, que encerraba el principal objeto de culto, la piedra negra. La tradición declaraba que aquella piedra era un don del cielo y asociaba la elevación del santuario al nombre de Abraham. Gracias a su ventajosa situación, La Meca era visitada por mercaderes de todas las tribus árabes. Ciertas leyendas afirman que, para atraer más visitantes a la población, se habían colocado en el interior de la Kaaba ídolos de diversas tribus, a fin de que los miembros de cada tribu pudiesen adorar su divinidad favorita durante su estancia en La Meca. El número de peregrinos aumentaba constantemente, siendo en especial considerable durante el período sacro de la “Tregua de Dios,” práctica que garantizaba más o menos la inviolabilidad territorial de las tribus que enviaban representantes a La Meca. La época de las fiestas religiosas coincidía con la feria grande de La Meca, feria en que los mercaderes árabes y extranjeros efectuaban sus transacciones comerciales, las cuales dejaban a la ciudad enormes provechos. La ciudad enriquecióse muy de prisa. Hacia el siglo V de J.C. empezó a dominar en La Meca la poderosa tribu de los Koraichitas. Los intereses materiales de los ávidos moradores de La Meca no se descuidaban y a menudo las colectas sagradas utilizábanse por ellos para satisfacción de sus intereses egoístas. Según un sabio, “con la dominación de la nobleza, encargada de cumplir las ceremonias tradicionales, la ciudad tomó un carácter materialista, arrogante y plutocrático. No cabía encontrar allí profundas satisfacciones religiosas.” (1)
Bajo la influencia del judaísmo y del cristianismo, que los árabes tuvieron múltiples ocasiones de conocer en La Meca, aparecieron, incluso antes de Mahoma, algunos individuos realmente inspirados por ideales religiosos muy diversos del árido ritual de las viejas costumbres idolátricas. Los conceptos de aquellos modestos apóstoles aislados se distinguían por su aspiración hacia el monoteísmo y su aceptación de una vida ascética. Pero todos se contentaron con su experiencia propia, sin influir ni convertir a quienes les rodeaban.
Quien unificó a los árabes y fundó una religión universal fue Mahoma, primero humilde predicador de la penitencia, profeta después y más tarde jefe de una comunidad política.
Mahoma nació hacia el 570. Pertenecía al clan Hachimita, uno de los más pobres de la tribu Koraíchita. Sus padres murieron siendo él muy joven y hubo de ganarse la vida trabajando. Fue, pues, conductor de camellos en las caravanas mercantiles de la acaudalada viuda Jadidya. Al casarse con ésta mejoró mucho su situación material. Era hombre de temperamento nervioso y enfermizo.
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Continuación de la (18)
La Época de la Dinastía de Heraclio (610-717).
La Dinastía de Heraclio y su Origen.
La dinastía formada por Heraclio y sus inmediatos sucesores en el trono de Bizancio fue, probablemente, de origen armenio. Al menos así podemos deducirlo de un texto del historiador armenio del siglo VII., Sebeos, fuente valiosa para la época de Heraclio. Sebeos escribe que la familia de Heraclio estaba emparentada con la famosa casa armenia de los Arsácidas. (1) Esta declarado queda en cierta medida contradicha por los testimonios de varias fuentes respecto a la dorada cabellera rubia de Heraclio. (2) Heraclio reinó del 610 al 641. DC su primera mujer, Eudocia, tuvo un hijo, Constantino, quien solo reinó, a la muerte de su padre, algunos meses, muriendo también el 641. Se le conoce en la historia por el nombre de Constantino III (el nombre de Constantino II reservado a uno de los hijos de Constantino el Grande). A la muerte de Constantino III, el trono fue ocupado durante varios meses por Heracleonas (Heracleon] hijo de Heraclio y de su segunda mujer Martina.
Fue depuesto en el otoño de año 641, y el hijo de Constantino III, Constante II, fue proclamado emperador y reinó de 641 a 668, Es probable que la forma griega de su nombre, Consta: (en latín “Constans”), fuese un diminutivo de Constantino, su nombre oficial ya que en las monedas bizantinas, en los documentos oficiales de este período en Occidente, e incluso en algunas fuentes bizantinas, se le llama Constantino Parece que Constante fue el nombre que le dio el pueblo. Tuvo por sucesor a su hijo, el enérgico Constantino IV, ordinariamente llamado Pogonato, es decir “el Barbudo” (668-685).
(1) Sebeos, Historia del emperador Heraclio, t. XXXII (trad. del armenio. San Peterburgo, 1862), p. 129 (en ruso), íd.. Historia de Heraclio (trad. por F. Macler, París, 1904), página 108.
(2) V. Pernice, L’lmperatore Eraclio (Florencia, 1905), p. 44.
Pero hoy se tiene casi la certeza de que el sobrenombre de Pogonato no debe atribuirse a ese emperador, sino a su padre, Constante II. (1) Con la muerte de Constantino IV (685), termina el mejor periodo de la dinastía heracliana. El último emperador de la dinastía, Justiníano II, el Rhinometa (“Nariz Cortada”), hijo de Constantino IV, reinó dos veces, de 685 a 695 y de 705 a 711, El período de Justiniano II, notable por sus numerosas atrocidades, no ha sido bastante estudiado. Parece razonable suponer que las persecuciones del emperador contra los representantes de la nobleza no tuvieron por causa pura arbitrariedad, sino el secreto descontento de aquellos aristócratas, que se negaban a aceptar la política autoritaria y autocrática del emperador y procuraban destronarle. Fue depuesto en 695, cortándosele la nariz y la lengua (2) y desterrándosele a Querson, en Crimea, de donde logró huir, refugiándose al lado del Kan de los kázaros, con cuya hermana había de casar. Más tarde, ayudado por los búlgaros, pudo recuperar el trono, y su vuelta a la capital fue señalada por crueles represalias contra los que habían contribuido a. su caída. Su tiranía provocó, en 711, una revolución durante la cual Justiníano y su familia fueron asesinados. El 711 acabó, pues, la dinastía heracliana. En el intervalo entre los dos reinados de Justiniano II, ocuparon el trono el jefe militar Leoncio (695-698), originario de Isauria, y Apsimar, que a su exaltación al purpurado tomó el nombre de Tiberio III (698-705). Ciertos eruditos ven en Apsimar un hombre de origen godo-griego. (3) Tras la sangrienta deposición de Justiniano II, en 711, el trono bizantino fue ocupado, en seis años, por tres emperadores ocasionales: el armenio Bardanes o Filípico (711-714), Artemio, rebautizado con el nombre de Anastasio al coronarse (Anastasio II, 714-715) (4) y Teodosio III (715-717). La anarquía reinante en el Imperio desde 695 concluyó en 717 con el advenimiento del famoso León III, cuyo reinado abrió un nuevo periodo en la historia de Bizancio.
(1) V. E. W. Brooks, Who was Constantinc Pogonatus? (Byzantinische Zeits., t. XVII (1908), p. 460-462).
(2) La mutilación no fue tan completa que le impidiese hablar.
(3) Bury, A History of the Later Román Empire (i.a cd.), t. II, p. 354.
(4) La fecha de 714 ha sido establecida por G. Ostrogorsky en Die Chronologie des Theophanes im 7. und 8. Jahrhundert. Byz. Neugr. Jahrbücher, t. VII (1930), p. 33-34 y 47-48.
Los Eslavos Ante los Muros de Constantinopla. Las Campañas Contra los Persas.
Heraclio fue un emperador muy capaz y activo. Tras la tiranía de Focas pareció, en cierto modo, un soberano ejemplar. Según el poeta contemporáneo Jorge de Pisidía, quien describió en versos excelentes las campañas del nuevo emperador contra los persas y la invasión de los avaros, Heraclio declaraba que “el poder debe brillar más por el amor que por el terror.” (1)
(1) Jorge de Pisidia, De expeditione pérsica, vers. 90-91, ed. Bonn, p. 17.
Al llegar Heraclio al trono la situación del Imperio era grave en extremo. Los persas amenazaban por el este, los avaros y eslavos por el norte, y en el interior reinaba la más completa anarquía tras el desgraciado gobierno de Focas. El nuevo emperador no tenía recursos pecuniarios ni fuerzas militares suficientes. Este conjunto de cosas explica los hondos trastornos que conmovieron el Imperio en la primera parte del reinado de Heraclio.
En 611, los persas emprendieron la conquista de Siria, ocupando Antioquía, la ciudad más importante de las provincias orientales bizantinas. Damasco no tardó en caer en manos persas. Conclusa la conquista de Siria, los persas marcharon sobre Palestina y el 614 cercaron Jerusalén, que resistió veinte días. Pasados éstos, las torres de ataque y los arietes persas abrieron brecha en las murallas y, según una fuente, “los malditos enemigos invadieron la ciudad con rabia semejante a la de bestias furiosas o dragones irritados.” (1) La ciudad fue entregada al pillaje y los santuarios cristianos destruidos. La iglesia del Santo Sepulcro, erigida por Constantino el Grande, fue incendiada y saqueados sus tesoros. Los cristianos sufrieron vejaciones intolerables cuando no la muerte. Los judíos de Jerusalén se pusieron al lado de los persas, participando en las matanzas, en las cuales, según algunas fuentes, perecieron sesenta mil cristianos. Muchos tesoros fueron transportados a Persia desde la ciudad santa. Una de las reliquias más veneradas de la Cristiandad, la Santa Cruz, fue llevada a Ctesifonte. Entre los prisioneros enviados a Persia estaba Zacarías, patriarca de Jerusalén. (2)
Esta devastadora conquista de Palestina por los persas y el pillaje de Jerusalén representan un momento crítico de la historia de la provincia palestiniana. Kondakov dice: “Fue un desastre inaudito, tal como no había existido desde la toma de Jerusalén bajo el reinado de Tito. Pero esta vez no se pudo poner remedio a tal calamidad. Nunca más la ciudad conoció período análogo a la brillante época del reinado de Constantino. Desde entonces la ciudad y sus monumentos declinaron de manera continua, paso a paso, y las mismas Cruzadas, tan ricas en consecuencias y en diversos provechos para Europa, no provocaron sino turbación, confusión y degeneración en la vida de Jerusalén. La invasión pérsica tuvo como efecto un cambio inmediato de la situación creada por la artificial importación de la civilización grecorromana a Palestina. La invasión arruinó la agricultura, despobló las ciudades, aniquiló gran número de conventos y monasterios, detuvo el desarrollo del comercio. Aquella invasión libertó a las tribus merodeadoras árabes de las convenciones que las trababan y del miedo que las retenía, y así comenzaron a fundar la unidad que hizo posibles las grandes invasiones del período posterior… Palestina entra de tal suerte en ese período turbulento que sería lícito calificar de medieval sí no se hubiese prolongado hasta nuestros días.”(3)
La facilidad con que los persas señorearon Siria y Palestina se explica en parte por las condiciones religiosas de la vida de aquellas provincias. La mayoría de los pobladores, sobre todo en Siria, no compartía la doctrina ortodoxa oficial sostenida por el gobierno de Constantinopla. Los nestorianos, y después los monofisistas, que habitaban en aquellas regiones, vivían duramente oprimidos, según vimos, por el gobierno de Bizancio, y por tanto preferían la dominación de los persas, adoradores del fuego, entre quienes los nestorianos gozaban de una libertad religiosa relativamente grande.
(1) Antíoco Estrategos, Toma de Jcrusalen por los persas en 614 (tr. del georgiano por N. Marr), San Petersburgo, 1909), p. 15 (en ruso). Trad. inglesa de F. C. Conybeare, Antíochus Strategos’ account of the sack of Jerusalem in 614 (English Histórica! Rcvieiv, t. XXV (1910), p. 506).
(2) H. Vinccnt y F. M. Abel. Jerusalem: recherches de íopographie, d’archéoiogie ct d’histoire (París, 1926), t. II, fase. IV, p. 926-928.
(3) N. P. Kondakov, Viaje arqueológico por Siria y Palestina (San Petersburgo, 1904), páginas 173-174 (en ruso).
La invasión persa no se limitó a Siria y Palestina. Parte del ejército tras cruzar toda el Asia Menor y tomar Calcedonia (a orillas del mar de Marmara, junto al Bósforo), acampó cerca de Crisópolis, hoy Escútari, frente a ( Constantinopla, mientras otro ejército persa se preparaba a conquistar Egipto, Alejandría cayó, probablemente el 618 ó 619. En Egipto, lo mismo que en Palestina, la población monofisista no apoyó con calor al gobierno bizantino y aceptó con júbilo el dominio persa.
Para el Imperio bizantino la pérdida de Egipto fue desastrosa. Egipto era en efecto, según ya vimos, el granero de Constantinopla, y una suspensión de los suministros de grano egipcio debía obrar gravemente sobre el estado económico de la capital.
A la vez que el Imperio bizantino sufría tan pesadas pérdidas en el sur y el este, a causa de las guerras pérsicas, surgía en el norte otro peligro, que constituía también una seria amenaza. Las hordas ávaro eslavas de la Península Balcánica, conducidas por el Kan de los avaros, se dirigían hacia el sur, saqueando y devastando las provincias septentrionales. Llegaron hasta la misma Constantinopla, donde chocaron con los muros de la ciudad. Esta vez la expedición se limitó a incursiones que procuraron al kan de los avaros numerosos prisioneros y rico botín, que condujo al norte. (1)
Tales movimientos de pueblos dejaron huellas en los escritos de un contemporáneo de Heraclio, Isidoro, obispo de Sevilla, quien observa en su crónica que “Heraclio entró en el sexto (o quinto) año de su reinado, al principio cual los eslavos conquistaron Grecia a los romanos y los persas se apodera; de Siria, Egipto, y gran número de provincias.” (2)
(1) Según toda verosimilitud, esta invasión avárica se produjo el 617. V. N. Baynes, The date of the Avar surprise (Byz. Zcit., t. X XI (1912), p. 110-128).
(2) La cronología de Isidoro no es muy segura. Isidoro de Sevilla, Chronica Majora
Tras alguna vacilación, el emperador decidió atacar a los persas. Dada la penuria del tesoro, Heraclio apeló a las riquezas de los templos de la capital y las provincias, ordenando que se transformasen aquellos bienes en monedas de oro y plata. Como Heraclio previera, el peligro que en el norte hacía correr al Imperio el Kan de los avaros se alejó mediante el pago de una gruesa suma de dinero y la entrega de rehenes distinguidos. Y después, en la primavera del 622, el emperador se trasladó al Asia Menor, donde reclutó muchos soldados, instruyéndolos en el arte de la guerra durante varios meses. La guerra contra los persas, que tenía por fin secundario la recuperación de la Santa Cruz y de la ciudad de Jerusalén, asumió formas de Cruzada.
Los historiadores modernos creen probable que Heraclio sostuviera tres campañas contra los persas entre los años 622 y 628, todas coronadas por brillantes éxitos para las armas bizantinas. El poeta contemporáneo Jorge de Písidia compuso en ocasión de esos triunfos el Epinikion (Canto de victoria) titulado La Heracliada, y en uno de sus poemas sobre la creación, el Hexámeron o “Seis días,” aludió a la guerra de seis años en que Heraclio venció a los persas. Un historiador del siglo XX, F. I. Uspenski, compara la expedición de Heraclio a las gloriosas conquistas de Alejandro Magno.(1) Heraclio se aseguró la ayuda de las tribus caucásicas y la alianza de los kázaros. Uno de los principales escenarios de las operaciones militares fueron las provincias persas del norte, fronterizas al Cáucaso.
En ausencia del emperador, ocupado en conducir los ejércitos a aquellas lejanas expediciones, la capital corrió un serio peligro. El kan de los avaros, rompiendo el acuerdo concluido con el emperador, marchó sobre Constantinopla (626) con inmensas hordas de avaros y eslavos. Había llegado también a un pacto con los persas, quienes enviaron parte cíe su ejército a Calcedonia. Las hordas ávaroeslavas sitiaron Constantinopla, que conoció durante mucho tiempo la mayor ansiedad. Pero la guarnición logró rechazar la ofensiva y al cabo hizo huir al enemigo. Cuando los persas supieron que el kan avaro, fracasando en su tentativa, se alejaba de Constantinopla, retiraron sus tropas de Calcedonia y las enviaron a Siria. La victoria de Bizancio sobre el kan avárico en 626 fue uno de los factores principales del debilitamiento del reino de los avaros. (2)
Hacia la misma época (624). Bizancio perdió sus últimas posesiones en España. La conquista de tales posesiones fue concluida por el rey visigodo español Suintila. Sólo quedaron en manos del emperador las Baleares.(3)
(1) F. I. Uspenski, t. I, p. 684. (en ruso).
(2) V. Pernice, ob. cit., p. 141-148. Kulakovski, t. III, p. 76-87.
(3) F. Corres, Die byzantinischen Besitzungen and den Küsten des spanischwestgothichen Reichcs (554-624) (Byz. Zeít., t. XVI (10.07), P- 53°•532)• E- Bouchier, Spain under thie Román Empire (Oxford, 1914), p. 59-60•
A fines del año 627 Heraclio deshizo por completo a los persas en una batalla sostenida no lejos de las ruinas de la antigua Níníve (en las cercanías de la actual Mossul, sobre el Tigris), y avanzó hacia el interior de las provincias centrales de Persia. Cayó en sus manos un rico botín. El emperador envió a Constantinopla un largo y triunfal manifiesto describiendo sus éxitos militares sobre los persas y anunciando el final y brillante desenlace de la guerra. (1) Su mensaje fue leído desde el púlpito de Santa Sofía. Entre tanto, el rey persa, Cosroes fue destronado y muerto, y el nuevo soberano, Kavad-Siroes, entabló tratos de paz con Heraclio. Por las estipulaciones del nuevo acuerdo los persas devolvía: al Imperio bizantino las provincias que le habían conquistado, es decir, Siria Palestina y Egipto, y reintegraban la Santa Cruz. Heraclio volvió, victorioso, a Constantinopla y a poco se encaminó a Jerusalén con su mujer, Martina, llegando el 21 de marzo del 630. (2) La Santa Cruz, devuelta por los persas, fue situada en su antiguo lugar, con gran júbilo de todo el mundo cristiano. Un historiador armenio contemporáneo (Sebeos) escribe en esta ocasión: “Hubo mucha alegría aquel día a su entrada en Jerusalén: ruido de lloros y suspiros, abundantes lágrimas, una inmensa llama en los corazones, un desgarramiento de las entrañas del rey, de los príncipes, de todos los soldados y habitantes de la ciudad; y nadie podía cantar los himnos del Señor a causa del grande y punzante enternecimiento del rey y de toda la multitud. El la restableció (la cruz) en su lugar y repuso todos los objetos eclesiásticos cada uno en su sitio, y distribuyó a todas las iglesias y a los moradores de la ciudad presentes y dinero para el incienso.”(3)
Es interesante notar que la victoria de Heraclio sobre los persas está mencionada en el Corán, donde leemos: “Los griegos fueron vencidos por los persas… pero después de su derrota los vencieron a su vez, pasados pocos años.” (4)
(1) Ese manifiesto se conserva en el Chronicon Paschale, p. 737-734. Su traducción completa al italiano se halla en A. Pernice. L’Impera-tore Eraclio (Florencia, 1905), p. 167-71.
(2) Esta fecha ha sido recientemente descubierta en el relato georgiano de Antíoco Estrategos, La toma de Jerusalén por los persas en 614, traducido por N. Marr (San Petcrsburgo, 1909) p. 65 (en ruso), y traducción inglesa de F. Conybcare en English Historical Review, tomo XXV (1910), p. 516.
(3) Sebeos, Historia del emperador Herraclio, traducida del armenio por Patkanov, capítulo XXIX, p. 111 (en ruso). Trad. del armenio y anotada por F. Macler (París, 1904). página 91. En la ultima frase arriba citada, los dos traductores, en vez de “presentes” dicen “bendición.” V. Kulakovski, t. III (Kiev, 1915), p. 118, (en ruso).
(4) Corán, XXX, i, sección titulada Los griegos.
La guerra pérsica de Heraclio representa para Bizancio una fecha trascendente de su historia. De las dos principales potencias que alegaban pretensiones universales en la Alta Edad Medía, es decir, Persia y Bizancio, la primera perdió entonces su importancia, trocándose en un Estado débil y dejando en breve de tener existencia política a consecuencia de las invasiones árabes. En cambio, el victorioso Imperio bizantino dio un golpe mortal a su sempiterno enemigo, recuperó sus perdidas provincias orientales, devolvió a la Cristiandad la Santa Cruz y todo ello mientras libraba a la capital de la formidable amenaza de las hordas ávaroeslavas. El Imperio bizantino parecía en la cúspide de su gloria y pujanza. El historiador italiano Pernice escribe al propósito: “En 629 la gloria de Heraclio está en su apogeo; la luz de su genio ha disipado la obscuridad suspendida sobre el Imperio; ante los ojos de todos parece abrirse una era gloriosa de grandeza y paz. El temido enemigo de siempre, Persia, está abatido en definitiva; en el Danubio, la potencia de los avaros declina rápidamente. ¿Quién, pues, podía resistir a las armas bizantinas? ¿Quién podía amenazar al Imperio?.” (1)
El soberano de la India envió a Heraclio una felicitación tras la victoria bizantina sobre los persas, remitiéndole a la vez gran cantidad de piedras preciosas. (2) Dagoberto, rey de los francos, expidió a Bizancio enviados extraordinarios y concluyó con Heraclio una paz perpetua. (3) Y en 630 Borana, reina de los persas, concluyó, parece que por oficios de un embajador especial, una paz en regla con Heraclio. (4)
(1) Pernice, ob. cit., p. 179.
(2) Teófanes, Chronographia, ed. de Boor, p. 335.
(3) Chronicarum quae dicuntur Fredcgarii Scholastid, IV, 62 (Man. Germ. Hist. Scriptores rerum merovingarum, t. II (1888), p. 131). V. también Gesta Dagoberti I. regís Francorum, 24 (Ibíd-, p. 409).
(4) Cronica Minora, I, trad. por I. Guidi {París, 1903), p. 26 (Corpus scriptorum christianoritm orientatium. Scriptores Syri, ser. III, t. (5) Agapio de Menbidj, Historia Universal, t. II (2), p. 453 (193), ed. por. Vasiliev. Patr. Orient., t. VIII (1912). Miguel el Sirio, trad. por A. Chabot, t. II, p. 420. V. T. Nóldeke, Geschtchte der Perser und Araber zur Zett der Sasaniden (aus Tabari) (Leipzig, 1879), p. 391-392. Del mismo: Aufsatze zur persischert Geschichte (Leipzig. 1887), p. 129.
Tras el feliz desenlace de la guerra persa, Heraclio, en 629, tomó por primera vez el nombre oficial de “basileo.” Tal nombre existía hacía siglos en Oriente, y sobre todo en Egipto, y desde el siglo IV habíase hecho corriente en las zonas de lengua griega del Imperio, pero sin ser reconocido todavía como título oficial. Hasta el siglo VII, el equivalente griego del latino “imperator” había sido la palabra “autocrator” , es decir, “autócrata,” que etimológicamente no correspondía al sentido de “imperator.” El único soberano extranjero a quien el emperador bizantino consentía en titular basileo era el rey de Persia (salvo también el remoto monarca abisinio). Bury escribe: “Mientras hubo en el exterior un gran basileo independiente del Imperio romano, los emperadores se abstuvieron de adoptar un título que hubieran compartido con otro monarca. Pero cuando ese monarca hubo sido reducido a la condición de vasallo dependiente y dejó de existir competencia entre ambos Imperios, el emperador indicó al mundo su victoria tornando oficialmente el título que oficiosámente se le daba siglos hacía.” (1) En las provincias recuperadas — Siria, Palestina, Egipto,— donde había una proporción dominante de monofisitas, se presentó otra vez el angustioso e importantísimo problema de la actitud del Gobierno hacia los monofisistas. Por otra parte, la larga y persistente lucha de Heraclio contra los persas, a pesar de su éxito final, produjo un momentáneo debilitamiento del poder militar del Imperio bizantino, como consecuencia de las fuertes pérdidas en hombres y dinero. Además, el Imperio no obtuvo el período de calma que necesitaba tanto. En efecto, a poco de la guerra pérsica apareció una amenaza formidable y completamente inesperada, cuya gravedad no se comprendió bien al principio: el peligro árabe. Los árabes abrieron una nueva era de la historia del mundo al invadir los territorios del Imperio bizantino y de Persia.
Gibbon habla de este empuje árabe en los términos siguientes: “Mientras el emperador triunfaba en Constantinopla o en Jerusalén, una obscura ciudad de los confines de Siria era puesta a saco por los sarracenos, quienes destrozaron los ejércitos que avanzaban en socorro de la población, incidente trivial e irrisorio de no haber preludiado una revolución formidable. Aquellos saqueadores eran los apóstoles de Mahoma, su fanático valor había surgido en el desierto, v en los últimos ocho años de su reinado, Heraclio perdió, a manos de los árabes, las mismas provincias que había obligado a los persas a devolverle.”(2)
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Continuación de la (17)
La Cuestión de los Eslavos en Grecia.
La penuria de fuentes relativas a las invasiones eslavas en la Península balcánica en la segunda mitad del siglo VI ha dado origen a una teoría que sostiene la completa eslavización de Grecia. Tal teoría, nacida a principios del segundo cuarto del siglo XIX, ha provocado vivas controversias científicas.
Entre 1830-30, toda Europa se apasionó, con profunda simpatía, por la causa de los griegos, que habían empuñado la bandera de la insurrección contra los turcos. Tras una resistencia heroica, aquellos hombres, que luchaban por la libertad, lograron la independencia, creando, con ayuda de las potencias europeas, un reino griego separado. Europa, entusiasmada, vio en aquellos héroes a los hijos de la antigua Hélade, reconociendo en ellos las características de Leónidas, de Epaminondas y de Filopomeno.
Mas entonces se elevó, en una pequeña ciudad alemana, una voz que advirtió a la consternada Europa que por las venas de los habitantes del nuevo Estado griego no corría una sola gota de verdadera sangre helena; renueva el magnánimo impulso europeo en pro de los hijos de la sagrada Hélade se fundaba en un equívoco y que el antiguo elemento griego había desaparecido hacía mucho, siendo substituido por elementos etnográficos nuevos y completamente extraños a Grecia, ya que su origen era principalmente eslavo y albanés. El hombre que pública y valerosamente osó proclamar tan nueva teoría, que quebraba en sus fundamentos las creencias de la Europa de entonces, era Fallmerayer, a la sazón profesor de Historia general en un liceo alemán.
Leemos en el primer tomo de su libro Geschichte dar Halbinsel Morca Wdhrend des Mittelalters (“Historia de la península de Morca en la Edad Media”), obra publicada en 1830: “La raza helénica, en Europa, está completamente aniquilada. La belleza del cuerpo, los vuelos del espíritu, la sencillez de las costumbres, el arte, la palestra, las ciudades, la campiña, el lujo de las columnas y de los templos, el nombre mismo del pueblo han desaparecido del continente griego. Una doble capa de ruinas y de fango dejadas por dos razas nuevas y diferentes recubre las tumbas de los antiguos griegos. Las inmortales creaciones del espíritu de la Hélade y algunas ruinas antiguas sobre el suelo natal constituyen hoy el único testimonio de la existencia, en el pasado, del pueblo heleno. Y sin esas ruinas, sin esos montículos funerarios y esos mausoleos, sin su suelo y sin la desgraciada suerte de sus habitantes, sobre quienes los europeos de nuestra época han derramado, en un impulso de humana ternura, su admiración, sus lágrimas y su elocuencia, menester sería decir que sólo un vano espejismo, una imagen sin alma, un ser colocado fuera de la naturaleza de las cosas, ha emocionado las fibras más íntimas de sus corazones. Porque no hay una sola gota de verdadera sangre helena, pura de toda mezcla, en las venas de la población cristiana de la Grecia moderna. Una tempestad terrible dispersó sobre toda la extensión comprendida entre el Ister y los más apartados rincones del Peloponeso, una raza nueva, emparentada con el gran pueblo eslavo. Los eslavos-escitas, los arnauta-ilirios, los hijos de los países hiperbóreos, parientes de sangre de servios y búlgaros, dálmatas y moscovitas, tales son los pueblos que hoy llamamos griegos y cuyo origen hacernos remontar, con gran sorpresa de ellos mismos, a Feríeles y Filopomeno… La población, de rasgos eslavos, de cejas en forma de media luna, de pómulos pronunciados, de los pastores de las montañas albanesas, no es, a buen seguro, la posteridad de sangre de Narciso, de Alcibíades y de Antinoo. Sólo una imaginación romántica y desbordada puede en nuestros días soñar en el renacimiento de los helenos antiguos, con su Sófocles y su Platón.” (1)
Fallmerayer pensaba que las invasiones eslavas del siglo VI habían producido en el Imperio bizantino una situación tal que éste, sin haber perdido una sola provincia, no podía considerar como sus súbditos propiamente dichos sino los habitantes de las provincias costeras y de las ciudades fortificadas. La aparición de los avaros en Europa habría sido un hecho histórico de máxima importancia para Grecia, puesto que con ellos llegaron también los eslavos, impulsados por los primeros a la conquista del sacro suelo de la Hélade y el Peloponeso.
Fallmerayer fundaba principalmente su teoría en las indicaciones que se hallan en Evagrío historiador eclesiástico de fines del siglo VI, y el cual escribe en su historia: “Los avaros, habiéndose aproximado dos veces a las fortificaciones llamadas Murallas Largas, se apoderaron de Singidunum (Belgrado), de Anchialo y de toda Grecia, con otras ciudades y fortalezas, poniéndolo todo por doquier a sangre y fuego, en un momento en que las más de las fuerzas del Imperio estaban peleando en Oriente.” (2)
(1) Fallmerayer, db. cit., t. I, p. HI-XIV.
(2) Evagrio, Hist. ecl., VI, 10, ed. Bidez y Parmentier, p. 228.
La expresión “toda Grecia” permite a Fallmerayer hablar del exterminio de los griegos en el Peloponeso. Que Evagrio hable de “avaros” no le obstaculiza, ya que entonces avaros y eslavos practicaban juntos sus incursiones. Fallmerayer sitúa esa invasión concreía en el 589. Pero tal invasión, dice, no exterminó por completo a los griegos. Según Fallmerayer, el golpe final a la población griega lo asestó la peste, llegada de Italia el 746. Se halla mención de ese acontecimiento en un famoso pasaje de aquel escritor coronado del siglo x que se llamó Constantino Porfirogónito. Hablando del Peloponeso en una de sus obras, este autor observa que, después de aquella terrible peste, “todo el territorio fue eslavizado y se transformó en bárbaro.” (1) Según Fallmerayer, el año de la muerte del emperador Constantino Coprónímo (775) puede considerarse como la fecha en que el desolado país se pobló de eslavos, esta vez de manera completa y definitiva, comenzando poco a poco a cubrirse de ciudades y aldeas nuevas. (2)
En una obra posterior, Fallmerayer extiende sus conclusiones al Ática, sin aducir pruebas sólidas. En el segundo tomo de su Historia de la península de Morea presenta una nueva teoría “albanesa,” según la cual los grecoeslavos que habitaban Grecia fueron reemplazados y sometidos por colonos albaneses en el segundo cuarto del siglo XIV con lo que, según él, la revolución griega del siglo XIX ha sido, en realidad, obra de albaneses.
El primer adversario serio de Fallmerayer fue el historiador alemán Carlos Hopf. Éste había estudiado con agudeza el problema del establecimiento de los eslavos en Grecia, y en 1867 publicó una Historia de Grecia desde el principio de la Edad Media hasta nuestros días. Pero Hopf cae en otro extremo al querer disminuir a toda costa el papel del elemento eslavo en Grecia. Según él, las colonias eslavas en Grecia no existieron sino del 750 al 807. Antes de 750 Grecia no tuvo tales colonias. Respecto a la “eslavización” del Ática, Hopf demostraba que la teoría de Fallmerayer fundábase en un documento apócrifo. (3)
La abundante literatura sobre este tema, aunque a menudo contradictoria y divergente, nos permite llegar a las siguientes conclusiones: hubo en Grecia colonias eslavas muy importantes a partir de fines del siglo VI, pero su fundación no produjo la eslavización total del país ni el exterminio de los griegos. Además, diversas fuentes mencionan la presencia de eslavos en Grecia, sobre todo en el Peloponeso, durante toda la Edad Media y hasta el siglo VI. (4) La fuente más importante relativa a los principios de la eslavización de la Península balcánica — las Actas de San Demetrio — no ha sido utilizada debidamente por los sabios, incluyendo a Fallmerayer y Hopf.(5)
(1) Constantino Porfirogénito, De Thematibus, II, 53. Constantino emplea un verbo inusitado, de suerte que los historiadores traducen, ora “todo el país fue eslavizado,” ora “fue esclavizado.” Yo entiendo que es más correcta la traducción dada en el texto de este libro.
(2) Fallmerayer, t. I, p. 208:210.
(3) Hopf, Gesch. Griech. vom Beginn des Mitt. bis auf unsere Zeit, t. I (Leipzig, 1867), p. 103-119.
(4) A. Vasiliev, Los eslavos en Grecia (Vizantiiski Vrcmennik, t. V, 1898, p. 416-438, en ruso). Sobre el siglo IX, F.” Dvornik, I.os eslavos, Bizancio y Roma en el siglo IX (París, 1926), P- 41-45•
(5) Se hallará un capítulo muy interésenle sobre la importancia de las Actas de San Demetrio en H. Gelzer, Die Génesis der byzantinischen Themenvefaassung (Leipzig, 1899), página 42-64. V. O. Tafrali, Thessalonique des origines au XIV siecle. (París, 1919), p. 101.
Los sabios han discutido a menudo la originalidad de la teoría de Fallmerayer, cuya opinión, en rigor, no era una novedad. Ya antes de él se había hablado del influjo eslavo en Grecia. Fallmerayer se redujo a expresar su opinión de manera directa y tajante. Hace poco un sabio ruso ha expuesto el criterio de que el verdadero instigador de la teoría de Fallmerayer fue el eslavista Kopitar, sabio vienes del siglo XIX. Kopitar desarrolló en sus escritos la idea de que el elemento eslavo había tenido importante papel en la formación de la nueva nación griega. En verdad, Kopitar no profundizaba con detalle su teoría, porque no deseaba emitir una paradoja anticientífica y chocar a sus contemporáneos. (1)
“Las proposiciones extremas de la teoría de Fallmerayer — dice Petrovski — no pueden hoy defenderse, después del profundo estudio que se ha hecho del problema; pero la teoría en sí, expuesta por el autor de manera tan armoniosa y aguda, merece con buen derecho atraer la atención de los mismos historiadores que 110 admiten esa teoría en su integridad o parcialmente.” (2) Y, de hecho, tal teoría, a pesar de sus evidentes exageraciones, ha cumplido una gran misión en la ciencia histórica, dirigiendo la atención de los sabios sobre una cuestión interesante pero no por eso obscura que es el problema de los eslavos en Grecia durante la Edad Media. Finalmente, los escritos de Fallmerayer adquieren una importancia histórica general más considerable aun si se tiene en cuenta que el autor es el primer sabio que puso su atención en las transformaciones etnográficas experimentadas en la Edad Media, no sólo por Grecia, sino por la Península balcánica en general.
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Continuación de la (16)
Los Sucesores Inmediatos de Justiniano. Su Política Religiosa. Mauricio. Persia. Los Eslavos y los Avaros. Creación de los Exarcados.
Tan pronto como la poderosa personalidad de Justiniano desapareció de escena, todo el sistema artificial que mantenía el Imperio en un equilibrio provisional, se derrumbó. “A su muerte —dice Bury,— los vientos se escaparon de sus límites; los elementos de disociación comenzaron su obra; el sistema artificial se debilitó y la metamorfosis del Imperio, seguramente empezada hacía mucho, pero velada por los asombrosos acontecimientos del agitado reino de Justiniano, principió a manifestarse rápidamente y en su desnudez.” (3)
El período comprendido entre el 565 y el 610 constituye una de las épocas más desoladas de la historia bizantina. La anarquía, la miseria, las calamidades se desencadenaron en todo el Imperio. Las turbulencias entonces reinantes llevaron a decir a Juan de Efeso, el historiador del reinado de Justino II, que el fin del mundo se aproximaba. (4) Finlay escribe sobre aquella época: “Quizá no haya habido en la historia período en que la sociedad se haya encontrado en tal universal estado de desmoralización.”(5)
(1) Procopio, De aedificiis, IV, 4, 1 (Bonn, p. 277; Haury. t. III, p. 2, 116).
(2) A. Vasiliev, Los godos en Crimea (Informes de lα Academia de la historia da la civilización económica, t. V (1927), p. 180-81, en ruso).
(3) Bury, t. II, p. 67.
(4) Juan de Efeso, EccJ. fííst., I, 3 (Trad. por Payne Smith, p. 3).
(5) Finlay, A History of Greece, ed. por Tozer (Oxford, 1877), t. I, p. 298.
Los sucesores inmediatos de Justiniano fueron Justino II el Joven (565-578), Tiberio II (578-582), Mauricio (582-602) y Focas (602-610). El más eminente de estos cuatro emperadores fue Mauricio, soldado enérgico y jefe experimentado. Una mujer, Sofía, la decidida esposa de Justino II, ejerció gran influencia en los asuntos públicos, recordándonos en esto a Teodora.
Los hechos más salientes de la política exterior de los citados emperadores fueron la guerra contra los persas, la lucha contra eslavos y avaros en la península balcánica y la conquista de Italia por los lombardos. Desde el punto de vista interior ha de notarse la política rigurosamente ortodoxa de estos emperadores y la creación de los dos exarcados.
La paz de cincuenta años convenida con Persia por Justiniano fue denunciada bajo Justino II, quien se negó a continuar el pago de la suma anual estipulada. La hostilidad común de bizantinos y turcos contra los persas condujo al desarrollo de relaciones muy interesantes entre los dos primeros de dichos pueblos. Los turcos habían aparecido poco antes en el Asia Occidental y en las proximidades del Caspio. Ocupaban los países comprendidos entre China y Persia y veían en ésta su principal enemiga. Una embajada turca franqueó los montes del Cáucaso y tras largo viaje llegó a Constantinopla, donde obtuvo inmejorable acogida. Se comenzó a pensar en una especie de alianza ofensivo-defensiva contra Persia, entre turcos y bizantinos. Al respecto es de notar la propuesta turca al Gobierno bizantino: servir a los turcos de intermediarios en el comercio de la seda entre China y Bizancio, sin pasar por Persia. O sea que los turcos proponían a los bizantinos lo que había deseado Justiniano, con la sola diferencia de que el último había querido llegar a su fin por vía marítima y meridional y los turcos, bajo Justino II, proponían la septentrional y terrestre. Pero las negociaciones turcobizantinas no condujeron a la conclusión de una alianza efectiva seguida de una acción concertada contra los persas, porque Bizancio, hacia el 570, estaba más directamente interesada en los asuntos occidentales y sobre todo en los de Italia, que los lombardos habían invadido. Además, las fuerzas militares turcas no parecían muy considerables a Justino. En todo caso, el resultado de aquellos tratos bizantinoturcos fue hacer más tirantes aún las relaciones de Bizancio con Persia.(1)
Durante los reinados de Justino, Tiberio y Mauricio, se sostuvo guerra con Bizancio. Hubo de abandonarse el asedio de Nisibe, y Darás, plaza fortificada fronteriza, pasó a manos del enemigo. Además de esta derrota en el frente oriental, Bizancio sufrió en sus provincias de la península balcánica una invasión de los avaros, llegados de allende el Danubio. La pérdida de Darás produjo gran impresión sobre el débil Justino, quien enloqueció. Un cronista sirio (2) del siglo XII, citando, naturalmente, una fuente anterior, nota: “Sabiendo que Darás había sido tomado… el emperador fue afligido. Mandó cerrar las tiendas y cesar el comercio.”(3) La emperatriz Sofía obtuvo, el 574, una tregua de un año, comprada por 45.000 piezas de oro.
La guerra sostenida bajo Tiberio (4) y Mauricio fue más feliz para el Imperio bizantino, favorecido por los disturbios interiores surgidos en Persia en torno a la posesión del trono. El tratado de paz concluido por Mauricio tuvo gran importancia para el Imperio. La Armenia persa y la Mesopotamia oriental, con la ciudad de Darás, se cedían a Bizancio; el humillante tributo anual qué debía pagarse a los persas se anulaba, y, en fin, el Imperio, libre del peligro persa, podía concentrarse en los asuntos de Occidente y sobre todo en las incesantes invasiones de eslavos y avaros en la Península balcánica. (1)
(1) Bury, 1. II (Londres, 1889), p. 97. Kulakovski. p. 350. E. Stein. Studien, p. 21.
(2) Crónica de Miguel el Sirio, tratl. por J. B. Chabot. t. II (París, 1901). P- 312
(3) Sobre esa guerra, v. Bury, t. II, p. 93-101: Kulakovski, i. II, p.(111-69; Stein, Stlidien, p. 38-55.
(4) Sobre esta guerra v. Stcin, Studien. p. ,”8-8ti (bajo Tiberio cesar) y 87-102 (bajo Ί iberio augusto).
(5) Sobre la guerra pérsica bajo Tiberio y Mauricio, v. Bury, t. II. p.95-101. Kulakovski, t. II, p. 383-394, 426-446.
En el reinado de Focas se inició una nueva guerra contra los persas, que tuvo considerable importancia para el Imperio bizantino. De ella hablaremos después, ya que sólo concluyó bajo el reinado de Heraclio. Después de La muerte de Justiniano ocurrieron graves sucesos en la Península balcánica. Las fuentes sólo dan sobre esos hechos datos fragmentarios.
Ya indicamos que, bajo Justiniano, los eslavos hacían frecuentes incursiones en dicha península, avanzando bastante hacia el sur e incluso amenazando a veces Tesalónica. Muerto Justiniano, continuaron tales incursiones. Pero entonces muchos eslavos quedáronse en las provincias bizantinas y gradualmente fueron ocupando la península. En su invasión les ayudaron las avaros, pueblo de origen turco, que vivía entonces en Panonia. Eslavos y avaros amenazaron la capital y las orillas del mar de Mármara y el Egeo, penetraron en Grecia y llegaron hasta el Peloponeso. La noticia de aquellas invasiones bárbaras se difundió hasta Egipto, donde Juan, obispo de Nikíu, escribía, en el siglo VII, bajo Focas, lo siguiente: “Se refiere, respecto al Imperio romano, que los reyes de aquel tiempo, con los bárbaros, pueblos extranjeros, y los ilirios, asolaban las ciudades de los cristianos y conducían cautivos a los habitantes. Sólo se salvó la ciudad de Tesalónica, porque sus muros eran sólidos y, gracias a la protección de Dios, los pueblos extranjeros no lograron apoderarse de ella, pero toda la provincia fue despoblada.” (1) En 1830, un sabio alemán pretendió que a fines del siglo VI los griegos habían sido completamente destruidos por los eslavos. Después discutiremos esta teoría. Digamos de momento que para el estudio del problema del establecimiento de los eslavos en la Península balcánica debemos apelar sobre todo a las “Actas” del mártir Demetrio, protector de Tesalónica, uno de los principales centros eslavos de la Península. Uno de los autores del libro de los Milagros, de San Demetrio, fue Juan, arzobispo de Tesalónica, que vivió en. la primera mitad del siglo VII. Esa fuente contemporánea nos da una verdadera fuente de informes sobre las invasiones ávaroeslavas en la Península balcánica. Según tal fuente, Tesalónica fue sitiada dos veces en vano, a fines del siglo VI, por eslavos y avaros. (2)
(1) Crónica de Juan, obispo de Nikiu, traducida del etíope por Zotenberg, c. CIX, página 550 (Notices et extraits des manuscrits de la Bibliothéque nationale, t. XXIV, 1883), The Chronicle of John, bishop of Nikiu, translated by R. H. Charles (London, 1916), cap. CIX, 8, p. 175-76).
(2) Véase, por ejemplo, O. Trafali, Thessaloniquc des origines au XIV siecle (París, 1919), páginas 101-108. Las Actas de Demetrio se publicaron en Acta Sanctorium, t. IV, p. 104 y sig., y Migne, Patr. Gr., 116, col. 1204 y sigtes. y 1326 y sigtes.
A fines del siglo VI y principios del VII prosiguió el empuje de eslavos y avaros hacia el sur, sin que los bizantinos pudiesen contenerlo. Ello motivó en la Península importantes cambios etnográficos, ya que se encontró ocupada, en su mayoría, por eslavos advenedizos. Ciertas fuentes, al referirse a este período, hablan de los avaros como si fuesen eslavos. Esto se explica porque los escritores contemporáneos tenían informes harto vagos sobre las tribus nórdicas y confundían a eslavos y avaros, viendo que ambos pueblos practicaban juntos sus incursiones.
Muerto Justiniano, Italia no fue protegida lo suficiente contra las invasiones de sus enemigos, y por tanto, cayó fácil y rápidamente en manos de un nuevo pueblo bárbarogermánico: los lombardos, quienes habían aparecido en las inmediaciones de aquellos países sólo pocos años después del aniquilamiento del reino ostrogodo por Justiniano.
A mediados del siglo VI, los lombardos, de concierto con los avaros, destruyeron el reino fundado por la tribu bárbara de los gépidos (Gepidae) sobre el Danubio central. Más tarde, acaso por temor a sus propios aliados, los lombardos pasaron de Panonia a Italia mandados por su rey “konung” Alburno. Les acompañaban sus mujeres e hijos y sus tropas comprendían tribus diversas, entre las cuales resaltaban por su número las sajonas.
La tradición popular ha cometido la injusticia de acusar al anciano gobernador de Italia y antiguo general de las tropas de Justiniano, Narsés, de haber llamado a Italia a los lombardos. Semejante acusación debe considerarse desprovista en absoluto de fundamento. A raíz de la exaltación de Justino II al trono, Narsés se retiró a causa de su avanzada edad y falleció en Roma.
En 568 los lombardos invadieron el norte de Italia. Avanzaban como una horda salvaje, devastando cuantas localidades atravesaban. Eran arríanos de religión. No tardaron en someter la Italia septentrional, que tomó el nombre de Lombardía. El gobernador bizantino, falto de bastantes fuerzas para resistir a los lombardos, permaneció al amparo de los muros de Ravena. Los bárbaros, luego de conquistado el norte de Italia, se dirigieron hacia el sur, eludiendo Ravena. Sus numerosas hordas se esparcieron por casi toda la Península y ocuparon con la mayor facilidad, las ciudades, carentes de defensa. Así llegaron al sur de Italia, tomando Benevento. Si bien no entraron en Roma, ésta se halló rodeada de bárbaros por el norte, el este y el sur. Los bárbaros cortaban toda comunicación entre Ravena y Roma, de suerte que la última no podía contar con socorros del gobernador bizantino de Ravena. Y menos con la ayuda de los emperadores de Constantinopla, más lejanos todavía y atravesando a la sazón, según vimos, uno de los períodos más críticos y turbados de la historia del Oriente. Así, pronto asistió Italia a la fundación de un gran reino germánico: el lombardo. El emperador Tiberio, y más aun Mauricio, trataron de hacer alianza con el rey de Austrasia, Childeberto II (570-595), a fin de inclinarle a emprender las hostilidades contra los lombardos y arrojarlos de Italia. El emperador y el rey cambiaron varias embajadas y el Mauricio envió a Childeberto o a su madre, Brunequilchi, cincuenta mil piezas de oro (“solidi”), adoptando, además, a Childeberto, que así pasó a ser su hijo, como Justiniano adoptara a Teodoberto. Pero los esfuerzos de Mauricio para asegurarse el auxilio australiano fracasaron repetidas veces. Childeberto envió sus tropas a Italia, mas fue con la intención de recuperar las antiguas posesiones francas y no de conquistar Italia para Mauricio. Más de un siglo y medio había de pasar antes de que los reyes francos, llamados esta vez por el Papa y no por el emperador, destruyesen la dominación lombarda en Italia. (1) Abandonada a su destino, Ronta hubo de sufrir varios asedios lombardos, pero halló un defensor en la persona del Papa, quien, por la fuerza de las cosas, se vio obligado a ocuparse, no sólo de la vida espiritual de su grey romana, sino de organizar la defensa de la ciudad contra los lombardos. Por entonces — fines del siglo VI — tuvo la Iglesia romana a su cabeza uno de sus hombres más eminentes: el Papa Gregorio I el Grande. El tal había pasado seis años como “apocrisiarius” o nuncio del Papa en Constantinopla, sin llegar a aprender ni siquiera los rudimentos de la lengua griega, pero, pese a su ignorancia en ese punto, mostró conocer perfectamente, al llegar al Pontificado, la vida y la política del Imperio. (2)
(1) Bury, t. II, p. 160-66. G. Rcverdy, Le relation de Childcbcrt II et Byzance (Revue Historicjue, t. CXIV (1913), p. 61-85).
(2) Sobre la residencia de Gregorio I en Constantinopla, v. D. Dudden, Grégoire le Grand,, sa place dans l’histoire et la pensée, t. I (Londrcs, 1905, cap. VI, p. 123-157. Es probable que Gregorio fuese llamado a Roma el 586 (ob. dt., p. 156-157).
La conquista de Italia por los lombardos demostró con toda evidencia el fracaso de la política exterior de Justiniano en Occidente, donde el Imperio no poseía fuerzas bastantes para conservar el reino ostrogodo sometido. Por otra parte, las invasiones lombardas pusieron los cimientos a la progresiva separación de Italia y del Imperio bizantino, así como del debilitamiento de la influencia del emperador en Italia.
En su política religiosa, los sucesores de Justiniano favorecieron a los ortodoxos, y los monofisistas sufrieron en ciertos momentos persecuciones muy severas. Así sucedió durante Justino II. Es interesante examinar las relaciones del Imperio bizantino y la Iglesia romana bajo Mauricio y Focas. La Iglesia romana, representada por Gregorio el Grande, se pronunció contra el título de “ecuménico” asumido por el patriarca de Constantinopla. En carta a Mauricio, Gregorio acusaba a Juan el Ayunador de excesivo orgullo.
“Me veo obligado — escribía el Papa — a lanzar una gran voz, diciendo: O témpora! O more! Cuando toda Europa ha caído en poder de los bárbaros, cuando las ciudades son destruidas, las fortalezas arrasadas, las provincias despobladas; cuando el hombre ya no labora el suelo, cuando los adoradores de ídolos están desencadenados y reinan para perdición de los fieles, en este momento los sacerdotes, que deberían tenderse, llorando, en tierra y cubrirse de cenizas, ambicionan nuevos títulos profanos, orgullosos de esa gloría vana. ¿Es que en este asunto, muy pío emperador, defiendo mi propia causa? ¿Es que vengo una ofensa personal? No; defiendo la causa de Dios todopoderoso y la causa de la Iglesia universal. Debe ser abatido aquel que ofenda a la santa Iglesia universal, aquel en el corazón del cual arraigue el orgullo, quien quiera ponerse por encima de la dignidad de vuestro Imperio con su título particular.” (1)
(1) Gregorio el Grande. Epístolas, V. so (Migue, Part. ¡al., 77, col. 746-77). Mon Gcrm. Hist. Epist., t. I, p. 322 (v. 37). (Por oposición, aplicóse a sí mismo el titulo de “Servís servorum Dei,” con el cual se han iniciado todas las cartas pontificias, desde entonces, hasta 1869. —.V. del R.)
Pero el Papa no fue atendido y por algún tiempo se abstuvo de enviar representantes Constantinopla. Cuando el 602 estalló una revolución en la capital contra Mauricio, y Focas fue proclamado emperador, Gregorio le dirigió una carta poco apropiada en forma y fondo al destinatario, tirano absurdo exaltado al trono bizantino. Véase un párrafo de la carta de Gregorio:
“Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos… Que el Cielo se regocije; que la tierra se estremezca de alegría (Salmos, 95: 2). Que todo el pueblo del Imperio, profundamente entristecido hasta este día, se congratule de vuestras excelentes acciones… Que cada uno se goce en la libertad al fin devuelta bajo el cetro del pío emperador. Porque he aquí la diferencia que existe entre los reyes de otras naciones y los emperadores; y es que los reyes reinan sobre esclavos, mientras los emperadores del Estado romano reinan sobre hombres libres.” (1) Sin duda la actitud del Papa produjo impresión en Focas, porque el segundo sucesor de Gregorio en el trono pontifical obtuvo que Focas prohibiese al patriarca de Constantinopla llamarse “ecuménico,” así como una declaración según la cual “el trono apostólico del bienaventurado apóstol Pedro era la cabeza de todas las Iglesias.” (2)
(1) Epístolas de Gregorio el Grande, XIII, 31 (Migne, 77, col. 1281-82). Mon. Germ., Hist. Ep. t. II, p. 397 (XIII, 34)•
(2) Bonifacio III. Líber Pontificalis, ed. L. Duchesne (París, 1886), t. I? p. 316.
De esta manera, mientras en sus empresas exteriores e interiores Focas sufría fracasos y provocaba la irritación de sus subditos, sus relaciones con Roma, fundadas en concesiones por parte del emperador, fueron durante todo su reinado amistosas y apacibles. Para conmemorar tan buenas disposiciones entre Roma y Bizancio, el exarca de Ravena hizo erigir en el Foro romano una columna, que todavía existe hoy, con una inscripción en honor de Focas. Las conquistas lombardas en Italia motivaron importantes cambios en la administración de este país.
Cambios tales, con la reforma análoga y contemporánea de la administración del África del Norte, constituyen la base del régimen de los “temas” que se desarrolló a continuación en todo el Imperio.
Las autoridades bizantinas de Italia no podían oponer resistencia suficiente a los lombardos, que se habían adueñado de dos tercios de la Península. En tales circunstancias, y ante el grave peligro que amenazaba a Italia, el Gobierno bizantino decidió fortificar su poder concentrando en manos de los gobernadores las funciones civiles y militares. Al frente de la administración bizantina en Italia fue puesto un gobernador militar con el título de exarca, con residencia en Ravena y al que quedaron subordinados todos los funcionarios civiles. La creación del exarcado de Ravena data de fines del siglo VI, época del emperador Mauricio. La concentración de funciones administrativas y judiciales en manos de la autoridad militar no significaba la supresión inmediata de los funcionarios civiles, que seguían existiendo, paralelos a las autoridades militares, aunque subordinados a ellas. Sólo más tarde las autoridades civiles, según toda probabilidad, desaparecieron, siendo substituidas por las militares. El exarca, como representante de la autoridad imperial, introdujo en su gobierno los rasgos, de esencia imperial, del cesaropapismo, convirtiéndose en arbitro de los asuntos religiosos del exarcado. El exarca, provisto de poderes ilimitados, gozaba de honores imperiales; su palacio de Ravena se llamaba sagrado (Sacrum Palatium, nombre dado tan sólo a las residencias imperiales); cuando el exarca llegaba a Roma se le acogía como a un emperador y el Senado, el clero y el pueblo iban a su encuentro en procesión solemne, extramuros de la ciudad. Todos los asuntos militares, la administración civil, lo judicial y lo financiero dependían del exarca. (1)
Si el exarcado de Ravena debió su creación a la invasión de los lombardos en Italia, el de África del Norte, creado en lugar del antiguo reino vándalo, comenzó a existir en virtud de un peligro análogo, provocado por los lugareños africanos, moros o bereberes, que se sublevaban a menudo contra las tropas bizantinas de ocupación. Los orígenes del exarcado de África, o de Cartago, como se le llama con frecuencia, por el lugar de residencia del exarca, remóntase también a Mauricio. El exarcado de África recibió igual organización que el de Ravena y el exarca africano poseía iguales ilimitadas prerrogativas que su colega italiano. (2)
De cierto, sólo la necesidad forzó al emperador a crear funciones administrativas de poderes tan ilimitados como los del exarca, quien, si lo deseaba y concurrían algunas circunstancias favorables, podía cambiarse en un muy peligroso rival del emperador. Pronto veremos, en efecto, cómo el exarca de África alzó el estandarte de la revuelta contra Focas y cómo el hijo del exarca se convirtió, en 610, en emperador.
Los exarcas de África, hábilmente escogidos por Mauricio, gobernaron el país con talento y lo defendieron con energía y éxito contra los levantamientos de los indígenas; pero los exarcas de Ravena no lograron conjurar el peligro lombardo.
El bízantinísta francés Diehl (3) tiene razón al ver en los exarcados el origen de la organización de los temas (provincias o distritos militares), es decir, la reforma territorial del Imperio bizantino, reforma que a partir del siglo VII comenzó a ser aplicada progresivamente a todo el territorio y cuyo rasgo distintivo fue la preponderancia del poder militar sobre el civil.
(1) Diehl, Études sur l’admirüstration byzantine dans l’exarchat de Ravenne (568-751), Páiís, 1888, p. 3-51,
(2) V. Diehl, L’Afrique Byzantine (París, 1896), p. 453-502.
(3) Diehl, Études byzantines (París, 1903), p. 277 (Origen del régimen de temas).
Así como las invasiones de lombardos y moros causaron cambios tan importantes en Occidente a fines del siglo VI, así las invasiones de persas y árabes habían de producir, algún tiempo después, análogas reformas en Oriente, y las de eslavos y búlgaros otras semejantes en la Península balcánica.
La desgraciada política exterior de Focas ante avaros y persas y el sanguinario terror con que esperaba salvar su situación, provocaron el levantamiento de Heraclio, exarca de África. Cuando Egipto se unió al sublevado, la flota africana, a las órdenes del llamado también Heraclio, hijo del exarca y destinado a ser el futuro emperador, marchó hacia la capital, la cual abandonó a Focas, declarándose por Heraclio. Focas, hecho prisionero, fue ejecutado y Heraclio ascendió al trono el 610, inaugurando una nueva dinastía.
http://www.diakonima.gr/2009/10/16/historia-del-imperio-bizantino-17/
Sabemos que hasta el final del mundo no disminuirá la Gracia, que habita en los Santos de Dios. Ya a pesar de esto, cuando nos toca encontrarnos con uno de los portadores de esta Gracia, parece como si uno, sin querer, es testigo de los tiempos antiguos y tomó contacto con uno de los Padres, que no pertenecen a nuestro tiempo. Uno de tales portadores de Gracia Divina era el padre Porfirio, de bendita memoria, y a quién, el Señor me permitió de conocer.
Los dones espirituales de p. Porfirio parecen imposibles en nuestro tiempo racional. Su sensibilidad a todo lo que lo rodeaba era sobrenatural, en comparación con nuestro estado decadente. El comprendía el lenguaje de las aves y sabia todo sobre ellos, de donde llegaron y donde van. El podía, con la mirada interior, ver las profundidades de la tierra, abismos marinos e inalcanzables espacios cósmicos. El veía la presencia del carbón y del petróleo; las sepultadas ciudades antiguas bajo la tierra; percibía los acontecimientos antiguos, como si fuera testigo directo de ellos, veía lugares santificados por la oración, los ángeles y los demonios, el alma misma humana. Al mirar a un hombre podía definir directamente su mal, tanto corporal, como de alma. Le estaban abiertos los secretos pensamientos humanos. Por imposición de su mano, la gente se sanaba. A pesar de estar aquejado de muchos males, durante toda su vida, nunca pedía al Señor de ser sanado. No buscaba nada para sí, sólo para la gloria Divina y el bien del prójimo. Manso y humilde, con los años aumentó en sí estos dones, nunca referidos a él, solo a Dios.
El starez Porfirio, en el mundo Evangelos Bairaktaris, nació el 7 de febrero de 1906 en Grecia, en la aldea de San Jorge Karustio, cerca de Aliveri en la provincia de Evia. Sus padres eran aldeanos piadosos y pobres. Toda la educación de Evangelos consistió en dos años de la escuela primaria de la aldea. Trabajó desde su infancia, primero en su casa, cuidando las ovejas y trabajando en la huerta, luego a la edad de 8 anos en la mina de carbón; y mas tarde en un comercio.
En su temprana adolescencia Evangelos leyó la vida de San Juan Kushnik. Le causó una impresión tan fuerte, que resolvió dejar todo e irse al Sto Monte Athos. Muchas veces trató de llegar allí, pero cada vez algo se lo impedía. Al fin cuando cumplió 14 o 15 años llegó al Sto Monte.
El Señor hizo, que en el barco donde iba Evangelos de Solien a Athos se encontraba su futuro maestro espiritual hieromonje Pantaleon. Este, enseguida tomó bajo su protección al joven, y presentándolo como su sobrino, le ayudó llegar al Sto Monte, ya que no dejaban entrar allí en edad tan temprana.
Al llegar a Athos, p. Pantaleon lo llevó a su celda de San Jorge en Kopsokalivia, donde cumplía la hazaña espiritual junto con su hermano p. Ioannikio. En esta celda anteriormente se salvaba el famoso anciano Jadgi-Jorge.
De manera, que Evangelos tuvo dos instructores experimentados. El alegremente se les entregó en completa obediencia. Lo único que lo afligía era, que sus maestros exigían poco de él. Andaba descalzo todo el tiempo, tanto en verano, como en el invierno, por los pedregosos caminos del Sto Monte; dormía poco, cubierto por una sola manta y en el piso duro de su celda. Tenia siempre la ventana abierta, hasta cuando nevaba. Trabajaba incansablemente: tallaba la madera, cortaba la leña, juntaba los caracoles, llevaba en la espalda bolsas de tierra para la huerta, ya que Kapsokalivia era un lugar rocoso y nada crecía naturalmente en él.
Todas las penitencias, ordenadas por sus ancianos maestros, les cumplía con alegría. Una vez lo mandaron a juntar caracoles sobre las rocosas laderas. Habiendo subido muy alto sobre las piedras resbaladizas, se sentó al borde de un abismo para poner los caracoles en su bolsa. De repente las piedras rodaron abajo y él junto con ellas fue precipitado al abismo. Apenas grito: Santísima Madre de Dios! que una fuerza lo tomó y depositó de otro lado de la quebrada. Temblando de emoción y con agradecimiento en su corazón a la Bendita Soberana, Evangelos volvió sano y salvo a su celda.
El joven asceta no conocía el ocio, no tenia ni un momento libre. Su mente y corazón estaban siempre ocupados por la oración. Aprendió a leer bien y ayudaba a sus maestros en la lectura y canto de iglesia, y en su celda siempre leía el Evangelio, que conocía ya casi de memoria.
Geórgico Papazakhos, profesor de la facultad de medicina de la universidad de Atenas, quién fue durante muchos anos medico personal de p. Porfirio, cuenta, de palabras del staretz el siguiente caso:
Cuando tenia 16 anos, una vez después de tomar la Comunión de Santos Misterios, sentí un tal amor a Cristo en mi corazón, que me fui al bosque y comencé a orar. Mi alma clamaba al amado Señor: "Gloria a Ti Dios! Tu estas dentro de mi, insignificante pecador, Tu eres mi Cristo, crucificado por mi, que sufriste por mi y llevaste mis pecados. Como puedo agradecerte? Que sufrimientos puedo pasar por Ti? Señor, envíame cáncer. Mándame para que pueda sufrir Contigo!" Repetía constantemente esta oración, y después fue a confesarla a sus maestros espirituales. Ellos le aconsejaron no hacerlo mas, ya que el Señor sabe mejor lo que le es necesario. Desde entonces no pedía mas esta enfermedad. "Pero — concluyo Porfirio — el Señor al final envío el cáncer ya en mis años de vejez. Así pude sufrir con El, aunque sea un poco."
No se sabe exactamente cuando, pero aparentemente, pronto, después de su establecimiento en M. Athos, Evangelos se hizo monje con nombre de Nikita.
Un día, el joven Nikita vino temprano a la iglesia, y estaba orando en su rincón oscuro. Entró en el templo un staretz ruso de 90 años, un monje Dimitrio, ex oficial del ejercito de Zar. Mirando alrededor, y no viendo a nadie, comenzó orar, poniéndose de rodillas. Durante la oración fue iluminado de tal Gracia, que se elevó en el aire no tocando el piso. Esta Gracia, que cubría al S-to staretz, tocó también al joven Nikita, cuyo corazón estaba listo para recibirla. Es difícil de describir sus sentimientos. Después de la Comunión, en el camino a su celda, su corazón estaba desbordado de alegría y amor a Dios. Levantando los brazos al cielo, él clamaba en voz alta: "Gloria a Ti, Dios! Gloria a Ti!
Durante toda su vida él conservó un agradecido recuerdo de este monje ruso, a través del cual, el Señor lo hizo renacer con Su Gracia Divina.
Cuando visité al p. Porfirio en 1986, estando el ya ciego y postrado por la enfermedad, cuando supo de donde venia, recordó a este monje ruso y pronuncio las únicas palabras que sabia en ruso: Santísima Madre de Dios, salva nos! Todo el aspecto de p. Porfirio emitía luz, alegría y amor. Este era el hombre mas luminoso, que encontré en toda mi vida. Saliendo de su celda, tenia sensación de tener alas y volar por el sendero del monasterio. Este sentimiento lo testimonian todos los que estuvieron con él.
Después que el joven monje Nikita fue tocado por la Gracia Divina en su vida se produjeron unos cambios significativos. El Señor lo colmó de dones espirituales, tal como colmó los Apóstoles después del descenso del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
Por primera vez estos dones se revelaron cuando sus maestros volvían de un viaje lejano y p. Nikita los vió. El los vio como si estuviera al lado de ellos, a pesar de que se encontraban todavía fuera del alcance visual. El confesó lo acontecido a su maestro p. Pantaleon, quien lo aconsejó tener cuidado con este don y no mencionarlo a nadie. P. Nikita siguió fielmente este consejo, hasta que le fue indicado de no esconderlo mas.
El joven asceta no podía imaginar la vida fuera del Sto Monte, porción terrenal de la Madre de Dios, pero el Señor juzgó de otra manera. Por andar descalzo en invierno y dormir con ventana abierta, p. Nikita contrajo una pulmonía, que pasó a pleuresía. Sus maestros espirituales le ordenaron de dejar el Mte Athos e ir a curarse. Cumplido el curso de curación y sintiéndose mejor, p. Nikita volvió al lugar de su toma de habito, pero pronto tuvo una recaída. Entonces, los maestros, viendo que el clima del Mte Athos puede ser mortal para su discípulo, lo mandaron al continente, no dando su bendición para volver al Sto Monte. Así a los 19 anos, p. Nikita dejó el predio terrenal de la Madre de Dios y habitó en el monasterio de San Jarlampio en Leukona, no lejos de su aldea natal. Allí él continuó la regla de oraciones de Mte Athos, pero ya no podía hacer tanto ayuno.
Una vez, su monasterio fue visitado por el jefe de la iglesia de Sinaí, arzobispo Porfirio. Después de conversar con el joven asceta, el arzobispo, sintiendo su gran espiritualidad, decidió de consagrarlo. Así el 26 de julio de 1927, por imposición de manos lo consagró hierodiacono, y al dia siguente, fiesta de san Pantaleon — hieromonje, cambiando su nombre por Porfirio. P. Porfirio tenia entonces solo 21 años.
Pronto, a pesar de su juventud, el metropolitano Pantaleon de Karist lo nombró confesor del monasterio. Esta obediencia él cumplió en el monasterio de san Jarlampio hasta el año 1940. Muchos habitantes de lugares vecinos venían a él, buscando curación de sus heridas del alma. Y p. Porfirio sin descanso servia a ellos. Largas colas esperaban su turno, ya que las confesiones duraban horas. Y así pasaba cada día. Por sus tareas incansables por la salvación de las almas, en 1938 p. Porfirio fue elevado al rango de archimandrita.
Una característica de su trabajo espiritual era el amor misericordioso del pastor hacia su rebano y una plena comprensión de sus necesidades. P. Porfirio creía en un acercamiento personal del pastor a cada hombre. En el principio de su trabajo como confesor, aplicaba el rigor canónico a todos sin excepción. Pero pronto comprendió, que cada persona necesita su tratamiento y diferentes métodos de curación. Diez personas distintas podían hacerle la misma pregunta, y cada una recibía una contestación diferente. Mas tarde, instruyendo a otros confesores, les indicaba, especialmente, la necesidad de acercamiento personal a los fieles.
El protopresbitero Georgio Metalinos, un conocido teólogo griego, recuerda así el trabajo espiritual de p. Porfirio:
"... El me revelaba acontecimientos de mi vida, que conocía sólo yo. Asimismo me explicaba como debo tratar a mis hijos, dos de los cuales ya eran adolescentes. "A tu hija mayor, decía, hay que tratarla así, a tu hijo medio — en esta otra forma. Tu hijo menor es todavía pequeño y con el esta todo en orden." El me revelo los caracteres de mis hijos mayores, y sentí, que no los conocía; me pareció que no fui yo, quien vivió con ellos toda su vida, sino p. Porfirio. El me decía, que en la educación de uno de mis hijos, debo orar mas para él. "No importa lo que le digas, él no te escuchará, porque esta lleno de espíritu de contradicción, pero tu, de rodillas contá esto a Dios y el Señor, con su Gracia le transmitirá tus indicaciones."
Sobre mi otro hijo me dijo: "Este niño siempre escucha lo que tu le dices, pero olvida fácilmente. Por eso debes pedir de rodillas que la Gracia Divina marque tus palabras en su corazón, para que las palabras paternas caigan en buena tierra y puedan dar fruto." Estos eran sorprendentes métodos educativos — concluyó el relato el protopresbítero Georgio.
En otro caso, a una madre de cinco hijos, aconsejo alejarse de la casa durante un mes. Ella trataba tan mal a sus familiares, que los hijos se peleaban entre si, no atreviéndose a contradecir a su madre y hacia pagar unos a otros sus enojos. Cuando ella volvió, encontró su familia en paz.
El sacerdote Jorge Evtimiu, recordando las enseñanzas que le daba p. Porfirio, para la educación de sus hijos, escribía: "P. Porfirio subrayaba siempre, que no hay que presionar a los hijos, ellos no deben crecer inhibidos, esto les perjudica. Este consejo ayudó a muchos padres que herían las almas de sus hijos con su trato severo." Starez decía: "Háganse santos, y sus hijos crecerán buenos."
A una madre decía: "hay solo un modo para evitar dificultades en la educación de los hijos, — la santidad." A su pregunta como hacerse santa, él contestó: "Es muy simple: cuando viene la Gracia Divina." Y cuando ella llegara? Preguntó la mujer. El respondió: "Con la humildad y oración. Pero nuestra oración debe ser fuerte y viviente. Siempre recibimos la respuesta, cuando oramos con fe."
Su razonable acercamiento como pastor se demuestra en el ejemplo de una pareja de recién casados. El esposo cumplía los ayunos y la mujer — no, porque así estaba educada. Ella no tenía nada contra los ayunos, pero no estaba acostumbrada. Cuando le contaron a p. Porfirio de su desacuerdo en este asunto, él aconsejó al esposo: Cumplí como siempre el ayuno, pero no hables de esto a tu mujer, que la heladera sea llena de comida, que coma ella, y tu guarda el ayuno." Con el tiempo, la esposa maduró y también comenzó a ayunar.
Una joven tenia intención de suicidarse porque sus padres la regañaban continuamente. Compró un veneno fuerte y estaba lista para tomarlo. De repente se le apareció p. Porfirio, quito el veneno de sus manos y dijo: "No tomes, todo se arreglará. Te casarás, tendrás hijos y todo estará bien." Luego todo paso así.
Cuando comenzó la Segunda guerra mundial y Grecia fue ocupada por los alemanes, p. Porfirio seguía con el mismo entusiasmo ocupándose de su grey. En este tiempo paso un caso, que demuestra su abnegado amor al prójimo.
Un día él caminaba por una calle a las orillas de Lekavitos y ahí vió a un soldado alemán, que acosaba a una joven. Ella estaba asustada y trataba con voz trémula de pedir ayuda. Pero la calle parecía muerta, sólo a través de las persianas cerradas la gente asustada seguían la escena. Cuando p. Porfirio vio lo que pasaba, se dirigió enérgicamente hacia la desdichada víctima, orando por dentro, que el Señor muestre Su fuerza, a través de su debilidad. Acercándose al soldado, levanto sus brazos al cielo. Ver al sacerdote con brazos levantados y el rostro luminoso con la fuerza Divina que emanaba de él, hicieron el milagro; el soldado soltó a la joven y avergonzado se fue. P. Porfirio siguió su camino y los habitantes lo acompañaron con aplausos y gritos de agradecimiento.
Pronto, en relación con la guerra, p. Porfirio recibió un nuevo destino, servir a los heridos en la iglesia del hospital de San Gerasimo en Atenas. Su sueldo era mísero y lo entregaba todo a su familia, que dependía completamente de él. Acostumbrado al trabajo, aquí tampoco quedó ocioso. Primero organizó la cría de gallinas y con eso sacaba algo de dinero, luego — un taller de tejido. También fabricaba su incienso y con eso hizo un interesante invento: encontró el modo de unir las sustancias aromáticas con el carbón. De manera, que en el incensario se usaba este carbón aromatizado y no necesitaba incienso.
Los médicos de aquel policlínico, donde servia p. Porfirio, pronto comprendieron que clase de sacerdote trabajaba en la iglesia del hospital, y comenzaron a dirigirse a él por consejo en casos complicados y, a menudo, por la sanación en casos desesperados. El monje Moisés de la ermita de san Pantaleon, del Mte Athos, relata el siguiente caso:
"Una ves me sentía muy mal y fui a visitar a p, Porfirio. Me miró y definió con exactitud, la causa de mi dolencia, mientras los médicos, ya muchos años, no pudieron establecer un diagnostico correcto. Cuando volvía de ver a los médicos, de nuevo visite a p. Porfirio, y él me dijo: "Hijo mío, esto no es un don mío propio, sino de Dios. Yo digo solo lo que el Señor me ordena decir y no lo que mi mente, imaginación u opinión me dictan."
Después me relató: "Hace muchos años vino a verme un profesor de universidad, que se quejaba de cierta dolencia. Le dije: Profesor, esto le viene del seno materno. El comenzó a llorar. Le pregunte la causa. Me respondió: "Tiene Ud. razón, padre. Mi madre me contó, que cuando me encontraba en su seno, mi padre dio un golpe a su abdomen para provocar el aborto." Aquí el padre Porfirio agrego: "Yo no me encontraba en el seno de su madre, pero el Señor me indicó decir, lo que dije."
Otro caso relato Georgiu Dimitriu, el administrador de las aerolíneas de Chipre: "Mi nieto recién nacido estaba en peligro de muerte, tenia algo en los pulmones. Los médicos no podían determinar de que se trataba. Seis días yo oraba por su salud y al final fui a ver a p. Porfirio. Cuando le conté esta desgracia, él me dijo: "Siéntate, y déjame revisar a tu nieto.." Se concentró y dijo: "En su pulmón derecho se acumuló el liquido, que pronto se disolverá. No temas, el niño vivirá. Tu lo llevaras a casa el lunes." Vi al padre el sábado, y el lunes llevé a casa a mi nieto completamente sano.
Para p. Porfirio era suficiente mirar a una persona para hacer un diagnostico correcto. Ademes lo podía hacer a gran distancia. En el caso de una monja, que vivía en otra ciudad, él diagnostico la fractura de su columna vertebral. Otro caso semejante relató un párroco de la iglesia de Sta Trinidad en Limassol, p. Miguel Mijkhael.
Esto paso en 1986. El segundo hijo de p. Miguel nació prematuro de 8 meses. Sus pulmones casi dejaron de funcionar. P. Miguel fue inmediatamente a pedir ayuda a p. Porfirio, el cual dijo: "Vuelve enseguida al hospital y deciles a los médicos que no le saquen el oxigeno al niño. Pero... a pesar de todo, el niño sanara. No te preocupes, no pasara nada con él." P. Miguel volvió al hospital y trasmitió a la enfermera las palabras de p. Porfirio de no sacar el oxigeno al niño. Ella contestó: es asunto nuestro, sabemos cuanto tiempo hay que dejar el oxigeno al niño. P. Miguel se dirigió al medico, que había recibido al niño durante el parto. El medico contesto: es asunto de la enfermera jefe.
No habiendo logrado nada, p. Miguel volvió a su casa. A las 12,30 de la noche, lo llamaron del hospital, ya que el niño se encontraba en situación crítica: tuvo una hemorragia en los pulmones y los médicos ya no podían hacer nada. Esto ocurrió porque le sacaron el oxigeno antes del tiempo. El padre del niño lo bautizó de urgencia, dándole el nombre de Stilianos. Y paso otro milagro: después del bautismo el pequeño Stilianos quedó completamente curado, tal como lo predijo p. Porfirio.
P. Porfirio podía sanar, tocando el enfermo. Una vez lo visitaron un medico y su esposa. Habiendo contado sus problemas y recibido respuestas exhaustivas, los esposos empezaron a despedirse. P. Porfirio, con su habitual sonrisa paternal, tomó la mano de la mujer justamente en el lugar donde ella tenia un fuerte dolor. P. Porfirio no sabia nada de esta dolencia que trataban con inyecciones y remedios contra inflamación. Cuando p. Porfirio tomó su mano, la mujer sintió un calor suave, que paso por todo su cuerpo y una leve turbación. Pero enseguida esto pasó y junto desapareció el dolor en su mano. La mujer con lagrimas en los ojos dijo a p. Porfirio: "Esto también lo sabia Ud.?" Desde este día ella tiró a todos los remedios y no tuvo que recurrir mas a los médicos.
P. Porfirio sanaba no solo a los humanos, sino también a los animales. Un domingo, en Evi del Norte, donde descansaba, pasó este caso, relatado por él mismo:
Una pastora me pidió orar por su rebano de cabras, que estaban aquejados por algún mal. Yo accedí. Ella trajo a todo el rebano cerca de la iglesia. Me paré delante de las cabras, elevé mis brazos al cielo y comencé a recitar distintos salmos que se refieren a los animales. Ninguna cabra se movió. En cuanto termine la oración y baje los brazos, salió del rebano el macho cabrío, se me acerco y besó mi mano, luego, tranquilo volvió a su lugar. No pasó así?" — preguntó p. Porfirio a una monja, que estaba cerca. — Si, padre, esto paso exactamente así — contestó ella, — yo estuve presente.
P. Porfirio amaba mucho a los animales. Tenia un loro, que sus propietarios echaron por su mal carácter. Con él se trasformo en una ave muy responsable. P. Porfirio hasta le enseño pronunciar la oración de Jesús. El medico del staretz relató: "Me sorprendió oír el loro repitiendo la oración de Jesús en la celda del padre. "El es mas espiritual, que yo, — decía p. Porfirio, — me canso y me duermo, en cambio, él vela y ora." P. Porfirio también trató de domesticar a un águila.
Los dones de clarividencia del padre eran múltiples. Uno de estos era de ver el agua debajo de la tierra. A menudo, sin salir de su celda él ayudaba encontrar el agua para cavar un pozo. A una monja de Chipre, que lo visitó, él describió exactamente la disposición de su convento y el lugar donde deben buscar el agua. Ellos, hasta entonces, trataban en vano a encontrarla. El agua fue encontrada donde indicó el padre.
Durante su trabajo en el hospital, vino un hombre para confesarse. El padre lo preguntó de donde venia, y al saber que era de la aldea Elia, preguntó si su casa se encontraba en el medio del campo. El hombre dijo que si. P. Porfirio le indicó, que debajo de su casa pasa un gran río subterráneo. El hombre se fue sorprendido, ya que no esperaba oír nada semejante. Muchos anos después, una empresa extranjera hizo prospección en aquella zona, buscando petróleo. Cuando hicieron una perforación de 400 metros de profundidad, salió una columna de agua de tal fuerza, que podría inundar a toda la región, si no la habrían obturado a tiempo.
El metropolitano Lauro (Shkurla) el actual jefe de nuestra Iglesia, en aquel tiempo arzobispo, fue quien primero me contó sobre p, Porfirio. El lo visitó en los anos 80. Al saber, que él es prior del monasterio de Santa Trinidad en E.U., de repente, con su vista interior vio a todo nuestro convento, lo "observo" y contó al Arz. Lauro que hay, y donde, previendo la construcción del campanario y las dificultades que surgirán, justamente durante la excavación de los fundamentos donde se toparán con una surgiente subterránea. Efectivamente hubo que emplear muchos esfuerzos para cerrar. Hay que hacer notar, que p. Porfirio tuvo un sentimiento muy cálido hacia Arz. Lauro y hasta lo llamaba por teléfono al monasterio. Cuando yo en el año 1986 mencione a Arz. Lauro, padre Porfirio se iluminó todo y con emoción espiritual elevó ambas manos.
La clarividencia de p. Porfirio ayudaba no solo a los pecadores de volver al camino recto, también devolvía a la iglesia las almas extraviadas en la herejías, y a veces convertía en ortodoxos a creyentes de otras confesiones. Una ves un hijo espiritual de p. Porfirio, estudiante de la Academia de teología, trajo a él su amigo que estaba atraído por el hinduismo y buscaba consejo con distintos "guru."
Viendo a este hombre por primera vez, p. Porfirio lo pregunto por su esposa e hijos. Esto sobrecogió tanto al buscador de sabiduría oriental, que con sentimiento de profunda penitencia, se confesó con p. Porfirio y volvió al seno de la Iglesia Ortodoxa. Cuando los dos amigos se iban, el converso confeso a su compañero: "Es verdad, que estoy casado y tengo dos hijos, pero nunca te lo mencione. Los abandone de veras, y p. Porfirio supo esto!"
La Iglesia Ortodoxa para p. Porfirio era el centro de su vida. Toda su actividad giraba alrededor de ella, como una rueda alrededor de su eje. El no podía hablar de la Iglesia sin lagrimas. Los obispos eran para él las encarnaciones e imágenes de Cristo, y los veneraba. Estaba muy afligido cuando escuchaba criticar a los obispos o lo leía en los periódicos. El obispo para él era la cabeza de la Iglesia local, colocado por Dios, y a pesar de las cualidades personales del mismo. Este concepto sobre el poder episcopal, para él era sagrado. Staretz decía: "Cristo Se revela sólo dentro de la Iglesia, donde los hombres están juntos, aman unos a otros, a pesar de los pecados; no por sus esfuerzos, sino, por la misericordia y amor de Cristo. El amor de Cristo nos mantiene unidos. El nos hace como cuerpo y participamos en la vida Divino-humana del Señor. Sólo así, y en ninguna otra forma, podemos elevarnos por sobre la fuerza destructiva del pecado. Y la cima de la verdad es la Santa Eucaristía.
Sobre el Sacramento de la Confesión, decía: "La confesión es el camino de los hombres hacia Dios. Es el don de amor Divino al hombre. Nada ni nadie puede quitar al hombre ese don."
P. Porfirio no era parcial, él, como sol, iluminaba por igual a los malos como a los buenos y su amor traspasaba hasta los corazones mas endurecidos por el pecado.
Un conocido escritor y teólogo, el Arquimandrita Ioanikio Kotsonis, recordaba como una vez, el padre, bendiciendo a las casas para la fiesta del Bautismo del Señor, y pasando de una casa a otra, entró también en una casa publica. Cuando hacia la aspersión con agua bendita, cantando el Troparion de la festividad, salió la administradora de este ántro y dijo que sus chicas no eran dignas de besar la cruz. El le contesto: "Pienso, que no ellas, sino tu eres indigna de besar la cruz."
Luego, él dejo las chicas besar la cruz y conversó con amor con ellas. El les habló del amor hacia Dios, que era su tema favorito. Viendo el aspecto santo del anciano, como la pecadora del Evangelio, con lagrimas escuchaban sus palabras salvadoras. "Amen a Cristo, Quien os ama y verán cuan felices serán. Si sólo podrían saber cuanto El os ama. Traten de corresponder a su amor." P. Porfirio comprendía que solo el amor a Cristo seria capaz de arrancarlas a esta terrible "profesión."
Una vez a p. Porfirio llegó toda una banda de "roqueros-motoqueros" sobre sus motos. Escondieron sus motos en otra cuadra y directamente pasaron sin esperar su turno. Uno de ellos dijo: "deci nos algo, padrecito." — "Que decirte, Demetrio? Que tu moto es tal y de tal marca?" Esta respuesta clarividente cambió la actitud de los muchachos hacia p. Porfirio. Desde entonces lo visitaban y buscaban sus consejos espirituales. El Padre decía así de ellos: "De los que me visitan, estas son las almas más inocentes y puras."
Sobre la clarividencia del padre se puede escribir mucho. Mencionaremos aqui solo algunos casos, que atestiguan este don.
Un conocido escritor griego y periodista Panagiotis Satirjos relata: "Una vez el staretz con tres de sus hijos espirituales iba caminando al monasterio para oficiar las vísperas. Al caminar un poco, el anciano se cansó y todavía faltaba mucho para llegar al monasterio. Decidieron intentar de parar algún auto. En esto en la lejanía apareció un taxi. Los tres acompañantes del padre quisieron pararlo. El padre dijo: "No se preocupen, el taxi parará solo. Pero cuando suban no deben hablar con el chofer, con él hablaré solo yo."
Pasó exactamente así. El taxi paro a pesar de no hacerle señas con las manos. Todos subieron y el padre dijo adonde debía ir. Cuando el taxi se puso en marcha, enseguida el taxista comenzó a acusar el sacerdocio de todos los pecados capitales. Cada vez que tiraba su siguiente acusación, se dirigía a los sentados atrás con estas palabras: No es cierto, muchachos? Que dirían de esto? Pero ellos, por obediencia, callaban. Cuando el taxista comprendió, que no le van a contestar, se dirigió a p. Porfirio y pregunto: Que dirás, papito, lo que escriben los diarios es todo verdad, no es cierto?
El padre contesto: "Hijito, te contare una corta historia. Te la contare sola una ves y no tendrás que escucharla dos veces. Vivió un hombre el lugar (lo nombró). Tenia un vecino anciano que era propietario de un gran terreno. Una ves de noche, el hombre mató al vecino y lo enterró. Luego, usando documentos falsos, se apropió de la tierra del vecino y la vendió. Y sabes que compro con el dinero? El compró un taxi."
Apenas el taxista escucho esta historia, se puso a temblar, paso a la banquina y gritó: "Cállate, padre, solo tu y yo sabemos esto." — "Dios también lo sabe, — respondió el staretz — El me dijo para que te lo pase. Mira, haz la penitencia y corregí tu vida."
P. Porfirio siempre era enfermizo, pero hacia la vejez sus dolencias aumentaron mucho. El tenia hérnia, en 1978 tuvo un infarto, luego comenzó la paulatina ceguera, quedando completamente ciego hacia 1987. Su medico, Georgio Papazakhos decía que tenia muchas dolencias: paso un infarto de miocardio, su hígado casi no funcionaba, sufría ulceras sangrantes del duodeno, tenia eczema en la cara, dermatitis en las manos, una bronquitis crónica, y otras...
El staretz poseía la paciencia del justo Job. Cuando el eczema recrudecía, el sufría mucho. A la pregunta que sentía, el contestó: "Siento como si mi mejilla estaría apoyada sobre una sartén caliente." El demostraba una completa tranquilidad, y sus padecimientos no se expresaban exteriormente, no se escuchaba ninguna mínima queja.
Su medico una ves la preguntó: "Porque muchas personas del sacerdocio los monjes en especial, rechazan la ayuda medica, considerando que la Madre de Dios los sanara?" El padre dio la siguiente respuesta: "Esto es egoísmo. Es una insinuación diabólica, que el Señor va a hacer una excepción a la regla general, y me dará una sanción milagrosa. El Señor hace milagros, pero nosotros no debemos sentirnos dignos de ellos. Esto es una presunción. Y además el Señor procede con las manos de médicos. Señor nos dió médicos y medicinas — dicen las Sagradas Escrituras."
Fue grande la humildad de p. Porfirio: enseñando y salvando a otros, él se humillaba y salvaba también a si mismo. Su medico relata el siguiente caso.
Una vez p. Porfirio lo llamo al mediodía, casi después que varios pacientes le expresaron su amor y gratitud por sus tratamientos. El padre le dijo: "Gregorio, nosotros dos iremos al infierno! Escucharemos allí: 'Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, de quien será? Así es el que hace para si tesoro, y no es rico para con Dios' (Luc. 12:20-21). Gregorio interrumpió al p. Porfirio: "De que gozamos en esta vida, padre? Un auto casi roto, una cuenta bancaria vacía, y la falta de sueño." El padre ásperamente contestó: "Que dices? No te dice la gente que buen medico eres? Como los quieres, como les cuidas? Tu no nos despojas... Y tu estas gozando con estas lisonjas, tu las recibís con agrado. Oh, tu ya perdiste tu premio. Lo mismo pasa conmigo. Ellos me dicen que estoy pleno de dones, que por solo tacto puedo hacer milagros, que soy santo. Y yo, un débil tonto, gozo con ello. Oh, por eso ambos, tu y yo, iremos al infierno!"
Una vez, recuerda Georgio, — estaba yo bastante deprimido, pensando que mi vida, en su mayor parte, transcurría en un pasatiempo vano e insensato. Teléfono del p. Porfirio. "Doctor, haz escuchado una vez la expresión: 'ellos no probarán la muerte'? Podemos, si queremos evitar la muerte. Todo lo que hay que hacer — es amar a Cristo, con todo nuestro corazón, señor cardiólogo." Y el padre rió alegremente de otro extremo de la línea telefónica.
Una ves, p. Porfirio, discutiendo sobre la diferencia entre un hombre humilde y uno que se siente inútil, hizo notar que el hombre humilde es consciente de sus pecados y su insignificancia y acepta la opinión de su confesor y sus prójimos: el puede ser triste, pero no desesperado. En cambio, el hombre deprimido se cierra en si mismo y piensa solo de sí mismo. El pecador arrepentido, que confiesa sus pecados no queda en su cascara. En esto está la grandeza de nuestra fe, el confesor lo ayuda a expresar sus pecados y a no volver atrás" — dijo él.
En general, ante el espíritu de abatimiento, él aconsejaba a menudo vencerlo con la oración y un paseo al aire libre. Una de sus hijas espirituales se quejó que a menudo cae en la depresión, él entonces la preguntó: "Porque te quedas encerrada en la casa?" — Y a donde puedo ir, respondió ella? "Anda a pasear por las montañas — esto ayuda mucho" dijo el padre.
Staretz consideraba, que la mejor vida es la vida simple y aldeana. Para los habitantes de las ciudades, el aconsejaba pasear lo mas posible por las montañas. Fomentando entre los niños el deporte de esquíes en las montañas, él decía: Allí pueden ver el cielo, la nieve y toda la belleza del paisaje. Piensen en Aquel, que creó todo esto."
Una noche p. Porfirio se sintió mal de corazón y llamó a su medico. Cuando el medico lo ausculto, le preguntó si había vivido algunas emociones fuertes durante el día. El padre lloró y en forma entrecortada, contó loa acontecimientos sangrientos, que se desarrollaban en estos momentos en las calles de Rumania. Allí se producían las batallas callejeras ya que el pueblo se levantó contra el régimen comunista de Chauchescu. P. Porfirio veía, con sus ojos del corazón, la muerte y sangre tal como lo contaron los diarios de todo el mundo, al día siguiente. El continuaba llorando y Georgio oró para que el Señor quitara esta imagen de la vista interior del padre, ya que esto destruía su corazón amante. "Como a ti, padre, pueden ayudarte los medicamentos, cuando tu no eres de este mundo? — pensaba el medico, — tu corazón late aquí, en Oropos, pero se encuentra en Rumania. La cardiografía muestra que apenas tienes vida, pero para ti esta preparada la vida eterna en el cielo." Georgio se fue todo emocionado en el fondo de su alma, estando consciente, que el Señor le permitió alternar con un portador viviente del amor Divino.
Un caso semejante pasó en 1974, cuando los turcos desembarcaron en Chipre. Temprano a la mañana, del 20 de julio, p. Porfirio despertó a todos que estaban con él, y con lagrimas en los ojos, les comunicó que a esta hora el ejercito turco desembarcaba en Chipre, y hasta indicó el lugar exacto donde se iniciaron las acciones bélicas.
P. Porfirio, con la ayuda del Espíritu Santo, podía encontrar lugares santificados por las oraciones de los Santos. Una vez, viajando por Creta, fue sobrecogido por la belleza de un lugar en Sfakia, sobre la costa sur de la isla, llamado Francocastello. Como él explico mas tarde, esta región fue santificada por las oraciones y hazañas de padres ascetas, de los primeros tiempos del cristianismo. El sacerdote, que lo acompañaba no sabia nada sobre esto, pero luego investigó, y era verdad que en esta región, antes, se encontraban las celdas de los ermitaños.
P. Porfirio decía que habitualmente, para lograr un estado espiritual particular (conocido solo a él) debía por medio de la oración pasar una batalla espiritual, que duraba de 15 a 30 minutos. Pero, cuando se encontraba en un lugar santificado, esto no era necesario. "Yo entro, por ej., en la santa cueva de San Nifonte ó San Nilo, sobre el Monte Santo, o San Juan el Teólogo en Patmos y, hasta antes de orar, el lugar Santo otorga alas a mi espíritu hacia lo alto." El siempre subrayaba la importancia de visitar lugares santos. Consideraba, que tales lugares, como Monte Sinaí, la cueva de San Juan en Patmos o Jerusalén, están plenos de Gracia Divina y son capaces de santificar al hombre.
En un día claro y soleado estaba sentado p. Porfirio, junto con su hijo espiritual, sobre un banco del patio. Se le acerco un Archimandrita, prior del monasterio de Chipre. Cuanto se saludaron p, Porfirio de repente persigno la rodilla del prior. "De donde lo sabe Ud. esto?" — pregunto el prior. (Desde su infancia la rotula solía salir de la articulación). Luego comenzó una conversación amistosa. El prior contó: "Estudié en N. América y recibí allí el doctorado en teología. Me dieron una beca para escribir la tesis doctoral sobre la Teología mística. Para eso fui al Monte Athos. Habiendo estudiado cuidadosamente el tema, supe que el intelecto debe dirigir el corazón. Dígame por favor, padre, que enseña su teología practica sobre esto?
"No, no estoy de acuerdo. El corazón debe dirigir a la mente" — contesto p. Porfirio. — "Puede Ud. explicármelo, por favor?"
"cuando se despierta el intelecto lo primero que piensa es como va a mentir y dar vueltas hoy ante sus clientes. Si es, por ej., un comerciante: como debe conducirse, que debe decir a tal o cual, que tiene que hacer a otro, en que forma ganar mas dinero, etc. El corazón tiene en la vida una dirección completamente diferente. Ve a un niño y lo quiere acariciar... Pone la mano en el bolsillo y da dinero a un discapacitado. Corre al hospital y visita a un enfermo, Con alegría ofrece su ayuda y dinero. Ciando habla el corazón, la mano vacía el bolsillo. Cuando habla el intelecto, la mano no toca el bolsillo. Por eso, para mi, el corazón es mucho mas importante."
Luego el padre explico al prior, que el intelecto no le interesa la oración — esta es la región del corazón. Tienen intereses diferentes. El intelecto vive en la región del racionalismo, en cambio, el corazón tiene contacto con la Divinidad.
"Ud. sabe que tenemos la posibilidad de contacto con Dios. En los momentos de fuerte dolor espiritual ó físico, el intelecto rinde sus posiciones, atado con las ordenes del corazón. Hablando del corazón, no estamos refiriéndonos al corazón corporal, sino al corazón interior, guardado. Cuando el intelecto esta dominado se autoanula y entra en el corazón. Y que ocurre entonces? Se torna claro y luminoso. Es por eso, que el Señor dice: "Llamen a Mi puerta y abriré! Pidan a Mi lo que quieran, y os daré." Cuando acontece esto? Cuando nuestras oraciones llegan a Él. Ud. sabe, que si quiere parar alguien en la calle, grita fuerte: "Juan, Juan!... sin esto, la persona no oirá, y no se dará vuelta. El Señor también debe escuchar nuestra voz. Cada ves, que nosotros consideramos que estamos orando, escucha el Señor nuestra oración? Esta es la cuestión. Cuantas veces, orando, comenzamos a bostezar, ó llegan a la mente diferentes pensamientos, que alguien nos trato mal, como podemos recibir de vuelta algo perdido, que hay que hacer para eso, etc... No se puede llamar esto oración. Por eso, sólo a través de sufrimiento del alma y del cuerpo, el hombre puede abrir la puerta a Cristo.
Y cuanto mas difícil parece esto, tanto mas fácil es en realidad. Es suficiente desear, creer, orar, y el primer paso — es la confesión y la Sta. Comunión. Es esto tan difícil?
P. Porfirio amaba a la verdadera ciencia y a las artes, y a pesar de sus dos grados de escuela primaria, poseía amplios conocimientos en muchos temas. El leía libros sobre todos los temas, física, medicina, astronomía, etc. Tenia muchos hijos espirituales con educación superior y decentes universitarios. Le gustaba hablar con científicos y académicos. Con cada uno de ellos él podía hablar libremente sobre el tema de su especialidad.
Una ves, un profesor de astronomía, de fama mundial, visitó a p. Porfirio. Comenzaron a hablar de astronomía... Luego el profesor dijo, que el padre lo sorprendió por la amplitud de sus conocimientos en esta ciencia. "El, realmente, sabia lo que decía y en nada permitía el error" — contó el profesor sorprendido. Otra vez, el director de hospital de Atenas, un cirujano conocido, fue muy sorprendido cuando p. Porfirio le describió en detalles como hay que hacer cierta operación.
A la iglesia de San Geracimo, donde oficiaba p. Porfirio, visitaban a menudo los profesores de la Universidad de Atenas. Nicos Zais, profesor de la cátedra de filosofía, relata el siguiente caso: "Las charlas con el padre tocaban muchos temas. A veces él me pasmaba con la variedad de sus intereses. Una ves estabamos apurados para llegar a un concierto en el Coliseo de Adrián. Dije a p. Porfirio donde íbamos, esperando con interés su reacción. Fue grande nuestra sorpresa, cuando dijo conocer al compositor y al director de orquesta. Y con conocimiento del tema habló de ellos y en general de la música clásica.
P. Porfirio valoraba los logros de la ciencia, consideraba positivamente a la tecnología contemporánea y la usaba para sus necesidades pastorales. El admiraba que el Señor dio al hombre las capacidades para hacer los descubrimientos científicos y aconsejaba a sus hijos espirituales a no rechazar la tecnología actual. Decía sobre este tema: "El Señor ayudó al hombre hacer muchos descubrimientos, entonces, porque el diablo puede usarlos y nosotros, los cristianos no nos atrevemos?"
Para atender a sus hijos espirituales, él todo el tiempo usaba el teléfono. Hasta, a menudo, tenia que llamar al extranjero y a todos los continentes. Por medio del teléfono, él podía dar una mano de ayuda en el momento necesario. Le gustaban mucho los radioprogramas de la Iglesia. El decía, que en este caso, se cumplieron las palabras de San Juan el Crisostomo: "Me elevaré alto para predicar sobre Cristo, y todo el mundo me oirá."
No consideraba el cine un invento diabólico. Una de sus hijas espirituales pregunto: "Me gusta ir al teatro y al cine, pero algunos de mis amigos dicen que un verdadero cristiano no debe frecuentar a los espectáculos. Que diría Ud. padre, sobre esto?" El respondió: "Tu puedes ir al cine y teatro, si lo deseas, en esto no hay nada malo, lo importante, no hacerlo para satisfacer los deseos pecaminosos."
P. Porfirio consideraba, que tanto el cine, como el teatro pueden contribuir para glorificar el nombre de Dios. Un conocido financista de Chipre, que vivía en Atenas, pensaba subsidiar una película sobre el "hijo prodigo." A pesar de que tanto el guión estaba escrito y el lugar de filmación elegido, y todo listo para comenzar el trabajo, él decidió ir a consultar al padre de que forma seria mejor hacer la película.
P. Porfirio comenzó a hablar con él del padre que perdonó a su hijo prodigo y en que forma, en general, deben actuar los padres con sus hijos en la sociedad contemporánea. Dijo: "Cuando ves, que el diablo vence a tu hijo, en lugar de enojarte con él por su desobediencia, ora a Dios. Aprende a hablar a Dios de tus hijos en lugar de discutir con ellos. Contá todas tus preocupaciones sobre ellos a Dios."
Le preguntaban, a menudo, — como puede salvarse uno en el mundo contemporáneo, lleno de ritmo de vida loco? Como se puede estar ante Dios en toda esta vanidad insensata? Para contestar esta pregunta, él relataba: Poco tiempo después de ser nombrado párroco del templo de San Geracimo, del policlinico de Atenas, sintió una seria tentación — justo, frente al templo, de otro lado de la calle, había un comercio de discos fonográficos. El dueño para atraer a los compradores, todo el día ponía los discos a todo volumen. El padre tenia dificultad para oficiar los servicios religiosos. Hasta pensaba renunciar a ser párroco de este templo. Pero, como siempre en su vida, antes de tomar la decisión definitiva, humildemente pidió a Dios de indicarle una salida correcta de la situación. Para esto ayunó y oró los tres dais siguientes. En el tercer día encontró en el templo un cuaderno de apuntes del hijo de uno de los miembros del consejo parroquial, que aquel olvidó sobre el banco. En el cuaderno había apuntes de las clases de física.
Pasando las hojas del cuaderno, su atención fue atraída por las anotaciones sobre las ondas acústicas. Después de leerlo, se le ocurrió una idea. — Si se tira una piedrita al agua, se forman ondas circulares, que se expanden en varias direcciones. Si se tira, luego, una piedra grande en otra parte del lago, se formaran las ondas circulares mas grandes, que al expandirse, cubrirán a las primeras.
Esto era la respuesta a su oración. Al día siguiente, él oraba con gran intensidad durante la Divina Liturgia, olvidando todo lo que lo rodeaba. El formó en su mente y corazón sus "ondas circulares" espirituales, que cubrieron a todo lo que distraía de la oración. Y desde entonces, la música del comercio no lo enojaba mas.
Un estudiante de la facultad de teología, que no quiso revelar su nombre, relato el siguiente caso: "Los acontecimientos relacionados con mi encuentro con p. Porfirio se refieren al año 1956. En aquel tiempo, en Uessalia, donde yo vivía, pensaban construir un dique en el lago Megdova. Como resultado, el cercano valle debía quedar inundado. Tomando conocimiento de esto, un ex habitante del valle, que vivía en Taschkent, escribió a su esposa y le contó detalladamente, donde enterró un tesoro — dos barilitos con monedas de oro. El decía que ella rápidamente los desenterrara. La mujer mostró la carta al hermano de su marido y aquel, en seguida, fue a buscar el oro enterrado. Después de varios años, la región cambió bastante, los arboles crecieron y él no pudo encontrar bajo que árbol estaba el tesoro.
En aquel tiempo estaba fresca la memoria de comunistas-guerrilleros y la búsqueda del tesoro despertó sospechas de la policía local. Ellos pensaron, que estaba buscando armas escondidas, y lo arrestaron. Para justificarse, el buscador del tesoro mostró a los policías la carta de su hermano con la indicación del lugar del tesoro. El capitán, al leer la carta, ardió del deseo de encontrar el tesoro. Formó una sociedad con el maestro de escuela local y mi primo y se ocuparon de la búsqueda, pero no tuvieron suerte.
Al escuchar sobre la clarividencia del p. Porfirio, decidieron dirigirse a el, pidiendo ayuda. El padre supo enseguida que el tesoro existía, pero no quiso ayudar a esta gente. Ellos muchas veces venían a él y trataban de convencerlo de ir con ellos a aquel valle y mostrarles el lugar exacto del tesoro, pero el padre, sintiendo algo malo, aplazaba este viaje. Al final accedió de ir con ellos a Kardiza, la ciudad mas cercana al valle. Los tres buscadores del tesoro le alquilaron una habitación en el hotel, programando a la mañana comenzar la búsqueda.
A la mañana p. Porfirio se levanto muy temprano, tomo el ómnibus y se volvió a Atenas. Al no encontrarlo, y aprendiendo que se fue a Atenas, ellos pensaron que fueron demasiado sinceros con él, y que se debía hablar primero de algo espiritual. Mi primo se acordó de mi, estudiante de la facultad de teología y decidió que yo seria un intermediario útil entre ellos y el padre. Me mandó un telegrama, pidiendo venir inmediatamente. Pensando que pasó algo importante, después de las clases, tome el ómnibus y viajé.
Cuando me explicaron de que se trataba, después de algunas vacilaciones, accedí a ayudarlos. El domingo siguiente, al llegar a la iglesia de San Geracimo, pase directamente al altar donde p. Porfirio oficiaba la Proscomidia. Pedí su bendición. Bendiciéndome, pregunto: "Eres estudiante de teología?" Conteste, que si. Entonces él dijo: "Ya que estas aquí, darás el sermón." Al correrme a un lado pense: donde sabe que estudio teología, me habrá visto antes en algún lado?
El padre oficiaba la Divina Liturgia, y preste cada ves mas atención como él oficiaba. Todo su aspecto era increíblemente luminoso, pero, lo que me llamó mas la atención fue como él oraba. Parecía hablar con alguien a quien veía ante si. Después del versículo de la comunión salí ante la gente y dije el sermón. Luego volví al altar, espere cuando termine el oficio y pueda hablar con él. Al final, cuando consumió las Santas ofrendas, el padre antes de sacar las vestiduras litúrgicas, me llamo por mi nombre: "Nicolás! Como lograron mandarte a ti, aquí y hoy?" Cuando escuche esto, en primer lugar mi nombre, y en segundo lugar, la causa de mi aparición en el templo, me confundí y quería justificarme, cuando p. Porfirio de nuevo me dijo: :Tu no viniste solo, sino, ellos te enviaron."
Callado asentí. "Escucha lo que te diré: estos son gente mala." — "No, padre, yo no pienso así. Porque Ud. lo decidió así?" — "En aquella noche cuando viajé con ellos a Karclista y paré en el hotel, uno de ellos decidió matarme, después que encontraran el dinero. El quería recibir su parte y temía que yo avise del hallazgo a las autoridades. Pense, que no debe perderse su alma por el dinero. Por eso decidí, temprano a la mañana, irme. Es por eso que te digo, que no son gente buena."
Yo estaba anonadado por lo que escuche y no sabia que contestar. Naturalmente, no podía convénserlo. P. Porfirio me bendijo y dijo, que quería verme de nuevo. Con esto nos separamos. No deseando decir a otros lo que me dijo el padre, al volver dije que definitivamente no quería viajar a Kardista. Después que dos de ellos se fueron, mi primo me pidió de contarle en detalle mi conversación con el padre. Entonces, le conté todo lo que se hablo en el altar. Siendo un hombre honrado, mi primo no podía creer que alguien pueda planear algo semejante. Pero yo le pedí bajo juramento, de comunicarme lo que escúche del maléfico plan de sus compañeros.
Luego él me contó que una ves, cuando estuvieron juntos, y hablaron sobre la infructuosa búsqueda del tesoro, el maestro dijo: "Yo tenia razón, sospechando que el monje quiere delatarnos a la policía. Pero quise degollarlo, en cuanto encontremos el tesoro." El maestro este, poseído por la codicia, seguía todavía buscando el tesoro, hasta que dos meses después de lo acontecido, murió en un accidente automovilístico.
He aquí, en que circunstancias conocí al p. Porfirio, El fue luego mi padre espiritual y me acerque a él cada vez mas, — terminó su relato el ex estudiante de la facultad de teología. Lo característico de toda esta historia es, que p. Porfirio no quiso ayudarlos a buscar el tesoro para no provocar la perdida del alma del desdichado maestro, en cambio ni se acordó de si mismo. Esto recuerda el caso del padre San Juan de Kronstadt, cuando lo llevaban a una casa, donde lo esperaban los asesinos: "Me llevan a la muerte" — dijo, pero no retrocedió. Al p. Porfirio, la muerte no lo asustaba, sino, temía la perdida de un alma humano.
P. Porfirio en su alma nunca dejo el Monte Athos. No había nada en este mundo, que lo interesara mas que el Sto Monte y particularmente la ermita Kavsikalivia. Cuando en 1984 él supo que el ultimo habitante de la celda de San Jorge la dejo y paso a vivir en el monasterio, se apresuro al Sto Monte a la gran abadía de San Atanacio, a la cual pertenecía la ermita, y pidió que dejaran a él, aquella celda. El siempre soñaba de volver al lugar de sus votos, en la celda de San Jorge, 60 años atrás. El padre se preparaba para el ultimo viaje terrenal de su vida, antes de la partida de este mundo. Y el Señor escuchó el deseo de su corazón. Le fue dado irse con el Señor en el lugar de sus primeras hazañas.
Durante dos ultimos años de su vida terrenal p. Porfirio a menudo hablaba como va a responder en el Juicio Final. Comenzaba prepararse cuidadosamente a la muerte. Le gustaba recordar una historia de Paterik, donde un anciano monje, sintiendo la cercanía de su fin, se preparo la tumba y dijo a su discípulo: "Hijo mío, las piedras son resbalosas y el camino abrupto, puedes lastimarte si piensas llevar mi cuerpo a la tumba. Vamos allá, mientras todavía puedo caminar." El discípulo, sosteniendo al anciano, lo llevó hasta la tumba. El anciano se acostó en ella y entrego su alma a Dios.
Después, que p. Porfirio recibió la celda de San Jorge, ubicó allí primero a sus discípulos y predijo, que cuando su numero llegara a cinco, él mismo vivirá en ella. Durante el verano de 1991 allí ya vivían cinco monjes. El hijo espiritual del padre, doctor en teología, Constantino Grigoriadis, así relata su visita a p. Porfirio en Kavsokalivia:
"Encontrándome en la ermita de Kavsokalivia en la mitad de octubre de 1991, un mes y medio antes del deceso de p. Porfirio, supe que él vive aquí. Alegrándome por esta noticia, fui a visitarlo. El me recibió muy amablemente y pasamos tres horas en conversación espiritual. Ambos estabamos emocionados con este encuentro. Pregunté al padre porque pasaba esto. El me contestó: " No esperaba encontrarte aquí, en el lugar de mis votos. Esta celda significa mucho para mi, aquí comencé mi vida espiritual. Aquí llegue a los maestros espirituales de santa memoria, Pantaleon y Ioanikio. Y el Señor me permitió volver de nuevo aquí." Sus ojos ciegos y cerrados se llenaron de lagrimas alegres de agradecimiento a Dios.
Por su pedido, no lejos de la celda fue preparada la tumba para él. El dictó su ultima carta de despedida, en la cual pedía perdón a todos y daba su enseñanza. En la ultima noche de su vida terrenal él se confesó y comulgó. Después de esto sus discípulos comenzaron a leer el canon para la salida del alma. También leyeron la regla de la celda de gran ermita, según el rosario.
Las ultimas palabras de p. Porfirio eran las palabras evangélicas del Salvador en conversación de despedida con sus discípulos: "Que todos sean unidos." Y luego apenas audible, susurró: "Ve" y exhaló el espíritu. El Señor llevó su alma luminosa a las 4.31 de la mañana, el 2 de diciembre de 1991.
El día siguiente al amanecer, en cuanto el sol iluminó con sus rayos la cima del Monte Athos, sus santos restos fueron cubiertos por tierra. Para su alma brilló la luz de la vida eterna.
El hecho, que el padre Porfirio esta vivo con Dios, después de su muerte y pide por nosotros, muestra el caso siguiente: Hay en Atenas un hombre muy instruido, hijo espiritual de p. Porfirio, quien en forma regular se dirigía a él por consejo y, a menudo, no teniendo la posibilidad de visitarlo, llamaba por teléfono. Cuando el p. Porfirio se fue con el Señor, este hombre se encontraba en otra ciudad y no sabia nada de la muerte del padre. Después de volver a Atenas, surgieron algunas dificultades familiares, y él como siempre decidió de llamar a p. Porfirio, buscando su consejo. Tomo el teléfono, marco el numero y escucho la voz de p. Porfirio. Lo saludó, pidió su bendición y le contó sus dificultades. P. Porfirio lo escucho y le dio un valioso consejo. Contento el hijo espiritual dijo: "Vendré pronto a verlo, en cuanto me libere." A esto p. Porfirio respondió: "No me llames mas, porque ya estoy muerto."
Pero Dios no es Dios de los muertos, sino Dios de los vivos, y creemos que el p. Porfirio esta vivo con Dios, escucha nuestras oraciones y tiene fuerza para ayudarnos, e interceder por nosotros pecadores ante el trono del Altísimo!