Saturday, August 26, 2017

12ª Domingo de Mateo

Nos relata hoy, el evangelista Mateo, el diálogo entre Cristo y un jovencito. De este diálogo nos informamos qué es lo que le pide Cristo al ser humano de todas las...

...épocas. Cristo, pues, no pide sólo el cumplimiento de los mandamientos básicos, requiere el desapego completo del ser humano de todo aquello que lo mantiene pegado al suelo y su entrega total a Dios.
Los bienes materiales fueron creados por Dios al servicio del ser humano y para gloria del Creador. En consecuencia la posición del cristianismo frente a ellos, es positiva. No obstante, esta posición no acarrea una posición favorable a la riqueza, que está ligada generalmente con la injusticia y la avaricia.
En la Biblia y particularmente en el Nuevo Testamento, la clasificación en ricos y pobres aparece sobre una base no tanto económica o de estatus social, sino más bien según su posición frente a Dios y Su voluntad. Son pobres aquellos que no tienen recursos económicos suficientes, son los que apoyan sus esperanzas en Dios y vivencian de manera inmediata su dependencia de Él. Contrariamente, son ricos aquellos que disponen de medios económicos abundantes. Estos confían a sus riquezas y se olvidan de Dios. Además, los ricos tienen la falsa sensación de autarquía, mientras son cautivos del mundo y siervos del miedo a la corrupción y a la muerte. Es por eso que los pobres son ensalzados por Cristo, como herederos del reino de Dios, mientras los ricos son deplorados (Lc. 6,20 y 24). En el cristianismo la riqueza espiritual desplaza en efecto, a los bienes materiales.
Ninguna otra maldad fue tan criticada por Cristo, con tanta severidad, como el amor a la riqueza. Esta crítica no apunta tan sólo a la eliminación de la injusticia social y el restablecimiento de la justicia social, apunta principalmente a la liberación de la persona de la esclavitud del mundo y del dominio del maligno.
La vida cristiana, como vida en libertad, exige la liberación del imperio de la riqueza, que subyuga a la persona y la somete a la tiranía del dinero. La posesión de riquezas materiales somete a cautiverio a la persona y obstaculiza su entrada al reino de Dios, tal como lo expresa Cristo en el último versículo de la lectura evangélica de hoy. Contrariamente, el deseo de la riqueza del reino de Dios conduce a la liberación de la carga, que significa la riqueza material, y al abandono de toda preocupación por el bienestar.
En otras lecturas evangélicas, el hallazgo del reino de Dios se presenta como una fuerza que impulsa a la persona a desprenderse de sus riquezas para conquistarlo (Mt. 13,44-46). De esta manera la persona se libera del peso de la riqueza material, al mismo tiempo que puede utilizarla como medio para adquirir bienes espirituales.
San Simeón el Nuevo Teólogo dice que la propiedad privada es un fenómeno producto de la avaricia. Todas las cosas, dice, son comunes para todas las personas, como la luz y el aire que respiramos. Los poseídos por su propia avaricia no son en realidad dueños de sus propiedades, sino siervos y guardianes de las mismas. Aunque ofrezcan una parte de lo que poseen o, incluso, todo lo que poseen a los necesitados, no podrían ser considerados por eso dignos de elogios; igualmente son deudores de arrepentimiento de por vida por todo lo que han retenido tanto tiempo, impidiendo su uso a sus hermanos.
Los ricos que dan limosna no son por eso justificados ni dejan de ser responsables por las penurias y la desgracia de las personas que podrían haber ayudado y no lo hicieron. Dios perdona esta injusticia y promete recompensar a las personas que entregan sus bienes con agrado a sus hermanos necesitados. Lo hace para ayudarles a curarse de la enfermedad de la avaricia, para que dejen de apoyar sus esperanzas en sus posesiones, para que vuelvan a Él libres y para que sigan el camino de sus mandamientos.
Para la doctrina cristiana, el ser humano es administrador, no dueño, de los bienes materiales que se encuentran a su disposición. De otro modo, el deseo y el mantenimiento de la riqueza producen en la persona problemas morales y espirituales. Este deseo no le permite a la persona progresar y fructificar en la fe y lo conduce a la muerte espiritual, como nos advierte hoy el evangelista Mateo. Es por ello que el creyente debe bastarse en lo indispensable para sus necesidades básicas. Todo lo que no es indispensable está por demás. Por su parte, Clemente de Alejandría escribe que “no es rico quien posee, sino quien da “y la dación revela al bienaventurado no la posesión”. 

Catecismo Ortodoxo 

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San Fanurio ( 27 de agosto )

 Con relación a la biografía del glorioso Santo Gran Mártir Fanurio el de reciente aparición, nadie puede dar una respuesta concreta acerca de su origen, quiénes eran sus padres, en qué período vivió, en qué lugares predicó la palabra de Dios y por último, en el reinado de qué emperador dio testimonio de su fe entregando su cuerpo y su vida al martirio. No se ha conservado ningún testimonio con relación a su vida, ni escrito ni oral, y tal vez no conoceríamos siquiera el nombre del Santo ni acaso que haya existido, si no fuera por el siguiente acontecimiento:
Cuando la hermosa isla de Rodas fue conquistada por los turcos, uno de sus Gobernadores quiso reconstruir la muralla de la ciudad que había sido destruida por la guerra. Para reconstruir la muralla había que demoler algunas chozas en ruinas, que se encontraban fuera de la misma.
Cuando demolieron esas chozas y excavaron la zona circundante, descubrieron enterrada entre los escombros, una hermosa iglesia que tenía destruido uno sólo de sus lados. En las ruinas de esta iglesia olvidada hasta ese momento, encontraron muchas imágenes de Santos que estaban todas arruinadas por el tiempo, tanto que no se podía distinguir nada en ellas, ni letras ni rostros ni figuras.
Sin embargo, entre todas esas imágenes destruidas había una sola en buen estado, como recién hecha, a tal punto que parecía haber sido pintada ese mismo día en que fue descubierta en la iglesia enterrada. Esta maravillosa imagen, que no había sido afectada por el transcurso del tiempo y el entierro, era la imagen del hasta ese momento desconocido San Fanurio.

Las doce representaciones de la imagen.

Apenas descubierta aquella santa iglesia, acudió enseguida al lugar el muy respetado Obispo de la zona, llamado Nilo, hombre muy creyente y de vida santa, que leyó con facilidad las palabras escritas sobre aquella imagen, que decían: “San Fanurio”.
La imagen de San Fanurio estaba rodeada por doce imágenes más pequeñas referidas a diferentes circunstancias de la vida del Santo. En el medio estaba pintado el santo siendo joven con uniforme militar. En su mano izquierda tenía la cruz y en la derecha una vela encendida. Las doce pequeñas imágenes situadas alrededor de esta imagen central del santo, mostraban las siguientes circunstancias de su vida y en particular las torturas y suplicios que sufrió a causa de su fe en Cristo y su martirio final.
La primera representa al Santo frente a un magistrado que le interroga. Fanurio está en medio de sus custodios, de pie frente al magistrado y parece hacer su apología con valentía defendiendo su fe cristiana.
La segunda representa al Santo entre los soldados que lo han llevado para torturarlo y le pegan con piedras en la boca y en la cabeza.
En la tercera escena se muestra al Santo acostado en el suelo mientras los soldados le pegan despiadadamente con palos.
La cuarta escena muestra una tortura más terrible aún. El Santo está desnudo en la celda de la cárcel mientras sus torturadores le desgarran el cuerpo con herramientas de hierro. Sin embargo por la postura, San Fanurio parece soportar sereno este horrible tormento. Tiene las manos cruzadas, la mirada dirigida al cielo con devoción y está rezando al Señor, en quien ha depositado todas sus esperanzas.
La quinta imagen lo muestra solo, encerrado en la celda de la cárcel y reza a Dios con devoción, que le dé fuerzas para soportar las siguientes torturas a las que iba a ser sometido por los brutales y despiadados torturadores.
En la sexta representación, aparece de nuevo frente al tirano haciendo su apología con valentía y a pesar de las amenazas de nuevas y peores torturas se niega a renegar de su fe en Cristo.
En la séptima imagen, lo han prendido de nuevo sus torturadores en otra celda cerrada y le queman el cuerpo con antorchas encendidas.
En la octava imagen, el Santo sufre una nueva tortura más horrible aún. Los verdugos de corazón duro, despiadados y enardecidos por su persistente negación a rendir culto a sus falsos ídolos, le han colocado en una prensa y le trituran los huesos, mientras él, tranquilo frente a este terrible tormento, sufre los dolores con paciencia y valentía, y en su hermoso rostro se ha derramado un regocijo divino, porque el Señor lo hizo digno de ser uno de los selectos testigos de la fe Cristiana.
En la novena figura, se encuentra tirado en una gran fosa, entre animales salvajes para devorarlo, mientras desde arriba lo vigilan sus verdugos. Pero los animales no le molestan para nada, contrariamente lo rodean mansos, mientras el Santo con las manos cruzadas sobre el pecho, reza a Dios con devoción, agradeciéndole por su salvación de este terrible tormento.
La décima escena muestra un nuevo, igualmente terrible tormento, que inventaron sus torturadores para aniquilarlo. Han acostado a San Fanurio en el suelo y le han aplastado con una enorme placa de mármol, que le fractura el tórax y no le permite respirar.
En la undécima figura, el Santo aparece de pie frente a los ídolos de los infieles. Sostiene en sus manos brasas encendidas y está custodiado por sus verdugos armados. En el aire, encima del altar de los ídolos, sobrevuela un demonio, en la figura de un dragón con alas, que parece llorar y flagelarse por los exorcismos del Santo.
Por último, la duodécima y última imagen nos muestra a San Fanurio de pie dentro de un gran horno, sobre leños encendidos y mientras le han abrazado las llamas y el humo del fuego, está rezando serenamente, con las manos levantadas hacia el cielo y dedica con calma sus últimos pensamientos al Señor, en este su martirio final.

Un milagro de la imagen del Santo

Observando pues las doce escenas tan descriptivas de la vida de San Fanurio en esta imagen, el piadoso Obispo Nilo comprendió enseguida que San Fanurio había sido uno de los mártires más importantes de la fe cristiana. Inmediatamente envió gente al Gobernante del lugar pidiéndole que le ceda aquella iglesia para reconstruirla. Pero él se negó concederle ese favor. Sin perder tiempo, aquel piadoso Obispo se trasladó personalmente a la Capital y logró allí obtener el permiso pertinente. Volvió luego a Rodas y reconstruyó la iglesia de San Fanurio, fuera de la muralla de la ciudad, en el lugar mismo donde la habían descubierto. Esta nueva iglesia, que aún existe, resultó milagrosa. Muchos milagros se verificaron entre las multitudes de fieles que concurrían desde todas partes para rendir culto a Dios y honrar la memoria de San Fanurio. De todos ellos relataremos el siguiente, que es de los más admirables y muestra el gran y milagroso poder de la imagen del Santo.
En aquella época la isla de Creta no tenía un Obispo Ortodoxo sino uno latino, porque estaba bajo el dominio de los Vénetos que, por malicia, no permitían que se establezca un nuevo Obispo en la sede vacante que dejaba un Obispo al fallecer. El objetivo era lograr con el transcurso del tiempo convertir a los cristianos ortodoxos al culto del Papa de Roma.
Así pues, los griegos que querían ser sacerdotes en Creta, se trasladaban a Cirigo para recibir la ordenación. En cierto momento partieron de Creta tres Diáconos y se dirigieron al Obispo de Cirigo que los ordenó sacerdotes. Volviendo a su patria Creta, fueron apresados por piratas árabes que los llevaron a Rodas, donde los vendieron a otros agarenos.
Aquellos desafortunados sacerdotes recién ordenados, lloraban día y noche por la desgracia que habían tenido. Escucharon entonces los relatos de los grandes milagros de la imagen de San Fanurio y empezaron enseguida a rezar al Santo con lágrimas, pidiéndole que los libere de aquel amargo cautiverio. Finalmente lograron el permiso de sus amos para ir a rendir culto a Dios en la iglesia de San Fanurio. Al llegar frente a la imagen milagrosa, se arrodillaron y regando la tierra con sus lágrimas, le suplicaban al Santo que se apiade de ellos y les libere de las manos de los agarenos.
Luego volvieron a sus amos un tanto consolados. Pero el Santo se compadeció de sus lágrimas de desesperación y escuchó su ferviente súplica. Esa misma noche se presentó a sus amos y les ordenó que dejaran en libertad a los siervos de Dios, que retenían como esclavos, advirtiéndoles que, en caso de desobedecer, les castigaría duramente. Ellos sin embargo, pensaron que se trataba de algún truco mágico, pusieron cadenas a sus esclavos y los sometieron a trabajos y tormentos más pesados.
Pero esa noche se presentó el Santo, les soltó las cadenas y les dijo que al día siguiente serían liberados sin falta. Al mismo tiempo se presentó a sus amos agarenos y después de reprenderlos severamente, les dijo que si no liberaran a sus esclavos al día siguiente, les haría conocer el poder de Dios.
Esa misma noche sucedió algo sorprendente. Todos los que vivían en las tres casas que retenían como esclavos a los tres desafortunados sacerdotes quedaron de pronto ciegos y cayeron paralizados con dolores muy fuertes. A la mañana siguiente, después de consultar con sus parientes, que llegaron para verlos, acerca de qué tenían que hacer para recobrar la salud, decidieron llamar a sus tres esclavos. Cuando ellos se presentaron, les preguntaron si podían curarlos. Ellos entonces les contestaron que suplicarían por ello a Dios y Él haría Su voluntad.
La noche siguiente se presentó de nuevo el Santo a los agarenos y les dijo:
- Si no envían a mi iglesia una carta prometiendo dejar libres a sus esclavos, no recobrarán la salud ni la visión.
Ellos entonces, aconsejados por sus parientes y amigos, enviaron esas cartas con personas de confianza, que las depositaron frente a la imagen del Santo. ¡He aquí el milagro! Antes que los enviados volvieran, los agarenos ciegos y paralíticos volvieron a estar salvos y sanos. Muy contentos por el milagro pusieron enseguida en libertad a los sacerdotes, dándoles además los gastos para su viaje y despidiéndoles con alegría para que volvieran a su patria.
Los sacerdotes liberados pintaron la imagen de San Fanurio, como la habían visto en su iglesia, y se la llevaron consigo a Creta, donde año tras año festejaban con devoción la memoria del Santo y milagroso Mártir Fanurio, cuya bendición y protección les acompañó toda la vida.
Así pues, gracias a aquel hecho fortuito, por voluntad divina, se conoció el nombre de San Fanurio, que como se conoce por su imagen, fue uno de los más valientes mártires de la Iglesia, habiendo soportado las torturas más horribles por el nombre del Señor.
Que Su gracia y Su intercesión al Señor sean para cuantos leen su biografía y para quienes invocan Su Santo Nombre. Amén.


El himno de despedida.
Modo 4º.

Un himno celestial se canta en la tierra.
Una fiesta terrenal celebran los ángeles con alegría.
Arriba con himnos anuncian las hazañas,
Abajo la Iglesia, la gloria celestial;
La que hallaste con tus esfuerzos y hazañas,
glorioso Fanurio.


El 27 de agosto festejamos la memoria y el hallazgo de la Imagen del Gran Mártir Fanurio de reciente aparición, conocida en la isla Rodas en el año 1369. 

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