Thursday, January 7, 2016

Las 8 virtudes contrarias a las 8 principales pasiones ( San Ignacio Briantchaninov )


1.- La temperanza: el rechazo de todo alimento superfluo, de todo uso excesivo de la bebida, y de todo vino, el respeto exacto a los ayunos instaurados por la Iglesia, el dominio de la carne por un uso moderado y siempre idéntico de la comida (aquel que tiene por efecto el debilitar todas las pasiones y sobre todo el amor a la carne, de uno mismo, de su vida y de su quietud).
2.- La castidad: rechazar todos los tipos de excesos, las conversaciones o las lecturas voluptuosas, las palabras obscenas, malvadas o con doble sentido, guardar su buen sentido (sensatez), sobre todo la vista y el oído, e incluso más aún el tacto, buscar la modestia, rechazar los pensamientos o fantasías adúlteras, amar el silencio, la hesequía, el servicio a los enfermos e inválidos, el recuerdo de la muerte y del infierno. El principio de la castidad, es un espíritu que no flaquea ante los pensamientos o fantasías adúlteras; la perfección de la castidad, es la pureza que ve Dios.
3.- La no-posesión: contenerse de lo estrictamente necesario, odiar el lujo y la apatía, ser misericordioso hacia los necesitados, amar la pobreza evangélica, tener esperanza en la divina providencia, cumplir los mandamientos de Cristo, tener el espíritu libre y tranquilo por ausencia de preocupaciones, tener el corazón blando.
4.- La dulzura: alejar los pensamientos de cólera y aquellos que enturbian el corazón y lo echa en el furor, ser paciente, seguir a Cristo llama a Sus discípulos sobre la cruz, buscar la paz del corazón, la calma del espíritu, la firmeza y el coraje cristianos, no afectarse ante las ofensas, ser magnánimo.
5.- El llanto bienaventurado: percibir la lucha común de todos los hombres y la pobreza de su alma y su aflicción, llorar en el alma, tener el corazón contrito y obtener por ello una consciencia ligera, alegría y consolación en la gracia, tener esperanza en la misericordia de Dios, dar gracias a Dios por las tribulaciones, soportar las tribulaciones con sumisión mediante el continuo pensamiento de sus innombrables pecados, estar preparado para soportar las tribulaciones que se presenten, purificar su espíritu eliminando las pasiones, morir para el mundo, desear la oración, la soledad, la obediencia, la humildad, la confesión de sus pecados.
6.- La vigilancia: el celo por toda buena obra, el cumplimiento, sin pereza, de la regla de oración en la iglesia y en la celda (habitación, hogar…), la atención durante la oración, la vigilancia escrupulosa de todos los actos, de todos los sentimientos, de todas las palabras y de todos los pensamientos, el rechazo de la confianza en sí mismo, la asiduidad a la oración y a la palabra de Dios, la reverencia, la vigilancia permanente sobre sí mismo, el rechazo del sueño prolongado, de la apatía (indolencia), de las palabras vanas o mordaces, de las bromas, el amor por las vigilias nocturnas, las metanias y otras hazañas que procuran al alma la vigilancia, el amor por la soledad en su propia celda; el recuerdo, el deseo y la expectativa por los bienes eternos.
7.- La humildad: el temor de Dios, la percepción de dios durante la oración, (realizar) una oración particularmente pura donde podamos percibir fuertemente la presencia de Dios y de su Majestad, en un estado mental perfectamente estable que engendre el temor de Dios, el profundo conocimiento de nuestra nulidad, la visión de los otros bajo la luz de un nuevo día donde parezcan sernos superiores en todo (aquello que acrecienta nuestra humildad), la ingenuidad, la simplicidad, la ingenuidad suscitada por una fe viva, el odio por la alabanza humana, los reproches permanentes hechos a sí mismo, la justicia y la franqueza, la impasibilidad, el hecho de condenarse a muerte por todo (exagerar siendo excesivamente cruel con uno mismo), la compunción, el conocimiento del misterio escondido tras la Cruz de Cristo, el deseo de ser crucificado por el mundo y por sus pasiones así como la búsqueda de dicha crucifixión (la cruz que cada uno debe soportar), el rechazo de toda especie de adulación, el rechazo de palabras falsamente modestas, de la modestia forzada o intencionada, de la habitud de fingir, la locura evangélica (locura en Cristo), el rechazo de la sabiduría terrenal como indigna del Cielo, el desprecio de todo aquello elevado entre los hombres y que en realidad es una abominación delante de Dios, el rechazo de la justificación de palabra, el silencio evangélico (silencio por Cristo, no por cualquier otro motivo) delante de los ofensores, la renuncia a toda especulación mental, la aceptación de la inteligencia evangélica (conocimiento bíblico), el rechazo de todo pensamiento que se alza contra la inteligencia de Cristo, la humildad, el discernimiento espiritual, la obediencia consciente a la Iglesia.
8.- La caridad: la oración que pasa del temor de Dios al amor por Dios, la fidelidad al Señor probada por el rechazo permanente de todo pensamiento o sensación pecaminosa, la dulce e indecible atracción del hombre entero hacia el Señor Jesús-Cristo y hacia la Trinidad, el hecho de ver la imagen de Dios en el prójimo (y la visión de Cristo que mana de dicha visión espiritual), el hecho de preferir al prójimo antes que a sí mismo, la piadosa veneración del prójimo en el Señor, la caridad ardiente (fuerte y sincera), pura, fraternal, jubilosa, imparcial, igual, por el prójimo sea quien sea, amigo o enemigo, el júbilo en la caridad durante la oración del espíritu, del corazón y del cuerpo; la inefable alegría espiritual del cuerpo, el debilitamiento de los miembros del cuerpo cuando llega la consolación espiritual (Cf San Isaac el Sirio, homilía 44), la inacción de los sentidos durante la oración, la iluminación del espíritu y el corazón, la oración tan fuerte que venza el pecado, la paz de Cristo, el alejamiento de todas las pasiones, el llenarse de razonamientos en Cristo que lo sobrepasan todo, la Teología, el conocimiento de los seres incorporales (simple conocimiento o reconocimiento, sin culto ni adoración), la derrota de los pensamientos pecaminosos para que no consigan imponerse al alma, la tranquilidad y la abundante consolación durante las tribulaciones, la contemplación de su estado interior, la profunda humildad, la humilde opinión de sí mismo. La enumeración es infinita… 

                                       Catecismo Ortodoxo 

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La Santa Trinidad. Por el Protopresbítero Antonio Alevizopoulos



Protopresbítero Antonio Alebizópoulos (1931-1996)

El protopresbítero Antonio Alebizópoulos fué uno de los más grandes apologistas del s. XX. Tuvo la ardua responsabilidad de dirigir el departamento anti-herético de la Iglesia Griega, llevando a cabo profundas y extensísimas investigaciones sobre herejías y sectas paracristianas. Poseía en grado sumo la primera virtud que debe poseer todo pastor cristiano: el auto-sacrificio. El amor incondicional a la Iglesia de Cristo y al rebaño que le fué confiado, le llevó a padecer innumerables tribulaciones y peligros, poniendo en riesgo su propia vida y la de su família. Fué perseguido, difamado y amenazado de muerte en muchas ocasiones; sin embargo, venció en la batalla por la confesión de la fe mediante la obediencia a la Iglesia y una grandísima humildad. Nos ha dejado una rica producción bibliográfica con más de 40 libros, dónde analiza casi todas las corrientes y sectas pararreligiosas contemporáneas, sobretodo aquellas que se pueden clasificar bajo la denominación de sectas de la“New Age” o Nueva Era.

LA SANTA TRINIDAD

Creemos en un Dios, que es perfecto e infinito. La única divina esencia es simple y no compuesta. Por eso, cuando decimos que creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no entendemos tres dioses, sino Uno: Una Esencia en tres Hipostasis.

El Padre es la única causa y la única fuente, a partir de la cual tiene origen la divina existencia del Hijo mediante su generación eterna, y la divina existencia del Espíritu Santo mediante su procesión eterna. La tres personas de la sola Divinidad coexisten. Sin embargo, esto no significa que se confundan. “Yo en el Padre y el Padre en Mí” (Juan 14, 10-11). Este “Yo”, en comparación con “el Padre”, expresa que se trata de dos personas, no de una. Lo mismo en la expresión de Juan: ”En el principio era el Logos, y el Logos era en Dios…Él estaba en el principio junto a Dios…Y el Logos se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 1-14).

Una persona particular es también el Espíritu Santo. La palabra “espíritu” tiene en las Escrituras muchos significados; significa también, claro está, la fuerza de Dios (Jueces 11, 29 y 14, 6), incluso el mismo Señor es llamado fuerza (Mateo 26, 64). Existen, incluso, muchos pasajes que distinguen el Espíritu Santo de la fuerza de Dios (Miqueas 3, 8. Hechos 10, 38. Romanos 15, 13. 1ª Corintios 2, 4. 2ª Corintios 6, 6-7. 1ª Tesalonicenses 1, 5).

Las Divinas Hipostasis se distinguen en el diferente modo en que es transmitida a Ellas la esencia Divina común por la única “fuente” (generación-procesión). Sin embargo, existe diferenciación entre la procesión eterna del Espíritu Santo por el Padre y el envío del Espíritu Santo en el mundo por la salvación del hombre (divina economía). Así el Espíritu Santo procede, es decir, tiene la causa de Su eterna existencia en el Padre, y es enviado a nosotros por el Hijo, con el propósito de terminar la obra del Hijo (Juan 14, 26. 15, 26).

Sería blasfemo decir que el Espíritu Santo no está relacionado directamente con el Padre, la única fuente de la Divinidad. También estaría fuera de lugar que dijeramos que en el envío del Espíritu Santo no participan en la obra de salvación el Padre y el Hijo. Al contrario, creemos que para la salvación del mundo es enviado el Espíritu Santo desde el Padre por el Hijo. Como la creación fué desde el Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, así también la re-creación, es decir, la salvación del mundo es llevada a cabo con la participación también de las tres Personas Divinas.

Manual de herejías y grupos paracristianos

Padre Antonio Alebizópoulos

Dr. en Teología, Dr. en Filosofía 


                               Catecismo Ortodoxo 

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