Durante varias semanas después de Su Resurrección el Señor Jesucristo frecuentemente se aparecía a Sus discípulos y conversaba con ellos, preparándolos para su próxima misión apostólica. Finalmente en el cuadragésimo día, el Señor Jesucristo nuevamente se apareció a los apóstoles y les ordenó no alejarse de Jerusalén, pues precisamente allí debía descender sobre ellos el Espíritu Santo prometido por Él.
Después de decir esto los llevó hacia el monte de los Olivos, que se encontraba hacia el oriente de Jerusalén. En la expectativa, de que algo importante debía suceder, comenzaron a preguntarle: "¿Señor, es este el tiempo en el que Tu restaurarás el reino de Israel?" Los apóstoles, así como la mayoría de los hebreos, esperaban, que el Mesías iba a ser un rey-conquistador, quien realizaría grandes cambios sociales, liberaría a su pueblo del dominio extranjero, y les traería gloria y prosperidad. A los apóstoles les parecía completamente lógico, que por cuanto el Señor resucitó de entre los muertos, que ya había finalizado el período de Su voluntaria humillación, y que ya era tiempo de declararse a todo el pueblo, como el Mesías tan largamente esperado.
— "No os toca a vosotros saber los tiempos o los plazos, que el Padre puso en su potestad"; — contestó Jesucristo: — "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta los últimos confines de la tierra." En otras palabras, quiso decir no trataran de prever, cuándo y precisamente qué cambios visibles, deberían acontecer en el mundo. Vuestra labor será preparar las condiciones necesarias para su aparición, para que la gente crea en Mí, como Salvador del mundo, y reciban Mis enseñanzas. Esto será un trabajo grande y difícil, más Dios-Padre, os fortalecerá con la fuerza de Su Gracia.
Después de decir esto Jesucristo los bendijo, y comenzó, ante sus ojos, a separarse de la tierra, elevándose cada vez más y más. Viendo esto, los discípulos Lo reverenciaron, y el Señor alejándose, continuaba bendiciéndolos. Los Apóstoles no querían desviar su vista de Cristo, ni aun después, que Él Se ocultó totalmente detrás de las nubes. Después de esto se les aparecieron dos ángeles con vestiduras blancas como la nieve, y les dijeron: "¡Varones Galileos,! ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que se ha elevado ahora al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo!"
Alegrados con esta promesa, los apóstoles descendieron del monte y regresaron a Jerusalén.. Aquí, diariamente reuniéndose en la habitación de Sión, en oración y en la lectura de las Sagradas Escrituras, esperaban el descenso sobre ellos del Espíritu Santo (Hechos l-er. cap.) Acudían a estas reuniones también otros discípulos de Jesucristo y algunas de las mujeres miróforas. Evidentemente, este era el mismo aposento, donde, menos de dos meses atrás, en la víspera de Sus padecimientos en la cruz, el Señor Jesucristo realizó la Última cena.
Así, con Su Ascensión, el Salvador finalizó Su servicio sobre la tierra, que Él cumplió para la redención de los hombres pecadores. Su permanencia sobre la tierra fue el tiempo de Su voluntaria humillación, pobreza y padecimientos, que culminaron en la oprobiosa y dolorosa muerte en la cruz. Ahora Él regresó al mundo de Su eterna gloria. Siendo siempre igual al Padre por Su naturaleza Divina, con la ascensión al Cielo Él "se sentó a derecha" de Dios-Padre — es decir, también como Hombre, recibió aquella potestad, grandeza y gloria, las cuales Le corresponden, por ser el Hijo de Dios. Desde entonces Él, como Cabeza de la Iglesia fundada por Él, rige los destinos del mundo. De allí entonces, antes del fin del mundo, nuevamente vendrá en toda Su Divina gloria, rodeado por ángeles y santos, para resucitar a todos los hombres y retribuir a cada uno según sus obras. Entonces los salvados entrarán en Su Reino de gloria, el que no tendrá fin.
Tropario Tono 4:
Después de decir esto los llevó hacia el monte de los Olivos, que se encontraba hacia el oriente de Jerusalén. En la expectativa, de que algo importante debía suceder, comenzaron a preguntarle: "¿Señor, es este el tiempo en el que Tu restaurarás el reino de Israel?" Los apóstoles, así como la mayoría de los hebreos, esperaban, que el Mesías iba a ser un rey-conquistador, quien realizaría grandes cambios sociales, liberaría a su pueblo del dominio extranjero, y les traería gloria y prosperidad. A los apóstoles les parecía completamente lógico, que por cuanto el Señor resucitó de entre los muertos, que ya había finalizado el período de Su voluntaria humillación, y que ya era tiempo de declararse a todo el pueblo, como el Mesías tan largamente esperado.
— "No os toca a vosotros saber los tiempos o los plazos, que el Padre puso en su potestad"; — contestó Jesucristo: — "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta los últimos confines de la tierra." En otras palabras, quiso decir no trataran de prever, cuándo y precisamente qué cambios visibles, deberían acontecer en el mundo. Vuestra labor será preparar las condiciones necesarias para su aparición, para que la gente crea en Mí, como Salvador del mundo, y reciban Mis enseñanzas. Esto será un trabajo grande y difícil, más Dios-Padre, os fortalecerá con la fuerza de Su Gracia.
Después de decir esto Jesucristo los bendijo, y comenzó, ante sus ojos, a separarse de la tierra, elevándose cada vez más y más. Viendo esto, los discípulos Lo reverenciaron, y el Señor alejándose, continuaba bendiciéndolos. Los Apóstoles no querían desviar su vista de Cristo, ni aun después, que Él Se ocultó totalmente detrás de las nubes. Después de esto se les aparecieron dos ángeles con vestiduras blancas como la nieve, y les dijeron: "¡Varones Galileos,! ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que se ha elevado ahora al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo!"
Alegrados con esta promesa, los apóstoles descendieron del monte y regresaron a Jerusalén.. Aquí, diariamente reuniéndose en la habitación de Sión, en oración y en la lectura de las Sagradas Escrituras, esperaban el descenso sobre ellos del Espíritu Santo (Hechos l-er. cap.) Acudían a estas reuniones también otros discípulos de Jesucristo y algunas de las mujeres miróforas. Evidentemente, este era el mismo aposento, donde, menos de dos meses atrás, en la víspera de Sus padecimientos en la cruz, el Señor Jesucristo realizó la Última cena.
Así, con Su Ascensión, el Salvador finalizó Su servicio sobre la tierra, que Él cumplió para la redención de los hombres pecadores. Su permanencia sobre la tierra fue el tiempo de Su voluntaria humillación, pobreza y padecimientos, que culminaron en la oprobiosa y dolorosa muerte en la cruz. Ahora Él regresó al mundo de Su eterna gloria. Siendo siempre igual al Padre por Su naturaleza Divina, con la ascensión al Cielo Él "se sentó a derecha" de Dios-Padre — es decir, también como Hombre, recibió aquella potestad, grandeza y gloria, las cuales Le corresponden, por ser el Hijo de Dios. Desde entonces Él, como Cabeza de la Iglesia fundada por Él, rige los destinos del mundo. De allí entonces, antes del fin del mundo, nuevamente vendrá en toda Su Divina gloria, rodeado por ángeles y santos, para resucitar a todos los hombres y retribuir a cada uno según sus obras. Entonces los salvados entrarán en Su Reino de gloria, el que no tendrá fin.
Tropario Tono 4:
Ascendiste en la gloria, oh Cristo Dios Nuestro, después de alegrar a Tus discípulos por la promesa del Espíritu Santo, fueron confirmados por Tu bendición otorgada; pues Tú eres el Hijo de Dios, el Redentor del mundo.
Kontaquio Tono 6:
Habiendo cumplido la dispensación para con nosotros y unido todo lo terrenal con lo celestial, ascendiste en la gloria, oh Cristo Dios, sin apartarte de nosotros, sino permaneciendo inseparable y prometiendo a los que Te aman: estoy con vosotros, y nadie estará contra vosotros.
Catecismo Ortodoxo
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