El mal se pega a nuestra naturaleza, como la herrumbre al cobre o la suciedad al cuerpo. Pero, así como el calderero no produjo la herrumbre ni tampoco los padres — la suciedad en sus hijos, así tampoco Dios produjo el mal. Él puso dentro del hombre la conciencia y la razón, para que él evite el mal, sabiendo, que este es perjudicial para él y conduce a los tormentos. Por esto vigila atentamente sobre ti mismo: si vieres a algún agraciado en fuerza y riqueza, por ninguna causa lo alabes. Sino inmediatamente imagínate delante tuyo la muerte, y entonces de ninguna manera desearás nada malo o mundano.
San Antonio el Grande