Un hombre se ocupó de la cría de peces y todos los días decía — "¡Gloria a Ti, Dios!" — porque veía constantemente la providencia Divina. Él contaba que un pececito desde el momento de su eclosión del huevo, cuando es tan pequeño como la cabeza de un alfiler, tiene una pequeña bolsita con líquido con el cual se alimenta hasta que crezca y pueda alimentarse independientemente con los pequeños insectos acuáticos y algas. ¡O sea, recibe de Dios una "ración especial!" Si Dios provee hasta a los peces, ¡cuan más Él provee al hombre! Pero a menudo el hombre organiza todo y decide sin Dios. "Yo tendré — dice — dos hijos [y basta]" No cuenta con Dios. Por eso se producen tantos desastres y perecen tantos niños. En mayoría de las familias nacen dos hijos. Pero uno de ellos perece en un accidente automovilístico, otro se enferma y muere — y los padres quedan sin hijos.
Cuando para los padres — co-creadores de Dios, se hace difícil asegurar a sus hijos a pesar de los esfuerzos aplicados, entonces deben elevando los brazos al cielo, humildemente buscar la ayuda del Gran Creador. Entonces, se alegran tanto Dios, que ayuda, y él que recibe Su ayuda. Estando en el monasterio Stomión, conocía a un padre de muchos hijos. Él era un guarda del campo en la aldea Epira y su familia vivía en Koniza — a pie se caminaba cuatro horas y media. Él tenía nueve hijos. El camino a su aldea pasaba por el monasterio. Viniendo a trabajar y yendo a casa, el guarda entraba en el monasterio. Cuando volvía me pedía permiso de prender a las lámparas votivas. A pesar de que, al prenderlas, derramaba el aceite al piso, le permitía hacerlo. Yo prefería secar luego el piso que ofenderlo. Cada vez, saliendo del monasterio y caminando unos trescientos metros él tiraba de su fusil. No encontrando explicación a esto decidí observarlo la próxima vez desde el momento de su entrada en el templo y hasta que salga al camino a Koniza. Así supe que él primero prendía las lámparas del templo, luego salía en nartex [202] y prendía la lámpara votiva ante el icono de la Madre de Dios sobre la entrada. Luego tomaba con el dedo el aceite de la lámpara, se arrodillaba, extendía sus manos hacia el cielo y decía "Madre de Dios, tengo nueve hijos. ¡Manda les un poco de carne!" Habiendo dicho esto, él untaba con el aceite que tenía en el dedo la mira de su fusil y se iba. A trescientos metros del monasterio al lado de una mora lo esperaba una cabra silvestre. Él tiraba, la mataba, la llevaba a una cueva que estaba algo mas lejos, allí la faenaba y llevaba la carne a sus hijos. Y eso pasaba cada vez que él volvía a casa. Yo me sentía extasiado ante la fe del guarda de campo y la providencia de la Madre de Dios. Después de veinticinco años, él vino al Monte Santo y me encontró. Durante la conversación pregunté: "¿Cómo están tus hijos? ¿Dónde están?" En respuesta él indicó con la mano el norte y dijo: "Unos en Alemania" — luego extendió su mano al sur y agregó: "En cambio otros en Australia y gracias a Dios saludables." Este hombre conservaba la pureza de las ideologías ateas a su fe y a sí mismo y por eso Dios no lo dejó.
San Paisios
Catecismo Ortodoxo
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Primera Oda
Hirmos
Abriré mi boca y quedará repleta del Espíritu: y entonaré un poema en honor de la Madre Reina; me presentaré gozosamente celebrándola y, jubilosamente, cantaré sus maravillas.
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Troparios
Al verte, Libro viviente de Cristo sellado por el Espíritu, el gran Arcángel, oh Pura, te dijo: salve, receptáculo de la dicha, por medio de quien cesará la maldición de la primera Madre.
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Rehabilitación de Adán, ¡Salve!, Virgen, Esposa de Dios, muerte del infierno; salve, oh Purísima, palacio del único Rey; salve, trono ígneo de aquel que todo lo gobierna.
Gloria...
Tú la única que hiciste brotar la Rosa que no se marchita, salve, Tu que produjiste la manzana de suave perfume; salve, Tú que engendraste la fragancia del Rey de todos; salve, esposa intacta, salvación del mundo.
Y ahora...
Tesoro de la pureza por quien nos levantamos de nuestra caída, salve; salve, lirio perfumado, Soberana que perfumas a los fieles, incienso de suave fragancia, aroma preciosísimo.
Tercera Oda
Hirmos
¡A los que te celebran, Madre de Dios, fortalécelos! ¡fuente viva e incorruptible! reunidos en esta fiesta espiritual en el día de tu divina gloria; hazlos dignos de la corona de la gloria.
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Troparios
Tú, que hiciste germinar la espiga divina; como tierra no trabajada, ¡salve! mesa viviente que trajiste el Pan de la vida; ¡salve, manantial inagotable del agua viva, Soberana!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
¡Salve, Madre, que engendraste para los fieles al ternero sin mancha; salve, oh cordera, que engendraste al cordero de Dios que quita los pecados de todo el mundo. Salve, expiación ardiente!
Gloria...
¡Aurora resplandeciente, Salve, porque Tú llevaste, la única, al Sol Cristo, morada de la luz; salve, Tú que disolviste las tinieblas y confundiste para siempre a los demonios tenebrosos!
Y ahora...
Salve, puerta única, a quien, único, atravesó el Verbo; Soberana que los barrotes y las puertas del Hades, con tu parto rompiste. Salve, divino acceso de quienes se salvan, ¡oh digna de toda alabanza!
Cuarta Oda
Hirmos
Aquel que está sentado en la gloria, en el trono de la Divinidad, vino en una ligera nube, Jesús, el Dios excelso, con mano sin mancha, y salvó a quienes le gritaban: «Gloria, oh Cristo, a tu poder».
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Troparios
Con las voces de nuestros cánticos, te aclamamos, ¡Oh digna de toda alabanza! ¡Salve, monte fértil y regado por el Espíritu. Salve, lámpara y vaso portador del Maná que endulza los sentimientos de todos tus fieles!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
¡Propiciatorio del mundo, Salve, Soberana incontaminada; salve, escala que, desde la tierra, elevas a todos hacia la gracia; salve, puente que conduce verdaderamente de la muerte a la vida a todos cuantos te cantan!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
¡Más sublime que los cielos, Salve, Tú que llevaste sin fatiga —oh Purísima— al fundamento de la tierra en tu seno; salve, tintura, que extrajiste de tu sangre la púrpura divina para el Rey de las Potestades!
Gloria...
¡Tu que verdaderamente diste a luz al Legislador que borra gratuitamente las faltas de todos Salve, Soberana! ¡Salve, oh abismo incomprensible, altura inefable, esposa inviolada, por quien somos divinizados!
Y ahora...
¡A ti, que entretejiste para el mundo una corona no hecha por manos humanas, te ensalzamos: Salve, Virgen defensa de todos, protección, fortaleza y sagrado refugio!
Quinta Oda
Hirmos
Todas las cosas se asombran ante tu divina gloria; Tú, en efecto, ¡oh Virgen, esposa inviolada! tuviste en tu seno al Dios que está por encima de todas las cosas, y diste a luz al hijo intemporal que concede la salvación a cuantos te cantan.
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Troparios
¡Salve, purisima, que diste a luz al camino de la vida y salvaste al mundo del cataclismo del pecado; salve, Esposa divina, voz y relato arcano; salve, morada del Señor de la creación!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
¡Salve, Purísima, fortaleza y alcázar de los hombres, lugar sagrado de la gloria; Muerte del Hades, tálamo luminoso; salve, alegría de los Ángeles; salve, socorro de cuantos con fe te invocan!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
¡Carruaje ígneo del Verbo, salve, Señora, Paraíso viviente que tienes en tu interior al árbol de la vida, al Señor; cuya dulzura da vida a cuantos con fe se acercan, aún estando sujetos a la corrupción!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Gloria...
Robustecidos con tu fuerza, con fe te exclamamos: ¡salve, ciudad del rey universal; de quien se dijeron cosas gloriosas y dignas de ser oídas; salve, monte intacto, abismo insondable!
Y ahora...
¡Salve, Purísima, amplia morada del Verbo, ostra que elaboraste la divina perla; salve, totalmente prodigiosa, reconciliación con Dios de cuantos en todo momento, oh Madre de Dios, te proclaman bienaventurada!
Sexta Oda
Hirmos
Los que celebramos esta divina y honorabilísima fiesta de la Madre de Dios, venid, aplaudamos glorificando a Dios que nació de ella.
Santisima Madre de Dios, Sálvanos.
Troparios
¡Tálamo inmaculado del Verbo, causa de la deificación de todos, salve, Purísima, voz de los profetas; salve, ornato de los Apóstoles!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
De ti destiló el rocío que extinguió la llama del politeísmo; por eso te exclamamos: ¡Salve, oh Virgen, vellocino seco, previsto por Gedeón!
Gloria...
He aquí que te exclamamos: ¡Salve! puerto para nosotros, sacudidos por las olas, Tú eres, defensa en el mar de las tribulaciones y de todos los obstáculos del enemigo.
Y ahora...
Causa de la alegría, otórganos la gracia de la sensatez para gritarte: ¡Salve zarza no consumida, nube completamente luminosa que cubre constantemente a los fieles!
Oda séptima
Hirmos
No adoraron a la criatura en vez de adorar al Creador, los inspirados por Dios, sino que despreciando virilmente la amenaza del fuego, alegres cantaban: ¡Bendito eres, Dios y Señor de nuestros padres, y muy digno de alabanza!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Troparios
Nosotros te cantamos exclamando: ¡Salve, carroza del Sol espiritual; vid verdadera que produjo el racimo maduro, que destila un vino que alegra los espíritus de aquellos que con fe te glorifican!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
¡Salve, Esposa divina, que engendraste al médico de los hombres; vara mística en que floreció la flor que no se marchita; salve, Soberana, por medio de quien hemos sido colmados de gozo y heredamos la vida!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
La lengua mas elocuente no tiene la fuerza suficiente para cantarte ¡oh Soberana! Tu has sido enaltecida por encima de los Serafines porque llevaste en tu seno a Cristo Rey; pídele ahora que nos libre de toda desventura a quienes te sirven fielmente.
Gloria...
Los confines de la tierra, llamándote bienaventurada, te celebran y te aclaman con amor. ¡Salve, oh Purísima, libro en el cual fue escrito el Verbo por el dedo del Padre; Madre de Dios, pídele que inscriba en el libro de la vida a tus servidores!
Y ahora...
Te rogamos y doblamos las rodillas del corazón, nosotros, tus siervos: Inclina ¡oh Purísima! tu oído y sálvanos a nosotros, sumergidos constantemente en las tribulaciones; y custodia, ¡oh Madre de Dios! a tu ciudad de los asaltos de los enemigos.
Oda octava
Hirmos
A los piadosos jóvenes, en el horno, salvó aquel a quien dió a luz la Madre de Dios; entonces era prefiguración, ahora está realizado; convoca a toda la tierra para cantarte: «¡Alabad, obras todas, al Señor y glorificadlo por todos los siglos!».
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Troparios
Acogiste al Verbo en tu seno, llevaste a quien lleva todas las cosas; ¡oh Purísima! alimentaste con leche a quien, con un gesto, alimenta al universo entero; a El, pues, le cantamos: «Alabad, obras todas al Señor y glorificadlo por todos los siglos».
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Moisés reconoció en la zarza el gran misterio de tu parto; los Jóvenes, lo prefiguraron claramente al permanecer en medio del fuego sin quemarse, santa Virgen incorrupta; por eso te ensalzamos por todos los siglos.
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Los que antes estuvimos despojados por el engaño, en virtud de tu maternidad hemos sido revestidos con el vestido de la incorruptibilidad; los que permanecíamos en la tiniebla del pecado, hemos visto la luz, oh Virgen, morada de la luz; por ello te ensalzamos por todos los siglos.
Gloria...
Por ti los muertos son vivificados; pues Tú engendraste a la vida que se encarnó; discuten con locuacidad los que hace poco eran mudos, los leprosos quedan limpios, las enfermedades son alejadas y los numerosos espíritus adversos son vencidos, ¡oh Virgen! salvación de los mortales.
Y ahora...
A Tí que diste a luz a la salvación del mundo, a través de la cual fuimos alzados de la tierra a lo alto; ¡Salve, oh totalmente bendita, protección y fortaleza, muralla y bastión de quienes te cantan ¡Purísima!: «Alabad, obras todas, al Señor y glorificadlo por todos los siglos».
Oda novena
Hirmos
Exulte todo hijo de la tierra, iluminado por el Espíritu; celebren gozosamente la estirpe de las criaturas incorpóreas la sagrada fiesta de la Madre de Dios y exclamen: ¡Salve, benditísima Madre de Dios, oh pura siempre Virgen!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Troparios
Para que podamos decirte nosotros, tus fieles: «salve», quienes fuimos hechos partícipes, gracias a ti, de la alegría perenne; líbranos de toda tentación, del sometimiento de los bárbaros, y de toda otra desgracia que por la multitud de sus transgresiones amenaza a los hombres pecadores.
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Tu eres nuestra luz y seguridad, por eso te cantamos: ¡salve, estrella sin ocaso que introduce en el mundo del gran Sol; salve, oh Purísima, que abriste el Edén cerrado: salve, columna de fuego que guías a los hombres hacia la vida de lo alto!
Santísima Madre de Dios, Sálvanos.
Estemos devotamente en la casa de nuestro Dios, y exclamemos: ¡salve, Señora del mundo; salve María, nuestra soberana; salve, la única buena e inmaculada entre las mujeres; salve, vaso que acoges el aroma inagotable en ti vertido!
Gloria...
¡Paloma que engendraste al Misericordioso salve, siempre Virgen; salve, gloria de todos los santos, corona de los atletas, salve; ornato divino de todos los justos, salvación de nosotros, los creyentes!
Y ahora...
Proteje, Señor, tu heredad y no mires ahora todos nuestros pecados; atendiendo para ello a la que intercede por nosotros, Aquella que te llevó en su seno sin conocer varón, cuando Tú, Cristo, por tu gran misericordia, quisiste asumir la forma humana.
Catecismo Ortodoxo
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