Establecida en la casa de José, la Santísima Virgen María llevaba prácticamente el mismo modo de vida que había llevado en el templo. La mayor parte del tiempo lo pasaba en solitaria oración, en el silencio, en la lectura de las Escrituras y en manualidades. No descuidaba los quehaceres domésticos, siendo una fiel y preciosa ayuda para el anciano José.
Pasado un tiempo no muy largo después de que la Santísima Virgen se hubo establecido en Nazaret, fue visitada por el Arcángel Gabriel, quien antes le había anunciado al sacerdote Zacarías acerca del nacimiento de Juan el Bautista. Encontrándola leyendo las profecías de Isaías acerca del nacimiento del Mesías de una Virgen, el Arcángel La saludó con estas palabras: ¡Alégrate Bienaventurada! ¡ El Señor está Contigo! ¡Bendita eres Tú entre las mujeres!
Esta imprevista aparición del Ángel y la alegre salutación agitaron a la joven Virgen. ¿No será esto alguna tentación? Mas el mensajero celestial, tranquilizándola, Le explica que Él le está anunciando la voluntad de Dios: ¡No temas María! Tú has hallado gracia de Dios, y concebirás, y de Ti nacerá un Hijo, a Quien llamarás Jesús. Él será grande y Se llamará el Hijo del Todopoderoso y el Señor Dios Le dará el trono de David, Su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos de los siglos, y Su Reino no tendrá fin.
La Santísima Virgen, que ya en el templo había hecho la promesa de la virginidad, replicó al Ángel: ¿De qué modo será esto? Yo no tengo esposo. — A lo cual él Le contestó: El Espíritu Santo descenderá sobre Ti y la fuerza del Todopoderoso Te cubrirá y por esto El que naciere, Santo será y Se llamará Hijo de Dios.
Revelando con este anuncio el altísimo e inalcanzable misterio de la encarnación del Hijo de Dios, el Arcángel Gabriel para confirmar la veracidad de sus palabras agregó: He aquí Elizabet, Tu pariente, concibió un hijo en su vejez y este es el sexto mes de ella, que había sido llamada estéril. ¡Para Dios todo es posible!
Habiendo oído esto, la Santísima Virgen percibió en su llamado para ser la Madre del Mesías la voluntad de Dios, para Quien no hay oposición. Imbuida por el sentimiento de agradecimiento y obediencia a Dios, con humildad contestó: Soy la sierva del Señor, que sea en Mí según Tu palabra. El Arcángel se volvió invisible.
De este modo se cumplió el grandioso milagro de todos los tiempos: por el descenso del Espíritu Santo sobre la joven Virgen, en Su vientre se encarnó el Hijo de Dios, Quien de este modo Se hizo verdadero hombre, permaneciendo al mismo tiempo como Dios absoluto, consubstancial con el Dios Padre y el Espíritu Santo.
La Iglesia Ortodoxa enseña, que la Santísima María al hacerse Madre, permaneció siendo Virgen.
Troparion Tono 4:
Pasado un tiempo no muy largo después de que la Santísima Virgen se hubo establecido en Nazaret, fue visitada por el Arcángel Gabriel, quien antes le había anunciado al sacerdote Zacarías acerca del nacimiento de Juan el Bautista. Encontrándola leyendo las profecías de Isaías acerca del nacimiento del Mesías de una Virgen, el Arcángel La saludó con estas palabras: ¡Alégrate Bienaventurada! ¡ El Señor está Contigo! ¡Bendita eres Tú entre las mujeres!
Esta imprevista aparición del Ángel y la alegre salutación agitaron a la joven Virgen. ¿No será esto alguna tentación? Mas el mensajero celestial, tranquilizándola, Le explica que Él le está anunciando la voluntad de Dios: ¡No temas María! Tú has hallado gracia de Dios, y concebirás, y de Ti nacerá un Hijo, a Quien llamarás Jesús. Él será grande y Se llamará el Hijo del Todopoderoso y el Señor Dios Le dará el trono de David, Su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos de los siglos, y Su Reino no tendrá fin.
La Santísima Virgen, que ya en el templo había hecho la promesa de la virginidad, replicó al Ángel: ¿De qué modo será esto? Yo no tengo esposo. — A lo cual él Le contestó: El Espíritu Santo descenderá sobre Ti y la fuerza del Todopoderoso Te cubrirá y por esto El que naciere, Santo será y Se llamará Hijo de Dios.
Revelando con este anuncio el altísimo e inalcanzable misterio de la encarnación del Hijo de Dios, el Arcángel Gabriel para confirmar la veracidad de sus palabras agregó: He aquí Elizabet, Tu pariente, concibió un hijo en su vejez y este es el sexto mes de ella, que había sido llamada estéril. ¡Para Dios todo es posible!
Habiendo oído esto, la Santísima Virgen percibió en su llamado para ser la Madre del Mesías la voluntad de Dios, para Quien no hay oposición. Imbuida por el sentimiento de agradecimiento y obediencia a Dios, con humildad contestó: Soy la sierva del Señor, que sea en Mí según Tu palabra. El Arcángel se volvió invisible.
De este modo se cumplió el grandioso milagro de todos los tiempos: por el descenso del Espíritu Santo sobre la joven Virgen, en Su vientre se encarnó el Hijo de Dios, Quien de este modo Se hizo verdadero hombre, permaneciendo al mismo tiempo como Dios absoluto, consubstancial con el Dios Padre y el Espíritu Santo.
La Iglesia Ortodoxa enseña, que la Santísima María al hacerse Madre, permaneció siendo Virgen.
Troparion Tono 4:
Hoy es el principio de nuestra salvación y la manifestación del misterio de los siglos: el Hijo de Dios se hace hijo de una Virgen, y Gabriel anuncia la divina gracia. Por lo tanto, también nosotros clamamos con él a la Madre de Dios: Alégrate, oh llena de gracia, el Señor está contigo.
Kondaquion, Tono 8:
Kondaquion, Tono 8:
Nosotros Tus siervos, ¡oh Madre de Dios,! Como librados de las desgracias, te traemos a Ti, Generala, que nos defiendes en las batallas, agradecida canción de triunfo, oh guerrera y defensora. Y Tú que eres invencible, líbranos de las diversas desgracias para que podamos exclamarte: Regocíjate, oh Novia no Desposada.
La instauración de la celebración de la Anunciación corresponde a la más remota antigüedad. San Atanasio (siglo IV) en su palabra dedicada a esta festividad, la llama la primera de una serie de festividades y es especialmente venerada, porque nos recuerda el comienzo de la construcción de la escalera de la salvación humana. En los siglos V y VI, por causa de las herejías que desprestigiaron la personalidad de la Madre de Dios y desfiguraron el dogma de la encarnación de Jesucristo, se presentaron especiales motivos para que la Iglesia aumentara aun más la solemnidad de la celebración de esta festividad. Durante ese tiempo la celebración de los oficios de esta festividad se enriqueció con muchos cánticos donde se revela el misterio de la encarnación del Hijo de Dios y la grandeza de la Madre de Dios. San Juan Damasceno y Teófano, obispo metropolitano de Nicea en el siglo VIII compusieron para esta celebración el canon, que se canta hasta el día de hoy. Por explicación de antiguos escritores cristianos, el fundamento de la costumbre de celebrar la Anunciación el 25 de Marzo, yace sobre la tradición de la Iglesia acerca de que precisamente ese día fue que sucedió la encarnación de Jesucristo, nueve meses antes de Su nacimiento, que se festeja el 25 de Diciembre por el calendario eclesiástico.
La instauración de la celebración de la Anunciación corresponde a la más remota antigüedad. San Atanasio (siglo IV) en su palabra dedicada a esta festividad, la llama la primera de una serie de festividades y es especialmente venerada, porque nos recuerda el comienzo de la construcción de la escalera de la salvación humana. En los siglos V y VI, por causa de las herejías que desprestigiaron la personalidad de la Madre de Dios y desfiguraron el dogma de la encarnación de Jesucristo, se presentaron especiales motivos para que la Iglesia aumentara aun más la solemnidad de la celebración de esta festividad. Durante ese tiempo la celebración de los oficios de esta festividad se enriqueció con muchos cánticos donde se revela el misterio de la encarnación del Hijo de Dios y la grandeza de la Madre de Dios. San Juan Damasceno y Teófano, obispo metropolitano de Nicea en el siglo VIII compusieron para esta celebración el canon, que se canta hasta el día de hoy. Por explicación de antiguos escritores cristianos, el fundamento de la costumbre de celebrar la Anunciación el 25 de Marzo, yace sobre la tradición de la Iglesia acerca de que precisamente ese día fue que sucedió la encarnación de Jesucristo, nueve meses antes de Su nacimiento, que se festeja el 25 de Diciembre por el calendario eclesiástico.
Catecismo Ortodoxo
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