Después que el hombre se apartó del mandamiento y se expuso a la condenación de Dios, el pecado lo tomó para esclavizarlo, y a semejanza de un refinado y profundo abismo de amargura, penetrando dentro, se apoderó del alma hasta sus más profundos escondrijos. De esta manera, el pecado que ha penetrado dentro nuestro puede asemejarse a un gran árbol con muchas ramas, cuyas raíces descienden profundamente dentro de la tierra. Así también el pecado introducido en el alma, apoderándose de sus fuerzas hasta sus más recónditas profundidades, se convirtió en costumbre, la cual, comenzando desde la infancia, con los años crece y cada vez mas fuertemente nos atrae hacia lo malo.
San Makario el Grande
Catecismo Ortodoxo
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Los demonios no conocen nuestros corazones, como piensan algunos. Solo hay uno que ve en los corazones — Dios, Quien conoce la mente humana, porque Él creó a los hombres (Sal 32:15). Pero en parte por nuestras palabras y en parte por nuestros movimientos los demonios adivinan las intenciones de nuestro corazón. Por ejemplo cuando discutimos con alguien, que ha hablado mal de nosotros, los demonios por nuestras palabras iracundas concluyen, que nosotros nos comportamos enemistosamente con él. Entonces, comprendiendo nuestra debilidad, ellos nos inspiran pensamientos enemistosos. Recibiendo estos pensamientos, caemos bajo el yugo del demonio del rencor, quien desde este momento comienza cada vez mas a inflar en nosotros el resentimiento en contra de este ofensor. Porque los malignos demonios observan con curiosidad todos nuestros movimientos y no dejan nada sin atención de aquello, que pudiera ser empleado en contra nuestro: ni el levantarse, ni el sentarse, ni el estar de pie, ni los actos, ni las palabras, ni las miradas — todo lo remarcan atentamente. Diariamente ellos piensan contra nuestro distintas seducciones, para que durante la oración distraer nuestra humilde mente y apagar en ella la luz bendita .
San Evagrio Monje
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