Thursday, December 4, 2014

PARÁCLESIS : Canon de súplicas A la Virgen Madre de Dios


S.  Bendito sea nuestro Dios perpetuamente, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
 

C. Amén.
                      

                               Salmo 142
 

Señor, escucha mi oración: advierte mi súplica en tu verdad, atiéndeme con tu justicia.
Y no entres en juicio con tu siervo porque no será justificado ante Ti ningún viviente.



Porque el enemigo ha perseguido a mi alma, ha humillado hasta el suelo mi vida;
me ha sentado en tinieblas como a muertos desde hace siglos; se ha desalentado mi espíritu; mi corazón se ha turbado dentro de mí.
 

Recordé los días de antaño, medité en todas tus obras, las hechuras de tus manos contemplé.
Extendí mis manos hacia Ti, mi alma es como tierra sedienta de Ti. Escúchame pronto, Señor: ha
desfallecido mi espíritu.
 

No apartes de mí tu rostro, pues me asemejaría a los que descienden a la fosa.

Hazme oír al despuntar el alba tu
misericordia, porque en Ti he esperado.
 

Hazme conocer el camino en que he de andar porque hacia Ti he levantado mi alma.
 

Arráncame de mis enemigos, Señor, que en Ti me he refugiado; enséñame a cumplir tu voluntad porque Tú eres mi Dios.
 

Tu Espíritu, que es bondadoso, me guía en tierra recta. Por tu Nombre, Señor, me vivificarás.
 

Con tu justicia sacarás a mi alma de la tribulación y con tu misericordia exterminarás a mis enemigos.
 

Y perderás a todos los que atribulan a mi alma porque yo soy tu siervo.



                             Dios, el Señor

Tono 4
 

Dios, el Señor, se nos ha manifestado.
¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!
 

Verso 1: Confesad al Señor e invocad su nombre santo.
 

Verso 2: Todas las generaciones me cercaron y en el nombre del Señor las vencí.
 

Verso 3: Fue el Señor quien lo hizo y eso es maravilloso a nuestros ojos. 

                                Troparios 

A la Purísima acudamos con ánimo, oh miserables pecadores, postrémonos con contrición clamándole desde el fondo del ser: Señora, auxílianos con tu dulceternura; no tardes ya, pues las culpasnos están acabando. No dejes ir
frustrados a tus siervos, pues tú eres su esperanza única. 


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Oh Madre de Dios, jamás dejaremos los indignos de exaltar tus grandezas, pues si tú no rogaras por nosotros, ¿quién, de los profusos males, nos libraría? o ¿quién, hasta ahora, libres nos
conservaría? No nos apartaremos de ti, Señora que rescatas a tus siervos de toda adversidad.


                            Salmo 50
 

 Ten piedad de mí, oh Dios, según tu gran misericordia; y según la abundancia de tu compasión, borra mi iniquidad.
 

Lávame aún más de mi injusticia y de mi pecado purifícame.
 

Porque yo reconozco mi trasgresión y mi pecado está siempre ante mí.
 

Contra Ti solo he pecado y lo malo he hecho ante Ti, para que seas justificado en tus palabras y venzas cuando se te juzgue.
 

He aquí, fui concebido en iniquidades y en pecado me dio a luz mi madre.
 

He aquí, Tú has amado la verdad, y lo desconocido y oculto de tu sabiduría me has manifestado.

Me rociarás con hisopo y seré purificado; me lavarás y quedaré más blanco que la nieve.
 

Me enseñarás gozo y alegría, y mis huesos humillados se regocijarán.
 

Aparta tu faz de mis pecados y borra todas mis iniquidades.
 

Crea en mí, oh Dios, un corazón puro; y un espíritu recto renueva en mis entrañas.
 

No me arrojes de tu faz ni quites de mí tu Santo Espíritu.
 

Devuélveme el gozo de tu salvación, y con espíritu conducente afiánzame.
 

Enseñaré a los transgresores tus sendas y los impíos se convertirán a Ti.

Líbrame de sangres, oh Dios, Dios de mi
salvación, y gozará mi lengua de tu justicia.
 

Abre, Señor, mis labios y publicará mi boca tu alabanza.
 

Porque si hubieras deseado sacrificio, te lo daría; pero en holocaustos no te complacerás.
 

El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; a un corazón contrito y humillado Dios no despreciará.
 

Favorece, Señor, en tu beneplácito a Sión, y sean edificados los muros de Jerusalén.
 

Entonces te complacerás en sacrificio de justicia, oblación y holocaustos.
 

Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.

                                CANON
                              

                                 Tono 8
                                  

                                 Oda I

 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
 

Por muchas tentaciones que me asedian, en ti me refugio, procurando la salvación. Oh Virgen Madre del Verbo, de los apuros y desgracias, libérame.

 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
 

Pasiones me atacan con avidez llenando mi alma con hondísima aflicción; pacifícame, Doncella Intachable, con la quietud de tu Hijo y tu Dios.

 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

A ti, que engendraste al Salvador, te imploro, oh Virgen: de las penas, libérame, pues recurriendo a ti ahora, elevo el alma y la mente. 

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Enfermo del cuerpo y del alma estoy; tu santo amparo y cuidado, concédeme, oh única Madre de Dios, Virgen y bienhechora que al Bondadoso
alumbraste.
              

                                Oda III

 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
 

Amparo de mi vida y protección sólida, Virgen, a ti me dirijo: Pura, dirígeme hacia tu puerto, Manantial de los bienes, Apoyo de los fieles, oh Alabadísima.

 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
 

La tormenta del alma y el viento de la aflicción, te ruego, oh Virgen Madre de .


Dios: arráncalos. Tú, que engendraste a Cristo, el Príncipe de Paz, oh Novia de Dios, única Alabadísima.
+  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

Ya que al Bienhechor nos trajiste, al que es el Manantial del bien, haz que nos brote a todos en abundancia bondad.
 

Todo lo puedes tú que engendraste a Cristo, al Todopoderoso, oh Bendita de Dios.
 

+  Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Tan severos dolores y enfermizas pasiones estoy padeciendo: Purísima, ven, ayúdame. He constatado, pues, tu curación, oh Tesoro que no se agota, oh Alabadísima.

Sálvanos de los peligros a tus siervos, oh
Theotokos, porque todos, después que a Dios, a ti acudimos, Refugio y Baluarte inquebrantable.
 

Asómate con tu bondad, Alabadísima Theotokos, hacia el triste malestar de mi cuerpo y cúrame los dolores del alma.
 

El sacerdote dice la letanía, y el coro contesta
«Señor, ten piedad» (tres veces).
 

                                 Catisma

 Ferviente Intercesión y baluarte invencible, fuente de compasión y refugio del mundo, te clamamos intensamente, oh Madre de Dios: apresúrate y líbranos de los peligros, oh pronta y única Protectora.

                                  Oda IV
 

+  ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Tú que a Cristo, el Timonel, diste a luz, oh Novia de Dios, aquieta el huracán de mis pasiones y la tempestad de mis pecados.
 

+  ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Te imploro: concédeme tu inagotable y profunda compasión, tú que engendraste al Compasivo, al Salvador de quienes te alabamos.
 

+  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

Al gozarnos, Purísima, de tus beneficios, te ofrecemos con gratitud un cántico, los que te confesamos, Madre del Señor.

+  Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Infalible Esperanza, sólida Muralla y de salvación Pilar: al tenerte, Loadísima, todos nos libramos del peligro.
 

                                 Oda V
 +  ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Llena el corazón de alegría, oh Purísima, al otorgarme tu casto júbilo, tú que al Causante de la alegría alumbraste.
 

+ ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Oh Madre de Dios, del peligro redímenos, tú que engendraste a la eterna Redención y a la Paz que a toda mente sobrepasa.

+  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

La oscuridad de mis faltas desvanécela con tu esplendor, oh Virgen Novia de Dios, que diste a luz a la Luz eterna y divina.
 

+  Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Cúrame a mí, el enfermo, oh Purísima; hazme digno de tu visitación; y la salud, por tus intercesiones, otórgame.
                   

                                Oda VI

 + ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Suplícale a tu Señor y tu Hijo, quien a nuestra naturaleza corrupta ha salvado de la corrupción y de la muerte por entregarse a la muerte, oh Virgen, que salve nuestras almas de los engaños y maldades del enemigo.
 

+  ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Te conozco como guarda segura, protectora de mi vida, oh Virgen, pues destruyes mis duras tentaciones y me quitas las trampas de Satanás. Te he rogado con tesón: de las corruptas pasiones rescátame.
 

+  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

Te tenemos como Muralla protectora, el consuelo en las profundas tristezas, y salvación de las almas, oh Virgen, con cuya luz nos gozamos por siempre. Doncella, oye nuestra voz: de los peligros y pasiones, libéranos.

+ Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén.
 

En cama de enfermedad padezco, curación no ha encontrado mi cuerpo; pero, a ti que engendraste a Cristo, al Salvador que nos otorga la curación, a ti
dirijo mi clamor: de la corrupción de los males, levántame.
 

Sálvanos de los peligros a tus siervos, oh
Theotokos, porque todos, después que a  Dios, a ti acudimos, Refugio y baluarte inquebrantable.
 

Purísima, que por palabra engendraste a la Palabra inefablemente en el tiempo, suplícale con rezos maternos siempre escuchados. 

El sacerdote dice la letanía, y el coro contesta
«Señor, ten piedad» (tres veces).
                

                             Condaquio
 

                                 Tono 4
 

Oh Protectora de los cristianos indesairable, Mediadora ante el Creador, irrechazable: no desprecies las súplicas de nosotros, pecadores, sino acude a auxiliarnos como bondadosa a los que te invocamos con fe. Sé presta en intervenir y apresúrate con la súplica, oh Madre de Dios, que siempre proteges a los que te honran.

 Cuando el servicio es llevado a cabo sin la
participación sacerdotal, el siguiente bloque
–desde la Antífona hasta el final de la oración
«Salva, oh Dios»– es omitido, y se continua con
la Oda VII, Pág. 195.
 

                                Antífona
 

                                 Tono 4
 

Desde mi juventud, cuantiosas pasiones me combaten, pero Tú, oh Salvador, ampárame y sálvame. (2 veces)
 

Los que odian a Sión apártense ante el Señor porque, como hierba en el fuego, se secarán. (2 veces)
 

+  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

Por el Espíritu Santo toda alma se vivifica y purifica, se eleva y glorifica en la Trinitaria Unidad, mística y sagradamente.
 

+  Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Por el Espíritu Santo brotan los ríos de la Gracia que irrigan vivificadoramente toda la creación.
Proquímeno Me acordaré de tu nombre, de
generación en generación. (2 veces)
 

Verso: Escucha, Hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el Rey se prendará de tu belleza.
Me acordaré de tu nombre, de generación en generación.


                      Lectura Evangélica
 

S. Para que seamos dignos de escuchar el santo Evangelio, roguemos al Señor.
 

C. Señor ten piedad (3 veces).
 

S. ¡Sabiduría! Levantémonos y escuchemos el Santo Evangelio. La paz sea con vosotros.
 

C. Y con tu espíritu.
 

S. Lectura del Santo Evangelio según San Lucas. (1: 39- 49, 56)
 

C. ¡Gloria a Ti, oh Señor, Gloria a Ti!
 

S. Estemos atentos.
 

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 
Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo:
«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me
llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre.»
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
 

C. ¡Gloria a Ti, oh Señor, gloria a Ti!
 

                                Troparios 

                                 Tono 2
 

+  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

¡Padre, Verbo, Espíritu, Trinidad Unitaria!, oh Piadoso, borra la multitud de mis pecados.

+  Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Por las intercesiones de la Madre de Dios, oh Piadoso, borra la multitud de mis pecados.
 

+  Verso: Oh Piadoso, ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu gran misericordia, y según la abundancia de tu compasión borra mis transgresiones.
 

El que recurre a ti, oh Virgen Madre de Dios, nunca se marcha malogrado; mas al pedirte gracia, se le hará la donación según convenga a su petición.
                      

                       Salva, Oh Dios
 

S. Salva, oh Dios, a tu pueblo y bendice tu heredad, mira a tu mundo con piedad y compasión, acrecienta la fortaleza de los cristianos ortodoxos, y envía sobre nosotros tu abundante piedad. Por la intercesión de la purísima Madre de Dios y Siempre Virgen María; por el poder de la preciosa y vivificadora Cruz; por las súplicas de las honorables Potestades Celestiales; del honorable y glorioso Profeta y Precursor Juan Bautista; de los santos, gloriosos y alabadísimos
Apóstoles; 


de nuestros santos padres, doctores
ecuménicos y jerarcas, Basilio Magno, Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo; de los santos padres Melecio y Pedro, Patriarcas de Antioquía; de los santos milagrosos Nicolás, Arzobispo de
Miralicia y Espiridión, obispo de Trimito; de los santos y gloriosos mártires Jorge, el Triunfador, Demetrio, el Emanador de mirra, Teodoro de Tiro y Teodoro el jefe militar; de los obispos mártires Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmirna y
del mártir entre los sacerdotes, José Damasceno; de los santos justos Efrén e Isaac, los Sirios, y Juan Damasceno;
 

de San (.....) titular de este santo templo; de los justos Abuelos del Señor, Joaquín y Ana; de San (.....) cuya memoria celebramos hoy, y de todos los Santos: te suplicamos, Señor, todo misericordia,
que nos escuches y que tengas piedad.
 

Señor, ten piedad. (12 veces)
 

Por la misericordia, la compasión y el amor a la humanidad, de tu Hijo unigénito, con Quien eres bendito, juntamente con tu Santísimo Espíritu
bueno y vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.  


 C. Amén.
Continuamos con las Odas:
 

                          ODA VII
 

+ ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Al haber deseado, oh Salvador, efectuar nuestra salvación, hiciste tu morada del vientre de la Virgen, Protectora del mundo. ¡Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros padres!
 

+  ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Al Misericordioso que engendraste, oh Virgen Pura, suplícale que libre de las manchas y de las transgresiones a los que claman con fe: ¡Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros padres!

+  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

Tesoro de salvación, inamovible baluarte de protección y Puerta de contrición, mostraste a tu Madre a los que te clamamos: ¡Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros padres!
 

+ Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Los dolores del cuerpo y las dolencias del alma, oh Virgen, cúrales a los que se refugian en tu santo amparo y con fervor te alaban, oh Tú que al Salvador, a Cristo, engendraste.

                            Oda VIII
 

+ ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Virgen, Doncella, no menosprecies los ruegos de los que te piden auxilio, de los que te alaban y ensalzan por los siglos.
 

+ ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Virgen, derramas la curación con abundancia a los que, con fe, te alaban y tu inenarrable alumbramiento glorifican.
 

+ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

Virgen, me sanas de los dolores del cuerpo y de los malestares del alma, y yo te glorifico, plenísima de Gracia.

+ Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Virgen, ahuyentas las tentaciones que nos sitian y las arduas pasiones que atacan, por eso te alabamos por todos los siglos.
 

                               Oda IX
 

+  ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Mis lágrimas derramo; no las menosprecies, Tú que engendraste a Cristo, oh Purísima, el que enjuga en cada rostro toda lágrima.
 

+  ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
 

Inunda de alegría mi corazón, oh Virgen que recibiste la plena alegría, eliminando la tristeza del pecado.

+  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 

Tus rayos luminosos, Virgen, que fulguren; y los que, con fe, te aclaman «Madre de Dios» sean librados de la oscura ignorancia.
 

+  Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Yaciendo en el sitio de los sufrimientos, me humillé, oh Purísima, cúrame y condúceme de la dolencia a la salud.
E inmediatamente se cantan los siguientes
Megalinarios, mientras el sacerdote inciensa:
 

                           Megalinarios
 

+ Es justo en verdad magnificarte, Oh Theotokos, siempre bienaventurada e inmaculada Madre de Dios nuestro, más honorable que los querubines e 
incomparablemente más gloriosa que los serafines; tú que sin mancilla diste a luz al Verbo Dios, verdaderamente eres la Madre de Dios, te
engrandecemos.
 

+  A la que es más alta que las alturas y más transparente que el brillante rayo del sol, a quien nos ha quitado la maldición antigua, a la Reina del
mundo, con himnos honrémosla.


+ Por causa de mis muchas iniquidades, se enferma mi cuerpo y padece mi alma; en ti me refugio, Plenísima de Gracia, Aliento de los tristes: Virgen, auxíliame.
 

+ Reina y Madre del Redentor, acepta los ruegos del indigno y pecador, para que intercedas ante el que a luz has dado; oh Reina del mundo, sé mi mediadora.
 

+  Cantémosle con júbilo y con tesón a la
alabadísima Virgen Madre del Salvador: que, con todos los santos y el Precursor de Cristo, implores,
Theotokos, piedad por nosotros.
 

+  Cállense los labios de los impíos, quienes no veneran tu icono que apreciamos, y que fue ilustrado por el Apóstol Lucas, icono que llamamos «la Conductora».
 

+  Que todo el ejército angelical, el Precursor de Cristo, los Apóstoles del Señor y Santos gloriosos, contigo, Theotokos, ofrezcan oraciones por nuestra salvación.

                              Trisagio
 

Santo Dios, Santo Poderoso, Santo Inmortal: ten piedad de nosotros. (3 veces)
 

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura
nuestras dolencias por tu Nombre.
 

Señor, ten piedad. (3 veces) Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas
líbranos del mal.
 

S. Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
 

C. Amén.
 

                                  Troparios
 

                                   Tono 6
 

Ten piedad de nosotros, oh Señor, ten piedad de nosotros, porque somos incapaces de defendernos. Nosotros, pecadores, te ofrecemos, oh Maestro,
esta súplica: Ten piedad de nosotros.
 

+  Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
 

Oh Señor, ten piedad de nosotros, porque en Ti hemos puesto nuestra confianza, no estés sobremanera airado contra nosotros, ni te acuerdes de nuestras iniquidades; mas vuelva la mirada hacia nosotros, oh Compasivo, y líbranos de nuestros enemigos, porque eres nuestro Dios y somos tu pueblo: todos, obra de tus manos, invocamos tu Nombre Santo.
 

+  Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Ábrenos las puertas de la compasión, oh Bendita Madre de Dios, porque poniendo nuestra confianza en ti no seremos defraudados, y por ti nos libraremos de las adversidades porque Tú eres la salvación de los cristianos.
 

El sacerdote dice la letanía, y el coro contesta
«Señor, ten piedad» (tres veces). Luego se concluye con el Dismisal y los siguientes Troparios finales:
 

                       Troparios finales
 

                                Tono 6
 

Bondadosa, que proteges con amor a los que en tu brazo poderoso se refugian con fe: no tenemos otra intercesión ante Dios en tristezas y pruebas, nosotros pecadores, siempre encorvados por tanta
iniquidad. Madre del Altísimo Dios, Virgen, ante ti nos postramos: salva de las penas a tus siervos.
Gozo de los afligidos, protección de los oprimidos, de los hambrientos sostén, consuelo de los exiliados, y del ciego Bastón, el asilo del huérfano, abrigo y amparo de los doloridos, y tierna Visitación. Madre del Altísimo Dios, te
rogamos, oh Intachable: Apresúrate y rescata a tus siervos.
En ti he dejado mi entera confianza, oh Madre de Dios, bajo tu amparo consérvame.
 

S. Por las oraciones de nuestros santos padres, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro: ten piedad de nosotros y sálvanos.
 

C. Amén.

El verdadero Cristianismo



Mucha gente no está enterada de que todas las herejías contemporáneas deben su existencia a la Iglesia Católica Romana. La Iglesia Ortodoxa en el Oriente estaba continuamente sujeta a la opresión de los persas, árabes, turcos, y otros pueblos orientales, y estaba obligada de esta manera a rechazar la presión de las herejías. Mientras tanto, el mundo Occidental estaba viviendo una vida de relativa seguridad y prosperidad. Por esto, el vigoroso espíritu de la Iglesia Cristiana apostólica disminuyó gradualmente, dando paso al formalismo y el ritualismo. La salvación ya no era vista como un camino de renovación espiritual, sino que llegó a ser vista como una recompensa por las buenas obras. La Iglesia Católica Romana llegó a parecerse más y más a una institución terrenal, donde había deseos de poder, intrigas y tener una carrera. Los actos externos llegaron a tomar el lugar de una actitud interna; todo el énfasis fue puesto en las obras y los ritos. Cuántas más obras buenas hiciera una persona, mayor sería su recompensa. Se pensaba que los santos habían adquirido un acopio de buenas obras y por ello poseían un excedente. La Iglesia Católica Romana comenzó a predicar que estos "méritos por encima de lo obligatorio" estaban guardados en una especie de caja fuerte, y que la Iglesia podía usar esta riqueza y compartirla con otros miembros.

De esa manera surgió la incorrecta doctrina de las indulgencias, con todas sus tristes consecuencias para el mundo Cristiano. A fin de recolectar dinero para el tesoro de la Iglesia, comenzó la gran venta de la absolución de los pecados - no sólo de los que se cometieron en el pasado pero también aquellos que todavía no se cometieron en un futuro muy distante. Mientras más pagues, más pecados se te perdonarán. Esta monstruosa deformación del Cristianismo provocó una reacción que produjo la Reforma Protestante. En una batalla candente contra la Iglesia Católica, y sus abusos, Lutero cayó en el extremo opuesto: en lugar de la difícil senda de la salvación, él declaró, "Las obras no son del todo necesarias; solo tienes que creer y serás salvado." La gran tragedia del Cristianismo Occidental fue que ni Lutero ni sus seguidores fueron capaces de liberarse del error principal del Catolicismo: un concepto formalista de la salvación. El reemplazo de las buenas obras por la fe de ningún modo resolvió el problema, ya que la actividad de la renovación espiritual, la enseñanza central de Cristo, permaneció perdida.. La Iglesia Católica Romana perdió la llave de la comprensión del Cristianismo, y los teólogos Protestantes nunca tuvieron éxito en encontrarla. Aseverando que todo, aparte de la fe es innecesario para la salvación, cerraron la puerta a todos los medios de gracia con los que el Señor dotó a la Iglesia apostólica. El misterio de los sacramentos, y por lo tanto del sacerdocio, fueron declarados innecesarios para la renovación y salvación de las almas creyentes.

Es alarmante observar como el mundo no-Ortodoxo se aleja más y más del Cristianismo de la Iglesia apostólica. Muchas de las sectas y cultos de más reciente origen van más lejos aún que el Catolicismo Romano y el Protestantismo en su actitud "consumista." Por ejemplo, algunos Pentecostales y "carismáticos" del mismo tipo, le dan una gran importancia a producir artificialmente un estado de enajenamiento y éxtasis, o también una risa incontrolable. Ellos blasfeman cuando denominan sus gritos desordenados y sonidos desarticulados "el don de lenguas," y ven los trances de los mediums como el descenso del Espíritu Santo. Esto tiene la ventaja de no requerir ningún esfuerzo para obtener una unión con Dios. Otros, aptamente llamados "predicadores del evangelio de la codicia," ven al Cristianismo como un medio para obtener éxito en esta vida. "Solo cree," proclaman, "y tu negocio prosperará, tu vida amorosa mejorará, tendrás una familia maravillosa, y siempre estarás sano, feliz y lleno de energía." Es como si hubiéramos entrado a un restaurante de moda, donde cada persona puede escoger artículos de las Escrituras como si lo hiciera de un menú, que sean de su gusto.

Pero Dios no es Dios de los muertos, sino Dios de los vivos ( San Porfirio )

El hecho, que el padre Porfirio esta vivo con Dios, después de su muerte y pide por nosotros, muestra el caso siguiente: Hay en Atenas un hombre muy instruido, hijo espiritual de p. Porfirio, quien en forma regular se dirigía a él por consejo y, a menudo, no teniendo la posibilidad de visitarlo, llamaba por teléfono. Cuando el p. Porfirio se fue con el Señor, este hombre se encontraba en otra ciudad y no sabia nada de la muerte del padre. Después de volver a Atenas, surgieron algunas dificultades familiares, y él como siempre decidió de llamar a p. Porfirio, buscando su consejo. Tomo el teléfono, marco el numero y escucho la voz de p. Porfirio. Lo saludó, pidió su bendición y le contó sus dificultades. P. Porfirio lo escucho y le dio un valioso consejo. Contento el hijo espiritual dijo: "Vendré pronto a verlo, en cuanto me libere." A esto p. Porfirio respondió: "No me llames mas, porque ya estoy muerto."

Pero Dios no es Dios de los muertos, sino Dios de los vivos, y creemos que el p. Porfirio esta vivo con Dios, escucha nuestras oraciones y tiene fuerza para ayudarnos, e interceder por nosotros pecadores ante el trono del Altísimo!


 

"¡Señor Jesús, ten piedad de mí, pecador!" ( San Serafim de Sarov )

Cuando era tentado por el demonio él ayunaba y oraba sin cesar durante mil días y mil noches, de pie o arrodillado sobre una gruesa piedra plana, o en una cueva cavada bajo su isba, Serafín de Sarov exclamó, como el publicano del Evangelio: "¡Señor Jesús, ten piedad de mí, pecador!" Nadie sabrá jamás a qué imágenes horribles, a qué tentaciones, tan sutiles como atroces, respondía ese grito de alarma. Pero Cristo estaba allí. "¿Quién nos separará del amor de Cristo? exclamó san Pablo, ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?.. Por la cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles ni los príncipes, ni potestades, ni el presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Ro. 8-35-38).

San Serafim de Sarov