Sunday, April 30, 2017

Domingo de las Santas Mujeres Miróforas.


En este día conmemoramos a las Santas Mujeres Miróforas: Santas María Magdalena (22 de julio), María esposa de Cleofás, Juana (27 de junio), Salome, madre de los hijos de Zebedeo (3 de agosto), Marta y María, hermanas de Lázaro (4 de junio). También recordamos a San José de Arimatea (31 de julio), y Nicodemo.

La Santa Recta Creyente Reina Tamara de Georgia es conmemorada dos veces al año: el 1 de mayo, el día de su descanso, y también el domingo de las Mujeres Miróforas.

Los Evangelistas mencionan que entre los presentes a la cruz estaban la madre del apóstol Jacobo y Salome y las otras mujeres que seguían a Cristo desde Galilea y todos mencionan a María Magdalena primero. San Juan adicionalmente incluye a María la Madre de Dios, nombrándola a ella y a María Cleofás.

Según las costumbres judías, estas mujeres pasaron el siguiente día después de la sepultura de Cristo en descanso por ser el sábado, día de descanso, cual también coincidía con la fiesta de Pascua Judía. Las mujeres entonces recogieron las especies aromáticas para llevarlas a la tumba del Señor al amanecer del domingo y ungir su cuerpo como era la costumbre de los Judíos.

Es necesario mencionar que las mujeres se marcharon cada una a sus viviendas el Viernes en la noche y salieron de sus casas solas en la madrugada del siguiente día para ir a la sepultura de Cristo, ellas no tenían posibilidades de haberse reunido el Sábado, ellas llegaron a un acuerdo de asistir a la tumba temprano en la madrugada del primer día de la semana.

El Evangelista Mateo escribe que las mujeres llegaron en la madrugada, o como el Evangelista Marcos recuenta que llegaron al sitio donde estaba el cuerpo de Cristo antes de la salida del sol. El Evangelista Juan aclara que María Magdalena vino al sepulto cuando estaba todavía oscuro, espero impacientemente que la noche se terminara, pero no había salido el sol todavía. Ella corrió al lugar donde el Señor estaba sepultado.

Después de haber visto al Señor resucitado, María se recupero y corrió hacia donde estaban los apóstoles para complacer la voluntad del Señor mandándola a predicar. Cuando llego a la casa de los apóstoles, ellos se encontraban tristes y María les proclamo sus buenas noticias "¡He visto al Señor!" Esta fue la primera vez que se predico en el mundo La Resurrección.

Los apóstoles llevaron las buenas noticias al mundo, pero María fue la que lo proclamó por primera vez a los apóstoles.

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Friday, April 28, 2017

La Obediencia Evangélica ( San Basilio el Grande )

 
La verdadera y perfecta obediencia de los súbditos hacia el superior, se manifiesta en que, detrás del consejo del superior, no solamente se huye de todo mal, sino que sin su aprobación no se hace aquello que puede ser deseable. Mortificación y abstinencia al cuerpo es útil, pero quien va detrás de sus propias inclinaciones, hace lo que le parece y no escucha el consejo del superior, para él es antes una trasgresión que un mérito, porque: "Por tanto, quien se opone a la autoridad, se opone al orden establecido por Dios, y los que se oponen recibirán su merecido" (Rom. 13:2). Por eso la virtud de la obediencia tiene más mérito que la continencia.
El orden y la armonía en cada comunidad permanece tanto tiempo, cuanto más permanece la obediencia de los miembros a su superior, y cada desorden y caos en el gobierno de la comunidad origina anarquía por la incapacidad del que manda.
Entre la gente hay diferentes actitudes, porque no todos piensan de la misma manera lo que es necesario. Por eso para que no haya desorden y discordia, para que cada uno no viva por su propia voluntad, hace falta que aquel que manda supere por sabiduría, respeto y santidad de vida para ser moderador y superior de los demás. Cuando uno es nombrado para superior, entonces allí reemplaza la propia voluntad por sobre los demás y todos se someterán a la elegida y mejor voluntad, según los consejos del Apóstol que enseña: "Por tanto, quien se opone a la autoridad, se opone al orden establecido por Dios, y los que se oponen recibirán su merecido" (Rom. 13:2).
Ante todo es necesario, que aquel que se somete a esta forma de vida, tenga fuerte, perseverante e inamovible propósito y voluntad, que no se puede ser variable, debilitado por el espíritu maligno; él tiene que demostrar la firmeza de los mártires con la fuerza del espíritu hasta la muerte; él, con esta firmeza, tiene que permanecer fiel a los mandamientos de Dios y ser obediente a los superiores; esto es pues en esta vida la más importante causa. Porque como Dios, siendo Padre de todos quiso que todos lo llamaran Padre, exige de sus siervos la más perfecta obediencia, así, el padre espiritual entre la gente, cumpliendo sus ordenes, según el mandamiento de Dios obliga a una incondicional obediencia.
El mismo Hijo único de Dios, Señor nuestro, Jesucristo, por el cual todas la cosas existen dice: "Porque yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió" (Jn. 6:38).

San Basilio el Grande 

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Sunday, April 23, 2017

El Domingo de Santo Tomás - Anti-Pascua

Todos los días durante la semana después de la Pascua, que la Iglesia llama la Semana de Luces, se celebran los oficios pascuales en todo su esplendor. Diariamente se repite la procesión bautismal. Las Puertas Reales del santuario permanecen abiertas. Abunda el regocijo de la Resurrección y el don del Reino de la Vida Eterna. Luego, al final de la semana, en la tarde del sábado, se comienza la celebración del Segundo Domingo de la Pascua de Resurrección en memoria de la aparición de Cristo al Apóstol Tomás “después de ocho días”. (Juan 20,26)

Es importante recordar que el número ocho tiene un significado simbólico tanto en la tradición espiritual judía como en la cristiana. Significa más que cumplimiento y plenitud: significa el Reino de Dios y la vida del mundo venidero, ya que siete es el número del tiempo terrenal. El sábado, el séptimo día, es el bendito día de descanso en este mundo, el último día de la semana. El “primer día de la semana”, el día “después del sábado”, que en todos los Evangelios es recalcado como el día de la Resurrección de Cristo (Marcos 16,1; Mateo 28,1; Lucas 24,1; Juan 20,1.19), es por lo tanto también el “octavo día”, el día más allá que los confines de la tierra, el día que simboliza la vida del mundo venidero, el día del eterno descanso del Reino de Dios. (Ver Hebreos 4.)

El Domingo después de la Pascua de Resurrección, llamado el Segundo Domingo, es entonces el octavo día de la celebración pascual, el último día de la Semana de Luces. Por lo tanto recibe el nombre de la Anti-Pascua, y era solamente en este día en la Iglesia primitiva que los cristianos recién bautizados quitaron sus túnicas bautismales y volvieron a entrar nuevamente a la vida de este mundo.
En los oficios de la Iglesia, se da énfasis a la visión del Apóstol Tomás de Cristo, y en el significado del día llega a nosotros mediante las palabras del Evangelio:
“Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo, Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.” (Juan 20,27-29)

No hemos visto a Cristo con nuestros ojos físicos ni tampoco hemos tocado su cuerpo resucitado con nuestras manos, mas en el Espíritu Santo hemos visto y tocado y gustado de la Palabra de la Vida (I Juan 1,1-4), y así es que creemos.
En cada uno de los oficios de oración diarios hasta la Fiesta de la Ascensión, cantamos el Tropario de la Resurrección. En cada uno de los oficios dominicales a partir del domingo de Santo Tomás, cantamos el Canon de la Resurrección y sus himnos, y repetimos la celebración del “primer día de la semana” en que Cristo resucitó de entre los muertos. En cada Divina Liturgia, la lectura de la epístola es tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, contándonos acerca de los primeros cristianos quienes vivían en comunión con el Señor Resucitado. Todas las lecturas del Evangelio son tomadas del Evangelio según San Juan, considerado por muchos como un evangelio escrito especialmente para los nuevos bautizados en la vida nueva del Reino de Dios, mediante la muerte y la nueva vida en Cristo, en nombre de la Santísima Trinidad. Se piensa esto porque todos los “signos”, como se refieren a los milagros en el Evangelio de San Juan, tratan de temas sacramentales que involucran agua, vino y pan. Así, cada uno de los domingos después del Domingo de Santo Tomás, con la excepción del Tercero, es dedicado a la memoria de uno de estos “signos”.

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El Paraíso y el Infierno

Un Paralítico había sufrido muchos años y por fin le Rogó a Dios que haga Cesar sus sufrimientos. Se le apareció un ángel y le dijo: "Tus Pecados exigen Purificación; el Señor te propone que en lugar de un año de sufrimientos en la tierra, que te purificarían, soportes tres horas de suplicios en el infierno: puedes elegir." El paralítico pensó un poco y eligió las tres horas en el infierno. Después de esto el ángel llevó su alma al infierno.
 
En todas partes reinaba una densa oscuridad, estrechez, por todos lados los espíritus del mal, los gritos de los pecadores, en todos lados solo sufrimientos. El alma del paralítico se atemorizó indescriptiblemente y sintió una gran congoja; a sus gritos sólo contestaba el eco infernal, y el borbotear de las llamas de la gehena. Nadie prestaba atención a sus quejas y sus gritos, todos los pecadores estaban ocupados con sus propios sufrimientos. Al paralítico sufriente le pareció que ya habían pasado siglos y que el Ángel se había olvidado de él.
 
Pero por fin apareció el Ángel y le preguntó: "¿Cómo te está yendo, hermano?" "¡Tu me engañaste!"- exclamó el sufriente. — "¡No fueron 3 horas las que pasaron, sino muchos años, en que me encuentro aquí en indescriptibles sufrimientos!"
"¡¿Cómo que años?!" — Preguntó el Angel — "pasó sólo una hora y debes seguir sufriendo dos horas más." Entonces el sufriente comenzó a rogar al Ángel que lo devuelva a la tierra, donde él estaba de acuerdo en sufrir los años que fueran necesarios, con tal de dejar ese lugar de horrores. "Está bien, — contestó el ángel — Dios revelará en ti Su gran misericordia."
 
Encontrándose de nuevo en su lecho de enfermo, el paralítico soportó desde entonces, ahora ya con mansedumbre y con paciencia sus sufrimientos, recordando los horrores infernales, donde es incomparablemente peor (de las cartas de Sviatogoretz, pág. 89, carta 15ª, 1883).

Monday, April 17, 2017

Aunque los demonios fingen y hacen como si tuviesen la capacidad de predecir, nadie debe tener confianza en ellos ( San Antonio el Grande )

San Antonio el Grande nos enseña que «aunque los demonios fingen y hacen como si tuviesen la capacidad de predecir, nadie debe tener confianza en ellos.» Y continúa: «Algunas veces, antes de unos días, realmente comentan los nombres de los hermanos que encontramos después de pocos días. Y aquellos vienen, pero esto lo hacen los demonios no porque se interesan por ellos que les escuchan, sino para convencerles a tener confianza en ellos, y cuando ya les tienen en su mano, destruirlos… ¿Porqué, en qué nos tiene que extrañar, ya que ellos tienen cuerpos más ligeros que los hombres y en el camino adelantan a los que han visto a empezar el camino y les predicen? Esto lo predice hasta uno que esté montado a caballo, porque llega antes que el caminante…

»De la misma manera charlatanean algunas veces con las aguas de los ríos. Por ejemplo, ven caer en las tierras de Etiopía muchas lluvias, como conocen que de aquellas aguas se producen inundaciones por el río Nilo, antes de que llegue el agua a Egipto, corren antes y lo dicen… Pero si la divina Providencia mientras tanto piensa algo distinto en referencia a las aguas o para los que viajan -porque tiene la fuerza- los demonios se demuestran mentirosos y engañan también los que habían creído en ellos.

»Así se formaron los oráculos idólatras de los Helenos y de esta manera los engañaron en el pasado… Por sí mismos los demonios no conocen nada, sino que hacen como los ladrones, las cosas que ven a los demás, estas son las que transmiten. Más bien son meditadores que pronosticadores. Por lo tanto, si alguna vez predicen cosas verdaderas, tampoco entonces hace falta admirarles. Porque los médicos también por la experiencia que tienen de una enfermedad, generalmente deducen de sus experiencias y predicen el desarrollo de ella. Pero también los agricultores y los marineros hacen lo mismo. Ven el estado del tiempo y por la experiencia predicen que viene mal tiempo o bueno. Por eso uno no puede sostener que ellos predicen por inspiración divina, sino por experiencia y costumbre. Por lo tanto, si los demonios, por casualidad meditan las mismas cosas y las dicen antes, no por eso tenemos que admirarlos ni ponerles atención.
Cuerpo-figura

Los demonios en comparación con nosotros los hombres son espíritus incorpóreos e inmateriales, por eso no los percibimos con nuestros sentidos físicos. Pero en comparación con Dios que es totalmente incorpóreo, ellos tienen forma, figura y cuerpo. Son, pues, relativamente incorpóreos y se asemejan a los ángeles, con la diferencia de que sus cuerpos finos, inmaculados y etéreos que tenían antes de su caída los perdieron y adquirieron después una grosura. Se convirtieron «en algo materialmente finos, rencorosos y maliciosos».

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Saturday, April 15, 2017

Alegrémonos también nosotros, pues Cristo ha resucitado. ¡Oh júbilo eterno, Cristo ha Resucitado! ( Arzobispo Averky Taushev )

Este es el día de la resurrección; resplandece, oh pueblo. Pascua, Pascua del Señor. Cristo Dios nos ha conducido de la muerte a la vida, y de la tierra al cielo. Cantemos el himno de victoria (Irmos de la Oda I, del Canon de Pascua)

Os saludo, amados hermanos y hermanas en Cristo, con estas jubilosas palabras, para que despierten constantemente en nosotros un espíritu gozoso, especial y elevado, una oleada de fortaleza espiritual, y una brillante esperanza del futuro mejor que nos espera.

También os envío este gozoso saludo pascual a vosotros, nuestros amados sufrientes, el pueblo Ortodoxo Ruso que es perseguido y sufre en Rusia bajo el yugo de la mano opresora por causa de la santa Fe, con la esperanza de que nuestra voz os llegue.

En estos tiempos que vivimos, llenos de grandes tristezas, el único consuelo para nosotros es nuestra santa Fe con sus elevadas promesas, su radiante esperanza y sus expectativas que nos aportan paz al espíritu. Pues verdaderamente, nunca antes el mal, ahora tan victorioso en casi todo el mundo e infiltrado tan profundamente en la vida del hombre, e incluso en el redil de la Iglesia, había alcanzado tal poder, tal nivel de tensión. Sólo podemos oponernos a este mal con nuestra santa Fe, pues este mal avanza triunfante por el camino de la mentira con toda clase de engaño e iniquidad, venciendo a las personas que no creen en la Verdad, y que han preferido más la mentira.

“Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe” (1ª Juan 5:4). De esta manera somos consolados por el amado discípulo de Cristo, que estuvo al pie de la Cruz del Señor, contemplando los inexpresables sufrimientos del Señor, y que fue hecho digno de ser el primero en llegar a su tumba abierta, creyendo, con otros discípulos y seguidores, para experimentar la gran alegría de Su Resurrección (Juan 20:2-8).

Este gran hecho milagroso, sin precedentes en la historia del hombre, la Resurrección de Cristo, es el fundamento de nuestra fe, su piedra angular. Cristo resucitó, venciendo la falsedad humana y a la misma muerte, a la que fue sentenciado por esta falsedad. La verdad triunfó sobre la mentira, la vida conquistó a la muerte, y esto encuentra naturalmente una resplandeciente y jubilosa respuesta en nuestros corazones, oprimidos por el engaño, que tiemblan ante el rostro de la muerte. Por eso, nuestro oficio pascual es tan festivo y jubiloso, por eso nos regocijamos tanto, y por cuenta propia, alabamos a Cristo Resucitado en este día resplandeciente, la fiesta de su Resurrección, esta verdadera “fiesta de las fiestas, y triunfo entre los triunfos”. “Que los cielos se alegren, que la tierra se regocije, y que el mundo entero, tanto visible como invisible, festeje este día, porque Cristo ha Resucitado, oh gran alegría” (Tropario de la Oda I, Canon Pascual).

De hecho, esto no es sólo una imaginación, como algunas personas intentan demostrar superficialmente, pues son desafortunados en gran manera a causa de su estancamiento espiritual y su obstinada incredulidad. La verdad de la Resurrección gloriosa de Cristo está más allá de cualquier duda, en virtud del hecho de que su Resurrección fue presenciada por muchas personas de diferentes ámbitos de la vida, que vieron a Cristo resucitado en momentos diferentes, y no sólo una vez. Además, sería totalmente imposible entender y explicar este fervor inusual, este extraordinario gozo del espíritu, que hizo que los apóstoles, inicialmente atemorizados y temerosos, se volvieran valientes y celosos predicadores de la enseñanza de Cristo por todo el mundo. Debemos tener en cuenta que los discípulos del Señor, durante la predicación del Evangelio de Cristo, no sólo enseñaban a la gente una moral cristiana vacía, sino que, como podemos apreciar claramente en los Hechos de los Apóstoles, ante todo predicaron a Cristo crucificado y su Resurrección de entre los muertos al tercer día, acompañando y confirmando su predicación con muchas señales milagrosas. Esta predicación del Señor resucitado cautivó y conquistó los corazones de los hombres, e hizo de la gente su seguidora entusiasta, dispuesta a sellar su fidelidad inquebrantable a Cristo con su propia sangre.

Sólo la gran verdad de la Resurrección de Cristo puede explicar la rápida propagación de la fe cristiana sobre toda la faz de la tierra, incluso ante las condiciones y situaciones más desfavorables. ¿Qué más podría obligar a miles de personas durante tantos siglos, soportando tormentos indescriptibles, a derramar su sangra y dar su vida por Cristo? ¿Qué otra fuerza podría hacer que los ricos, los nobles, los hombres de gran posición, e incluso los emperadores del mundo pagano se apostaran humildemente al pie de la Cruz de Cristo glorificando su Resurrección? De hecho, ¿que podría conseguir que hombres y mujeres renunciaran a sus frutos vanos, comodidades y placeres de este mundo que se encuentra en el mal, consiguiendo que se retirasen a los desiertos, montañas, cuevas y precipicios para vivir una vida agradable a Dios en incesante oración, silencio, ayuno y luchas, con el propósito de allegarse más a Cristo en la otra vida, que Él nos abrió por su gloriosa Resurrección de entre los muertos?

San Pablo, apóstol de los gentiles, experimentó el poder creador de vida de Cristo resucitado en innumerables ocasiones durante su vida. Así, dice: “Si solamente para esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres” (1ª Corintios 15:19), pues como él mismo explica: “Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación, vana también nuestra fe” (1ª Corintios 15:14). El apóstol Pablo, a quien Cristo se le apareció muchas veces, aunque también fue discípulo de Cristo en esta vida terrenal, así mismo testifica con convicción: “Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia de los que durmieron” (1ª Corintios 15:20). “Porque como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados” (1ª Corintios 15:22).

“Pero cada uno por su orden: como primicia Cristo; luego los de Cristo en su Parusía; después el fin, cuando Él entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya derribado todo principado y toda potestad y todo poder. Porque es necesario que Él reine hasta que ponga a todos los enemigos bajo sus pies. El último enemigo destruido será la muerte” (1ª Corintios 15:23-26).

Esta es la verdadera fuente de nuestro gozo resplandeciente en el día glorioso de la Resurrección de Cristo. La Resurrección de Cristo es para nosotros la afirmación gozosa y convincente del triunfo final de la Verdad de Dios, el triunfo sobre el mal, el triunfo sobre la muerte. Sin embargo, para ser participantes de este triunfo final de la Verdad de Dios y celebrar esta victoria sobre el mal con Cristo, la victoria sobre la muerte, debemos ser “crucificados con Cristo” en esta vida terrenal, para que podamos unirnos a su Resurrección. Con la ayuda de la gracia de Dios, otorgada por la virtud de las obras de Cristo, debemos vencer el mal (es decir, el pecado) que mora en nosotros. Al recibir el santo misterio del Bautismo, estamos obligados a hacer esto. En la maravillosa lectura que la Iglesia ha asignado para el Gran y Santo Sábado, el santo apóstol Pablo pregunta: “¿Ignoráis acaso que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, en su muerte fuimos bautizados? Por eso fuimos, mediante el bautismo, sepultados junto con Él en la muerte, a fin de que como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en nueva vida” (Romanos 6:3-4). “Sabiendo que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no puede tener dominio sobre Él. Así también vosotros tenemos por muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:9, 11). Esta es la clara enseñanza de la Palabra de Dios para nosotros sobre el poder y el sentido del gran y glorioso hecho de la Resurrección de Cristo.

¡Cómo se puede alegar y enseñar lo contrario, como hacen los herejes contemporáneos, soñando con el establecimiento de algún tipo de “Reino de Dios” terrenal! Están dispuestos a legitimar la unión pecaminosa de la humanidad, que ha traicionado a Cristo resucitado, a este mundo que yace en el pecado, con todos sus placeres vanos, comodidades y beneplácitos. “Cristo nos ha conducido de la tierra al cielo…”, por su Resurrección, y así, ¿cómo y por qué, después de esto, regresaríamos a la tierra, de la cual hemos sido arrancados, aunque temporalmente, y deberíamos seguir caminando sobre ella? Volver a unirnos con el mundo (Es Decir, con lo terrenal) es una ingratitud insensible a Cristo resucitado, una burla insana a la santidad de su Resurrección.

¡No! Si los cristianos no son más que “cristianos de nombre”, debemos acabar con la vida terrenal, llena de pasiones pecaminosas. “Celebramos el exterminio de la muerte, la destrucción del hades, el comienzo de la vida eterna…”, y todos nuestros pensamientos y sentimientos deben estar dirigidos hacia “el día sin ocaso del Reino de Cristo”, que nos espera, y hacia el cual debemos esforzarnos con todo nuestro corazón.

“Purifiquemos nuestros sentidos de todo lo terrenal, y contemplemos a Cristo, con la radiante luz inaccesible de la Resurrección, y escuchemos con claridad: ¡Regocijaos, cantemos el himno de victoria!

Alegrémonos también nosotros, pues Cristo ha resucitado. ¡Oh júbilo eterno, Cristo ha Resucitado!

Pascua de 1963

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¡Cristo ha Resucitado! ¡En verdad ha Resucitado! ( San Justin Popovich )


El hombre sentenció a Dios a muerte; por su Resurrección, Él sentenció al hombre a la inmortalidad. A cambio de unos golpes, Él le abraza; por el abuso, una bendición; por la muerte, la inmortalidad. El hombre no había mostrado nunca tanto odio a Dios como cuando lo crucificó, y Dios nunca mostró tanto amor por el hombre como cuando resucitó. Incluso el hombre quiso reducir a Dios como a un mortal, pero Dios, por su resurrección, hizo al hombre inmortal. El Dios crucificado ha resucitado y ha abatido a la muerte. La muerte ya no tiene lugar. La inmortalidad ha cubierto al hombre y a todo el mundo.

Por la resurrección del Dios-Hombre, la naturaleza humana ha sido conducida irreversiblemente al camino de la inmortalidad, y se ha hecho terrible para la muerte misma. Pues antes de la resurrección de Cristo, la muerte era terrible al hombre, pero después de la resurrección de Cristo, el hombre se ha hecho más terrible a la muerte. Cuando el hombre vive por la fe en el Dios-Hombre resucitado, vive sobre la muerte, fuera de su alcance; es el estrado de sus pies:

“¿Dónde quedó, oh muerte tu victoria? ¿Dónde, oh muerte, tu aguijón?” (1ª Corintios 15:55)

Cuando el hombre que pertenece a Cristo muere, simplemente deja a un lado su cuerpo como si fuera una vestidura, del cual se revestirá de nuevo en el día del Temible Juicio.

Antes de la resurrección del Dios-Hombre, la muerte era la segunda naturaleza del hombre: la vida era primera, la muerte segunda. Pero por Su resurrección, el Señor lo cambió todo: la inmortalidad se ha convertido en la segunda naturaleza del hombre, se ha vuelto natural al hombre, y la muerte, en no natural. Así como antes de la resurrección de Cristo, era natural a los hombres ser mortales, también después de la resurrección de Cristo, era natural a los hombres ser inmortales.

Por el pecado, el hombre se hizo mortal y transitorio; por la resurrección del Dios-Hombre, se ha vuelto inmortal y perpetuo. En esto consiste el poder, la fuerza, la omnipotencia de la resurrección de Cristo. Sin esto, no habría Cristianismo. De todos los milagros, este es el más grande. Todos los otros milagros lo tienen como fuente y conducen a la resurrección. Por ella crece la fe, el amor, la esperanza, la oración y el amor por Dios. Mirad: los discípulos fugitivos, habiendo abandonado a Jesús cuando murió, volvieron a Él por Su Resurrección. Mirad: el centurión confesó a Cristo como el Hijo de Dios cuando vio la resurrección de la tumba. Mirad: los primeros cristianos se hicieron cristianos porque el Señor Jesús resucitó, porque la muerte había sido vencida. Esto es lo que ninguna otra fe tiene; esto es lo que eleva al Señor Jesucristo por encima de todos los otros dioses y hombres; esto es lo que, de la forma más indiscutible, muestra y demuestra que Jesucristo es el Único Verdadero Dios y Señor de todo el mundo.

A causa de la Resurrección de Cristo, a causa de Su victoria sobre la muerte, los hombres fueron, continúan siendo, y continuarán siendo cristianos. La historia del cristianismo no es más que la historia de un único milagro, a saber, la Resurrección de Cristo, que se une ininterrumpidamente en los corazones de los cristianos día tras día, año tras año, a través de los siglos, hasta el Temible Juicio.

El hombre no nace, de hecho, cuando su madre lo alumbra al mundo, sino cuando llega a creer en Cristo Resucitado, y entonces nace a la vida eterna, mientras que una madre da a luz hijos para la muerte, para la tumba. La resurrección de Cristo es la madre de todos los cristianos, de todos los inmortales. Por la fe en la Resurrección, el hombre nace de nuevo, nace para la eternidad. “¡Esto es imposible!”, dice el escéptico. Pero escuchad lo que el Dios-Hombre resucitado dice:

“Todo es posible para el que cree” (Marcos 9:23)

El verdadero creyente es el que vive, con todo su corazón, con toda su alma, con todo su ser, según el Evangelio del Señor Jesucristo Resucitado.

La fe es nuestra victoria, por la cual conquistamos la muerte; fe en Cristo Resucitado. “¿Dónde quedó, oh muerte tu victoria? ¿Dónde, oh muerte, tu aguijón?”. El aguijón de la muerte es el pecado. El Señor “eliminó el aguijón de la muerte”. La muerte es una serpiente; el pecado son sus colmillos. Por el pecado, la muerte inyecta su veneno en el alma y en el cuerpo del hombre. Cuantos más pecados tiene el hombre, más mordeduras tendrá por las que la muerte verterá su veneno en él.

Cuando una avispa aguijonea a un hombre, este usa toda su fuerza para extraer el aguijón. Pero cuando el pecado lo hiere, ¿qué se hará con el aguijón de la muerte? Debemos invocar al Señor Jesús Resucitado con fe y oración, para que Él pueda eliminar el aguijón de la muerte de nuestra alma. Él, por su amorosa compasión, lo hará, pues está lleno de misericordia y amor. Cuando muchas avispas atacan el cuerpo del hombre y lo hieren con muchos aguijones, este hombre es envenenado y muere. Lo mismo ocurre con el alma del hombre, cuando muchos pecados lo hieren con sus aguijones: es envenenado y muere con una muerte sin resurrección.

Venciendo al pecado en sí mismo por Cristo, el hombre vence a la muerte. Si habéis vivido el día sin vencer un solo pecado vuestro, sabed que habéis sido encaminados al abismo de la muerte. Venced uno, dos o tres de vuestros pecados y observad: os habréis convertido en el más joven de los jóvenes que no envejecen, jóvenes en inmortalidad y eternidad. No olvidéis que creer en la Resurrección de Cristo significa llevar una lucha continua contra el pecado, contra el maligno, contra la muerte.

Si un hombre lucha contra los pecados y las pasiones, este demuestra que realmente cree en Cristo Resucitado; si lucha contra ellos, lucha por la vida eterna. Si no lucha, su fe es vana. Si la fe del hombre no es una lucha por la inmortalidad y la eternidad, entonces decidme, ¿qué es? Si la fe en Cristo no conduce a la resurrección y a la vida eterna, entonces ¿de qué nos sirve? Si Cristo no resucitó, significa que ni el pecado ni la muerte fueron vencidos; entonces, ¿por qué creer en Cristo?

Mas aquel que por la fe en la resurrección de Cristo lucha contra cada uno de sus pecados será reafirmado en él, gradualmente, el sentimiento de que Cristo en verdad ha resucitado, en verdad ha extraído el aguijón del pecado, en verdad ha vencido a la muerte en todos los frentes del combate. El pecado disminuye gradualmente el alma del hombre, conduciéndola hacia la muerte, transformándola de inmortal a mortal, de incorrupta en corrupta. Cuantos más pecados, más mortal es el hombre. Si el hombre no siente en sí mismo la inmortalidad, sabe que está en el pecado, en malos pensamientos, en sentimientos lánguidos. El cristianismo es una llamada: lucha contra la muerte hasta el último aliento, lucha hasta alcanzar la victoria final. Todo pecado es una deserción; toda pasión es retroceso; todo vicio es una derrota.

No debemos sorprendernos de que los cristianos también mueran corporalmente. Esto es debido a que la muerte del cuerpo es la siembra. El cuerpo mortal es sembrado, dice el apóstol Pablo, y crece, y se convierte en un cuerpo inmortal (1ª Corintios 15:42-44). El cuerpo se disuelve, como una semilla sembrada, para que el Espíritu Santo pueda acelerarlo y perfeccionarlo. Si el Señor Jesucristo no hubiera resucitado en el cuerpo, ¿qué uso tendría para Él? No habría salvado a todos los hombres. Si su cuerpo no resucitó, entonces ¿para qué fue Él encarnado?

¿Por qué se revistió con un cuerpo mortal, si no le concedía nada de Su divinidad?

Si Cristo no resucitó, entonces ¿por qué creer en Él? Para ser honesto, yo nunca habría creído en Él si no hubiera resucitado y no hubiera, así, vencido a la muerte. Nuestro mayor enemigo fue destruido y se nos concedió la inmortalidad. Sin esto, nuestro mundo sería un plano ruidoso de estupidez y desesperación, pues ni el cielo ni bajo el cielo hay tan gran estupidez como en este mundo sin la resurrección; y no hay tan gran desesperación como esta vida sin inmortalidad. No hay ningún ser en este mundo tan miserable como el hombre que no cree en la resurrección de entre los muertos. Más le valdría a ese hombre no haber nacido.

En nuestro mundo humano, la muerte es el mayor tormento y el horror más inhumano. La libertad de este tormento y horror es la salvación. Tal salvación fue otorgada al género humano por el Vencedor de la muerte, el Dios-Hombre Resucitado. Mostró al género humano el misterio de la salvación por su Resurrección. Ser salvado significa asegurar a nuestro cuerpo y a nuestra alma la inmortalidad y la vida eterna. ¿Cómo podemos alcanzarlo? Por ningún otro medio que no sea una vida teantrópica, una nueva vida, una vida en el Señor Resucitado, y por la resurrección del Señor.

Para los cristianos, nuestra vida en la tierra es la escuela en la que aprendemos cómo asegurarnos la resurrección y la vida eterna. Pero, ¿qué utilidad tiene esta vida si no podemos adquirir para ella la vida eterna? Mas, para resucitar con el Señor Jesucristo, el hombre debe primeramente sufrir con Él, y vivir Su vida como la suya. Si hace esto, entonces en Pascua podrá decir con San Gregorio el Teólogo:

“Ayer fui crucificado contigo, hoy vivo contigo; ayer fui enterrado contigo, hoy resucito contigo” (Tropario 2, Oda 3, Maitines de Pascua).

Los cuatro Evangelios de Cristo puede resumirse en estas pocas palabras:

“¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado!”

Cada una de estas palabras es un Evangelio, y en los cuatro Evangelios está el significado del mundo de Dios, visible e invisible. Cuando todo conocimiento y todo pensamiento de los hombres estén concentrados en el clamor del saludo pascual: ¡Cristo ha resucitado!, el gozo inmortal acogerá a todos los seres y responderán con júbilo: ¡En verdad ha resucitado!.

Cristo ha resucitado de entre los muertos, por su muerte ha vencido a la muerte, y a los que estaban en los sepulcros les ha dado la vida.

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San Juan Crisóstomo - Homilía Pascual


Aquél que es devoto y amante de Dios, que disfrute de esta magnifica y brillante fiesta. Aquél que es un siervo agradecido, que entre alegremente en el gozo del Señor. Aquél que está cansado en ayuno que reciba ahora el denario de recompensa. Si a 1 guien ha trabajado desde la primera hora, que reciba su gratificación correspondiente. Si a1 guien ha llegado después de la tercera hora, que participe en la fiesta agradecido. Aquél que llega después de la sexta hora, que no dude: él nada pierde. Si a1 guien ha demorado hasta la novena hora, que se aproxime, sin vacilación. Aquél que llega en la undécima hora, que no tema a causa de su demora, porque el Señor es de gracia y de generosidad. El recibe tanto a los últimos como a los primeros. El concede descanso al que viene en la undécima hora, igual como aquél que ha trabajado desde la primera. hora. El tiene misericordia del último, y satisface al primero. A aquél da, y a éste regala. El recibe las obras y acepta la intención. Honra los hechos, y alaba el empeño. Por lo tanto, entrad vosotros todos al gozo de vuestro Señor. Los Primeros y los Ultimos, tomad vuestra recompensa. Ricos y Pobres, Regocijaos y alegraos juntos. Porque la mesa está llena, deleitaos de ella todos. El ternero está echado entero; que nadie se retire con hambre. Regocijaos todos del banquete de la fe. Disfrutad de todas las riquezas de la bondad. Que nadie se queje de su pobreza, porque el Reino Universal se ha manifestado. Que nadie se lamente a causa de los pecados, porque el perdón ha surgido resplandeciente del Sepulcro. Que nadie tema la muerte, porque la muerte del Salvador nos ha librado. Porque destruyó la muerte cuando ésta se apoderó de El. Aquél que descendió al infierno aniqui1ó al infierno; y lo hizo experimentar la amargura; cuando éste tomó su Cuerpo. Esto predijo Isaías cuando exclamó diciendo: "El hades fue amargado, cuando Te encontró abajo. Ha sido amargado, funestamente, porque ha sido destruido. Ha sido amargado porque ha sido encadenado. Recibió un Cuerpo, y he aquí que era Dios. Tomó la tierra, y encontró Cielo. Tomó lo visible, y fue vencido invisiblemente. ¿Oh Muerte dónde está Tu poder? ¿Oh hades dónde está Tu victoria Cristo Resucitó, y fuiste aniquilado. Cristo Resucitó y Fueron Arrojados los demonios, Cristo Resucitó y los Angeles se Regocijaron. Cristo resucitó y reinó la vida. Cristo resucitó, y los sepulcros se vaciaron de los muertos. Porque Cristo habiendo resucitado de entre los muertos, fue el Primogénito de entre los muertos, a El sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén

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Thursday, April 13, 2017

Jueves Santo : La Santa Cena

Dos eventos forman la liturgia del Gran y Santo Jueves: la última cena de Cristo con Sus Discípulos, y la Traición de Judas. El significado de ambos se encuentra en el amor. La Última Cena es la revelación definitiva del amor redentor de Dios para el hombre, del amor como la gran esencia de la salvación. Y la traición de Judas, revela que el pecado, la muerte y la autodestrucción, también se deben al amor, pero como consecuencia del amor desviado y distorsionado, el amor dirigido a lo que no merece el amor. Aquí está el misterio de este día único, y de su liturgia, donde la luz y la oscuridad, la alegría y el dolor se mezclan de una manera muy extraña, nos reta a escoger en lo que depende el destino eterno de cada uno de nosotros. “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que Su hora había venido para que pasase de este mundo (al Padre), como había amado á los Suyos que estaban en el mundo, amólos hasta el fin.” (Juan 13:1). Para entender el significado de la Última Cena hay que verlo como el final del gran movimiento del Amor Divino que comenzó con la creación del mundo y ahora se consuma en la muerte y la resurrección de Cristo.

Dios es amor (1 Juan 4:8). Y el primer don del amor fue la vida. El significado, el contenido de la vida fue la comunión. Para tener vida el hombre tenía que comer y beber, participar en el mundo. El mundo fue amor divino, hecho alimentos, hecho cuerpo del hombre. El hombre estando vivo, es decir, compartiendo del mundo, también iba a estar en comunión con Dios, tener a Dios como el sentido, el contenido y el final de su vida. La comunión con el mundo dado por Dios, fue en realidad comunión con Dios. El hombre recibió su comida de Dios y haciéndolo su cuerpo y su vida, el ofreció todo el mundo a Dios, el amor del hombre lo transformó en vida en Dios y con Dios. El amor de Dios le dio vida al hombre, el amor del hombre por Dios transforma esta vida en comunión con Dios. Esto era el paraíso. La vida de esta forma era, de hecho, eucarística. A través del hombre y de su amor por Dios toda la creación iba a ser santificada y transformada en un sacramento abrazándolo a todo de la Presencia Divina y el hombre era el sacerdote de este sacramento.
Pero en el pecado hombre perdió la vida eucarística. Él la perdió, porque él dejó de ver el mundo como un medio de comunión con Dios y su vida como Eucaristía, como adoración y como agradecimiento. . . El se amo a sí mismo y el mundo por su propio fin; él se convirtió en el contenido y el final de su vida. Pensó que su hambre y sed, es decir, la dependencia de su vida del mundo - puede ser satisfecha por el mundo como tal, por la comida como tal. Pero el mundo y los alimentos, una vez que se les priva de su sentido sacramental inicial - como medio de comunión con Dios, una vez que no son recibidas por el amor de Dios y lleno de hambre y sed por Dios, una vez, en otras palabras, Dios ya no es, su verdadero "contenido", ya no puede mas dar la vida, no satisfacen mas el hambre, porque no tienen vida en sí mismos ... Y así, poniendo el amor en ellos, el hombre se desvió de su amor por el único objeto de todo amor, de toda la hambre, de todos los deseos. Y murió. Porque la muerte es ineludible la "Descomposición" de la vida desconectada de su única fuente y contenido. El hombre pensó encontrar vida en el mundo y en los alimentos, pero encontró la muerte. Su vida se convirtió en comunión con la muerte, pues en lugar de transformar el mundo por la fe, el amor y la adoración en la comunión con Dios, él se entregó totalmente al mundo, dejó de ser su sacerdote y se convirtió en su esclavo. Y por su pecado todo el mundo se convirtió en un cementerio, donde las personas condenadas a muerte participan de la muerte y "se sentó en región y sombra de la muerte" (Mateo 4:16).
 
Pero si el hombre traicionado, Dios permaneció fiel al hombre. No "Se alejo para siempre de Su criatura a quien había hecho, tampoco Se olvido de las obras de Sus manos, sino que lo visitó en diversas maneras, a través de la gran compasión de Su Misericordia" (Liturgia de San Basilio). Una nueva obra divina comenzó, la de la redención y la salvación. Y se cumplió en Cristo, el Hijo de Dios, que a fin de restaurar al hombre a su belleza inicial y restaurar la vida en comunión con Dios, se hizo hombre, tomó sobre sí nuestra naturaleza, con la sed y el hambre, con su deseo para y amor de la vida. Y en El la vida fue revelada, dada, aceptada y cumplida como la plena y perfecta Eucaristía, como la comunión total y perfecta con Dios. Rechazó la tentación humana básica: de vivir "No sólo de Pan", reveló que Dios y Su reino son el verdadero alimento, la vida real del hombre. Y esta vida eucarística perfecta, llena de Dios, y, por tanto divina e inmortal, les dio a todos aquellos que creen en Él, es decir encontrar en Él el sentido y el contenido de sus vidas. Esto es el sentido maravilloso de la Ultima Cena. Él se ofreció a sí mismo como el verdadero alimento del hombre, porque la vida que se revela en Él es la verdadera Vida. Y así, el movimiento del Amor Divino, que comenzó en el paraíso con un Divino "Tomad, comed..." (Comer es la vida para el Hombre) que viene ahora "hasta el fin" con el Divino "Tomad, comed, éste es mi cuerpo ..." (Porque Dios es la vida del Hombre). La Última Cena es la restauración del paraíso, de felicidad, de vida como Eucaristía y Comunión.

Sin embargo, esta hora del amor máximo es también el de la traición máxima. Judas sale de la luz de la habitación superior y entra en la oscuridad. "Y era de noche" (Juan 13:30). ¿Por qué se fue? Porque ama, responde el Evangelio, y su amor fatal se subraya una y otra vez en los himnos del Jueves Santo. No importa en verdad, que el ama a la "plata". El dinero está aquí para todos los desviados y amor distorsionado que lleva al hombre a traicionar a Dios. Se trata, en efecto, de robar a Dios del amor y Judas, por lo tanto, es el ladrón. Cuando él no ama a Dios y en Dios, el hombre todavía ama y desea, pues fue creado para el amor y el amor es su naturaleza, pero es entonces un oscuro y la auto-destrucción de la pasión y la muerte llega a su fin. Y cada año, nos sumergimos en la luz y la profundidad insondable del Jueves Santo, y la cuestión decisiva está dirigida a cada uno de nosotros: ¿Cómo respondo yo al amor de Cristo y como Lo acepto como mi vida, sigo a Judas en la oscuridad de la noche?

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Monday, April 10, 2017

La Semana Santa en la Iglesia Ortodoxa


        La Semana Santa en la Iglesia Ortodoxa

 


Sábado de Lázaro


Hoy aprendemos que la muerte y el pecado son el

enemigo que nuestro SEÑOR vino a conquistar y que Él

es el verdadero camino de la vida. JESÚS en la tumba de

su amigo Lázaro dijo; “Yo soy la resurrección y la vida.

El que cree en mí, aunque muera, vivirá”. Y entonces

trajo el muerto Lázaro de vuelta a la vida. El milagro

llevó muchos a creer en JESÚS, pero también llevó a la

decisión de los sacerdotes de matar a Jesucristo 

Domingo de Ramos

Se celebra la jubilosa entrada de nuestro SEÑOR a

Jerusalén. JESÚS entró a la ciudad montado encima

de un burro. La gente fue a recibirlo llevando hojas de

palma y gritando; “¡Hosanna!, bendito sea el que viene

en el nombre de DIOS!”. Mostró que Él era el triunfante

pero humilde Mesías que se había profetizado por el

profeta Zacarías. Nosotros en este día llevamos hojas de

palma para demostrar que nosotros también aceptamos

a Cristo como SEÑOR y nuestro Rey Salvador y que

estamos dispuestos a seguirlo a la cruz. 
 Lunes Santo
Las misas del Lunes Santo nos ayudan a entender el

paso de Jesús de la muerte a la vida y como cada uno

de nosotros puede liberarse del pecado y de la muerte

por eso conmemoramos: “Himno del novio” que nos

advierte a prepararnos para la llegada de Cristo en la

procesión. El sacerdote lleva el icono de Cristo, el novio.



Jesucristo aparece como el novio de la Iglesia, quien

trae encima las huellas del sufrimiento, pero quien

también prepara una fiesta de boda para nosotros en

el reino de Dios.

Recordamos al bendito José, hijo de Jacobo en el viejo

testamento (Génesis 37-50) quien fue arrojado en un

hoyo y vendido como esclavo por sus hermanos. Años

después se hizo un gobernador poderoso de Egipto.

En la misma manera Nuestro Señor Jesucristo fue

rechazado y traicionado pero al fin coronado con gloria

en el reino de Dios. La estéril higuera donde Nuestro

Señor Jesucristo maldijo y marchitó ese árbol porque

no daba fruto. Ese árbol es como ellos que, aunque han

escuchado la palabra de Dios, no la cumplen. 


Martes Santo

Las misas del Martes Santo nos urgen a prepararnos

espiritualmente para recibir al novio de la Iglesia,

Nuestro Señor Jesucristo. Ellas que tenías las lámparas

vacías fueron dejadas afuera de la fiesta de la boda según

la parábola de las diez vírgenes del Evangelio. Entonces

cada uno de nosotros debe prender la lámpara de su

vida con FÉ y buenas obras de amor y recibir a Cristo.

Nuestra declaración: “El mensaje del himno del día:

veo su adorada cámara nupcial, oh, Mi Salvador, pero

no tengo traje de boda para entrar, oh, Donador de la

luz; ilumina mi alma y sálvame” 

Miércoles Santo
Las misas del Miércoles Santo nos piden arrepentirnos

de nuestros pecados, a confesarnos y a perdonar a los

demás. En el oficio del novio de la Iglesia que se canta

en la noche del martes santo, nos recordamos de la

pecadora, la quién ungió a Nuestro Señor Jesucristo

Cristo en anticipación de su muerte.

El arrepentimiento de ella y su amor para Jesús son

los temas del himno de Casiane que se canta en la

noche. Nosotros también podemos ser perdonados si

confesamos nuestros pecados y cumplimos la palabra

de Dios.

En el sacramento del aceite sagrado confesamos

nuestros pecados y pedimos la reconciliación con Dios.

El padre nos unge con aceite sagrado en el nombre de

la Santísima Trinidad para que podamos recuperarnos

espiritualmente y físicamente. (Marcos 6, 13/Santiago 5, 14-15) 


Jueves Santo

Hoy se celebra la última cena que nuestro SEÑOR

tuvo con sus discípulos y se ofreció como verdadero

alimento para todos nosotros. El pan y el vino de esta

cena (y de cada misa) se convirtieron en cuerpo y la

sangre de nuestro DIOS que nos dan vida eterna. Nos

recordamos también del momento que Jesús lavó los

pies de sus discípulos y así dio un ejemplo de humildad

y amor a los miembros de la Iglesia. Jesús reveló que el

traidor (Judas Iscariote) era uno de los doce discípulos.

En este día también nos recordamos que antes de



que fuera detenido Jesús, éste rezó en el jardín de

Gethsemane y sufrió la agonía de su muerte inminente.

En la divina liturgia del Santo Basilio, celebramos el

significado de lo que nuestro SEÑOR dijo e hizo en

la Última Cena, antes de la entrada mayor se canta el

siguiente himno especial: “acéptame, oh, Hijo de Dios,

como comulgante, porque yo no hablaré de su misterio

a sus enemigos, ni como Judas le daré a usted un beso,

ni como el ladrón yo le pediré: recuérdese de mí, oh

SEÑOR cuando esté en su reino”.

Se consagra, también, la Santa Comunión que se usa

durante el resto del año como el sacramento para los

enfermos y para aquellos que no pueden venir a la

Iglesia. La pasión, los sufrimientos, la crucifixión de

Nuestro Señor Jesucristo Cristo, la lectura de los

evangelios después del quinto evangelio, el crucifijo

es llevado en una procesión, este acto simboliza el

momento cuando Jesús llegó a Golgotha para ofrecerse

como sacrificio para los pecados de todo el mundo. 


Viernes Santo
Es un día de luto, ayuno, estricta abstinencia y rezo.

En este terrible día, la fuerza de la muerte y la realidad

del mal dominan al mundo, sin embargo, la muerte de

Jesús indica el comienzo de su victoria y de nuestra

victoria sobre el poder de la muerte y del pecado. Las

horas reales, relatan la historia de la pasión de Jesús

junto con profecías del Antiguo Testamento, Salmos

mesiánicos e himnos y nos ayudan a velar al lado de



nuestro SEÑOR crucificado y relacionar el sufrimiento

de Jesús con nuestra redención.

Apocathilosis es el descendimiento del cuerpo de

Nuestro Señor Jesucristo de la cruz, el Padre baja el

cuerpo de la cruz, lo envuelve en una tela blanca y lo

coloca encima del altar, para representar el entierro

de Jesús por José de Arimathea, un ícono de tela

representando el Cuerpo Sagrado de Jesús que se llama

Epitafios se lleva en procesión y se coloca en un féretro

adornado con flores que representa la tumba de Jesús.

Los himnos de los lamentos y la procesión del Santo

Sepulcro es donde lloramos la muerte indigna de nuestro

SEÑOR quien murió para nuestra salvación, con dolor

y alegría al mismo tiempo, cantamos los lamentos

al Cristo, quien está enterrado simbólicamente,

como sabemos él se ha levantado y Él es el SEÑOR

Dios Todopoderoso y el que da la vida.” Cristo vida,

colocado en un sepulcro, y los ejércitos angelicales se

maravillaron glorificando tu condescendencia!” 


Sábado Santo
 

Cristo Jesús bajó al infierno para que la muerte lo

destruyera. Es un día de un ayuno estricto, no comemos

ni aceite hasta la medianoche, pero también es un día de

esperanza y espera. Sabemos porque Cristo se murió,

la muerte ya no es el final de la vida. Esperando la

victoria de Cristo sobre el poder de la muerte cantamos

en la sagrada liturgia de santo Basilio; “Levántense, Oh

DIOS, y juzgue la tierra, porque a usted le pertenecen

todas las naciones!” La liturgia de hoy expresa la



anticipación de la resurrección, incluye lecturas del

viejo testamento e himnos especiales. 

Domingo de Pascua
La gloriosa resurrección de nuestro SEÑOR. La Divina

Liturgia de la resurrección donde la Iglesia nos invita

a participar en la fiesta de la resurrección y a recibir

una vez más la Santa Comunión. En la medianoche, en

la Iglesia oscura, los fieles reciben del Padre la Luz de

Cristo resucitado y forman una procesión afuera de la

Iglesia, escuchan del evangelio las buenas noticias del

triunfo de Cristo. El alegre himno de la resurrección de

Nuestro Señor Jesucristo. Cristo se canta triunfalmente:

“Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la

muerte con su muerte y otorgando la vida a los que

yacían en los sepulcros”

En este domingo nos reunimos para celebrar la

AGAPI, víspera del amor de pascua donde abrazamos y

perdonamos a nuestros prójimos y donde compartimos

con los demás el regalo de la vida nueva que nos dio

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.


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Thursday, April 6, 2017

La Santisima Madre del Señor está Siempre Cerca de los Necesitados ( Padre Arsenie Papacioc )

La Santisima Madre del Señor, sin lamentarse, portó la Cruz de su Hijo. De la misma manera, carga también con la nuestra, con infinito amor, no importando la naturaleza de nuestra aflicción o necesidad. No obstante, esa labor suya se vuelve aún más dura, mientras más nos alejamos de ella, ignorándola. Y es que ella está más cerca de los necesitados y sufrientes, que de los que viven en holgura.  
 
Padre Arsenie Papacioc

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Tuesday, April 4, 2017

Santa María de Egipto - el Ejemplo de Penitencia

    Lo que conocemos sobre María de Egipto se basa en la Vita escrita por Sofronio, Arzobispo de Jerusalén, en el siglo VII, y en otras leyendas Palestinas.

Según Sofronio María nació en Egipto, en el siglo IV. A los doce años se escapó de su casa paterna, movida por un desmedido deseo de libertad, estableciéndose en Alejandría.

Durante los diecisiete años siguientes vivió con desenfreno. Su entrega al placer y a otros pecados capitales la llevó a escandalizar y corromper a numerosas personas.

Por un afán de aventuras y cambio se unió a un grupo de peregrinos que iban de Egipto a Jerusalén para «Adorar la Santa Cruz».
Consiguió el dinero para su viaje ofreciendo su cuerpo a otros peregrinos y, por un corto periodo de tiempo, continuó su habitual estilo de vida en Jerusalén.
El santo día de la Exaltación de la Cruz quiso entrar en la iglesia del Santo Sepulcro, pero una mano invisible se lo impidió. Por tres veces intentó acceder, pero esa fuerza la detenía en el pórtico del Templo. Entonces una voz le Dijo:
“Tú no Eres digna de entrar en este sitio sagrado, porque vives Esclavizada por el Pecado”.
Santa María Egipcíaca Comenzó a llorar, lamentarse y a suspirar desde las Profundidades de su corazón. Y entonces se produjo el Gran Milagro que le hizo arrepentirse de sus faltas. Levantando los ojos vio cerca de la entrada la estatua de la Theotokos de la Santísima Virgen, que parecía mirarla con gran bondad y compasión, con ese amor que siempre había buscado, y presa de una intensa emoción, se arrodilló y le dijo: “Madre, si me es Permitido entrar en el Templo Santo, yo te Prometo que (Dejaré esta Vida de Pecado) y me dedicaré a una vida de Oración y Penitencia”.

Intentó entrar de nuevo en la iglesia, y esta vez le fue permitido. Después de venerar la reliquia de la cruz, lloró amargamente por sus pecados durante muchas horas. Regresó para dar las gracias ante la imagen de la Virgen, y Escuchó una voz que le dijo:
 “Si cruzas el Jordán, encontrarás en el Desierto el descanso más Glorioso”.

Sin pensarlo acudió a la ribera del río Jordán y en el monasterio de San Juan Bautista, recibió la comunión. A la mañana siguiente cruzó el Jordán y se retiró al desierto para vivir como eremita el resto de su vida.

Antes de partir hacia Jerusalén había recibido tres monedas de plata con las que adquirió tres panes. Al principio se alimentaba con estos panes y luego vivió de lo que encontraba en la naturaleza: dátiles, raíces y langostas.

María vivió en el Desierto, Rezando, Meditando y haciendo Penitencia. Durante cuarenta y siete años no se relacionó con ningún ser humano.

Un Santo Sacerdote llamado Zósimo, después de haber pasado muchos años de Monje en un convento de Palestina, quiso terminar sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán.


Un día vio por allí una figura humana, que más parecía un esqueleto que una persona. Se le acercó y le preguntó si era un monje, y recibió esta respuesta: “Yo soy una mujer que he venido al desierto a hacer Penitencia por mis Pecados”.

Después relatarle su historia, pidió al Monje que le trajera la Santa Eucaristía. Administrada la comunión el Jueves Santo, la penitente lo emplaza para que, un año después, en el mismo lugar donde se encontraron por primera vez, se presentara a orillas del Jordán portando
«El Cuerpo del Señor». Zósimo da la Eucaristía a María

Al año siguiente, Zósimo fue nuevamente a la cita y se encontró muerta a María, envuelta en una manta que Zósimo le había dado la primera vez que se vieron. Junto a ella había una inscripción:
"Padre Zósimo, entierra el cuerpo de la humilde María; devuelve a la tierra lo que es de la tierra, junta el polvo con el polvo y ruega a Dios por mí. He muerto en el mes de Pharm del calendario egipcio (este mes corresponde a abril en el calendario romano), la noche de la Pasión de Nuestro Señor, después de haber participado con Él en una comida mística".

Zósimo recogió el cuerpo de María, que llevaba muerta un año, o sea, desde la noche del año anterior en el que se vieron y el monje le había dado la Comunión, y se dispuso a darle sepultura, pero no encontraba ningún utensilio para cavar. Entonces se llevó una sorpresa al ver que llegaba un león, y con sus garras abría una sepultura en la arena. Terminado el trabajo se fue. El Monje cubrió con tierra el cuerpo de María y retornó a su Monasterio donde contó toda la historia a los Monjes.

Pronto, junto a aquella tumba, Empezaron a obrarse milagros y prodigios y la fama de la Santa Penitente se Extendió por Muchos Países.

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