Sunday, October 4, 2015

Adornar una iglesia? ( San Paisos de Athos )



 ¿Padre, hasta qué punto es importante decorar, adornar una iglesia?
"En estos tiempos, mientras todo sea más simple, incluso dentro de una iglesia, ayuda mucho más, porque no estamos en Bizancio. (Es importante seguir).. un modelo "monahal". En la medida de vuestras posibilidades, que todo sea modesto, simple. El piadoso Pacomio, torció las columnas de la iglesia por él erigida, para que la comunidad no se asombrara de su belleza. ¿Han oído hablar de esto? En un monasterio construyó con gran trabajo una iglesia cuyas columnas estaban cubiertas con placas de piedra. Al contemplar su obra se alegraba de lo bello del edificio, aunque luego se dio cuenta que esa satisfacción no venía precisamente de Dios. Por eso, amarrando las columnas de la iglesia con gruesas cuerdas y luego de orar fervientemente, pidió a los monjes del monasterio que le ayudaran a tirar de las cuerdas hasta que las columnas perdieran su forma inicial.
(...)
Cuando alguien comienza a vivir para las cosas espirituales, no se llena jamás; lo mismo sucede cuando la persona comienza a vivir únicamente para conseguir cosas humanamente bellas: nunca termina de hastiarse. Ahora, ¿Qué pueden hacer Ustedes?
No preocuparse por construir edificios (iglesias) perfectos, sino solamente hacer lo que sea completamente necesario y regresar a la infelicidad del mundo con tu oración cuando no tienes qué dar, y con la piedad (solidaridad), entonces cuando tengas algo qué dar al necesitado. Orar y hacer lo absolutamente necesario. Todo lo que hacemos en este mundo no durará mucho.¿Merece dedicar nuestra vida a ello, cuando hay tantos sufriendo y muriendo de hambre?Las iglesias simples y los objetos sencillos nos llevan (...) en la mente, a las celdas pobres y humildes de los Santos Padres.

Cristo nació en un pesebre. Si nosotros ponemos todo nuestro esfuerzo en las cosas de este mundo, Él nos va a rechazar, diciéndonos "Yo no tuve nada. ¿En qué parte del Evangelio has encontrado escrito todo lo que haces, todo lo que tienes? ¿Lo tuve yo? Ustedes no son ni laicos ni religiosos. ¿Qué hago con Ustedes? ¿En dónde los voy a poner?".

Muchas de las cosas bellas son de este mundo, pero no son de ningún interés para los hombres espirituales. Los muros erigidos con belleza alguna vez cederán y caerán, de todas formas. El alma... Un alma vale mucho más que todo el mundo. Pero nosotros, ¿Qué hacemos por el alma? Empecemos, entonces, nuestro trabajo espiritual. Cristo nos preguntará con qué hemos ayudado espiritualmente al mundo y en qué obras se ha proyectado nuestro trabajo, no qué paredes hemos levantado. Sobre esto ni siquiera habla Él. Se nos va a pedir cuentas de lo que hayamos hecho con nuestra alma..."


                                Catecismo Ortodoxo 

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Akathisto a San Nectario de Égina, Metropolitano de Pentápolis


Diácono: Bendice, Señor.
Sacerdote: Bendito sea nuestro Dios en todo tiempo, ahora y siempre y por
los siglos de los siglos.
Coro: Amén. (Tono 6) Oh Rey Celestial, Consolador, Espíritu de la Verdad,
que estás en todas partes y llenas todas las cosas, Tesoro de todo lo bueno, y
Dispensador en la Vida, ven y mora en nosotros, purifícanos de toda mancha
y salva nuestras almas, Oh Bondadoso.
Lector: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros (3
veces).
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
Oh, Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Oh, Señor, perdona
nuestros pecados. Oh, Soberano, absuelve nuestras transgresiones; Oh,
Santo, mira y sana nuestras debilidades por Tu nombre.
Señor, ten piedad (3 veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre.
Vénganos Tu Reino, hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El
pan sustancial nuestro, dánoslo hoy, y perdona nuestras deudas, así como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en
tentación, más líbranos del maligno.
Sacerdote: Porque Tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Coro: Amén.
Lector: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
Venid, adoremos al Rey nuestro Dios.
Venid, adoremos y prosternémonos ante Cristo Rey, nuestro Dios.
Venid, adoremos y prosternémonos ante Cristo mismo, Rey y Dios nuestro.
Salmo 142
Señor, escucha mi oración; esclarece mi ruego en tu verdad: óyeme en tu
verdad y no entres en juicio con tu siervo, porque ningún viviente será
justificado ante Ti. Porque ha perseguido el enemigo a mi alma, ha echado
mi vida por tierra. Me ha colocado en lugares obscuros, como a los muertos
del siglo. En mi se ha angustiado mi espíritu y dentro de mí se ha turbado mi
corazón. Me he acordado de los días antiguos, he meditado sobre todas tus
obras, sobre los hechos de tus manos reflexionaba. He tendido mis manos a
Ti: mi alma a Ti como tierra sin agua. Óyeme prontamente Señor, mi espíritu
ha desfallecido. No apartes de mí tu rostro para que no sea semejante a los
que descienden a la fosa. Hazme oír al alba tu misericordia porque en Ti he
puesto mi esperanza. Dime por cual camino iré porque con ímpetu he
adherido mi alma a Ti. Sácame de entre mis enemigos, Señor, porque a Ti he
acudido. Enséñame a hacer tu voluntad, porque Tu eres mi Dios, Tu Espíritu
bueno me guiará a tierra de rectitud. Por tu nombre, Señor, me vivificarás
según tu verdad, sacarás de la tribulación mi alma. Y por tu misericordia
destruirás a mis enemigos y vencerás a todos los que atribulan a mi alma,
porque yo, siervo tuyo soy.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén. Aleluya, aleluya, aleluya, gloria a Ti, oh Dios (3
veces).
Gran Letanía
Diácono: En paz, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por la paz que viene de lo alto y la salvación de nuestras almas,
roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por la paz del mundo entero, por el bienestar de las santas
Iglesias de Dios y por la unión de todos, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por este Santo Templo y por los que entran en él con fe, devoción
y temor de Dios, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por nuestro Gran Soberano y Padre, Su Santidad el Patriarca N.,
por nuestro Señor Reverendísimo el Metropolitano N., Primado de la Iglesia
Rusa en el Exterior, por Nuestro Señor Ilustre Obispo N., por el honorable
presbiterado y diaconado en Cristo, por todo el clero y el pueblo, roguemos al
Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por esta ciudad, por todas las ciudades y países y por los que los
habitan, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Para que reciba misericordiosamente ahora el agradecimiento y
nuestras rogativas de sus indignos siervos en su Altar celestial y
perdonándoles, como benevolente que es, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Para que no desprecie los agradecimientos que nosotros, Sus
siervos inútiles, le ofrecemos con corazón humilde, después de recibir sus
favores, que sea éste cual candil aromático y que la ofrenda incinerada sea de
su agrado, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por el siervo de Dios, N., y por su salvación, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Para que sea libre de todo mal, ofensa, agresión y maledicencia,
roguemos al Señor
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Ampáranos, sálvanos, ten piedad de nosotros y guárdanos, oh
Dios, con Tu gracia.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Conmemorando a nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa
Soberana, la Madre de Dios y siempre Virgen María, y a todos los Santos,
encomendémonos nosotros mismos y mutuamente los unos a los otros y
toda nuestra vida a Cristo Dios.
Coro: A Ti, Señor.
Sacerdote: Pues Tú eres de misericordia y de ternura, lleno de amor por los
hombres, y Te damos gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y
por los siglos de los siglos.
Coro: Amén.
Diácono: En el Tono 1, Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que
viene en nombre del Señor. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es
eterna su misericordia.
Coro: Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que viene en nombre
del Señor.
Diácono: Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los
rechacé.
Coro: Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que viene en nombre
del Señor.
Diácono: No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Coro: Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que viene en nombre
del Señor.
Diácono: Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Coro: Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que viene en nombre
del Señor.
Tropario a San Nectario, Tono 1
La descendencia de Selybria y el guardián de Égina, el verdadero amigo de la
virtud, que apareció en los últimos años, ¡oh Nectario!, nosotros los fieles te
honramos como a sirviente piadoso de Cristo, pues tú derramas curaciones
de toda clase para los que piadosamente te invocan: ¡Gloria a Cristo, que te
ha glorificado! ¡Gloria a Él, que te ha hecho maravilloso! ¡Gloria a Él, que
realiza curaciones para todos, por tu medio!
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos
de los siglos. Amén.
Kontaquio a San Nectario, Tono 8
Con alegría de corazón, venid y alabemos con himnos al astro de la
Ortodoxia que ha comenzado a brillar, y al recién construido baluarte de la
Iglesia; pues por el trabajo del espíritu, él fue glorificado, y derrama la gracia
abundante de curaciones sobre los que claman: regocíjate, ¡oh Padre
Nectario!
Clero: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Coro: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Clero: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Clero: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Coro: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Clero: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Coro: Ruega a Dios por nosotros, oh Santo Jerarca Padre Nectario, porque
nosotros fervientemente nos refugiamos en ti, el pronto auxilio e intercesor
por nuestras almas.
Clero: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Coro: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Clero: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Clero: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Coro: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Clero: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Clero: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Coro: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Clero: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Coro: Ruega a Dios por nosotros, oh Santo Jerarca Padre Nectario, porque
nosotros fervientemente nos refugiamos en Ti, el pronto auxilio e intercesor
por nuestras almas.
Pequeña Letanía
Diácono: Una y otra vez en paz, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Ampáranos, sálvanos, tennos misericordia, y protégenos, oh Dios,
por tu gracia.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Conmemorando a nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa
Soberana, la Madre de Dios y siempre Virgen María, y a todos los Santos,
encomendémonos nosotros mismos y mutuamente los unos a los otros y
toda nuestra vida a Cristo Dios.
Coro: A Ti, Señor
Sacerdote: Porque Tú eres el Rey de la Paz y el Salvador de nuestras almas,
y a Ti glorificamos, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos.
Coro: Amén.
AKAFIST
A SAN NECTARIO DE PENTÁPOLIS
Mientras se canta el Kontakion 1, el sacerdote hace una incensación completa en la
Iglesia, comenzando con el Altar. Durante la lectura del Akafist, es incensado
continuamente el atril con el ícono.
Kontakion 1:
Con alegría en el corazón permítenos cantarte un himno, brillante estrella de
la Ortodoxia. Novísimo baluarte erigido en la Iglesia, glorificado por la
acción del Espíritu Santo, Tú que derramas abundantemente la gracia sobre
aquellos que lloran: Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de
paciencia y amante de la virtud.
Ikos 1:
En el mundo has mostrado ser un hombre de mente celestial, oh Nectario,
jerarca de Cristo. Has pasado por este mundo viviendo santamente y sin
pecado, venerando y dando gracias a Dios por todas las cosas. Ahora,
intercede por aquellos que te alaban.
¡Regocíjate! por quien el creyente se edifica moralmente.
¡Regocíjate! de quien el enemigo tiene miedo.
¡Regocíjate! emulador de los venerables padres.
¡Regocíjate! maestro divino de la Ortodoxia.
¡Regocíjate! A quien canta gozosa la Iglesia.
¡Regocíjate! alegría de Égina.
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Kontakion 2:
Habiendo sido adornado con la mansedumbre tu alma desde la juventud, oh
padre santo, un deseo ferviente consumió tu corazón: ser predicador del
Santo Evangelio. Desde la niñez tú sabías que las Escrituras enseñan al
hombre el camino de la salvación, enséñanos a los que te suplicamos
diciendo: Aleluya.
Coro: Aleluya.
Ikos 2:
Cuando dejaste tú casa y viajaste a Constantinopla, trabajaste en medio de
las distracciones mundanas, mas no fuiste desamparado por la fe que te
transmitieron tu abuela y tu madre dedicándote a la oración y a la lectura y
meditación de los textos de los Santos Padres que escribías en papeles y
paquetes para que otros pudieran leerlos y pudieran recibir su bien
espiritual. Estabas en el mundo pero sin ser de él. Nosotros los creyentes te
clamamos en alta voz:
¡Regocíjate, templo santísimo de la acción de Dios!;
¡Regocíjate, inscrito en el libro divino de los puros!
¡Regocíjate, porque estás por tu perfección junto a los santos!;
¡Regocíjate, porque despreciaste sabiamente las cosas materiales!
¡Regocíjate, victoria espléndida de la Fe!;
¡Regocíjate, clarín honrado de gracia!
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Kontakion 3:
Como amante ferviente de la vida monacal, visitaste a menudo el Monasterio
de los Santos Padres, conversando allí sobre el combate espiritual con su
santo fundador, el anciano Pacomio. Como aspirabas al hábito angélico,
fuiste tonsurado y te dedicaste a la oración por aquellos que como nosotros
te cantamos: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Ikos 3:
Totalmente consumido por el amor del conocimiento celestial, recibes la
bendición de realizar los estudios teológicos a los que te dedicaste con celo y
abnegación. Mientras vivías en Atenas estudiaste con celo y abnegación no
sabiendo ningún otro camino que el de la escuela. Así pues, reconociéndote
como nuestro maestro en la teología espiritual, nosotros, que somos como
niños, alegres exclamamos:
¡Regocíjate, gran pilar de piedad!;
¡Regocíjate, ciudad de refugio para el creyente!
¡Regocíjate, firme fortaleza de la Ortodoxia!;
¡Regocíjate, vaso venerado y alabanza de la Santa Trinidad!
¡Regocíjate, tú que brillas en estos últimos tiempos en el mundo como sol
que no se apaga!;
¡Regocíjate, tú que das el néctar de la gracia a todos los creyentes!.
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Kontakion 4:
Formado en la verdadera santidad y en la pura moral, el Patriarca Sofronio
de Alejandría, vio tu gran potencial para el servicio de la santa Iglesia de
Cristo. Te dieron el sagrado orden del sacerdocio y fuiste elevado a la gracia
del obispado. Oh sapientísimo, ofreciste tu vida a Cristo como un sacrificio
puro y nosotros te cantamos: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Ikos 4:
Nombrado Metropolitano de Pentápolis, fuiste profundamente amado por
los creyentes, Vestidos con los ornamentos del obispado, el adorno de tu vida
fue la humildad. En la vida fuiste desdeñoso de las posesiones materiales, y
géneros diste libremente y distribuiste las limosnas a los pobres. Siendo el
Jerarca, no viniste a ser servido si no a servir y a dar la vida de buena gana
como un rescate por muchos. Conquistados por tu amor, nosotros honramos
tu memoria santa, y te aclamamos diciendo:
¡Regocíjate, modelo de corderos y pastores!;
¡Regocíjate, pura y honorable morada de la santidad!
¡Regocíjate, tú que dignamente conversas con los ángeles!;
¡Regocíjate, guía bueno de hombres!
¡Regocíjate, por ti nosotros somos librados de entregarnos a las pasiones
corporales!;
¡Regocíjate, por ti nosotros estamos llenos de los deleites espirituales!
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Kontakion 5:
Cuando el enemigo de nuestras almas te vio trabajar con humildad, no pudo
soportar tu presencia santa entre las personas. Levantando calumnias, y
rumores incitantes, él buscó destruir tu buen nombre y llevarte al amargor y
enojo. Pero tú superaste todas sus maquinaciones, y en todo momento
dirigiste humildemente un himno hacia Dios: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Ikos 5:
Faltándote el pan diario, calumniado por todos los lados, tú rezabas por tus
acusadores, y rogabas al Padre para que fueran perdonados. Negándote a
hablar una palabra en tu defensa, sufrías alegremente de acuerdo con la
voluntad de Dios, entregándote a hacer buenas obras y siendo fiel a tu
Creador. Así pues, asombrados por tu longanimidad y por tu firme paciencia,
nosotros exclamamos:
¡Regocíjate, tesoro de gran misericordia!;
¡Regocíjate, pan inagotable para el hambriento!
¡Regocíjate, recipiente de grandes virtudes!;
¡Regocíjate, modelo de mansedumbre espiritual!
¡Regocíjate, pues dijiste: "Padre, perdónalos, porque no saben que han
hecho"!;
¡Regocíjate, pues devolviste bien por mal!
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Kontakion 6:
Teniendo dentro de ti un fuerte deseo de vida de quietud en la Montaña
Santa, no abandonaste a tu rebaño considerando que debías permanecer en
el mundo proclamando el mensaje de la Salvación a los hombres.
Libremente recibisteis y libremente das, y llamas a todos para que aclamen
diciendo ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Ikos 6:
Las palabras que salían de tu boca caían dulcemente en los corazones de
aquellos que las aceptaban con fe dirigiendo el pensamiento de los creyentes
hacia las cosas superiores. Tu enseñanza sobre las Sagradas Escrituras
alegraba los corazones de los piadosos; movido por el Espíritu Santo instruye
con las palabras de la gracia a aquellos que te claman diciendo:
¡Regocíjate, sirviente fiel de la Trinidad Santísima!;
¡Regocíjate, la morada adornada del Espíritu Santo!.
¡Regocíjate, antorcha que ilumina todos los extremos de la tierra!;
¡Regocíjate, tú que libras a los hombres del abismo de pecado!
¡Regocíjate, tú a quien la verdad exaltó!;
¡Regocíjate, tú que dispersaste la falsedad!
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Kontakion 7:
Invitado a asumir la dirección de la Escuela Eclesiástica de Ritzarios, llevaste
la paz allí donde una vez existió la confusión, tratándote todos como un
padre amoroso. Por eso los estudiantes como muestra de gratitud cantan a
Dios: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Ikos 7:
Lleno de la gracia que está en Cristo Jesús, después de haber recibido las
palabras de Vida, comprometiste a los hombres fieles que, por tu instrucción
buena y el ejemplo espiritual, fue capaces de enseñar a otros. Sufriste las
penalidades pacientemente como soldado bueno de Cristo, y no los
enredastes con los asuntos de esta vida sino en cómo agradar al Señor. Por
consiguiente, como el obrero que necesita no estar avergonzado, pues sabe
que se encuentra en la verdad, nosotros te clamamos:
¡Regocíjate, maestro de los mandatos divinos!;
¡Regocíjate, tú que conviertes al imprudente en sabio por medio de tus
enseñanzas!
¡Regocíjate, nuevo Pablo que nos has dejado un ejemplo de palabras
legítimas!;
¡Regocíjate, nuevo Judas Tadeo que nos dado la exhortación comprender
seriamente la fe!
¡Regocíjate, nuevo Crisóstomo que vertiste en la Iglesia el néctar celestial de
la piedad!;
¡Regocíjate, nuevo Damasceno que los has defendido al creyente de las
doctrinas impías!
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Contaquio VIII
Lleno de mansedumbre y sabiduría divina, reuniste a las vírgenes
venerables, para que llevaran una vida de piedad y pudieran así ir a Cristo
siguiendo tus palabras y los ejemplos de tu vida piadosa. A ellas como a
nosotros nos enseñaste a cantar: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Icos VIII
Escuchando tus oraciones, el Señor, que dijo en su Evangelio, que no
abandona a los que le temen, te ayudo a llevar a las vírgenes a la isla de Égina
donde reconstruisteis un monasterio abandonado. ¿Quién podrá describir
tus esfuerzos y trabajos? Ejerciendo tu paternal vigilancia en todas las cosas,
fuiste para ellas un modelo de divina virtud. Tus hijas espirituales, en acción
de gracias te cantan así:
Regocíjate, pura y honorable morada de la Santidad.
Regocíjate, lámpara que todo lo ilumina.
Regocíjate, pues siendo hombre vivías como los ángeles.
Regocíjate, pues por tus sabias palabras guiabas a los piadosos.
Regocíjate, regla piadosa de la fe.
Regocíjate, santa purificación para los mortales.
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Contaquio IX
Los malvados llenos del espíritu de este mundo no comprenden tu paciencia
y a pesar de todas sus insidias tu no dejaste de cuidar del monasterio y de
escribir libros piadosos para la edificación de los cristianos que vivimos en
este mundo. Asombrados por la celestial sabiduría que nos has transmitidos
alabamos a Dios diciendo: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Icos IX
Estableciéndote en el monasterio de Egina, te volviste todo espíritu llevando
una vida similar a la de los ángeles. Manso y humilde, amable, compasivo y
caritativo, sostienes a los que Cristo puso a tu cuidado y llevan una vida
piadosa. De esta manera te convertiste en un nuevo Dionisio, el buen obispo
y pastor de Egina. Junto a él recibe las alabanzas de los que alimentaste con
la gloria celestial:
Regocíjate, pues despreciaste el mundo y sus placeres engañosos.
Regocíjate, tú que recibiste las bendiciones celestiales.
Regocíjate, ya que dominaste a los que desgarraban tu espíritu.
Regocíjate, ya que sometiste tu alma únicamente al dulcísimo Jesús.
Regocíjate, amante de las enseñanzas de los Santos Padres.
Regocíjate, maestro de la hesiquía.
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Contaquio X
Nunca descuidaste la oración y en lo profundo te corazón incesantemente
repetías: “Señor Jesucristo, ten piedad de mí, pecador.” Los que te
contemplaban eran testigos de tu total espiritualización manifestándose en
tu rostro una serenidad y dulzura excepcional. Contemplando esta gracia del
cielo, exclamamos llenos de alegría: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Icos X
Sabiendo que la santísima Madre de Dios es el baluarte que defiende a los
santos y la alegría y consuelo de los monjes, con lágrimas le suplicabas
pidiendo su protección maternal. En su honor escribiste hermosos himnos
que enseñabas a los fieles que llenos de fervor le decían “Alégrate, Novia no
desposada”. Llenos de este fervor nosotros te cantamos:
Regocíjate, escogido por Dios.
Regocíjate, perfume de fragancia divina.
Regocíjate, pues mostraste un amor encendido por el Señor.
Regocíjate, pues no cesaste de alabar a su Santísima Madre.
Regocíjate, orgullo de la Iglesia Ortodoxa.
Regocíjate, por tus muchos milagros obrados por el poder de Dios.
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Contaquio XI
Cuando llego el tiempo de partir a la morada celestial para recibir la corona
de la santidad, soportaste los severos dolores de la enfermedad que sufriste
con paciencia ejemplar. Como un nuevo Job, siempre dabas gracias a Dios y
bendecías su nombre en medio de los padecimientos y lleno de alegría le
decías: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Icos XI
El Señor que siempre ensalza a sus siervos que lo glorifican, no permitió que
quedara tu virtud oculta a los ojos de los hombres e hizo que tus reliquias
sean para nosotros un precioso regalo que obra infinidad de milagros. Nada
más morir, cuando tu cuerpo estaba siendo amortajado, el Señor obró el
primer milagro por tu intercesión por medio de una prenda tuya curando y
levantando a un hombre que era desde hace muchos años paralítico. Junto a
él agradecidos te decimos:
Regocíjate, rápido auxilio de los que están en necesidad.
Regocíjate, arroyo constante de la misericordia de Dios en el cual nos
limpiamos.
Regocíjate, médico de las almas y los cuerpos.
Regocíjate, nueva piscina de Siloé en la que es sanado el débil.
Regocíjate, dulce óleo de la compasión.
Regocíjate, tú que obras milagros entre los creyentes.
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Contaquio XII
Multitud de creyentes acuden a ti desde todos los lugares de la ecumene a
venerar, oh glorioso San Nectario, la urna de tus preciosas reliquias de las
que obtienen la gracia divina y la respuesta a sus ruegos. Oh Padre San
Nectario, escucha ahora las peticiones de los que nos dirigimos suplicantes a
ti diciendo: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya.
Icos XII
Te ofrecemos nuestras humildes alabanzas, oh Padre San Nectario, porque
en ti se ha manifestado la Santa y Bendita Trinidad, glorificada con tu vida.
Aunque te ofreciéramos himnos incesantes, nada será suficiente para
agradecerte las maravillas y milagros que obra Dios por tu intercesión.
Asombrados por tanta grandeza te decimos:
Regocíjate, tú que venciste todas las trampas del Maligno.
Regocíjate, su que has sido santificado.
Regocíjate, pronto auxilio de los necesitados.
Regocíjate, tú que devuelves la salud a los enfermos del alma..
Regocíjate, tú que sanas a los enfermos del cuerpo.
Regocíjate, auxilio de los que sufren cruelmente.
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Contaquio XIII
Teniéndote como intercesor en el cielo, donde habitas con los ángeles,
glorioso Padre San Nectario, intercede por nosotros ante Dios nuestro Señor
y acepta esta humilde ofrenda que te hacemos. Ruega por todos los cristianos
ortodoxos que te honran y sana nuestras enfermedades del cuerpo y alma
para que junto a ti en el cielo podamos cantar: ¡Aleluya!
Coro: Aleluya. (3 veces).
Y se vuelve a leer el Ikos 1 y el kontakion 1
Ikos 1:
En el mundo has mostrado ser un hombre de mente celestial, oh Nectario,
jerarca de Cristo. Has pasado por este mundo viviendo santamente y sin
pecado, venerando y dando gracias a Dios por todas las cosas. Ahora,
intercede por aquellos que te alaban.
¡Regocíjate! por quien el creyente se edifica moralmente.
¡Regocíjate! de quien el enemigo tiene miedo.
¡Regocíjate! emulador de los venerables padres.
¡Regocíjate! maestro divino de la Ortodoxia.
¡Regocíjate! A quien canta gozosa la Iglesia.
¡Regocíjate! alegría de Égina.
Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de paciencia y amante de la
virtud.
Kontakion 1:
Con alegría en el corazón permítenos cantarte un himno, brillante estrella de
la Ortodoxia. Novísimo baluarte erigido en la Iglesia, glorificado por la
acción del Espíritu Santo, Tú que derramas abundantemente la gracia sobre
aquellos que lloran: Regocíjate, oh Padre San Nectario, modelo de
paciencia y amante de la virtud.
Proquimenon
Diácono: Atendamos. Sabiduría. Proquimenon en Tono 8, Su pregón salió
por toda la tierra; y sus palabras llegaron a los confines del orbe.
Coro: Su pregón salió por toda la tierra; y sus palabras llegaron a los
confines del orbe.
Diácono: Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento declaran la
obra de sus manos.
Coro: Su pregón salió por toda la tierra; y sus palabras llegaron a los
confines del orbe.
Diácono: Su pregón salió por toda la tierra.
Coro: y sus palabras llegaron a los confines del orbe.
Diácono: Roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Sacerdote: Porque Tú eres santo, ¡oh, Dios nuestro! y entre los santos
descansas, y a Ti elevamos gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y
siempre, y por los siglos de los siglos.
Coro: Amén.
Diácono: Todo lo que tiene aliento alabe al Señor.
Coro: Todo lo que tiene aliento alabe al Señor.
Diácono: Alabad a Dios en sus Santos; alabadle en el establecimiento de su
poder.
Coro: Todo lo que tiene aliento alabe al Señor.
Diácono: Todo lo que tiene aliento
Coro: Alabe al Señor.
Evangelio
Diácono: Para que seamos dignos de escuchar el Santo Evangelio,
roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad (3 veces).
Sacerdote: Sabiduría. De pie. Escuchemos el santo Evangelio. Paz a todos.
Coro: Y a tu espíritu.
Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn. 10:9-16)
Coro: Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.
Diácono: Atendamos.
Sacerdote: En Aquel tiempo dijo el Señor: Yo soy la puerta; si uno
entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El
ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para
que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El
buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es
pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las
ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es
asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y
conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el
Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También
tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo
que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo
pastor.
Coro: Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti
Clero: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Coro: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Clero: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Clero: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Coro: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Clero: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Clero: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Coro: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
Clero: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Luego: Verdaderamente es digno bendecirte, oh progenitora de Dios,
siempre bienaventurada y purísima Madre de nuestro Dios. Tú eres más
venerable que los Querubines e incomparablemente más gloriosa que los
Serafines, a ti que sin mancha diste a luz al Verbo de Dios y que
verdaderamente eres la Madre de Dios, te celebramos.
Lector: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros (3
veces). Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
Oh, Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Oh, Señor, perdona
nuestros pecados. Oh, Soberano, absuelve nuestras transgresiones; Oh,
Santo, mira y sana nuestras debilidades por Tu nombre.
Señor, ten piedad (3 veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre.
Vénganos Tu Reino, hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El
pan sustancial nuestro, dánoslo hoy, y perdona nuestras deudas, así como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en
tentación, más líbranos del maligno.
Sacerdote: Porque Tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Coro: Amén.
Tropario a San Nectario, Tono 1
Coro: La descendencia de Selybria y el guardián de Égina, el verdadero
amigo de la virtud, que apareció en los últimos años, ¡oh Nectario!, nosotros
los fieles te honramos como a sirviente piadoso de Cristo, pues tú derramas
curaciones de toda clase para los que piadosamente te invocan: ¡Gloria a
Cristo, que te ha glorificado! ¡Gloria a Él, que te ha hecho maravilloso!
¡Gloria a Él, que realiza curaciones para todos, por tu medio!
Después del Tropario:
La Ectenia
Diácono: Ten piedad de nosotros, oh Dios nuestro, por tu gran
misericordia, te suplicamos, escúchanos y ten piedad.
Coro: Señor, ten piedad. (tres veces).
Diácono: También rogamos por nuestro Gran Soberano y Padre, Su
Santidad el Patriarca N., por nuestro Señor Reverendísimo el Metropolitano
N., Primado de la Iglesia Rusa en el Exterior, por Nuestro Señor Ilustre
Obispo N., y por toda nuestra hermandad en Cristo.
Coro: Señor, ten piedad. (tres veces).
Diácono: También rogamos por el sufriente pueblo ortodoxo, y por su
salvación.
Coro: Señor, ten piedad. (tres veces).
Diácono: También rogamos por esta nación, sus autoridades y ejército y
por toda tierra Cristiana.
Coro: Señor, ten piedad. (tres veces).
Diácono: Roguemos también por la misericordia, vida, paz, salud, salvación
y por el perdón de los pecados del siervo de Dios, N..
Coro: Señor, ten piedad. (tres veces).
Diácono: Te pedimos también, oh Señor, escuchar nuestra petición y ten
piedad de Tu siervo N.. En Tu gracia y amor, cumple con sus peticiones, y
perdona todos sus pecados, sean voluntarios o involuntarios. Acepta su
sacrificio de alabanza sobre Tu celestial altar; protégele de todo enemigo
visible e invisible; líbrale de toda miseria, enfermedad y aflicción; concédele
salud y largura de días, te rogamos, oh Señor, escúchanos y ten piedad.
Coro: Señor, ten piedad. (tres veces).
Diácono: Mira, oh Soberano, Amante de la humanidad, con Tu ojo
misericordioso, a Tu siervo N., y escucha nuestra súplica que es ofrecida con
Fe, porque Tú mismo dijiste: "Todas las cosas cualquiera que piden en
oración, crean que serán recibidas y que serán hechas para ustedes; y de
nuevo: "Pedid, y se os dará." Por lo tanto, aunque indignos, nosotros
esperando aún Tu misericordia, Te pedimos: Concede Tu bondad a Tus
siervo N., y cumple sus buenos deseos, presérvale todos sus días pacífica y
tranquilamente en salud y largura de días: prontamente escúchanos y
bondadosamente ten piedad.
Coro: Señor, ten piedad. (tres veces).
Diácono: También Rogamos por el pueblo aquí presente que espera de Ti la
gran y abundante misericordia, por todos los hermanos y por todos los
Cristianos.
Coro: Señor, ten piedad. (tres veces).
Sacerdote: Escúchanos, Dios salvador nuestro, esperanza de aquellos que
moran en los confines de la tierra y de los que están lejos sobre el mar, se
indulgente, oh Señor, con nuestros pecados y ten piedad de nosotros, pues tú
eres un Dios lleno de misericordia y de amor por los hombres, y te damos
gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los
siglos.
Coro: Amén.
Después de la Ectenia, se dice una oración para quien el moleben es oficiado.
Diácono: A San Nectario, roguemos.
Coro: ¡Oh Santo Jerarca Padre Nectario, ruega a Dios por nosotros!
La Oración:
Sacerdote: Oh, Bienaventurado Padre San Nectario, en los días de
alejamiento y persecución indigna, irradiaste la bienaventuranza y abatiste la
cerviz del opresor. Por eso, Cristo te concedió el don de curar las llagas
incurables que nos carcomían por nuestros pecados. De verdad creemos, oh
justo, que Dios te ama, y, por tu intermedio, tendrá misericordia de nosotros,
pecadores, nos librará de opresión y penurias, y, por todo el Universo, será
glorificado y temido Su Nombre, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y
siempre y por los siglos de los siglos.
Coro: Amén.
Diácono: Sabiduría.
Sacerdote: Santísima Madre de Dios, sálvanos.
Coro: Tú eres más venerable que los Querubines, y más gloriosa que los
Serafines, Tú que diste al mundo el Verbo de Dios sin dejar de ser Virgen, y
que eres la verdadera Madre de Dios, a ti te celebramos.
Sacerdote: Gloria a Ti, oh Cristo, esperanza nuestra, gloria a Ti.
Coro: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén. Señor ten piedad (3 veces) Bendice.
Sacerdote: Cristo, verdadero Dios nuestro, por las oraciones de su
Purísima Madre, y de nuestro Santo Padre Juan Crisóstomo, arzobispo de
Constantinopla, y de San Nectario, Metropolitano de Pentápolis el
Milagroso, de los santos y justos progenitores de Dios Joaquín y Ana, y de
todos los santos, se apiade y nos salve, por su bondad y amor a los hombres.
Coro: Amén.

Cuando un cristiano comulga la Santa Comunión, ¿quién puede comprender los dones y los carismas que recibe? ( San Nicodemo el Agiorita )


Tanto el alma como el cuerpo reciben un gran beneficio de los divinos Misterios, antes de comulgar, cuando comulga, y después de comulgar. Antes de que alguien comulgue, debe llevar a cabo una preparación necesaria, es decir, confesar al padre espiritual, hacer acto de contrición, tener compunción, aprender a vigilarse a sí mismo con precaución, y eliminar de sí mismo las pasiones (tanto como sea posible) y los pensamientos malignos. Cuanto más practica el cristiano el autocontrol, la oración, la vigilancia, más piadoso se convierte y mejor realiza sus buenas obras, contemplando que va a recibir a un Rey terrible en su interior. Esto es incluso más cierto cuando considera que va a recibir la gracia de la Santa comunión en proporción a su preparación. Cuanto más a menudo se prepare uno, más beneficios recibe. .

Cuando un cristiano comulga la Santa Comunión, ¿quién puede comprender los dones y los carismas que recibe? O, ¿cómo puede nuestra lengua inepta enumerarlos? Por esta razón, expondremos ahora, uno tras otro, a los sagrados maestros de la Iglesia para que nos comenten estos dones, con sus elocuentes bocas inspiradas por Dios.

San Gregorio el teólogo dice:

Cuando el sagrado cuerpo de Cristo es recibido y comido de una manera apropiada, se convierte en un arma contra los que luchan contra nosotros, hace volver a Dios a los que lo habían abandonado, fortalece a los débiles, otorga la salud los tristes, sana a los enfermos, y preserva la sanidad del cuerpo. Mediante ella nos hacemos mansos y más dispuestos a aceptar la corrección, más pacientes en las penas, más fervientes en nuestro amor, más detallados en nuestro conocimiento, más dispuestos a obedecer, y más receptivos en los trabajos de los carismas del Espíritu Santo. Pero todo lo opuesto sucede a los que no reciben la comunión de una forma adecuada .

Los que no reciben la comunión frecuentemente sufren cosas totalmente opuestas, porque no son sellados con la preciosa sangre de nuestro Señor, como el mismo San Gregorio el teólogo dice: “Entonces el Cordero es inmolado, y con la preciosa sangre son selladas la acción y la razón, esto es, el hábito y la actividad mental, los postes de nuestras puertas. Me refiero, por supuesto, con “puertas”, a los movimientos y nociones del intelecto, que son abiertas y cerradas correctamente por la visión espiritual” .

San Efrén el sirio escribe:

Hermanos, practiquemos el silencio, el ayuno, la oración y las lágrimas; reunámonos juntos en la Iglesia; trabajemos con nuestras manos; hablemos sobre los Santos Padres; seamos obedientes a la verdad, y escuchemos las divinas Escrituras, para que nuestras mentes no se hagan estériles (y broten así las espinas de los malos pensamientos). Y hagámonos ciertamente dignos de participar de los divinos e inmaculados Misterios, para que nuestra alma pueda ser purificada de los pensamientos de incredulidad e impureza, y para que el Señor habite en nosotros y nos libre del maligno.

El divino Cirilo de Alejandría dice que, a causa de la divina Comunión, esos ladrones mentales que son los demonios no encuentran oportunidad para entrar en nuestras almas por los sentidos:

Debes considerar tus sentidos como la puerta a una casa. Por los sentidos, las imágenes de las cosas entran en el corazón, y por los sentidos, una multitud innumerable de deseos se vierten en él. El profeta Joel llama a estos sentidos ventanas, diciendo: “Entran por las ventanas como el ladrón” (Joel 2:9), porque estas ventanas no están marcadas con la preciosa sangre de Cristo. Por otra parte, la ley mandaba que, después del sacrificio del cordero, los israelitas fueron a pintar las dinteles y las jambas de sus casas con esta sangre, mostrando así que la preciosa sangre de Cristo protege nuestra morada terrenal, es decir, nuestro cuerpo, y que la muerte provocada por la transgresión es repelida por nuestro gozo en la participación de la vida (esto es, la Comunión dadora de vida). Además, por nuestro sellamiento (con la sangre de Cristo) distanciamos de nosotros mismos al destructor .

El mismo divino Cirilo dice en otro lugar que, por la Comunión, somos limpiados de toda impureza del espíritu y recibimos entusiasmo y fervor para hacer el bien: “La preciosa sangre de Cristo no solo nos libera de toda corrupción, sino que también nos limpia de toda impureza unida y oculta en nosotros, y no nos permite crecer inertes a causa de la pereza, sino que nos hace fervientes en el Espíritu” .

San Teodoro el estudita describe maravillosamente el beneficio que se recibe de la comunión frecuente:

Las lágrimas y la contrición tienen un gran poder. Pero la comunión de los Dones santificados, sobre todo, tienen especialmente gran poder y beneficio, y viendo que sois tan indiferentes hacia ella y no la recibís frecuentemente, me hallo en un gran y profundo asombro. Pues veo que solo recibís la Comunión los Domingos, pero, si hay liturgia en cualquier otro día, no comulgáis, aun cuando yo estaba en el monasterio y cada uno de vosotros tenía permiso para comulgar todos los días, si lo deseaba. Pero ahora, la liturgia se celebra con menor frecuencia, y todavía no comulgáis. Digo estas cosas, no porque desee que comulguéis simplemente, sin orden ni concierto, sin preparación (pues está escrito: “Pero pruébese cada uno a sí mismo, y así como del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe, no haciendo distinción del Cuerpo del Señor, como y bebe su propia condenación” [1ª Corintios 11:28-29]). No, no digo eso. ¡Dios no lo quiera! Digo que debemos, mediante nuestro deseo de comulgar, purificarnos a nosotros mismos tanto como sea posible y hacernos dignos de los Dones. Pues el Pan bajado del cielo es participación en la vida: “Si uno come de este pan vivirá para siempre, y por lo tanto el pan que Yo le daré es la carne mía para la vida del mundo” (Juan 6:51). Y de nuevo dice: “El que come este pan vivirá eternamente” (Juan 6:58).

¿Veis el inefable don? No solamente murió por nosotros, sino que también se nos entrega a sí mismo como alimento. ¿Quién podría mostrar más amor que este? ¿Qué es más salvífico para el alma? Por otro lado, nadie deja de participar cada día de la comida y de la bebida de la mesa común. Y, si sucede que alguien no come, se desmaya grandemente. Y no estamos hablando aquí de un pan ordinario, sino del Pan de vida; ni tampoco sobre una copa ordinaria, sino sobre el Cáliz de la inmortalidad. ¿Y consideramos la Comunión como un tema indiferente, completamente innecesario? ¿No es irracional y loco este pensamiento? Si esto es lo que ha sucedido hasta ahora, hijos míos, os pido que a partir de ahora os preocupéis por vosotros mismos y, conociendo el poder de este Don, os purifiquéis a vosotros mismos tanto como sea posible y participéis de las Cosas Santas. Y si sucede que estamos ocupados con los quehaceres y trabajos, tan pronto como oigamos el simandrón llamándonos a la Iglesia, dejemos nuestro trabajo y vayamos a participar de los Dones con gran deseo. Y esto (es decir, la comunión frecuente) ciertamente nos beneficiará, pues nos mantendremos puros por medio de nuestra preparación para la Comunión. Si no comulgamos frecuentemente, nos es imposible el no estar sujetos a las pasiones. La Comunión frecuente se convertirá para nosotros en un compañero para la vida eterna .

Así, hermanos míos, si practicamos lo que los santos padres nos han exhortado y comulgamos frecuentemente, no solo tendremos el apoyo y la ayuda de la gracia divina en esta vida tan corta, sino que también tendremos a los ángeles de Dios como auxilio, y así mismo, al verdadero Maestro de los ángeles. Por otra parte, los demonios hostiles estarán muy alejados de nosotros, como dice el divino Crisóstomo:

“Volvámonos, entonces, a esta Mesa como leones respirando fuego, habiendo aterrorizado al maligno, pensando en nuestra Cabeza (Cristo) y en el amor que ha mostrado por nosotros… Esta sangre hace que la imagen de nuestro Rey esté siempre presente en nosotros, produce una belleza indescriptible y, refrescando y alimentando nuestra alma frecuentemente, no permite que su nobleza se consuma… Esta sangre, recibida dignamente, ahuyenta a los demonios y los mantiene lejos de nosotros, mientras que nos hace presentes a los ángeles y al Señor de los ángeles. Pues donde quiera que ven la sangre del Maestro, los demonios huyen y los ángeles acuden a reunirse con nosotros… Esta sangre es la salvación de nuestras almas. Por ella, el alma es lavada, es hecha hermosa y es inflamada; y produce que nuestra inteligencia sea más brillante que el fuego y hace que el alma sea más resplandeciente que el oro… Los que participan de esta sangre se sitúan con los ángeles y los poderes que están arriba, vestidos con la misma vestidura real, dispuestos con armas espirituales. Pero no he dicho nada grandioso en esto, pues están revestidos incluso con el Rey mismo .

¿Veis, mis amados hermanos, cuán maravilloso carisma recibís si comulgáis frecuentemente? ¿Veis que con la Comunión frecuente la inteligencia es iluminada, la mente es hecha resplandeciente, y los poderes del alma son purificados? Si también deseáis eliminar las pasiones de la carne, id a comulgar frecuentemente y tendréis éxito. Cirilo de Alejandría nos confirma esto: “Recibid la Santa Comunión creyendo que nos libera no solo de la muerte, sino también de cualquier enfermedad. Y esto se debe a que, cuando Cristo habita en nosotros por la comunión frecuente, pacifica y calma la feroz guerra de la carne, enciende la piedad y sofoca las pasiones” .

Por lo tanto, sin la frecuente Comunión no podemos ser liberados de las pasiones y ascender a las alturas de la templanza, así como los israelitas, si no hubieran comido la pascua en Egipto, no habrían sido capaces de ser liberados. Pues Egipto significa una vida apasionada, y si no recibimos frecuentemente el precioso Cuerpo y Sangre de nuestro Señor (todos los días, si fuera posible), no seremos capaces de ser liberados de los noéticos Faraones (esto es, las pasiones y los demonios). Según Cirilo de Alejandría: “Mientras los israelitas eran esclavos de los egipcios, sacrificaron el cordero y comieron la pascua. Esto muestra que el alma del hombre no puede ser liberada de la tiranía del maligno por cualquier otro medio, excepto participando de Cristo. Pues Él mismo dice: “Si, pues, el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36) .

De nuevo, San Cirilo dice: “Ellos tuvieron que sacrificar el cordero, siendo como era una imagen de Cristo, pues no podrían haber sido liberados por cualquier otro medio” .

Así pues, si también deseamos huir de Egipto, a saber, del oscuro y opresivo pecado, y escapar del Faraón, esto es, de la tiranía noética (según San Gregorio el Teólogo) , y heredar la tierra del corazón y de la promesa, debemos tener como nuestro general (así como los israelitas tenían a Josué, el hijo de Nun como su general) a nuestro Señor Jesucristo por la frecuente recepción de la Comunión. De esta forma seremos capaces de conquistar a los cananitas y a los extraños, que son las perturbadoras pasiones de la carne, y a los gabaonitas, que son los despectivos pensamientos, para que seamos capaces de permanecer en Jerusalén, que es interpretado como “paz sagrada” (como opuesta a la paz del mundo), como dice nuestro Señor: “Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo” (Juan 14:27). Es decir, “Mi paz os doy, oh discípulos míos, la sagrada y santa paz, no la paz del mundo, que a menudo mira también a la maldad”.

Permaneciendo en la paz sagrada, seremos considerados dignos de recibir en nuestro corazón la promesa del Espíritu, así como los apóstoles permanecieron y esperaron en Jerusalén, según el mandato del Señor, y recibieron la perfección y la gracia del Espíritu el día de Pentecostés. Pues la paz es un carisma que atrae a todos los otros carismas divinos, y el Señor habita en paz, como dice el profeta Elías, pues Dios no estaba ni el poderoso y feroz viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en la brisa suave y tranquila .

Sin embargo, sin las otras virtudes, no se puede adquirir la paz. Y la virtud no se puede alcanzar sin obedecer los mandamientos. Y ningún mandamiento es perfeccionado sin amor, y el amor no es renovado sin la divina Comunión. Por tanto, sin la divina Comunión, trabajamos en vano.

Muchos obtienen una gran variedad de virtudes por sí mismos, pensando que pueden ser salvados por esto sin la comunión frecuente, cosa que es, sin embargo, fundamentalmente imposible. Pues no quieren obedecer a la voluntad de Dios y comulgar frecuentemente, según los cánones de la Iglesia, cuando vienen a cada fiesta litúrgica.

Para tal gente, Dios dice por medio del profeta Jeremías: “Me han abandonado a Mí, fuente de aguas vivas, para excavarme cisternas, cisternas rosas, que no pueden retener el agua” (Jeremías 2:13). Es decir, “Me han abandonado a Mí, Dios, quien soy la fuente del agua vivificadora, esto es, la virtud y carisma del Espíritu Santo, y excavaron para sí mismos pozos llenos de agujeros, que no retienen el agua”. De nuevo dice por medio del profeta Isaías: “Me buscan día tras día y se deleitan en conocer mis caminos, como si practicasen la justicia, y no hubiesen abandonado la ley de su Dios. Me piden juicios justos, y pretenden acercarse a Dios. Dicen: ‘¿Por qué ayunamos, si Tú no lo ves? ¿Por qué hemos humillado nuestra alma, si Tú te haces el desentendido? Es porque en vuestro día de ayuno andáis tras vuestros negocios y apremiáis a todos vuestros trabajadores. He aquí que ayunáis para hacer riñas y pleitos, y para herir a otros, impíamente, a puñetazos. No ayunéis como ahora, si queréis que en lo alto se oiga vuestra voz. ¿Es este el ayuno que Yo amo? ¿Es este el día que el hombre debe afligir su alma? Encorvar la cabeza como el junco y tenderse sobre saco y ceniza, ¿a esto llamáis ayuno, día acepto a Dios?’” (Isaías 58:2-5).

Es decir, “ellos me buscaban a diario y deseaban aprender la sabiduría de mi providencia, como si fueran justos que guardaran los mandamientos de Dios. Y dicen: “Señor, ¿por qué no nos ves cuando ayunamos? ¿Por qué no quieres saber que sufrimos tales tribulaciones?”. Y Dios responde: “No os escucho. Pues cuando ayunáis, continuáis obrando con mala voluntad. No quiero tal ayuno, ni tales tribulaciones. E incluso si estuvierais en lecho de ceniza en el suelo y revestidos de cilicio, aun así no acepto tal ayuno”.

Sin embargo, cuando los trabajos y las virtudes son llevados a cabo según la voluntad de Dios, entonces son aceptables para Él y beneficiosos. La voluntad de Dios es que hagamos lo que nuestro Señor nos manda, cuando nos dice: “El que de Mí come la carne y de Mí bebe la sangre, tiene vida eterna” (Juan 6:54). Esto no es solo un mandamiento, sino el principal de todos los mandamientos, pues constituye y perfecciona al resto de los mandamientos.

Por tanto, amados míos, si deseáis encender en vuestro corazón el divino amor y adquirir el amor por Cristo, y con este amor adquirir el resto de las virtudes, acudid regularmente a la Santa Comunión. Pues es imposible que alguien no ame a Cristo, y sea amado por Cristo cuando participa frecuentemente de su Santo Cuerpo y Sangre. Esto es algo natural, como vamos a ver.

Muchos se preguntan: ¿por qué los padres aman a sus hijos? ¿Y por qué los hijos aman a sus padres a la vez? Y respondemos que nadie se ha odiado nunca o a su propio cuerpo. Así, es natural para los hijos amar a sus padres, porque sus cuerpos vienen de los cuerpos de sus padres, y comen y se alimentan por la sangre de sus madres, mientras están en el vientre y después de haber nacido (pues la leche no es otra cosa que la sangre que se ha convertido en blanca). Por estas razones, yo digo que es una ley natural para los hijos amar a sus padres y, del mismo modo, para los padres el amar a sus hijos a la vez, porque han sido concebidos de sus propios cuerpos. De la misma forma, cuanto más frecuentemente recibimos el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, más se reaviva el deseo y el amor por Él. Por un lado, esto se debe a que cuanto más frecuentemente participan los cristianos de este Cuerpo y Sangre que vivifica la vida y la hace fluir, más los enardece al amor, incluso si son los más ingratos y duros de corazón de todos. Por otro lado, es debido a que el conocimiento de nuestro amor por Dios no es algo ajeno a nosotros, sino que es sembrado de forma natural en nuestro corazón desde el momento en el que nacemos según la carne, y cuando hemos renacido según el Espíritu en el Santo Bautismo. Por cualquier causa, esta chispa natural inmediatamente arde, como dice el sabio Basilio:

“Junto con la creación del animal (quiero decir el hombre), la semilla de la palabra fue implantada en nosotros, teniendo en sí misma la tendencia de incitarnos al amor. Los alumnos en la escuela de los mandamientos de Dios, habiendo recibido su palabra, son capaces por la gracia de Dios de ejercitarla con esmero. Debéis saber que esta virtud, aunque única, ya cumple y satisface por su eficacia cualquier mandamiento” .

En otras palabras, cuando el hombre fue creado, fue sembrado en él, al instante, un cierto poder que naturalmente genera el amor por Dios. El cumplimiento de los mandamientos de Dios diligentemente cultiva este poder, alimenta su conocimiento, y lo perfecciona por la gracia de Dios. Esta virtud del amor por Dios, aunque solo sea una virtud, contiene y activa el resto de los mandamientos.

Este poder natural para amar a Dios es fortalecido, aumentado y perfeccionado por la comunión frecuente del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor. Por esta razón San Cipriano escribe que, cuando los mártires se preparaban para acudir a su martirio, primero participaban de los inmaculados Misterios, y siendo así fortalecidos por la Santa Comunión eran inflamados con el amor por Dios y acudían al circo como corderos al esquilador. Y en agradecimiento por el Cuerpo y la Sangre de Cristo que habían recibido, derramaban su propia sangre y entregaban sus cuerpos a varias torturas.

¿Hay algo bueno, oh cristiano, que puedas desear tener, que la frecuente Comunión no te pueda dar? ¿Deseas regocijarte todos los días? ¿Deseas celebrar la brillante Pascua cuando mejor te parezca y exultar con inexpresable gozo durante esta triste vida? Acude frecuentemente a los Misterios como dice el apóstol, y como igualmente dice el divino Crisóstomo:

Durante la Gran Cuaresma sucede, pero una vez al año. Mas celebramos la Pascua (esto es, recibimos la Comunión) tres veces por semana o incluso cuatro. Así, diciéndolo mejor, tan a menudo como queremos. Pues la Pascua no consiste en ayunar, sino en el Ofrecimiento y Sacrificio que tiene lugar durante la celebración diaria. Y como testimonio de que esto es verdad, escuchemos a Pablo, que dice: “Porque ya nuestra Pascua, Cristo, ha sido inmolada” (1ª Corintios 5:7). Por lo tanto, tanto como participéis de la Comunión con una conciencia pura, celebráis la Pascua; no cuando ayunáis, sino cuando participáis de este Sacrificio… El catecúmeno nunca celebra la Pascua, aunque pueda ayunar cada año durante la Cuaresma, porque no comulga del Ofrecimiento. Así pues, aun cuando la persona que no ayunó, se acerca con una conciencia pura, celebra la Pascua, y lo hace hoy, mañana o en cualquier momento en el que participa de la Comunión. Pues una buena y propia preparación para la Comunión no es juzgada por la longitud del tiempo, sino por una conciencia pura” .

Así pues, por mucho que ayunéis para la Pascua, si no comulgáis, no celebráis la Pascua, como el divino padre nos acaba de decir. Y mientras no estemos preparados para recibir el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor no podremos celebrar verdaderamente el domingo o las otras fiestas del año, porque no se posee la causa y ocasión para la fiesta, que es el dulcísimo Jesucristo, y no se posee el gozo espiritual que provee la divina Comunión.

Todos los que piensan que la Pascua y las fiestas consisten en abundantes artoclasias , encender velas, el incienso fragante, y los plateados y dorados recipientes que adornan la Iglesia, están engañados . Pues Dios no busca tales cosas en nosotros, como dice por el profeta Moisés: “Ahora, oh Israel, ¿qué es lo que el Señor, tu Dios, te pide, sino que temas al Señor, tu Dios, que andes en todos sus aminos, y que le ames, y que sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, guardando los mandamientos de Dios y preceptos que hoy te mandó para bien tuyo?” (Deuteronomio 10:12-13).

Nuestra preocupación ahora no es discutir sobre piadosos ofrecimientos hechos en la Iglesia y si son buenos o no. Estos, ciertamente, son buenos, pero junto con ellos debemos también ofrecer la obediencia a los santos mandamientos de nuestro Señor, y preferir esto a todo lo demás. Según dice el profeta David: “Mi sacrificio, oh Dios, es el espíritu compungido; Tú no despreciarás, Señor, un corazón contrito y humillado” (Salmos 50:19).

El apóstol Pablo, en su carta a los hebreos, dice: “Sacrificio y oblación no los quisiste, pero un cuerpo me has preparado” (Hebreos 10:5). Lo que significa: “Oh Señor, no deseas que te presente todos los otros sacrificios y ofrendas, sino que me acerque a los Santos Misterios y reciba el santísimo Cuerpo de Tu Hijo, que has dispuesto para mí sobre la Santa Mesa, pues también esto es tu voluntad”. Por esta razón, queriendo mostrar que está listo para obedecer, el salmista dice: “Entonces he dicho: ‘He aquí que vengo’. En el rollo del libro me está prescrito hacer tu voluntad; tal es mi deleite, Dios mío, y tu Ley está en el fondo de mi corazón” (Salmos 39:8-9). Esto es: “He aquí Señor que he venido a hacer tu voluntad con toda solicitud, para cumplir tu ley con todo mi corazón”.

Por esta razón, si queremos nuestra salvación, debemos hacer la voluntad de Dios y obedecer sus mandamientos como hijos y con gozo, y no como esclavos y con temor. Pues el temor mantiene los antiguos mandamientos, mientras que el amor expone los mandamientos evangélicos. Esto es, los que estuvieron bajo la ley guardaron los mandamientos y estatutos de la ley por temor, no siendo así castigados y disciplinados. Pero los cristianos, desde que no estamos bajo la ley, debemos cumplir los mandamientos del Evangelio, no por temor, sino por amor, y debemos cumplir la voluntad de Dios como hijos.

La maravillosa y antigua voluntad de Dios Padre era proveer a su Hijo Unigénito y nuestro Señor Jesucristo con un cuerpo, como dice el apóstol . Esto es, por su Hijo, el encarnarse y verter Su sangre para la salvación del mundo, y para los cristianos el participar frecuentemente de Su Cuerpo y de Su Sangre. Así, estaremos a salvo de los engaños y maquinaciones del mal durante esta vida presente, y cuando nuestras almas partan de nosotros, volarán como una paloma en libertad y gozarán en el cielo, sin ser impedido el paso por los espíritus que acechan en el aire.

Y esto es verificado por el divino Crisóstomo, que dice:

Además, otra persona me dijo (dice ‘otra persona’ porque de antemano habló de otra persona que le había descrito una visión diferente) no habiéndolo escuchado de nadie mas, sino habiéndolo considerado él digno de ser escuchado y visto, con relación a los que están a punto de abandonar esta vida, que si participan de los Misterios, con una conciencia pura, cuando están a punto de espirar, los ángeles los protegen a causa de lo que han recibido, y los llevan con ellos (al cielo) .

Así, hermanos míos, puesto que no sabéis cuando vendrá la muerte, si hoy, o mañana, o en esta misma hora, debéis siempre haber comulgado de los inmaculados Misterios para estar preparados. Y si es la voluntad de Dios que continuéis en esta vida presente, viviréis una vida, por la gracia de la Santa Comunión, llena de gozo, llena de paz, y llena de amor, acompañada por todas las demás virtudes. Pero, si es la voluntad de Dios que muráis, a causa de la Santa Comunión pasaréis libremente a través de los puestos de peaje de los demonios que se encuentran en el aire, y moraréis con gozo inexplicable en las mansiones eternas . Pues mientras estéis siempre unidos a nuestro dulcísimo Señor Jesucristo, el poderoso Rey, viviréis aquí una vida bendita, y cuando muráis, los demonios huirán de vosotros como un rayo y los ángeles abrirán la entrada celestial para vosotros y entraréis en procesión hasta el trono de la Santísima Trinidad .

¡Oh qué majestuosos beneficios disfrutan los cristianos por la frecuente Comunión, tanto en esta vida presente como en la vida futura!

¿Te gustaría, oh cristiano, por los más pequeños errores que hayas cometido como hombre, tanto con tus ojos como con tus oídos, ser perdonado? Acércate a los Misterios con temor y con un corazón contrito , y te serán remitidos y perdonados. San Atanasio de Antioquía confirma esto:

Si caemos en pequeños y perdonables pecados a causa de nuestro ser humano, ya sea por nuestra lengua, oídos, ojos, y si somos víctimas del engaño de la vanagloria, o la tristeza, o el enojo, o cualquier otro pecado parecido, condenémonos a nosotros mismos y confesemos a Dios. Así pues, participemos de los Santos Misterios, creyendo que la recepción de los divinos Misterios es para la purificación de estos pequeños pecados .

Muchos otros santos también testifican esto. El divino Clemente de Roma dice: “Habiendo participado del precioso Cuerpo y Sangre de Cristo, demos gracias a Aquel que nos ha considerado dignos de participar de Sus Santos Misterios, y pidamos que esto no sea para nuestra condenación, sino para nuestra salvación… para el perdón de los pecados” .

San Basilio el Grande dice: “Y hagámonos dignos de participar sin condenación en los inmaculados y vivificadores Misterios, para el perdón de los pecados” .

El divino Crisóstomo dice: “Que los que quieren participar de ellos deben estar en vigilancia de espíritu, para el perdón de los pecados” .

Si bien la confesión y el cumplimiento de una regla ascética es posible para el perdón de los pecados, la divina Comunión es también necesaria. El primero elimina los gusanos de una fétida herida, luego corta la piel podrida, y finalmente aplica el ungüento sobre ella para que sea sanada, pues si se deja sin tratar, vuelve a su estado anterior, y lo mismo es verdadero en el caso del pecado. La confesión elimina los gusanos, el cumplimiento de una regla ascética corta la piel muerte, y la divina Comunión la sana como un ungüento. Pues si la divina Comunión no es así aplicada, el pobre pecador se vuelve a su anterior condición, “y el estado último de ese hombre viene a ser peor que el primero” (Mateo 12:45).

¿Escucháis, mis queridos cristianos, cuántos carismas recibís de la frecuente Comunión? ¿Qué vuestros pequeños y perdonables pecados son perdonados y vuestras heridas son tratadas y restablecidas completamente? ¿Qué es más bendito para vosotros que el prepararos siempre para recibir la Comunión, y con la preparación y la ayuda de la divina Comunión encontraros libres de pecado? Pues, ¿vosotros que terrenalmente sois puros, seréis puros como los ángeles? ¿Puede haber mayor felicidad que esta?

Y os diré algo aún más grande, mis hermanos. Si frecuentemente os acercáis a los Misterios y participáis dignamente de este inmortal y glorioso Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, y os hacéis un solo cuerpo y una sola sangre con el santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, la energía y el poder vivificador, entonces, en la resurrección de los justos, vuestro cuerpo será llevado a la vida y resucitado incorruptible y glorificado igual que el de Cristo, como el divino apóstol escribe a los filipenses: “el cual vendrá a transformar el cuerpo de la humillación nuestra conforme al cuerpo de la gloria Suya, en virtud del poder de Aquel que es capaz para someterle a Él mismo todas las cosas” (Filipenses 3:21).

Todas estas grandes dignidades sobrenaturales y gracias de las que hemos hablado hasta ahora son recibidas por todos los cristianos que participar de los divinos Misterios de nuestro dulcísimo Señor Jesucristo con una conciencia pura; y ciertamente todavía más cuando estos son recibidos, cosa que no hemos mencionado en aras a la brevedad.

Después de que alguien recibe la Comunión, piensa en el temor y en los Misterios de los que ha participado, por lo que tiene cuidado de sí mismo para no deshonrar esta gracia. Teme sus pensamientos (logismoi), escapa de ellos, y se protege a la vez de ellos. Empieza una correcta y virtuosa vida, y, tanto como es posible, se abstiene de todo mal. Cuando empieza a pensar en el hecho de que recibirá la comunión de nuevo en pocos días, redobla sus esfuerzos para vigilarse a sí mismo. Pone más celo a su celo, autocontrol al autocontrol, vigilancia a la vigilancia, a la labor añade más labor, y lucha tanto como es posible. Esto es porque está apremiado por dos frentes: por un lado, porque ha recibido hace muy poco la Comunión, y por otro lado, porque la recibirá de nuevo en poco tiempo.


San Nicodemo el Agiorita

 

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