Otra vez uno de los santos tuvo esta visión: un ejército de ángeles bajaba del cielo por orden de Dios y llevaban un rollo en la mano, o sea, un volumen escrito por dentro y por fuera. Y se preguntaban: "¿A quién debemos confiarlo?" Unos decían: "A este"; otros: "A este otro"; pero, finalmente, se decidieron y dijeron: "Verdaderamente son santos y dignos, pero a nadie puede ser confiado este libro más que a Efrén." Luego vio el anciano que le entregaron el volumen a Efrén; al alba, cuando se levantó, oyó como una fuente que brotaba de la boca de Efrén mientras componía, y supo así que provenía del Espíritu Santo lo que salía de los labios de Efrén.
San Efrem Siriaco