Wednesday, September 13, 2017

La Cruz — Poder de los Reyes.

La Cruz — "Poder de los Reyes," la Cruz — invencible victoria de la piedad, la cruz — arma invencible; con estas palabras y expresiones la Santa Iglesia glorifica a la Cruz, "sobre ella se crucificó Cristo — Rey y Señor," en el solemne día de la festividad de Elevación Universal.

Y que estas no son solo palabras, sino la realidad, claramente testifica gran acontecimiento del año 312 d.C. — un maravilloso signo en los cielos que definitivamente convirtió al Emperador del antiguo y pagano Imperio Romano, Constantino el Grande, en un profundo creyente cristiano y no solo puso fin a terribles persecuciones de los cristianos que habían durado tres siglos. También dio comienzo a la paulatina cristianización de todo el Imperio.

Cómo aconteció todo, relata detalladamente un famoso historiador de la iglesia, Eusebio Pamfilo, en su "Primer libro sobre la vida del beato Rey Constantino." Él, ante todo, relata sobre el padre del Emperador Constantino, Constancio Floro, quien estaba bien dispuesto hacia el cristianismo y no quería perseguir a los cristianos, tal como pasaba con sus antecesores Diocleciano, Maximiano y Maxentio.

Después de la muerte de su padre los ejércitos nombraron a Constantino Augusto. "Afirmado en el reino, Constantino enseguida se ocupó de su herencia, visitó las regiones que estaban bajo el poder de su padre y con gran humanidad las gobernó. Además de esto, sometió a las tribus bárbaras que vivían sobre bordes de Rin y sobre la costa occidental del océano. A los que intentaron levantarse hizo pacíficos y a otros que parecían animales salvajes venció, pero viendo que no tenían capacidad de aceptar las reglas pacíficas de la vida, expulsó de los límites de su imperio. Luego él se representó a todo el universo como un gran cuerpo y viendo que la cabeza de este cuerpo — la ciudad real del Imperio Romano, sufre una dura esclavitud de un tirano, primero encargó la defensa a los gobernadores de otras partes del imperio como personas de mas edad (Galerio, Maximiano y Maximino, entre los cuales entonces estaba dividido en 4 partes el Imperio Romano). Pero cuando ninguno de ellos pudo ayudar a Roma y hasta terminaban sus esfuerzos en forma vergonzosa, Constantino dijo que no puede vivir hasta que la ciudad real queda bajo el peso de desastres — y comenzó los preparativos para destruir al tirano." (cap. 22, 25 y 26).

Mientras tanto, el tirano mismo Maxentio que estaba en Roma viendo en el Constantino un peligroso rival, le declaró la guerra. "Las fuerzas de Constantino eran mas débiles que las de sus enemigos. El sintió que necesita ayuda desde lo alto y la buscó. El comenzó a pensar a qué dios llamar para ayuda. Con esto pensó que no pocos reyes al poner su esperanza en muchos dioses se engañaron y terminaron mal sus obras y que su padre Constancio toda su vida veneraba al Único Alto Dios y tenía signos de Su protección y así se convenció que se debe honrar a Dios de su padre" (cap. 27).

"Y comenzó a llamar a El y pedir y rogar que le apareciera, le enseñara sobre El y le extendiera Su mano. Constantemente elevando sus oraciones y pedidos, el Rey obtuvo el muy sorprendente signo enviado por Dios; de manera que era hasta difícil de creer, si contaba alguien otro. Pero a nosotros nos convencía con juramento el mismo Rey victorioso, cuando mucho tiempo después lo conocimos y hablamos con él escribiendo este libro; por eso ¿quién dudaría de la verdad de lo dicho? — mas todavía ¡cuando el tiempo subsiguiente fue testigo de su verdad!"

"Una vez, en horas de mediodía, cuando el sol comenzó a inclinarse hacia el occidente — decía el Rey — vi con mis propios ojos formado por la luz el signo de la cruz sobre el sol con la inscripción "¡Con esto vence!"

Esta visión causó pavor tanto a él mismo como también a todo el ejército, que lo seguía no sabiendo adónde, y seguía viendo el milagro revelado" (cap. 28).

Esto pasó el 28 de octubre de 312, cuando Constantino con el ejército iba contra Maxentio, encerrado en Roma. Esta milagrosa visión de la cruz en pleno día atestiguada por muchos escritores contemporáneos en base a palabras de los testigos.

Es particularmente importante el testimonio del confesor Artemio ante Julián el Apóstata, al cual durante el interrogatorio Artemio decía: "Cristo desde lo alto llamó a Constantino cuando éste hacía la guerra contra Maxentio, mostrándole a mediodía el signo de la cruz, que radiante brillaba sobre el sol y con letras romanas parecidas a estrellas profetizaba la victoria en esta guerra. Estando allí, vimos este signo y leímos las letras, lo vio todo el ejército: muchos testigos de esto están en tu ejército también si solo tu desearas preguntarles" (Ver Historia de Filostorgio, 45).

"Constantino, sin embargo, estaba perplejo y se decía: "¿Qué puede significar semejante visión?" Mientras él pensaba y razonaba — se hizo noche. Entonces en sueño le apareció Cristo Dios con la visión que se vio en el cielo y ordenó hacer un estandarte semejante a lo que se vio en el cielo y usarlo para la protección contra los enemigos" (cap. 29).

"Al levantarse la mañana siguiente Constantino relató a sus amigos este misterio y luego, llamando a los maestros que sabían trabajar con oro y piedras preciosas, se sentó entre ellos y después de describir la imagen del signo les ordenó de hacer una igual de oro y piedras preciosas. Este estandarte — dice Eusebio — lo vimos con nuestros ojos" (cap. 30).

"Tenía siguiente aspecto: sobre una larga lanza cubierta de oro fue fijada una barra transversal que formaba con la lanza el signo de la cruz. Arriba, sobre la punta de la lanza estaba fijada un corona de oro y piedras preciosas y sobre ésta — el símbolo de nombre salvador: dos letras indicaban el nombre de Cristo: XP (indicada por los trazos de la X, de cuyo medio salía la letra P). [Hay que aclarar que en ruso X=J y P=R. El nombre de Cristo en ruso es JRISTOS.] Estas letras el rey tenía costumbre de llevar sobre su yelmo. Luego sobre la barra transversal colgaba un fino y blanco trozo cuadrado de tela de rey cubierta de distintas piedras preciosas y que brillaba con rayos de luz. Bordado de oro parecía a los que lo veían inexpresablemente hermoso. Sobre la lanza debajo del signo de la cruz colgaba una representación de oro del Rey amado por Dios y de sus hijos.

El rey usaba este estandarte salvador para vencer a la fuerza enemiga contraria y ordenó en todos los ejércitos llevar estandartes semejantes" (cap. 31).

"Sobrecogido por la santa visión y decidido de no honrar a ningún otro dios además del visto, Constantino llamó a los portadores de Su palabra y les preguntó ¿Quién es este Dios y qué significado tiene el signo visto? Ellos respondieron que aquel Dios es el Hijo Unigénito de único Dios y el signo visto — es el símbolo de inmortalidad y solemne signo de la victoria sobre la muerte que tuvo El cuando había venido a la tierra. Luego revelando en detalle la enseñanza sobre la encarnación, ellos explicaron a Constantino también la causa de Su venida" (cap. 32). Así comenzó la revelación de la nueva religión cristiana al Emperador, antes pagano, y en la cual él comenzó a profundizar cada vez más, como relata Eusebio.

"Constantino aprendía de sus palabras y, teniendo ante su vista el milagro de la Aparición Divina y comparando la visión celestial con la explicación de palabra, se afirmaba cada vez más en sus pensamientos. Estaba convencido que el conocimiento de todo esto le es enviado de lo alto y hasta comenzó a leer los Escritos Divinos. Además, ordenó que lo acompañen los sacerdotes de Dios — pensando que a Dios que él vio hay que honrar con todos los medios de servicio.

Protegido así por esperanza buena en Él, él se apresuró al final de apagar el fuego del tirano (cap. 32).

Habiendo llamado a Dios de todos y como Salvador y Ayuda a Su Cristo, Constantino con el estandarte de la victoria salió con el ejército contra Maxentio que se fortificó en Roma. Con la Fuerza de Dios, Emperador Constantino obtuvo una brillante victoria sobre el tirano Maxentio, que hacía en Roma actos deshonestos y malvados. Huyendo, el tirano fue tirado desde el puente de Milvian al Tiber y se ahogó a 15 km. de Roma. Agradeciendo a Dios el vencedor solemnemente entró en la ciudad imperial, donde lo recibían "con caras y corazones alegres, con bendiciones y inexpresable gozo. Familias enteras con sus esclavos en voz alta y sin contención lo proclamaban como su libertador, salvador y bienhechor. El en posesión de una innata piedad, no se vanagloriaba con estas exclamaciones y lisonjas, sino teniendo presente la ayuda de Dios, enseguida elevó una oración de agradecimiento al Dador de la victoria" (cap. 39).

Con monumentos populares y escritos el Emperador Constantino hizo saber a toda la gente la fuerza del salvador estandarte de Cristo. "En medio de la ciudad imperial él elevó a este sagrado estandarte y escribió en forma definitiva e imborrable que este salvador estandarte es el protector del Imperio Romano y de todo el reino. Y cuando en el lugar mas poblado de Roma colocaron su estatua — él inmediatamente ordenó fijar en la mano de su imagen aquella alta lanza en forma de la cruz y escribir en latín la siguiente leyenda: "Con este salvador estandarte, un verdadero testimonio de coraje, salvé y liberé vuestra ciudad de yugo del tirano y después de la liberación devolví al senado romano y el pueblo la libertad, el brillo anterior y la fama" (cap. 40).

Después el Emperador Constantino y sus guerreros muchas veces experimentaban la ayuda y la fuerza de la Cruz del Señor. Como atestigua Eusebio, "donde el estandarte de la cruz aparecía, allí los enemigos huían y los vencedores los perseguían. Cuando el Emperador lo supo, ordenó llevar el estandarte salvador como un medio real de la victoria, donde veía alguna de sus huestes debilitada. La victoria enseguida se reconstituía, ya que a los que luchaban fortificaba la fuerza enviada desde lo alto" (Lib. II, cap. 7).

"Por eso a aquellos de sus escuderos que se distinguían por la fuerza física, fuerza del alma y carácter piadoso, Constantino ordenó estar sirviendo solo a este estandarte. Tales hombres había no menos de cincuenta, y ellos no tenían otra obligación que estar parados alrededor del estandarte o seguirlo como guardia cuando cada uno por turno lo llevaba sobre sus hombros." Al escritor de estos acontecimientos relataba el Emperador mismo y a su relato agregó el siguiente acontecimiento recordado (Lib. II, cap. 8):

"Una vez, en plena batalla, en el ejército se produjo gran confusión y ruido. En ese tiempo el que llevaba el estandarte sobre sus hombros sufría mucho de cobardía y pasó su carga a otro para huir del campo de la batalla. Cuando uno tomó el estandarte y el otro se alejó y estaba fuera de la guardia del estandarte — una flecha lo hirió en el abdomen y él cayó muerto, recibiendo el castigo por la cobardía y falta de fe. Por el contrario, para aquel que tomó el estandarte salvador, éste le conservó la vida de manera que a pesar de muchas flechas que mandaban a él — quedaba intacto; todos los golpes recibía la lanza del estandarte" (Lib. II, cap. 9).

Con la fuerza de la Cruz del Señor, el Emperador Constantino venció luego al Liquinio que luchaba contra el cristianismo, a los Escitas y a los Sarmatas (Lib. II, cap. 12, 16 y 17; lib. IV, cap. 5 y 6). De manera que la cruz que era el instrumento, entre los paganos, del suplicio deshonroso se tornó con Emperador Constantino el estandarte de la victoria — solemne victoria del cristianismo sobre el paganismo y objeto de la más profunda veneración.

Con el edicto de Milán en el año 312 el Emperador Constantino permitió a todos sin inconvenientes abrazar el cristianismo.

Con el edicto del año 313 se ordenaba devolver a los cristianos lugares de reuniones religiosas y todas las posesiones inmobiliarias que fueron confiscadas durante las persecuciones.

En el año 314 Emperador Constantino prohibió los juegos paganos, luego liberó a los sacerdotes de funciones cívicas y las propiedades de la iglesia de impuestos comunes; suprimió la ejecución por crucifixión y emitió una severa ley contra los judíos que se levantaban contra la Iglesia Cristiana (313-314); permitió la liberación de los esclavos en las iglesias sin particulares trámites que eran muy engorrosas en los juzgados civiles (316), prohibió a personas particulares de hacer sacrificios a los ídolos y usar el adivinamiento en casa, dejando este derecho solo a las sociedades (319); dio la orden para todo el Imperio Romano de festejar el domingo (321); abolió las leyes existentes entre los romanos contra la soltería y protegió a cristianos y cristianas que daban el voto de castidad; dejó a la Iglesia el derecho de recibir propiedades por testamento; permitió a los cristianos de ocupar altos puestos gubernamentales; ordenó construir libremente templos cristianos y prohibió colocar en ellos, según la costumbre en templos paganos, las estatuas o imágenes imperiales (325).

Así se ve con que poder invencible se manifestó la fuerza de la Cruz de Cristo transformando el enorme mundo pagano en un imperio cristiano y a sus reyes — en fieles guardianes de la Iglesia y la piedad cristiana. Y todos los intentos de hacer renacer el paganismo y en una u otra forma vulnerar al verdadero cristianismo, invariablemente terminaban en derrota. El Emperador Constantino fue declarado Santo por la Iglesia y llamado "Igual a los Apóstoles."

La fuerza de la Cruz del Señor vencía y el verdadero cristianismo festejaba la victoria sobre sus enemigos. Es por eso insensato y criminal negar esta fuerza Divina.

Catecismo Ortodoxo 

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