Oh, cómo amaría, amigo de Dios, que en esta vida estéis siempre en el Espíritu Santo. "Yo os juzgaré en el estado en el que os encontrare, dijo el Señor" (Mt. 24:42). Desgracia, gran desgracia si El nos encuentra angustiados por las preocupaciones y penas terrenales, ya que, ¿quién puede soportar Su cólera, y quién puede resistirlas? Es por eso que El dijo: "Vigilad y orad para no ser inducido a la tentación" (Mc 14:38). Dicho de otra manera, vigilad para no ser privado del Espíritu de Dios, ya que las vigilias y la plegaria nos dan Su gracia.
Es cierto que toda buena acción hecha en nombre de Cristo confiere la gracia del Espíritu Santo, pero la oración es la única práctica que está siempre a nuestra disposición. ¿Tenéis, por ejemplo, deseo de ir a la iglesia, pero la iglesia está lejos o el oficio terminó? ¿Tenéis deseos de hacer limosna, pero no veis a un pobre, o carecéis de dinero? ¿Deseáis permanecer virgen, pero no tenéis bastante fuerza para esto por causa de vuestras inclinaciones o debido a las asechanzas del enemigo que por la debilidad de vuestra humanidad no os permite resistir? ¿Pretendéis, tal vez, encontrar una buena acción para practicarla en Nombre de Cristo, pero no tenéis bastante fuerza para esto, o la ocasión no se presenta? En cuanto a la oración, nada de todo esto la afecta: cada uno tiene siempre la posibilidad de orar, el rico como el pobre, el notable como el hombre común, el fuerte como el débil, el sano como el enfermo, el virtuoso como el pecador.
Se puede juzgar el poder de la plegaria que brota de un corazón sincero, incluso siendo pecador, por el siguiente ejemplo narrado por la Tradición Santa: A pedido de una desolada madre que acababa de perder a su hijo único, una cortesana que la encuentra en su camino, afligida por la desesperación maternal, osa gritar al Señor, mancillada como estaba aún por sus propios pecados: "No es por mí, pues soy una horrible pecadora, sino por causa de las lágrimas de esta madre llorando a su hijo, y creyendo firmemente en Tu misericordia y en Tu Todo-poder, que te pido: resucítalo, Señor!" Y el Señor lo resucitó. Tal es, amigo de Dios, el poder de la oración. Más que ninguna otra cosa, ella nos da la gracia del Espíritu de Dios y, sobre todo, está siempre a nuestra disposición. Bienaventurados seremos cuando Dios nos encuentre vigilantes, en la plenitud de los dones de Su Espíritu Santo. Entonces podremos esperar gozosos el encuentro con Nuestro Señor, que riega revestido de poder y de gloria para juzgar a los vivos y a los muertos y para dar a cada uno su merecido.
San Serafín de Sarov
Muchos padres, amando en forma errónea a sus hijos, les causan un daño espiritual. por. ej., la madre por excesivo amor a su hijo, abrazándolo y besándolo, le dice: "que maravilloso niño eres" o "Tu — el muchacho mejor del mundo," etc. De esto, el pequeño desde muy temprano (a la edad que no puede tener todavía plena conciencia), asimila una elevada opinión de si mismo, que él es el mejor y más inteligente de todos. Por eso él, naturalmente, no siente necesidad de la gracia Divina y no sabe pedir ayuda a Dios. Así, desde la temprana infancia, en el alma del niño se fija una pétrea presunción, que nunca podrá superar y la llevará consigo a la tumba.
El mal esta en que los primeros en sufrir esta soberbia son los mismos padres. Realmente, los niños de tales padres no van a escuchar tranquilamente sus enseñanzas, estando seguros de que lo saben todo mejor que ellos. Por eso, los padres deben ser muy cuidadosos con el desarrollo espiritual de sus hijos, ya que son responsables no solo por si mismos, sino también por ellos.
Los consejos útiles del Starez para los confesores y los padres: "El arbolito se ata con un pasto suave y no con un alambre, sino se daña la corteza y se seca. La limitación de un niño o novicio debe ser suave y bondadosa para que no se seque espiritualmente." "Un joven vivaz y egoísta no debe ser amansado bruscamente por su maestro, sino le saldrán muchas ramas, como pasa con un árbol joven y lleno de jugo, si le cortan muchas ramas. En el tiempo cuando tu árbol espiritual es pequeño y sus ramas bajas, acepta con alegría el cerco espiritual y los lazos de limitación, para que no sea vulnerado por las cabras y hecho inservible. Hay que crear la paciencia para crecer espiritualmente, gustar de tus propios frutos y refrescarte en tu sombra."
El Starez dijo: "El único valor en la vida — es la familia. Apenas perecerá la familia — perecerá también el mundo. Muestra tu amor, en primer termino, a tu familia... Cuando sea destruida la familia, será destruido todo, el sacerdocio y el monaquismo."
En nuestro tiempo se habla mucho de magia, por eso representa particular interés un relato del Starez, que yo cito aquí, según lo anotó un visitante: "El niño puede ser sometido a influencias demoníacas, pero si es puro, el diablo no lo puede tentar. Pero, cuando el niño comienza a desobedecer a sus padres y deja de ser sincero, de él se aleja la gracia Divina. Hay que saber, que los demonios incitan el hombre para el mal desde afuera. Pero para que ellos puedan entrar en él, el hombre debe darles pretexto serio. En otra forma no pueden hacer nada. Para que lo entiendan, les relataré un caso característico con una maestra de 40 años y su alumno de 15 años. Sobre este caso ella mismo me escribió hace poco. Ella era soltera, lo que se llama "solterona," y le entró una ardiente pasión impura hacia un alumno de secundaria de 15 años. Ella se dirigió a un mago para que le ayude. Pero como el niño era puro, el mago no pudo hacer nada, y por eso le aconsejó arrastrarlo al pecado, entonces la magia encontrará su lugar en él, o sea, encontrará abierta al puerta de su alma para hacer con él lo que quiera. Ella llevó al niño a su casa, lo sedujo y lo hizo pecar. El diablo, enseguida, aprovechó el momento propicio y entró en él. Desde ese momento, el niño, poseído por las fuerzas del mal, se debilitó, se enfermó y estuvo cerca de la muerte. No quería leer, ni ir a la escuela, ni comer, ni hacer nada. Y ahora, ella, esta mujer diabólica, me escribe que está muy triste por el niño que se encuentra en ese estado, y quiere que yo ore por él. Pero, por otro lado, ella no desea perderlo. Si fuera asi, y a pesar de que yo nunca toqué a nadie, ni con un dedo, le arrancaría todos sus cabellos, uno por uno, por el mal que le hizo al niño."
El Starez dijo: "Nunca juzguemos a nadie cuando veamos a alguien caer en pecado; lloremos y pidamos a Dios perdonarlo. Si vamos a juzgar los errores de otros, esto va a significar, que nuestra vista del alma todavía no está limpia. El que ayuda a su prójimo, recibe la ayuda de Dios. El que condena a su prójimo con envidia y cólera, tiene a Dios, como juez. Nunca juzguemos. Vamos a considerar a todos santos, y solo nosotros mismos — pecadores. La condena puede ser no solo con palabras, sino, con la mente y la disposición interior del corazón. La disposición interna da el tono a nuestros pensamientos y palabras. De cualquier manera, para nosotros es mejor ser contenidos en nuestras opiniones para no caer en vituperio, en otras palabras, vamos a evitar a acercarnos al fuego, sino, o nos quemamos, o nos llenamos de hollín. La mejor cosa es condenarsa si mismos y dejar de ocuparnos de otros."
Los Santos Padres nos dicen que debemos ser muy cuidadosos con las visiones, ya que pueden proceder también del maligno, y para no caer en la tentación, debemos distinguir ¡el bien del mal! Por ejemplo, ellos dicen, que la luz Divina es blanca, en cambio, la luz del maligno — es roja.
También dicen los Santos Padres, que el Ángel de Dios emana alegría, en cambio el maligno, tomando aspecto de un ángel, trae inquietud. ¿Pero qué hace el espíritu maligno? El excita el corazón con alegría carnal y seduce al hombre, que no había experimentado aún el regocijo celestial divino. Lo seduce con la alegría carnal, para que él no pueda distinguir la alegría verdadera de la falsa. Por eso hace falta considerar las visiones como lo enseñan los Santos Padres y no con propias explicaciones lógicas.
A menudo, vemos a novicios de los grandes maestros, que no pueden evidenciar la opinión que tiene el confesor de ellos; a pesar de haber vivido al lado de él muchos años, y leer sus escritos claros y escritos en idioma contemporáneo.
San Paisio