Friday, April 12, 2019

La Cáscara de Muerte: la Hipocresía Por el San Nikolai Velimirovich

Qué bellamente decoran los huevos nuestra gente en los Balcanes. El tiempo más bonito para decorar es la Pascua. Se hace de esta forma para aumentar la alegría de la Pascua. Para hacer a sus huéspedes más felices. A veces los huevos pintados son verdaderas obras de arte. Si los huevos de colores se dejan reposar demasiado tiempo, se pudren por dentro, y desprenden un olor insoportable, o al final se terminan por secarse por completo.

Es entonces cuando la cáscara de colores contiende dentro de sí la propia muerte.

Más terrible es la imagen que Jesús da sobre los hipócritas, que son como “sepulcros blanqueados, que por fuera tienen bella apariencia, pero por dentro están llenos de osamentas de muertos y de toda inmundicia.” (Mateo 23:27)

“Cuidad de no practicar vuestra justicia a la vista de los hombres con el objeto de ser mirados por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.” (Mateo 6: 1)

La justicia querida por Dios, como Jesús mismo reveló en el Monte, es la siguiente: la misericordia, la oración, la confianza y la fe en Dios como el único Soberano, no preocuparse por el mañana, el buscar antes que nada la Realeza de Dios, teniendo fe en que recibirás de Dios lo que Le pidas, que encontrarás lo que buscas, que abrirás una puerta cerrada; y también: no juzgar con juicio severo, y no medir con falsa medida, para que así no te sea devuelto; no buscar la paja en ojo ajeno, mientras hipócritamente ocultas la viga en tu propio ojo; hacer a tu prójimo todo aquello que desearías que hicieran contigo; no tener miedo del camino angosto pues es un camino santo y puro que lleva a la vida, por el contrario alejarse volando del camino ancho y tranquilo que conduce a la muerte; dar buenos frutos a Dios tu Anfitrión, que te plantó como un buen árbol; no enorgullecerte de tus buenas acciones, sino hacerlo todo “conforme a la voluntad de Mi Padre que está en los Cielos”; cumpliendo todas las palabras de Cristo, y de esa manera, construyéndote una casa por la eternidad como un hombre prudente que no edificó su casa sobre la arena, sino sobre la roca, para que ni las aguas torrenciales, ni los vientos, ni las tormentas pudieran dañarla. (Mateo 6,7 y Lucas 6:48) Los fariseos, los escribas, y los hipócritas hacen todo lo contrario de estas Palabras y de la Sabiduría de Dios. Cuando dan limosna, lo hacen en lugares donde se reúne gente y en las calles, y no lo hacen por la gloria de Dios, ni para ayudar a los pobres, sino sólo para ser vistos por los hombres.

Cuando oran a Dios, oran en las calles, de nuevo sólo para ser vistos por los hombres.

Cuando ayunan, ponen sus caras tristes, descuidadas y pálidas, de nuevo para que puedan ser vistos por los hombres. Por desgracia, lo hacen todo sólo para ser vistos por los demás, ya que supuestamente son misericordiosos, orantes y grandes ayunadores.

Hacían todo esto, y lo hacen hoy en día, por dos razones: para recibir de los hombres gloria y dinero. Con Dios, ni siquiera cuentan, como si ni siquiera existiera. En verdad, los hipócritas son, en última instancia, los hombres más impíos (sin Dios, ateos). Engañan a la gente dándoles lo que les apetece, siendo ese su generoso pago. De Dios, no tienen nada que esperar, porque no Le han agradecido con ninguna de sus obras, sino que sólo han incurrido en Su ira.

Sobre ese pueblo de hipócritas dice el Señor “se me acerca (sólo) con su boca y (sólo) con sus labios me honra, mientras su corazón está lejos de Mí.” (Isaías 29:13)

Si no están cumpliendo con la voluntad de Dios Padre, entonces están cumpliendo con la voluntad de “el padre de todas las mentiras.” El padre de todas las mentiras, el diablo, les enseñó que es normal, natural y razonable hacerlo, y que otros antes que ellos también hicieron lo mismo, y vivieron muy bien, recibiendo del hombre gloria y riquezas. Ese es el camino hollado por el mundo, del cual no deberían pasar, a pesar de lo que haga el mundo. Ellos, miserables como son, no sienten cuánto Satanás les ha engañado con tales mentiras, y lo mucho que les ha contaminado y secado sus corazones hasta el punto de que incluso los ángeles de Dios vuelven sus rostros del hedor de sus almas.

Todo su aspecto, su apariencia física arreglada, es sólo una cáscara de color de muerte, una tumba encalada. Cuando les llegue a ellos, lo que llamamos muerte, por desgracia, todo lo que realmente les llegará es la confirmación y el sello de su ya largo pasado, su alma muerta.




Pero tú, no seáis como los hipócritas, eso fue lo que Cristo enseñó a la gente. No seáis como los hipócritas cuando les deis caridad, “Pero cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha.” (Mateo 6: 2,3)

No seáis hipócritas cuando oréis a Dios. “Tú, al contrario, cuando quieras orar entra en tu aposento, corre el cerrojo de la puerta, y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.” (Mateo 6: 5-13)

No seáis como los hipócritas cuando ayunéis. “Más tú, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, a fin de que tu ayuno no sea visto, no de las gentes, sino de tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará” (Mateo 6: 16-18) “Nada hay oculto que no haya de manifestarse, ni ha sido escondido sino para que sea sacado a la luz.” (Marcos 4:22)


Dios te revelará grandes secretos en el momento en el que menos lo esperes. Los profetas y justos lo sabían, pero los escribas y los fariseos no lo hacían, y aún siguen sin hacerlo.

Los profetas y justos temieron a Dios, y amaron a su pueblo, mientras que los fariseos y los escribas, hipócritas, no temen a Dios, y detestan a su propio pueblo.

Jesús siente compasión por su pueblo, hasta las lágrimas siente compasión por ellos, a quien los príncipes de los sacerdotes y gobernantes engañan, abusan, y se aprovechan de su piedad. (Mateo 15: 32) En Su sermón anterior, Cristo declara abiertamente la guerra contra la hipocresía (del pueblo de Israel).

Como el Hijo de Dios moraba entre los hombres, y el tiempo pasaba, Él aumenta esta guerra contra la hipocresía, humillándola, y contra la hipocresía de los líderes religiosos de la época, humillándoles en sus propias caras, y delante de todo Su pueblo.

Nunca humilló a ningún pecador tanto como humilló a los hipócritas. Por último, la humillación de Jesús a la hipocresía, cuando se encontraba cerca del final de su estancia terrenal, se tornó terriblemente atronadora. No debería sorprender a los que tienen conocimiento, que Jesús no habló a una sola generación, la generación de Su vida terrenal, sino a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos.

Mientras humillaba a los judíos hipócritas cara a cara, también estaba humillando a todos hipócritas de todos los tiempos y todas las generaciones.

¿Por qué Jesús golpeó tan fuertemente y sin piedad alguna especialmente a la hipocresía? Eso es debido a que la hipocresía es una mentira satánica, la hipocresía es satánica desde el principio; esa es la mala hierba que Satanás ha sembrado en todos los cultivos de Dios en la tierra: en el corazón del hombre, en su casa, en su matrimonio, en su grupo de amigos, de su pueblo y nación, en la política y el comercio, en la tristeza y en la alegría, en todas partes, en todas las épocas y civilizaciones. Ni una sola civilización logró erradicar la mala hierba de la hipocresía, sino que la mala hierba enraizada echó a perder a muchas de ellas (civilizaciones). Si una civilización brilló con gloria hacia el resto, como la europea y la japonesa, no quiere decir que destruyeran la hipocresía, sino sólo que la ocultaron con mayor habilidad debajo de su caparazón en el que no estaba escrito el nombre de Jesucristo, como lo está en los huevos de Pascua en los Balcanes. Más bien, sus marcas: su cortesía, sus modales, su sofisticación, son palabras de las cuales los demonios no tienen miedo, y la mala hierba de la hipocresía, sin traba alguna, crece desenfrenada.

Jesucristo, el Logos de Dios encarnado, anunció al principio dos guerras: contra Satanás, y contra la hipocresía. La gente Le amaba, y Le honraba con gran respeto y temor de Dios, como Su Salvador “Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas de ellos.” (Mateo 7:29)


De las Obras Completas del Obispo Nikolai [En serbio], libro 12, P. 825.
 
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