El que desea salvarse, debe tener su corazón siempre dispuesto al arrepentimiento y la contrición: "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciaras tu, oh Dios" (Sal. 51:17). Con el espíritu humilde, el hombre puede evitar con facilidad todas las trampas astutas del diablo, quien se esfuerza a alterar el espíritu del hombre y sembrar sus cizañas, según las palabras Evangélicas: "¿Señor, no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto" (Mt. 13:27-28). Cuando el hombre trata de tener el corazón humilde y guarda paz en sus pensamientos, todas las maquinaciones del enemigo son vanas. Ya que donde hay paz en los pensamientos reposa el mismo Dios; se dijo: en la paz esta Su lugar (Sal.76:2).
Nosotros, durante toda la vida, ofendemos la grandeza Divina con nuestras caídas en pecado; por eso debemos pedirle con humildad perdón al Señor por nuestros pecados.
San Serafin de Sarov
Catecismo Ortodoxo
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