Monday, December 19, 2016

¿Por qué Dios permitió la caída del hombre? ( Padre Antonios Alevizopoulos )


† Padre Antonios Alevizopoulos
Dr. teología Dr. filosofía
ASUNTOS DE CATECISMO ORTODOXO

LA CAIDA Y LA RECUPERACION DEL HOMBRE
Dios creó al hombre y le dio la habilidad de la comunión con el Creador a través de la gracia divina increada, es decir, a través de la fuerza vivificante del Espíritu Santo.

En este ambiente del amor divino el hombre fue capaz de cultivar la comunión, desarrollando amor libre y desinteresado a Dios y al prójimo. Por lo tanto el mismo hombre se tuvo que llegar a la perfección, quedandose en el ambiente de Dios, pero habiendo siempre la posibilidad de negarla.

Por desgracia, el hombre, con el engaño del diablo, negó la relación amorosa con Dios y se alejó de la gracia del Espíritu Santo, que resultó en quedarse espiritualmente muerto, después de que él se separó de la energía vivificante de Dios.

La muerte física que siguió a la muerte espiritual fue un resultado natural del pecado. Así la muerte entró en la vida humana como un parásito, como resultado del acto libre del hombre: de su separación de Dios
(Juan 3, 36, 8, 51. A' Juan 3, 10-14).

Dios no impidió la muerte, la permitió para que el mal no llegar a ser inmortal, para dar al hombre la oportunidad de arrepentimiento, para reconstruir el hombre y para hacerle nueva creación en Cristo.
(B' Cor. 5, 17. Gal. 6, 15). «Porque Dios no ha hecho la muerte ni se complace en el perdición de los vivientes» (Sab. de Sol. 1, 13).

Ciertamente, Dios podría haber creado al hombre moralmente perfecto, a fin de no apartarse de Su amor, pero esto le quitaría la libertad, es decir, la capacidad de elegir libremente a su inmortalidad, sin prisa por nadie.

Todo esto muestra que la Iglesia Ortodoxa distingue entre la creación y la caída del mundo por el engaño de Satanás.

El hombre, con su caída, se alejó de la vida divina. Perdió la energía del Espíritu Santo que hace todo indestructible y su naturaleza se quedó enferma. Así «de la manera que el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y la muerte así pasó a todos los hombres en aquel en quien todos pecaron», es decir que toda la gente pecaron por el miedo a la muerte (Rom. 5, 12).
La salvación del hombre se encuentra en restaurar la inmortalidad, es decir, a lo restablecimiento del hombre en la comunión de Dios, a través de las energías divinas increadas.

Ciertamente, el apóstol dice que aunque somos «enemigos», «fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo» (Rom. 5, 10) pero, como se dice característicamente el San Juan Crisóstomo, Dios no era hostil al hombre, pero nosotros mismos éramos hostiles a Dios. La cruz de Cristo requiere no el odio, sino amor infinito
(Juan 3, 16. B' Cor. 5, 19).

La salvación se refiere al tratamiento de la enferma naturaleza humana, a la descarga de la esclavitud del diablo y la muerte y a la restauración de nuestro camino a la inmortalidad.

La salvación se realiza en la persona de Cristo, quien “participó de lo mismo”, que recibió el humano en su totalidad, “para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre”
(Heb. 2, 14-15.   12, 28. Luc. ω' 20).

Así, la salvación de la naturaleza humana se idéntica con su recepción por el Hijo y Palabra de Dios y su restauración a la Santa Comunión
(B' Ped. 1, 4). Es el fruto de la energía del Espíritu Santo que hace todo indestructible (A' Cor. 15, 45-49. B' Cor. 3, 6).

El hombre no puede salvarse a sí mismo, ni con sus obras, ni siquiera con la fe: “la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios”
(A' Cor. 15, 50). Esto no significa que no se salva la carne humana. Por supuesto, la carne no puede heredar el reino de Dios, pero puede ser heredada por el Espíritu Santo, vestirse de incorrupción e inmortalidad y ser trasladado al reino de los cielos (A' Cor. 15, 51-54.). Así que la salvación se refiere al humano en su totalidad como una unidad psicosomática.

La salvación es un don de Dios
(Hech. 2, 47. Rom. 8, 15. Efes. 2, 8-9). Pero Dios no actúa a ciegas. Respeta la libertad del hombre. El hombre decide finalmente si aceptar o rechazar la gracia de Dios, resistiendo a la acción del Espíritu
(B' Cor. 6, 1).

Dios quiere la salvación del hombre, pero el hombre debe aceptar el llamado de Dios
(Mat. 23, 37. Hech. 7, 51. Apoc. 3, 20), a creer conscientemente y coherente al don de Dios. Luego el Dios considera de esta fe por la justicia (Rom. 4, 2-11).

Sin una batalla espiritual con el fin de permanecer en el amor de Dios y del prójimo, la salvación es imposible (A' Juan 3, 14). E incluso si existe la fe, está muerta, conduce a la muerte, no la vida
(Mat. 25, 31-46. Jac. 2, 26). Por lo tanto, las obras son necesarias, aunque no tienen carácter expiatorio. Reflejan el definitivo deseo humano para la salvación y
mantienen al hombre despierto contra la astucia del diablo que amenaza a quitarle la gracia
(Efes. 6, 10-18). Mantienen el fiel “abierto” a la gracia y la fruición del Espíritu Santo, que no se lleva a cabo sin el consentimiento (cooperación) del hombre
(Gal. 5, 22-25).

Por supuesto la salvación fue realizada “en Cristo” una vez por todas. Pero el cristiano que recibió la gracia  debe estar constantemente alerto. Dios dona la salvación y el hombre puede estar seguro de lo que depende de Dios
(Mat. 1, 21. Hech. 4, 12. 10, 43. A' Tim. 2, 5-6). Pero en todo lo concerniente a lo humano no hay certeza de la salvación, porque su naturaleza es veleidosa. El creyente puede caer en cualquier momento, aun cuando está ubicado en las alturas de la santidad un momento de presunción es suficiente. Es por eso que el salmista reza: «no quites de mí tu Santo Espíritu» (Salmo 50, 11), y el apóstol confirma: “el que piensa estar firme, mire que no caiga” (A' Cor. 10, 12), “no seas altanero, sino teme” (Ρωμ. Ια' 20).

El destino final del creyente es el “Cenáculo de Pentecostés”, dónde están los apóstoles y de toda la iglesia de los primogénitos
(Heb. 12, 23). Por esta razón el cristiano debe emprender la lucha espiritual, para no perder el obtenido (B' Juan 8) y su lucha convertirse a lucha vanidosa (B' Cor. 6, 1. Gal. 2, 2. A' Tes. 3, 5).

La salvación no es un acontecimiento instantáneo e irreversible. La Biblia dice que el reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra y ella brota y crece y da frutos, “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”
(Mar. 4, 26-28). La “iluminación” a través del santo bautismo ocurre “una vez”, porque sólo hay un solo bautismo (Efes. 4, 5. Hebr. 6, 4). Pero el creyente está llamado a proteger el legado de la gracia, para recibir el “premio de la llamada superior” y para “ser contados con los primogénitos, los que tienen sus nombres escritos en los cielos» (servicio divino del bautismo).

Si “abrimos” a nosotros mismos a la gracia de Dios, entonces el regalo que tomamos se desarrollará dentro de nosotros y se manifestara por el fruto del Espíritu, que son los dones del Espíritu Santo
(Gal. 5, 22). Estos dones no están calificaciónes morales, que se mide a través de los ojos de la gente, que están lejos de Cristo. Cuando, por ejemplo, la Iglesia en su himnología utiliza el término “sabio” no implica la sabiduría del mundo, pero el “disparate de la Cruz” (A' Cor. 1, 21-25), las “doctas palabras enseñadas por el Espíritu Santo” (A' Cor. 2, 13).

La vida moral del hombre que es portador del espíritu no se mide por las medidas de este mundo, sino por las medidas de Dios. Es el fruto del Espíritu Santo y no el resultado del “cultivación” del hombre, fruto de procesos “autónomos”, independientemente de la gracia de Dios. El Espíritu Santo habita en el creyente. Es el espíritu de adopción, que "grita" con su propio espíritu, “Abba, Padre”
(Rom. 8, 15) y ayuda al fiel "en su enfermedad", implorando “por nosotros con gemidos indecibles”
(Rom. 8, 26).

Manual de sectas y grupos para-cristianos
Padre Antonios Alevizopoulos
Dr. Teología, Dr. filosofía

                                      Catecismo Ortodoxo 

                     http://catecismoortodoxo.blogspot.ca/

Paráclesis a San Miguel Arcángel








Bendito sea nuestro Dios ahora y siempre y por los siglos de los siglos.


Si no hay Sacerdote.

Por las oraciones de nuestros Santos Padres, oh Señor Jesucristo, Dios Nuestro, Ten piedad de nosotros. Amén.


Gloria a Ti, Dios Nuestro, Gloria a Ti.


Rey del Cielo, Consolador, Espíritu de la Verdad, que estás en todo lugar, y que todo lo llenas, Tesoro de bienes y Dador de la Vida, ven y haz de nosotros tu morada, purifícanos de toda mancha, y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas.


Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros


Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros


Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros


Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura nuestras dolencias, por tu nombre.


Señor, ten Piedad, Señor, ten Piedad, Señor, ten Piedad


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Majestad, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo; el pan sobreesencial dánosle hoy, perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos introduzcas en la tentación, mas líbranos del maligno.


Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.




Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.



Salmo 50.

Ten piedad de mí, oh Dios según Tu gran piedad y según la multitud de Tus misericordias borra mi iniquidad. Acaba de lavarme de mi injusticia y purifícame de mi pecado. Porque conozco mi injusticia y mi pecado está siempre ante mí. Contra Ti solo he pecado y lo malo he hecho ante Ti, para que seas justificado en Tus palabras y venzas cuando se Te juzgue. Pues he aquí, fui concebido en iniquidades y en pecados me apeteció mi madre. Pues he aquí, amaste la verdad, lo desconocido y oculto de Tu sabiduría me manifestaste. Me rociarás con hisopo y seré purificado, me lavarás y más que nieve blanquearé. Me enseñarás alborozo y alegría y mis huesos humillados se alborozarán. Aparta Tu faz de mis pecados y borra todas mis iniquidades. Crea en mí un corazón puro, oh Dios y un espíritu recto renueva en mis entrañas. No me arrojes de Tu faz y Tu Espíritu Santo no me quites. Devuélveme el alborozo de Tu salvación y afiánzame con Tu Espíritu príncipe. Enseñaré a los inicuos Tus sendas y los impíos se convertirán a Ti. Líbrame de sangres, oh Dios, Dios de mi salvación y exultará mi lengua en Tu justicia. Oh Señor, abrirás mis labios y mi boca anunciará Tu alabanza. Porque si hubieras querido sacrificio Te lo daría. En holocaustos no Te complacerás. El sacrificio a Dios es un espíritu contrito, un corazón contrito y humillado, Dios no despreciará. Haz bien, Señor, en Tu beneplácito a Sión y edifíquense los muros de Jerusalén. Entonces Te complacerás en sacrificio de justicia, oblación y holocaustos, entonces ofrecerán becerros sobre Tu altar.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Salmo 142


Señor, escucha mi oración, presta oído a mi súplica según tu fidelidad; óyeme por tu justicia, y no entres en juicio con tu siervo, porque ningún viviente es justo delante de Ti. El enemigo persigue mi alma, ha postrado en tierra mi vida; me ha encerrado en las tinieblas, como los ya difuntos. El espíritu ha desfallecido en mí, y mi corazón está helado en mi pecho. Me acuerdo de los días antiguos, medito en todas tus obras, contemplo las hazañas de tus manos, y extiendo hacia Ti las mías; como tierra falta de agua, mi alma tiene sed de Ti. Escúchame pronto, Señor, porque mi espíritu languidece. No quieras esconder de mí tu rostro: sería yo como los que bajaron a la tumba. Hazme sentir al punto tu misericordia, pues en Ti coloco mi confianza. Muéstrame el camino que debo seguir, ya que hacia Ti levanto mi alma. Líbrame de mis enemigos, Señor; a Ti me entrego. Enséñame a hacer tu voluntad, porque Tú eres mi Dios. Tu Espíritu es bueno; guíame, pues, por camino llano. Por tu Nombre, Señor, guarda mi vida;


por tu clemencia saca mi alma de la angustia. Y por tu gracia acaba con mis enemigos, y disipa a cuantos atribulan mi alma, porque soy siervo tuyo.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


El Credo.


Creo en un Solo dios, Padre Omnipotente, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre, antes de todos los siglos; Luz de Luz; verdadero Dios de Dios verdadero. Engendrado no creado; consubstancial al Padre, por Quien fueron hechas todas las cosas. Quien por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó de los cielos y se encarnó del Espíritu Santo y María Virgen, y se hizo hombre. Fue crucificado también por nosotros bajo el poder de Poncio Pilato, padeció, fue sepultado. Resucitó al tercer día según las Escrituras. Subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre. Y vendrá por segunda vez lleno de gloria a juzgar a los vivos y a los muertos y su Reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado que habló por los profetas.




Y en la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica. Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero. Amén.



Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Paráclesis a San Miguel Arcángel.


CANON Tono 8º


Oda I


Irmos: Limpiemos nuestra alma de toda impiedad, para que con nuestros labios podamos cantar, llenos de reverencia, alabanzas al poder incorporal, que es como el fuego, como la luz resplandeciente.




Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


Tú que eres el Archiestratega de las huestes angélicas y has sido adornado con la corona de la sabiduría por la Suprema Sabiduría, ilumina mi mente alejándola del pecado, siendo un digno ejemplo del Señor.


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


Tu justa sabiduría surge del Espíritu Santo y desciende hasta las profundidades de los abismos. Por eso protégenos para que no caigamos en el pecado y podamos así glorificarte en justicia.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Aplastaste el orgullo del ángel caído bajo tus pies, oh jefe de las huestes angélicas. Por eso nosotros, vencidos por el orgullo y la maldad te suplicamos que destruyas nuestras pasiones.


Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


Soberana de las huestes angélicas, eres un escudo invencible de salvación para el mundo, que nos protege de todo peligro.




Oda III


Irmos: Oh fuego del Dios inaccesible, con nuestros labios impuros cantamos incesantemente a la Santísima Trinidad: ¡Santo, Santo, Santo es el Señor nuestro Dios!



Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.



Tú eres la fuerza de los que se dirigen a Dios, eres la luz en la oscuridad. Por eso mi espíritu te alaba.


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


El ángel caído no soportó tu esplendor, oh San Miguel, pues fortaleciste a los espíritus rectos y sometiste a los que habían sido esclavizados por el engaño e intercedes por los que acuden a tu presta protección.


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


Tu espada de fuego ha traspasado nuestras perversiones y ha sembrado la gracia divina en el corazón de los santos del cielo. Ayúdanos igualmente a presentar los frutos del Espíritu en el tiempo señalado por tu divina intercesión.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Eres un gran defensor de los que sufren persecución y de los que son despreciados por el mundo, por lo que los que te honran con admiración, alaban tu poder divino.


Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


Refugio del mundo, sostén inquebrantable de los que se refugian bajo tu protección, oh Virgen llena de Gracia, protégenos y guárdanos de los escándalos intrincados y del pérfido enemigo del hombre.


A continuación se dicen las siguientes Estíqueras:


Como sol que ilumina en medio de las huestes angélicas, has iluminado en el corazón de los que ensalzan contigo a Dios el himno tres veces santo.


Madre de la Luz, aparta de nosotros la oscuridad y otórganos la vestidura luminosa del arrepentimiento para que no seamos arrojados al abismo de la muerte.


Ahora se nombran aquellos por quienes se reza esta Paráclesis.


Letanía


Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Señor, según tu gran misericordia te suplicamos que nos escuches y tengas piedad.




Coro: Señor ten piedad, Señor ten piedad, Señor ten piedad.


De nuevo rogamos por nuestro padre y Obispo N. y por todos nuestros hermanos en Cristo.


También rogamos por la vida, paz, salud, salvación, visitación, perdón y remisión de los pecados de los siervos de Dios, los cristianos ortodoxos, los que viven en esta ciudad y los reunidos en este santo templo, sus feligreses y bienhechores.


De nuevo rogamos por los siervos de Dios N. N. (Aquí se insertan los nombres de los fieles por los cuales se ruega) que elevan esta súplica.


Porque eres un Dios misericordioso y amante de la humanidad, te rendimos gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.


Amén.


Catisma tono 2º


Como la columna de fuego que guiaba al pueblo de Israel por el desierto, ahora los frutos espirituales lucen en nuestros desolados corazones, guiando nuestras mentes por la Luz sin ocaso.


Oda IV


Irmos: Santos Arcángeles, ángeles, principados, tronos, dominios, serafines de seis alas, querubines de muchos ojos, portadores de la sabiduría, poderes, señores divinos, ya que estáis exaltando continuamente en pie ante el trono divino, rogad al Señor para que conceda la paz al mundo, y a nuestras almas su gran misericordia.


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


Luchaste con Jacob contra las naciones extranjeras. Ahora lucha contra nuestros enemigos invisibles y ven en nuestra ayuda, para que no seamos asediados por la impiedad.


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


Ayudaste a Isaac a escapar de la masacre por la voluntad divina. Apresúrate ahora a salvarnos de las pasiones, oh bienaventurado Arcángel, pues ponemos toda nuestra esperanza en tu fortaleza divina.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Los ejércitos celestiales se reúnen alrededor del Señor, cantando su Victoria, y de nuestros corazones ascienden oraciones de acción de gracias, como incienso perfumado, a la cámara del gran Rey, pues Cristo nos envió al Espíritu Santo para consolarnos.


Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


Las huestes angélicas se asombraron por el resplandor de Tu virginidad, y nuestras voces alaban la perfección de tus virtudes, oh Theotokos.


Oda V


Irmos: Contemplando tu ojo vigilante, ten piedad de mí, pues yazgo en la ociosidad y duermo el sueño en el lecho de las pasiones. Tú que sufriste voluntariamente por nosotros y ascendiste a la cruz, oh Cristo, resplandece en la noche del pecado, pues eres la Luz de la justicia.


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


Del sufrimiento de Egipto nos salvaste por tu poderosa protección, y nos condujiste a la tierra de salvación.


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


Por la dulzura de tus obras y tu inaccesible magnificencia, conmoviste el alma entristecida de Agar. Así, no te olvides de nosotros, pues estamos inmersos en innumerables tribulaciones.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Los tres jóvenes fueron protegidos en el horno de fuego por tu digna protección, oh bienaventurado Arcángel. Por eso, te suplicamos que nos protejas del fuego de la impiedad a los que te veneramos con devoción.


Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


Toda carne es adornada con la belleza de tu intercesión, oh Theotokos, porque nos has hecho dignos de tener tu protección.


Oda VI


Irmos: Ante el Señor me lamento y derramo mi angustia porque mi alma está llena de iniquidades y mi vida cercana al Hades. Te ruego pues, como Jonás, exclamando: ¡Levántame de la corrupción, oh Dios mío!


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


Como la luz que brilla milagrosamente con la belleza incorruptible de la gloria divina, oh Arcángel del Señor, así ilumina nuestras mentes con la Luz de la Trinidad.


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.


El profeta Habacuc fue asediado y el profeta Daniel fue echado al foso de los leones, pero tú los protegiste por el mandato divino, oh San Miguel. Así protégenos también para que podamos cumplir los mandatos del Señor.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Destruiste a Herodes con la espada de la justicia de Dios. Así, destruye también nuestra impiedad y protégenos para cumplir la voluntad divina.


Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

¿Quién no se maravillará por el misterio que se oculta en Ti, oh Theotokos? Pues de Ti nació sin simiente El que llama a todos a la perfección, concediéndonos Su gran misericordia.


A continuación se dicen las siguientes Estíqueras:


Como gran defensor de los cristianos, protégenos con tu espada de fuego y destruye nuestra impiedad y nuestra inmundicia.


Oh santísima Theotokos, que en los últimos tiempos diste a luz de una manera inefable a Dios el Verbo, intercede incesantemente ante Él por nosotros, pues tú posees la seguridad de una Madre.


Ahora se nombran aquellos por quienes se reza esta Paráclesis.


Letanía


Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Señor, según tu gran misericordia te suplicamos que nos escuches y tengas piedad.


Lector: Señor ten piedad, Señor ten piedad, Señor ten piedad.


De nuevo rogamos por nuestro padre y Obispo N. y por todos nuestros hermanos en Cristo.


También rogamos por la vida, paz, salud, salvación, visitación, perdón y remisión de los pecados de los siervos de Dios, los cristianos ortodoxos, los que viven en esta ciudad y los reunidos en este santo templo, sus feligreses y bienhechores.


De nuevo rogamos por los siervos de Dios N. N. (Aquí se insertan los nombres de los fieles por los cuales se ruega) que elevan esta súplica.


Porque eres un Dios misericordioso y amante de la humanidad, te rendimos gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.


Amén.

Kontaquio tono 3º


Arcángeles de Dios, servidores de la gloria divina, jefes de los ángeles y maestros de los hombres, pedid lo que es bueno para nosotros y la misericordia divina, ya que sois miembros de las huestes celestiales.

Anavathmi

Primera antífona de los Himnos de Ascensión del tono 4º


Desde mi juventud me sitiaban pasiones, pero Tú, oh Salvador, me proteges y salvas.


Desde mi juventud me sitiaban pasiones, pero Tú, oh Salvador, me proteges y salvas.


Que sean confundidos por el Señor todos los enemigos de Sión, que sean como hierba quemada por un fuego desolador.


Que sean confundidos por el Señor todos los enemigos de Sión, que sean como hierba quemada por un fuego desolador.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Toda alma vive por la gracia del Espíritu Santo, y cuando está totalmente purificada se eleva hasta que por un misterio sagrado, resplandece con la Unidad Trinitaria.

Ahora y siempre y por lo siglos de los siglos. Amén.

Por el Espíritu Santo, fluyen los arroyos de la gracia, regando toda la creación y llenándola de vida.

Prokímenon, tono 4º

Preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus Santos.


Est.: Que tus sacerdotes vistan con rectitud, que tus fieles griten de alegría.


Lectura del Santo Evangelio


Sacerdote: Para que seamos dignos de escuchar el santo Evangelio, roguemos al Señor nuestro Dios.


Lector:Señor ten piedad, Señor ten piedad, Señor ten piedad.


Sacerdote: Sabiduría, en pie, escuchemos el Santo Evangelio. Paz a todos.

Lector:Y con tu espíritu.

Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas.

Lector:Gloria a ti Señor, gloria a ti.

(10:16-21)


“Quien a vosotros escucha, a Mí me escucha; y quien a vosotros rechaza, a Mí me rechaza; ahora bien, quien me rechaza a Mí, rechaza a Aquel que me envió.” Entretanto, los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre”. Díjoles: “Yo veía a Satanás caer como un relámpago del cielo. Mirad que os he dado potestad de caminar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada os dañará. Sin embargo no habéis de gozaros en esto de que los demonios se os sujetan, sino gozaos de que vuestros nombres están escritos en el cielo”. En aquella hora se estremeció de gozo, en el Espíritu Santo, y dijo: “Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mantenido estas cosas escondidas a los sabios y a los prudentes, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te plugo a Ti”.

Lector:Gloria a ti Señor, gloria a ti.


Tono 2º

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Por las oraciones de tu bienaventurado Arcángel Miguel, borra la multitud de nuestros pecados.

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


Por las intercesiones de la Madre de Dios, Tú que eres misericordioso borra la multitud de nuestros pecados.


Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa.


Estíquera tono 6º

Cuando mi alma comparezca ante el tribunal de Cristo, oh Arcángel San Miguel, ruégale para que pueda ser salvado del fuego eterno y pueda vivir para siempre ante el trono de la Divina Luz.


Oda VII

Irmos: Cuando los tres jóvenes fueron arrojados al horno en Babilonia, por su fe en la Trinidad, pisotearon las llamas mientras cantaban: ¡Bendito eres Señor, Dios de nuestros padres!


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.

Defendiste el monasterio de Doquiarou de la invasión de los sarracenos y ahora la Iglesia protege nuestras almas con la espada de fuego de tu protección.

Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.

Siendo tu icono una gran protección para nosotros, acudimos a él para que intercedas con tus oraciones ante el Verdadero Icono de la salvación, que es Cristo.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


No nos abandones en medio de nuestra ignorancia y protégenos en medio de nuestras necesidades, oh Arcángel San Miguel. No nos abandones en medio de las tinieblas de la ignorancia y ayúdanos a superar las pruebas presentes.


Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


Eres la puerta de la Salvación que se abre para nosotros, oh santísima Theotokos, y eres la intercesora ante Dios por los pecadores. A ti, oh purísima, te magnificamos.


Oda VIII

Irmos: Contemplándote, oh Sol de justicia, clavado en la cruz, la tierra entera fue sacudida por un terremoto, oh Rey de todos, viéndote padecer. Por eso te rogamos, oh Cristo, que sanes como médico las pasiones de nuestras almas.

Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.

Salvaste al joven de la muerte y avergonzaste a aquellos que amaban las riquezas terrenales. Ahora, oh bienaventurado Arcángel, protégeme de la desgracia, y otórgame una conciencia limpia.

Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.

Protegiste tu iglesia de Colosas de la ira de los infieles. Protege también ahora las moradas del Señor de toda corrupción.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Lucha con tu espada de fuego contra las herejías que nos asedian, y protege a la Iglesia de Cristo para que lleve a cabo su ministerio sobre los hombres y la verdad sea proclamada a todas las naciones.

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Oh santísima Theotokos, eres el puente que nos guía hacia Cristo, la Luz sin ocaso. Te suplicamos que intercedas ante Él para que no caigamos del camino de Sus mandamientos.


Oda IX


Irmos: Allí donde resplandecen tus dones, oh santo Arcángel, se esparce también el poder del maligno, y no pudiendo contemplar el resplandor de tu luz es lanzado al abismo. Por eso te suplicamos que lances contra el maligno tus saetas de fuego y nos libres de toda su astucia y maldad.

Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.

Reafirma a los creyentes en la fe, oh bienaventurado Arcángel, y protégenos con tu espada de los asedios del maligno, para que podamos alcanzar la gracia de la salvación.


Santo Arcángel Miguel, ruega a Dios Por Nosotros.
Sé nuestro intercesor en el momento de la muerte, oh San Miguel, y cúbrenos con las alas de tu misericordia cuando todos los enemigos invisibles nos asedien al pasar por las fronteras de camino hacia el cielo.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Los que indignamente honramos el misterio de tus maravillas, te suplicamos que nos guíes por el Camino de la Salvación para que podamos presentarnos dignamente ante el trono de Cristo.


Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


Mi alma se refugia en Ti, oh Theotokos, y te eleva oraciones para que me protejas ante las turbulencias del maligno. Así, oh Santísima Reina del cielo, te alabamos sin cesar.


En verdad es digno y justo, a ti alabarte Theotokos, siempre santa e inmaculada, Madre de Nuestro Señor. Más venerable que los querubines, e incomparablemente más gloriosa que los serafines, que sin mancha engendraste al Verbo Dios. A Ti verdadera Theotokos, te ensalzamos.


Megalimnario, tono 8º

Alégrate, trompeta que anuncia el fin del mundo, Tú que riges las huestes de los ángeles y los soldados de Cristo. Destierra los pensamientos inicuos con tu espada poderosa y llena de fe a la Iglesia, para que con esperanza y amor se prepare para el temible juicio de Cristo nuestro Dios.


Protege a la Iglesia con la luz de tu divina gracia, oh Arcángel San Miguel, y dirige nuestros corazones a través de los asedios del maligno, para que podamos conducirnos por el camino de la salvación.


Condúcenos por el camino de los ángeles para que podamos alabar con himnos de gratitud tu divina intercesión, pues aunque pecadores, solicitamos tu solícita protección, oh Guerrero de Cristo.


Por tu intercesión, Moisés recibió las tablas de la ley, y por tu audacia, recibimos los mandatos de Cristo. Así, intercede ante Él para que seamos librados del pecado y podamos alabarle con un corazón sincero.


Tú que estás ante el Rey de la gloria, cantando sin cesar el himno tres veces santo, intercede por nuestra tierra y por los pecadores, para que podamos alcanzar la gloria del cielo eterno.


Ejércitos Celestiales, Precursor del Señor, Apóstoles bienaventurados, y todos los Santos, suplicad junto a la Madre de Dios, por nuestra liberación y salvación.


Lector:

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros.

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros.

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Soberano, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura nuestras dolencias por tu nombre.


Señor, ten piedad. Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo


Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre. Venga a nosotros tu Majestad, hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo. El pan sobreesencial dánosle hoy; perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos introduzcas en la tentación, mas líbranos del maligno.


Sacerdote: Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Tropario, tono 4

Arcángeles de las huestes celestiales, nosotros los pecadores os suplicamos que por vuestras oraciones, nos cubráis bajo las alas de vuestra gloria inmaterial, para que guardándonos, os exclamemos: liberadnos de los apuros, ya que sois los primeros entre los rangos de las huestes celestiales.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.



Kontaquio, tono 2

Arcángeles de Dios, servidores de la gloria divina, jefes de los ángeles y maestros de los hombres, pedid lo que es bueno para nosotros y la misericordia divina, ya que sois miembros de las huestes celestiales.

Letanía

Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Señor, según tu gran misericordia, te suplicamos que nos escuches y tengas piedad.

Lector:Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.


También rogamos por todos los fieles cristianos ortodoxos.


De nuevo rogamos por nuestro padre y Obispo N. y por toda nuestra hermandad en Cristo.


Roguemos también para que obtengamos misericordia, vida, paz, salud, protección, perdón y remisión de los pecados de los siervos de Dios N. N., por los miembros de nuestra parroquia, y por los benefactores de este santo lugar.


Roguemos también por los que hacen el bien en esta santa y venerable iglesia, por todos los que trabajan y cantan y por todo el pueblo aquí presente que espera de ti una grande y abundante misericordia.


De nuevo pidamos para que libre a esta santa iglesia, a esta ciudad, a todas las ciudades y campos del hambre, la ira, las plagas y terremotos, de las inundaciones, de los incendios, de la espada, de las invasiones extranjeras, de la guerra civil y de la muerte súbita; que nuestro Dios, amante de la humanidad, sea misericordioso y se nos muestre favorable y nos libre de toda violencia y enfermedad y del justo castigo que merecen nuestros pecados y tenga misericordia de nosotros.

Lector: Señor, ten Piedad. (40 veces)
Roguemos también para que el Señor, y aunque somos pecadores, escuche nuestra súplica y tenga piedad de nosotros.


Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.


Sacerdote: Escúchanos, oh Dios Salvador nuestro, Esperanza de los que se encuentras en los confines de la tierra y de los que navegan por el mar; sé misericordioso, oh Señor, sé misericordioso, perdona nuestros pecados y ten piedad de nosotros. Porque eres un Dios compasivo y amante de la humanidad y a ti te damos gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


A San Miguel Arcángel


Con la espada de tu intercesión golpea a los enemigos invisibles que nos asedian y hiere con tus divinas flechas nuestros corazones, para que seamos librados de los pensamientos impíos.


Oh Bienaventurado Arcángel San Miguel, recibe las oraciones de tus siervos, y líbranos de los asedios y las tribulaciones.


A la Theotokos

Oh Señora nuestra, recibe las oraciones de tus siervos y líbranos de todas las adversidades.


Toda nuestra esperanza está depositada en ti, oh Theotokos, protégenos con tu sagrado velo.


Lector: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Señor ten piedad, Señor ten piedad. , Señor ten piedad. . Bendice, padre.

El sacerdote, en las puertas reales y cara al pueblo dice la despedida:


Despedida


Que Cristo nuestro Dios, por intercesión de su purísima e inmaculada Madre, de los santos, célebres e ilustres Apóstoles, de los santos Mártires, gloriosos y triunfadores, de los santos ancestros de Dios, San Joaquín y Santa Ana, de San Miguel Arcángel, de (N. santos del día) cuya memoria hoy celebramos; de (N., patrón de la iglesia) y de todos los santos, ten piedad de nosotros y sálvanos, pues eres bueno y amas a la humanidad.


Entonces, el sacerdote vuelto hacia el icono de Cristo que está en el iconostasio dice:


Sacerdote: Por las oraciones de nuestros Santos Padres, Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten piedad de nosotros y sálvanos.


Lector: Amén.



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