Una vez vino un joven, que no tenia pensamientos buenos, y me pidió que lo reciba como novicio. Le expliqué: — No tengo aquí novicios. En primer termino porque habiendo mucha gente, los novicios se van a convertir en sirvientes, tratando de recibir beneficios, y no — en monjes preocupados de lo espiritual... En segundo termino siendo monje hace muchos años, adquirí algo bueno, pero también muchas debilidades, que hasta ahora no puedo eliminar. Viniendo acá — con lo bueno (ayunos, vigilia, oraciones) te vas a perjudicar, ya que no podrás seguirlos. De mis debilidades también te perjudicarás, ya que no podrás soportarlas. Por todo esto no puedo recibirte.
Habiendo escuchado esto, él comenzó a visitar otros monasterios.
Algunos días después, mientras comía dos tomates con pan seco, comencé a reflexionar sobre las beneficios de Dios hacia mi. Pensé que Dios me dió esta hermosa casita en un lindo lugar, que podría inspirar la envidia de muchos ricos, que desearían tener semejante casita para descansar. Pensé, que esta casita es mía — sin tener que pagar el alquiler, por el cual otra gente debe trabajar mucho. Además tengo la comida de cada día, sin tener que trabajar como otros en una fabrica para obtener un sueldo. Que vivo en un lugar tan santo, donde hay muchos hermanos buenos. Reflexionando sobre todo esto, me apené y con lagrimas por mi falta de gratitud a Dios por Sus enormes beneficios. Llorando, no pude comer mas.
Encontrándome en este estado de emoción, veo, que de repente se acercó al cerco el mismo joven, que hace poco pidió ser aceptado como novicio. Para que no me vea llorando, entré en la celda, me lavé la cara y fuí a abrir la verja. Parece, que él se tentó por mi tardanza y me dijo:
— ¿Así que es cierto, eh? ¡Estas considerado como asceta! Comías carne, y cuando me viste, en el acto te escondiste, para que yo no te vea. ¡Por fin descubrí lo que eres en verdad!
Aturdido por semejante acusación, reí y no traté de justificarme. Solo me sorprendió cuan fácil él se dejó vencer por pensamientos malos.
Santo Paisios del Monte Athos
Habiendo escuchado esto, él comenzó a visitar otros monasterios.
Algunos días después, mientras comía dos tomates con pan seco, comencé a reflexionar sobre las beneficios de Dios hacia mi. Pensé que Dios me dió esta hermosa casita en un lindo lugar, que podría inspirar la envidia de muchos ricos, que desearían tener semejante casita para descansar. Pensé, que esta casita es mía — sin tener que pagar el alquiler, por el cual otra gente debe trabajar mucho. Además tengo la comida de cada día, sin tener que trabajar como otros en una fabrica para obtener un sueldo. Que vivo en un lugar tan santo, donde hay muchos hermanos buenos. Reflexionando sobre todo esto, me apené y con lagrimas por mi falta de gratitud a Dios por Sus enormes beneficios. Llorando, no pude comer mas.
Encontrándome en este estado de emoción, veo, que de repente se acercó al cerco el mismo joven, que hace poco pidió ser aceptado como novicio. Para que no me vea llorando, entré en la celda, me lavé la cara y fuí a abrir la verja. Parece, que él se tentó por mi tardanza y me dijo:
— ¿Así que es cierto, eh? ¡Estas considerado como asceta! Comías carne, y cuando me viste, en el acto te escondiste, para que yo no te vea. ¡Por fin descubrí lo que eres en verdad!
Aturdido por semejante acusación, reí y no traté de justificarme. Solo me sorprendió cuan fácil él se dejó vencer por pensamientos malos.
Santo Paisios del Monte Athos
Catecismo Ortodoxo
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