Os diré ahora... como debéis guardar vuestro espíritu, es decir, el acto (energía) de vuestro
espíritu y vuestro corazón. Sabéis que todo acto mantiene una relación natural con la esencia y la potencia que lo ejercita y que (una vez ejecutado) retorna naturalmente hacia ella para unírsele y reposar. Por eso una vez que se ha liberado el acto del espíritu - que tiene por órgano al cerebro - de todos los objetos exteriores del mundo por medio de la guardia sobre los sentidos y la imaginación, deberéis llevar nuevamente este acto (energía)
a su esencia y a su potencia propia.
En otros términos llevaréis el espíritu al centro del
corazón -que es, como hemos dicho, el órgano de la esencia y de la potencia del espíritu- y
contemplaréis entonces, mentalmente, al hombre interior en su integridad. Esta conversión del espíritu, los principiantes acostumbran practicarla, según la enseñanza de los santos Padres «sobrios», inclinando la cabeza y apoyando el mentón sobre el pecho. Que el retorno del espíritu al corazón esté exento de desviaciones.
Dionisio el Areopagita, en su pasaje sobre los tres movimientos del alma, llama, a esta conversión, el movimiento circular y sin desviación del espíritu. Del mismo modo en que la periferia del circulo vuelve sobre ella misma y se une a ella misma, así el espíritu, en esta conversión, vuelve sobre si mismo y se hace uno. Por eso Dionisio, el más excelente de los teólogos, ha dicho: «El movimiento circular del alma, consiste en su entraña en ella misma por el desprendimiento de los objetos exteriores y en la unificación de sus potencias intelectuales, la que le es conferida por su ausencia de desviación, como en un circulo»
(Noms divins, cap. 4).
Por su lado, el gran Basilio nos dice: «El espíritu que no está disperso entre los objetos exteriores ni extendido sobre el mundo por los sentidos, vuelve hacia si mismo y sube por si mismo hacia el pensamiento de Dios» (Carta 1).
El espíritu, una vez en el corazón, no se detenga solamente en la contemplación, sin hacer nada más. Allí encontrará la razón, el verbo interior gracias al cual razonamos y componemos obras, juzgamos, examinamos y leemos libros íntegros en silencio, sin que nuestra boca profiera una palabra. Que vuestro espíritu, entonces, habiendo encontrado el verbo interior, sólo le permita pronunciar la corta oración llamada monológica: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, tened piedad de mi».
Pero esto no basta. Debéis, además, poner en movimiento la potencia volitiva de vuestra alma, en otros términos, decir esta oración con toda vuestra voluntad, con toda vuestra potencia, con todo vuestro amor. Más claramente, que vuestro verbo interior aplique su atención, tanto con su vista mental como con su oído mental, a esas únicas palabras, y mejor aún, al sentido de las palabras.
Así, permaneciendo sin imágenes ni figuras, sin imaginar ni pensar ninguna otra cosa, sensible o intelectual, exterior o interior, se producirá algo bueno. Pues Dios está más allá de todo lo sensible y lo inteligible. Por lo tanto, el espíritu que quiere unirse a Dios por la oración debe salir también de lo sensible y de lo inteligible y trascenderlo para obtener la unión divina. De allí, las palabras del divino Nilo (Evagrio): «En la oración, no te figures la divinidad, no dejes a tu espíritu sufrir la impronta de una forma cualquiera, permanece en cambio, inmaterial ante el Inmaterial, y tú comprenderás» (Acerca de la oración, 56).
Que vuestra voluntad se aplique enteramente, por el amor, a las palabras de la oración, de ese modo vuestro espíritu, vuestro verbo interior y vuestra voluntad, esas tres partes del alma, serán uno y la unidad comprenderá a los tres. De este modo el hombre, que es la imagen de la santa Trinidad, adhiere y se une a su prototipo.
Según la expresión de ese gran héroe y doctor de la oración y de la sobriedad mental, Gregorio Palamas de Tesalónica: «Cuando la unidad del espíritu se hace trinitaria permaneciendo una, entonces se une a la mónada trina de la divinidad, cerrando toda salida a la desviación, manteniéndose por encima de la carne, del mundo y del príncipe del mundo»
San Nicodemo el Hagiorita
Catecismo Ortodoxo
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Nuestra séptima lucha es contra el espíritu de la vanagloria. Ésta es una pasión multiforme, muy sutil, y no la reconoce ni siquiera aquel que por ella ha sido tentado. En efecto, los asaltos de las otras pasiones son mucho más manifiestos, por lo que la lucha contra ellos es más fácil pues el alma reconoce al adversario y lo rechaza enseguida mediante la resistencia y la oración. Pero la malicia de la vanagloria, justamente por ser multiforme es difícil de ser distinguida. En cualquier ocupación, usando la voz y la palabra o aun callando, en el trabajo o en la vigilia, en los ayunos o en la oración, en la lectura, en la hesichía, en la paciencia; en todo esto trata de abatir con sus flechas al soldado de Cristo.
A quien la vanagloria no logra seducir con el lujo de los vestidos, trata de tentarlo por medio de una
prenda vil. Y al que no puede agrandar con honores, lo induce a la tontería, haciéndole
soportar cualquier cosa que parezca un deshonor.
Al que no puede ser persuadido a vanagloriarse con la sabiduría de los discursos, lo atrapa con el lazo de la hesichía, como si se hubiera dedicado al recogimiento. Al que no puede convencer con la suntuosidad de los alimentos, lo debilita con el ayuno para que obtenga alabanzas.
En una palabra, cualquier trabajo, cualquier ocupación brinda a este pésimo demonio una
ocasión para promover batalla. ¡Y además de esto, sugiere también fantasías de ordenaciones clericales! Recuerdo a un cierto anciano, cuando vivía en Escete, quien al dirigirse a visitar a un hermano en su celda, acercándose a su puerta, sintió que éste estaba hablando. El anciano, pensando que estaba meditando las Sagradas Escrituras, se detuvo a escuchar. Y oyó que aquel, tornándose insensato por la vanagloria, ¡se imaginaba haber sido ordenado diácono, y que estaba despidiendo a los catecúmenos! Oyendo esto, el anciano empujó la puerta y entró.
El hermano se adelantó y se arrodilló según la usanza, tratando de saber si el anciano había estado un buen tiempo detrás de la puerta. Pero el anciano le contestó sonriendo: Llegué cuanto tú estabas despidiendo a los catecúmenos." Ante estas palabras, el hermano cayó a los pies del anciano, suplicándole que rogara por él, a fin de ser liberado de este engaño.
He recordado este hecho para demostrar a qué grado de insensatez este demonio conduce
al hombre. El que quiera combatirlo con perfección, y llevar firmemente la corona de la
justicia, usará de todo su celo para vencer a este demonio polimorfo. Y que tenga siempre bien presente lo dicho por David: El Señor ha dispersado los huesos de aquellos que gustan
a los hombres (Sal 52:5). Y que no haga nada mirando a su alrededor, con el fin de obtener
las alabanzas de los hombres. Que busque solamente la merced que viene de Dios; que
siempre rechace aquellos pensamientos de autoelogio que provienen de su corazón, que se
anule frente a Dios, y podrá así, con su ayuda, liberarse del espíritu de la vanagloria.
Al Obispo Castor
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Cuando inesperadamente caigas en pecado, no te desesperes, no te encierres en ti mismo, no digas: “¿Como pude permitir que esto sucediera?” Esa es la voz del egoísta orgulloso. Por el contrario, humíllate y poniendo tu atención espiritual en el Señor, di: “¿Qué mas puede esperarse de mi, oh Señor, siendo una persona tan débil e inmoral? e inmediatamente dale gracias, de que el pecado se detuvo allí, y confiesa: “Si no fuera por tu inagotable bondad, oh Señor, no me hubiera detenido en esto, sino definitivamente hubiera caído en algo peor.”
San Nicodemo Hagiorita
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El sjimonje padre Siluan (el nombre y apellido — Simón Ivanovich Antonov). Nació en el año 1866 en una aldea de la provincia de Tambov, Rusia). Llegó al monte Athos en 1892, fue tonsurado monje en 1896 y tomo la sjima en el año 1911. (Los votos de la sjima son más severos y al monje se le cambia el nombre y los hábitos). Cumplía la obediencia en el molino del monasterio de Viejo Rusik, en economía. Falleció el 24 de septiembre de 1938. Esos pocos datos se tomaron del monasterio de Athos.
Desde que “nació” hasta que “falleció” podemos contar muy poco, pues es el tema de la vida interior de un monje ante Dios — algo indiscreto y atrevido. Hablar sobre “la profundidad del corazón” de un cristiano es un sacrilegio, pero creemos que ahora el starez ya no teme a nada. Nada va a perturbar su descanso eterno en Dios. Por eso nos permitimos relatar su extraordinariamente rica vida y también teniendo en cuenta a aquellos pocos que son atraídos por esta vida divina.
Muchos, que están en contacto con los monjes en general y con el starez Siluan en particular, no encuentran nada especial y se quedan con el deseo incumplido y hasta desilusionados. Esto pasa porque se acercan al monje con demandas y búsquedas erróneas. El monje constantemente está en un estado de lucha, muchas veces muy intensa, pero el monje ortodoxo no es un faquir. A el no le interesa un logro con ejercicios especiales, con un particular desarrollo de las fuerzas psíquicas, lo que atrae a muchos ignorantes buscadores de la vida mística. Toda su vida el monje realiza una lucha fuerte. Algunos de ellos, como el padre Siluan, llevan una lucha titánica con el mundo invisible para matar en su corazón al animal orgulloso para hacerse un verdadero hombre dócil y humilde según la imagen del Hombre-Cristo. Para el mundo es extraña e incomprensible la vida cristiana. Una paradoja. Todo parece que es contrario al orden en el mundo y no hay posibilidad de explicarlo con palabras. El único camino para comprender — es cumplir la voluntad de Dios, lo que significa cumplir todos los mandamientos y enseñanzas de Jesucristo.
San Siluan el Athonita
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– Padre, le dije, vos habláis siempre de la adquisición de la gracia del Espíritu Santo como del objetivo de la vida cristiana. Pero ¿cómo puedo reconocerla? Las buenas acciones son visibles. Pero el Espíritu Santo ¿puede ser visto? ¿Cómo podría saber si está o no en mí?
– Esta época en que vivimos, respondió el staretz, ha llegado a tal tibieza en la fe, a tal insensibilidad con respecto a la comunión con Dios, que se ha alejado casi totalmente de la verdadera vida cristiana. Los pasajes de la Santa Escritura hoy nos parecen extraños: por ejemplo, cuando leemos que el Espíritu Santo, por boca de Moisés dijo: “Adán veía a Dios paseándose en el paraíso” (Gn. 3,8); y, como este, hay muchos otros textos donde se hace referencia a la aparición de Dios ante los hombres.
Entonces algunos dicen: “Estos pasajes son inexplicables. ¿Se puede admitir que los hombres pueden ver a Dios concretamente?.” Esta incomprensión viene del hecho de que bajo el pretexto de la instrucción, de la ciencia, nos hemos sumido en la oscuridad de la ignorancia; que encontramos inconcebible, todo aquello que los antiguos tenían clara noción y que les permitía hablar de las manifestaciones de Dios como de algo conocido por todos. Así Job, cuando sus amigos le reprochan de blasfemar contra Dios, responde: “¿Cómo puede ser así cuando siento el aliento del Todopoderoso en mis narices?” (Jb. 27,3). Dicho de otro modo, ¿cómo puedo blasfemar contra Dios cuándo el Espíritu Santo está conmigo? Si yo lo hiciera, el Espíritu Santo me abandonaría, pero siento Su respiración en mi nariz. Abraham y Jacob conversaron con Dios; Jacob incluso luchó con El. Moisés vio a Dios, y todo el pueblo con él, cuando recibió las Tablas de la Ley sobre el monte Sinaí. Una columna de nubes de fuego –la gracia visible del Espíritu Santo– sirvió de guía al pueblo hebreo en el desierto. Los hombres veían a Dios y Su Espíritu, no en sueños o en éxtasis –frutos de una imaginación enfermiza– sino en verdad.
Torpes nos hemos tornado, comprendemos las palabras de la Escritura de otro modo, distinto del que se debería. Y todo esto sucede porque, en lugar de buscar la gracia, le impedimos, por falso orgullo intelectual, morar en nuestras almas e iluminarnos como están aquellos que de todo corazón buscan la verdad.
San Serafim de Sarov
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Bendito sea nuestro Dios ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Si no hay sacerdote: Por las oraciones de nuestros Santos Padres, oh Señor Jesucristo, Dios Nuestro, Ten piedad de nosotros. Amén.
Gloria a Ti, Dios Nuestro, Gloria a Ti.
Rey del Cielo, Consolador, Espíritu de la Verdad, que estás en todo lugar, y que todo lo llenas, Tesoro de bienes y Dador de la Vida, ven y haz de nosotros tu morada, purifícanos de toda mancha, y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas.
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros (tres veces)
Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura nuestras dolencias, por tu nombre.
Señor, ten piedad (tres veces)
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Realeza, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo; el pan sobreesencial dánosle hoy, perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del maligno.
Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 142
Señor, escucha mi oración, presta oído a mi súplica según tu fidelidad; óyeme por tu justicia, y no entres en juicio con tu siervo, porque ningún viviente es justo delante de Ti. El enemigo persigue mi alma, ha postrado en tierra mi vida; me ha encerrado en las tinieblas, como los ya difuntos. El espíritu ha desfallecido en mí, y mi corazón está helado en mi pecho. Me acuerdo de los días antiguos, medito en todas tus obras, contemplo las hazañas de tus manos, y extiendo hacia Ti las mías; como tierra falta de agua, mi alma tiene sed de Ti. Escúchame pronto, Señor, porque mi espíritu languidece. No quieras esconder de mí tu rostro: sería yo como los que bajaron a la tumba. Hazme sentir al punto tu misericordia, pues en Ti coloco mi confianza. Muéstrame el camino que debo seguir, ya que hacia Ti levanto mi alma. Líbrame de mis enemigos, Señor; a Ti me entrego. Enséñame a hacer tu voluntad, porque Tú eres mi Dios. Tu Espíritu es bueno; guíame, pues, por camino llano. Por tu Nombre, Señor, guarda mi vida; por tu clemencia saca mi alma de la angustia. Y por tu gracia acaba con mis enemigos, y disipa a cuantos atribulan mi alma, porque soy siervo tuyo.
Dios es Señor
Tono 4º
Diácono: Dios es Señor, y se nos ha manifestado. Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Coro: Dios es Señor, y se nos ha manifestado. Bendito el que viene en el nombre del Señor.
V./ Confesad al Señor, porque es bueno; porque su misericordia es eterna.
R./ Dios es Señor, y se nos ha manifestado. Bendito el que viene en el nombre del Señor.
V./ Todas las naciones me rodeaban, mas en el nombre del Señor las rechacé.
R./ Dios es Señor, y se nos ha manifestado. Bendito el que viene en el nombre del Señor.
V./ No he de morir, viviré, y para contar las obras del Señor.
R./ Dios es Señor, y se nos ha manifestado. Bendito el que viene en el nombre del Señor.
V./ La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular; es el Señor el que lo ha hecho y es un milagro patente.
R./ Dios es Señor, y se nos ha manifestado. Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Tropario, tono 4
Prepárate, oh Belén, pues el Edén ha sido abierto para todos. Prepárate, oh Efrata, pues el Árbol de la Vida ha florecido de la Virgen en la cueva. Pues su vientre apareció como un paraíso escogido en el que fue plantada esta santa viña. Si comemos de ella, viviremos y no moriremos, como el antiguo Adán. Cristo nacerá, levantando la imagen que cayó en el principio.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Oh Madre de Dios, jamás dejaremos nosotros, aunque indignos, de exaltar tus grandezas, pues si tú no rogaras por nosotros, ¿quién nos libraría de todos los males? o ¿Quién nos conservaría libres hasta ahora? No nos apartaremos de ti, oh Señora que libras a tus siervos de toda adversidad.
Salmo 50
Ten compasión de mí, oh Dios, en la medida de tu misericordia; según la grandeza de tus bondades, borra mi iniquidad. Lávame a fondo de mi culpa, límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mi maldad y tengo siempre delante mi delito. He pecado contra Ti, contra Ti solo, he obrado lo que es desagradable a tus ojos, de modo que se manifieste la justicia de tu juicio y tengas razón en condenarme. Es que soy nacido en la iniquidad, y ya mi madre me concibió en pecado. Mas he aquí que Tú te complaces en la sinceridad del corazón, y en lo íntimo del mío me haces conocer la sabiduría. Rocíame, pues, con hisopo, y seré limpio; lávame Tú, y quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír tu palabra de gozo y de alegría, y saltarán de felicidad estos huesos que has quebrantado. Aparta tu rostro de mis pecados, y borra todas mis culpas. Crea en mí, oh Dios, un corazón sencillo, y renueva en mi interior un espíritu recto. No me rechaces de tu presencia, y no me quites el espíritu de tu santidad. Devuélveme la alegría de tu salud; confírmame en un espíritu de príncipe. Enseñaré a los malos tus caminos; y los pecadores se convertirán a Ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios Salvador mío, y vibre mi lengua de exultación por tu justicia. Abre Tú mis labios, oh Señor, y mi boca publicará tus alabanzas, pues los sacrificios no te agradan, y si te ofreciera un holocausto no lo aceptarías. Mi sacrificio, oh Dios, es el espíritu compungido; Tú no despreciarás, Señor, un corazón contrito y humillado. Por tu misericordia, Señor, obra benignamente con Sión; reconstruye los muros de Jerusalén. Entonces te agradarán los sacrificios legales, las oblaciones y los holocaustos; entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar.
CANON
Tono 2º
Oda I
Irmos: Una fuerza triunfal humilló una vez a los ejércitos del Faraón en el abismo: así también, el glorioso Señor, el Logos hecho carne, ha borrado el maligno pecado, pues ha sido grandemente glorificado.
Gloria a ti Señor, gloria a Ti.
Oh Rey de todos, deseando que el hombre fuera inscrito en el libro de la vida, te inscribiste a ti mismo según la ley del Cesar. Como extraño viniste a nosotros por tu propia voluntad, haciendo volver al cielo a los que tristemente fueron separados del paraíso.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Oh Belén, recibe a Cristo: pues, hecho carne, vino a morar en ti, abriendo el Edén para mí. Prepárate, oh Cueva, para ver que, extrañamente, es contenido en ti Aquel que no puede ser contenido, y que ahora se hace pobre en la riqueza de sus tiernas misericordias.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Cristo nace, concediendo en su bondad un nuevo nacimiento a los que nacieron de Adán. Alégrate, naturaleza del hombre mortal, que eres estéril y que no diste a luz: el Maestro ha venido a hacerte madre de muchos hijos.
Oda III
Irmos: El desierto floreció como un lirio en tu venida, oh Señor, y así mismo, la iglesia de los gentiles, que era estéril: y por esta venida, también mi corazón ha sido establecido.
Gloria a ti, Señor, gloria a Ti.
Redimiéndome de los lazos de mal, oh Señor que amas a la humanidad, viniste para ser envuelto en pañales como un niño. Por eso, venero tu divina condescendencia.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
La Virgen viene para cargar contigo, oh Señor, pues eternamente del Padre, ahora has venido a nuestro tiempo, liberando nuestras almas de las pasiones temporales.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Señor misericordioso y lleno de piedad, buscándome a causa de mi perdición en la transgresión, Tú has venido a morar en la cueva como en el cielo, preparando así las mansiones celestiales para mí.
Ahora se nombran aquellos por quienes se reza esta paráclesis.
Letanía
Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Señor, según tu gran misericordia te suplicamos que nos escuches y tengas piedad.
Coro: Señor ten piedad (3 veces)
De nuevo rogamos por nuestro padre y Obispo N. y por todos nuestros hermanos en Cristo.
También rogamos por la vida, paz, salud, salvación, visitación, perdón y remisión de los pecados de los siervos de Dios, los cristianos ortodoxos, los que viven en esta ciudad y los reunidos en este santo templo, sus feligreses y bienhechores.
De nuevo rogamos por los siervos de Dios N. N. (Aquí se insertan los nombres de los fieles por los cuales se ruega) que elevan esta súplica.
Porque eres un Dios misericordioso y amante de la humanidad, te rendimos gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.
Catisma, tono 1
Alégrate en gran manera, oh Sión: prepárate, oh Belén. El que sostiene todas las cosas, ha hecho conocer su condescendencia sin medida enviando ante Él la estrella. Él, ante quien tiemblan todos los poderes celestiales, nuestro Único Dios, ha nacido en verdad de la Virgen sin sufrir cambio alguno.
Oda IV
Irmos: Tú has nacido de una virgen, pero no como ángel ni como embajador, sino como el Señor hecho carne, y a mí, como hombre, me has concedido la salvación. Por eso, te clamo: ¡Gloria a tu poder, oh Señor!.
Gloria a Ti, Señor, Gloria a Ti.
Que toda la creación deseche ahora todas las cosas antiguas, contemplándote a Ti, el Creador hecho niño. Pues por tu nacimiento has formado todas las cosas de nuevo, haciéndolas nuevas otra vez y conduciéndolas a su primigenia belleza.
Gloria a Ti, Señor, Gloria a Ti.
Los magos, que fueron guiados por una estrella divina, se postraron ante Ti, maravillados por tu asombroso nacimiento, y trayendo regalos, vieron el Sol que se alzó de la nube virgen.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Contemplad: la Virgen viene como una novilla, llevando en su vientre el Novillo cebado que quita los pecados del mundo. Que toda la creación se regocije en gran manera.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
La predicación de los profetas, previendo la manifestación de Cristo, ha recibido hoy su seguro cumplimiento: pues Él ha venido en la carne para iluminar a los que perecen en la oscuridad.
Oda V
Irmos: Te has convertido en mediador entre Dios y el hombre, oh Cristo nuestro Dios, pues por ti, oh Señor, hemos salido de la oscuridad de la ignorancia, a Tu Padre, el Autor de la luz.
Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.
Que el pueblo que se estableció una vez en la oscuridad vea la Luz resplandeciente que no conoce ocaso: Cristo, que se dio a conocer por la estrella a los reyes de Persia, que adoraban el fuego.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
El gran Rey viene con premura para entrar en una pequeña cueva, para hacerme grande, aunque Él había crecido siendo pequeño en grandeza, y para que, como Dios trascendente, por su pobreza sin medida, pueda hacerme rico, aunque Él creció pobre.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
‘Ahora Cristo nace de Jacob’, por eso dijo Balaam: ‘y gobernará sobre todas las naciones, y su reino será exaltado en la gracia, y permanecerá eternamente’.
Oda VI
Irmos: Rodeado por el abismo del pecado, clamo ante el abismo insondable de tu misericordia: sácame de la corrupción, oh Dios mío.
Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.
Cristo, en su insondable sabiduría, viene a nosotros por Su propia voluntad. Hagámonos extraños al pecado, y recibámosle, pues mora en las almas de los mansos.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Tú, oh Belén, no eres la menor entre todas las naciones: pues de ti ha nacido el Rey y Señor que se dispondrá como pastor de Su propio pueblo.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Cuán pequeña es la cueva que Te acoge, pues el mundo no puede encontrar habitáculo para Ti, oh Cristo, a quien nada puede contener. Tú, que con el Padre eres sin principio, has aparecido como un Niño pequeño.
Ahora se nombran aquellos por quienes se reza esta paráclesis.
Letanía
Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Señor, según tu gran misericordia te suplicamos que nos escuches y tengas piedad.
Coro: Señor ten piedad (3 veces)
De nuevo rogamos por nuestro padre y Obispo N. y por todos nuestros hermanos en Cristo.
También rogamos por la vida, paz, salud, salvación, visitación, perdón y remisión de los pecados de los siervos de Dios, los cristianos ortodoxos, los que viven en esta ciudad y los reunidos en este santo templo, sus feligreses y bienhechores.
De nuevo rogamos por los siervos de Dios N. N. (Aquí se insertan los nombres de los fieles por los cuales se ruega) que elevan esta súplica.
Porque eres un Dios misericordioso y amante de la humanidad, te rendimos gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.
Contaquio, tono 3
Hoy, la Virgen viene a la cueva para dar a luz de una manera inefable al Logos pre-eterno. Por eso, alégrate, oh universo, cuando oigas, y glorifica con los ángeles y pastores a Aquel que aparece por Su propia voluntad como un nuevo Niño, el Dios pre-eterno.
Anavathmi
Primera antífona de los Himnos de Ascensión del tono 4º
Desde mi juventud me sitiaban pasiones, pero Tú, oh Salvador, me proteges y salvas. (dos veces)
Que sean confundidos por el Señor todos los enemigos de Sión, que sean como hierba quemada por un fuego desolador. (dos veces)
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Toda alma vive por la gracia del Espíritu Santo, y cuando está totalmente purificada se eleva hasta que por un misterio sagrado, resplandece con la Unidad Trinitaria.
Ahora y siempre y por lo siglos de los siglos. Amén.
Por el Espíritu Santo, fluyen los arroyos de la gracia, regando toda la creación y llenándola de vida.
Prokimenon tono 4º
Celebraré Tu Nombre de generación en generación
V: Escucha, oh hija, y ve e inclina tu oído, y olvida tu pueblo y la casa de tu padre; y el Rey deseará en gran medida tu belleza.
Lectura del Evangelio
Sacerdote: Para que seamos dignos de escuchar el santo Evangelio, roguemos al Señor nuestro Dios.
Coro: Señor ten piedad (tres veces)
Sacerdote: Sabiduría, en pie, escuchemos el Santo Evangelio. Paz a todos.
Coro: Y con tu espíritu.
Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas.
Coro: Gloria a ti Señor, gloria a ti.
(1:39-56)
“En aquellos días, María se levantó y fue, apresuradamente a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió cuando Isabel oyó el saludo de María, que el niño dio saltos en su seno e Isabel quedó llena del Espíritu Santo. Y exclamó en alta voz y dijo: ‘¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu seno!. ¿Y de dónde me viene, que la madre de mi Señor venga a mí?. Pues, desde el mismo instante en que tu saludo sonó en mis oídos, el hijo saltó de gozo en mi seno. Y dichos la que creyó, porque tendrá cumplimiento lo que se le dijo de parte del Señor’. Y María dijo: ‘Glorifica mi alma al Señor, y mi espíritu se goza en Dios mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Y he aquí que desde ahora me felicitarán todas las generaciones; porque en mí obró grandezas el Poderoso. Santo es su nombre, y su misericordia, para los que le temen va de generación en generación. Desplegó el poder de su brazo; dispersó a los que se engrieron en los pensamientos de su corazón. Bajó del trono a los poderosos, y levantó a los pequeños; llenó de bienes a los hambrientos, y a los ricos despidió vacíos. Acogió a Israel su siervo, recordando la misericordia, conforme lo dijera a nuestros padres en favor de Abraham y su posteridad para siempre’. Y quedóse María con ella como tres meses, y después se volvió a su casa”.
Coro: Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.
Tono 2º
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Por las oraciones de los profetas, oh Misericordioso, borra la multitud de nuestros pecados.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Por las oraciones de la Theotokos, oh Misericordiosos, borra la multitud de nuestros pecados.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Tono 6º
Las profecías de los profetas se han cumplido ahora, pues nuestro Dios nacerá de la Virgen María según las antiguas escrituras, y sin embargo, permanecerá tal y como era antes de su nacimiento. Los magos vienen trayendo regalos, los pastores yacen en los campos, y nosotros también cantamos con todos ellos: “Oh Señor, nacido de una Virgen, gloria a Ti”.
Oda VII
Irmos: El mandato profano de un tirano ilícito avivó la llama del horno en gran manera, pero Cristo vertió el rocío del Espíritu sobre los jóvenes que temían a Dios y clamaban: ‘Bendito sea Él, y exaltado por encima de todo”.
Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.
Que las nubes dejen caer agua desde lo alto; el que hace de las nubes, en gloria, Su carruaje, viene sobre una nube, que es la Virgen. La Luz que no conoce ocaso, resplandece sobre los que están en la oscuridad y en el peligro.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Oh huestes de los ángeles divinos, preparaos para cantar las alabanzas de la inefable condescendencia del Señor. Oh vosotros, magos, venid con premura; oh pastores, apresuraos. Cristo viene, Él, que es la Esperanza profetizada de las naciones y Su Liberación.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
“¿Qué es esta gran y asombrosa maravilla? ¿Cómo puedo llevarte en mis brazos, a Ti, que sostienes al mundo por Tu palabra? ¡Oh Hijo mío, que eres sin principio, Tu nacimiento está más allá de toda palabra!”. Así habló la Toda Pura, sosteniendo temerosamente a Cristo en sus brazos.
Oda VIII
Irmos: En la antigua Babilonia, por el mandato de Dios, el horno de fuego obró de forma contraria: quemando a los caldeos, refrescó a los tres jóvenes mientras cantaban: ¡Obras todas del Señor, bendecid al Señor!.
Gloria a Ti Señor, gloria a Ti.
La purísima Señora se asombró por la grandeza del misterio que cubría el cielo con conocimiento, y dijo: “El trono celestial que te aposenta está colmado por llamas radiantes; así pues, ¿cómo es que puedo llevarte en mí, oh Hijo mío?”.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
“Tienes la semejanza de Tu Padre, oh Hijo mío. Por eso, ¿cómo es que te haces pobres y tomas sobre ti la semejanza de un siervo? ¿Cómo te he de colocar en un pesebre de bestias sin razón, Tú que libras a todos los hombres de la sin razón?. Canto alabanzas a Tu gran compasión”.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Regocíjate, oh toda la tierra; he aquí que Cristo se acerca para nacer en Belén. Alégrate, oh mar; danza de alegría, tú, congregación de los profetas, viendo el cumplimiento de tus obras; alegraos, todos los justos.
Oda IX
Irmos: El Hijo del Padre sin principio se nos ha manifestado, Dios el Señor hecho carne de la Virgen, para dar la luz a los que están en la oscuridad, y para reunir a los dispersos. Por eso, magnificamos a la gloriosa Theotokos.
Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.
Que los reyes de la tierra canten de alegría, y que todas las naciones exulten de regocijo. Montañas, colinas y valles, ríos y mares, y toda la creación, magnifique al Señor que ha nacido hoy.
Gloria a ti Señor, gloria a Ti.
Hasta donde era justo, fuiste visto por los profetas. Hecho hombre en los últimos tiempos, apareciste a todos en Belén, ciudad de Judá, y una estrella Te mostró a los astrónomos y magos, oh Tú, que sobrepasas toda interpretación.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
He aquí que el santísimo Logos viene a Su propio y santo cuerpo que no es suyo. Por un asombroso nacimiento hace suyo al mundo que le era ajeno. Cantémosle himnos de alabanza a Él, que se hizo pobre por nosotros.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
“Oh dulcísimo Hijo, ¿cómo te alimentaré, a Ti, que das alimento a todos? ¿Cómo te sostendré, a Ti, que lo sostienes todo con tu poder? ¿Cómo te envolveré en pañales, a Ti, que envuelves la tierra con las nubes?”. Así clamó la Toda Pura Señora, a la que con fe, magnificamos.
En verdad es digno y justo, a ti alabarte Theotokos, siempre santa e inmaculada, Madre de Nuestro Señor. Más venerable que los querubines, e incomparablemente más gloriosa que los serafines, que sin mancha engendraste al Verbo Dios. A Ti verdadera Theotokos, te ensalzamos.
Megalimnario, tono 8º
Eres más grande que los cielos, y más pura que el resplandor del sol, pues nos has redimido de la maldición que pesaba sobre nosotros, oh Reina de la creación. Por eso, con himnos te veneramos.
Por la abundancia de mis pecados, estoy enfermo en el cuerpo y también en el alma. A Ti te tengo como refugio. Por eso, ayúdame Tú, oh esperanza de los desesperados, pues eres llena de gracia.
Oh Señora y Madre de Cristo nuestro Dios, recibe nuestras oraciones, pobres pecadores, pues te pedimos para que supliques Al que nació de ti. Oh Señora de la creación, ruega a Dios por nosotros.
Hoy te cantamos con admiración, con esta oda jubilosa, oh alabadísima Madre de nuestro Dios. Junto con el Bautista y todos los santos coros implora, oh Theotokos, para que podamos encontrar clemencia.
Purifiquemos nuestros cuerpos y nuestras almas del pecado, para que con una conciencia pura recibamos en Belén a Cristo, el Rey de la gloria que nació de la Virgen pura y sin pecado. ¡Venid y adorémosle!.
Tú, humilde pesebre, prepárate. Apresuraos, oh pastores, pues el nacimiento de Cristo está a punto. Apresuraos, oh magos, y reunios, todos los ángeles, y clamad: ¡A ti sea la gloria, pues por nosotros has nacido!.
¡Gloria a Dios que ha nacido hoy de la Virgen Madre, en la ciudad de Belén! Y así, que clamen los hombres y los ángeles con voces unidas, adorando la santa natividad del Salvador.
Ejércitos celestiales, Precursor del Señor, Apóstoles bienaventurados, y todos los santos, suplicad junto a la Madre de Dios, por nuestra liberación y salvación.
Lector: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros. (tres veces)
Gloria al Padre … Ahora y siempre …
Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Soberano, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura nuestras dolencias por tu nombre.
Señor, ten piedad. (tres veces)
Gloria al Padre … Ahora y siempre …
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre. Venga a nosotros tu Realeza, hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo. El pan sobreesencial dánosle hoy; perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del maligno.
Sacerdote: Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Tropario, tono 4
Prepárate, oh Belén, pues el Edén ha sido abierto para todos. Prepárate, oh Efrata, pues el Árbol de la Vida ha florecido de la Virgen en la cueva. Pues su vientre apareció como un paraíso escogido en el que fue plantada esta santa viña. Si comemos de ella, viviremos y no moriremos, como el antiguo Adán. Cristo nacerá, levantando la imagen que cayó en el principio.
Letanía
Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Señor, según tu gran misericordia, te suplicamos que nos escuches y tengas piedad.
Coro: Señor, ten piedad (tres veces)
También rogamos por todos los fieles cristianos ortodoxos.
De nuevo rogamos por nuestro padre y Obispo N. y por toda nuestra hermandad en Cristo.
Roguemos también para que obtengamos misericordia, vida, paz, salud, protección, perdón y remisión de los pecados de los siervos de Dios N. N., por los miembros de nuestra parroquia, y por los benefactores de este santo lugar.
Roguemos también por los que hacen el bien en esta santa y venerable iglesia, por todos los que trabajan y cantan y por todo el pueblo aquí presente que espera de ti una grande y abundante misericordia.
De nuevo pidamos para que libre a esta santa iglesia, a esta ciudad, a todas las ciudades y campos del hambre, la ira, las plagas y terremotos, de las inundaciones, de los incendios, de la espada, de las invasiones extranjeras, de la guerra civil y de la muerte súbita; que nuestro Dios, amante de la humanidad, sea misericordioso y se nos muestre favorable y nos libre de toda violencia y enfermedad y del justo castigo que merecen nuestros pecados y tenga misericordia de nosotros.
Señor, ten piedad. (cuarenta veces)
Roguemos también para que el Señor, y aunque somos pecadores, escuche nuestra súplica y tenga piedad de nosotros.
Señor, ten piedad. (tres veces)
Sacerdote: Escúchanos, oh Dios Salvador nuestro, Esperanza de los que se encuentras en los confines de la tierra y de los que navegan por el mar; sé misericordioso, oh Señor, sé misericordioso, perdona nuestros pecados y ten piedad de nosotros. Porque eres un Dios compasivo y amante de la humanidad y a ti te damos gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
A la Theotokos
Oh Señora nuestra, recibe las oraciones de tus siervos y líbranos de todas las adversidades.
Toda nuestra esperanza está depositada en ti, oh Theotokos, protégenos con tu sagrado velo.
Catecismo Ortodoxo
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Todos se separan del que confiesa sus pecados, pues el pecado esta sustentado y fortalecido por el orgullo de nuestra naturaleza caída, y no soporta escrutinio y exhibición. En el Sacramento de la confesión, todos los pecados cometidos de palabra, obra o pensamiento son lavados definitivamente. La confesión de los pecados es necesaria para separarse adecuadamente de los pecados anteriores, y para protegerse uno mismo de caer en pecado en el futuro. Nada, nada ayuda a sanar las heridas causadas por los pecados que dan la muerte, como la frecuente confesión.
San Ignacio Brianchaninov
Catecismo Ortodoxo
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Si alguno se ha arrepentido alguna vez de un pecado, y otra vez comete el mismo pecado, esto es una señal de que no ha sido purificado de las causas del pecado, desde donde, como de una raíz, aparecen nuevos brotes.
San Basilio Magno
Catecismo Ortodoxo
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La humildad consiste en considerarse nada a uno mismo en toda circunstancia, separando la propia voluntad en todo, acusándose uno mismo de todo, y soportando sin confusión todo lo que le acontece. Tal es la verdadera humildad, en la que la vanagloria no tiene lugar. Un hombre humilde no necesita demostrar su humildad en palabras, ni necesita hacer obras humildes, pues ambas cosas llevan a la vanidad, impiden el progreso y hacen más daño que bien. Pero cuando le ordenen algo, no es necesario contradecir, sino cumplir con obediencia. Esto es lo que lleva al éxito.
San Juan el Profeta
Catecismo Ortodoxo
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El amor por Cristo se desborda en amor por el prójimo, amor por la verdad, amor por santidad, por el mundo, por pureza, por todo lo divino, por todo lo inmortal y eterno. Todas estas formas de amor son manifestaciones naturales de amor por Cristo. Cristo es el Dios-hombre, y el amor por El siempre significa amor por Dios y amor por el hombre. Cuando amamos a Cristo Dios, también amamos lo que es divino, inmortal y semejante a Cristo en las personas. No podemos verdaderamente amar a los demás si no lo hacemos por estas causas. Cualquier otro amor es pseudo-amor, el cual fácilmente se convierte en desamor y desprecio hacia los demás. El verdadero amor por el hombre proviene del amor por Dios, y el amor por Dios crece de acuerdo a la práctica de Sus mandamientos.
San Justino Popovich
Catecismo Ortodoxo
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"El hombre verdaderamente misericordioso no sólo da la ayuda a que está obligado, sino que soporta con alegría la injusticia que los otros le infligen y les perdona. Es verdaderamente misericordioso aquel que sacrifica su alma por su hermano y no aquel que, por medio de la limosna, es caritativo con él".
San Isaac el Sirio
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El Señor no nos reprocha el goce de los bienes terrenales. El dijo que, dada nuestra situación en la tierra, nosotros tenemos necesidad de ellos a fin de dar tranquilidad a nuestras existencias y tornar más cómodo y fácil el camino hacia nuestra patria celestial. Y el Apóstol Pedro estimó que no hay nada mejor en el mundo que la piedad unida a la alegría. La Santa Iglesia ora para que esto se nos dé. Pese al hecho de que las penas, las desgracias y las necesidades sean inseparables de nuestra vida en la tierra, el Señor no quiso jamás que las inquietudes y las miserias constituyan toda la trama. Es por eso que, por boca del Apóstol, El nos recomienda llevar la carga unos de los otros a fin de obedecer a Cristo, quien personalmente nos dio el precepto de amarnos mutuamente. Reconfortados en este amor, la marcha dolorosa sobre el camino estrecho que conduce hacia nuestra patria celestial nos será facilitado. No descendió el Señor del cielo para ser servido, sino para servir y dar Su vida por la redención de una multitud (Mt. 20,28; Mc. 10,45). Actuad de la misma forma, amigo de Dios y, consciente de la gracia de la que habéis sido visiblemente el objeto, comunicadla a todo hombre que desea su salvación.
San Serafín de Sarov
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Si en el momento en que la mente esta orando es distraída por un pensamiento extraño o se preocupa por algo, entonces esa oración no puede llamarse pura.
San Isaac el Sirio
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En tanto ores con toda tu alma por aquél que te ha injuriado, asi Dios revelará la verdad a los que han creido al difamador.
San Maximo el Confesor
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"Déjate perseguir, pero tú no persigas. Déjate crucificar, pero tú no crucifiques. Déjate ofender, pero tú no ofendas. Déjate calumniar, pero tú no calumnies… Alégrate con los que se alegran y llora con los que lloran: este es el signo de la pureza. Ten pena con los que sufren. Derrama lágrimas con los pecadores. Goza con los que se arrepienten. Sé amigo de todos, pero en tu interior permanece solo".
San Isaac el Sirio
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En consecuencia, el verdadero objetivo de nuestra vida cristiana está en la adquisición de este Espíritu de Dios; en tanto que la plegaria, las vigilias, el ayuno, la limosna y las otras acciones virtuosas, hechas en Nombre de Cristo, no son sino medios para adquirirlo.
San Serafin de Sarov
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Señor eterno, Creador de todas las cosas, Tú que me has llamado a esta vida en tu inexorable bondad, que me has dado la gracia del bautismo y el sello del santo Espíritu. Tú que me has dado la gracia del deseo de buscarte, tú, el único Dios verdadero, escucha mi oración:
Mi Dios, no tengo vida, luz, alegría, sabiduría y fuerza sin ti. Pero tú has dicho a los discípulos “todo lo que pidan en la oración si creen lo obtendrán".
Por eso me permito suplicarte:
Purifícame de toda corrupción de la carne y del espíritu.
Enséñame a orar.
Bendice este día que has dado a este indigno siervo tuyo.
Permíteme, con el poder de tu gracia, hablar y trabajar incesantemente por tu gloria en un espíritu de pureza, humildad, paciencia, amor, bondad, paz, coraje y sabiduría, teniendo conciencia de tu Presencia sin fin.
Señor Dios, por tu infinita bondad, muéstrame el camino de tu voluntad y hazme digno de continuar mi camino sin pecado.
Conocedor de los corazones, Señor, Tú conoces todas mis faltas. Tú conoces mi ceguera y mi ignorancia. Tú conoces la debilidad y la corrupción de mi alma. Y tampoco son desconocidos para ti mi dolor y mi angustia. Escucha mi súplica y enséñame con tu Espíritu santo el camino a seguir.
Dame, con el poder de tu amor, la gracia de perseguir el bien.
Custódiame de toda palabra o acción que pueda corromper a mi alma y de todo acto interior y exterior que no sea agradable a ti y nocivo para mi hermano. Enséñame cómo tengo que ver y cómo tengo que hablar. Si es tu voluntad el no responderme, dame un espíritu de pacífico silencio que esté privado de amargura y de peligro para con mi hermano.
Enséñame tus preceptos y hasta mi último respiro no permitas que pueda salirme de la luz de tus mandamientos, hasta que tu ley no se vuelva la única ley de mi existencia, tanto en esta tierra como en la vida eterna.
Libérame de mi dolor y de mi miseria y no me ocultes el camino de la salvación. En mi locura, mi Dios, por muchas y grandes cosas te ruego. Conociendo mi maldad, mi debilidad y mi vileza te grito: ten piedad de mí.
No me eches de tu presencia por mi arrogancia.
Dame y has crecer, en mí, el poder amarte según tus mandamientos, con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente, con toda mi fuerza y con todo mi ser.
Dios mío, enséñame la justicia y el conocimiento de tu santo Espíritu.
Dame el conocimiento de tu verdad antes de abandonar esta vida.
Aumenta los días de mi vida hasta que pueda ofrecerte un arrepentimiento sincero. Y cuando con tu beneplácito llegue el fin de mi vida, hazme conocer a tiempo la hora de mi muerte, así mi alma podrá estar bien dispuesta para encontrarte. Y quédate conmigo, Señor, en aquella hora terrible y dame la alegría de tu salvación. Purifícame de todo pecado público y oculto y de toda iniquidad escondida en mí y dame una buena defensa para cuando esté ante tu terrible trono.
Mi Dios, según tu gran misericordia y tu filantropía inconmensurable, escucha mi súplica. Amén.
Catecismo Ortodoxo
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Kondakio I
A ti, Oh Juan Damasceno, lámpara del Espíritu Santo, himnógrafo celestial, defensor de la correcta veneración a los iconos y maestro de la Ortodoxia, nosotros los fieles, te ofrecemos este himno de alabanza pues te estableciste como una muralla infranqueable para el Señor, Cristo nuestro Dios, preservando la enseñanza Ortodoxa de la iglesia y adornando la fe con la riqueza de los himnos y las melodías que compusiste, por lo que te clamamos: Alégrate, oh Justo Juan de Damasco, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza.
Ikos I
Habiendo nacido en tierras sarracenas, oh justo Damasceno, no fuiste privado de la fe, pues tu piadoso padre Sergio, liberó a San Cosme, monje siciliano prisionero de los árabes y gran erudito para ser tu tutor y el de tu hermano Cosme, que sería Obispo de Maiouma, en Siria, educándoos en la verdadera fe y enriqueciéndoos en las artes de la música, la astronomía y la teología, para que con erudición pudieras preservar y proclamar a Cristo crucificado por todas las generaciones cantando:
Alégrate, discípulo, que llegaste a ser maestro de la fe
Alégrate, hijo, que te convertiste en padre espiritual
Alégrate, padre espiritual, que tornaste en ser manso como un niño por la humildad
Alégrate, Elegido, pues providencialmente fuiste educado por un santo en la santidad
Alégrate, filósofo, que desdeñaste la filosofía mundana para adentrarte en la sabiduría celestial
Alégrate, muralla inexpugnable, ante la cual los iconoclastas no pudieron pasar
Alégrate, sabio, que te gloriaste en la ignorancia para hacerte docto en la fe
Alégrate, fiel a la fe ortodoxa, que nunca flaqueaste ante la adversidad
Alégrate, soldado de Cristo, que soportaste las embestidas del maligno con estoica valentía
Alégrate, perfecta unión de la sabiduría del hombre y el conocimiento divino bajo el que fueron aplastados la falsa sabiduría y fe de los sarracenos
Alégrate, Predicador de la verdad, que destruiste las mentiras del maligno
Alégrate, Gran expositor de la fe ortodoxa, que despejaste las tinieblas del error
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio II
Tu elocuencia y tu gran sabiduría te llevaron a ser educado en la corte del Califa y te fue dado un puesto de gran dignidad y honor como consejero para el gobernante musulmán, pero tú nunca olvidaste tu fe y al igual que los ángeles, clamaste incesantemente al Señor: ¡Aleluya!
Ikos II
Muy perturbado por el deshonor dado a los Santos Iconos de nuestro Señor, a Su Purísima Madre y a Sus santos, tú escribiste con fidelidad y pasión “tres tratados apologéticos contra quienes reprueban las imágenes” que servirían para aplastar la impiedad del Emperador iconoclasta de Bizancio, León el Isáurico, que detestando tus palabras fieles a los mandamientos de nuestro Señor, te calumnió traicioneramente ante el Califa y castigándote te cortó tu mano. Por lo que clamamos:
Alégrate, icononófilo que defendiste sin miedo la Verdad
Alégrate, tú que disipaste la herejía iconoclasta
Alégrate, maestro de la piedad y reverencia a los santos iconos
Alégrate, pues tu devoción por los iconos de nuestro Señor, Su Madre y Sus santos te llevaron a estar entre ellos
Alégrate, perfecta armonía de su correcta veneración
Alégrate, pues por tu enemistad con el impío emperador Isaurico obtuviste tu merecida gloria
Alégrate, pues soportaste el castigo por causa de la fe ortodoxa
Alégrate, pues usaste tu mano derecha para proteger la verdad
Alégrate, pues perdiste tu mano derecha por Cristo
Alégrate, pues pacientemente sufriste el castigo sin temor
Alégrate, inquebrantable, que ofreciste tu mano como testigo de la verdadera creencia
Alégrate, siervo fiel, que nunca maldijiste a tu señor terrenal, el Califa
Alégrate, icono del perdón, que nunca dejaste de rogar por los que te ofendían
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio III
Pronunciando mansas palabras obtuviste el permiso del Califa para que te fuera devuelta tu mano derecha cortada, Oh Justo Juan; te pusiste en oración, humildemente ante el icono de la Theotokos, le suplicaste que te fuera restaurada tu mano, y aun estando en dicha amarga angustia, desde prisión clamaste a Dios y a Su Santa Madre: Aleluya.
Ikos III
En oración debajo del icono de la Theotokos, tú Oh Damasceno, prometiste a la Siempre Virgen combatir con más fiereza el restablecimiento al culto de los iconos si te restauraba tu mano. Entonces soñaste que la Toda Santa y Siempre Virgen María te sanaba y al despertar descubriste que tu mano te había sido totalmente restaurada, y dispusiste una mano de plata en el icono como símbolo del milagro ocurrido para todas las generaciones. El Califa se sintió engañado por tan injusto castigo y quiso restituirte de todas tus funciones, mientras nosotros, sobrecogidos por tu gran piedad cantamos en alta voz:
Alégrate, Oración ferviente e incesante
Alégrate, mano de Dios que perdiste tu mano
Alégrate, fiel defensor de la Theotokos
Alégrate, Justo cumplidor de las promesas dadas a Cristo
Alégrate, Sumiso a la divina Providencia
Alégrate, angustiado que encontraste la exaltación en la humillación
Alégrate, que fuiste encontrado digno de la visita de la Theotokos
Alégrate, tú que te comprometiste a luchar cual león contra los iconoclastas
Alégrate, tú que fuiste vilmente acusado, y defendido por las obras de Dios
Alégrate, tú que aceptaste humildemente la acusación para que se hiciera la Voluntad de Dios
Alégrate, Consejero, que obtuviste el consuelo de la Thetokos
Alégrate, tú que perdiste tu mano para que Dios pudiese obrar maravillas en ti
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio IV
Al serte restaurada tu mano, oíste la voz de la Theotokos que te decía “Tu mano ha sido curada, cumple tu promesa”. Entonces con tu mira puesta en lo celestial y en la vida monástica, rogaste que te dejasen marchar y te liberasen de tus cargos, y el Califa a quien fielmente serviste, sólo te dejo marchar ante tu insistencia en dirigir tu vida hacia lo divino. Y tomando el hábito monástico en el monasterio de San Sabas, clamaste: ¡Aleluya!
Ikos IV
Al entrar en el monasterio y aceptar el atuendo del ascetismo, te fue dado un padre espiritual, un anciano espiritual que era sencillo y austero y que te mandó no volver a coger la pluma con la mano que te había sido restaurada e incluso no hablar sobre temas en los que fuiste educado, y tu obedeciste con humildad, por lo que nosotros los fieles te alabamos diciendo:
Alégrate, tú que abandonaste la gloria terrenal en busca de la gloria celestial
Alégrate, adorno de los monjes
Alégrate, tú que fuiste ensalzado con el atuendo de la humildad
Alégrate, obediente hijo espiritual, formado como maestro entre los hombres
Alégrate, despojado de la riqueza material que disfrutaste de grandes riquezas
Alégrate, casto, que descubriste el mayor de todos los placeres
Alégrate, paciente, a la espera de alzar la voz en cumplimiento de tu promesa
Alégrate, joven asceta, que te gloriaste en austeridad
Alégrate, joven luminaria, que aplastaste la cabeza de la serpiente
Alégrate, gran escritor, sin necesidad de pluma
Alégrate, gran orador que recibiste el apelativo de Crisorroas[1]
Alégrate, Predicador de Oro, que te contuviste por obediencia a tu padre espiritual
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio V
Como ejemplo de obediencia, tú guardaste fielmente los mandamientos de tu guía espiritual en el corazón y el intelecto y en la psique, aunque tuviste compasión de un hermano monje que se encontraba al filo de la muerte y que te imploró, Oh Crisorroas, que le compusieras un himno en honor a los difuntos que fuera tan maravilloso que todos los difuntos elevasen su voz y cantasen: ¡Aleluya!
Ikos V
Al liberar tu intelecto, tu boca y tu mano, te pusiste a componer el himno, pero despertaste la ira de tu anciano espiritual que te prohibió componer o hablar elocuentemente, Oh orador de Oro, y te ordenó abandonar tu celda. El anciano espiritual sólo te recibió tras humillarte y mandarte las tareas más sucias del monasterio. A causa de tu voluntaria humillación, te cantamos:
Alégrate, compasivo que perdonaste tus humillaciones
Alégrate, Compositor que compusiste la Evlogetaria por los difuntos
Alégrate, himnógrafo que no olvidaste a los que se durmieron en el Señor
Alégrate, arroyo de gracia y Orador de Oro
Alégrate, dechado de humildad y obediencia
Alégrate, tú que te lavaste y limpiaste de la inmundicia
Alégrate, compositor melódico
Alégrate, Arpa del Espíritu Santo
Alégrate, luminaria en medio de las tinieblas de la herejía y el error
Alégrate, trabajador incansable en la restauración de la Verdad
Alégrate, humillado que serías enaltecido
Alégrate, tú cuyos himnos rezaremos de generación en generación
Alégrate, Oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio VI
Vencido por el sueño provocado por la Toda Santa, tu anciano espiritual cayó en un profundo sueño en el que vio que la Purísima Virgen Theotokos se le acercaba, reprendiéndole y mandándole no volver nunca más a interferir sino para animar al gran lexicógrafo a componer siempre himnos y alabanzas a su Hijo, Señor y Dios nuestro. Y despertándose del sueño, abrumado de alegría, se acercó al justo Damasceno y juntos cantaron: Aleluya.
Ikos VI
Respetando la fiel regla establecida, ordenaste el Tipicón y creaste el Octoecos para que todos los fieles pudiesen cantar alabanzas al Señor Resucitado que triunfó sobre la muerte por nosotros y para nuestra salvación. Para que toda la Iglesia cante con una sola voz y un solo himno, cual Ángeles en los cielos cantando ante el temible trono de Cristo, proclamando:
Alégrate, voz igual a la de los ángeles.
Alégrate, melodía sin igual entre los hombres
Alégrate, cántico igual a los arcángeles
Alégrate, tú que estás siempre en guardia como los querubines
Alégrate, tú que estás siempre en constante alabanza a Dios como los Serafines
Alégrate, tú que embelleciste la Iglesia con himnos
Alégrate, tú que adornaste los lugares santos con alabanzas
Alégrate, tú que compusiste al tabernáculo vivo del Hijo de Dios, la Siempre Virgen.
Alégrate, tú que fuiste inspirado por las huestes celestiales
Alégrate, dulce melodía ofrecida en el santo altar
Alégrate, nuevo David, componiendo para el Mesías profetizado
Alégrate, orgullo de los compositores y azote de los herejes
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza.
Kondakio VII
Siempre que te encontraste en peligro o necesidad, ponías tu esperanza en la Theotokos, que se convirtió en tu fuente de consuelo en medio de la adversidad. Fue siempre tu protectora y tu bastón, y tú le regalaste himnos que fueran dignos de aquella que llevo en su vientre al Dador de Vida, encargando para nuestra salvación. Por eso, con la Toda Santa Theotokos, no atrevemos a elevar nuestros ojos al cielo y clamar en alta voz: Aleluya
Ikos VII
Tus himnos, Oh Justo Juan, nos llevan a la devoción y la piedad hacia aquella que fue la fuente de tu inspiración, la Soberana del Mundo, ya que ella es el templo sagrado, paraíso espiritual y orgullo de las vírgenes; pues Aquel que existía desde antes de todos los siglos, hizo de su seno un Trono y la hizo más amplia que los Cielos. Pues tomo la carne y la sangre de aquella que le llevó en su vientre. Por ello todos cantamos tu himno “En ti se alegra, Oh llena de gracia, toda la creación”. Y de esta manera, podemos todos a una cantar:
Alégrate, elogio de la virginidad
Alégrate, glorificador de la Encarnación
Alégrate, ensalzador de los dones de la castidad
Alégrate, adorador de la Toda Santa Trinidad
Alégrate, verdadero y fiel guardián del honor de nuestra Señora
Alégrate, director del coro de los ángeles y de los hombres
Alégrate, magnificador de la puerta que estaba cerrada
Alégrate, aclamador de nuestro líder en la batalla espiritual
Alégrate, protector de la condescendencia de nuestro Señor
Alégrate, defensor y digno ejemplo de humildad.
Alégrate, fuente de tesoros más valioso que el oro o la plata
Alégrate, divino himnógrafo, por quien los fieles ortodoxos nos dirigimos dignamente a Dios
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio VIII
Oh Crisorroas y divino teólogo, después de haber almacenado en tu interior muchas obras maravillosas y teológicamente puras, no te contentaste con permanecer en silencio sino que estableciste joyas de gloria a nuestro Señor, su Madre y sus Santos con la mano que te fue arrancada con traición, y que sin embargo ahora te servía para defender con fiereza la fe ortodoxa. Definiste claramente las herejías y demostraste su impía vanidad. Por ello tus escritos divinamente inspirados, son fuente de sabiduría para los que quieren alabar a Dios en espíritu y en verdad. Por ello, nosotros los fieles, asombrados por tu incansable batalla, clamamos a Dios y a Su Santa Madre diciendo: Aleluya
Ikos VIII
Deseando instruir a los fieles y alabar abundantemente la infinita misericordia de Dios; compusiste cánones para la continua alabanza a Dios a lo largo del año, y adornaste la Iglesia con homilías y tratados ricamente expuestos. Ardientemente defendiste el culto a los Santos, a sus reliquias y a sus imágenes. Definiste la justa veneración explicando que lo que honramos en los Santos, son los dones de Dios que han hecho de ellos los hijos del Padre celestial; los amigos y los hermanos de Cristo; y los templos del Espíritu Santo. Y así, alabando a Dios en sus Santos, cantamos junto a ellos:
Alégrate, tú que te maravillaste con la venida de la fuente de la Vida
Alégrate, tú que te estremeces a los pies de la cruz
Alégrate, tú que proclamaste la encarnación de Cristo como los profetas
Alégrate, tú que temblaste en la manifestación de la Trinidad en la Teofanía
Alégrate, tú que deseaste celebrar a Cristo como Simeón el Portador de Dios
Alégrate, tú que te llenaste de gozo cuando Gabriel anunció la Gran Dispensación
a la Madre de Dios
Alégrate, oh tú que te sobrecogiste por la pasión de nuestro Señor
Alégrate, tú que recibiste el Espíritu Santo como los Apóstoles en Pentecostés
Alégrate, tú que llevaste el Evangelio de Cristo a los que no lo habían oído a imagen de los Apóstoles
Alégrate, tú que proclamaste la resurrección de los fieles, al magnificar la Dormición de la Santa Theotokos
Alégrate, tú que lloraste con la ejecución del precursor por el impío Herodes
Alégrate, proclamador de la historia de nuestra salvación en himnos
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio IX
Ofreciendo panegíricos a la Gloriosa Muerte y Resurrección de Cristo para la liberación de nuestros pecados, compusiste la joya de los cánones “El día de la Resurrección” el cual cantamos con temor y estremecimiento en la mañana de Pascua, como el Sol de Justicia surge para iluminar al mundo en la oscuridad. Y cantando “Cristo ha resucitado de entre los muertos” decimos en Pascua: Aleluya.
Ikos IX
Jerjes con su vasto ejército bárbaro y sus navieros cuyas flechas bloqueaban el sol no pudieron derrotar a los Ortodoxos porque tú, Oh Instruido, usaste la sabiduría mundana aprendida y la fe cristiana en prodigiosa y divina armonía para refutar las creencias de los heréticos Ismaelitas y de cualquier otro hereje que se atreviera a alzar la voz contra la Verdad Ortodoxa. Por lo que te cantamos:
Alégrate, azote de herejes
Alégrate, guerrero de la verdad
Alégrate, proclamador de la Cruz contra los que la abominan
Alégrate, Muralla impenetrable contra los que niegan la encarnación del Logos de Dios
Alégrate, defensor del Evangelio
Alégrate, orador del sentido ortodoxo para aquellos que no son sensibles a la Verdad!
Alégrate, casto defensor del verdadero y santo matrimonio
Alégrate, sanador de las heridas causadas por la mutilación de la Verdad
Alégrate, castigador de los descendientes de Arrio
Alégrate, reprensor de los judaizantes
Alégrate, tú que aplastaste a los que aseguraban que Dios no tiene Hijo
Alégrate, victorioso soldado de Cristo que no te apiadaste de la mentira y la impiedad
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio X
Siendo aún joven en años, pero avanzado y experimentado en pruebas ascéticas; siendo un digno maestro de la oración constante, un divino erudito de los escritos teológicos y un docto en cantos al Señor, fuiste ordenado al sagrado sacerdocio, Oh digno Juan, por el Patriarca Juan de Jerusalén, y se te encomendó predicar en la Iglesia de la Anástasis de la ciudad. Por lo que agradecidos por tan buena dispensación de Dios hacia nosotros, cantamos junto a ti: Aleluya.
Ikos X
Y viendo en ti la perfecta alabanza, nos unimos en oración, Oh sacerdote de Dios, para ofrecer súplicas e himnos de acción de gracias a Nuestro Señor Dios y Salvador Jesús Cristo; y clamamos por los que partieron de esta vida terrenal, ofreciendo con estremecimiento oraciones por los fieles ante el temible tribunal de Cristo, por lo que clamamos con fe:
Alégrate, sacerdote de Dios según el orden de Melquisedec
Alégrate, justo celebrante de los misterios divinos
Alégrate, predicador del arrepentimiento
Alégrate, intercesor de la humanidad ante el altar de Dios
Alégrate, proclamador del Evangelio
Alégrate, concelebrante con los Ángeles y Arcángeles
Alégrate, invocador del Espíritu Santo
Alégrate, Oh padre espiritual y confesor
Alégrate, bautista de iniciados
Alégrate, maestro de los catecúmenos
Alégrate, distribuidor de los Santos Misterios para el pueblo de Dios
Alégrate, tú que bendices a la congregación con la Cruz de Cristo
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio XI
Sobrecogidos por tus enseñanzas y devoción entusiasta por la Verdad, el séptimo Concilio Ecuménico declaró: “¡Ay de los iconoclastas” y justificó que tus escritos eran de hecho la aclaración de las enseñanzas que la iglesia había celebrado siempre y en todas partes. Se alzó la voz diciendo “¡Ay de los Iconoclastas”, tornad en la recta dirección y cantad: Aleluya.
Ikos XI
Los Himnos de los ortodoxos son ríos de teología y miríada, pero ninguno tan glorioso como tú, oh predicador elocuente, orador de Oro y río de gracia increada, que incluso tu hermano San Cosme, criado y educado contigo, proclamó que tu canon de la Resurrección de nuestro Señor Dios y Salvador Jesús Cristo, debía ser leído en todas partes por lo que nos atrevemos a clamar:
Alégrate, Oh divina inspiración, que compusiste el Canon de Oro
Alégrate, tú que expusiste que Cristo trajo la alegría eterna para desterrar la tristeza
Alégrate, portador de la gracia increada que se extiende desde su trascendente Luz
Alégrate, tú que sepultaste tu vida para vivir en Cristo
Alégrate, tú que fuiste crucificado con Cristo para morir en el pecado y resucitar en la vida eterna
Alégrate, tú que con Habacuc te gozaste del triunfo de Cristo sobre el Hades
Alégrate, tú que con el arca del Señor te hiciste un glorioso pescador de las psiques en el error
Alégrate, portador de mirra ante la tumba vacía de Cristo
Alégrate, tú que con Cristo rompiste las cadenas de la muerte en el pecado
Alégrate, tú que con los ortodoxos te levantaste de la profunda y oscura prisión
Alégrate, tú que fuiste purificado con los tres santos jóvenes por el divino rocío refrescante en el horno de fuego
Alégrate, tú que bebiste del néctar de la resurrección de Cristo
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio XII
La arrogancia juvenil que a todos nos acecha, fue sofocada por la sabiduría de tu ancianidad espiritual, oh arpa inspirada del Espíritu Santo, a través de las obras de teología, los himnos y las melodías. Y los fieles seguirán estudiando tus escritos, cantando tus obras y guiados por la ortodoxa exposición de fe para que sigamos alabando a Dios con temor y estremecimiento cantando: Aleluya.
Ikos XII
Tus escritos son más poderosos que guerreros con espadas, caballeros con lanza, arqueros con arcos, reyes con ejércitos y emperadores con armadas, Oh venerable Juan, pues has disipado las herejías y los errores de los enemigos de la Iglesia con tus escritos e himnos. Por lo que en alta voz te clamamos:
Alégrate, luminaria en medio de la oscuridad
Alégrate, arpa que triunfaste sobre el paganismo de Apolo y Orfeo
Alégrate, monje humilde glorificado en el ascetismo
Alégrate, justo sacerdote, digno de las alturas del cielo
Alégrate, agua viva que apagas las llamas de la herejía
Alégrate, león de la ortodoxia manso como un cordero
Alégrate, estoico guerrero en la batalla contra el pecado que te viste enaltecido por los sufrimientos
Alégrate, Oh Cántico de la Iglesia por quien los fieles ortodoxos cantan la victoria sobre la muerte en la Resurrección
Alégrate, portador de la filosofía espiritual que superaste en elocuencia a los filósofos y los más grandes sabios
Alégrate, tú que fuiste humillado para ser enaltecido
Alégrate, vencedor en la batalla que arrancaste la mala hierba del error.
Alégrate, Oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza
Kondakio XIII
Ningún hombre puede cantar adecuadamente tus alabanzas, Oh Luminaria, digno sacerdote, defensor de la fe ortodoxa, azote de los herejes, aplastador de los ismaelitas, protector de los santos iconos, digno origen del icono de la Trijerusa, fuente de sabiduría espiritual, maná de la recta fe, arroyo de Agua Viva que nunca se corrompe, fiel defensor de la Theotokos, alivio de los que descansan en el Señor, Oh San Juan Damasceno, coraza contra las embestidas del maligno y terror de los ejércitos de la oscuridad, sálvanos de la muerte eterna y condúcenos por el angosto camino que lleva a la vida para que contigo, la Toda Santa Theotokos y el coro de las huestes celestiales, podamos cantar a Dios alabado en sus Tres Personas: Aleluya, Aleluya, Aleluya .
(se repite tres veces el kondakio XIII)
(A continuación se repite ek kondakio I e Ikos I)
Catecismo Ortodoxo
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Dios es la vida y la salvación de todos los seres dotados de libre albedrío; de los fieles y de los infieles, de los justos y de los pecadores, de los piadosos y de los impíos, de aquellos que están sometidos por sus pasiones y de aquellos que alcanzaron la impasibilidad, de los monjes y de los seculares, de los sabios y de los ignorantes, de los sanos y de los enfermos, de los jóvenes y de los viejos, y como la efusión de la luz, como la visión del sol, como la alternancia de las estaciones, a todos beneficia, ya que “Dios no hace acepción de personas” (Rom. 2:11).
La Santa Escala
San Juan Clímaco
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Cada vez que pecamos, damos lugar al demonio. Pero cada vez que hacemos el bien, damos lugar a Dios.
San Juan Crisóstomo
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