Piadoso David, oh milagroso, en tí ponemos nuestra esperanza, ahora que (nombre) atraviesa por duros momentos de enfermedad.
Monday, September 26, 2016
Oración Por los Enfermos ( San David de Evia )
Piadoso David, oh milagroso, en tí ponemos nuestra esperanza, ahora que (nombre) atraviesa por duros momentos de enfermedad.
Friday, September 23, 2016
Tres luces que son una Luz. ( San Gregorio Nacianceno )
Poemas dogmáticos.
(Poemas dogmáticos, 1, 2, 3)
Bien sé que, al hablar de Dios a los que le buscan, es como si quisiéramos atravesar el mar con pequeñas naves, o nos lanzáramos hacia el cielo constelado de estrellas, sostenidos por débiles alas. Porque queremos hablar de ese Dios que ni siquiera los habitantes del Cielo son capaces de honrar como conviene. Sin embargo, Tú, Espíritu de Dios, trompeta anunciadora de la verdad, estimula mi mente y mi lengua para que todos puedan gozar con su corazón inmerso en la plenitud de Dios.
Hay un solo Dios, sin principio ni causa, no circunscrito por ninguna cosa preexistente o futura, infinito, que abraza el tiempo, grande Padre del grande y santo Hijo unigénito. Es Espíritu purísimo, que no ha sufrido en el Hijo nada de cuanto el Hijo ha sufrido en la carne (…).
Único Dios, distinto en la Persona pero no en la divinidad, es el Verbo divino. Él es la imagen viva del Padre, Hijo único de Aquél que no tiene principio, solo que procede del solo, igual hasta el punto de que mientras sólo Aquél es plenamente Padre, el Hijo es también creador y gobernador del mundo, fuerza e inteligencia del Padre. Cantemos en primer lugar al Hijo, adorando la sangre que fue expiación de nuestros pecados. En efecto, sin perder nada de su divinidad, me salvó inclinándose, como médico, sobre mis heridas purulentas. Era mortal, pero era Dios; descendiente de David, pero creador de Adán; revestido de cuerpo, pero no partícipe de la carne. Tuvo madre, pero madre virgen; estuvo circunscrito, pero permaneció siempre inmenso. Fue víctima, pero también pontífice; sacerdote, y sin embargo era Dios. Ofreció a Dios su sangre y purificó el mundo entero. Fue alzado en la cruz, pero los clavos derrotaron al pecado. Se confundió entre los muertos, pero resucitó de la muerte y trajo a la vida a muchos que habían muerto antes que Él: en éstos se hallaba la pobreza del hombre, en Él la riqueza del Espíritu (…).
Alma, ¿por qué tardas? Canta también la gloria del Espíritu; no separes en tu discurso lo que la naturaleza no ha dividido. Temblemos ante el poderoso Espíritu, como delante de Dios; gracias a Él he conocido a Dios. Él, que me diviniza, es evidentemente Dios: es omnipotente, autor de dones diversos, el que suscita himnos en el coro de los santos, el que da la vida a los habitantes del cielo y de la tierra, el que reina en los cielos. Es fuerza divina que procede del Padre, no sujeto a ningún poder. No es hijo: uno solo, en efecto, es el Hijo santo del único Bien. Y no se encuentra fuera de la divinidad indivisible, sino que es igual en honor (…).
[Ésta es la] Trinidad increada, que está fuera del tiempo, santa, libre, igualmente digna de adoración: ¡único Dios que gobierna el mundo con triple esplendor! Mediante el Bautismo, soy regenerado como hombre nuevo por los Tres; y, destruida la muerte, avanzo en la luz, resucitado a una vida nueva. Si Dios me ha purificado, yo debo adorarlo en la plenitud de su Todo.
(Poemas dogmáticos, 1, 2, 3)
Bien sé que, al hablar de Dios a los que le buscan, es como si quisiéramos atravesar el mar con pequeñas naves, o nos lanzáramos hacia el cielo constelado de estrellas, sostenidos por débiles alas. Porque queremos hablar de ese Dios que ni siquiera los habitantes del Cielo son capaces de honrar como conviene. Sin embargo, Tú, Espíritu de Dios, trompeta anunciadora de la verdad, estimula mi mente y mi lengua para que todos puedan gozar con su corazón inmerso en la plenitud de Dios.
Hay un solo Dios, sin principio ni causa, no circunscrito por ninguna cosa preexistente o futura, infinito, que abraza el tiempo, grande Padre del grande y santo Hijo unigénito. Es Espíritu purísimo, que no ha sufrido en el Hijo nada de cuanto el Hijo ha sufrido en la carne (…).
Único Dios, distinto en la Persona pero no en la divinidad, es el Verbo divino. Él es la imagen viva del Padre, Hijo único de Aquél que no tiene principio, solo que procede del solo, igual hasta el punto de que mientras sólo Aquél es plenamente Padre, el Hijo es también creador y gobernador del mundo, fuerza e inteligencia del Padre. Cantemos en primer lugar al Hijo, adorando la sangre que fue expiación de nuestros pecados. En efecto, sin perder nada de su divinidad, me salvó inclinándose, como médico, sobre mis heridas purulentas. Era mortal, pero era Dios; descendiente de David, pero creador de Adán; revestido de cuerpo, pero no partícipe de la carne. Tuvo madre, pero madre virgen; estuvo circunscrito, pero permaneció siempre inmenso. Fue víctima, pero también pontífice; sacerdote, y sin embargo era Dios. Ofreció a Dios su sangre y purificó el mundo entero. Fue alzado en la cruz, pero los clavos derrotaron al pecado. Se confundió entre los muertos, pero resucitó de la muerte y trajo a la vida a muchos que habían muerto antes que Él: en éstos se hallaba la pobreza del hombre, en Él la riqueza del Espíritu (…).
Alma, ¿por qué tardas? Canta también la gloria del Espíritu; no separes en tu discurso lo que la naturaleza no ha dividido. Temblemos ante el poderoso Espíritu, como delante de Dios; gracias a Él he conocido a Dios. Él, que me diviniza, es evidentemente Dios: es omnipotente, autor de dones diversos, el que suscita himnos en el coro de los santos, el que da la vida a los habitantes del cielo y de la tierra, el que reina en los cielos. Es fuerza divina que procede del Padre, no sujeto a ningún poder. No es hijo: uno solo, en efecto, es el Hijo santo del único Bien. Y no se encuentra fuera de la divinidad indivisible, sino que es igual en honor (…).
[Ésta es la] Trinidad increada, que está fuera del tiempo, santa, libre, igualmente digna de adoración: ¡único Dios que gobierna el mundo con triple esplendor! Mediante el Bautismo, soy regenerado como hombre nuevo por los Tres; y, destruida la muerte, avanzo en la luz, resucitado a una vida nueva. Si Dios me ha purificado, yo debo adorarlo en la plenitud de su Todo.
Catecismo Ortodoxo
http://catecismoortodoxo.blogspot.ca
Monday, September 19, 2016
Sobre los Iconos, en Pocas Palabras.
Cuando entramos en una Santa Iglesia, lo primero que nos llama la atención son los íconos que vemos ahí adentro.
¿Qué son los Santos Íconos? Son las representaciones o imágenes por las que nos son mostrados los rostros o apariencia de personas que han vivido en santidad a través de los siglos, representándose también momentos de importancia en ha historia del cristianismo.
¿Qué se representa en los Santos Íconos? Usualmente se representa la imagen de Nuestro Salvador Jesucristo, la de la Virgen María, la de los Santos Apóstoles, la de los Padres de la Iglesia, de los ángeles y arcángeles, etc.
Los santos íconos nos enfatizan también algunos eventos de importancia en la historia del cristianismo, como la Natividad de Jesús, su Bautizo, su Crucificción, su Ascención, su Resurrección, la Última Cena, la Anunciación a la Virgen, el Descenso del Espíritu Santo en Pentecostés, los milagros hechos por Nuestro Señor Jesucristo, etc.
En la Santa Iglesia, además de los íconos que se ven en las paredes, encontramos también otro grupo de imágenes, en un soporte vertical, usualmente de madera, ricamente ornamentado, frente al Santo Altar. Estos íconos forman lo que se llama Iconostasis.
¿Cómo honramos a los íconos? Nosotros veneramos los íconos inclinándonos frente a ellos, haciéndonos la Señal de la Cruz y besándolos con respeto, devoción y fe.
Honrando así a los íconos, no significa que estamos venerando el material del que están hechos, el objeto en sí (madera, papel, tela, metal y pintura), sino que recordamos a las santas personas que ahí son representadas. Porque así nos enseñan los Santos Padres de la Iglesia, afirmando que el honor que se rinde frente a los íconos, se eleva a aquellos que ahi son retratados.
Nosotros, los cristianos ortodoxos, colocamos con amor distintos íconos en nuestra casa y siempre, al orar, lo hacemos frente a ellos, pidiendo la intercesión de todos los santos para que nuestra oración sea recibida por Nuestro Dios.
Catecismo Ortodoxo
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Saturday, September 17, 2016
El exorcismo en la Iglesia Ortodoxa
La Doctrina del Mal
Para entender la visión Ortodoxa sobre la práctica de exorcismo, uno debe conocer los presupuestos teológicos ortodoxos acerca del mal y su doctrina sobre Satanás. La teología patrística evidencia que el mal en el mundo proviene del diablo. El diablo fue creado por Dios como un ángel, y como tal era libre y en su calidad de ente libre escogió oponerse al plan de Dios. En síntesis, el diablo es un ángel caído. Satanás no es malo por naturaleza o en esencia, (ya que como dijimos antes fue creado por Dios y Dios no crea seres malignos) sino que el es maligno por su voluntad y sus obras. En Satanás no hay verdad en absoluto; él es falsedad absoluta y decepción. Satanás no es sólo una negación o suspensión del bien, sino una fuerza positiva con libre albedrío que siempre escoge el mal. El diablo tiene la habilidad de reconocer el poder divino, como la cualidad de reconocer a Cristo como el Hijo de Dios (Mt 4:1-11; Lc 4:1-3). Satanás tiene bajo su dirección legiones y aquellos poderes invisibles, que sostienen sus propias enseñanzas erróneas (“satánicas”). El diablo y los espíritus malignos saben que Dios existe y reconocen lo que es verdadero y consagrado, así como también los cristianos de vida santa y ejemplar disciernen los planes del diablo. El diablo, sin embargo, constantemente emplea distintos métodos de decepción para esclavizar a cada hombre (según sus características personales) y someterlo a las fuerzas satánicas que lo llevarán a rebelarse contra los planes de Dios. El Demonio es la fuente de corrupción y desorden, él es un poder parasitario en el mundo (a diferencia del Poder de Dios que es en esencia creativo) y será finalmente destruido por Dios en los últimos días. “y dado a que no existe ningún compromiso entre Dios y el diablo, la lucha continuará hasta el final “.
La doctrina Ortodoxa sobre Dios sostiene que Él es eterno, increado e incorporal y que todas las otras criaturas, visibles e invisibles, fueron creadas gratuitamente por Dios. En cambio el poder del diablo será destruido finalmente por la fuerza de la Resurrección y la renovación de la Creación. La salvación de todo mal se logrará sólo por la aceptación libre y obediente a Dios y Su plan. Este mundo (para el hombre) es un campo de batalla entre la elección del bien y del mal. Debe señalarse que en el mundo no hay nada, que como creación de Dios, sea malo. Lo que es malo lo es precisamente por influencia del poder satánico, el cual será (también puede decirse “ya fue”) destruido por el poder de la cruz y la resurrección de Cristo.
La Tradición Ortodoxa de Exorcizar
Después de hacer este breve paneo sobre la doctrina de Satanás en la Iglesia Ortodoxa, es indispensable proceder a hablar sobre el método de rechazar y exorcizar los poderes del mal. En el Nuevo Testamento podemos ver claramente como Cristo mandó a sus Apóstoles a sanar y "expulsar los demonios" (Mt 10:8, Lc 10:17-20). El propio Cristo expulsa a menudo a los demonios de los poseídos (Mc 1:23-27; Lc 4:33-35, 9:43; Mt 10:1; Mc 16:17; Mt 7:22). El Nuevo Testamento, sin embargo, rechaza los usos populares de encantaciones mágicas y ritos para exorcizar los poderes satánicos de las personas, porque ellos se aprovechan de una religiosidad de raíz supersticiosa (Hch. 19:13).
En el nombre de Cristo, uno puede expulsar demonios y destruir los poderes del maligno (Mat. 10:8). Los Padres de la Iglesia aceptaron esta doctrina; el Mártir Justino sostenía “que en el nombre de Cristo, el Hijo de Dios que fue crucificado y subió de nuevo a los Cielos, cada demonio que se exorciza es derrotado y sometido” (La Biblioteca de los Padres griegos y Escritores de la Iglesia, Atenas; Apostolike Diakonia 1955, Vol. 3, pp. 288-89). Los poderes satánicos son aniquilados por el poder de la cruz y el nombre de Cristo, por tal razón las persona y/u objetos poseídos por los demonios, cuando son exorcizados en el nombre del Dios viviente, se libran de la posesión del mal. La evidencia sobre el pensamiento patrístico sobre la creencia en la posesión y expulsión del demonio por el poder de la palabra de Dios es abundante. (Ignacio, Epístolas a los Filipenses 3 y 12; de “La biblioteca de los Padres griegos y Escritores de la Iglesia”, Vol. 2, pág. 333 y 336; Clemente de Alejandría, Stromata 4:14; de “La Biblioteca...”, Vol 8, pág. 82; Origenes contra Celsus, 6:44; de “La Biblioteca...”, Vol. 10, pág. 93).
La posesión demoníaca de individuos e incluso de objetos, ha sido aceptada por la Iglesia Ortodoxa; durante el Sacramento de Bautismo también se practica un exorcismo, así como también se realizan exorcismos algo más específicos en el caso de personas poseídas. En la Iglesia primitiva los exorcismos se administraban a través de personas especialmente entrenadas y designadas para orar, con el objeto de echar fuera el mal de aquellos cristianos bautizados. Desde el siglo IV el lugar del exorcista, así como otras funciones y ministerios, fueron asumidas por el sacerdote. Los exorcismos son oraciones que invocan a Dios con el objetivo expreso de expeler a los espíritus malignos. El sacerdote ora para extirpar todo mal, como ser: el espíritu de error, de idolatría, de codicia, de ira y cada acto impuro que se sustenta en las enseñanzas de Satanás. La renuncia al demonio durante el Rito de Bautismo es la práctica usual en cada bautismo que se realiza en la Iglesia Ortodoxa. También aprovecharemos estas líneas para hablar sobre el particular Rito de la Vaskania, como forma de exorcismo.
La Vaskania
El exorcismo de poderes satánicos también es realizado por la Iglesia Ortodoxa en otros ritos, como por ejemplo en el del popularmente conocido “Mal de ojo” (vaskania).
La Vaskania simplemente es un fenómeno que es aceptado por las personas primitivas como un hecho casi natural. Muchos sostienen que ciertas personas tienen tales sentimientos poderosos de celos y envidia que cuando ellos reparan en algún objeto bonito o individuo, traen consigo alguna forma de destrucción. La vaskania es reconocida por la Iglesia Ortodoxa como los celos y envidia de algunas personas por cosas que ellos no poseen, como ser: la belleza, la juventud, la valentía o cualquier otra bendición. La Iglesia rechazó la idea de la Vaskania esencialmente como contradictorio con el concepto de Providencia Divina. Las oraciones de la Iglesia para apartar el mal de ojo son, sin embargo, un reconocimiento silencioso a este fenómeno de sentimiento mórbido de envidia por parte de algunas personas. La Iglesia prohíbe a las personas que vayan a "curanderos" u otros individuos para el uso de rituales mágicos a fin de superar el llamado mal de ojo. Estos curanderos, muy frecuentemente, se aprovechan de la debilidad de personas supersticiosas, o de aquellas que por desgracias de la vida se hallan psicológicamente y espiritualmente desolados, con el objeto de destruirlos espiritualmente, psicológicamente y financieramente jugando con la imaginación “del cliente”con el fin de cumplir sus objetivos.
Existe también un rito secreto realizado por personas supersticiosas para apartar el mal de ojo, rito que se inclina más a la magia que a una práctica cristiana. Aunque la Iglesia anima incluso a los laicos para orar y exorcizar el mal, rechaza las prácticas mágicas y sus ritos paganos. Este rito hermético antes mencionado es descrito por muchos de la siguiente forma: "El exorcista (no es un sacerdote sino una mujer vieja) prepara una redoma de aceite verde de oliva y un vaso pequeño de agua. Ella mete un dedo en el aceite, lo friega en una señal de la Cruz en la frente de la víctima y permite que una gota caiga sobre el agua; ella repite el proceso, y continúa haciendo una cruz en la frente, otra en la barbilla y otras sobre ambas mejillas. Si el diablo está de hecho presente, las cuatro gotas de aceite que cayeron sobre el agua se unirán para formar la figura del elipsoide de un ojo. El ritual requiere la lectura de oraciones y entonces se volverá a repetir el ritual de las cuatro señales de la Cruz; hasta que las gotas de aceite no se unan en el agua, sino que se dispersarán."
La posesión de individuos por el diablo y la existencia de poderes demoníacos, así como también la liberación de éstos en el nombre de Cristo se evidencia frecuentemente en el Nuevo Testamento (Hch 3:2-8, 9:32-42; 20:7-12; Mt 10:8; Mc 16:17-18). La Iglesia, continúa en sus ritos litúrgicos, lo que Cristo promulgó en Su ministerio; por tal motivo la Iglesia reconoce la influencia del mal y lo rechaza en el nombre de Cristo a través de múltiples oraciones y ayunos. Las oraciones de exorcismo en la Iglesia antigua fueron ofrecidas por exorcistas que podían ser laicos. Esto se evidencia en las oraciones primitivas que han sobrevivido; a partir del siglo IV el ministerio del exorcista es cumplido por el sacerdote.
Las Oraciones ortodoxas de Exorcismo
Todos los libros de oraciones Ortodoxos incluyen las oraciones de exorcismo usadas por los sacerdotes para luchar contra el poder del mal. El Libro Ortodoxo de Oraciones (Eucologion) incluye tres oraciones de exorcismo por San Basilio y otras cuatro por San Juan Crisóstomos. En ellos se leen "para aquellos que padecen posesiones demoníacas y cualquier otra enfermedad" A través de estas oraciones a las cuales hemos hecho referencia, el diablo es exorcizado (rechazado). Las grandes enfermedades y padecimientos sufridos por la Humanidad a través de toda su historia son atribuidos a Satanás y su poder, el cual al haber engañado a nuestros padres Adán y Eva, hizo entrar la muerte y el dolor al mundo, frustrando en el hombre la felicidad para lo cual Dios, en su infinita bondad, lo creó.
Desde el punto de vista teológico Ortodoxo, las siguientes personas pueden ser consideradas exorcistas:
1. Ante todo Cristo, quién es por excelencia, “el exorcista”, puesto que es Él quién ganó la victoria sobre el poder oscuro del demonio.
2. Los sacerdotes en la celebración de los Santos Sacramentos y a través de la prédica de la palabra de Dios siguiendo el ejemplo de Cristo..
3. Todos los cristianos Ortodoxos son exorcistas, pero sólo cuando se esfuerzan en la lucha contra el pecado personal y el mal social; en síntesis: "la Iglesia entera, ya sea en su pasado, presente y futuro, cumple con la tarea de un exorcista, es decir: desterrar el pecado, el mal, la injusticia, la muerte espiritual y el demonio de la vida de la humanidad"
Todas las oraciones de sanación y exorcismo compuestos por los Padres de la Iglesia y en uso desde el siglo III, empiezan con la declaración solemne: “En Tu Nombre, Oh Señor...” (El exorcismo y los Exorcistas en la Tradición Ortodoxa griega, 10 de marzo de 1974.)
En resumen, en las cuatro oraciones de exorcismo de San Juan Crisóstomos, y las otras tres de San Basilio, se increpan a los demonios en el nombre de Dios para liberar a los poseídos de la cautividad de Satanás. Algunos pueden sanarse por la fe acompañada por el ayuno y la purificación. El uso del exorcismo debe hacerse con discreción y con gran cuidado.
El Exorcismo en la Iglesia Ortodoxa
FÓRMULAS DE EXORCISMO USADAS DURANTE EL BAUTISMO
- SEGÚN EL RITO BIZANTINO -
Primer Exorcismo
Sacerdote: Roguemos al Señor
Coro: Señor, ten piedad
Sacerdote: El Señor te ordena, Oh Demonio, el Señor que vino al mundo y habitó en medio de los hombres para destruir tu tiranía y librarlos de ella; Él, que, cuando estaba en la Cruz, triunfó de las fuerzas enemigas, dejando el sol de dar su luz temblando la tierra y resucitando los cuerpos de los santos. Él, que, con su muerte, venció la muerte y aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, a ti, Oh demonio. Te conjuro por Aquél que caminó por las olas del mar como por tierra firme, que ordena el desenlace de los vientos, cuya mirada derrumba los abismos y cuya ira hace temblar las montañas. Es Él quien en este momento te ordena, por nuestro intermedio, que salgas, temas, te alejes de esta creatura y que nunca más te atrevas a ocultarte en ella ni ir a su encuentro, ni influenciaría, sea en horas de la noche o del día, por la mañana o al mediodía. Vuélvete al infierno hasta el día del gran Juicio. Teme a Dios, que está sentado sobre los Querubines, que mira los abismos y ante Quien estremecen los Ángeles, los Arcángeles, los Apóstoles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Legiones, las Potestades, los Querubines de muchos ojos y los Serafines de seis alas; ante Quien tiemblan el cielo, la tierra, el mar y todo lo que en ellos existe. Sal y apártate del soldado recién elegido y signado con el sello de Cristo nuestro Dios. Es por El mismo que yo te conjuro, a ti y todo tu poder y todos tus ángeles por el que va sobre las alas de los vientos y hace de las llamas de fuego sus mensajeros, pues es glorificado el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Segundo Exorcismo
Sacerdote: Roguemos al Señor
Coro: Señor, ten piedad
Sacerdote: El Dios Santo, temible y glorioso, que es inescrutable en todas sus obras e incomprensible en todo su poder, que te ha destinado, Oh demonio, a la angustia del suplicio eterno, te ordena, por medio de nosotros sus indignos ministros, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, nuestro verdadero Dios, que te alejes, tú y todo el poder que te acompaña. Te conjuro, espíritu maligno, impuro, perverso y extraño con la autoridad de Jesucristo, que tiene todo poder en el cielo y en la tierra y que dijo al demonio sordo mudo: “Sal de este hombre y no habites más en él.” Aléjate y reconoce que tu poder es nulo, ya que no puedes dominar ni a las jaurías. Recuerda a Aquel que te ordenó, conforme a tu pedido, entrar en la manada de cerdos. Teme a Dios, por cuyo mandato la tierra ha sido estabilizada en medio de las aguas; Quien creó los cielos, levantó las montañas y extendió las planicies; Quien ha puesto la arena como limite de los mares y ha trazado rutas seguras sobre las profundas aguas; Quien toca a los montes y los hace humear y se reviste de luz como de un manto, y ha extendido los cielos como una tienda de campaña y ha cubierto de agua su parte superior Quien ha fundado la tierra sobre sus bases y no se desnivelará jamás; Quien llama las aguas de los mares y las vierte sobre la tierra. Sal y aléjate del que se prepara en este momento para la santa iluminación. Te conjuro por la Pasión salvadora de Nuestro Señor Jesucristo, por su Cuerpo Purísimo y por su Sangre Preciosa, por su temible segunda venida (parusía), porque vendrá sin duda a juzgar a toda la tierra y te castigará a ti y a las fuerzas que te apoyan con el fuego del infierno, precipitándote a las tinieblas exteriores, donde los gusanos carcomen sin cesar y donde el fuego nunca se extingue, porque el poder es de Cristo, nuestro Dios, y del Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Tercer Exorcismo
Sacerdote: Roguemos al Señor
Coro: Señor, ten piedad
Sacerdote: Señor del Universo, Dios del pueblo fiel, que curas toda enfermedad y dolor, mira a tu siervo/a N.N, pruébalo, examínalo y aleja de él toda acción diabólica. Purifica la obra de tus manos, empleando tu eficaz operación, y abate a Satanás bajo sus pies y otórgale la victoria sobre los espíritus impuros, a fin de que amparado por tu misericordia sea digno de tus Misterios celestiales e inmortales y Te glorifique, Oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Cuarto Exorcismo
Sacerdote: Roguemos al Señor
Coro: Señor, ten piedad
Sacerdote: Soberano Señor, que has creado al hombre a tu imagen y semejanza, que le has dado el poder de llegar a la vida eterna y que no lo abandonaste, después que cayó en pecado, sino que procuraste la salvación del mundo por la Encarnación de Tu Cristo; Tú Señor, después que hayas librado de la esclavitud a tu creatura, recíbelo en tu Reino celestial. Abre los ojos de su inteligencia para que la luz de tu Evangelio pueda brillar en él. Haz que durante la vida lo acompañe un Ángel de luz, que lo libre de todos los engaños del enemigo, del encuentro con el mal, del demonio del mediodía y de las ilusiones perversas.
El Sacerdote sopla tres veces y hace el signo de la Cruz sobre la boca, el pecho y la frente del que va a ser bautizado, diciendo:
Aparta de él todo espíritu malo e impuro, escondido y oculto en su corazón. El espíritu del error, de la maldad, de la idolatría y de la concupiscencia, el espíritu de la mentira y de toda impureza inspirada por la acción diabólica. Haz de él una oveja racional del santo rebaño de Tu Cristo, un miembro honorable de Tu Iglesia, un vaso de santidad, un hijo de la luz y heredero de tu Reino, para que, después de vivir según tus mandamientos, y de haber conservado intacta tu señal y su vestidura sin mancha, reciba la felicidad de tus santos en Tu Reino.
Por la gracia, la misericordia y el amor a la Humanidad de Tu Hijo Único, con Quien eres bendito Tu y Tu Santísimo Espíritu, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
FÓRMULA DE EXORCISMO USADA
POR LOS SACERDOTES ORTODOXOS PARA LIBERAR UNA MORADA AFECTADA
Sacerdote: Dios mío, mi Salvador, Hijo de Dios viviente, llevado por los querubines, que supera todo principio, todo poder y fuerza, todo gobierno! Eres grande y temible para todos los que Te rodean, Tu eres Aquel, quien con Su poderío extendió el cielo como un techo, creó la tierra y gobierna sabiamente a todo el universo. Tu mueves la tierra de su lugar, si le hablas al Sol, no amanecerá y a las estrellas les limitas su brillo (Job 9:7). Tu le haces prohibiciones al mar y puedes secarlo. Tus rocas se rompen y tiemblan las autoridades y los gobernantes. Has derrumbado los portones de bronce y has roto las cadenas de hierro. Has atado al fuerte y le has sustraído los recipientes. Con Tu Cruz has destituido al torturador y con el anzuelo de Tu transformación en el hombre has pescado a la serpiente, atándola y encerrándola en la oscuridad del infierno.
Tu eres, Dios, un muro fuerte para todos los que se apoyan en Ti, haz que se retiren, que desaparezcan corriendo todas las artimañas diabólicas, intrigas de Satanás, todas las calumnias del enemigo. Y aleja de esta casa a todos los espíritus opresores y atormentadores, también a los que rondan esta vivienda. Protege a todos los que evocan Tu Nombre Santo y a los que llevan una señal temible para los demonios: la señal de Tu Cruz. Porque Tu fuiste, Oh, Dios, quien había ahuyentado una legión de demonios y al sordomudo liberaste del yugo del demonio, exigiéndole que no vuelva a el nunca más. Has destruido el ejercito de nuestros enemigos invisibles y a los fieles y a los que te buscan has hecho más sabios, diciéndoles: “Les entrego el poder de pisar a las serpientes, y a los escorpiones y a todas las fuerzas enemigas sin que algo los pudiera dañar” (Luc. 10:19).
Cuídalos, Oh, Señor, a todos los que viven en esta casa, de cualquier daño o tentación, de los horrores de la noche, de la flecha que vuela de día, de la úlcera que viene de las tinieblas, del contagio que arrasa al mediodía. Para que todos Tus siervos y siervas, junto a los niños, alegres a causa de Tu ayuda y asistidos por el ejercito de los ángeles, Te canten todos juntos: “Si Dios es mi ayuda, no voy a temer, porque ¿que es lo que me puede hacer un hombre?” Y además: “No tendré miedo del mal, porque Tu estás conmigo.”
Porque Tu, Oh Dios, eres mi consolidación. Tu eres el Amo fuerte, Príncipe del mundo, el Padre de los siglos futuros. Tu Reino es el Reino eterno. Y Te cantamos gloria con Tu Padre eterno y tu Espíritu Santo, hoy y para siempre, y por siglos de los siglos, amén.
FÓRMULA DE EXORCISMO USADA
POR LOS SACERDOTES ORTODOXOS PARA LIBERAR A UNA PERSONA POSEÍDA
Exorcismo de San Basilio
Sacerdote: Dios de los dioses y el Señor de los señores, Creador de las ordenes ardientes y artífice de todo lo que está en los Cielos y debajo de los Cielos. Al que ningún hombre vio ni podrá ver, ante Quien tiembla todo lo existente. Al arcángel ensoberbecido Tu lo arrojaste a la tierra y junto con los ángeles que se unieron a el y los que por cólera se hicieron demonios, los encerraste en las profundidades del infierno. Haz este conjuro hecho a nombre Tuyo tan terrible, de ser implacable contra el amo del mal y contra todos sus espíritus malignos arrojados junto con el desde las claridades celestiales, y haz que huya, ordénale que se aleje de este lugar sin hacer ningún daño al que recibe la señal de Santa Cruz. Para que Tus esclavos, dicha Tu voluntad, acepten el sello del poder que permite pisar a las serpientes y a los escorpiones, y a todas las fuerzas enemigas.
Porque con cada respiración se glorifica y con temor se canta y se alaba el nombre Tuyo y del Padre y del Espíritu Santo, ahora y para siempre, por siglos de los siglos. Amén.
Catecismo Ortodoxo
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Friday, September 16, 2016
Cómo Leer la Santa Biblia ( Obispo Calisto Ware )
Creemos que las
escrituras constituyen un todo coherente. Son simultáneamente divinamente
inspiradas y humanamente expresadas. Presentan un testimonio definitivo de la
revelación de Dios de Él mismo — en la creación, en la Encarnación de la
Palabra, y en toda la historia de la salvación. Y como tales expresan la Palabra
de Dios en lenguaje humano. Nosotros conocemos, recibimos, e interpretamos las
Escrituras a través de la Iglesia y en la Iglesia. Nuestra actitud ante la
Biblia es una de obediencia.
Podemos distinguir cuatro cualidades clave que marcan a
una lectura Ortodoxa de las Escrituras, señaladamente:
Nuestra lectura debe ser obediente,
Debe ser eclesiástica, en la Iglesia,
Debe ser centrada en Cristo,
Debe ser personal.
Antes
que nada, al leer las Escrituras, hemos de escuchar en un espíritu de obediencia.
La Iglesia Ortodoxa cree en la inspiración divina de la Biblia. Las
Escrituras son una "carta" de Dios, en donde Cristo mismo está
hablando. Las Escrituras son el testimonio definitivo de Dios sobre Él mismo.
Expresan la Palabra de Dios en nuestro lenguaje humano. Ya que Dios mismo nos
está hablando en la Biblia, nuestra respuesta es justamente una de obediencia,
receptividad, y de escuchar. Conforme leemos, esperamos en el Espíritu.
Pero,
aun cuando la Biblia está divinamente inspirada, también está humanamente
expresada. Es una biblioteca completa de diferentes libros escritos en
varias épocas por distintas personas. Cada libro de la Biblia refleja la
perspectiva de la época en la que fue escrito y el punto de vista particular
del autor. Porque Dios no hace nada de manera aislada, la gracia divina coopera
con la libertad humana. Dios no abole nuestra individualidad sino que la
mejora. Y así es en la escritura de las inspiradas Escrituras. Los autores no
fueron tan solo un instrumento pasivo, ni una máquina de dictado grabando un
mensaje. Cada escritor de las Escrituras contribuye con sus dones personales
particulares. Junto al aspecto divino, hay también un elemento humano en las
Escrituras. Debemos evaluar ambos.
Cada
uno de los cuatro Evangelios, por ejemplo, tiene su propio enfoque particular.
Mateo presenta más en particular un entendimiento Judío de Cristo, con un
énfasis en el reino del cielo. Marco contiene detalles específicos y
pintorescos del ministerio de Cristo, que no se dan en ningún otro lugar. Lucas
expresa la universalidad del amor de Cristo, Su compasión que lo abarca todo y
que se extiende de igual manera al Judío y al Gentil. En Juan existe un enfoque
más interno y más místico de Cristo, con un énfasis en la luz divina y morada
interna. Debemos disfrutar y explorar de lleno esta variedad vivificante en la
Biblia.
Debido
a que las Escrituras son de este modo la Palabra de Dios expresada en lenguaje
humano, hay lugar para una indagación honesta y exigente al estudiar la Biblia.
Al explorar el aspecto humano de la Biblia, hemos de utilizar al máximo nuestra
razón humana otorgada por Dios. La Iglesia Ortodoxa no excluye la investigación
académica del origen, fechas, y paternidad literaria de los libros de la
Biblia.
Junto
a este elemento humano, de cualquier modo, siempre vemos el elemento divino.
Estos no son simplemente libros escritos por escritores humanos individuales.
En las Escrituras escuchamos no tan solo palabras humanas, marcadas por una
mayor o menor habilidad y perceptibilidad, sino la eterna, increada Palabra de
Dios mismo, la Palabra divina de salvación. Cuando nos acercamos a la Biblia,
entonces, no lo hacemos simplemente por curiosidad, para obtener información.
Nos acercamos a la Biblia con una pregunta específica, una pregunta personal
sobre nosotros mismos: "¿Cómo puedo ser salvado?"
Como
divina palabra de Dios de salvación en lenguaje humano, las Escrituras deben
evocar en nosotros una sensación de asombro. ¿Alguna vez ha sentido, al leer o
escuchar, que todo se ha tornado demasiado familiar? ¿Se
ha vuelto la Biblia mas bien aburrida? Necesitamos limpiar continuamente
las ventanas de nuestra percepción y ver con asombro con nuevos ojos lo que el
Señor pone ante nosotros.
Hemos
de sentir hacia la Biblia una sensación de asombro, de expectación y sorpresa.
Hay tantos lugares en las Escrituras en los que aun debemos entrar. Hay tanta profundidad
y majestuosidad para descubrir. Si la obediencia significa asombro,
también significa escuchar.
Somos
mejores al hablar que al escuchar. Escuchamos el sonido de nuestra propia voz,
pero con frecuencia no hacemos una pausa para escuchar la voz de la otra
persona que nos está hablando. Así es que el primer requisito, cuando leemos
las Escrituras, es dejar de hablar y escuchar — escuchar con obediencia.
Cuando
entramos a una Iglesia Ortodoxa, decorada de manera tradicional, y miramos
hacia arriba del santuario en el extremo este, vemos ahí, en el ápside, un
icono de la Virgen María con sus manos alzadas al cielo — la manera escriptural
antigua de orar que muchos aún utilizan hoy en día. Este icono simboliza la
actitud que debemos asumir al leer las Escrituras — una actitud de receptibilidad,
de manos invisiblemente levantadas al cielo. Al leer la Biblia, debemos
modelarnos en la Bendita Virgen María, porque ella es supremamente la que
escucha. En la Anunciación ella escucha con obediencia y le responde al ángel,
"Que sea a mí de acuerdo a vuestra palabra" (Lucas 1:38). No hubiera podido llevar la Palabra
de Dios en su cuerpo si no hubiera primero escuchado la Palabra de Dios en su
corazón. Después de que los pastores adoraran al neonato Cristo, se dice de
ella: "María guardó todas estas cosas y las ponderó en su corazón"
(Lucas 2:19). Nuevamente, cuando María encuentra
a Jesús en el templo, nos es dicho: "Su madre guardó todas estas cosas
en su corazón" (Lucas 2:5l). La
misma necesidad de escuchar es enfatizada en las últimas palabras atribuidas a
la Madre de Dios en las Escrituras, en el banquete nupcial en Caná de Galilea: "Todo
cuanto Él os diga, hacedlo" (Juan 2:5), ella les dice a los sirvientes — y a
todos nosotros.
En
todo esto la Bendita Virgen María sirve como un espejo, como un icono viviente
del Cristiano Bíblico. Hemos de ser como ella al escuchar la Palabra de Dios:
ponderando, guardando todas estas cosas en nuestros corazones, haciendo todo lo
que Él nos diga. Debemos escuchar en obediencia cuando Dios habla.
A través de la Iglesia
En
segundo lugar, hemos de recibir e interpretar las Escrituras a través de la
Iglesia y en la Iglesia. Nuestra actitud ante la Biblia no es solamente
obediente sino eclesiástica.
Es
la Iglesia la que nos dice lo que son las Escrituras. Un libro no es parte de las Escrituras no debido a
cualquier teoría en particular acerca de su antigüedad y paternidad literaria.
Aunque se pudiera comprobar, por ejemplo, que el cuarto Evangelio no fue de
hecho escrito por Juan, el amado discípulo de Cristo, esto no alteraría el
hecho de que nosotros los Ortodoxos aceptamos al Cuarto Evangelio como Santa
Escritura. ¿Porqué? Debido a que el Evangelio de Juan es aceptado por la
Iglesia y en la Iglesia.
Es
la Iglesia quien nos dice que es Escritura, y también es la Iglesia quien nos
dice como se debe de entender la Escritura. Al encontrarse con el Etíope
mientras él leía el Antiguo Testamento en su carro de dos ruedas, Felipe el
Apóstol le preguntó, "¿Entendéis lo que leéis?" y el etíope
respondió, "¿Como puedo, al menos que algún hombre me guíe?" (Actos
8:30-31). Estamos todos en la posición del Etíope. Las palabras de las
Escrituras no son siempre auto explicativas. Dios le habla directamente al
corazón de cada uno de nosotros mientras leemos la Biblia. La lectura de las
Escrituras es un diálogo personal entre cada uno de nosotros y Cristo — pero
también necesitamos una guía. Y nuestra guía es la Iglesia. Hacemos
pleno uso de nuestro entendimiento personal propio, auxiliados por el Espíritu,
hacemos pleno uso de los descubrimientos de la investigación Bíblica moderna,
pero siempre sometemos la opinión privada — ya sea la nuestra o la de los
eruditos — a la experiencia total de la Iglesia a través de los siglos.
El
punto de vista Ortodoxo se sintetiza aquí con la pregunta que se le hace a un
converso el servicio de recepción utilizado por la Iglesia Rusa:
"¿Reconoces que las Santas Escrituras deben aceptarse e interpretarse de
acuerdo a la creencia que ha sido transmitida por los Santos Padres, y la que
la Santa Iglesia Ortodoxa, nuestra Madre, siempre ha conservado y aún
conserva?"
Leemos
la Biblia personalmente, pero no como individuos aislados. Leemos como miembros
de una familia, la familia de la Iglesia Católica Ortodoxa. Al leer las
Escrituras, no decimos "Yo" sino "Nosotros." Leemos
en comunión con todos los demás miembros del Cuerpo de Cristo, en todas las
partes del mundo y en todas las generaciones del tiempo. La prueba decisiva y
el criterio para nuestro entendimiento del significado de las Santas Escrituras
es la mente de la Iglesia. La Biblia es el libro de la Iglesia.
Para
descubrir esta "mente de la Iglesia," ¿dónde comenzamos? Nuestro
primer paso es ver como las Escrituras son utilizadas en el culto. ¿Cómo, en
particular, se seleccionan las lecciones Bíblicas para su lectura en las
diferentes festividades? También debemos consultar los escritos de los Padres
de la Iglesia, y reflexionar sobre su manera de interpretar la Biblia. Nuestra
manera Ortodoxa de leer las Escrituras es de este modo tanto litúrgica como
patrística. Y esto, como todos nos percatamos, está lejos de ser fácil en la
práctica, debido a que tenemos a nuestro alcance tan pocos comentarios
Ortodoxos sobre las Escrituras disponibles en español, y la mayoría de los
comentarios occidentales no emplean este enfoque litúrgico y patrístico.
Como
un ejemplo de lo que significa el interpretar las Escrituras de manera
litúrgica, guiándose por el uso que se les dan en las Festividades de la Iglesia,
veamos las lecciones del Antiguo Testamento asignadas para las Vísperas en la
Festividad de la Anunciación. Son tres en número: Génesis
28:10-17; el sueño de Jacobo de la escalera puesta de la tierra al
cielo;
Ezequiel 43:27-44:4;
la visión del profeta del santuario de Jerusalén, con la puerta cerrada a
través de la cual nadie mas que el Príncipe puede pasar; Proverbios 9:1-11:uno de los grandes pasajes
Sofiánicos en el Antiguo Testamento, que comienza así: "La Sabiduría ha
construido su casa."
Estos
textos en el Antiguo Testamento, entonces, como su selección para la festividad
de la Virgen María lo indica, se deben entender todos como profecías acerca de
la Encarnación de la Virgen. María es la escalera de Jacobo, proveyendo la
carne que Dios encarnado toma al entrar a nuestro mundo humano. María es la
puerta cerrada quien es la única entre las mujeres que engendró un hijo aún
permaneciendo inviolada. María provee la casa que Cristo la Sabiduría de Dios (1 Cor. 1:24) toma como su morada. Explorando de
este modo la selección de las lecciones para las diferentes festividades,
descubrimos capas de interpretación Bíblica que de ningún modo son obvias en
una primera lectura.
Tome
como otro ejemplo las Vísperas en Sábado Santo, la primer parte de la antigua
Vigilia Pascual. Aquí tenemos no menos de quince lecciones del Antiguo
Testamento. Esta secuencia de lecciones nos presenta todo el esquema de la
historia sagrada, y al mismo tiempo subraya el significado más profundo de la
resurrección de Cristo. La primera de las lecciones es el Génesis 1:1-13, el relato de la Creación: La
Resurrección de Cristo es una nueva Creación. La cuarta lección es el libro de
Jonás completo, con los tres días del profeta en el estómago de la ballena
prefigurando la Resurrección de Cristo después de tres días en la tumba (cf. Mateo 12:40). La sexta lección narra el cruce
del Mar Rojo por los Israelitas (Éxodo
13:20-15:19), que anticipa la nueva Pascua de Pascua por medio de la
cual Cristo pasa de la muerte a la vida
(cf. 1 Corintios 5:7; 10:1-4). La
lección final es la historia de los tres Santos Niños en el ardiente horno
(Daniel 3), una vez mas una "especie" o profecía de la
Resurrección de Cristo desde la tumba.
Tal
es el efecto de leer las Escrituras eclesiásticamente, en la Iglesia y con la
Iglesia. Al estudiar el Antiguo Testamento de esta manera litúrgica y
utilizando a los Padres para ayudarnos, en todas partes destapamos señales que
apuntan hacia el misterio de Cristo y su Madre. Al leer el Antiguo Testamento a
la luz del Nuevo, y el Nuevo a la luz del Antiguo — como el calendario de la
Iglesia nos insta hacer — descubrimos la unidad de las Santas Escrituras. Uno
de las mejores maneras de identificar las correspondencias entre el Antiguo y
Nuevo Testamento es el uso de una buena concordancia Bíblica. Esto a menudo nos
puede decir más acerca del significado de las Santas Escrituras que cualquier
comentario.
En
los grupos de estudio de la Biblia en nuestras parroquias, es útil el darle a
una persona la tarea especial de señalar cuando un pasaje particular del
Antiguo o Nuevo Testamento es utilizado para una festividad o día de un santo.
Podemos entonces discutir juntos las razones por las cuales cada pasaje
específico fue elegido. A otros del grupo se les puede asignar tareas para casa
entre los Padres, usando por ejemplo las homilías Bíblicas de San Juan
Crisóstomo (que han sido traducidas al Inglés). Los Cristianos necesitan
adquirir una mente patrística.
El
tercer elemento en nuestra lectura de las Escrituras es que ésta debe Centrarse
en Cristo. Las escrituras constituyen un todo coherente porque todas
están centradas en Cristo. La salvación a través del Mesías es su tema central
y unificador. Él es como un "hilo" que corre a través de todas las
Santas Escrituras, desde la primer oración hasta la última. Ya hemos mencionado
la manera en la que Cristo puede verse prefigurado en las páginas del Antiguo
Testamento.
Mucho
del estudio crítico moderno de las Escrituras en el Occidente ha adoptado una enfoque
analítico, dispersando a cada libro en diferentes fuentes. Los nexos conectivos
se desmenuzan, y la Biblia se reduce a una serie de simples unidades primarias.
Ciertamente hay valor en esto. Pero necesitamos ver tanto la unidad como la
diversidad de las Santas Escrituras, el final que todo lo abarca al igual que
los comienzos dispersos. La Ortodoxia prefiere en el todo un enfoque sintético
en lugar de un enfoque analítico, viendo a las Escrituras como un todo
integrado, con Cristo en todas partes como el lazo de unión.
Siempre
buscamos el punto de convergencia entre el Antiguo y Nuevo Testamento, y lo
encontramos en Jesús Cristo. La Ortodoxia le confiere un significado particular
al método de interpretación "tipológico," en donde los "tipos"
de Cristo, señales y símbolos de su trabajo, son identificados a través del
Antiguo Testamento. Un ejemplo notable de esto es Melquizedek, el rey-sacerdote
de Salem, quien le ofreció pan y vino a Abraham (Génesis
14:18), y quien es visto como un tipo de Cristo no solo por los Padres
sino también en el Nuevo Testamento (Hebreos 5:6; 7:l). Otro ejemplo es la
manera en que, como hemos visto, la Antigua Pascua prefigura a la Nueva; La
liberación de Israel del Faraón en el Mar Rojo anticipa nuestra liberación del
pecado a través de la muerte y Resurrección del Salvador. Este método de
interpretación debemos aplicar a lo largo de la Biblia. ¿Por qué, por ejemplo,
en la segunda mitad de la Cuaresma las lecturas del Génesis del Antiguo
Testamento están dominadas por la figura de José? ¿Por qué en la Santa Semana
leemos el libro de Job? Porque José y Job son personas que sufrieron
inocentemente, y como tales son tipos o prefiguraciones de Jesús Cristo, cuyo
sufrimiento inocente sobre la Cruz la Iglesia está a punto de celebrar. Todo se
relaciona entre sí.
Un
Cristiano Bíblico es aquel quien, dondequiera que ve, en cada página de las
Escrituras, encuentra a Cristo en todas partes.
En
las palabras del temprano escritor asceta en el Oriente Cristiano, San Marco el
Monje: "El que es humilde en sus pensamientos y está ocupado en su labor
espiritual, cuando lee las Santas Escrituras, aplicará todo a sí mismo y no a
su semejante." Como Cristianos Ortodoxos debemos buscar en todas
partes de las Escrituras una aplicación personal. No solamente debemos preguntar "¿Qué significa
eso?" sino "¿Qué significa para mi?" Las Escrituras son un
diálogo personal entre el Salvador y yo — Cristo me está hablando, y yo estoy
respondiendo. Ese es el cuarto criterio en nuestra lectura de la Biblia.
He
de ver todas las historias en las Escrituras como parte de mi propia historia
personal. ¿Quién es Adán? El nombre Adán significa "hombre,"
"humano," y de este modo el relato del Génesis sobre la caída de Adán
es también la historia acerca de mí. Soy Adán. Es a mí a quien Dios habla
cuando le dice a Adán, "¿Dónde estáis?" (Génesis
3:9). "¿Dónde está Dios?" preguntamos con frecuencia. Pero la
verdadera pregunta es lo que Dios pregunta al Adán en cada uno de nosotros:
"¿Dónde estáis?"
Cuando,
en la historia de Caín y Abel, leemos las palabra de Dios a Caín, "Dónde
está Abel vuestro hermano?" (Génesis 4:9), estas
palabras, también, están dirigidas a cada uno de nosotros. ¿Quién es Caín? El
es yo mismo. Y Dios le pregunta al Caín en cada uno de nosotros, "¿Dónde
está vuestro hermano?" El camino hacia Dios radica en el amor hacia otras
personas, y no hay otro camino. Al repudiar a mi hermano, reemplazo la imagen
de Dios con la marca de Caín, y niego mi propia humanidad vital.
Al
leer las Escrituras, podemos tomar tres pasos. Primero, lo que tenemos en las
Escrituras es historia sagrada: la historia del mundo desde la Creación, la
historia de la gente elegida, la historia de Dios Encarnado en Palestina, y las
"portentosas obras" después de Pentecostés. El Cristianismo que
encontramos en la Biblia no es una ideología, ni una teoría filosófica, sino fe
histórica.
Entonces
debemos tomar un segundo paso. La historia que se presenta en la Biblia es una
historia personal. Vemos a Dios interviniendo en momentos y lugares
específicos, a medida que entra en diálogo con personas individuales. Él se
dirige a cada uno por nombre. Vemos que se nos presentan llamadas específicas
emitidas por Dios a Abraham, Moisés y David, a Rebeca y Ruth, a Isaías y los
profetas, y luego a María y los Apóstoles. Vemos la selectividad de la acción
divina en la historia, no como un escándalo sino como una bendición. El amor de
Dios es universal en su campo de acción, pero Él elige encarnarse en un rincón
de la tierra en particular, en un tiempo en particular y de una Madre en
particular. Hemos de este modo saborear toda la singularidad de la acción de
Dios como está registrada en las Escrituras. La persona que ama a la Biblia ama
los detalles de fechado y geografía. La Ortodoxia le tiene una intensa devoción
a la Tierra Santa, a los lugares preciso donde Cristo vivió y enseñó, murió y
resucitó. Una manera excelente de adentrarse más a fondo en nuestra lectura
Escriptural es hacer un peregrinaje a Jerusalén y Galilea. Caminar donde Cristo
caminó. Ir al Mar Muerto, y sentarse solitariamente sobre la piedras, sentirse
como se sintió Cristo durante los cuarenta días de su tentación en el desierto.
Beber del pozo en donde le habló a la mujer Samaritana. Ir durante la noche al
Jardín de Getsemaní, sentarse en la obscuridad bajo los antiguos olivos y mirar
a través del valle hasta las luces de la ciudad. Experimenta plenamente la
realidad del escenario histórico, y lleva esa experiencia contigo de regreso a
tu lectura Escriptural diaria.
Entonces
hemos de tomar un tercer paso. Revivir la historia Bíblica en toda su
particularidad, hemos de aplicarla directamente a nosotros. Hemos de decirnos a
nosotros mismos, "Todos estos lugares y acontecimientos no están tan solo
lejos en tiempo y espacio, sino que también son parte de mi propio encuentro
personal con Cristo. Las historias me incluyen."
La
traición, por ejemplo, es parte de la historia personal de todos. ¿A caso no
hemos traicionado a otros en algún momento de nuestras vidas, y a caso no hemos
sabido lo que es ser traicionado, y a caso no deja el recuerdo de esos momentos
cicatrices constantes en nuestra psique? Entonces, al leer el relato de la
traición de San Pedro a Cristo y de su restauración después de la Resurrección,
nos podemos ver como protagonistas en la historia. Imaginando lo que tanto
Pedro como Jesús debieron haber experimentado en el momento inmediatamente
después de la traición, penetramos en sus sentimientos y los hacemos propios.
Soy Pedro; en esta situación ¿puedo también ser Cristo? Al reflexionar de igual
manera sobre el proceso de reconciliación — viendo como el Cristo Resucitado
con un amor completamente libre de sentimentalismo restauró al Pedro caído a la
cofraternidad, al ver como Pedro de su parte tuvo el valor de aceptar esta
restauración — nos preguntamos a nosotros mismos: ¿Que tan parecido a Cristo
soy ante los que me han traicionado? Y, después de mis propios actos de
traición, ¿soy capaz de aceptar el perdón de otros? — ¿soy capaz de perdonarme
a mi mismo? O soy tímido, tibio, desidioso, nunca listo para entregarme por
completo a nada, ni bueno ni malo? Como dicen los Padres del Desierto, "Es
mejor alguien quien ha pecado, si sabe que ha pecado y se arrepiente, que una
persona que no ha pecado y se cree recto."
¿He
adquirido el arrojo de Santa María Magdalena, su constancia y lealtad, cuando
fue a ungir al cuerpo de Cristo en la tumba (Juan
20:l)? ¿Escucho al Salvador Resurrecto llamarme por mi nombre, como la
llamó a ella, y respondo Rabboní (Maestro) con su sencillez y plenitud (Juan 20:16)?
Al
leer las Escrituras de este modo — en obediencia, como miembro de la Iglesia,
encontrando a Cristo en todas partes, viendo todo como parte de mi historia
personal — sentiremos algo de la variedad y profundidad que se han de encontrar
en la Biblia. Aunque siempre hemos de sentir que en nuestra exploración Bíblica
tan solo estamos en el mero comienzo. Somos como alguien que sarpa en un
pequeño bote a un océano ilimitado.
"Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi
camino" (Salmo 118 [119]:105).
Catecismo Ortodoxo
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