Amar a Dios no necesita maestro. Así como sin algún aprendizaje nos alegramos de la luz, y deseamos el bien. La misma naturaleza enseña a amar a los padres, aquellos que nos educaron y nos alimentaron. Así lo mismo, en una manera muy superior y no de alguien, aprendemos a amar a Dios. Desde el nacimiento hay en nosotros como una semilla, una fuerza espiritual, una inclinación, una capacidad para el amor. En la escuela de los mandamientos de Dios esta fuerza del alma se desarrolla, se alimenta y, por gracia de Dios, llega a la perfección... Pues es necesario saber que el amor a Dios es una virtud, pero ella con su fuerza abraza y cumple todos los mandamientos: "Jesús les respondió: El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabra. Mi padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a el y viviremos en él" (Jn. 14:23). Otra vez repite: "En estos dos mandamientos se basa toda la Ley y los Profetas" (Mt. 22:40). Así pues por la naturaleza humana, los hombres aspiran a cosas hermosas y buenas, y no hay algo mejor, más hermoso, que el bien: Dios es el mismo bien. Por eso el que desea el bien, desea a Dios. Aunque nosotros no conoceremos como El es bueno, pero ya el saber que El nos creó es suficiente, para que lo amemos por sobre todo y continuamente estemos unidos a El, como los hijos están unidos a su madre.
"Evitar las ocasiones para el pecado. Si alguien tiene diabetes y no debe comer cosas dulces, ¿como podrá evitarlo, visitando confiterías.? Estén atentos con las tentaciones. Todo comienza por el pensamiento, que nos atrae. ¡Cuan más espiritual es servir a otro hombre y perdonarle sus errores.! El que recibe la beneficencia, siente una alegría humana, él que la otorga — una alegría Divina." Dirigiéndose a la juventud, el Starez dijo: "Solo cortando nuestras pasiones, podemos ayudar a otros a hacerlo. La oración debe realizarse junto con el corazón, y no solo con la boca."
Durante el bautismo, la persona recibe un nombre en honor de algún santo, el cual, desde este momento se convierte en su protector celestial. La persona ortodoxa debe conocer la vida de su santo y orarle diariamente para que él lo instruya en la vida y le ayude. El día del santo se celebraba por nuestros antecesores por medio de la Santa Comunión; este día se festejaba con más solemnidad que el día de cumpleaños.
¿Cuál es el sentido en la ortodoxia de venerar a los santos de Dios? ¿Acaso los santos en el Cielo están enterados sobre nuestras necesidades y dificultades aquí en la tierra y están realmente ellos interesados en nuestras vidas? ¿Escuchan ellos nuestras oraciones y tratan ellos de ayudarnos? ¿Existe realmente la necesidad de dirigirnos a ellos, o es suficiente rezar a Dios? Debido a que los sectarios han perdido la tradición apostólica, ellos no entienden el significado de la misión de la Iglesia de Jesucristo y por esta razón rechazan la necesidad de rezar a los santos en el Cielo. Trataremos de explicar en breve forma la enseñanza de la Iglesia sobre este tema.
La enseñanza ortodoxa sobre la veneración de los santos deriva de la deducción que todos aquellos que todavía se encuentran en el proceso de salvación o aquellos que ya están salvados, o sea, los vivos y muertos, todos ellos componen una familia unida en Dios. La Iglesia es una gran sociedad que abarca el mundo visible e invisible. Es una enorme organización universal, construida sobre un cimiento de amor, donde cada uno de nosotros debe preocuparse no sólo de sí mismo, sino también del bienestar y salvación de los demás. Los santos son aquellas personas que durante sus vidas terrenales manifestaban más amor al prójimo que los demás.
Nosotros, siendo ortodoxos, creemos que en el momento de la muerte la persona virtuosa no interrumpe el contacto con la Iglesia, pero asciende a un nivel celestial muy alto, donde reina la Iglesia Triunfante. Una vez encontrándose en el mundo espiritual, el alma de la persona virtuosa no deja de pensar, desear y sentir, y estas cualidades se manifiestan en una forma más profunda y perfecta.
La gente no ortodoxa, habiendo perdido la vívida relación con la Iglesia terrenal y Celestial, tiene un concepto muy turbio y contradictorio con respecto a la vida de ultratumba. Algunos de ellos piensan que después de la muerte, el alma de la persona entra en un estado de adormecimiento, como si se desconectara de todo que lo rodea; otros piensan que el alma de la persona, aunque sigue siendo activa después de la muerte, pierde todo el interés al mundo terrenal que ella abandonó. Otros dicen que a los santos no se les debe rezar por la razón de que los cristianos deben tener una relación directa con Dios.
¿Cuál es la enseñanza de las Santas Escrituras con respecto a los virtuosos que dejaron este mundo terrenal y sobre la fuerza de sus oraciones? En los tiempos de los apóstoles la Iglesia se percibía como una familia espiritual -la Iglesia terrenal y la Iglesia Celestial. El apóstol Paulo se dirigía a los cristianos neófitos en la siguiente forma: "Mas os habéis llegado al monte de Sión, y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles, y a la congregación de los primogénitos que están alistados en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos" (Hebr. 12:22-23). En otras palabras, ustedes, convirtiéndose en cristianos, se reunieron a esta gran familia y entraron en una íntima relación espiritual con el mundo del Cielo y los virtuosos que se encuentran allí. Las palabras de despedida del apóstol Pedro a los cristianos de Asia Menor eran: "También yo procuraré con diligencia, que después de mi fallecimiento, vosotros podáis siempre tener memoria de estas cosas" (2 Pedro 1:15); claramente testifica por medio de esta promesa que él continuará preocupándose de ellos desde aquel mundo espiritual.
La antigua práctica de dirigirse a los santos mártires y a todos los santos para que ellos nos ayuden por medio de la fuerza de la oración se estableció sobre una consciente y vívida relación con el mundo Celestial y terrenal de la Iglesia.
No a todos, pero a los más fervientes y virtuosos, aún en esta vida terrenal, Dios los caracteriza como a "Sus amigos," glorificándolos por medio de los dones del Espíritu Santo y los milagros. De la misma forma Jesucristo se dirigió a los apóstoles en la Última Cena: "Vosotros sois mis amigos, si hiciéreis las cosas que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho saber" (Juan 15:14-15; Mat. 12:50). La santa historia nos ofrece una vasta cantidad de ejemplos de la cercanía espiritual, "la oración de los santos a Dios." Así, por ejemplo, Abraham pidió a Dios que Él tenga misericordia para la gente de Sodoma y Gomorra, y Dios estaba listo para cumplir su pedido, si por lo menos hubiesen existido diez virtuosos en esas ciudades (Gen. 18:16). Otra vez fue cuando Dios anuló el castigo a Abimelec, el rey de Gerar, por la oraciones de Abraham (Gen. cap. 20). La Biblia narra que Dios hablaba con el profeta Moisés cara a cara, "como un hombre que habla con su amigo." Cuando María, la hermana de Moisés, cometió un pecado y fue castigada por la lepra, Moisés rogó a Dios del perdón para ella (Éxodo 33:11; Núm. Cap. 12). Se puede también presentar otros ejemplos sobre la fuerza de la oración de los santos de Dios.
Los santos no impiden y no debilitan en la gente la necesidad de rezar directamente a Dios, nuestro Padre Celestial. Como sabemos, los abuelos no disminuyen la autoridad de los padres sobre sus niños cuando tratan de ayudarles a educarlos. Mas nada alegra tanto a los padres que observar a los hermanos mayores preocuparse de la crianza de los menores. De la misma forma nuestro Padre Celestial se alegra cuando los santos rezan por nosotros y tratan de ayudarnos. Los Santos poseen una fe más fuerte que la nuestra y se encuentran cerca de Dios, debido a la virtuosidad, que ellos con sacrificio obtuvieron aquí en la tierra. Por esta razón es muy importante que nos dirijamos a los santos como a nuestros hermanos mayores, que rezan por nosotros al lado del trono de Dios.
Todavía en la tierra, los santos veían y sabían todo aquello que para la gente común estaba cerrado. Especialmente estos dones tienen que ser muy bien conocidos para ellos en el momento de que se liberan del cuerpo físico y pasan al mundo espiritual más elevado. Por ejemplo, el apóstol Pedro pudo ver lo que sucedía en el corazón de Ananías; a Eliseo se le abrió la mala acción de Gizeo y, lo que es asombroso, que también se le abrieron todas las intenciones secretas de la corte del rey de Siria, las cuales él comunicó al rey de Israel. Algunos de los santos, a los cuales se les manifestaba en espíritu el mundo Celestial, veían muchedumbre de ángeles, otros eran dignos de contemplar la imagen de Dios (Isaías, Ezequiel); otros eran elevados hasta el tercer Cielo, y escuchaban misteriosas palabras, el sentido de las cuales no podía ser descrito, como en el caso del apóstol Paulo. Con más razón, estando presentes en el Cielo, ellos tienen la capacidad de saber todo lo que sucede aquí en la tierra y escuchar a todos aquellos que se dirigen a ellos, debido a que los santos en el Cielo se "igualan a los ángeles" (Hechos 5:3; 2 Reyes, cap. 4; 2 Reyes 6:12; Lucas 20:36). Por medio de la parábola del Señor sobre el "Rico y Lázaro," nosotros nos enteramos que Abraham, encontrándose en el Cielo, podía escuchar el llanto del rico que sufría en el infierno, a pesar del enorme precipicio que los separaba. Las palabras de Abraham: "tus hermanos tienen a Moisés y a los profetas, óiganlos," claramente nos informan que Abraham conoce la vida de la gente hebrea; los últimos aparecieron recién después de su muerte; también conoce a Moisés y sus leyes, sabe sobre los profetas y sus escrituras. Los ojos espirituales de los virtuosos en el Cielo, indudablemente son más amplios que eran aquí en la tierra. El apóstol escribe: "Ahora vemos por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara a cara: ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido" (1 Cor. 13:12).
La cercanía de los santos al Trono de Dios y sus oraciones por los fieles que están en la tierra podemos verla en el libro de Revelación en el cual el apóstol Juan escribe: "Y miré, y oí voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los animales, y de los ancianos; y la multitud de ellos era millones de millones" (Rev. 5:11). A continuación él describe las visiones de los jinetes, la gente que está rezando en el Cielo, los que sufren en la tierra: "Y otro ángel vino, y se paró delante del altar, teniendo un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y el humo del incienso subió de la mano del ángel delante de Dios, con las oraciones de los santos" (8:3-4).
¡Es muy grande la fuerza de la oración! "Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos; la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho" (Sant. 5:16), instruía el apóstol Santiago. La oración por el prójimo es una expresión de amor hacia él; y los santos en el Cielo, orando por nosotros, nos manifiestan su amor de hermandad y preocupación.
En el Evangelio y otros libros del Nuevo Testamento encontramos muchos casos que testifican la fuerza de la oración por la demás gente. Así, por ejemplo, por el pedido del oficial del rey, el Señor curó a su hijo (Juan 4:46-53); por la súplica de la mujer cananea su hija fue liberada del demonio (Mat. 15:21-23); por el pedido del padre, el Señor curó a su hijo poseído (Marc. 9:17-25); por el pedido de los amigos, curó y perdonó al paralítico, que ellos bajaron del techo con su lecho de enfermo (Marc. 2:2-25); por la fe del centurión romano fue curado su siervo (Mat. 8:5-13). Además, la mayoría de las curaciones milagrosas del Señor, Él las realizaba a distancia, estando lejos.
Si las oraciones de la gente común tienen tanta fuerza, con más razón son las oraciones ardientes de los santos que presencian al Trono de Dios. "Y ésta es la confianza que tenemos en Él, que si demandáremos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye" (1 Juan 5:14), nos escribe Juan, el apóstol muy querido por el Señor.
Ésta es la razón por la cual la Iglesia de los tiempos más antiguos en sus enseñanzas siempre hablaba a los fieles sobre la utilidad espiritual de la oración a los santos. Esto se puede ver por medio de las liturgias antiguas y monumentos literarios. En la liturgia del apóstol Santiago nosotros leemos: "En especial conmemoramos la Santa, Gloriosa y siempre Virgen María, Bendita Madre de Dios. Recuérdate de ella Dios, y por Sus puras y santas oraciones ten misericordia y piedad de nosotros." San Ciril de Jerusalén, explicando la liturgia de la Iglesia de Jerusalén, dice: "Luego conmemoramos en la liturgia por el reposo en primer lugar: los patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, para que por medio de sus plegarias, Dios reciba nuestras oraciones."
Existe una vasta cantidad de testimonios de los padres y maestros de la Iglesia, especialmente desde el cuarto siglo, sobre la veneración de los santos por la Iglesia. Pero ya desde el principio del segundo siglo, existen testimonios literarios sobre el antiguo cristianismo donde directamente se indica la fe y la oración de los santos en el Cielo por sus hermanos aquí en la tierra. Los testigos de la muerte del mártir San Ignacio el beato (principio del segundo siglo) dicen: "Volviendo a nuestros hogares llenos de lágrimas, nosotros celebramos la vigilia nocturna. Luego, después de haber dormido brevemente, unos de los nuestros de repente vieron aparecer a San Ignacio, el beato, y abrazarnos. Otros lo vieron rezando por nosotros." Otras escrituras semejantes a ésta, en las cuales se menciona la oración y ayuda de los mártires por nosotros, existen en otros relatos sobre la época de las persecuciones de los cristianos.
La convicción de la santidad del difunto se confirma particularmente por medio de los siguientes testimonios: martirio por Jesucristo, la intrépida manifestación de la fe, el abnegado servicio a la Iglesia, el don de curar. En especial, cuando Dios confirma la santidad del difunto por medio de los milagros después de su muerte mediante su conmemorada oración.
Aparte de ayudarnos mediante la oración, los santos nos ayudan a conseguir la salvación por medio del ejemplo de sus vidas. El conocimiento de las vidas de los santos enriquece al cristiano con la experiencia espiritual, debido a que ellos con más fervor personificaban el Evangelio en sus vidas. Existen muchos ejemplos de la vívida fe, coraje, perseverancia y paciencia. Siendo gente igual que nosotros, y habiendo superado las más intensas tentaciones, ellos nos inspiran que con paciencia y sumisión sigamos nuestro camino hacia la salvación.
El apóstol Santiago llamaba a los cristianos para que ellos imiten con paciencia a los profetas antiguos y a Job el Mártir, para recibir una fuerte fe como el profeta Elías. El apóstol Pedro instruye a las mujeres cristianas a tomar el ejemplo de humildad y obediencia de Sara, la esposa de Abraham. San Paulo indica unos ejemplos de los sacrificios de los virtuosos en la antigüedad, comenzando de Abel y terminando con los mártires de Macabeo, tratando de convencer a los cristianos para que ellos los imiten y concluyendo estas instrucciones con las siguientes palabras: "Por tanto nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta" (Hebr. 12:1; 1 Pedro 3:6; Sant. Cap. 5).
El Señor dice: "Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, mas sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mat. 5:15-16). Los santos son aquellas estrellas luminosas que nos indican el camino hacia el Reino de los Cielos.
Apreciaremos entonces la cercanía entre Dios y los santos y nos dirigiremos a ellos para que ellos nos ayuden, siempre recordando que ellos nos quieren y se preocupan de nuestra salvación. El conocimiento de la vida de los santos en nuestros tiempos es muy importante, especialmente cuando existen tantas orientaciones cristianas y el verdadero e ideal concepto cristiano es disminuido y tergiversado.
Nosotros que representamos místicamente a los querubines y que cantamos el Himno del Trisagio a la Trinidad vivificadora apartémonos de todo interés mundano para que recibamos al Rey de todos
Acompañado invisiblemente por legiones angelicas. Aleluya.
¿Qué es la oración? Un intelecto libre de todo lo que es terrestre y un corazón cuya mirada está totalmente volcada sobre el objeto de su esperanza. Apartarse de esto es imitar al hombre que reparte en el surco semillas mezcladas o que trabaja con un tiro formado por un buey y un asno.
La oración sin distracción es aquella que produce en el alma el pensamiento constante de Dios; su nueva encarnación: Dios habita en nosotros por nuestro recogimiento constante en él, acompañado por una aplicación laboriosa del corazón a la búsqueda de su voluntad. Los malos pensamientos involuntarios tienen su origen en un relajamiento previo.
¿En qué consiste la oración espiritual? Existe oración espiritual cuando los movimientos del alma sufren la acción del Espíritu santo a continuación de su verdadera purificación. Sólo uno entre diez mil puede ser favorecido de ese modo. Ella constituye el símbolo de nuestra futura condición, pues la naturaleza es llevada más allá de todos los movimientos impuros inspirados por el recuerdo de las cosas de este mundo... Es la visión interior que tiene su punto de partida en la oración.
¿En qué consiste el apogeo de los trabajos del asceta? ¿cómo reconocer que se alcanzó el término de la carrera? Se ha alcanzado cuando ha sido considerado digno de la oración constante. Aquel que ha llegado a eso ha alcanzado el fin de todas las virtudes y, al mismo tiempo, ha logrado una morada espiritual. Aquel que no recibió en verdad el don del Paráclito es incapaz de cumplir la oración ininterrumpida en el reposo. Cuando el Espíritu establece su morada en un hombre, éste no puede ya dejar de orar, pues el Espíritu no cesa de orar en él. Ya sea que duerma o que vele, la oración no se separa de su alma. Mientras come, bebe, está acostado, se dedica al trabajo, se sumerge en el sueño, el perfume del la oración es exhalado espontáneamente desde su alma. En adelante, no predominará la oración durante períodos de tiempo de! terminados, sino en todo momento. Aunque tome su descanso visible, la oración está asegurada secretamente en él, pues silencio del impasible es una oración», ha dicho un hombre revestido de Cristo. Los pensamientos son mociones divinas, los movimientos del intelecto purificado son voces mudas que cantan en secreto esta salmodia al Invisible.
Si llegáis a unir la meditación de vuestras noches con el servicio de vuestros días, sin desdoblar el fervor de las operaciones de vuestro corazón, no tardaréis en estrechar el pecho de Jesús... He aquí mi consejo, si podéis, manteneos en paz y despiertos, sin recitar salmos ni hacer postraciones y, si sois capaces, orad únicamente en vuestro corazón. ¡ Pero no durmáis!
Pero la familia cristiana no es una iglesia sólo para los esposos, ella debe serlo también para los hijos. Ellos son el fruto natural del matrimonio, y los padres que no tienen hijos según la expresión de un teólogo, están algo así como ofendidos, aunque esto ocurre algunas veces por designios especiales de Dios. Por ello los padres deben desear hijos y hasta rezar por ello, como rezaron muchos justos; y cuando Dios brinda hijos, darles una educación cristiana.
La educación de los hijos es una gran obligación de los padres cristianos. El alma infantil es una "tarea rasa" y en suficiente un mero roce para que las huellas se impriman en ella para toda la vida. Es por ello, que la educación debe ser seria y completa. El hombre está formado de cuerpo y alma, una y otra fase del ser humano necesitan educación. El cristianismo no es enemigo de la salud. Por ello manda preocuparse por el cuerpo y desarrollar el organismo infantil, reforzarlo por todos los medios pasionales. Pero es aún más importante la educación del alma. En esto hay que educar la mente de la persona, su voluntad y sentimiento de tal manera que todas las fuerzas del alma estén encaminadas a todo lo bueno, lo enaltecido y lo hermoso. El obispo Teófano, el recluso, da hermosas enseñanzas con respecto a la educación de los hijos. Él dice: "En el niño, hay que formar la mente, el temperamento y la devoción. La inteligencia desarróllala sólo si puedes; y si no entrégala a la escuela o ten un maestro."
Es más necesario para ello la sensatez que la ciencia, para lo cual se estudia aun sin ciencia. El temperamento no se forma con otra cosa que no sea el propio buen modelo y el alejamiento del mal ejemplo de los extraños. Aún más necesaria es la devoción de los hijos. Las acciones piadosas las realizan todos por la gracia de Dios. Que el niño participe de las oraciones matinales y vespertinas, que esté en el templo con la mayor frecuencia posible y que comulgue por vuestra fe lo más a menudo posible, que siempre escuche sus conversaciones piadosas. Los padres deben hacer de su parte todo lo que permita al niño, cuando tenga plena conciencia, reconocer con mayor fuerza que es cristiano. La fe la oración, y el temor de Dios están por encima de cualquier adquisición. Hay que guiar a los niños en las costumbres decorosas en la palabra, en la vestimenta, en la postura, en el comportamiento delante de los otros. El decoro parece ser una cosa insignificante empero preocupa y altera al que no está acostumbrado a él. Hay que enseñarles también el arte, particularmente el canto, el dibujo, la música y otros. Ellos proporcionan un descanso agradable al espíritu y buen humor" (Obispo Teófano, "Ensayos de moral cristiana," pág. 481-483). Pero ¿quién en la familia debe ocuparse de esta educación? Esta responsabilidad descansa ante todo sobre el esposo. A él se dirigen las palabras del apóstol: "y vosotros, padres, no irritéis a vuestros hijos, al contrario, educadlos según la enseñanza y la doctrina del Señor" (Efesios 6,4).
El esposo es el primer miembro de la familia, por ello él debe dirigir la educación. A él deben recurrir ante cualquier explicación o incomprensión. Ante los ojos de los hijos él debe ser ejemplo de sabiduría, firmeza y amor. Él debe enseñarles y alentarlos hacia todo lo bueno. En caso de desobediencia debe hacerlos comprender y en casos extremos, castigarlos. Pero el castigo no debe ser expresión de cólera e irritabilidad, sino que debe ser percibido por los niños como una medida imprescindible de enmienda, como la otra cara del amor paterno. En tal relación los niños amarán a su padre, pero al mismo tiempo, lo respetarán y sentirán el así llamado temor filial.
Pero la educación es predominantemente cuestión de la madre. No en vano posee ella las cualidades morales que armonizan con la naturaleza de los niños y la hacen indispensable para ellos. La madre entiende instintivamente las necesidades del niño que aún no habla y apenas si es capaz de pensar. Si él llora, ella sola es capaz de calmarlo con su dulce y tierna voz, sólo ella puede explicarle al niño sus primeras impresiones infantiles. Lo que el maestro confía sólo a la memoria, la madre sabe expresarlo en el corazón; a lo que aquel sólo suscita fe, ella le infunde amor.
En este sentido, la madre tiene gran predominancia ante el padre. "La madre - según expresión de Smiles- crea de manera especial la atmósfera moral del hogar, esta atmósfera es a su vez alimento para la esencia moral de la persona, tal como la atmósfera física lo es para el cuerpo. Mientras el padre educa más con la ayuda de la autoridad y la razón, la madre logra el mismo resultado con el cariño y la ternura del corazón. El padre somete la voluntad del niño mayormente por medio del respeto hacia sí mismo, en cambio la madre dispone de esa voluntad con ayuda del amor. Por ello, muchas madres se niegan en vano a la educación y consideran la maternidad algo bajo y limitado. La maternidad es un alto servicio a la sociedad, a la patria y a toda la humanidad. El artista pinta en colores o esculpe en mármol una imagen maravillosa, una obra de arte singular. La madre puede moldear del niño la imagen de Dios, educar una personalidad clara, que sea orgullo y gloria de la humanidad. El científico, el pensador, el escritor enriquecen el mundo con nuevas y grandes ideas; la madre puede encarnar estas ideas en una persona viva, sus hijos. ¿Acaso no está en esto el orgullo y la gloria de la madre? En la antigua Roma había dos hermanos Gracos, jóvenes singulares: toda su corta, pero gloriosa vida lucharon y murieron para el bien de sus hermanos menores y oprimidos. Ambos debían su carácter noble a la cuidadosa educación de su madre. Siendo ellos ya adultos le ocurrió estar a la madre en compañía de ricas y renombradas mujeres romanas. Ellas se jactaban: quien con el lujo de sus vestidos, quien con la belleza de su rostro y porte, quien con costosos anillos, aros y collares; la madre de los Gracos llamó a sus hijos y señalándolos dijo: "He aquí mi orgullo, y al mismo tiempo orgullo del pueblo romano." Por esto madres como estas son el orgullo de los hijos y despiertan en ellos no sólo amor sino también veneración. Entre las obras de muchos poetas y escritores se encuentran las más exaltadas estrofas dedicadas a las madres. Leemos a Nekrasov:
"El Creador te dio desde los siglos
A ti el santo nombre madre
Tu deber es la descendencia del hombre
Con dolor y sufrimiento multiplicar
Tranquilidad, salud, fuerzas vitales
En ofrenda a la causa tú entregas
Y con un sentimiento tierno hasta la sepultura
Cumples las leyes maternales.
En el florecer de los años, cuando otras
giran en el torbellino de las preocupaciones,
Olvidando todos los consuelos terrenales
Delante de tu pequeño tú te sientas.
Tu mirada ora resplandece de alegría,
Ora se oscurece con una lágrima,
Y cuántas aflicciones, nadie sabe
Sufres tú en ocasiones."
He aquí otros versos dedicados a los padres:
"Padre y madre. Por todo el universo
No se pueden enunciar nombres tales
Que pudieran proclamar de manera más resonante,
más limpia, más profunda, más recóndita
Acerca del amor incorruptible
Que los nombres padre y madre."
(Grineoskaia, "Nombres caros").
Los himnos de los poetas a los padres demuestran que los esfuerzos de los mismos no desaparecen en vano, la semilla del bien, plantada sobre el suelo de los jóvenes corazones, trae abundantes y buenos frutos. Padres buenos, por lo general, tienen hijos igualmente buenos, tal como un buen árbol da buenos frutos. Pasamos a la imagen de los buenos hijos cristianos. D.H. Catecismo Ortodoxo
Sobre la necesidad de un arrepentimiento anterior, de un divorcio de nuestras iniquidades precedentes para acercarnos al sacramento, escuchen las palabras de San Juan Bautista y del príncipe de los Apóstoles a aquellos que debían ser bautizados: "Haced dignos frutos de penitencia, exclama el primero, y no comencéis a decir: nosotros tenemos a Abraham como padre" (San Lucas 2:8). Y el segundo, respondiendo a las preguntas que se le dirigían: "Haced penitencia, y que cada uno de vosotros sea bautizado en nombre de nuestro Señor Jesucristo" (Hechos 2:38).
Ahora bien, aquel que hace una verdadera penitencia no vuelve a cometer las faltas de las que se arrepintió. Es por ello que se nos hace decir: "Yo renuncio a ti, satanás" para que no caigamos nuevamente bajo su dominio. En este momento imitamos a los pintores, ellos despliegan primero sus telas, las rodean de líneas, dibujan las figuras, tal vez la imagen de un rey; pero antes de aplicar los colores, con toda libertad, borran, agregan, cambian y trasponen los trazos equivocados o mal logrados. Pero, una vez aplicados los colores, no son ya libres de borrar y volver a comenzar; ellos arruinaron su cuadro, pecaron contra las reglas de su arte.
Sigan este ejemplo y contemplen su alma como un retrato que deben pintar. Antes de que el Espíritu Santo venga a pasar allí su divino pincel, borren sus malos hábitos. ¿Tienen el hábito de jurar, de mentir, de proferir palabras ultrajantes o deshonestas, de dedicarse a bufonerías o a cualquier otra acción prohibida? Destruid entonces ese hábito para no volver a él después del bautismo. El agua santa borra el pecado, pero son ustedes los que deben corregir los hábitos pecaminosos. Los colores están aplicados, la imagen real resplandece por el efecto del color, no borren más, no hagan desgarros ni manchas en la belleza que Dios les dio.
Repriman entonces la cólera, extingan las llamas del furor y si alguien los injuria y los ultraja, persíganlo con sus lágrimas y no con su indignación; con su piedad y no con su resentimiento, y no digan: "Estoy herido en mi alma." La injuria no llega a nuestra alma, a menos que nosotros nos la hagamos a nosotros mismos. He aquí la prueba. Les robaron su bien. ¿Han sido heridos en el alma? No, sólo en su fortuna. El robo, en efecto, no perjudicó su alma, incluso les fue ventajos a; pero ustedes, que no olvidan su cólera, serán castigados por haber conservado la memoria de esa ofensa. Si alguien los ha despreciado o insultado, ¿qué daño le hizo a su alma, e incluso a su cuerpo? Pero si se rindieron a los insultos o al desprecio, entonces ustedes dañaron su propia alma y sus palabras recibirán un día su castigo.
¿Hablé de pobres, de esclavos, de hombres abyectos? Las mismas cadenas no pueden quitarnos la facultad para ser virtuosos. Por ejemplo, si alguno de sus compañeros irritado los entristeció, perdónenlo. ¿Es que se los impide la cautividad, la pobreza, la abyección? No, ellas mas bien los ayudan pues contribuyen a la reprensión de su orgullo que se rebela. ¿Ven a otro tener éxito en sus negocios? No sean envidiosos; la pobreza no se opone a ello. ¿Se trata de orar? Háganlo con modestia y recogimiento; la pobreza no pone ningún obstáculo. Sean agradecidos, agrables con todos, reservados, honestos; tales virtudes no necesitan ayudas extrañas. He aquí el mérito de la virtud, ella no necesita riquezas, poder, gloria ni nada semejante; un alma santificada basta, ella no pide nada más.
Tal es el poder de la Gracia, si alguien es rengo, ciego, mutilado, o agobiado por la más extrema enfermedad; nada impide que la Gracia lo visite. Sólo necesita un alma que la reciba con todo su afecto, y no preste ninguna atención a las ventajas exteriores. Aquellos que enrolan soldados en la milicia profana, buscan la belleza en la talla y el vigor de la constitución física; pero tales ventajas no bastan para el servicio, es necesario, además, la libertad: todo esclavo es rechazado. El Rey de los Cielos no hace pesquisa semejante, admite en su ejército a los esclavos, a los inválidos, sin enrojecer por ello. ¿Puede haber una bondad, una obligación más grande?
A nosotros sólo se nos demanda aquello que está en nuestro poder, pero el mundo reclama aquello que no está a nuestra disposición. Efectivamente ¿acaso la libertad o la esclavitud dependen de nosotros, lo mismo que la altura o la brevedad de la talla, o vejez, o cualquier otro accidente semejante? En cambio, depende sólo de nuestra voluntad practicar la bondad, la dulzura y otras virtudes. Dios sólo exige de nosotros aquello que está en nuestro poder, y la razón es fácil de comprender: no es por interés, sino por bondad que nos llama a gozar de Su Gracia. Los reyes de la tierra, por el contrario, sólo atraen a aque llos cuyos servicios le son útiles en las guerras materiales y visíbles , Dios somete a los suyos a la prueba de combates espirituales e invisibles.
y aquél que ama muchísimo, ¿qué tiene digno de dar?
¡Se da a si mismo!”
Cristo es nuestra vida, nuestro amor
Cristo es la alegría, la luz, lo verdadero, la felicidad. Cristo es nuestra esperanza. La relación con Cristo es cariño, es amor, es entusiasmo, es anhelo de lo divino. Cristo es el todo. Él es nuestra vida, Él es nuestro amor. Es amor inalienable el amor de Cristo. Desde allí nace la alegría.
La alegría es el mismo Cristo. Es un alegría que te hace un nuevo hombre. Es un locura espiritual, pero en Cristo. Te emborracha como el vino más puro, este vino espiritual. Cómo dice David:”Me preparas una mesa ante mis enemigos, perfumas con ungüento mi cabeza y me llenas la copa a rebosar”.(Salmo 22, 5) El vino espiritual no está mezclado, no está adulterado, es muy fuerte y cuando lo bebes, te emborracha. Esta divina ebriedad es regalo de Dios, que se da a los “limpios de corazón”(Mat. 5, 8)
Ayunad tanto como podáis, haced todas las metanias que podáis, disfrutad de todas las agripnías que queráis; pero que estéis alegres. Que tengáis la alegría de Cristo. Es la alegría que dura eternamente, que tiene eterno regocijo. Es la alegría de nuestro Señor, que da el sosiego seguro, el placer sereno y la felicidad más agradable. La alegría, la máxima alegría, que supera cualquier alegría. Cristo quiere también alegrarse de esparcir la alegría, de enriquecer a Sus creyentes con la alegría. Deseo, “que nuestra alegría sea completa”(1ª Jn. 1, 4)
Ésta es nuestra religión. Allí tenemos que ir. Cristo es el Paraíso, mis niños. Qué es el Paraíso? Es Cristo. Desde aquí empieza el Paraíso. Es exactamente lo mismo; todos los que aquí en la tierra viven a Cristo, viven el paraíso. Es así ésto que os digo. Es correcto, es verdadero ésto, creedme! Es tarea nuestra el intentar encontrar la manera de entrar dentro de la luz de Cristo. No se trata de que haga uno lo formal, lo superficial. La esencia es que estemos junto a Cristo. Que se despierte tu alma y que ame a Cristo, que se vuelva santa. Que se entregue al amor divino. Así nos amará también Él. Será entonces la alegría inalienable. Ésto lo quiere muchísimo Cristo, llenarnos de alegría, porqué Él es la fuente de la alegría. Esta alegría es regalo de Cristo. Dentro de esta alegría conoceremos a Cristo. No podemos conocerle, si el no nos conoce. Cómo lo dice David? “Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los que la construyen; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila el centinela”.(Salmo 126, 1)
Esto quiere conseguir nuestra psique. Si nos preparamos en función de esto, la gracia nos lo dará. No es difícil. Si cogemos la gracia, todo es fácil, alegre y bendición de Dios. La divina gracia llama continuamente la puerta de nuestra psique y espera a que abramos, para entrar en el corazón sediento y llenarlo. La culminación es Cristo, nuestra Panaguía, la Santa Trinidad. Qué cosa más bonita!
Si amas, vives en la plaza Omonia (plaza del centro de Atenas) y no sabes que te encuentras en la plaza Omonia. No ves coches, ni gente, ni nada. Estás dentro de ti con la persona que amas. Lo vives, te alegras con ello, te inspira. ¿No es verdad ésto? Pensad que esta persona que amáis sea Cristo. Cristo en tu espíritu, Cristo en tu corazón, Cristo en todo tu ser, Cristo en todas partes.
Cristo es la vida, la fuente de la vida, la fuente de la alegría, la fuente de la luz, de lo verdadero, el todo. El que ama a Cristo y a los otros, éste vive la vida. Vida sin Cristo es muerte, es infierno, no es vida. Éste es el infierno, el no amor. Vida es Cristo. El amor es la vida de Cristo. O estarás en la vida o en la muerte. De ti depende el escoger.
Que uno sea nuestro objetivo, el amor a Cristo, a la Iglesia, al prójimo. El amor, la adoración a Dios, el anhelo, la unión con Cristo y con la Iglesia es el Paraíso sobre la tierra. El amor a Cristo es el amor al prójimo, a todos, también a los enemigos. El cristiano sufre por todos, quiere que se salven todos, que todos saboreen la Realeza de Dios. Ésto es el cristianismo. A través del amor hacia el hermano, lograremos amar a Dios. Cuando lo deseamos, cuando lo queremos, cuando somos dignos, la divina gracia viene a través del hermano. Cuando amamos al hermano, amamos a la Iglesia, por lo tanto a Cristo. Dentro de la Iglesia estamos también nosotros. Entonces, cuando amamos a la Iglesia, nos amamos a nosotros mismos.
(del libro “Vida y dichos”, editado por el santo monasterio de Ζωοδόχου Πιγής- Χρυσοπηγής, Junio 2006)
1.- La temperanza: el rechazo de todo alimento superfluo, de todo uso excesivo de la bebida, y de todo vino, el respeto exacto a los ayunos instaurados por la Iglesia, el dominio de la carne por un uso moderado y siempre idéntico de la comida (aquel que tiene por efecto el debilitar todas las pasiones y sobre todo el amor a la carne, de uno mismo, de su vida y de su quietud).
2.- La castidad: rechazar todos los tipos de excesos, las conversaciones o las lecturas voluptuosas, las palabras obscenas, malvadas o con doble sentido, guardar su buen sentido (sensatez), sobre todo la vista y el oído, e incluso más aún el tacto, buscar la modestia, rechazar los pensamientos o fantasías adúlteras, amar el silencio, la hesequía, el servicio a los enfermos e inválidos, el recuerdo de la muerte y del infierno. El principio de la castidad, es un espíritu que no flaquea ante los pensamientos o fantasías adúlteras; la perfección de la castidad, es la pureza que ve Dios.
3.- La no-posesión: contenerse de lo estrictamente necesario, odiar el lujo y la apatía, ser misericordioso hacia los necesitados, amar la pobreza evangélica, tener esperanza en la divina providencia, cumplir los mandamientos de Cristo, tener el espíritu libre y tranquilo por ausencia de preocupaciones, tener el corazón blando.
4.- La dulzura: alejar los pensamientos de cólera y aquellos que enturbian el corazón y lo echa en el furor, ser paciente, seguir a Cristo llama a Sus discípulos sobre la cruz, buscar la paz del corazón, la calma del espíritu, la firmeza y el coraje cristianos, no afectarse ante las ofensas, ser magnánimo.
5.- El llanto bienaventurado: percibir la lucha común de todos los hombres y la pobreza de su alma y su aflicción, llorar en el alma, tener el corazón contrito y obtener por ello una consciencia ligera, alegría y consolación en la gracia, tener esperanza en la misericordia de Dios, dar gracias a Dios por las tribulaciones, soportar las tribulaciones con sumisión mediante el continuo pensamiento de sus innombrables pecados, estar preparado para soportar las tribulaciones que se presenten, purificar su espíritu eliminando las pasiones, morir para el mundo, desear la oración, la soledad, la obediencia, la humildad, la confesión de sus pecados.
6.- La vigilancia: el celo por toda buena obra, el cumplimiento, sin pereza, de la regla de oración en la iglesia y en la celda (habitación, hogar…), la atención durante la oración, la vigilancia escrupulosa de todos los actos, de todos los sentimientos, de todas las palabras y de todos los pensamientos, el rechazo de la confianza en sí mismo, la asiduidad a la oración y a la palabra de Dios, la reverencia, la vigilancia permanente sobre sí mismo, el rechazo del sueño prolongado, de la apatía (indolencia), de las palabras vanas o mordaces, de las bromas, el amor por las vigilias nocturnas, las metanias y otras hazañas que procuran al alma la vigilancia, el amor por la soledad en su propia celda; el recuerdo, el deseo y la expectativa por los bienes eternos.
7.- La humildad: el temor de Dios, la percepción de dios durante la oración, (realizar) una oración particularmente pura donde podamos percibir fuertemente la presencia de Dios y de su Majestad, en un estado mental perfectamente estable que engendre el temor de Dios, el profundo conocimiento de nuestra nulidad, la visión de los otros bajo la luz de un nuevo día donde parezcan sernos superiores en todo (aquello que acrecienta nuestra humildad), la ingenuidad, la simplicidad, la ingenuidad suscitada por una fe viva, el odio por la alabanza humana, los reproches permanentes hechos a sí mismo, la justicia y la franqueza, la impasibilidad, el hecho de condenarse a muerte por todo (exagerar siendo excesivamente cruel con uno mismo), la compunción, el conocimiento del misterio escondido tras la Cruz de Cristo, el deseo de ser crucificado por el mundo y por sus pasiones así como la búsqueda de dicha crucifixión (la cruz que cada uno debe soportar), el rechazo de toda especie de adulación, el rechazo de palabras falsamente modestas, de la modestia forzada o intencionada, de la habitud de fingir, la locura evangélica (locura en Cristo), el rechazo de la sabiduría terrenal como indigna del Cielo, el desprecio de todo aquello elevado entre los hombres y que en realidad es una abominación delante de Dios, el rechazo de la justificación de palabra, el silencio evangélico (silencio por Cristo, no por cualquier otro motivo) delante de los ofensores, la renuncia a toda especulación mental, la aceptación de la inteligencia evangélica (conocimiento bíblico), el rechazo de todo pensamiento que se alza contra la inteligencia de Cristo, la humildad, el discernimiento espiritual, la obediencia consciente a la Iglesia.
8.- La caridad: la oración que pasa del temor de Dios al amor por Dios, la fidelidad al Señor probada por el rechazo permanente de todo pensamiento o sensación pecaminosa, la dulce e indecible atracción del hombre entero hacia el Señor Jesús-Cristo y hacia la Trinidad, el hecho de ver la imagen de Dios en el prójimo (y la visión de Cristo que mana de dicha visión espiritual), el hecho de preferir al prójimo antes que a sí mismo, la piadosa veneración del prójimo en el Señor, la caridad ardiente (fuerte y sincera), pura, fraternal, jubilosa, imparcial, igual, por el prójimo sea quien sea, amigo o enemigo, el júbilo en la caridad durante la oración del espíritu, del corazón y del cuerpo; la inefable alegría espiritual del cuerpo, el debilitamiento de los miembros del cuerpo cuando llega la consolación espiritual (Cf San Isaac el Sirio, homilía 44), la inacción de los sentidos durante la oración, la iluminación del espíritu y el corazón, la oración tan fuerte que venza el pecado, la paz de Cristo, el alejamiento de todas las pasiones, el llenarse de razonamientos en Cristo que lo sobrepasan todo, la Teología, el conocimiento de los seres incorporales (simple conocimiento o reconocimiento, sin culto ni adoración), la derrota de los pensamientos pecaminosos para que no consigan imponerse al alma, la tranquilidad y la abundante consolación durante las tribulaciones, la contemplación de su estado interior, la profunda humildad, la humilde opinión de sí mismo. La enumeración es infinita…
Hay que aprender a rezar. Hay que adquirir la costumbre a las expresiones de la oración y a el sentimiento, correspondiente hacia ella, — no solo para leer todo lo indicado, sino que hay que avivar y fortalecer el humor espiritual de la oración.
Para que esto se realice con éxito: Nunca lean con apuro, sino como estirando las palabras, como sonsonete, extendiéndola en el tiempo. Así antiguamente todas las oraciones eran tomadas de los salmos y no se decían, se cantaban. Compenétrense con cada palabra y no solo entiendan el pensamiento en su sentido, sino que estimulen el sentimiento correspondiente, Para no apurarse mas a leer las oraciones, tengan como regla, no solo leer esto o aquello, sino permanecer en oración cierto tiempo, digamos quince minutos, media hora,... el tiempo que habitualmente suelen dedicarle, y no se preocupen de la cantidad del leído: cuando llegó la hora marcada, si no tienen voluntad de seguir adelante, terminan la lectura. Acondiciónese de manera de no mirar el reloj, acomódese como si fuera para un tiempo indeterminado, entonces el pensamiento no va a correr adelante... Para ayudar a tener el sentimiento de oración: en el tiempo libre, relea y repase todas las oraciones de su regla, y revívalos para que cuando comience a rezar, sepa por adelantado que sentimiento tiene que provocar en el espíritu. No lean las oraciones una atrás otra, sino que interrumpan para intercalar con sus propias oraciones y flexiones. Cuando algo externo durante la oración viene en el corazón, inmediatamente interrumpa y haga flexiones. Esta es la regla mas necesaria e indispensable para educar el sentimiento de oración... Si algún sentimiento se vuelve muy fuerte, quédense con él, y hagan genuflexiones o inclinaciones, e interrumpan la lectura... así hasta terminar el tiempo establecido.
Hagan oraciones no solo de mañana y de tarde, pero, si es posible, a cualquier hora del día; además acompáñelas con varias flexiones.
Cuando las ocupaciones no permiten cumplir plenamente la regla oratoria, disminúyalas, pero nunca las realicen con prisa. Dios está en todas partes. Al levantarte, agradece a Dios y con tus palabras pídele bendición para tus labores — algunas flexiones y alcanza. Nunca diríjanse a Dios de cualquier manera, sino que siempre con mucha veneración. Él no necesita de nuestras flexiones, ni oraciones repletas de palabras... puede ser corto — pero que sea un fuerte y sincero gemido del corazón, — esto es lo que le llega a Él! Y esto siempre se puede realizar.
La regla de la oración la podemos componer nosotros mismos. Aprende de memoria las oraciones que encuentras en el libro de oraciones y rézalas de memoria con atención y sentimiento. También de tu parte agrega una plegaria; cuanto menos dependas del libro mejor. Aprende de memoria ciertos salmos y mientras te diriges a algún lado a hacer algo, y la cabeza no está ocupada, rézalos... Esto es tu coloquio con Dios. El método existe para orientar y no para ser algo esclavizante o rígido.
Hay que evitar de reducir la oración a algo formal y automático. Que sea una cosa juiciosa, decidido libre, y realizado con convicción y sentimiento, y no de cualquier manera. En caso necesario hay que saber abreviar partes del método. En la vida familiar pueden haber imprevistos... Cuando el tiempo es limitado, pronuncien oraciones de memoria solamente de mañana y de noche, solo las oraciones correspondientes, se permite no decirlas en su totalidad, sino solo algunas de ellas,... o no decir ninguna, solo realizar algunas flexiones, pero con el rezo de todo corazón. El método hay que tratarlo libremente, y proceder como dueño de él y no como su esclavo. Ser esclavo solo de Dios, y sentirse obligado a consagrar cada minuto de la vida a Él.
El regla de oración es una palizada segura para ella. La oración es un hecho interior y el método de la oración es — exterior. Pero, como sin la parte externa (cuerpo), el hombre no es plenamente hombre, así la oración, sin regla para orar, — no es completa. Lo uno y lo otro hay que tenerlo y en lo posible cumplirlo. Ley determinante: orar interiormente en todo momento y en todo lugar. La oración, dicha con palabras, no puede realizarse sin determinado tiempo, lugar y medida. El conjunto de estos tres elementos, constituye el método de la oración.
Y aquí el instructor tiene que ser el juicio razonable. Cuando, donde, cuanto tiempo dedicarle a la oración, y cuales oraciones realizar — esto cada uno puede determinar de acuerdo a sus circunstancias individuales: aumentarlas, disminuirlas, cambiar el tiempo y lugar... Lo importante es que todo esté dirigido a realizar correctamente la oración interior. Acerca de la oración interior, hay que tratar de realizarla continuamente.
Qué significa rezar continuamente? Permanecer constantemente con el humor de oración — esto significa dirigir nuestro pensamiento y sentimiento hacia Dios. Pensamiento en Dios — acerca de Su presencia, qué está en todas partes, todo lo ve y todo lo mantiene en su poder. Sentimiento a Dios — temor a Dios, amor a Dios, el ferviente deseo de agradarle en todo y evitar lo que no le agrada, y lo principal — es la plena entrega de si a Su santa voluntad; todo lo que nos sucede, recibir, como salido de Su propia mano. El sentimiento a Dios lo podemos tener en todas nuestras obras, ocupaciones y circunstancias, si ya lo poseemos en el corazón, (y no, que todavía lo estamos buscando).
La mente puede distraerse en diferentes objetos, pero aquí nos ayuda la costumbre de no apartarnos de Dios, sino que realizar todo, sin olvidar la presencia Divina. Todo nuestro cuidado hay que dirigirlo hacia estos dos objetivos: pensamiento y sentimiento hacia Dios. Cuando les poseemos — hay oración, aunque sin palabras. La oración de la mañana está ordenada para establecer en el corazón y el sentido estos dos elementos, y con ellos salir hacia nuestras tareas ulteriores. Si en la mañana tenemos esto en nuestra alma, vamos a rezar correctamente, aunque no hayamos leído todas las oraciones escritas.
Supongamos que de mañana tenemos este estimulo y así comenzamos nuestras tareas. Desde el primer paso dado, comenzarán las impresiones de los hechos, cosas y personas, distrayendo nuestra alma de Dios. Qué hacer? Hay que renovar el pensamiento y sentimiento en acercamiento interno de la mente y corazón a Dios. Para ello hay que acostumbrarse a la oración corta y repetirla a menudo. Cualquier oración corta nos conduce a ello. La mejor de todas las oraciones — es hacia el Señor Salvador: ."..Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí." Hay que tratar de acostumbrarse a ella y nunca dejarla. Una vez enraizada en nosotros, ella será nuestro continuo timón para permanecer en Dios, con pensamiento y espíritu. He aquí todo el programa de lo que hay que hacer para tener oración.
Los que recién comienzan, hay que aprender a rezar correctamente, con oraciones determinadas para asimilar su significado, su sentimiento, y frases oratorias. Porque la palabra dirigida a Dios tiene que ser magnificente. Cuando el que aprende a orar domina esto, puede orar no solo con palabras adquiridas sino con las suyas propias.
Ejemplos de maneras de invocaciones a Dios se pueden encontrar en las 24 oraciones cortas de San Juan Crisóstomo, que se encuentran al final de las oraciones nocturnas. Se pueden tomar otras oraciones de salmos, de oraciones eclesiásticas o propias de nosotros mismos.
Nació el 29 de septiembre de 1910 en el distrito de Hunedoara y fue bautizado con el nombre de Zian Boca. Desde muy joven destacó por su aplicación a los estudios, siendo nombrado jefe de promoción al terminar la educación secundaria en 1929, en el Liceo Nacional Ortodoxo "Avram Iancu".
Ese mismo año, se inscribe en la Academia Teologica de Sibiu, la cual termina en 1933. Inmediatamente es becado por el Metropolita Nicolae Balan, de Ardeal, para realizar distintos cursos en el Instituto de Bellas Artes de Bucarest. Al mismo tiempo, es oyente en la Facultad de Medicina en la cátedra del profesor Francisc Rainer y también se prepara en Mística Cristiana con Nichifor Crainic de la Facultad de Teologia de Bucarest. En vista de su talento artístico, el profesor Costin Petrescu le encomienda la creación de la escena representando a Miguel el Valiente del Ateneo rumano. Siguiendo instrucciones del Metropolita Balan, viaja al Monte Athos para obtener algunos manuscritos de la Filocalia en rumano y griego. Durante esa travesía vive una profunda experiencia espiritual que luego le será importante al iniciar su monacato.
El 29 de septiembre de 1935 es nombrado diácono célibe. En el año 1939 permanece durante tres meses en la ermita rumana Prodomu del Monte Athos y luego es enviado al Monasterio de Sambata de Sus, distrito de Braşov. En 1940 es oficialmente tonsurado y dos años después ordenado sacerdote, siéndole asignado el cargo de stárets del Monasterio Brancoveanu, que bajo su dirección empieza a retomar importancia entre la feligresía.
Así, en sus primeros años como stárets da vida al llamado "movimiento de de resurrección espiritual". Esto le gana una enorme reputación como "Padre Espiritual", iniciando una continua comunicación con el también stárets Cleopa Ilie, que se ve interrumpida cuando la Securitate confisca las cartas enviadas. En el invierno del año 1944, el profesor Nichifor Crainic verifica en el Monasterio Sambata de Sus, la traducción hecha por el stárets Boca y Serafim Popescu de la Filocalia; en la primera versión que vio la luz durante el régimen comunista, el nombre de Arsenie Boca no es mencionado intencionalmente. Esto no impide que Dumitru Staniloae, con quien trabajó extensamente la traducción de la Filocalia, lo nombre simbólicamente como "fundador de la Filocalia rumana".
Durante los años de ocupación de Rumanía por parte de la armada soviética, es arrestado por primera vez en Ramnicu Valcei, el 17 de julio de 1945, enviado a Bucarest y liberado trece días después, por ausencia de cargos. Un año más tarde, el 14 de mayo de 1948, es arrestado nuevamente, sindicado de ayudar con alimentos a milicianos anticomunustas de Monte Fagaras. Como una forma de escarmiento público debido a su notoriedad, es retenido un mes y medio, tiempo en el cual es sometido a continuos interrogatorios sobre sus actividades. Probablemente por este motivo, el Metropolita Nicolae Balan lo transfiere al Monaserio Prislop en noviembre de 1948.
En el Monasterio Prislop es nombrado stárets, ejerciendo ahí como "Padre Espiritual", con interrupciones en los períodos en los que fue nuevamente arrestado(1950, 1951, 1953, 1955, 1956). En 1959, autoridades del régimen comunista empiezan a dispersar la comunidad del Monasterio, sometiendo al P. Arsenie a más detenciones, y prohibiéndole ejercer su actividad sacerdotal. De esta forma, es acusado falsamente de irregularidades financieras en la conducción del monasterio. (En 1998 esa resolución fue derogada "post mortem"). Siguiendo una forma de exilio en Bucarest, se mantiene en adelante al margen de cualquier actividad o manifestación pública religiosa. Aún con sus dos licenciaturas, una en Bellas Artes y otra en Teología, no logra trabajar sino como pintor interior de iglesias, hasta que es jubilado en 1968. Permanentemente vigilado por la Securitate, se retira a la localidad de Sinaia en donde además de su celda monacal también rehace su pequeño taller de pintura y se dedica a diseñar la iconografía de la iglesia de Draganescu, trabajo que termina en 1984. Fallece el 28 de noviembre de 1989, a la edad de 79 años. Es enterrado, según lo que en vida había pedido, en el Monasterio Prislop, el 4 de diciembre de 1989.
Algunos fragmentos de los escritos del Padre Arsenie Boca. "En el cristianismo, el hombre es elevado al nivel de colaborador de Dios, siento esta colaboración el destino de los Talentos: éstos son la señal de esta cooperación que Dios le pide al hombre. Trabajando con esos dones, trabajas también orientado al destino. El hombre no encontrará ninguna paz hasta que no sepa qué es lo que quiere Dios de él. La vida no es un fin en sí misma, sino solamente un medio, es el marco de un destino o está enmarcada en un destino. Muchos temen a la palabra "destino", que no signifique de alguna manera "predestino", que les lleve a encontrarse en algún momento siendo parte de alguna doctrina que impida la libertad de la voluntad, sin el concepto específico de la responsabilidad última.
¿Cómo no responder a lo que te ha dado Dios? ¿Y cómo no responder, si no haces lo que se te ha otorgado hacer?"
"No conozco una conquista más grande, que la renunciar a tí mismo y llegar a ser libre: es "vivir la libertad del espíritu". La Verdad los hará libres. Luego, entendemos que sin éste peaje para nuestros actos pasados, seguiríamos en la mentira, rodeados de ilusiones y apresados bajo las ruedas de las necesidades absurdas. De todo esto nos ha librado Jesús. ¿Cuándo? Cuando lo conocemos a Él, como corazón de nuestro corazón, como alma de nuestra alma. Le podemos conocer sólo en el amor y en la felicidad que sentimos cuando renunciamos a nuestro "yo" y nos hallamos frente a frente con Él Nosotros no prometemos seguir a Jesús en el gran viaje interior de regreso al Padre, y sólo por nuestra simple determinación, la Divina Providencia lleva a cabo, despacio, este deseo nuestro. Así pasamos nuestro primer "examen de admisión", el examen de la cruz. Hasta aquí éramos una suma de deseos y arreglos terrenales, que ensombrecían la luz de Dios en nuestra vida. Así, la cruz es en este punto de decisión, la línea frente a nuestros deseos humanos, frente a la cual desciende Dios, una línea transversal. La Providencia, siguiendo nuestro interés eterno, envía sobre nuestras cuentas las correcciones divinas. Toda esta corrección la sentimos como una experiencia de cruz; debe pasar un poco de tiempo para cosechar y entender "que tal como sucedió" fue la mejor manera posible, y no cómo hubiéramos querido en nuestra obstinación. El sufrimiento éste, que nos simplifica lentamente la vida, que pone la condición de la cruz ante todo, es el símbolo de la eterna posibilidad de la plenitud".
En verdad, solamente hay una libertad, la santa libertad de Cristo, en tanto que El nos libera del pecado, del mal; del demonio. Nos liga con Dios, Todas las demás libertades son ilusorias, falsas, es decir, son todas ellas, de hecho, esclavitud.
La verdad no es un pensamiento, ni una palabra, ni una relación entre las cosas, ni una ley. La verdad es una persona. Es un ser que supera a todos los seres y da vida a todo. Si buscas la verdad con amor y por causa del amor, ella te revelará la luz de su rostro en tanto puedas soportarla sin arder.
No digas: “Esto sucedió por suerte, mientras esto resultó solo.” En todo lo que existe no hay nada desordenado, nada indefinido, nada sin propósito, nada por suerte…¿Cuántos cabellos hay en tu cabeza? Dios no se olvida ni de uno de ellos. ¿Ves como nada, aun hasta la cosa mas pequeña escapa a la vista de Dios? San Basilio el Grande
La ciencia de Dios es universal. Puesto que es causa de todo, le están presentes los acontecimientos,aun los frutos, como al arquitecto el plan del edificio antes de construirlo (De la Fe Ortodoxa, l, 9). ¿Cómo se concilia esta presciencia divina con la libre elección de actos posibles para algunas creaturas? Recordando primeramente que la razón humana no podría tener la pretensión de explicar lo que la excede, San Juan Damasceno "posee los dos cabos de la cadena", como diría Bossuet: "Dios es causa de todo el ser, y por lo tanto de todo el bien que existe en las creaturas, pero en el caso del acto libre la iniciativa de la falta no es imputable sino a la creatura.
El es el autor de los vasos de honor y de los vasos de ignominia; pero que uno sea digno de honra y el otro de desprecio, depende de cada quien" (Contra los Maniqueos, 77-79; De la Fe Ortodoxa, ll, 93).
Es muy importante saber que la oración por nuestros ofensores nos ayuda a superar los sentimientos malos con respecto a ellos.
Si tuviéramos la posibilidad de ver la enorme cantidad de deudas por las cuales debemos responder delante de Dios, con prisa y muy contentos perdonaríamos a todos, hasta los enemigos más grandes, para que con esto, adquiramos la misericordia de Dios.
Lamentablemente, el reconocimiento de nuestros pecados y culpa delante de Dios no llega por sí solo, pero requiere un constante y severo análisis de nuestra consciencia basada en la enseñanza evangélica.
Aquel que trata de perdonar al prójimo, recibe de Dios como recompensa por su empeño, el verdadero don cristiano de querer, denominado por los santos padres, "como el rey de las virtudes."
"Y dijo esta parábola: Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñero: He aquí tres años ha que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo halló; córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra? El entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que la excave, y estercóle. Y si hiciere fruto, bien; y si no, la cortarás después" (Luc. 13:6-9).
El Dios Padre, igual que el dueño de la viña, durante tres años del servicio prestado a la humanidad por Su Dios-Hijo, esperaba de los hebreos arrepentimiento y fe. El Hijo de Dios, como un buen y responsable viñador, pide a su Dueño a esperar un tiempo para que Él una vez más trate de hacer la higuera fértil - la gente hebrea. Pero Sus esfuerzos no tuvieron ningún éxito, entonces se cumplió una severa determinación: significando el rechazo de aquella gente que con insistencia se oponía a Dios. La llegada de este temible momento fue cuando el Señor maldijo la higuera que crecía al lado del camino hacia Jerusalén, unos cuantos días antes de Sus sufrimientos en la Cruz (se puede ver en Mateo 21:19).
Sobre el pase del Reino de Dios de los hebreos a otra gente el Señor habla en la siguiente parábola:
«El comienzo del pecado es la avidez. La avidez consciente es la raíz de las pasiones de los que pertenecen a las tinieblas», dice el primero de los textos filocálicos". La avidez, es decir, el deseo no controlado, el deseo desbocado, el deseo que lo devora todo, incapaz de conocer ni reconocer sus propios límites.
Para dominar esta desmesura, los monjes tratan de vivir en los márgenes de lo estrictamente necesario, conscientes de que, una vez transgredido el límite de la necesidad, el deseo humano no conoce freno. Todo el trabajo de la ascesis, sobre todo a partir del ayuno y de las vigilias, tiene por objetivo agotar la violencia de esta avidez, desarraigar la profunda tendencia del cuerpo a saciarse de placeres. Una satisfacción que, de hecho, deja todavía más vacío el verdadero deseo del hombre, que es su deseo de Dios.
Esta avidez o amor de placeres es puesta frecuentemente en relación con otras dos manifestaciones: la glotonería y el amor al dinero. San Nilo dice: «La glotonería es la madre del placer, ya que ella es la que engendra todas las demás pasiones»`. Y Casiano empieza su lista de pasiones por dicha glotonería, colocándola en el origen de una cadena inexorable: tras la primera avidez consentida, le sucede la prostitución; después la avaricia, la cólera, la tristeza, la acedia, la vanagloria; y, como culminación de todo, el orgullo. Gregorio Palamas afirma: «El primer fruto del deseo es el amor por las posesiones.
El amor por el dinero nace un poco más tarde y está en el origen de todas las formas de concupiscencia ». Evagrio Póntico muestra perfectamente esta equivalencia entre la avidez y el amor por el dinero.
Equivalencia que, a su vez, es una progresión que desemboca en la vanidad: «Entre los demonios que se oponen a la práctica ascética, hay tres jefes de fila que preceden y dirigen al resto de la tropa de intrusos: los que tientan a la avidez de la glotonería, los que inspiran el amor por el dinero y los que nos incitan a la gloria humanan.El amor por el dinero es una extensión de la glotonería, en la medida en que es la pasión de querer asegurar en el futuro la satisfacción del presente. Esta obsesión por el futuro impide disfrutar del momento presente y engendra una inquietud constante: el amor por el dinero es un mal que provoca muchas otras pasiones. Se la ha llamado con acierto la raíz de todos los males: 1 Tim 6,10».
Al estar atrapada toda la persona en esta avidez y desasosiego, su impulso hacia Dios queda totalmente oscurecido: «Debido a tu mala inclinación, has corrompido la imagen de Dios que hay en ti. La bruma de tus pensamientos apasionados ha empañado el espejo de tu alma, ese espejo en el .que aparece Cristo, el Sol espiritual».
El deseo está encerrado sobre sí mismo y absorbe las otras dos potencias del alma (el ardor y la razón), condenándola a arrastrarse por el suelo en búsqueda de lo que cree que habrá de saciarla`, en lugar de permitir que se eleve de la belleza de las criaturas a la Belleza del Creador.
Esta primera raíz del pecado, concerniente al cuerpo y al mundo de los deseos, tiene un nivel o un origen más profundo, que es lo que los Padres llaman el amor de sí.
El Señor desea la salvación de toda la gente y que estén con Él en el Cielo y vean Su Gloria. La Gloria esta se comprende parcialmente con el Espíritu Santo, y el que no lo conoce, solamente cumple los Mandamientos y tiene fe. Pero ellos también son bienaventurados, como dijo Jesucristo al apóstol Tomas (Juan 20:29) y se van a igualar a los que ya en la tierra vieron la Gloria de Dios. El amor puede ser diferente por su fuerza: Quien teme ofender a Dios — es amor, la mente pura — es también amor, más grande que la primera, tener la Gracia en el alma — es el amor todavía más grande.
El amor perfecto es tener la Gracia del Espíritu Santo en el cuerpo y alma. Aquel tiene el cuerpo santificado que quedará intacto, como reliquia. Esto ocurre con los santos grandes mártires, profetas, beatos. Los que llegaron a tal nivel, ya no sienten amor carnal, porque el amor Divino es el mas fuerte. El amor corporal tiende a toda la gente, menos los que poseen plena Gracia de Dios, que trasforma toda la personalidad del hombre. Viviendo en la tierra entre la gente, pero la Gracia Divina lo hace olvidar todo el mundo. Pero el orgullo nos hace indigno de esta Gracia, y el alma sufre y, llorando dice: "Mi alma extraña a Dios." Quien desea amar a Dios, debe amar hasta a los enemigos y ser bondadoso con todos. Entonces nuestro Señor lo llenará de alegría de alabarlo día y noche, y si recuerda al mundo — es para rezar por él. Así vivían los Santos, porque el Espíritu Santo enseña al alma rezar por la gente.
Luego de haber hecho un primer discurso concerniente a la ordenación de los cenobitas, nuevamente nos llenamos de coraje, debido a vuestras oraciones y nos disponemos a escribir a propósito de los ocho pensamientos viciosos, es decir, los pensamientos de gula, fornicación, amor al dinero, ira, tristeza, pereza, vanagloria y soberbia.
Nuestra séptima lucha es contra el espíritu de la vanagloria. Ésta es una pasión multiforme, muy sutil, y no la reconoce ni siquiera aquel que por ella ha sido tentado. En efecto, los asaltos de las otras pasiones son mucho más manifiestos, por lo que la lucha contra ellos es más fácil pues el alma reconoce al adversario y lo rechaza enseguida mediante la resistencia y la oración. Pero la malicia de la vanagloria, justamente por ser multiforme es difícil de ser distinguida. En cualquier ocupación, usando la voz y la palabra o aun callando, en el trabajo o en la vigilia, en los ayunos o en la oración, en la lectura, en la hesichía, en la paciencia; en todo esto trata de abatir con sus flechas al soldado de Cristo. A quien la vanagloria no logra seducir con el lujo de los vestidos, trata de tentarlo por medio de una prenda vil. Y al que no puede agrandar con honores, lo induce a la tontería, haciéndole soportar cualquier cosa que parezca un deshonor. Al que no puede ser persuadido a vanagloriarse con la sabiduría de los discursos, lo atrapa con el lazo de la hesichía, como si se hubiera dedicado al recogimiento. Al que no puede convencer con la suntuosidad de los alimentos, lo debilita con el ayuno para que obtenga alabanzas.
En una palabra, cualquier trabajo, cualquier ocupación brinda a este pésimo demonio una ocasión para promover batalla. ¡Y además de esto, sugiere también fantasías de ordenaciones clericales! Recuerdo a un cierto anciano, cuando vivía en Escete, quien al dirigirse a visitar a un hermano en su celda, acercándose a su puerta, sintió que éste estaba hablando. El anciano, pensando que estaba meditando las Sagradas Escrituras, se detuvo a escuchar. Y oyó que aquel, tornándose insensato por la vanagloria, ¡se imaginaba haber sido ordenado diácono, y que estaba despidiendo a los catecúmenos! Oyendo esto, el anciano empujó la puerta y entró. El hermano se adelantó y se arrodilló según la usanza, tratando de saber si el anciano había estado un buen tiempo detrás de la puerta. Pero el anciano le contestó sonriendo: Llegué cuanto tú estabas despidiendo a los catecúmenos." Ante estas palabras, el hermano cayó a los pies del anciano, suplicándole que rogara por él, a fin de ser liberado de este engaño.
He recordado este hecho para demostrar a qué grado de insensatez este demonio conduce al hombre. El que quiera combatirlo con perfección, y llevar firmemente la corona de la justicia, usará de todo su celo para vencer a este demonio polimorfo. Y que tenga siempre bien presente lo dicho por David: El Señor ha dispersado los huesos de aquellos que gustan a los hombres (Sal 52:5). Y que no haga nada mirando a su alrededor, con el fin de obtener las alabanzas de los hombres. Que busque solamente la merced que viene de Dios; que siempre rechace aquellos pensamientos de autoelogio que provienen de su corazón, que se anule frente a Dios, y podrá así, con su ayuda, liberarse del espíritu de la vanagloria.
Nos dirigimos a Dios con las palabras: "Padre nuestro!" Y con esto lo confesamos a Él — Señor del universo — como nuestro Padre, porque Él, liberándonos de la esclavitud de las pasiones, nos prohijó para si.
Diciendo mas adelante: "Que estás en el Cielo," — expresamos nuestra disposición de alejar de nosotros cualquier apego a esta temporal vida terrenal, que largamente nos aleja de lo celestial, y en adelante con empeño tender hacia allí, donde habita nuestro Padre.
Una predisposición así nos obliga a no desear ya mas nada que no se corresponda con la elevada denominación de hijos de Dios y lo que puede privarnos de la paternal herencia y someternos al severo juicio de Dios
Venid inclinémonos al Rey nuestro Dios. Venid inclinémonos y postrémonos ante Cristo, Rey y nuestro Dios. Venid inclinémonos y postrémonos ante Cristo mismo, El es nuestro Rey y Dios.
Salmo 5
Presta oídos, Señor, a mis palabras: escucha mis clamores. Atiende a la voz de mis súplicas, Oh mi Rey y Dios mío. Porque a Ti enderezaré mi oración de mañana, Oh Señor, oirás mi voz. Al amanecer me pondré en Tu presencia, y Te contemplará. Porque no eres Tú un Dios que ame la iniquidad. Ni morirá junto a Ti el maligno, ni los injustos podrán pertenecer delante de tus ojos. Tú aborreces a todos los que obran la iniquidad, Tú perderás a todos aquellos que hablan mentiras. Al hombre sanguinario y fraudulento, el Señor le abominará. Pero yo confiado en la multitud de tus misericordias, entraré en Tu casa y en Tu temor, doblaré mis rodillas ante Tu santo templo. Guíame, Oh Señor, en Tu justicia endereza tus ojos mi camino, por causa de mis enemigos. Porque en su boca no hay rectitud, su corazón está lleno de vanidades y perfidia su garganta es un sepulcro abierto, con sus lenguas se lisonjearán. Júzgalos, Oh Dios mío. Frústrense sus designios, arrójalos fuera, lejos de Tu presencia como lo merecen sus muchas impiedades, puesto que, Oh Señor, Te han irritado. Y han de alegrarse todos aquellos que en Ti confían, se regocijarán eternamente, y Tú morirás en ellos. Y en Ti se gloriarán todos los que aman Tu Nombre. Porque Tú bendecirás al justo, Señor con Tu benevolencia, como un escudo nos has coronado.
Salmo 89
Señor, Tú has sido refugio de generación en generación. Tú, Oh Dios eres de antes que nacieran los montes y se formara la tierra y el universo, y desde el siglo hasta los siglos. No reduzcas el hombre al abatimiento, pues dijiste: Convertíos Oh Hijos de los hombres. Porque mil años delante de tus ojos, son como el día de ayer que pasó y como una de las vigilias de la noche. Una nada son todos los años que vive. Dura un día como el heno, florece por la mañana y se pasa por la tarde inclina la cabeza, se deshoja y se seca. Al ardor de Tu ira hemos desfallecido y con Tu furor quedamos conturbados. Has colocado nuestras iniquidades delante de tus ojos, y nuestros terros alrededor de Tu rostro. Por eso nuestros días se han desvanecido, y nosotros venimos a fallecer por Tu enojo. Como una tela de araña serán sepultados nuestros años. Sesenta años son los días de nuestra vida. Cuando más ochenta años en los muy robustos, lo que pasa de aquí achaques y dolencias, según esto seremos arrebatados, ¿quién conoce la grandeza de Tu ira?, y Tu indignación según debes ser tímido. Danos a conocer Tu diestra, y concédenos un corazón instruido en sabiduría. Vuélvete, oh Señor, hasta cuándo y aplácate con tus siervos. Sácianos pronto, oh Señor de Tu misericordia y nos regocijaremos y recrearemos todos los días de nuestras vidas. Alégranos, confórtame a los días que nos humillaste, por los años que sufrimos miseria. Vuelva los ojos hacia tus siervos a estas tus obras y dirige Tú a sus hijos. Y resplandezca sobre nosotros la luz, Señor Dios nuestro, y endereza en nosotros las obras de nuestras manos, y da buen éxito a nuestras obras.
Salmo 100
Cantaré, Señor las alabanzas de Tu misericordia y de Tu justicia. Estudiaré el camino de la perfección cuando vengas a mí. He vivido con inocencia de corazón en medio de mí casa. No pondré delante de mis ojos cosa injusta, he aborrecido a los transgresores de la ley. Conmigo no han tenido cabida hombre de corazón depravado, no he querido conocer al que con su proceder maligno se desviaba de mí. Al que calumniaba secretamente a su prójimo, a este le ha perseguido, no admitía en mi mesa a hombres de ojos altaneros y de corazón insaciable. Dirigir mi vista en busca de los hombres fieles al país, para que habiten conmigo. El que anduviere en el camino de la perfección, este me servirá. No morará en mi casa el que obra con soberbia, ni hallará gracias en mis ojos que habla mentiras. Por la mañana extermino a todos los pecadores de¡ mundo, para extirpar de la ciudad de¡ Señor a todos los facinerosos.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya, Aleluya, Aleluya gloria a Ti oh Dios (Tres veces).
Señor ten piedad (Tres veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Tropario dell día dell Santo.
Ahora y siempre y por los siglos de los siglos, Amén.
¿Cómo Te llamaremos oh llena de gracia? Cielo, porque hiciste resplandecer el sol de justicia, Paraíso porque hiciste brotar para nosotros la flor inmarcesible, Virgen, pues permanecíste incorrupta. Madre purísima, pues en tus brazos llevaste un Hijo que es el Dios de todos. Intercede ante El por la salvación de nuestras almas.
Sac.: De mañana oíras mi voz, oh mi Rey y Dios mío.
Coro: De mañana oirás...
Sac.: Presta oídos Señor, a mis palabras; escucha mis clamores.
Coro: De mañana oirás...
Sac.: Porque a Ti enderezaré mi oración.
Coro: De mañana oirás...
Sac.: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Lec.: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Como Te llamaremos oh llena de gracia...
E ínmediatamente se canta
Endereza mis pasos según la norma de Tus palabras y haz que no reine en mi injusticia ninguna (dos veces).
Líbrame de las calumnias de los hombres para que yo cumpla Tus mandamientos (dos veces).
Haz brillar sobre Tu siervo la luz de Tu Divino Rostro y enséñame Tus justísimos decretos (dos veces).
Liénese de loores mi boca Oh Señor para cantar todo el día Tu gloria y la grandeza tuya (tres veces).
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal ten piedad de nosotros (tres veces).
Gloria al Padre, al Hijo...
Oh Santísima Trinidad ten piedad de nosotros. Oh Señor perdona nuestros pecados, Oh Soberano absuelve nuestras transgresiones, Oh Santísimo mira y sana nuestras debilidades por Tu nombre.
Señor ten piedad (tres veces).
Gloria al Padre, al Hijo... Padre nuestro...
Sac.: Porque Tuyos son el Reino, el Poder y la Gloria, de¡ Padre, de¡ Hijo y de¡ Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Los lunes, martes y los jueves decimos:
A la gloriosísima Madre de Dios, más Santa que los Santos ángeles, cantémosle con el corazón y con voz incesante, confesándola como Deípara, porque ella ha engendrado dignamente a Dios encarnado, y sin cesar intercede por nuestras almas.
Interviene pronto, antes que quedemos esclavizados por los enemigos que Te blasfeman a Ti, y nos amenazan a nosotros, Cristo Dios nuestro, destruye a los que guerrean contra nosotros, para que conozcan el poder de la fe de los Ortodoxos, por la intercesión de la Deípara, Tú que eres el único Amante de la humanidad.
Y los sábados, este:
Como primicias de la naturaleza, al Sembrador de la creación, el universo Te ofrece oh Señor, a los mártires Teóforos. Por sus intercesiones y por la Deípara conserva a Tu iglesia, Tu dominio en paz profunda, Tú que eres grande en misericordia.
En días simples, leemos el Kontaquio del Santo del día o de la fiesta.
Señor ten piedad (cuarenta veces).
Tú que en todo tiempo y a toda hora en el cielo y en la tierra eres adorado y glorificado Cristo Dios muy paciente, de gran piedad, muy benevolente, Tú que amas a los justos y tiene misericordia de los pecadores, llamando a todos a la salvación, prometiendo los bienes futuros; Tú, oh Señor, recibe en esta hora, nuestras súplicas, y dirige nuestras vidas en las sendas de tus mandamientos. Santifica nuestras almas, purifica nuestros cuerpos, guía nuestros pensamientos, purifica nuestras intenciones; líbranos de toda aflicción, maldad y dolencia; rodéanos con tus santos ángeles, para que con su poder seamos guiados y protegídos a fin de llegar a la unidad de la fe y al conocimiento de Tu inaccesible gloria, porque eres bendito y glorificado por los siglos de los siglos. Amén.
Señor ten piedad. (Tres veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Oh más honorable que los querubines...
En el nombre del Señor; Bendice Padre,
Sac.: Que Dios tenga compasión de nosotros y nos bendiga, que resplandezca su rostro sobre nosotros y nos tenga misericordia.
Si es período Cuaresmall se lee el Trisagio y Señor ten piedad antes de la oración final.
Si es tiempo cuaresmall, decimos la oración de San Efrén, el Sirio, y diviffiéndola en tres partes y haciendo 3 postraciones.
Sac.: Oh Señor y Soberano de mi vida, no me des espíritu de ociosidad, de
aflicción, de amor al mando y de habladuría. Postración.
Sino concédeme el espíritu de castidad, humildad, paciencia y amor.
Postración.
Oh Señor y Rey, hazme ver mis propias culpas y no juzgar a mi hermano,
eres bendito por los siglos de los siglos. Amén. Postración.
Después de 12 reverencias y/o inclinaciones hasta el cinturón, persignándose primero y en cada inclinación en voz baja decimos: Oh Dios, purifícame, a mí, pecador.
Sac.: En voz alta repite: Oh, Soberano... los siglos.
Lec.: Amén.
Lec.: Trisagio. Amén.
Sac.: Porque Tuyo es el Reino...
Lec.: Amén. Señor ten piedad. (doce veces).
Sac.: Cristo, Luz Verdadera que iluminas y Santificas a cada persona que viene al mundo. Que sea una señal sobre nosotros la luz de Tu rostro. Que en ella podamos ver la luz inaccesible. Dirige nuestros pasos en el cumplimiento de tus mandamientos, por las intercesiones de Tu purísima Madre y de todos tus Santos. Amén.
Coro: Yo Tu ciudad o Deípara, Te canto canción de triunfo, Oh guerrera y defensora. Y Te presento el agradecimiento Oh libradora de los apuros y como Tú eres invencible, líbrame de las múltiples desgracias para exclamarte: Regocijate, Oh novia no desposada.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Señor ten piedad (tres veces).
Bendice.
Sac.: Dimisión (Apolysis).
Coro: Amén. Señor ten piedad (tres veces).
Hora Tercia
Sac.: Bendito sea nuestro Dios...
Lec.: Amén; Gloria a Ti Dios nuestro, Gloria a Ti
Oh Rey Celestial paráclito Espíritu de verdad, que estás en todas partes y llenas todas las cosas, tesoro de todo lo bueno y dispensador das la vida, ven y mora en nosotros, purifícanos de toda mancha y salva nuestras almas oh Bondadoso.
Trisagio: Santo Dios... más Iffiranos de¡ malvado.
Sac.: Por qué Tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria, de¡ Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Señor ten piedad. (Doce veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo... Ahora y siempre...
Venid inclinémonos al Rey nuestro Dios.
Venid inclinémonos y postrémonos ante Cristo, rey y nuestro Dios.
Venid inclinémonos y postrémonos ante Cristo mismo, El es nuestro rey y nuestro Dios.
Salmo 16 Atiende, oh Señor, a mi justicia; acoge mis súplicas, presta oídos a mi oración, que no la pronuncio con los labios fraudulentos; salga de Tu benigno rostro mi sentencia; 'rniren tus ojos la justicia de Tu causa. Pusiste a prueba mi corazón, y has visitado durante la noche, me has sometido a pruebas de fuego y en mí no se ha hallado iniquidad. Lejos de platicar mi boca según el proceder de los hombres mundanos; por respeto a las palabras de tus labios he seguido las sendas escabrosas de la virtud. Asegura constantemente mis pasos por tus senderos, a fin de que mis pies no resbalen. Yo he clamado a Ti, Dios mío, porque siempre me has oído benignamente; inclina pues hacia mí tus oídos y escucha mis palabras. Has brillar de un modo maravilloso tus misericordias, oh Salvador de los que en Ti esperan; de los que resisten el poder de Tu diestra, guárdame Señor, como a las niñas de los ojos. Ampárame bajo la sombra de Tus alas, contra los impíos que me persiguen, han cercado mis enemigos mi alma, han cerrado sus entrañas a toda compasión; hablan con altanería. Después de haberme arrojado fuera, ahora me tienen cercado por todas partes, tienen puestas sus miradas para dar conmigo en tierra. Están acechándose como el león preparado de arrojarse sobre la presa, o como el leoncillo que en lugares escondido está a la espera. Levántate, oh Señor, preven su golpe y arrójalos por el suelo; libra mi alma de las garras del impío, quítales Tu espada, a los enemigos de Tu diestra. Sepáralos, Señor de los buenos, aun mientras viven, de aquéllos que en corto número sobre la tierra; en la que han saciado su apetito de tus exquisitos bienes. Liénanse de hijos según su deseo, y dejan después a sus nietos el resto de sus caudales. Pero yo compareceré en Tu presencia con la justicia de mis obras y quedaré plenamente saciado, cuando se me manifestará Tu Gloria. Salmo 24
A Ti, oh Señor, he levantado mi alma. En Ti, oh Dios mío, tengo puesta mi confianza no quedaré avergonzado ni se burlarán de mis enemigos, porque ninguno que espere en Ti quedará confundido. Sean cubiertos de confusión todos aquellos que vana e injustamente obran la iniquidad. Muéstrame oh Señor tus caminos, y enséñame tus senderos. Encamíname según Tu verdad e instrúyeme, pues Tú eres el Dios Salvador mío, y Te estoy esperando todo el día. Acuérdate, Señor de tus piedades y tus misericordias usadas en los siglos pasados. Echa en airido los delitos o flaquezas de mi mocedad y mis necedades. Acuérdate de mí, según Tu misericordia, acuérdate de mí oh Señor, por Tu bondad. El Señor es bondadoso y justo; por lo mismo dirigirá a los pecadores por el camino que deben seguir. Dirigirá a los humildes por la vía de la justicia enseñará sus caminos a los apacibles. Todos los caminos del Señor son misericordia y verdad para los que buscan su santa alianza y sus mandamientos. Por la gloria de Tu Santo Nombre, oh Señor, me has de perdonar mi pecado, que ciertamente es muy grave ¿quién es el hombre que teme al Señor? Dios le ha prescrito la regla que debe seguir en la carrera que escogió reposará su alma entre bienes y sus hijos poseerán la tierra. El Señor es firme apoyo de los que le temen, y a ellos revela sus misterios. Mis ojos están fijos siempre en el Señor; pues él ha de sacar mis pies del lazo. Vuelve, Señor, hacia mí Tu vista y ten de mi compasión porque me veo solo y pobre. Las tribulaciones de mi corazón se han multiplicado; líbrame de mis congojas. Mira mi humillación y mi trabajo y perdona todos mis pecados. Repara en mis enemigos como se han multiplicado, cuán injusto es el odio con que me aborrecen; guarda mi alma y líbrame; nunca quedé yo sonrojado, habiendo puesto en Ti mi esperanza. Los inocentes y justos se han unido conmigo porque yo esperé en Ti, oh Dios mío, libra a Israel de todas sus tribulaciones.
Salmo 50
Apiádate de mí, Oh Dios, según Tu gran misericordia, según la multitud de tus bondades, borra mi in iquidad. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado, pues reco nozco mis culpas, y mi pecado está siempre ante mí. Contra Ti sólo, he pecado, he hecho el mal en Tu presencia, por lo tanto, eres justo en Tu sentencia, soberano en Tu juicio. Considera que en maldad fui formado, y en pecado me concebió mi madre. Porque Tú amas la verdad; me descubriste los misterios profundos de Tu sabiduría. Rocíame con hisopo y seré puro; lá vame y embianqueceré más que la nieve. Hazme oír palabras degozo y alegría, y mis huesos abatidos se estremecerán. Aparta Tu faz de mis pecados; y borra todas mis iniquidades. Crea en mí, Oh Dios, un corazón puro, y renueva dentro de mi 1 un espi 1 ritu recto. No me arrojes de Tu presencia, y no quites de mí Tu Espíritu Santo. Devuélveme el gozo de Tu salvación, confírmame un espíritu generoso. Enseñaré a los impíos tus caminos, y los pecadores se convertirán a Ti. Líbranos de la sangre; Oh Dios, Dios de mi salvación y cantará mi lengua Tu justicia. Abre Señor mis labios, y cantará mi boca tus alabanzas. Si hubieras deseado sacrificios, en verdad Te los ofrecería, más no son los holocaustos los que Te placen. Sacrificio agradable a Dios es el alma arrepentida; al corazón contrito y humillado, Señor, Tú no los desprecias. Senor, en Tu bondad, trata benignamente a Sión, para que puedan reedificarse los muros de Jerusalén. Entonces aceptarás el sacrificio de justicia, las ofrendas y holocaustos, entonces se Te ofrecerán víctimas en Tu altar.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Aleluya, Aleluya, Aleluya (tres veces).
Señor ten piedad. (tres veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Tropario dell Santo del día.
Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Madre de Dios, Tú que eres la verdadera Vid, que hiciste germinar el Fruto de vida. Te suplicamos oh Soberana, intercede con los apóstoles y todos los santos que nuestras almas alcancen misericordia.
Bendito sea el Señor en toda la serie de los días, el Dios de nuestra salvación nos haga prosperar, el Dios que nos salva.
Trisagio. Amén.
Kontaquio de la Fiesta.
EN CUARESMA
Sac.: Oh Señor que en la hora tercia, enviaste Tu Santísimo Espíritu a tus apóstoles, no lo retires de nosotros oh Bueno. Sino renuévanos a los que a Ti oramos.
Coro: Oh Señor...
Sac.: Verso 1:Crea en mí un corazón puro y renueva en mí un espíritu recto.
Coro: Oh Señor...
Sac.: Verso 2:No me arrojes de Tu presencia y no quites de mí Tu Espíritu Santo.
Coro: Oh Señor...
Sac.: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Lec.: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Trisagio. Santo Dios... más líbranos del maligno.
Sac.: Porque Tuyo es el Reino...
Kontaquio de la fiesta o del Santo.
En Cuaresma
Bendito eres, oh Cristo, nuestro Dios, que hiciste de manifiesto a los sabios pescadores, enviándoles al Espíritu Santo, y por medio de ellos atrapaste en sus redes a todo el universo, oh amante de la humanidad, Gloria a Ti.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Presto y firme consuelo concede a Tus siervos, oh Jesús, cuando estén abatidos nuestros espíritus. No abandones nuestras almas en la tribulación, ni Te alejes de nuestros pensamientos en la angustia, más está siempre cerca de nosotros. Acércate, acércate, Tú que estás en todas partes, como estás siempre con Tus apóstoles, así únete a los que Te anhelan, Tú que eres compasivo, a fin de que Te cantemos todos y glorifiquemos a Tu Santo Espíritu.
Ahora y siempre y por los siglos. Amén.
Esperanza, protección y refugio de cristianos, muro inexpugnable, puerto de los fatigados no turbado por tempestades, eres Tú, inmaculada Deípara, mas como Tú salvas al mundo por Tu incesante intercesión, acuérdate también de nosotros. Alabadísima Virgen.
Señor ten piedad. (Cuarenta veces).
Tú que en todo tiempo y a toda hora en el cielo y en la tierra eres adorado y glorificado Cristo Dios muy paciente, de gran piedad, muy benevolente, Tú que amas a los justos y tiene misericordia de los pecadores, llamando a todos a la salvación, prometiendo los bienes futuros; Tú, oh Señor, recibe en esta hora, nuestras súplicas, y dirige nuestras vidas en las sendas de tus mandamientos. Santifica nuestras almas, purifica nuestros cuerpos, guía nuestros pensamientos, purifica nuestras intenciones; líbranos de toda aflicción, maldad y dolencia; rodéanos con tus santos ángeles, para que con su poder seamos guiados y protegidos a fin de llegar a la unidad de la fe y al conocimiento de Tu inaccesible gloria, porque eres bendito y glorificado por los siglos de los siglos. Amén.
Señor ten piedad. (Tres veces).
Gloria al Padre, ..., ahora y siempre y ... Amén.
Oh más honorable que los Querubines e incomparablemente más gloriosa que los Serafines, Tú que sin corrupción engendraste al Verbo-Dios, verdaderamente eres la Deípara, Te magnificamos.
En el nombre de¡ Señor, bendice padre, (si es Obispo) Soberano bendice.
Sac.: Por las oraciones de nuestros padres, señor Jesucristo nuestro Dios, ten misericordia de nosotros.
Si es tiempo cuaresma, decimos la oración de San Efrén, el Sirio, y dividiéndola en 3 partes y haciendo 3 postraciones.
Sac.: Oh Señor y Soberano de mi vida, no me des espíritu de ociosidad, de
aflicción, de amor al mando y de habladuría. Postración.
Sino concédeme el espíritu de castidad, humildad, paciencia y amor.
Postración.
- Oh Señor y Rey, hazme ver mis propias culpas y no juzgar a mi hermano,
eres bendito por los siglos de los siglos. Amén. Postración.
Después de 12 reverencias y/o inclinaciones hasta el cinturón, persignándose primero y en cada inclinación en voz baja decimos: oh Dios, purifícame, a mí, pecador.
Sac.: en voz alta repite: Oh, Señor Soberano... los siglos
Lec.: Amén.
Oracion De San Mardario
Oh Soberano Dios, Padre Omnipotente, Oh Señor Hijo Unigénito Jesucristo y Espíritu Santo, una Divinidad y Unico Poder, ten piedad de mi pecador, sálvame, Tu indigno servidor por los juicios que Tu conoces, pues eres bendito por los siglos de los siglos. Amén.
Hora Sexta
Venid inclinémonos al Rey nuestro Dios. Venid inclinémonos y postrémonos ante Cristo, Rey nuestro Dios. Venid inclinémonos y postrémonos ante Cristo mismo, él es nuestro Rey y Dios.
Salmo 53
Sálvame oh Dios mío por Tu nombre y defiéndeme con Tu poder, oh Dios escucha mi oración, presta oídos a las palabras de mi boca. Porque extraños se han levantado contra mí. Y poderosos atentan contra mi alma sin mirar a Dios. Pero Dios es mi ayuda y el Señor toma por su cuenta la defensa de mi vida. El volverá el mal a mis enemigos, y en honor a Tu verdad extermínalos. Voluntariamente sacrificaré a Ti, alabaré oh Señor Tu nombre, porque es bueno. Porque me has librado de todas las angustias, y mis ojos miran a mis enemigos.
Salmo 54
Oh Dios oye mi oración, y no despreciéis mis súplicas, atiende mi ruego y escúchame, me he llenado de tristeza. A causa de la voz de¡ enemigo, por la impresión de¡ impío, me han achacado a mí la iniquidad y me acosan por sus furores. Me tiembla el corazón en el pecho, y el pavor de la muerte me ha sobrecogido el temor y el temblor se ha apoderado e mi y me encuentro cubierto de tinieblas. Y dije: oh ¿Quién me diera alas como a las palomas para echar a volar, y encontrar reposo. He aquí me alejaría, y permanecería en la soledad. Esperaría a aquél que me ha de salvar de¡ abatimiento de ánimo y de tempestad. Precipítalos, Señor, divide sus dictámenes, pues veo que la ciudad está llena de iniquidad y discordia. Día y noche rodean sus muros. En medio de ella hay opresión. El fraude e injusticia no se apartan de sus plazas. En verdad, si me hubiese llenado de maldiciones un enemigo mío, lo hubiera sufrido con paciencia y si me hablasen con altanería los que me odian, podrían acaso haberme guardado de ellos. Más Tu nombre que aparentaba ser otro yo, mi guía y mi amigo, Tú que justamente conmigo tomabas el dulce alimento, que andábamos en compañía en la casa de Dios. Condenados sean a muerte desciendan vivos a hades, ya que todas las malda,des se albergan en sus moradas en medio de su corazón. Pero yo he clamado a Dios, y el Señor me oirá. Tarde y mañana y al medio día contaré y expondré y El oirá benigno mi voz. Sacará la paz y salvó mí vida de los que me asaltan en compañía de muchos para perderme. Dios me oirá, y aquel que existe antes de todos los siglos los humillará. Ellos están obstinados y no tienen temor a Dios. Ha extendido la mano para darles su merecido. Profanaron su pacto, han sido disipados a vista de su rostro airado y su corazón los alcanzó. Sus palabras son más suaves que el aceite, pero en realidad son dardos. Arroja en el seno del Señor tus ansiedades, y él te sustentará, no dejará al justo en agitación perpetua. Más Tú, oh Dios dejarás caer a aquellos en el pozo de la perdición. Los hombres sanguinarios y alevosos no llegarán a la mitad de sus días, pero yo oh Señor, tengo puesto en Ti mi esperanza.
Salmo 90
El que se acoge al asilo del Altísimo morará bajo la protección del Dios del cielo. El dirá al Señor, Tú eres mi amparo y mi refugio el Dios mío en quien confiaré. Porque El me ha llibrado del lazo de los cazadores y de terribles adversidades. Con sus plumas te hará sombra, y debajo de sus alas estarás confiado. Su verdad te cercará como escudo, no temerás terrores nocturnos, ni la seta disparada de día no al enemigo que anda entre tinieblas ni los asaltos del demonio en medio del día. Caerán a Tu lado mil y diez mil a Tu diestra, más ninguna te acercará. Tú lo estarás contemplando con tus ojos y verás el pago que se da a los pecadores. Y como eres Tú oh Señor, mi esperanza, has escogido al Altísimo para asilo tuyo. No llegará a Ti el mal, ni el azote se acercará a Tu morada. Porque él mandó a sus ángeles que cuidasen de Ti, los cuales te guardarán en cuantos pasos dieres. Te llevarán en sus manos, no sea que tropiece Tu pie en alguna piedra. Andarás sobre áspides y basíliscos y hollarás los leones y dragones. Por cuanto en mí ha puesto su esperanza, yo le libraré y le protegeré pues ha conocido mi Nombre. Clamará a mí y le oiré benigno, con él estoy en la tribulación; lo libraré y le glorificaré. Le saciaré con una vida muy larga, y le haré ver mi salvación.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya, Aleluya, Aleluya Gloria a Ti oh Dios. (Tres veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Tropario del día del Santo o dominical según el tono.
Ahora y siempre...
Puesto que no tenemos osadía por la multitud de nuestros pecados, Tú oh Deípara, Virgen, ruega al que de Ti nació, porque los ruegos de la Madre puede mucho con la buena voluntad del Soberano. No desprecies las súplicas de los pecadores oh Purísima, pues El es misericordioso y puede salvarnos, ya que quiso sufrir por nosotros.
Anticípense a favor nuestro cuanto ante Tu misericordia oh Señor; pues nos hallamos reducidos a una extrema miseria, ayúdanos, oh Dios Salvador nuestro, y por la gloria de Tu nombre líbranos de nuestros pecados por amor de Tu nombre.
Miercoles Y Viernes
Te cantamos gloríosísima Virgen Deípara; por la cruz de Tu Hijo que venció al hades y derribó a la muerte; los mortales, nos fuimos levantando de nuevo y somos condenados dignos de vida, recibiendo el paraíso nuestra antigua felicidad, por eso agradecidos glorifiquemos a Cristo nuestro Dios; por que es Poderoso y Unico abundante en misericordia.
Señor ten piedad. (Cuarenta veces).
Tú que en todo tiempo y a toda hora en el cielo y en la tierra eres adorado y glorificado Cristo Dios muy paciente, de gran piedad, muy benevolente, Tú que amas a los justos y tiene miseñcordía de los pecadores, llamando a todos a la salvación, prometiendo los bienes futuros; Tú, oh Señor, recibe en esta hora, nuestras súplicas, y dirige nuestras vidas en las sendas de tus mandamientos. Santifica nuestras almas, ~urifica nuestros cuerpos, guía nuestros pensamientos, purifica nuestras intenciones; líbranos de toda aflicción, maldad y dolencia; rodéanos con tus santos ángeles, para que con su poder seamos guiados y protegidos a fin de llegar a la unidad de la fe y al conocimiento de Tu inaccesible gloria, porque eres bendito y glorificado por los siglos de los siglos. Amén.
Señor ten piedad. (Tres veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Oh más honorable que los querubines e incomparablemente...
En el nombre M Señor bendice Padre.
Sac.: Por las oraciones de nuestros santos padres, Señor Jesucristo nuestro Dios, ten piedad de nosotros.
Si es tiempo cuaresma¡, decimos la oración de San Efrén, el Sirlo, y dividiéndola en 3 partes y haciendo 3 postraciones.
Sac.: Oh Señor y soberano de mi vida, no me des espíritu de ociosidad, de
aflicción, de amor al mando y de habladuría. Postración.
- Sino concédeme el espíritu de castidad, humildad, paciencia y amor.
Postración.
- Oh Señor y Rey, hazme ver mis propias culpas y no juzgar a mi hermano,
pues eres bendito por los siglos de los siglos. Amén. Postración.
Después de 12 reverencias y/o inclinaciones hasta el cinturón, persígnándose primero y en cada inclinación en voz baja decimos: oh Dios, pur ifícame, a mí pecador, en voz baja, y después dice el sacerdote de nuevo en voz alta; toda la oración de nuevo. Oh Señor y Soberano... hasta el final sin separar. Se hace la postración en la última súplica.
Lec: Amén.
Oracion De San Basilio El Grande
Oh Dios y Señor de los ejércitos y Autor de toda la creación, que por Tu infinita e incomprensible misericordia enviaste a Tu Hijo Unigénito nuestro Señor Jesucristo para la salvación del género humano, y por medio de su Santa Cruz rompiste elquirófano de nuestros pecados, y por ella triunfaste sobre los principios y poderes de las tinieblas: Tú, oh Señor, que amas a la humanidad recibe de nosotros pecadores, estas oraciones de acción de gracias y de súplicas, y líbranos de todo pecado funesto y tenebroso, y de todos los enemigos visibles e invisibles que intentan hacernos mal. Traspasa.nuestra carne con Tu temor, y no inclines nuestro corazón a palabras o pensamientos malos; más hiere nuestras almas con el deseo en Ti, a fin de que contemplándote en cada momento y guiados por la luz que de Ti procede, mirando hacia la inaccesible y eterna luz, Te tributaremos sin cesar, acciones de gracias y confesión, a Ti Padre Eterno con Tu Hijo Unigénito, y con Tu Santísimo bueno y Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Traparios y Kontaquios
Troparios de Melodias. Tono 1
Tropario: Aunque los judíos habían sellado la piedra, y los soldados custodiaban Tu sagrado cuerpo, Tú resucitaste en el tercer día, oh Salvador, dando vida al mundo. Por eso los poderes celestiales aclaman a Ti, oh Dador de la vida; Gloria a Tu resurrección, oh Cristo, gloria a Tu reino, Gloria a Tu dispensación, oh Unico Amante de la humanidad.
Teotoquio: Al anunciarte Gabriel, oh Virgen, regocíjate con esa exclamación se.encarnó de Ti el Señor de todo, oh arca sagrada, como lo dijo el justo David; fuiste hecha más extensa que los cielos, llevando a Tu Creador. Gloria al que en Ti habitó, gloria al que de Ti brotó, gloria al que por Tu alumbramiento nos ha libertado.
Kontaquio: Tú como Dios, Te has levantado de la tumba y has revivificado el mundo; la naturaleza humana, por eso, Te canta a Ti, que eres Dios, y la muerte está vencida. Adán regocija, oh Maestro, y Eva, ahora libertada de sus vínculos se alegra y exclama, Tú, oh Cristo, eres el que a todos da resurrección.
TONO 2
Tropario: Cuando descendiste a la muerte, oh Vida Inmortal, diste muerte al hades con la brillantes de Tu deidad. Y cuando de las entrañas de la tierra levantaste a los muertos, todas las potestades celestiales exclamaron, oh Dador de vida, Cristo, nuestro Dios, gloria a Ti.
Teotoquio: Sobremanera glorioso trascendiendo todo entendimiento son todos Tus misterios, oh Deípara, porque siendo sellada en pureza y preservada en virginidad fuiste reconocida en verdad como la Madre que diste a luz al Dios verdadero. Por tanto, ruégale que salve nuestras almas.
Kontaquio: Te has levantado de la tumba, Salvador Todopoderoso, y el hades, viendo esta maravilla, se amedrentó y los muertos resucitaron. La creación también se regocija contigo, y se alegra Adán. El mundo, Salvador mío, Te canta para siempre.
TONO 3
Tropario: Regocíjense los celestiales, y alégrense los terrestres, porque el Señor ha hecho valentía con su brazo y hollado la muerte por la muerte. Se ha hecho el Primogénito de los muertos. Nos ha salvado de las entrañas de¡ hades, concediendo al mundo la gran misericordia.
Teotoquio: Te cantamos a Ti, que eres mediadora por la salvación de nuestra raza, Virgen Deípara, porque en la carne que de Ti tomó, Tu Hijo, y Dios nuestro, después de aceptar la pasión de la cruz, nos redimió de la corrupción, porque El es amante de los hombres.
Kontaquio: Este día, Tú, oh compasivo, Te has levantado de la tumba, y nos has conducido fuera de las puertas de la muerte. Este día Adán se exulta y Eva se regocija; con ellos los profetas y patriarcas alaban sin cesar el divino poder de Tu autoridad.
TONO 4
Tropario: Las Discípulas de¡ Señor aprendieron de(ángel las nuevas alegres de la resurrección, y arrojando la maldición ancestral, anunciaron con regocijo a los apóstoles, la muerte ha sido derrotada, Cristo ha resucitado, dando al mundo la gran misericordia.
Teotoquio: El misterio escondido desde la eternidad e ignorado de los ángeles se reveló a los terrestres por medio de Ti, oh Deípara. Dios se encarnó en unión sin confusión, y por nuestra causa aceptó voluntariamente la cruz; y por ella se levantó al que había formado primero, y salvó nuestras almas de la muerte.
Kontaquio: El Salvador y Redentor mío, siendo Dios, ha librado a los terrestres de sus cadenas y ha roto las puertas de¡ hades, y siendo Maestro, ha resucitado al tercer día.
TONO 5
Tropario: Al Verbo Coeterno con el Padre y el espíritu, nacido por nuestra salvación de una Virgen, oh fieles, posternémonos y alabemos, porque El quiso ser levantado en la cruz en la carne, y padecer la muerte, y (evantar a los muertos por su gloriosa resurrección.
Teotoquio: Regocijate, oh Puerta Inviolable de¡ Señor. Regocíjate, oh Muro y Protección de los que a Ti se apresuran. Regocíjate, oh Refugio quieto que nos has conocido varón, oh Tú que has dado a luz en la carne a Tu Creador y Dios, seguirás intercediendo por los que alaban y adoran Tu alumbramiento.
Kontaquio: Al hades, Salvador mío, descendiste y quebrantaste sus puertas, siendo Todopoderoso. Y levantaste contigo a los muertos, siendo Creador, y destruiste el aguijón de la muerte. Adán también ha sido libertado de la maldición, oh Amante de la humanidad, y por tanto, todos clamamos, oh Señor, sálvanos.
TONO 6
Tropario: Las potestades angelicales estaban ante Tu tumba, y los que Te vigilaban cayeron como muertos, y María entrando en Tu sepulcro, buscaba Tu purísimo cuerpo. Te despojaste del hades sin ser entrampado por él. Descendiste al encuentro de la Virgen dando vida, oh Señor, que de entre los muertos resucitaste. Gloria a Ti.
Teotoquio: El que Te llamó, Madre bendita, fue a sufrir voluntariamente, queriendo rescatar a Adán y resplandeció desde la Cruz, diciendo a los ángeles, regocijaos conmigo, porque ha encontrado la dracma perdida. Gloria a Ti, oh Dios, que todo ¡o has ordenado con sabiduría.
Kontaquio: Levantando a todos los muertos con Tu vivificante mano de los valles tenebrosos, Cristo Dios nuestro, Dador de vida, quiso conceder la resurrección a esta masa humana. Porque El es Salvador de todos, la Resurrección, la Vida y Dios de todos.
TONO 7
Tropario: Por Tu cruz has destruido la muerte; al ladrón has abierto el Paraíso; los gemidos de las Miráforas has tornado en regocijo, y has mandado a Tus apóstoles proclamar que Tú, oh Cristo Dios nuestro, has resucitado y concedes al mundo gran misericordia.
Teotoquio: Siendo Tú el Tesoro de nuestra resurrección, Tú que eres alabada de todos, condúcenos de¡ abismo y profundidad de la transgresión a nosotros que ponemos en Ti nuestra Esperanza, porque has salvado a los culpables de pecado, habiendo dado a luz al Salvador, oh Tú que fuiste Virgen antes de¡ alumbramiento, en el alumbramiento, y después de¡ alumbramiento.
Kontaquio: El dominio de la muerte no puede dominar más al hombre, porque Cristo ha descendido aboliendo y destruyendo su poder. El hades ya está vinculado, y los profetas se regocijan diciendo unánimes: El Salvador ha aparecido a los que tienen fe, salid, oh fieles, a la resurrección.
TONO 8 Tropario: De las alturas descendiste, oh Compasivo, y quisiste sufrir la sepultura de tres días, para librarnos de las pasiones. Vida y Resurrección nuestro, Señor, gloria a Ti.
Teotoquio: Tú que por nuestra causa naciste de una Virgen, oh Bondadoso y sufriste la crucifixión destruyendo la muerte por la muerte, y siendo Dios, manifestaste la resurrección. No desprecies las obras de Tus manos. Muestra Tu amor a los hombres, oh misericordioso. Recibe la intercesión hecha por nuestra causa por la Deípara, que Te dio a luz, y salva a Tu angustiado pueblo, oh Salvador nuestro.
Kontaquio: Habiéndote levantado de la tumba, Tú has dado vida a los muertos y has levantado a Adán. Y Eva se regocija por Tu resurrección. Y todos los confines de la tierra están triunfantes a causa de Tu resurrección de entre los muertos, oh Tú que eres grande en misericordia.