Friday, October 16, 2015

Bienes terrenales - San Serafín de Sarov


El Señor no nos reprocha el goce de los bienes terrenales. El dijo que, dada nuestra situación en la tierra, nosotros tenemos necesidad de ellos a fin de dar tranquilidad a nuestras existencias y tornar más cómodo y fácil el camino hacia nuestra patria celestial. Y el Apóstol Pedro estimó que no hay nada mejor en el mundo que la piedad unida a la alegría. La Santa Iglesia ora para que esto se nos dé. Pese al hecho de que las penas, las desgracias y las necesidades sean inseparables de nuestra vida en la tierra, el Señor no quiso jamás que las inquietudes y las miserias constituyan toda la trama. Es por eso que, por boca del Apóstol, El nos recomienda llevar la carga unos de los otros a fin de obedecer a Cristo, quien personalmente nos dio el precepto de amarnos mutuamente. Reconfortados en este amor, la marcha dolorosa sobre el camino estrecho que conduce hacia nuestra patria celestial nos será facilitado. No descendió el Señor del cielo para ser servido, sino para servir y dar Su vida por la redención de una multitud (Mt. 20,28; Mc. 10,45). Actuad de la misma forma, amigo de Dios y, consciente de la gracia de la que habéis sido visiblemente el objeto, comunicadla a todo hombre que desea su salvación.

San Serafín de Sarov

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El árbol de la vida y el pecado original....


A fin de que Adán y Eva pudiesen mantener siempre en ellos sus propiedades inmortales, perfectas y divinas, provenientes del soplo de vida, Dios plantó, en medio del paraíso, el árbol de la vida, en cuyos frutos El encerró toda la sustancia y la plenitud de los dones de Su divino aliento. Si Adán y Eva no hubieran pecado, habrían podido, ellos y sus descendientes, comer los frutos de este árbol y mantener en ellos la fuerza vivificante de la gracia divina, así como la plenitud inmortal, eternamente renovada, de las fuerzas corporales, psíquicas, y espirituales, perpetua juventud, un estado de beatitud que, actualmente, nuestra imaginación apenas puede representarse.

Pero habiendo gustado el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, antes de la hora y contrariando los mandamientos de Dios, conocieron la diferencia entre el bien y el mal y se convirtieron en el blanco de los desastres que se abatieron sobre ellos después de su desobediencia. Perdieron el don precioso de la gracia del Espíritu Santo y, hasta el advenimiento a la tierra de Jesucristo, Dios Hombre, el Espíritu no estuvo en el mundo.


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