Imagen instructiva: Cristo, la Santa Theotokos y San Estilianos bendiciendo y protegiendo a los que cargan la bendita cruz de la vida familiar en Cristo. Una mujer arrepentida carga sobre ella el pecado de su aborto. A la derecha, el Nuevo Herodes del Aborto se presenta personificado, con el médico que le ayuda, y unas mujeres, que llevan sus hijos ante ellos ávidas de amor por el placer, con el corazón enardecido por el pecado y la indiferencia.
Nota: Aquí, el Padre Paisios, con la iluminación divina que posee, muestra cuán terrible es este pecado e intenta convencer al mundo entero sobre cuán grave es el pecado del aborto. Él no usa esto como una astucia para apoyar a ningún partido político. Y no apoyaría a los que usaran la violencia para hacer apología contra los que practican el aborto o contra sus pacientes. Que sus palabras nos concedan la contrición de aprender cuán gran pecado es el aborto, y cómo podemos regresar a Cristo y su arrepentimiento, reconociendo la sagrada imagen de Dios en cada ser humano, incluso en el vientre de una madre.
–Padre, una mujer de cuarenta años, que había criado muchos hijos, estaba embarazada de tres meses. Su marido la había amenazado con que, si no abortaba, la abandonaría.
Si aborta, sus otros hijos lo pagarán con sufrimientos y accidentes. Hoy en día, los padres asesinan a sus hijos con el aborto y no tienen la bendición de Dios. En los tiempos antiguos, si un niño pequeño nacía muy enfermo, se le bautizaba, y moría como un ángel, y era más seguro.
Los padres tenían otros hijos mayores, pero también tenían la bendición de Dios. Hoy, matan a sus hijos por medio del aborto, así como se esfuerzan por mantenerlos vivos cuando están enfermos. Acuden a Inglaterra, a América para sanarlos. Y siguen dando a luz hijos, incluso más enfermos, porque, si quieren tener una familia, pueden dar a luz de nuevo a hijos enfermos, y en ese momento, ¿qué pasaría? Si tuvieran unos cuantos hijos, no podrían acudir tanto al que estuviera enfermo. Moriría y se convertiría en un angelito.
–Padre, leí una vez que cada año, hay un total de 50 millones de abortos y 200.000 mujeres mueren por complicaciones.
Matan a los niños porque dicen que, si la población se incrementara, no habría suficiente alimento para todos, con el fin de preservar a la humanidad. Hay muchas zonas sin cultivar, muchos bosques, para que, con las herramientas de hoy en día, por ejemplo, se pudieran plantar olivares para darlos a los pobres. No es que cortaran los árboles y así no hubiera oxígeno, porque estos árboles serían reemplazados por otros.
En América, arrasan el trigo, y aquí en Grecia, tiran los alimentos a la basura, etc., mientras que en África, la gente se muere de hambre. Cuando la gente estaba muriendo de hambre en Abisinia, porque tenían una gran sequía, le dije a un conocido mío, propietario de barco, que ayudara, en estas circunstancias, yendo a los vertederos de basura y cargando su barco para llevar (los alimentos sobrantes) de forma gratuita. No le permitieron hacer esto bajo ningún concepto.
–¡Cuántos miles de embriones son asesinados cada día!
El aborto es un terrible pecado. Es un asesinato, y por supuesto, un gran asesinato, el matar a niños no bautizados. Los padres deben entender que la vida empieza en el instante de la concepción.
Una noche, Dios me permitió ver una terrible visión, informándome de este asunto. Era la tarde del martes de la Semana Luminosa de 1984. Encendí dos velas en candeleros, como hago siempre cuando voy a dormir, por aquellos que sufren corporal o espiritualmente. En aquellos incluyo a los vivos y a los muertos. A media noche, mientras recitaba la oración de Jesús, vi un gran campo rodeado por una valla, cubierto por el trigo que había empezado a crecer. Permanecí fuera del campo, y encendí velas por los difuntos y las coloqué en el muro de la valla.
A la izquierda había un lugar vacío, lleno de rocas y acantilados, que temblaba constantemente por el clamoroso sonido de miles de voces que te rompían el corazón y te hacían estremecer. E incluso, el hombre más duro que lo escuchara, sería incapaz de permanecer impasible. Mientras escuchaba estos gritos desgarradores, me pregunté de donde venían esas voces, y qué estaba pasando con todo lo que veía, y escuché una voz que me decía: “El campo cubierto por el trigo que acaba de germinar, es el cementerio de las almas de los muertos que podrían resucitar. En el lugar que estaba temblando por los desgarradores clamores se encuentran las almas de los niños asesinados por los abortos”.
Recordando esta visión, he sido incapaz de descansar por la gran pena que experimenté por las almas de los niños. Ni siquiera pude tumbarme para descansar, aunque estuve ocupado todo el día.
–Padre, ¿se puede hacer algo para derogar la ley del aborto?
Si, pero la nación, la Iglesia, etc., debe estar dispuesta a informar a la gente sobre las consecuencias del descenso de la natalidad. El sacerdote debe explicar al mundo que la ley del aborto está en contra de los mandamientos del Evangelio. Los médicos, desde sus posiciones, deberían hablar sobre los riesgos que corren las mujeres que abortan. Mira, los europeos tenían realezas, y las dejaban como herencia a sus hijos. Teníamos temor de Dios, pero lo perdimos y no lo dejamos en herencia a nuestras generaciones, y por eso legalizamos el aborto, los matrimonios civiles, etc. Cuando el hombre desobedece un mandamiento del Evangelio, sólo él es responsable. Sin embargo, cuando algo que choca con los mandamientos del Evangelio se convierte en una ley de la tierra, entonces la ira de Dios cae sobre toda la nación, para que sea castigada.
(San Paisios de Monté Athos)
Ahora Es San Paisios de Monté Athos.
Nota: Aquí, el Padre Paisios, con la iluminación divina que posee, muestra cuán terrible es este pecado e intenta convencer al mundo entero sobre cuán grave es el pecado del aborto. Él no usa esto como una astucia para apoyar a ningún partido político. Y no apoyaría a los que usaran la violencia para hacer apología contra los que practican el aborto o contra sus pacientes. Que sus palabras nos concedan la contrición de aprender cuán gran pecado es el aborto, y cómo podemos regresar a Cristo y su arrepentimiento, reconociendo la sagrada imagen de Dios en cada ser humano, incluso en el vientre de una madre.
–Padre, una mujer de cuarenta años, que había criado muchos hijos, estaba embarazada de tres meses. Su marido la había amenazado con que, si no abortaba, la abandonaría.
Si aborta, sus otros hijos lo pagarán con sufrimientos y accidentes. Hoy en día, los padres asesinan a sus hijos con el aborto y no tienen la bendición de Dios. En los tiempos antiguos, si un niño pequeño nacía muy enfermo, se le bautizaba, y moría como un ángel, y era más seguro.
Los padres tenían otros hijos mayores, pero también tenían la bendición de Dios. Hoy, matan a sus hijos por medio del aborto, así como se esfuerzan por mantenerlos vivos cuando están enfermos. Acuden a Inglaterra, a América para sanarlos. Y siguen dando a luz hijos, incluso más enfermos, porque, si quieren tener una familia, pueden dar a luz de nuevo a hijos enfermos, y en ese momento, ¿qué pasaría? Si tuvieran unos cuantos hijos, no podrían acudir tanto al que estuviera enfermo. Moriría y se convertiría en un angelito.
–Padre, leí una vez que cada año, hay un total de 50 millones de abortos y 200.000 mujeres mueren por complicaciones.
Matan a los niños porque dicen que, si la población se incrementara, no habría suficiente alimento para todos, con el fin de preservar a la humanidad. Hay muchas zonas sin cultivar, muchos bosques, para que, con las herramientas de hoy en día, por ejemplo, se pudieran plantar olivares para darlos a los pobres. No es que cortaran los árboles y así no hubiera oxígeno, porque estos árboles serían reemplazados por otros.
En América, arrasan el trigo, y aquí en Grecia, tiran los alimentos a la basura, etc., mientras que en África, la gente se muere de hambre. Cuando la gente estaba muriendo de hambre en Abisinia, porque tenían una gran sequía, le dije a un conocido mío, propietario de barco, que ayudara, en estas circunstancias, yendo a los vertederos de basura y cargando su barco para llevar (los alimentos sobrantes) de forma gratuita. No le permitieron hacer esto bajo ningún concepto.
–¡Cuántos miles de embriones son asesinados cada día!
El aborto es un terrible pecado. Es un asesinato, y por supuesto, un gran asesinato, el matar a niños no bautizados. Los padres deben entender que la vida empieza en el instante de la concepción.
Una noche, Dios me permitió ver una terrible visión, informándome de este asunto. Era la tarde del martes de la Semana Luminosa de 1984. Encendí dos velas en candeleros, como hago siempre cuando voy a dormir, por aquellos que sufren corporal o espiritualmente. En aquellos incluyo a los vivos y a los muertos. A media noche, mientras recitaba la oración de Jesús, vi un gran campo rodeado por una valla, cubierto por el trigo que había empezado a crecer. Permanecí fuera del campo, y encendí velas por los difuntos y las coloqué en el muro de la valla.
A la izquierda había un lugar vacío, lleno de rocas y acantilados, que temblaba constantemente por el clamoroso sonido de miles de voces que te rompían el corazón y te hacían estremecer. E incluso, el hombre más duro que lo escuchara, sería incapaz de permanecer impasible. Mientras escuchaba estos gritos desgarradores, me pregunté de donde venían esas voces, y qué estaba pasando con todo lo que veía, y escuché una voz que me decía: “El campo cubierto por el trigo que acaba de germinar, es el cementerio de las almas de los muertos que podrían resucitar. En el lugar que estaba temblando por los desgarradores clamores se encuentran las almas de los niños asesinados por los abortos”.
Recordando esta visión, he sido incapaz de descansar por la gran pena que experimenté por las almas de los niños. Ni siquiera pude tumbarme para descansar, aunque estuve ocupado todo el día.
–Padre, ¿se puede hacer algo para derogar la ley del aborto?
Si, pero la nación, la Iglesia, etc., debe estar dispuesta a informar a la gente sobre las consecuencias del descenso de la natalidad. El sacerdote debe explicar al mundo que la ley del aborto está en contra de los mandamientos del Evangelio. Los médicos, desde sus posiciones, deberían hablar sobre los riesgos que corren las mujeres que abortan. Mira, los europeos tenían realezas, y las dejaban como herencia a sus hijos. Teníamos temor de Dios, pero lo perdimos y no lo dejamos en herencia a nuestras generaciones, y por eso legalizamos el aborto, los matrimonios civiles, etc. Cuando el hombre desobedece un mandamiento del Evangelio, sólo él es responsable. Sin embargo, cuando algo que choca con los mandamientos del Evangelio se convierte en una ley de la tierra, entonces la ira de Dios cae sobre toda la nación, para que sea castigada.
(San Paisios de Monté Athos)
Ahora Es San Paisios de Monté Athos.
Catecismo Ortodoxo
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