Lo invisible es el corazón de lo visible, el núcleo de lo visible. Lo visible no es nada comparado con lo invisible. Son innumerables las formas en las que lo invisible aparece; aparece y desaparece. El sol es visible, pero la fuerza que produce su calor es invisible. Las numerosas constelaciones son visibles, pero la fuerza que sabiamente las guía por el infinito espacio, que previene que choquen, es invisible. Un imán es visible, pero su fuerza es invisible. La tierra es visible, pero su campo gravitacional es invisible. El ruiseñor es visible, pero la fuerza de la vida que le da su ser es invisible. Muchas criaturas sobre la tierra son visibles, pero la fuerza que de la misma tierra se producen las variedades de hierbas, la diversidad de flores y los diferentes frutos es invisible.
¡La tierra! El más interesante y más misterioso taller, y al mismo tiempo el más ingenioso creador. Incesantemente produce de sí misma animales, plantas y minerales. En ella se producen simultáneamente las rosas y sus espinas, el trigo y la tara, la albahaca y el ajenjo. Esto es evidentemente así. Sin embargo, esa misma evidencia plantea una pregunta: ¿quién trabaja a través de ella, y quién crea mediante ella, quién actúa por medio de ella? Así, la albahaca y el ajenjo crecen frente a frente en el mismo trozo de tierra. Y mientras la tierra produce en la semilla de la albahaca su fragante olor, al mismo tiempo produce en la semilla del ajenjo su característico olor desagradable. Lo mismo puede decirse de las leyes físicas, con las mismas condiciones, lo mismo; y del sol, y la luna, y las estrellas, y la tierra, y la nieve, y el viento, y la lluvia, y las heladas, y la sequía, todos, y el resultado es diametralmente opuesto. ¿Cómo es que el sol y las gotas de lluvia producen un placentero aroma en la albahaca pero un fétido olor en el ajenjo? Y más aún: ¿cómo es que los fluidos de la tierra se convierten en una dulce cereza y en un amargo ajenjo? ¿Quién produce esta inusual diferenciación? En la misma planta, con las mismas condiciones, brota una gran variedad de frutos y vegetales, crecen y maduran, vive una gran diversidad de animales, y las cosas más adversas coexisten. ¿Quién infunde este gran aliento de vida y existencia en todas las criaturas y todas las cosas? En unos y en otros, existe lo opuesto.
Cualquier pensamiento del hombre no puede, sino, ser humillado por la Santa Biblia: “Después dijo Dios: ‘Brote la tierra hierba verde, plantas que den semilla, árboles frutales que produzcan fruto según su especie y cuya semilla esté en ellos sobre la tierra’. Y así fue. Brotó, pues, la tierra hierba verde, plantas que tenían en sí semilla según su especie, y árboles que producían frutos y cuya semilla se hallaba en ellos según su especie… Luego dijo Dios: ‘Produzca la tierra seres vivientes según su especie: animales domésticos y bestias salvajes, según su especie’. Y así fue” (Génesis 1:11-12, 24).
Está claro: la tierra recibe su creatividad, su poder vivificador de Dios. Dios ha transferido a la tierra una parte de su divina omnipotencia, y la tierra, de forma misteriosa, expande la creatividad de Dios, su obra vivificadora. Por tanto, las fuerzas inagotables y supremamente sabias se adaptan en las creaciones de la tierra. La Palabra de Dios fertilizó la tierra y le otorgó su creatividad, su fertilidad, y poder vivificador al mismo tiempo. No solo en el principio, sino ahora, y por siempre, la tierra crea, produce, y da la vida según la Palabra de Dios.
Hay un hecho que es verdadero en un mundo visible; las cosas que son más importantes en la vida son invisibles. El aire es invisible. Sin embargo, ¿hay algo más esencial para la vida del hombre, de los animales y las plantas? Las moléculas son invisibles, como también los átomos y los electrones. Y, ¿no está el mundo visible construido a partir de estos elementos invisibles?
Las partículas invisibles constituyen el mundo visible. ¿Cómo lo invisible se convierte en visible? ¿De qué forma lo invisible se convierte en visible? ¿Cómo es que estas partículas invisibles se conviertan en objetos y aparezcan como materia visible del mundo? ¿De dónde reciben las partículas invisibles su visible, tangible y numerosas formas? La materia visible está compuesta por partículas invisibles. Esto es una paradoja, y sin embargo, también es un hecho. Y en esa paradoja descansa el mundo y su existencia. Lo visible se apoya en lo invisible y está compuesto de lo invisible. El hecho de la materia es que en lo visible incesantemente observamos y miramos la objetivación y la manifestación de lo invisible. Tal es la ley que gobierna el mundo visible; al mismo tiempo es un enigma interminable y un infinito misterio. El hombres es el mejor ejemplo de cómo lo invisible es transformado en lo visible; sus pensamientos invisibles, sus sentimientos invisibles, sus deseos y esperanzas son transformados en obras visibles, acciones visibles y logros visibles. No importa desde qué ángulo sea observado; el hombre, cada hombre, es una obra milagrosa simplemente porque es un hombre. Incesantemente obra milagros; transforma lo invisible en lo visible. Si defiende su honor, ¡observad!. Defiende algo que es invisible, y está listo para sacrificar por algo invisible lo que es visible en él, su propio cuerpo.
Igual que todos los sentimientos, el amor es algo invisible, y sin embargo ¿cuántas vidas se han sacrificado por él, aun cuando es invisible? En su propia naturaleza, la conciencia es el más interno y el más invisible sentimiento, pero por la realidad de su manifestación, ¿qué es más evidente y tangible?
Los hombres se aferran a sus convicciones, sufren la muerte por ellas; pero ¿no son algo invisible? Y en general, todos los pensamientos y sentimientos del hombre, sus deseos y creencias son esencialmente invisibles, a pesar de que sus manifestaciones puedan ser evidentemente perceptibles. El hombre visible es una manifestación, una proyección del hombre invisible: el hombre exterior, una proyección del interior. El hombre visible queda sobre el invisible, existe a través del invisible y sobre el invisible.
La conclusión es que el fundamento de todo lo que es visible es lo invisible; del hombre, su alma invisible; del mundo, el Dios invisible. Lo invisible es la hipóstasis de todo, la base de todo, la sustancia de todas las cosas, esto es, es lo que está sobre el mundo y todo descansa en Él. Cualquier hombre que indaga verdaderamente en los misterios de este mundo y de esta vida debe sentir esto. Por encima de todo lo que es visible, trabaja una fuerza invisible. Lo invisible es lo más fuerte en nuestro mundo de percepción terrenal; la electricidad, la radiación. La fuerza gravitacional es invisible, sin embargo es más fuerte que todos los planetas. Los mueve como niños que mueven canicas. La ley que rige sobre todas las otras leyes en este mundo es la siguiente: lo invisible es el núcleo de lo visible. Este mundo es un laboratorio de Dios en el que lo invisible es manufacturado en visible, pero solo hasta cierto punto. Pues hay límites en la transformación de lo invisible en lo visible. Esto es porque lo invisible es siempre más grande e infinitamente y profundamente más amplio que lo visible. Así como el espíritu es incomparablemente más sabio y más grande, y más profundo que el cuerpo que habita, así también el núcleo invisible de toda sustancia es más amplio, más grande y más profundo que la materia que se encuentra en sí mismo. De hecho, lo visible es la materialización de lo invisible. Pero alrededor de lo visible, y tras lo visible, allí se extiende el interminable mar de lo invisible.
http://cristoesortodoxo.com/2013/11/08/lo-visible-y-lo-invisible/