Monday, December 8, 2014

La Madre de Dios (Theotokos)

Toda la doctrina dogmática sobre la Soberana nuestra esta expresado en sus dos nombres: la Madre de Dios (Theotokos) y la Virgen (aiparthenos). Ambos nombres recibieron su católico reconocimiento, ambos fueron aceptados por la Iglesia Universal. Sobre la inmaculada Concepción de Cristo habla directamente el Nuevo Testamento; este dogma es una parte indivisible de la Tradición eclesiástica. "Encarnado por el Espíritu Santo y la Virgen María" (o "nacido de la Virgen María"), — esto dice el Credo. Y esto no es siempre constatación de un hecho histórico. Es una aseveración de la enseñanza de la fe. El nombre "eterna Virgen" fue aceptado formalmente en el Quinto Concilio Universal (año 553). Mientras "la Madre de Dios" es algo superior, que un nombre o un simple título elogioso. Es la designación dogmática en una sola palabra. Hasta antes del Concilio de Efeso (año 431) el nombre Theotocos ha sido el criterio de la verdadera Fe, la señal distintiva de la Fe Ortodoxa.

Ya san Gregorio el Teólogo había prevenido a Clidonio: "Quien no confiesa a María como Madre de Dios, esta ajeno a Dios" (Epist. 101). Este nombre utilizan ampliamente los Padres del cuarto, y quizás hasta del tercer siglo, por ejemplo Origen — si vamos a creer a Sócrates Escolástico (Hist. ecclesias. 7, 32) y a los fragmentos, conservados en los catenes (In Luc. Hom. 6 y 7). Nestorio y sus seguidores rechazaban e infamaban esa tradición ya consolidada.

La expresión "Madre de Dios" (Theotokos) no se encuentra en los Escritos, y tampoco se encuentra allí la palabra "Hipostático" (omousios). Sin embargo, ni en los Concilios de Nicea, ni de Efeso la Iglesia no introdujo ninguna novedad inaudita. "Nuevas," "no bíblicas" expresiones fueron elegidas, precisamente, por ser interpretadoras y conservadoras de la antigua fe de la Iglesia. Es cierto, que el Tercer Concilio Universal, ocupado ante todo por la cristología, no había elaborado una especial doctrina "mariológica." Y por eso resulta aún más extraordinario ese rasgo distintivo, singular contraseña de la cristología ortodoxa, que se hizo precisamente la noción "mariológica." "La Madre de Dios" es la palabra clave de la cristología. "En este nombre" — dice san Juan Damasceno, — "se concluye todo el misterio de la Encarnación" (De fide orth. 3,12; PG 94,1029). Según la formulación acertada de Petavio: "Es tan utilizable y de primera orden la palabra "Hipostático" cuando se explica el dogma de la Santa Trinidad, como lo es la palabra "Madre de Dios" — durante la explicación de la "Encarnación" (De incarnacione V, 15). Cual es la causa de tan fija atención, nos parece evidente. La doctrina Cristológica, privada del dogma sobre la Madre de Dios, no permite una exposición justa y exacta. Todos los errores y discusiones mariológicas de tiempos actuales tienen sus raíces en la pérdida de la orientación Cristológica, descubriendo un agudo "conflicto cristológico."

En la " truncada cristología" no hay lugar para la Madre de Dios. Los teólogos protestantes no tienen nada que decir sobre Ella. Sin embargo, no reparar en la Madre es — no entender al Hijo. Y viceversa, acercarse a la comprensión de la personalidad de la Virgen Superbendita, comenzar a hablar correctamente de Ella, se puede solamente en el contexto cristológico. Mariología — no es una doctrina independiente, sino un capítulo del tratado sobre la Encarnación. Pero, evidentemente, no es un capítulo fortuito, ni un suplemento, que pudiera ser omitido. Ese capítulo representa la propia esencia de la doctrina. El Misterio de la Encarnación es inconcebible sin la Madre del Encarnado. Sin embargo, esta perspectiva cristológica a veces se encuentra ofuscada por una admiración desmedida, por un entusiasmo espiritualmente no sensatos. La piedad debe seguir el dogma. Existe una rama mariológica también en la enseñanza sobre la Iglesia. Pero de todos modos el propio dogma de la Iglesia representa la "cristología difundida," la doctrina sobre "todo Cristo — la Cabeza y el Cuerpo de la Iglesia."

"¡Virgen Madre alégrate!" Himno de San Nectario

El Oso y el ateo

Un ateo estaba dando un paseo por el bosque,
admirando todo lo que el "accidente de la evolución" tenía
creado.
"¿Qué animales hermoso!" se dijo.

Mientras caminaba junto al río, oyó un
susurro de los arbustos detrás de él. Se volvió hacia
mirar. Vio una carga oso grizzly de 7 pies
hacia él.

Corrió tan rápido como pudo por el sendero. él
mirado por encima del hombro y vio que el oso
estaba cerrando. Él corrió aún más rápido, tan asustada
que las lágrimas acudían a sus ojos.

Mirando por encima del hombro de nuevo, el oso era
aún más cerca. Su corazón latía frenéticamente
y trató de correr aún más rápido. Tropezó y
cayó en el suelo.

Se dio la vuelta para levantarse por sí mismo, pero no vio la
soportar, justo encima de él, tratando de alcanzarlo con
su pata izquierda y levantando su pata derecha a la huelga.


En ese instante, el ateo gritó, sin
pensando,
"Dios mío! ..."

El tiempo se detuvo.
El oso se paralizó.
El bosque estaba en silencio.
Incluso el río dejó de moverse.

Como una luz brillaba sobre el hombre, una voz
salió del cielo,
"Usted niega mi existencia durante todos estos años,
enseñar a otros que no existo y aun de crédito
creación a un accidente cósmico. ¿Me esperas
para ayudarle a salir de esta situación? ¿Estoy ahora
que contará como un creyente? "

El ateo miró directamente a la luz y
contestado,
"Sería hipócrita para mí ser un
Cristiana después de todos estos años; pero, tal vez,
usted podría hacer el oso cristiano? "

"Muy bien", dijo la voz.

La luz se apagó.
El río corría nuevamente.
Los sonidos del bosque se reanudaron.

Y entonces el oso bajó la pata derecha ...
juntó sus garras ... inclinó la cabeza y
habló:
"Señor, por este alimento que estoy a punto de recibir,
Estoy muy agradecido ".
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La veneración de los iconos

La Iglesia Ortodoxa tiene un tesoro invaluable, no solo en el ámbito de los oficios y las obras de los Santos Padres, sino también en el ámbito del arte eclesiástico. Como se sabe, la veneración de los santos iconos es muy importante en la Iglesia Ortodoxa, ya que el icono es algo mucho más grande que una simple imagen. No es simplemente un adorno del templo o una ilustración de las Sagradas Escrituras, sino que tiene una correspondencia total con Ellas, es un objeto que entra orgánicamente en la vida de los oficios divinos. Con ello se explica el significado que la Iglesia da al icono, es decir, no a cualquier representación en general, sino al icono canónico, es decir, aquella imagen específica que Ella misma ha elaborado en el transcurso de su historia en la lucha contra el paganismo y las herejías; aquella imagen por la cual, en el período iconoclasta, pagó con la sangre de sus mártires y confesores de la fe.

'Icono' es una palabra griega que significa 'imagen, representación.' En el icono la Iglesia no ve sólo un aspecto cualquiera de la enseñanza cristiana de la fe, sino la expresión del Cristianismo en su totalidad, la Ortodoxia como tal. Por ello, es imposible comprender o explicar el arte eclesiástico fuera de la Iglesia y Su vida. El icono, como imagen sagrada, es una de las manifestaciones de la Tradición de la Iglesia. La veneración de los iconos del Salvador, la Madre de Dios, los ángeles y los santos es un dogma de la fe cristiana que fue formulado por el VII Concilio Ecuménico - un dogma que emana de la confesión fundamental de la Iglesia: la encarnación del Hijo de Dios. El icono de nuestro Señor es el testimonio de Su encarnación verdadera, no ilusoria. El significado dogmático del icono fue claramente formulado durante el período iconoclasta.

Al defender los iconos, la Iglesia Ortodoxa no defendía su aspecto didáctico o estético, sino el mismo fundamento de la fe cristiana: el dogma de la encarnación , ya que el icono del Salvador es al mismo tiempo, testimonio de Su encarnación y nuestra confesión de Jesucristo como Dios. "Yo vi la imagen humana de Dios y fue salva mi alma," dice San Juan Damasceno. En otras palabras, el icono del Salvador es, por un lado, testimonio de la plenitud y realidad de Su encarnación, la representación de la personalidad Divina del Verbo encarnado, una naturaleza nueva transfigurada; y por otro lado, testimonio de la realidad de nuestro conocimiento de Jesucristo como Dios, es decir, la revelación. La aspiración del hombre hacia Dios, que es el aspecto subjetivo de la fe, se encuentra con la respuesta de Dios al hombre - la revelación, que es el conocimiento religioso objetivo, expresado en palabras o en imágenes. De este modo, el arte litúrgico es, no sólo nuestra ofrenda a Dios, sino también el descenso de Dios; el arte en el cual se produce el encuentro de Dios con el hombre, de la gracia con la naturaleza, de la eternidad con lo temporal. La tradición es la revelación que sigue viviendo. Es la vida de la Iglesia en el Espíritu Santo. La experiencia de aquel que la recibió, crece con la experiencia de todos los que la recibieron después que él. Esta conjugación de unidad de la verdad de la revelación con la experiencia personal de su recibimiento es uno de los aspectos fundamentales de la Ortodoxia: su característica de ser Concilial.

En esencia, la Iglesia Ortodoxa ve en la encarnación del Hijo de Dios el fundamento para la veneración de los iconos. Las iconos elevan nuestro pensamiento de la imagen al Arquetipo.

La Iglesia Ortodoxa es la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo



La Iglesia Ortodoxa es la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo y establecida en el mundo por sus apóstoles. La palabra Iglesia es de origen griego y se refiere a una Asamblea o Sociedad de creyentes (del verbo convocar o llamar).

Fundó su Iglesia como depositaria de la gracia y de los medios de salvación y su finalidad es continuar la obra de la salvación y conducir a los hombres al Reino de Dios (Juan 3:16-17, Juan 10:10; Hechos 1:18).

Los Miembros de la Iglesia serían los que mediante la predicación de sus apóstoles, creyeran en El y fueran bautizados (Mas. 28:19-20; Juan 3:3; Marc 16:16), además estableció una autoridad para administrarla conferida a sus apóstoles y sus sucesores los obispos (Luc. 10:16; Mat 17:18, Hechos 20:28; 1 Tim 2:3, Tit 1:7).

Palestina es la cuna del cristianismo, donde Jesús nació, vivió, actuó, predicó, fue crucificado, resucitó y subió a los cielos, obrando allá la redención del género humano. En Pentecostés, envió el prometido Espíritu Santo a sus apóstoles, quienes, junto con la Santísima Virgen María, las mujeres y hermanos reunidos en la misma sala donde se realizó la Cena, perseveraban unánimes en oración y ruego (Hechos 1:13-15). Esta era la primera Comunidad de los creyentes en Jesús, es decir, la primera Iglesia Cristiana.

Todos los Apóstoles recibieron, en igual medida, el Mandato del Señor. Desde Jerusalén, el evangelio fue propalado por los Apóstoles en los países vecinos. En Antioquía, la gran ciudad de Oriente, los creyentes empezaron a llamarse por primera vez "Cristianos," saludable nombre que llevamos hasta hoy día (Hechos 11:26).

Luego los Apóstoles y discípulos del Señor llevan la Buena Nueva a todos los grandes centros del Mundo, incluyendo Roma, la capital del Imperio Romano, donde San Pablo formó la primera comunidad, que saluda en su Epístola a los Romanos (Cap. 16). A medida que viajaban y predicaban, establecieron Iglesias, a cuyo cargo, por la imposición de las manos y la invocación del Espíritu Santo dejaban un obispo como sus sucesores.

La doctrina cristiana fue revelada de viva voz a los apóstoles por el Divino Maestro, Nuestro Señor Jesucristo. Esta revelación oral fue transmitida en el seno de la Iglesia de generación en generación a todos los que estaban unidos por la caridad (amor), la fe y la esperanza, Ella forma la Tradición de la Fe Ortodoxa. Los fundamentos de la enseñanza del Salvador fueron escritos por los apóstoles y evangelistas y confiados a la Iglesia, la que tomando los textos verdaderos los reunió con el nombre de Libros del Nuevo Testamento, que junto con el Antiguo Testamento forman la Sagrada Biblia. Poseemos, pues, dos corrientes espirituales que se remontan a la misma y única fuente de la palabra revelada: la tradición oral, conservada en la Iglesia y la palabra escrita, contenida en los libros canónicos.

La Revelación que hemos recibido por Cristo, Redentor y Salvador es definitiva. No hay otra revelación más perfecta o más conforme a la Verdad.

Los primeros siglos del cristianismo no fueron fáciles, ya que el Nuevo Mensaje, que enseñaba la fraternidad y el amor, eran extraños al mundo de ese entonces. El judaísmo y el paganismo no sólo no aceptaron la doctrina de Cristo, Dios hecho hombre, ni tampoco su evangelio, sino que la combatieron. Así fue como los gobernantes desde Nerón (A.D. 54). hasta Diocleciano (A.D. 305), desataron terribles persecuciones, derramando la sangre generosa de miles de mártires, que dieron testimonio irrebatible de sus creencias, creciendo la Iglesia cual fructífero árbol.

Con el advenimiento de Constantino 1-ro el Grande 1306). al trono Imperial el Cristianismo fue oficialmente reconocido, y Santa Elena, la madre del Emperador y el mismo Constantino, se convirtieron en sus principales defensores.

La administración de la cristiandad ha sido ejercida por los obispos. Al de más alto rango en cada región, le fue dado con el tiempo, el titulo de Patriarca.

Por razones administrativas, la Iglesia fue organizada en distritos eclesiásticos, a saber: 1). Roma: fundada por San Pablo y primera capital del Imperio Romano, en la cual fueron martirizados San Pedro y San Pablo (67); 2). Constantinopla, fundada por San Andrés y segunda capital del Imperio; 3). Alejandría, el principal centro político, cultural y filosófico de Africa, fundada por S. Marcos; 4).

Antioquía, centro principal de Oriente, llamada la ciudad de Dios, fundada por San Pedro y San Pablo, de la cual San Pedro fue su primer Obispo; 5). Jerusalén, llamada la Madre de la Iglesia, en la cual Nuestro Señor predicó y obró la redención. En la era apostólica fue presidida por el apóstol San Jacobo (Santiago), quien fue su primer obispo. Cada uno de estos centros eclesiásticos tiene un Patriarca, que los preside, y un sínodo episcopal.

Además, ha gozado de autocefalia la Iglesia de Chipre fundada por San Pablo y San Bernabé. El primado de esto es un arzobispo que también tenía atribuciones temporales (conferidos por el Emperador Justiniano).

Todos los patriarcas rentan iguales derechos, eran independientes en la administración de su Iglesia y eran Iguales entre si. Todos los creyentes de la Iglesia han estado unidos por su fe, sacramentos y prácticas comunes. Siendo Roma la Capital del Imperio, se consideraba a su Patriarca el primero entre sus iguales, siendo esto un titulo honorífico solamente (1er. Conc. Ecum., Art. 60., 20 Conc. Ecum., Art. 30., 40. Conc. Ecum., Art. 28; 60. Conc. Ecum., part. 36).

Posteriormente, con el establecimiento de la Capital del Imperio en Bizancio, se dieron honores similares al Patriarca de Constantinopla.

La suprema autoridad de la Iglesia, para tratar los problemas de índole general y de doctrina, fue y sigue sien el Concilio Ecuménico. (Su ecumenicidad debe ser reconocida por la conciencia de toda la Iglesia}.

Para resolver situaciones generales, o tomar acuerdo en circunstancias contingentes de la Iglesia Ortodoxa en su totalidad, se convocan las Conferencias Pan-Ortodoxas en las que están representadas todas las iglesias autocéfalas. En el presente siglo, la primera de ellas se llevó a cabo en 1923 en Constantinopla. Posteriormente en Rodas (Grecia). las de 1961, 1963 y 1964, y en Ginebra (Suiza). la de 1968. Estas últimas han tenido como motivo fundamental la preparación de un próximo Concilio General de la Iglesia, y analizar y determinar la posición de la Iglesia Ortodoxa en materia de ecumenismo.

Además de las persecuciones, la vida de la Iglesia se vio perturbada por las herejías, es decir, interpretaciones desviadas y opuestas a la verdad de la Iglesia. Primeramente aparecieron algunos de origen Judaizante; luego las procedentes del Gnosticismo y las Antitrinitarias.

Para defender la verdad y dar las correctas interpretaciones, además de otras materias normativas eclesiásticas, fueron convocados los Concilios Ecuménicos.

El primer concilio fue convocado por el Emperador Constantino en la ciudad de Nicea, año 325, donde fue condenado el Arrianismo herejía que negaba la completa Dignidad de Cristo, ahí fue compuesta la primera parte del Credo o Símbolo de la fe, que en pocas palabras expresa claramente nuestra creencia y doctrina cristiana. Este Credo fue completado en sus últimos artículos en el Segundo Concilio Ecuménico en Constantinopla (año 381), por ello se llama símbolo Niceno-Constantinopolitano. Dicho Credo es obligatorio para toda la Iglesia Cristiana, y como lo establecieron los Santos Padres en el Art. 7 del 3Ser. Concilio, realizado en la Ciudad de Efeso, nadie bajo anatema, puede cambiar una sola de sus palabras. Además, formuló Ja organización visible de la Iglesia, planteando la posición de las grandes sedes o Patriarcados y también condenó el Macedonianismo, herejía que sosténla que el Espíritu Santo es una criatura.

El tercer Concilio Ecuménico se celebró en Efeso, año 431, que condenó al Nestorianismo (Independencia entre Cristo Dios y Cristo Hombre). El cuarto Concilio fue en Calcedonia, año 451, condenó el Monofisismo. que sostenía una naturaleza de Cristo y dio, además, al Patriarca de Constantinopla el mismo rango de honor que el de Roma. El quinto, en Constantinopla (2-do), año 533, que condenó cierta literatura de índole nestoriana y conciliatoria con los monofisitas. El sexto en Constantinopla (3-ro), año 580, que condenó el Monotelismo (una voluntad en Cristo, y el séptimo, en Nicea 2-do, año 787, que condenó a los iconoclastas y confirmó la veneración de las Imágenes y reliquias.

Así es como en este periodo, la Iglesia confirmó su organización y gobierno terrenal. Además, en él se expusieron y defendieron las verdades básicas y los elementos del culto Ortodoxo por los Padres y Doctores Ecuménicos.

La Iglesia sobrellevó y superó sus penurias por el esfuerzo de sus defensores, quienes ofrecieron su sangre, expresaron su fe y vivieron los principios morales de su religión. Muchos escritores nos legaron monumentos de la fe. Inicialmente los apóstoles y discípulos escribieron el Nuevo Testamento, luego los Padres Apostólicos (Siglo 1). y los Apologistas (Siglo 2). defendieron y expusieron diversos aspectos de la doctrina cristiana. Aparecieron posteriormente las escuelas teológicas, destacándose las de Asia Menor en Edesa (Siglo III); la del Norte de Africa en Cartago da Africa (Siglo 3), de Alejandría (Siglo 4). a la cual pertenecieron los Capadocios, además de otros distinguidos padres, y la de Antioquía (Siglo 5), cuyo más distinguido representante y eminente orador fue San Juan Crisóstomo, el de la boca de oro, que fue llevado al Trono de Constantinopla.

Entra el siglo 10 y el 11, la cristiandad iba a experimentar una de sus más grandes tragedias: El Gran Cisma.

La tesis de Roma, sosteniendo la supremacía de su obispo, la interpolación del "Filioque" (que procede del Padre y del Hijo). en el credo y otros cambios doctrinales y en las prácticas litúrgicas, aparte de razones politices unidos al conflicto entre Oriente y Occidente, llevaron a una profunda ruptura, que culminó en el año 1054.

La desafortunada división de la Cristiandad se complicaría posteriormente, ya que Occidente, a partir del Siglo 16, sufrirla un desmembramiento con motivo de la Reforma, apareciendo así múltiples comunidades protestantes. El cristianismo de Occidente se presentarla entonces enormemente dividido en materias doctrinarias.

Ante este terrible cuadro de cristianos desunidos, la Iglesia Ortodoxa, adolorada por la separación de sus hermanos que reconocen a Cristo como Salvador y Redentor del género humano, reza siempre por la unión de todos en la verdadera fe, transmitida por Nuestro Señor, los Apóstoles y los Padres.

La verdadera Doctrina cristiana, heredada de Cristo y sus apóstoles, fue preservada intacta en el Oriente Cristiano.

La misión natural de la Iglesia es propagar el evangelio y expandir sus fronteras. El privilegio primero de ella es misión y conversión. Es así cómo los primeros Patriarcados, continuando la obra de los apóstoles y discípulos de Cristo, han expandido la verdad cristiana, primero en, los Balkanes: Los Servios, Croatas y Dálmatas fueron convertidos y posteriormente, los eslavos, los moravios, los búlgaros y los ucranianos.

Con el devenir de los siglos otras misiones fueron organizadas y así como se alcanza a China, a Japón, a las tierras nórdicas de Europa, a Alaska, América y el Sur de Africa, donde muchos que no conocían el mensaje de Cristo, lo recibieron con naturalidad y amor.

Originadas por el esfuerzo misionero de los primeros patriarcados, se han establecido iglesias locales, a las que les fue concedida posteriormente autocefalia o autonomía; lo que en ningún caso ha afectado la unidad de la fe, doctrina y sacramentos de la Iglesia. Ellas son: Rusia, Grecia, Servia, Rumania, Georgia, Albania, Bulgaria, Polonia y Monte Sinaí, cada una tiene un Primado y un Sínodo, que asegura su unidad con las otras Iglesias. Los antiguos Patriarcados y estas Iglesias locales existen todavía, sin perder su comunión entre si, ni alterar la unidad de la Iglesia.

Los Cristianos Ortodoxos se encuentran en todos los continentes del Mundo y ascienden aproximadamente a 250000000. No obstante su independencia administrativa y diferencia de idiomas, sea el castellano, portugués, árabe, griego, inglés, chino, eslavo, alemán, japonés, dialectos africanos, hindú, etc., todos tienen las mismas enseñanzas, la misma tradición apostólica, la misma liturgia y sacramentos, servicios y prácticas esenciales. Los fieles que pertenecen a cada una de estas Iglesias locales, no pertenecen en particular a esa Iglesia local, sino a la Iglesia Ortodoxa Universal.

Nuestra Iglesia ha mantenido la cultura, Heleno Cristiana; y el griego y el árabe han sido sus idiomas originales, el segundo en Asia Menor y Egipto, en tanto que el primero en el resto de la cristiandad. El griego fue el idioma en que se escribió la mayor parte del Nuevo Testamento, el que se usó para la prédica de los gentiles, el que usaron los primeros obispos, incluso en Occidente, en Roma y por losmisioneros en Francia e Inglaterra. El verdadero centro de cristianismo fue el Oriente griego y sirio. Varios siglos después Roma usarla el latín, y los rusos, el eslavo.

Después, a partir del siglo 11, al avance de las hordas islámicas (selyúcidas). capturaron la región suroriente del imperio Bizantino, Búlgaros, Servios y Rumanos. Al mismo tiempo los feroces tártaros cayeron sobre los territorios rusos, amenazando la existencia de la civilización oriental y su cristiandad. Aquí la férrea resistencia de la Iglesia y su poder de sacrificio por la fe, tuvo un doble resultado: La Cristiandad Oriental mantuvo su propia existencia y también logró que la cristiandad occidental quedara indemne.

En los siglos 11,12 y 13 occidente organizó siete expediciones militares, llamadas las Cruzadas, cuya intención original era rescatar los lugares Santos de manos del Islam. Este propósito contó con la decidida ayuda de los Emperadores Bizantinos y defensores de la ortodoxia. Pero, además de sus intenciones originales, dado el fanatismo contra la Iglesia Ortodoxa, atacaron las sedes orientales e incluso los mismos Matriarcados, ocupando sus cátedras y, finalmente, no cesaron en volverse contra la propia Capital Bizantina y usurpar el trono imperial. Bizancio volvió después a sus legítimos gobernantes; pero, no obstante ello, y ya debilitados físicamente, en el siglo 15 grupos étnicos y religiosos extraños, subyugaron a los pueblos de la ortodoxia, sin que éstos contaran con la ayuda de occidente.

En el Siglo 19, los ortodoxos, apoyados por la capacidad protectora interior de su Iglesia, se liberaron de la opresión política y religiosa, con la esperanza de una vida libre. En el siglo 20, el materialismo ateo atacarla un baluarte importante de la ortodoxia, Rusia y parte de los Balkanes, pero estos valerosos pueblos han sabido sobrellevar estos ataques y mantener viva la llama inextinguible de la fe, produciendo una legión de mártires contemporáneos, que con valor y sin miedo dieron testimonio de la fe cristiana.

A pesar de haber estado presente en el mundo occidental, el conocimiento de la ortodoxia no es siempre adecuado y las más de las veces entraña prejuicios, particularmente religiosos, culturales y políticos, por falta de información adecuada. Uno de los más comunes, es creerla confinada a las culturas y pueblos que ella tradicionalmente ha animado, otro, es confundirla con elementos no cristianos. Pero especialmente, en el presente siglo, se ha visto como una Iglesia llena de vitalidad y santidad, situada en la continuidad apostólica y expendida por el mundo entero dando testimonio del mensaje preservado en su más prístina pureza, como fue recibida de Cristo, los apóstoles y los Padres. Por esto es que a ella recurren otras denominaciones cristianas, científicos y estudiosos, como la fuente del Cristianismo auténtico y tradicional.

La Ortodoxia no se dedica al proselitismo que va en contra de las denominaciones cristianas, lo que no significa que ella no sea misionera como se ha visto a través de su historia. La caridad y el entendimiento mutuo han de ser principios comunes a todos los cristianos, cualquiera que sea la iglesia, comunidad o denominación a la que pertenezcan. La Iglesia Ortodoxa no olvida el famoso cántico a la caridad, de insuperable belleza, que fue escrito por aquel escogido instrumento del Señor, el santo apóstol Pablo:

"La caridad es paciente, es benigna y sin envidia. La caridad no es jactanciosa, ni se engríe, no es injuriosa, ni busca su propio Interés, no se deja llevar de la ira; olvida y perdona, no se alegra de la maldad, sino que se complace en el bien, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad no deja de existir jamás" (1 Cor 13:4-8).

El proselitismo entre cristianos, es contrario a la caridad y aumenta más y más las diferencias existentes entre las diversas denominaciones, las que deberían ser reducidas y reemplazadas por un entendimiento mutuo, basado en el Cristianismo original, especialmente en los difíciles tiempos que hoy afrontan.

La Ortodoxia, fe mayoritaria del mundo cristiano oriental, donde la doctrina, la tradición y la liturgia del cristianismo han tenido su origen, está consciente de los tesoros que posee y se los brinda a Occidente, que no los conoce o que recientemente comienza a descubrirlos.