Continuación de la (2)
Tal vez, eres un poco negligente, pero tus enemigos no acostumbran a dormir, ni son negligentes en tenderte trampas noche y día. Por eso no busques cosas grandes para no ser humillado y alegrar así a tus enemigos. Busca la humildad, porque quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado (Mt 23:12; Lc 18:14). Y si no estás en condiciones de bastarte a ti mismo, únete a otro que trabaje según el evangelio de Cristo y avanzarás con él. Escucha o bien sométete a quien escucha; sé fuerte, para ser llamado Elías, o bien obedece a quienes son fuertes, a fin de ser llamado Eliseo, quien por haber obedecido a Elías recibió doble parte de su espíritu.
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Si quieres vivir en medio de los hombres, imita a Abraham, Lot, Moisés y Samuel. Si deseas vivir en el desierto, he aquí todos los profetas que te han precedido. Imita a aquellos que vagaron por el desierto, por los valles y las cavernas de la tierra (Hb ll:38.37), pobres, atribulados y afligidos. Está escrito también: La sombra de quien está sediento y el Espíritu de los hombres que han soportado la violencia te bendecirán (Is 25:4). Además, el ladrón sobre la cruz profirió una palabra, el Señor perdonó sus pecados y lo recibió en el paraíso. Entonces, qué gran honor recibirás si eres paciente en la prueba, o ante el espíritu de fornicación, o ante el espíritu de orgullo, o bien frente a cualquier otra pasión! Tú luchas contra las pasiones diabólicas, no para seguirlas, y Jesús te dará lo que te ha prometido. Cuídate de la negligencia, porque ella es la madre de todos los vicios.
Hijo mío, huye de la concupiscencia, porque entenebrece la mente y no permite conocer el misterio de Dios; te hace extraño al lenguaje del espíritu; te impide llevar la cruz de Cristo, y no deja que tu corazón esté sobrio para alabar a Dios. Cuídate de los apetitos del vientre, que te hacen ajeno a los bienes del paraíso. Cuídate de la impureza, ella provoca la ira de Dios y de sus ángeles.
Hijo mío, vuélvete hacia Dios y ámalo; huye del enemigo, y ódialo; así las bendiciones de Dios descenderán sobre ti, y podrás heredar la bendición de Judá, hijo de Jacob. Está escrito, en efecto: Judá, tus hermanos te bendecir n, tus manos estarán sobre la espalda de tus enemigos, y los hijos de tu padre te servirán (Gn 49:8). Cuídate del orgullo, porque es el principio de todo mal. El comienzo del orgullo es alejarse de Dios y lo que le sigue es el endurecimiento del corazón. Si te cuidas de esto, tu lugar de reposo será la Jerusalén celestial. Si el Señor te ama y te da gloria, cuídate de exaltar tu corazón; antes bien, persevera en la humildad y habitarás en la gloria que Dios te ha dado. Vigila sobre ti, porque: Dichoso quien sea encontrado velando; será constituido sobre los bienes de su Señor (Mt 24:46-47), y entrará lleno de alegría en el Reino. Los amigos del esposo lo amar n, porque lo encontraron cuidando la viña.
Hijo mío, sé misericordioso en todas las cosas, porque está escrito: Esfuérzate por presentarte ante Dios como un hombre probado, un trabajador irreprensible (2 Tm 2:15). Vuélvete hacia Dios como el que siembra y cosecha, y almacenarás en tu granero los bienes de Dios. No ores ostensiblemente como aquellos hipócritas, sino renuncia a tus deseos, obra para Dios obrando así por tu propia salvación. Si te aguijonea una pasión: amor por el dinero, envidia, odio y otras pasiones, vela sobre ti, ten un corazón de león, un corazón valiente, combate las pasiones, destrúyelas como a Sijón, Hog y todos los reyes de los Amorreos. El Hijo amado, el Unigénito, el rey Jesús, combate por ti para que puedas heredar las ciudades enemigas. Rechaza todo orgullo lejos de ti y sé valiente. Mira: cuando Jesús, el hijo de Navé, fue valeroso, Dios le entregó en sus manos a sus enemigos. Si eres pusilánime, te haces extraño a la ley de Dios; la pusilanimidad te colma de pretextos para ceder a la pereza, a la incredulidad y a la negligencia, hasta que perezcas. Ten un corazón de león, grita también tú: ¿Quién nos separará del amor de Dios? (Rm 8:35), y di: Aunque mi hombre exterior se desmorone, el interior se renueva día a día (2 Co 4:16).
Si habitas en el desierto, lucha con oraciones, ayunos y mortificaciones. Si vives en medio de los hombres: Sé prudente como las serpientes y sencillo como las palomas (Mt 10:16). Si alguien te maldice, sopórtalo de buen ánimo, espera en Dios que realizará lo que es bueno para ti. Tú no maldigas a la imagen de Dios, pues Dios te ha dicho: A quien me glorifique, yo lo glorificaré, a quien me maldiga yo lo maldeciré (1 S 2:30). Y si te alaban, no te alegres, porque está escrito: Pobres de ustedes si todos los hombres los alaban (Lc 6:26). También está dicho: Dichosos ustedes cuando los insulten, los persigan, y rechacen su nombre como maldito (Lc 6:22). Del mismo modo nuestros padres Bernabé y Pablo, después de ser alabados, rasgaron sus vestiduras y se entristecieron, porque aborrecían la gloria de los hombres. También Pedro y Juan, después de haber sufrido ultrajes en el Sanedrín, salieron llenos de alegría porque habían merecido ser ultrajados por el santo nombre del Señor. Tenían su esperanza en la gloria de los cielos.
Pero tú, hijo mío, huye de los comodidades de este mundo, para estar en la alegría del mundo futuro; no seas negligente dejando pasar día tras día, no sea que te vengan a buscar antes de que tú lo adviertas y conozcas la angustia; y los servidores del ángel de la muerte te rodeen, te rapten cruelmente y te lleven a sus moradas de tinieblas, llenas de terror y angustia. No te aflijas cuando seas ultrajado por los hombres, sino aflígete y suspira cuando peques – este es el verdadero ultraje – y cuando seas doblegado por tus pecados.
Te ruego insistentemente odiar la vanagloria. La vanagloria es el arma del diablo. De este modo fue engañada Eva. (El diablo) le dijo: Coman del fruto del árbol, se abrirán sus ojos y serán como dioses (Gn 3:5). Ella escuchó pensando que era verdad, buscó tener la gloria de la divinidad y le fue quitada incluso aquella gloria humana. Lo mismo tú, si sigues la vanagloria, ella te hará ajeno a la gloria divina. Pero para Eva no había nada escrito a fin de advertirla sobre esta guerra, antes que el diablo la tentase; para esto vino el Verbo de Dios y tomó carne de la Virgen María: para liberar a la estirpe de Eva. Tú, en cambio, respecto a esta guerra, te has instruido en las santas Escrituras, por los santos que te han precedido. Por eso, hermano mío, no digas: “No había oído hablar, no me habían informado ni ayer ni antes de ayer.” Pues está escrito, en efecto: El clamor de su voz se ha difundido por toda la tierra, y sus palabras han llegado hasta los confines del mundo (Sal 18:15; Rm 10:18). Ahora, pues, si eres alabado, refrena tu corazón y da gloria Dios. Y si, en cambio, te insultan, da gloria a Dios y agradécele de ser digno de la suerte de su Hijo y de sus santos. Si han llamado “impostor” a tu Señor, “locos” a los profetas, y “tontos” a otros, cuanto más nosotros, (que somos) tierra y ceniza, no debemos entristecernos cuando somos calumniados. Este es el camino para que tengas vida. Si, en cambio, es tu negligencia la que te precipita, entonces llora y gime. En efecto: Aquellos que se criaban entre púrpura, ahora están cubiertos de basura (Lam 4:5), porque han descuidado la ley de Dios y han seguido sus caprichos. Ahora, hijo mío, llora delante de Dios en todo tiempo, porque esta escrito: Dichoso el que has elegido y has tomado contigo! (Sal 64:5). Has puesto en su corazón tus pensamientos en el valle del llanto, lugar que tú has preparado (Sal 83:6-7).
Adquiere la inocencia, sé como esas ovejas inocentes, que si se les quita la lana no dicen ni una palabra. No vayas de un lugar a otro diciendo: “Aquí o allá encontraré a Dios.” Dios ha dicho: Yo lleno el cielo, Yo lleno la tierra (Jr 23:24). Y de nuevo: Si pasaras a través del agua, Yo estoy contigo (Is 43:2). Y: Los ríos no te sumergirán (Is 43:2). Debes saber, hijo mío, que Dios vive dentro de ti, para que permanezcas en su ley y en sus mandamientos. El ladrón estaba en la cruz y entró en el paraíso. Judas, en cambio, era uno de los apóstoles y traicionó a su Señor. Rajab yacía en la prostitución y fue contada entre los santos; Eva, en cambio, en el paraíso fue engañada. Job sobre la basura fue comparado a su Señor, Adán en el paraíso se desvió del precepto. Los ángeles estaban en el cielo y fueron precipitados al abismo; Elías y Henoc fueron conducidos al reino de los cielos. En todo lugar, por tanto, busquen a Dios, busquen en todo tiempo su fuerza (1 Cro 16:11; Sal 104:4). Búsquenlo como Abraham que obedeció a Dios, ofreció en sacrificio a su hijo y por esto fue llamado “mi amigo.” Búsquenlo como José, que luchó contra la impureza hasta reinar sobre sus enemigos. Búsquenlo como Moisés, que siguió a su Señor; él lo constituyó legislador y le hizo conocer su imagen. Lo buscó Daniel y (Dios) le dio a conocer grandes misterios y lo salvó de las fauces de los leones. Lo buscaron los tres santos y lo encontraron en el horno ardiente. Job se refugió en él, y él le curó sus heridas. Lo buscó Susana, y (Dios) la salvó de las manos de los impíos. Lo buscó Judit, y lo encontró en la carpa de Holofernes. Todos estos lo buscaron, y él los salvó, y también salvó a los otros.
En cuanto a ti, hijo mío, ¿hasta cuándo serás negligente? ¿cual es el límite de tu negligencia? Este año es como el año pasado y hoy es como ayer. Mientras seas negligente, no habrá ningún progreso para ti. Sé sobrio, eleva tu corazón. Deberás comparecer delante del tribunal de Dios y rendir cuentas de lo que has hecho en lo secreto y de lo que has hecho públicamente. Si vas a un lugar donde se combate la guerra, la guerra de Dios, y si el Espíritu de Dios te exhorta: “No te duermas en este lugar, porque hay insidias,” y el diablo por su parte te susurra: “Cualquier cosa que te suceda, es la primera vez, o si has visto esto o aquello, no te aflijas”; no escuches sus astutos discursos. No sea que el Espíritu de Dios se retire de ti y te desanimes, que pierdas la fuerza como Sansón, que los extranjeros te aten con cadenas y te lleven a la rueda de moler; es decir, al rechinar de dientes y te conviertas para ellos en un objeto de irrisión, es decir que se burlen de ti y que ya no conozcas más el camino hacia tu ciudad, porque te han sacado los ojos por haberle abierto tu corazón a Dalila, es decir al diablo que te ha capturado con el engaño, porque no has escuchado los consejos del Espíritu. Has visto también lo que le sucedió a un hombre valiente como David; felizmente en seguida se arrepintió respecto de la mujer de Urías. Está escrito asimismo: Han visto mi herida, teman (Job 6:21).
He aquí que has aprendido que Dios no les ha ahorrado (pruebas) a los santos. Vigila, entonces, sabes las promesas que has hecho, huye de la arrogancia, arranca de ti mismo al diablo para que él no te arranque los ojos de tu inteligencia y te deje ciego, de modo que no conozcas más el camino de la ciudad, el lugar donde vives. Reconoce de nuevo la ciudad de Cristo, dale gloria porque ha muerto por ti.
¿Por qué cuándo un hermano te hiere con una palabra, te enojas, te comportas como una fiera? ¿Acaso no recuerdas que Cristo murió por ti? Y cuando tu enemigo, esto es el diablo, te susurra alguna cosa, inclinas tu oído hacia él para que te derrame su maldad, le abres tu corazón y absorbes el veneno que te ha dado. Desdichado! Éste es el momento de transformarte en una fiera o ser como el fuego, para quemar toda su maldad! Debiste tener náuseas y vomitar la maloliente iniquidad; que el veneno no penetre dentro de ti y perezcas! Oh hombre, no has soportado una pequeña palabra dicha por tu hermano. Pero cuando el enemigo busca devorar tu alma, ¿entonces, qué has hecho? ¿Con él sí tuviste paciencia?
No, querido mío, no se deberá lamentar tu situación, puesto que en vez de un ornamento de oro sobre la cabeza, se te rapará la cabeza a causa de tus obras (Is 3:24). Vigila más bien sobre ti, soporta alegremente a quien te desprecia, sé misericordioso con tu hermano, no temas los sufrimientos del cuerpo.
Hijo mío, presta atención a las palabras del sabio Pablo cuando dice: Me esperan cadenas y tribulaciones en Jerusalén, pero no justifico mi alma con ninguna palabra sobre el modo de acabar mi carrera (Hch 20:23-24); y: Estoy dispuesto a morir en Jerusalén por el nombre de mi Señor Jesucristo (Hch 21:13). Ni el sufrimiento, en efecto, ni la prueba, impedirán a los santos alcanzar al Señor. Ten confianza! Sé valiente! Acaba con la cobardía diabólica! Corre más bien en pos del coraje de los santos. Hijo mío, ¿por qué huyes de Adonai, el Señor Sabaoth y recaes en la esclavitud de los Caldeos? ¿Por qué das de comer a tu corazón en compañía de los demonios?
Hijo mío, cuídate de la fornicación, no corrompas los miembros de Cristo. No obedezcas a los demonios. No hagas de los miembros de Cristo, miembros de una prostituta (1 Co 6:15). Piensa en la angustia del castigo, pon delante de ti el juicio de Dios, huye toda concupiscencia, despójate del hombre viejo y de sus obras y revístete del hombre nuevo (Col 3:9). Piensa en la angustia (que experimentarás) en el momento de salir de este cuerpo.
Hijo mío, refúgiate a los pies de Dios! Es él quien te ha creado y por ti ha padecido estos sufrimientos. Ha dicho, en efecto: Ofrecí mi espalda a los latigazos y mis mejillas a los golpes, no retiré mi cara a la ignominia de los salivazos (Is 50:6). Oh hombre, ¿de qué te sirve hacer el camino hacia Egipto para beber el agua de Geón, que está contaminada? (Jr 2:18). ¿En qué te benefician estos pensamientos turbulentos, hasta el extremo de sufrir tales penas? Conviértete, más bien, y llora sobre tus pecados. Está escrito, en efecto: Si hacen una oferta por sus pecados, sus almas tendrán una descendencia que vivirá por mucho tiempo (Is 53:10).
Oh hombre, has visto que la transgresión es una cosa mala, y cuánto sufrimiento y angustia engendra el pecado. Pronto, huye, oh hombre, del pecado, piensa en seguida en la muerte. Está escrito: El hombre sensato trata duramente al pecado (Pr 29:8), y: El rostro de los ascetas resplandecerá como el sol (Mt 13:43; Dan 12,3). Acuérdate también de Moisés: Prefirió sufrir con el pueblo de Dios, antes que gozar de las delicias momentáneas del pecado (Hb 11:25). Si amas el sufrimiento de los santos, ellos serán tus amigos e intercesores ante Dios y el te concederá todas tus justas peticiones, pues has llevado tu cruz y has seguido a tu Señor.
http://www.diakonima.gr/2009/08/31/antigua-literatura3/