El ayuno es más que un regimen alimentario, más que una dieta cualquiera, aunque esos son los efectos que tiene sobre nuestro cuerpo, que también se limpia y se desintoxica. Pero el propósito de ayunar es el de, diciendo “no” a los alimentos que nos gustan y que nos endulzan, lograr rechazar también todo aquello que creemos que nos produce placer, pero que luego comprobamos que no trae más que dolor y sufrimiento en todos los ámbitos de nuestra vida. El ayuno conduce nuestra atención de lo terrenal a lo divino, porque, acostumbrándonos a la sobriedad, dejamos de prestarle tanta atención a nuestro cuerpo y comenzamos a sentir el pulso de la vida espiritual. Con el ayuno, las prioridades se invierten y se asientan en su forma natural: primero la vida espiritual y, luego, la biológica. En el oficio del Bautizo, ya hacia al final del mismo, decimos una lindísima oración que afirma que Dios creó al hombre “con alma pensante y con un cuerpo bien constituído, para que el cuerpo sirva al alma” y no al revés. Actualmente, para muchos, el alma es sierva del cuerpo hasta llegar al extremo, es decir, hasta llegar a la incapacidad de sentir alguna actividad espiritual. Por eso, el sentido del ayuno es reconducir al hombre hacia aquella armonía ontológica, destruída con la exagerada atención que se le da al cuerpo, cuando la persona sólo busca asegurar su propio comfort.
¿Padre, por qué debemos ayunar? ¿Cuánto nos ayuda ese esfuerzo?
El Santo Apóstol y Evangelista Lucas decía, retomando las palabras de Nuestro Señor: “Estén atentos a Ustedes mismos, que no se saturen sus corazones con la comida, la bebida y las preocupaciones de la vida “ (Lucas 21, 34). El llamado a ayunar es así reafirmado por el mismo Redentor, siendo esas palabras, para nosotros, cristianos, la base principal para ayunar. Los que deseamos alcanzar la vida eterna y la verdad en esta vida tomaremos la palabra del Señor como norma de vida. Por una parte, el ayuno es un esfuerzo, para que el cuerpo no supere al alma, para tener mente ágil, para obtener atención espiritual; por otra parte, el ayuno es una manifestación natural, como sucede entonces cuando el hombre participa del sufrimiento o la tristeza de otro. Cuando los discípulos de Nuestro Señor Jesucristo fueron regañados por los fariseos por no ayunar, recibieron las siguientes palabras de parte del Señor: “¿Quieren ustedes que los compañeros del novio ayunen mientras el novio está con ellos? Mientras tengan al novio con ellos, claro que no pueden ayunar. Pero llegará el momento en que se les arrebatará el novio, y entonces ayunarán.” (Marcos 2, 19-20). El mismo Emperador David, entonces cuando su hijo enfermaba, ayunaba largamente, tratando, por medio de la ascesis, mostrar su arrepentimiento frente a Dios
El ayuno ortodoxo puede ser considerado el más severo del mundo cristiano. ¿Cómo se explica el hecho que, en la Ortodoxia, a diferencia de otras formas de fe, nunca ha sucedido una adaptación a los tiempos actuales, una “flexibilización” significativa del esfuerzo exigido a los creyentes, desde este punto de vista?
No sólo en lo que se refiere al ayuno, sino en todo el cuadro litúrgico, la Iglesia Ortodoxa no ha hecho ningún “aggiornamiento” de acuerdo a cómo cambian las personas, de acuerdo a la moda del momento, sino que ha sabido mantener sus fundamentos verdaderos, mismos que heredó como un tesoro. A una pregunta similar, el Padre Constantin Galeriu decía que también el trigo, como elemento básico en la alimentación del hombre, es algo tan antiguo y, sin embargo, igualmente importante, permaneciendo esencial para el hombre. Todo lo recibido de los Santos Padres, toda nuestra tradición es un valor que esperamos no perder jamás. Claro que, hablando del ayuno, hay alguna excepción y en determinadas circunstancias, como en casos de enfermedad o embarazo, pero esta flexibilización no puede generalizarse, porque el hombre, indiferente de los tiempos en los que se viva, es quien necesita cumplir fielmente con perseverancia tales esfuerzos, que la Iglesia nos enseña son el camino para alcanzar esa vida con sentido que estábamos buscando. Pero la Iglesia no necesita hacer esas concesiones de modo general. Sin embargo, si por ejemplo, en una determinada región o en determinadas condiciones, sólo se pudiera consumir huevos o queso, la Iglesia indudablemente lo permitiría.
Hay quienes dicen “yo no ayuno porque podría enfermarme” o “no rendiría de la misma forma en mi trabajo si comienzo a ayunar”.
Hay una cita de la Filocalia, del anciano Ioan Carpatiul, que dice así: “Me han hablado algunos hermanos monjes, quienes sufren de enfermedades crónicas y por tal motivo no pueden ayunar... Ellos me manifestaron así su preocupación: “¿Cómo podremos protegernos del maligno y de las pasiones, sin ayunar?” La respuesta a esto es “No sólo evitando ciertos alimentos sino también dando el corazón podrán vencer y ahuyentar todo pensamiento errado y a quienes les incitan”
Todo lo referente al ayuno está directamente vinculado al estado espiritual y la fe de cada uno. En la medida en que el hombre profundiza en su oración y en su fe en Dios, recibe una fuerza desconocida, un consuelo enorme y la capacidad de dirigirse a Dios. Nuestro Señor decía “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que viene de Dios” (Mateo 4,4).
Si yo ayuno, pero no tomo parte de la palabra de Dios, no rezo suficientemente, seguro que no me alcanzará con ayunar, que mi fe disminuirá y, entonces, un día me despertaré débil y asustado. Actualmente, muchos de nosotros, llenos de preocupaciones y excusas, buscaríamos flexibilizar todo, si se pudiera. Yo mismo conocí un caso, de unas personas cercanas a mí, quienes, viniendo a confesarse, me dijeron: “Padre, dénos su bendición para ayunar sólo la primera y la última semanas, porque así hemos ayunado toda la vida” Yo les dije “Bien, pero si así han ayunado toda la vida, quiere decir que no saben si pueden o no completar todo el período de ayuno. Entonces, intenten ayunar el período completo, para comprobar si podían o no. ¿Para qué cumplir con el mandamiento de ayunar sólo por la mitad?”. En ese momento, les expliqué detenidamente qué significa ayunar y cuáles son sus frutos. Entendiendo todo lo que les dije, dichas personas lograron ayunar como es debido y me contaron, más adelante, cómo no sólo lograron ayunar todo el período, sino que además buscaron practicar un ayuno aún más severo, de acuerdo a sus posibilidades. Es decir, sólo entendiendo el sentido de este esfuerzo al que estamos llamados, nosotros, no alguien más, recibiremos también la fuerza necesaria para resistir las tentaciones de renunciar.
Conozco personas que trabajan duro físicamente, en condiciones muy severas y que Ayunan como lo hacen los Monjes. Personas así nos demuestran que Dios le da a los que lo buscan una fuerza más allá de lo que podemos entender usualmente. Esas personas que oran, que se confiesan, que comulgan encontrando fuerzas en el Cuerpo y la Sangre del Seșor, la verdadera comida y bebida.
Si en una familia el ayuno es percibido de forma distinta, especialmente en esos casos en los que uno de los esposos ayuna y el otro no... ¿Cómo puede hacerse que esto no afecte la relación entre ambos esposo?
El esposo, la esposa o quien sea de la familia que ayuna, debería, en primer lugar, vivir el ayuno con ternura, con belleza espiritual, sin regañar o molestar al otro. Tarde temprano, este último notará los esfuerzos del que ayuna y en algún momento empezará a ayunar también. Entonces, el otro (que ayuna) orará por este último y así se cumplirán las palabras del Apóstol Pablo, “el hombre que no cree se santifica por su mujer creyente y la mujer que no cree se santifica por su esposo creyente” (I Corintios 7,14). La misma posibilidad es válida para los demás miembros de la familia.
Más allá de los períodos de ayuno determinados por la Iglesia, ¿Está condicionada la Santa Eucaristía al ayuno?
En ninguna parte en los cánones de la Iglesia podrá hallar tal clase de condicionamiento. Pero igualmente es bueno que, además de los períodos de ayuno antes y sobre todo en las vísperas de comulgar, la persona haga este esfuerzo, entendiéndolo como una preparación para lo que habrá de venir. Por eso, muchos confesores invitan a los fieles a ayunar uno, dos o tres días, antes de comulgar. Y hacen bien, porque es una preparación más minuciosa, que nos libera de lo cotidiano.
Alguien preguntaba: “¿Cómo enfrentar las burlas o bromas por parte de compañeros de trabajo, cuando se organizan distintos eventos en dias señalados como de ayuno?”
La persona deberá entender que es en esa clase de situaciones en las que se hace más fuerte. Solemos “solidarizarnos” rápido, cuando se trata de bromear, de ironizar o cualquier otra cosa fácil que usualmente hiere al alma. Pero una respuesta firme, la cual asumimos con toda sus consecuencias, haría que los otros entendieran que somos personas que creemos lo que vivimos y vivimos lo que creemos. Si “sacudes” un poco a los que se ríen de tí, verás que también ellos tienen al menos cierto grado de fe, misma que no saben vivir como debieran.
¿Quién es, en este caso, digno de risa y quién digno de compasióm? El que cree con firmeza o el que cree sólo parcialmente?
Es muy importante defender hasta el final nuestra fe, porque nuestro lugar en la Iglesia no es uno particular, sino, en determinado momento, empiezo a estar en comunión con todos los hijos de la Iglesia, que ayunan. Estoy obedeciendo algo, testificando mi fe, por lo que renunciar a mi fe, aún cuando fuera mediante un gesto aparentemente pequeño, significaría negarla.
Cuando visitemos a alguien, colegas o amigos, por ejemplo y nos miren como extraños porque ayunamos, llegará el momento en el que, seguramente, por determinada circunstancia, esos mismos amigos o compañeros dirán: “esta persona es ciertamente un creyente, alguien que vive su credo hasta las últimas consecuencias... a él podemos pedirle consejo, en él podemos confiar”. Porque nadie puede vivir siempre en la mentira. Por una parte, podrá rechazar lo que le parezca una imposición, pero, por la otra, apreciará a aquellos que asumen su fe en Dios, con todo lo que esta decisión implica. Luego, no podemos ser “tibios”. En tales situaciones, no temamos ser ridiculizados o desconsiderados por parte de los otros, porque se trata simplemente de testificar o no nuestra propia Fe.
Catecismo Ortodoxo
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