Desde que el hombre se alejo de Dios, se volvió como un animal, que era antes domestico y después se volvió salvaje. Prefiere la oscuridad del bosque, o sea de este mundo, que el lugar luminoso anterior — el Reino Divino. Se le hizo difícil unirse con Dios, le cuesta de creer en Dios y lo que Él le ha revelado.
Observando el universo, veo por doquier una extraordinaria amplitud y alegría de la vida en el mundo animal, entre los cuadrúpedos, aves, reptiles y peces. Surge una pregunta: porque entre la gente, que tratan de vivir piadosamente, existen opresión y aflicciones? Si Dios en todas partes difundió vida, abundancia y mucho espacio. Todas las criaturas, al excepción del hombre, glorifican al Creador con satisfacción y alegría. No somos acaso, también criaturas de Dios? La respuesta es fácil; nuestra vida esta envenenada por nuestros pecados y por el enemigo invisible. Sobre todo ataca a la gente que lleva la vida piadosa. Por eso la verdadera vida la vamos a tener mas adelante, en el futuro siglo. Ahí se abrirá toda la felicidad y bienaventuranza. En esta tierra el hombre es expatriado, exilado y castigado. A veces parece que toda la naturaleza se arma contra él por sus pecados. Entonces no hay que estar confundido, que por todas partes hay alegría, y dentro del hombre muchas veces — aflicción. Tenemos un verdugo, que nos castiga siempre por nuestros pecados. La alegría vendrá, pero no acá, sino en el mundo venidero.
Acordase, que tenéis personalidad doble: una es corporal, enferma con pasiones, vieja. Hay que ignorar sus exigencias pecaminosas, extraerlas. Otra — es espiritual, nueva, la que busca a Cristo, y en El encuentra la vida y paz. Como hay que despreciar los pedidos de la carne pecadora, porque su satisfacción es la muerte para el alma; así los pedidos espirituales hay que practicarlos porque llevan a la vida eterna.
El hombre debe percibir la desventura de su alma y suplicar con celo al Salvador, que salve a el también. No digas: "Estoy seguro y no hay razón para preocuparse." He aquí la desgracia, que tu no vez el peligro. Tu desgracia — son tus pecados. El pecado penetro profundamente en mi ser. Algo malo e impuro fácilmente viene en la mente y recibe respuesta en el corazón, y lo bueno y santo solamente se piensa, pero no se siente. Lo que es malo, es mas cerca al corazón, y si no se hace, es por temor a Dios o por las circunstancias contrarias. "Yo se que en mi, no mora el bien; porque el querer el bien esta en mi, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien, que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (Rom. 7:18-19). Pasa, que el bien planeado se tarda mucho en cumplir.
La mayoría de la gente voluntariamente lleva en su corazón la pesadez satánica, pero tanto se acostumbro a ella, que no lo siente. Sucede además, que el enemigo malvado multiplica esta pesadez, entonces ellos se sienten abatidos, protestan y hasta blasfeman el nombre de Dios. La gente moderna tiene un medio para disipar esa pesadez interna: recurre a los espectáculos, fiestas, cartas, bailes, pero el aburrimiento y la angustia vuelven después con fuerza mayor. "Me dejaron a mi, fuente de agua viva, y cavaron para si cisternas rotas, que no retienen agua" (Jerem. 2:13). Solamente, cuando la gente se vuelve a Dios, de sus corazones se cae la pesadez del pecado y ellos comienzan a comprender las causas de su insatisfacción y como luchar contra ella.
Que nadie piensa, que el pecado es algo de poca importancia. No, el pecado es un terrible mal, que mata el alma! El Salvador dijo: "Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mt. 22:13), es lo que va a suceder al pecador en el futuro siglo. De ahí se ve, que los pecadores van a perder totalmente la libertad de fuerzas espirituales. Sintiendo la posesión de capacidades espirituales, ellos van a sentirse atados por fuertes cadenas y incapaces para cualquier bien. Serán prisioneros de sus propios pecados (Prov. 5:22). A esto hay que añadir los sufrimientos por entender tarde, como fueron irrazonables para enojar al Creador, pues todavía en la vida terrenal el pecado ata y mata el alma. El verdadero fiel conoce el dolor que oprime su alma después de haber cometido cualquier pecado, y como su conciencia lo atormenta hasta que no se arrepienta sinceramente de lo cometido. De mi propia experiencia puedo testimoniar que si una persona va a dormir sin haberse arrepentido de algo malo hecho durante el día, su conciencia lo va a molestar en el sueno, hasta que no se levanta y no lava el pecado con sus lagrimas. Ahora suponemos, que esta persona, atormentada en el sueno por su pecado, morirá inesperadamente. Es claro, que el alma ira atormentada en el otro mundo. Y como después de la muerte no hay arrepentimiento, su alma va a sufrir eternamente, conforme a sus hechos. De esto testifica la Sagrada Escritura (Mat.25:46; Rom. 2:6, 9; 2 Cor. 5:10 y otros).
Las preocupaciones de nuestra vida, como una neblina cubren el horizonte para la visualizad del alma. Por eso hay que aprender no preocuparse de las cosas, depositando todas las esperanzas en las manos de Dios. Con alegría hay que ayudar a los necesitados, sabiendo que nuestro Señor va a ser todavía mas generoso con los misericordiosos.
San Juan de Kronstadt
Observando el universo, veo por doquier una extraordinaria amplitud y alegría de la vida en el mundo animal, entre los cuadrúpedos, aves, reptiles y peces. Surge una pregunta: porque entre la gente, que tratan de vivir piadosamente, existen opresión y aflicciones? Si Dios en todas partes difundió vida, abundancia y mucho espacio. Todas las criaturas, al excepción del hombre, glorifican al Creador con satisfacción y alegría. No somos acaso, también criaturas de Dios? La respuesta es fácil; nuestra vida esta envenenada por nuestros pecados y por el enemigo invisible. Sobre todo ataca a la gente que lleva la vida piadosa. Por eso la verdadera vida la vamos a tener mas adelante, en el futuro siglo. Ahí se abrirá toda la felicidad y bienaventuranza. En esta tierra el hombre es expatriado, exilado y castigado. A veces parece que toda la naturaleza se arma contra él por sus pecados. Entonces no hay que estar confundido, que por todas partes hay alegría, y dentro del hombre muchas veces — aflicción. Tenemos un verdugo, que nos castiga siempre por nuestros pecados. La alegría vendrá, pero no acá, sino en el mundo venidero.
Acordase, que tenéis personalidad doble: una es corporal, enferma con pasiones, vieja. Hay que ignorar sus exigencias pecaminosas, extraerlas. Otra — es espiritual, nueva, la que busca a Cristo, y en El encuentra la vida y paz. Como hay que despreciar los pedidos de la carne pecadora, porque su satisfacción es la muerte para el alma; así los pedidos espirituales hay que practicarlos porque llevan a la vida eterna.
El hombre debe percibir la desventura de su alma y suplicar con celo al Salvador, que salve a el también. No digas: "Estoy seguro y no hay razón para preocuparse." He aquí la desgracia, que tu no vez el peligro. Tu desgracia — son tus pecados. El pecado penetro profundamente en mi ser. Algo malo e impuro fácilmente viene en la mente y recibe respuesta en el corazón, y lo bueno y santo solamente se piensa, pero no se siente. Lo que es malo, es mas cerca al corazón, y si no se hace, es por temor a Dios o por las circunstancias contrarias. "Yo se que en mi, no mora el bien; porque el querer el bien esta en mi, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien, que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (Rom. 7:18-19). Pasa, que el bien planeado se tarda mucho en cumplir.
La mayoría de la gente voluntariamente lleva en su corazón la pesadez satánica, pero tanto se acostumbro a ella, que no lo siente. Sucede además, que el enemigo malvado multiplica esta pesadez, entonces ellos se sienten abatidos, protestan y hasta blasfeman el nombre de Dios. La gente moderna tiene un medio para disipar esa pesadez interna: recurre a los espectáculos, fiestas, cartas, bailes, pero el aburrimiento y la angustia vuelven después con fuerza mayor. "Me dejaron a mi, fuente de agua viva, y cavaron para si cisternas rotas, que no retienen agua" (Jerem. 2:13). Solamente, cuando la gente se vuelve a Dios, de sus corazones se cae la pesadez del pecado y ellos comienzan a comprender las causas de su insatisfacción y como luchar contra ella.
Que nadie piensa, que el pecado es algo de poca importancia. No, el pecado es un terrible mal, que mata el alma! El Salvador dijo: "Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mt. 22:13), es lo que va a suceder al pecador en el futuro siglo. De ahí se ve, que los pecadores van a perder totalmente la libertad de fuerzas espirituales. Sintiendo la posesión de capacidades espirituales, ellos van a sentirse atados por fuertes cadenas y incapaces para cualquier bien. Serán prisioneros de sus propios pecados (Prov. 5:22). A esto hay que añadir los sufrimientos por entender tarde, como fueron irrazonables para enojar al Creador, pues todavía en la vida terrenal el pecado ata y mata el alma. El verdadero fiel conoce el dolor que oprime su alma después de haber cometido cualquier pecado, y como su conciencia lo atormenta hasta que no se arrepienta sinceramente de lo cometido. De mi propia experiencia puedo testimoniar que si una persona va a dormir sin haberse arrepentido de algo malo hecho durante el día, su conciencia lo va a molestar en el sueno, hasta que no se levanta y no lava el pecado con sus lagrimas. Ahora suponemos, que esta persona, atormentada en el sueno por su pecado, morirá inesperadamente. Es claro, que el alma ira atormentada en el otro mundo. Y como después de la muerte no hay arrepentimiento, su alma va a sufrir eternamente, conforme a sus hechos. De esto testifica la Sagrada Escritura (Mat.25:46; Rom. 2:6, 9; 2 Cor. 5:10 y otros).
Las preocupaciones de nuestra vida, como una neblina cubren el horizonte para la visualizad del alma. Por eso hay que aprender no preocuparse de las cosas, depositando todas las esperanzas en las manos de Dios. Con alegría hay que ayudar a los necesitados, sabiendo que nuestro Señor va a ser todavía mas generoso con los misericordiosos.
San Juan de Kronstadt