Sunday, June 25, 2017

De la Vida Después de la Muerte - El Alma en su Camino al Cielo.

Ya hablamos más arriba sobre la etapa de "evaluación," que algunos pasan inmediatamente después de su separación del cuerpo. Evidentemente esta fase tiene algo en común con el juicio personal, o con la preparación para él.

En las vidas de los Santos y en la literatura espiritual, hay relatos de cómo, después de la muerte del hombre, el alma es acompañada de su Ángel Guardián, que la lleva al cielo a adorar a Dios. A menudo, en este camino, los demonios viéndola, la rodean, para asustarla y llevarla consigo. Esto se debe, según las Sagradas Escrituras, al hecho que los ángeles rebeldes, después de su expulsión del Cielo, se adueñaron del espacio, si se lo puede llamar así, entre la tierra y el Cielo. Por eso, el apóstol Pablo llama a satanás el "príncipe que gobierna en el aire" y a sus demonios — los espíritus "infracelestes" del mal (Efes. 6:12; 2:2). Estos espíritus infracelestes errantes, viendo el alma conducida por el Ángel, la rodean y la acusan de sus pecados hechos en la tierra. Siendo sumamente descarados, tratan de espantarla, llevarla a la desesperación y adueñarse de ella. En este tiempo el Ángel la defiende y la anima. De lo dicho no hay que sacar la conclusión que los demonios tienen algún derecho sobre el alma humana, — ellos mismos están predestinados a ser juzgados por Dios. Ellos sólo aprovechan, en su descaro, que el alma durante su vida en la tierra en algo les obedecía. Su lógica es simple: "Si tú actuabas como nosotros, tu lugar es con nosotros."

En la literatura eclesiástica, este encuentro con los demonios se llama "tribulaciones" (Entre los Padres de la Iglesia hablan sobre este tema San Efrem el Siríaco, Atanasio el Grande, Macario el Grande, Juan Crisóstomo y otros). Más detalladamente desarrolla ese tópico San Cirilo de Alejandría, en su "Palabra sobre la separación del alma," que forma parte del Salterio Liturgico. Una descripción muy clara de este camino se encuentra en la vida del Beato Basilio el Nuevo (Siglo X), donde aparece la Bienaventurada Teodora, fallecida, que relata lo que vio y sintió después de la separación con el cuerpo. Las descripciones de las tribulaciones se pueden encontrar, asimismo, en el Libro "Los eternos misterios de ultratumba." Leyendo estos relatos hay que tener presente que hay mucho de relativo en ellos, ya que las circunstancias reales del mundo espiritual, no se parecen al nuestro.

Un encuentro semejante con los espíritus del mal infracelestiales, está descripto por Ikskul, cuyo relato comenzamos más arriba. He aquí lo que pasó cuando los dos Ángeles vinieron a buscar su alma: "Comenzamos a subir rápidamente, y a medida que lo hacíamos, veía yo un espacio cada vez mayor, y al final, cuando este espacio tomó tan horripilantes dimensiones enormes, sentí miedo al sentirme tan ínfimo ante tan inconmensurable desierto. Había también ciertas características en mi visión. En primer término, estaba oscuro, pero yo veía todo con claridad, por consiguiente mi vista adquirió la facultad de ver en la oscuridad. En segundo lugar, mi vista abarcaba un espacio tal que es imposible para una vista común.

La idea del tiempo, desapareció de mi mente y yo no sé cuánto tiempo más subimos. De repente se oyó un ruido indefinido y luego apareciendo, no se sabe de dónde, con gritos y ruido, se acercó a nosotros una muchedumbre de seres repugnantes. "Demonios," — entendí con inusual rapidez y me helé de un horror especial, desconocido por mí hasta ahora. Rodeándonos por todos lados, ellos con gritos y ruido, exigían que se me entregue a ellos, trataban de agarrarme y arrancarme de alguna manera de las manos de los Ángeles, pero, evidentemente no se atrevían a hacerlo. En esta repugnante algarabía, tanto para el oído, como para la vista, yo lograba, a veces, escuchar palabras y hasta frases enteras.

— "Él es nuestro, él negó a Dios," — de repente como a una voz gritaron ellos y ahora ya con todo descaro se tiraron sobre nosotros, que del horror por un instante se me heló el pensamiento. "¡Es mentira! ¡Eso no es verdad!" volviendo en mí, quise gritar, pero la servicial memoria me ató la lengua. De una manera incomprensible recordé, de repente, un hecho trivial relacionado con mi adolescencia, y que antes tenía completamente olvidado.

Recordé, que en el tiempo cuando todavía estudiaba, nos reunimos en casa de un compañero, y charlando primero sobre las cosas de la escuela, pasamos a hablar de temas elevados y abstractos — como pasaba a menudo.

— "No me gustan las abstracciones, — decía uno de mis compañeros, — pero esto es ya completamente imposible. Puedo creer en alguna, aunque sea hasta ahora no estudiada por la ciencia, fuerza de la naturaleza, o sea, puedo aceptar su existencia, sin ver sus claras manifestaciones, ya que ella puede ser tan ínfima, que se confunde en sus acciones con otras fuerzas y es difícil distinguirla; pero creer en Dios como Ser Personal y Omnipotente, — creer cuando no veo por ningún lado claras manifestaciones de esta Personalidad — esto ya es un absurdo. Me dicen: Cree. Pero por qué debo creer, cuando en forma idéntica, puedo creer que Dios no existe. ¿No es cierto acaso? ¿Y es posible, que Él no exista?" Ya directamente se dirigió a mí, mi compañero.

— "Puede ser, que no exista," dije yo. Esta frase era verdaderamente una "frase vana": el discurso insensato de mi amigo no podía despertar en mí dudas acerca de la existencia de Dios. Yo ni siquiera seguía con atención de qué se hablaba — y he aquí que esta frase vana, no desapareció sin dejar rastro. Yo debía justificarme, defenderme de la acusación recibida... Esta acusación aparentemente, era el argumento más fuerte para mi perdición, para los demonios. Era como si ellos sacaran de él una nueva fuerza para el atrevimiento de sus ataques y con un atroz rugido, giraron alrededor de nosotros, cortándonos el camino.

Me acordé de la oración y comencé a orar, llamando en auxilio a aquellos Santos que conocía o cuyos nombres recordaba. Esto no espantó a mis enemigos. Pobre ignorante, cristiano sólo de nombre, yo posiblemente, por primera vez me acordé de Aquella que se llama la Protectora de los cristianos.

Pero, evidentemente, mi llamado a Ella era tan ferviente, hasta tal punto estaba mi alma llena de horror, que apenas yo, recordando, articulé Su Nombre, alrededor nuestro repentinamente apareció como una neblina blanca que rápidamente cubrió la repugnante masa de demonios, y éstos desaparecieron de mis ojos, antes de separarse de nosotros. Su rugido todavía se escuchó durante un tiempo, luego comenzó a debilitarse y comprendí que la terrible persecución nos había dejado.

El miedo experimentado por mí, era tan fuerte, que no sabía si seguíamos nuestro vuelo durante este horrible encuentro o si nos detuvimos por un tiempo. Entendí que nos movíamos, que continuábamos elevándonos hacia arriba, solo cuando nuevamente se abrió ante mí el espacio infinito.

Después de recorrer cierta distancia, vi una fuerte luz sobre mí. Se parecía a la luz solar, pero era mucho más fuerte. Allí, seguramente, había algo así como un reino de la Luz. Si, justamente un reino, con pleno poder de la Luz, — adivinando con algún sentido especial nunca visto por mí, pensaba yo, — porque con esta luz no hay sombras. "¿Pero cómo puede ser la luz sin sombras?" enseguida surgieron, con extrañeza, mis conceptos terrenales.

De repente, rápidamente, entramos en la esfera de esta Luz, y Ella literalmente me encegueció. Cerré los ojos, cubrí con las manos mi rostro, sin resultado, ya que mis manos no daban sombra. ¡Y que hubiera significado aquí una defensa semejante!.

Pero pasó algo diferente. Majestuosamente, sin enojo, pero poderosamente e irrevocablemente sonaron desde arriba las palabras: "¡No está listo!" — Y luego... luego una instantánea parada en nuestra dirección ascendente — y rápidamente comenzamos a bajar. Pero antes de dejar estas esferas, me fue dado a conocer una manifestación especial. Apenas sonaron las palabras desde arriba, que todo en este mundo, parecía, que cada partícula de polvo, cada minúsculo átomo, las contestaron con su afirmación. Como un multimillonario eco, las repitió en un idioma intangible para el oído, pero comprensible para el corazón y el intelecto, expresando su total asentimiento a lo determinado por la voz. Y en esa unidad de la voluntad, había una magnífica armonía, y en esta armonía se sentía tanta inexpresable y entusiasmada alegría, ante la cual todos nuestros encantamientos y entusiasmos se parecían — un día sin sol. Como un inimitable acorde musical sonó este enorme eco y toda mi alma contestó con un fogoso impulso para reunirse a esta magnífica armonía.

Yo no entendí el verdadero significado de las palabras dirigidas a mí, o sea, no comprendí que debía volver a la tierra y vivir como antes. Pensé que me llevaban a algún otro lugar. El sentimiento de una tímida protesta se movió en mí, cuando, primero vagamente, como en una neblina matinal, comenzaron a perfilarse los contornos de la ciudad, y luego, claramente, aparecieron las calles conocidas y el hospital. Acercándose a mi cuerpo inanimado, el Ángel Guardián, me dijo: "¿Escuchaste lo determinado por Dios?" — E indicando mi cuerpo, me ordenó: — "¡Entra en él y prepárate!" Después de esto ambos Ángeles se hicieron invisibles para mí.

A continuación, K. Ikskul, relata su vuelta al cuerpo, que estuvo en la morgue durante 36 horas, y cómo los médicos y todo el personal se extrañó por el milagro de su vuelta a la vida. Poco después, K. Ikskul, se retiró a un Monasterio y terminó su vida como Monje.

Catecismo Ortodoxo 

http://catecismoortodoxo.blogspot.ca/