Tuesday, August 4, 2015

Sobre la Caída del Hombre ( San Juan Maximovich )


El mundo fue creado bueno y llamado a la alegría de la vida con la Fuente y Creador de la vida; el Señor Dios. Los primeros en pecar y en ser quebrados de esta unión fueron ángeles. El reino angelical estaba dividido: algunos permanecieron con Dios; otros, en su orgullo, decidieron vivir su propia vida, independientes de Dios. El mundo angelical estaba dividido y el pecado nació allí, pero el mundo terrenal permanecía bueno. Entonces el diablo, que significa: "el arrojado del cielo," comenzó a esforzarse a unir al reino terrenal a él. A la más alta creación en la tierra, el hombre, le fue dado un mandamiento por Dios, no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. ¿Por qué fue dado el mandamiento?

Este árbol era como todos los demás, y en sí mismo no tenía características sobresalientes. No obstante, el conocimiento del bien y del mal no estaba en el árbol en sí, y la orden no fue dada por esa razón. El Señor la dio porque el hombre fue creado libre, y el Señor deseaba del hombre la libre voluntad de esforzarse y anhelar una unión con Dios. La orden fue dada porque solo a través de su cumplimiento el hombre podía expresar su libre voluntad de esforzarse hacia Dios y su amor por Él. Y la bendición consiste simplemente en la comunicación con Dios a través de Su Amor. El diablo es agobiado por su separación; esta perpetuamente en un estado de ira y venganza, y lo conforta atraer a otros. El diablo nunca aparece con su verdadera imagen, sino toma varias apariencias. Entonces, en el Paraíso, tomo la forma de una serpiente, y le dio al hombre la idea de que ese mandamiento no había sido dado para la expresión del amor del hombre por Dios, sino para que el hombre no pudiera ser como Dios. El diablo sembró la idea de que la orden no fue dictada por el Amor de Dios, para que el hombre habitara en el Amor de Dios, sino por que Dios deseaba dominar, y prevenir al hombre de ser como Dios y conocer el eterno e ilimitado gozo de existencia.

Cuando el hombre creyó esta idea diabólica, fue instantáneamente separado de Dios. Todo cambió, y el hombre no pudo ya disfrutar la vida en Dios y hablar con El libremente y de frente como los niños hablan. No hubo paz, gozo y el hombre comenzó a esconderse de Dios. Todo cambió: el enlace entre Dios y el hombre fue destruido y la naturaleza cesó de atender al hombre. El llanto entro en el mundo, y el alma se quebró.



San Juan Maximovich

La visión de la luz Divina ( San Paisios )


Cuando vivía en Katunaka, una vez durante la oración nocturna, me comenzó a llenar una alegría celestial. Al mismo tiempo, mi celda en tinieblas, iluminada levemente con la luz trémula de una vela, empezó poco a poco a llenarse con una hermosa luz celeste. Esta misteriosa luz era muy fuerte, pero mis ojos podían aguantarla. Era una luz Divina, no de este mundo, ¡la habían visto muchos monjes del monte Athos! Varias horas estuve en el brillo de esta luz Divina, no sintiendo los objetos terrenales y encontrándome en el mundo espiritual, distinto de este, físico.

Encontrándome en este estado, y percibiendo por medio de aquella luz Divina, sentimientos celestiales, pasé muchas horas sin notar el tiempo. Pero poco a poco esta luz bendita comenzó a desaparecer y volví en mi. Sentí hambre, comí un pedazo de pan seco, tragué un poco de agua. Estando cansado, me senté para descansar y me sentí como un animal. Este sentimiento de mi iniquidad, que me parezco completamente a un animal, nació en mi a partir del estado que había vivido. Del mundo espiritual bajé enseguida a mi lastimoso estado y, viendo la diferencia, me juzgaba y sentía repulsión hacia mi mismo.

Con estos sentimientos salí afuera y me pareció que todavía era de noche y plenilunio. En esto momento, por casualidad, pasaba un hermano, y le pregunté:

— ¿Hermano, que pasa? Hoy se retrasó el amanecer, ¿qué hora es?

El hermano, extrañado, pidió que le repitiera: padre Paisio, ¿que has dicho? ¡No lo entendí!.

Entonces me di cuenta de lo que había pasado— eran ya casi las 10 horas de la mañana, y lo que me pareció "plenilunio," en realidad era el sol.

De manera, que la Luz no creada era tan fuerte, que comparada con ella, la luz solar parecía ¿una noche en plenilunio! Y a pesar de esto, mis ojos recibieron la fuerza para poder resistir la luminosidad de aquella luz. Habiendo relatado este caso, el Starez me ordenó irme, porque vinieron otros peregrinos. Yendo a casa, me sentí en un estado completamente animal.

San Paisios