Festividad: 2 de octubre en las Iglesias eslavas y 28 de mayo en la Iglesia griega
Breve relato de su vida, por San Nicolás Velimirovich
Andrés era eslavo de nacimiento. De joven fue esclavizado y fue comprado por Teognosto, un hombre rico de Constantinopla, durante el reinado del emperador León el Sabio (hijo del emperador Basilio el Macedonio). Andrés era bello de cuerpo y alma. Teognosto tomó cariño a Andrés y le permitió ser libre. Andrés oraba fervientemente a Dios y asistía con amor a los oficios de la Iglesia. Obedeciendo a una revelación celestial, adoptó la ascesis de la locura en Cristo. Una vez, cuando iba al pozo a por agua, se arrancó la ropa y la cortó con un cuchillo, fingiendo locura. Entristecido por esto, su amo Teognosto lo encadenó y lo condujo a la Iglesia de Santa Anastasía la Liberadora de los Venenos, para que se hicieran oraciones por él. Pero Andrés no mejoraba, y su amo lo liberó por enfermo mental. Andrés fingía la locura durante el día, pero oraba a Dios durante toda la noche. Vivió sin techo. Incluso pasaba las noches a la intemperie, caminando medio desnudo con una sola prenda hecha jirones, y solo comía un poco de pan, cuando los hombres de bien se lo daban. Compartía todo lo que recibía con los mendigos, y se burlaba de ellos para que no le agradecieran nada, pues San Andrés quería que su recompensa solo procediera de Dios. Así pues, la grandísima gracia de Dios entró en él y fue capaz de discernir los secretos de los hombres, percibir ángeles y demonios, exorcizar a los demonios de los hombres, y corregir a los hombres de sus pecados.
Andrés tuvo una maravillosa visión del paraíso y de los poderes celestiales. También vio a Cristo el Señor sentado en su trono de gloria; y con su discípulo Epifanio, vio a la Santísima Theotokos, en la Iglesia de las Blanquernas, cómo cubría a los cristianos con su velo protector. Esta aparición se celebra en la fiesta de la Protección de la Theotokos (14 de octubre/ 1 de octubre). En una visión también escuchó inefables palabras celestiales que no se atrevió a decir a los hombres. Después de una vida de incomparable dureza en la ascesis, Andrés entró en el descanso de la gloria eterna de su Señor en el año 911.
Visión de San Andrés el Loco en Cristo 1.
Un monje de Constantinopla se distinguía como asceta y padre espiritual, y mucha gente acudía a él para pedirle oraciones. Pero este monje tenía el vicio secreto de la avaricia. Recogía dinero pero no lo daba a nadie. San Andrés se encontró con él un día por la calle y vio una terrible serpiente enroscada alrededor de su cuello. San Andrés se apiadó de él, se le acercó, y comenzó a aconsejarle: “Hermano, ¿por qué has perdido tu alma? ¿Por qué te has unido con el demonio de la avaricia? ¿Por qué le has concedido un lugar donde residir dentro de ti? ¿Por qué amasas riquezas como si fueran a ir a la tumba contigo, y no las pones en manos de los pobres? ¿Por qué te estrangulas a ti mismo por la tacañería? ¡Mientras que otros pasan hambre y sed y perecen por el frío, tú te regocijas viendo tu montón de riquezas! ¿Es este el camino del arrepentimiento? ¿Es este el rango monástico? ¿Ves a tu demonio?”. A causa de esto, los ojos espirituales del monje se abrieron, y vio al horrible demonio y se horrorizó. El demonio se alejó del monje y huyó impulsado por el poder de San Andrés. Entonces, un radiante ángel de Dios se le apareció al monje, pues su corazón fue cambiado por el bien. A continuación comenzó a distribuir su oro atesorado entre los pobres y necesitados. Y desde entonces, complació a Dios en todo y fue más glorificado que antes.
Visión de San Andrés el Loco en Cristo 2.
Una vez, San Andrés estaba sentado con su discípulo Epifanio, hablando sobre la salvación del alma. En ese momento, un demonio se acercó a Epifanio y comenzó a disponer engaños en sus pensamientos para distraerlo, pero no se atrevió a acercarse a San Andrés. Andrés gritó: “¡Apártate de aquí, impuro enemigo!”. El demonio se echó hacia atrás y respondió maliciosamente: “¡Eres mi adversario, sin parangón en toda Constantinopla!”. Andrés no lo expulsó de inmediato, sino que le permitió hablar. Y el diablo comenzó a decir: “Siento que llega el momento en que mi trabajo terminará. En ese momento, los hombres serán peores que yo, serán como niños peores que los adultos. Así, descansaré y ya no enseñaré nada más a los hombres, ya que ellos mismos llevarán a cabo mi voluntad en todas las cosas. Andrés le preguntó: “¿De qué pecados te regocijas más?”. El demonio respondió: “Del servicio a los ídolos, de la calumnia, de la malicia contra el prójimo, del pecado de la sodomía, de la embriaguez y de la avaricia. De estos me regocijo más”. Además, Andrés le preguntó: “¿Y cómo soportas que alguien que primeramente te servía ahora te rechaza y rechace tus obras?”. El demonio le respondió: “Tú lo sabes mejor que yo; resulta difícil soportarlo, pero nos consolamos por esto: probablemente volverán a mi muchos de los que me han rechazado y se han vuelto a Dios. Así, pues, volverán de nuevo a mí”. Después de que el espíritu maligno dijera esto y muchas cosas más, San Andrés sopló sobre él y desapareció.
Visión de San Andrés el Loco en Cristo 3.
Un día, San Andrés iba caminando por las calles de Constantinopla y vio un gran y espléndido funeral. Un hombre rico había muerto y su cortejo era magnífico. Pero cuando miró más de cerca, vio una gran cantidad de hombrecitos negros saltando alegremente alrededor del cadáver; uno, sonriendo como una prostituta, otro, ladrando como un perro, un tercero, gruñendo como un cerdo y un cuarto, vertiendo algo sucio sobre el cuerpo. Y se burlaban de las plañideras diciendo: “Estáis cantando sobre un perro”. Andrés, maravillado, preguntó lo que había hecho ese hombre. Volviéndose, vio a un apuesto joven llorando detrás de un muro. “Por el bien del Dios del cielo y la tierra, dime la razón de tus lágrimas”, dijo San Andrés. Entonces el joven le dijo que había sido el ángel guardián del hombre fallecido, pero que este hombre, por sus pecados, había ofendido gravemente a Dios, despreciando el consejo de su ángel y entregándose por completo a los negros demonios. Y el ángel le dijo que este hombre fue un gran pecador impenitente: un mentiroso, enemigo de los hombres, un avaro, un derramador de sangre y un hombre disoluto que había conducido a la inmoralidad a trescientas almas. En vano era honrado por el emperador y respetado por la gente. En vano era este gran funeral. La muerte lo había sorprendido sin arrepentirse, y la cosecha había llegado sin aviso.
Visión de San Andrés el Loco en Cristo 4.
San Pablo no fue el único en ser arrebatado al paraíso y escuchar “palabras inefables” (2ª Corintios 12:4). Más de ochocientos cincuenta años después de San Pablo, le sucedió también a San Andrés. Una noche de invierno, San Andrés yacía entre los perros en un muladar, calentando su cuerpo congelado. Un ángel se le apareció y fue arrebatado hasta el paraíso (si en el cuerpo o fuera del cuerpo, San Andrés mismo era incapaz de explicarlo), y permaneció durante dos semanas en el mundo celestial, siendo conducido hasta el tercer cielo. “Me vi a mí mismo revestido con brillantes y resplandecientes vestiduras, con una corona de flores en la cabeza y ceñido con un regio ceñidor, y me regocijé grandemente por su belleza, y mi mente se maravilló, así como mi corazón, por la inefable belleza del paraíso de Dios, y caminé allí con gran alegría”. Después de esto, San Andrés escribe sobre cómo vio a Cristo el Señor: “Y cuando una mano llameante deslizó la cortina, vi a mi Señor como el profeta Isaías lo vio en otro tiempo, sentado sobre un trono alto y sublime, rodeado de serafines. Estaba revestido con una vestidura roja, su rostro resplandecía y sus ojos se posaron sobre mí con gran regocijo. Viéndole, me postré ante él, adorándolo ante el trono de su inefable gloria. No tengo palabras para expresar el gozo que se apoderó de mí al ver su rostro, y ahora, recordando esta visión, estoy lleno de un gozo inexplicable. Y escuché a mi Creador misericordioso decirme tres palabras con sus dulcísimos y purísimos labios, que endulzaron y enardecieron mi corazón lleno de amor por Él y me derretía como la cera ante tal calidez espiritual”. Cuando San Andrés preguntó después de esto si era posible ver a la Santísima Theotokos de Dios, se me dijo que en aquel momento no estaba en el cielo, pues había descendido a la tierra para ser la ayuda de los pobres y necesitados.
Himno de alabanza de San Andrés
Andrés el loco en Cristo se quedó una noche bajo el firmamento estrellado orando:
“Oh Dios Altísimo, tres Personas en una sola esencia,
salvación y resurrección de las almas que duermen.
Oh dulce Jesús, más dulce que la vida,
Tesoro de alegría y belleza eterna,
Limpia a los pastores, ilumina a los reyes,
Consuela la turbación y santifica al mundo entero.
No te separes de mí, Andrés el Loco en Cristo, pues soy pecador,
Ni de tu santo pueblo, oh Señor”
Oh San Andrés, lleno de la sabiduría de Dios,
Tú que enseñaste al mundo con palabras de locura,
Con el lenguaje del mundo hablaste al mundo,
Y con tu fingida locura glorificaste a Cristo.
Los hombres te despreciaron por tu locura,
Y sus perros se alzaron de sus madrigueras y te persiguieron.
Fuiste el altar de Dios sobre la inmundicia del mundo.
Incensaste al mundo con tus oraciones,
Y el mundo no es digno de esta maravilla.
Gloria a ti, oh Andrés, Loco en Cristo.
Tropario en tono cuarto
Elegiste la locura por el bien de Cristo y te convertiste en un loco astuto. Perseveraste con tu lucha en medio del tormento, y Cristo te condujo al paraíso. Intercede ante Él, oh San Andrés, por los que honramos tu memoria.
Tropario en tono segundo
Por ti, oh Cristo, tu siervo Andrés se hizo un loco en la tierra. Escuchó al apóstol San Pablo proclamando: “Somos locos por Cristo”. Honrando ahora su digna memoria, te suplicamos que salves nuestras almas.
Contaquio en tono primero
Acabaste tu vida en la piedad, oh Andrés loco de Cristo, y fuiste un vaso puro de la Trinidad y compañero de los ángeles. Ahora que honramos tu memoria, suplica ante Cristo, con tu digna intercesión, que conceda la paz y el perdón a nuestras almas.
Contaquio en tono cuarto
Por tu propia voluntad te convertiste en loco, oh Andrés, y aborreciste completamente los encantos de este mundo. Sofocaste la tentación de la carne con el hambre y la sed, con el calor y el amargo frío. Sin eludir la dureza de las estaciones te purificaste como el oro en el crisol. Por eso te suplicamos, oh Andrés Loco en Cristo, que intercedas ante Cristo para que salve nuestras almas.
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