Sunday, August 6, 2017

Canon de la Transfiguración


Kántico 1.
Irmos: Masas de Israelíes, cruzando con pies secos la profundidad húmeda del Mar Rojo, y viendo ahogados a los jinetes enemigos y sus jefes, en alegría cantaban: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorificó.
Anunciando a Sus amigos palabras de vida sobre el Reino de Dios, Cristo dijo: Cuando verán el brillo de la luz inalcanzable, conocerán a Padre en Mi y en alegría exclamarán: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorifico (Jn. 6:68; 14:7-9; 15:5).
Vosotros amigos-discípulos destruyan la fuerza de los paganos y enaltézcanse con su riqueza, ya que cuando apareceré brillando mas claro que el sol, vosotros os glorificareis en alegría, clamando: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorificó (Is. 61:6; Rom. 11:12).
Ahora Cristo, brillando sobre el monte Tabor, reveló a discípulos la visión de la Divina luz oculta, como prometió. Ellos plenos de iluminación Divina en alegría clamaban: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorificó (Mat. 16:28).

Kántico 3.

Irmos: Arcos de fuertes se debilitaron y los débiles se revistieron de fuerza, por eso mi corazón se afirmó en el Señor.
Revestido con el ser de Adán, Tu Cristo a este ser oscurecido en antigüedad, de nuevo iluminaste y divinizaste con la transfiguración de Tu rostro (Luc. 9:29).
Cristo, que en antigüedad conducías con pilar de fuego y nube a los israelíes en el desierto, ahora inexpresablemente has brillado sobre el monte Tabor (Ex. 13:21; Mat. 17:2).

Kántico 4.
Irmos: Escuche sobre Tu gloriosa edificación Cristo Dios, — que has nacido de la Virgen para salvar de error a los que llaman: Gloria a Tu fuerza, Señor.
Escribiendo la ley en Sinaí, Tu Cristo Dios apareciste en nube, fuego, tinieblas y tornado. Gloria a Tu fuerza Señor (Ex. 19:16-18; Deut. 4:11).
Para asegurar a discípulos de Tu gloriosa edificación Cristo Dios, Tu existente antes de siglos y Tu Mismo realizando sobre la nube Tu elevación, inexpresablemente brillaste en Tabor (Sal. 104:3).
Se presentaron, y sumisos conversaban Contigo, Señor Cristo, aquellos con quienes Tu antes conversabas entre fuego y humo, tinieblas y tornado. Gloria a Tu fuerza, Señor (Mat. 17:3; Deut. 4:11; Ex. 19:3; Reyes 19:11).
Sobre Tu futura muerte en la cruz predecían los presentados en Tabor, Moisés, que antaño Te previó Cristo en el fuego de la zarza, y también Elías, elevado en un carro de fuego (Luc. 9:30).

Kántico 5.
Irmos: Tu separaste la luz del caos primordial, para que Tus criaturas canten a Ti, Creador. Ahora, Cristo, en Tu luz dirige nuestros caminos (Gen. 1:4; Sal. 5:9).
Ante Ti se postraron las temporadas del año, ya que el sol puso a Tus pies su luz y rayos que cortan el cielo, cuando Tu, Cristo deseaste cambiar Tu imagen humana (Mar. 3:9).
He aquí el Salvador — exclamaban en voz alta Moisés y Elías a los discípulos sobre el santo monte Tabor, — Cristo que nosotros, en antigüedad, predecimos como Dios verdadero (Mar. 9:4).
El inmutable ser, al unirse con el mortal, reveló abundante luz de Divinidad e inmaterial e inexpresablemente brilló ante apóstoles (Heb. 12;29).
Viendo a Ti, luz eterna — Cristo, brillando en la gloria del Padre, los discípulos clamaban a Ti: En Tu luz dirige nuestros caminos (Heb. 1:3; Sal. 5:9, 119:133).

Kántico 6.
Irmos: En mi congoja, llamé al Señor y me escuchó Dios de mi salvación.
El Salvador, brillando en Tabor con luz mas brillante que la solar, iluminó, también, a nosotros (Luc. 1:79).
Al subir al monte Tabor, Te transfiguraste, Cristo, y oscureciendo todo error, brillaste con luz para nosotros (2 Tim. 1:10).
Gloriosos apóstoles en Tabor conocieron en Ti, Cristo, a Dios y asombrados hincaron las rodillas.

Kántico 7.
Irmos: Los hijos de Adán en Babilonia vencieron antaño a la llama del horno, en cánticos, clamando: Bendito seas Tu, Dios de nuestros padres.
Apóstoles, iluminados sobre el monte Tabor, con luz de inalcanzable gloria, exclamaban a Cristo: bendito seas Tu, Dios de nuestros padres (1 Tim. 6:16).
Apóstoles maravilladas por palabras de voz Divina, nube de roció y Tu resplandor, Cristo, cantaban: Bendito seas Tu Dios de nuestros padres (Mat. 17:5; Luc. 9:54).
Cuando Pedro sobre monte Tabor vio resplandeciendo con inexpresable luz Cristo, exclamó: Bendito sea Tu, Dios de nuestros padres (Mat. 17:1).
Hijos de Zabedeo, encontrándose con el Jefe de la vida, Cristo, cuando Su rostro irradió la luz, exclamaron: Bendito seas Tu, Dios de nuestros padres (Mar. 3:17).

Kántico 8.
Irmos: Los mancebos en Babilonia, ardiendo con celo Divino, vencieron con valor la amenaza del verdugo y las llamas, y arrojados en medio del fuego, bañados de rocío, cantaban: bendigan todas las criaturas de Dios, al Señor.
Cristo, que todo lo sostiene con Su poder, subió con Sus purísimos pies al monte Tabor, donde resplandeció Su rostro mas claro que el sol, y a los servidores superiores de la ley y gracia instó a cantar: bendigan todos las criaturas del Señor a Dios (Is. 40:22-26).
Luz inmensa y sin ocaso brillo del Padre, que apareció inexpresablemente en la gloria inalcanzable sobre el monte Tabor, iluminando a la creación, divinizó a los hombres que cantaban: Bendigan todas las criaturas del Señor, a Dios (Heb. 1:3).
Presentados con veneración sobre el monte Tabor, Moisés y Elías, claramente viendo la imagen Divina Persona-Cristo, resplandeciendo con gloria del Padre, cantaban: Bendigan todas las criaturas del Señor, a Dios (Ex. 34:35; Sal. 104:2).
Los discípulos, viendo a Cristo sobre Tabor, rodeado de nube luminosa, y cayendo de bruces a la tierra, se iluminaron con su mente y cantaban a El con Padre y Espíritu Santo: Bendigan todas las criaturas del Señor a Dios (Mat. 17:5).

Kántico 9.
Irmos: Ti diste a luz a Cristo, invulnerada; Dios provino de Tu seno apareció portador de la carne sobre la Tierra, y vivió con la gente, por eso Te llamamos madre de Dios.
Temblando, los discípulos iluminados de repente con la milagrosa luz, se miraban con asombro y, cayendo a tierra Te saludaron a Ti, Señor de todos (Mat. 17:1-5).
De la nube se escuchó la voz Divina, que aseguraba al milagro; ya que Padre de las luces (del mundo) proclamó a los apóstoles: Este es Mi Hijo amado. A El oíd (Sant. 1:17; Mat. 17:5).
Servidores de la Palabra, viendo lo extraordinario y asombroso, y escuchando la voz del Padre sobre Tabor, exclamaban: Ese Salvador nuestro es la imagen de la Protoimagen (Heb. 1:3).
Tu — verdadera imagen del Existente, sello fiel e invariable, Hijo, Logos, Sabiduría, músculo, mano y fuerza del Altísimo, Te cantamos con el Padre y el Espíritu Santo (1 Cor. 1:24. Is. 53:1).
Durante la Liturgia, en lugar de habituales salmos, se cantan antifones de la festividad. Antes de la lectura de Epístola, se canta el prokimenon: "Cuan numerosas son Tus obras, Señor, todo lo has hecho con sabiduría." En la Epístola (2 Ped. 1:10-19) se habla que la aparición en Tabor de gloria del Señor es la demostración de la Divinidad de Cristo. El Evangelio (Mat. 17:1-9) relata la Transfiguración del Salvador.
En lugar del Habitual cántico a la Virgen, se canta el cántico — 9-o del canon con esta frase introductora:
"Honra, alma mis, al Señor, transfigurado sobre el monte Tabor."
Antes de la Comunión se canta: "caminaremos en la luz de Tu rostro, Señor y sobre Tu nombre nos alegraremos todo el día."
La particularidad externa del oficio de la festividad de Transfiguración es la bendición de frutos y verduras, como un agradecimiento de la naturaleza, el aire puro y el pan de cada día para nosotros.
La costumbre de bendecir a la uva y otros frutos.
Se usa en la festividad de Transfiguración, después de la Liturgia, bendecir la uva, manzanas y otros frutos. La costumbre de traer frutas al templo se remonta a los tiempos de Antiguo Testamento (Gen. 4:2-4; Ex. 13:12; Num. 15:19-231; Deut. 8:10-14). De los apóstoles la costumbre pasó a la Iglesia de Nuevo Testamento (1 Cor. 16:1-2). Las indicaciones sobre frutas traídas al templo se puede encontrar en la 3-a reglamentación de los apóstoles ("Reglamentos Apostólicos" son en compendio mas antiguo de leyes eclesiásticas, [cánones], conocidos ya desde el siglo 2-o). En Grecia en agosto maduran los frutos los mas importantes son espigas y uva. Desde antigüedad, la gente traía al templo para su bendición a estos frutos, como un agradecimiento a Dios. De esto escribía san Juan Crisóstomo: "El agricultor recibe los frutos de la tierra, no tanto por sus esfuerzos y dedicación, como por la benignidad Divina, que se los devuelve, ya que él que planta y riega — es nada — todo es Dios que provee."
La uva se trae al templo por su relación directa con la Eucaristía, por eso, en la oración de bendición de uva el sacerdote dice: "bendice Dios este nuevo fruto de la vid, que Tu permitiste con aire propicio, gotas de lluvia y calma del tiempo llegar a la madurez. Que sirva la comunión de estos frutos de la vid para nuestra alegría y nos permite traer los a Ti, como don, para la purificación de los pecados, junto con el bendito Cuerpo de Cristo Tuyo."
En los primeros tiempos de cristianismo los creyentes traían al templo los frutos de la nueva cosecha — pan, vino, aceite, incienso, cera y miel, y otros. De estos dones al altar llagaban solo: pan, vino, incienso, aceite y cera. Todo lo otro se usaba para las necesidades del clero y de los pobres, a quienes ayudaba la iglesia. Con estos dones se expresaba el agradecimiento a Dios, por los bienes otorgados, y también, se ayudaba a la gente consagrada al servicio de Dios y a los pobres. Actualmente, la bendición del pan, vino, huevos, leche y otras comidas se conserva en el templo con la bendición del Artos y las comidas pascuales en las casas. Las flores y hojas de palmeras se bendicen el Domingo de Ramos, S-ta Trinidad, Elevación de la Cruz del Señor, y en Domingo de la 3-ra semana de Cuaresma. Se traen miel y trigo hervido (kutia) durante los responsos de los difuntos y comidas posteriores en honor a los mismos. La presentación de los Panecillos especiales (Prosforas) para la proscomidia se sigue usando en todas partes y siempre.

Catecismo Ortodoxo 

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