Contaquio I
Taumaturgo
elegido y grandioso siervo de Cristo, venerable padre San Antonio. Venerando
humildemente tu vida agradable a Dios, ofrecemos a Dios himnos de
agradecimiento por ti. Tú que confiaste plenamente en el Señor, libra de todo
peligro a los que con devoción te claman: ¡Alégrate, venerable padre San
Antonio, fundador de la vida en el desierto!
Ikos I
Amaste
la vida angélica desde tu juventud y deseaste caminar en los mandamientos de
Dios, oh venerable padre, y con celo por el Señor de los ejércitos, alzaste tu
mente a lo divino, contando lo temporal y terrenal como pérdida. Por eso.
Maravillados por la providencia de Dios en ti, con fe te clamamos:
Alégrate,
digno hijo de padres devotos.
Alégrate,
pues creciste en la piedad.
Alégrate,
pues seguiste a Cristo desde tu juventud.
Alégrate,
pues valoraste la vanidad terrenal como nada.
Alégrate,
trabajador ferviente de la viña de Cristo.
Alégrate,
maestro de los habitantes del desierto.
Alégrate,
pues deseaste la salvación para todos.
Alégrate,
pues mostraste el verdadero camino monástico.
Alégrate,
lámpara que iluminas con el fuego divino.
Alégrate,
roca inquebrantable de la fe en Cristo.
Alégrate,
pues resplandeces con la gracia del Espíritu Santo.
Alégrate,
pues fuiste coronado con las obras excelentes.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio II
Viendo
que el enemigo de la humanidad quería destruirte por ascender a la altura
espiritual, oh padre portador de Dios, lo avergonzaste por tu lucha y humildad
en el ayuno y tu oración incesante, aplastando la cabeza de la serpiente
invisible, y cantando a Dios con compunción: ¡Aleluya!
Ikos II
Sabiendo
con el corazón y con la mente que todos los bienes de este mundo son fugaces,
te encerraste en una cueva oscura, mortificando tus pasiones y obrando sólo
para el Señor. Por eso, alabando tu vida angélica, te clamamos:
Alégrate,
pues pusiste tu esperanza en Dios.
Alégrate,
pues avergonzaste la locura de los enemigos.
Alégrate,
destructor del miedo a las asechanzas del maligno.
Alégrate,
pues eres semejante a los ángeles en pureza y santidad.
Alégrate,
pues fuiste santificado en el desierto por tus luchas.
Alégrate,
pues guiaste a muchos hacia el reino celestial.
Alégrate,
pues derrocaste el orgullo despreciable.
Alégrate,
pues enseñaste la humildad de la mente.
Alégrate,
luz que nos iluminas con la sabiduría divina.
Alégrate,
estrella radiante que iluminas con el brillo de tu lucha.
Alégrate,
pues viviste para gloria de Dios.
Alégrate,
pastor bueno y longánimo.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio III
Fortalecido
con el poder divino, oh San Antonio, permaneciste en el ayuno, la oración, la
incesante labor, las vigilias, la superación de las tentaciones del enemigo, y
cantando a Dios, que te cubría con su gracia: ¡Aleluya!
Ikos III
Mostrando
una mente pura y un alma inmaculada, oh padre bendito, comprendiste la vanidad
y la inconstancia de este mundo, y deseando los bienes eternos, renunciaste a
los bienes temporales. Por eso, te cantamos:
Alégrate,
amante de la bendita humildad.
Alégrate,
buscador de la sabiduría espiritual.
Alégrate,
pues ascendiste a la gloria sin pasiones.
Alégrate,
pues te ofreciste completamente a Dios.
Alégrate,
pues fuiste semejante a tu Señor en su candidez.
Alégrate,
pues fuiste rico en la pobreza.
Alégrate,
adorno lleno de gracia del desierto.
Alégrate,
espanto de los temibles demonios.
Alégrate,
lámpara radiante del mundo.
Alégrate,
destructor de los delirios.
Alégrate,
pues eres más sabio que los sabios del mundo.
Alégrate,
asceta celoso.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio IV
Calmando
la tormenta de las tentaciones malignas, te estableciste en el desierto, oh
bendito San Antonio, atravesando el camino arduo de la vida monástica,
pisoteando las trampas del enemigo y despojándote de su engaño, mientras
cantabas a Cristo, que te fortalecía: ¡Aleluya!
Ikos IV
Viendo
tu vida agradable a Dios, oh venerable santo, los que buscaban la verdad de
Dios acudían a ti de todas partes, y los recibías con amor, guiándolos hacia la
salvación. Así, con un alma compungida te clamamos así:
Alégrate,
regla y fundamento de los habitantes del desierto.
Alégrate,
buen maestro de la grey de Cristo.
Alégrate,
adorno de la Iglesia de Cristo.
Alégrate,
gloria de los monjes.
Alégrate,
pues te ofreciste en sacrificio al Señor.
Alégrate,
mortificación de las pasiones pecaminosas.
Alégrate,
alegría de los ángeles.
Alégrate,
completo vencedor frente a los demonios.
Alégrate,
habitante del desierto.
Alégrate,
luchador entusiasta de la quietud.
Alégrate,
tú que muestras el camino recto.
Alégrate,
proclamador del reino del cielo.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio V
Como
una estrella divina apareciste en la vida monástica, oh venerable padre
Antonio, y fuiste una imagen de la fidelidad a la palabra, en la vida, amor, fe
y pureza, cantando al Señor: ¡Aleluya!
Ikos V
Viendo
tu vida santa y pura, oh venerable padre, el enemigo de la raza humana te
asediaba con frecuencia pero, derrotándolo con humildad, no te apartaste del
camino de la salvación. Por eso, te clamamos:
Alégrate,
partícipe de la vida eterna.
Alégrate,
gran maestro de la salvación.
Alégrate,
pues serviste a Dios sólo con tu vida.
Alégrate,
pues tomaste el yugo de Cristo.
Alégrate,
pues te expusiste a los engaños del maligno.
Alégrate,
pues te dirigiste por el camino de la salvación.
Alégrate,
guardián de la pureza.
Alégrate,
espectador de la Luz de la Trinidad.
Alégrate,
pues levantas a los caídos.
Alégrate,
destierro del poder del maligno.
Alégrate,
roca firme de la fe.
Alégrate,
maestro perfeccionado.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio VI
Habiendo
escuchado la predicación del Evangelio: “Si quieres heredar el reino del cielo,
anda y ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro
en el cielo: ven y sígueme”, oh padre Antonio, renunciaste a la riqueza
mundana, y llevaste una vida de ayuno y lucha en el desierto, adquiriendo los
tesoros del cielo. Concédenos tu sabiduría, oh padre amoroso, para que no
inclinemos nuestro corazón a las cosas vanas que pertenecen a este mundo, sino
que nos inclinemos a las bondades eternas del cielo, exclamando al Señor de los
ejércitos: ¡Aleluya!
Ikos VI
Brillaste
como una luz divina en el desierto de Egipto, oh padre San Antonio, e
iluminaste a todos con los rayos de tus virtudes y milagros. Recordando tus
luchas, te bendecimos y clamamos:
Alégrate,
pues muchos santos venerables fueron coronados por ti.
Alégrate,
pues muchos hombres se salvaron por ti.
Alégrate,
visita de la gracia para los enfermos.
Alégrate,
ayuda de los extraños.
Alégrate,
destructor de la enemistad.
Alégrate,
aniquilador del enemigo.
Alégrate,
paz y firmeza de los fieles.
Alégrate,
rápida liberación de los peligros.
Alégrate,
extintor de la astucia y la picardía.
Alégrate,
consuelo de los desesperados.
Alégrate,
defensor de los ortodoxos.
Alégrate,
ayuda de los cristianos.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio VII
Deseando
llevar una lucha digna, y teniendo todo lo temporal como vano, habitaste en la
pobreza y la humildad del desierto, conversando con el único Dios y cantando
sin cesar: ¡Aleluya!
Ikos VII
El
Señor te reveló como un verdadero guía para los monjes, oh padre San Antonio, y
muchos de los que conocieron tu vida agradable a Dios, tu justicia y la altura
de tu sabiduría espiritual, escucharon tus palabras como las de un gran siervo
de Dios. Así, humildemente te clamamos:
Alégrate,
pues eres semejante a Abraham en la fe.
Alégrate,
pues eres semejante a David en la mansedumbre.
Alégrate,
pues adquiriste el celo de Elías.
Alégrate
pues seguiste el camino del Precursor.
Alégrate
pues derramaste el agua de tu oración en el desierto.
Alégrate,
pues sanaste a los paralíticos de la enfermedad espiritual.
Alégrate,
pues diste la vista a los ciegos espirituales.
Alégrate,
pues sanaste muchas enfermedades.
Alégrate,
guía maravilloso y sabio de los monjes.
Alégrate,
ferviente servidor de Cristo.
Alégrate,
consuelo dulce de los tristes.
Alégrate,
gloria de los monjes.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio VIII
Tras
haber contemplado la vida asombrosa de San Pablo, oh San Antonio, te
maravillaste por la grandeza de sus luchas y virtudes. Viendo su alma ascendida
al cielo, y rodeada de ángeles, clamaste a Dios, que es admirable entre sus
santos: ¡Aleluya!
Ikos VIII
Te
regocijaste con gran alegría, oh padre San Antonio, contemplando con la
clarividencia del alma el ascenso del alma de San Amonio. Por eso, te clamamos
con asombro:
Alégrate,
pues levantaste los ojos al cielo.
Alégrate,
pues amaste la gloria celestial por encima de todo.
Alégrate,
pues santificaste tu corazón con la oración incesante.
Alégrate,
pues estableciste a Dios en tu mente.
Alégrate,
pues viste el futuro como el presente.
Alégrate,
pues adquiriste grandes dones por tu humildad.
Alégrate,
pues liberaste a los cautivos del maligno.
Alégrate,
pues concedes la salud corporal y espiritual.
Alégrate,
intercesor en las penurias y calamidades.
Alégrate,
defensor en las tribulaciones y aflicciones.
Alégrate,
pues no abandonaste a tus consiervos.
Alégrate,
pues ofreces oraciones por los pecadores.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio IX
Todos
los poderes celestiales se maravillaron por la grandeza de tus obras, siendo
semejante a un ángel en todos los sentidos mientras aún eras débil en la carne,
pero fuiste fortalecido por el Señor y fuiste abundante en virtudes. Por eso,
te has unido a los coros de los ángeles, cantando a Dios: ¡Aleluya!
Ikos IX
La
elocuencia humana no es suficiente para alabar tu vida, oh padre San Antonio,
porque ¿quién puede contar todos tus ayunos, vigilias, enfermedades y trabajos?
¿Quién contaría tus lágrimas y suspiros ante Dios? Pero movidos por nuestro
amor por ti, te cantamos así:
Alégrate,
gran morador del desierto.
Alégrate,
maestro de la perfección.
Alégrate,
siervo del Dios verdadero.
Alégrate,
pues desterraste al maligno del desierto.
Alégrate,
trueno que golpea al maligno.
Alégrate,
revelador de sus artimañas.
Alégrate,
vasija de la gracia de Dios.
Alégrate,
morada del Espíritu Santo.
Alégrate,
adorno de los fieles.
Alégrate,
alabanza de los santos.
Alégrate,
fortaleza de los monjes.
Alégrate,
gloria de los padres.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio X
Fuiste
un guía fiel para los que querían salvarse, y ahora nos conduces a la salvación
por tu intercesión con los santos, para que podamos alcanzar, con nuestra
ascesis, el reino de los cielos, donde los ángeles cantan sin cesar: ¡Aleluya!
Ikos X
Fuiste
una muralla poderosa e inexpugnable para tus seguidores y los protegiste de las
saetas del maligno. Sé también un muro y protección contra los engaños del
maligno para los que te invocan:
Alégrate,
ángel terrenal.
Alégrate,
hombre celestial.
Alégrate,
morada pura y honesta de la santidad.
Alégrate,
vasija de grandes virtudes.
Alégrate,
apasionado amante de la piedad.
Alégrate
denunciador de las herejías.
Alégrate,
cumplimiento del amor de Cristo.
Alégrate,
instructor de los monjes.
Alégrate,
firme refugio de los fieles.
Alégrate,
poderoso estímulo de los caídos.
Alégrate,
fortaleza de los débiles y enfermos.
Alégrate,
consuelo de los desesperazos.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio XI
Acepta
nuestra humilde oración, elevada con amor y alabanza diligente, oh padre San
Antonio, e inclina con misericordia tu oído y dígnate guiarnos al
arrepentimiento por tus oraciones, para que podamos cantar a Dios: ¡Aleluya!
Ikos XI
Fuiste
una lámpara que contiene la luz de la verdadera Luz, oh San Antonio, y alumbras
los corazones de los fieles por tus luchas y milagros y nos instruyes en el
camino de la vida virtuosa y agradable a Dios. Por eso, te clamamos:
Alégrate,
maestro poderoso.
Alégrate,
guía confiable.
Alégrate,
pues te sometiste a la voluntad de Dios.
Alégrate,
pues amaste a Cristo por encima de todo.
Alégrate,
pues brillaste soportando pacientemente grandes penas.
Alégrate,
pues adquiriste la riqueza eterna por la pobreza voluntaria.
Alégrate,
pues pasaste tu vida en la paciencia y la penuria.
Alégrate,
pues valientemente soportaste la amargura del desierto.
Alégrate,
pues eres una inspiración en la lucha ascética.
Alégrate,
corrección de los pecadores.
Alégrate,
confesor de la fe.
Alégrate,
intercesor celoso por el mundo.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio XII
Conociendo
la gracia que Dios te concedió, veneramos con humildad tu imagen adornada de
santidad, oh siervo de Dios y te suplicamos que no nos abandones e intercedas
ante Cristo Dios, a quien cantamos con gratitud: ¡Aleluya!
Ikos XII
Celebrando
tu vida bienaventurada, alabamos también tu fin pacífico, oh venerable San
Antonio, y te rogamos que seas un consuelo presto en nuestras necesidades, pues
te clamamos:
Alégrate,
pues ahora estás ante la Trinidad consubstancial.
Alégrate,
regocijo de los ángeles.
Alégrate,
compañero de los santos.
Alégrate,
verdadera complacencia en Dios.
Alégrate,
siervo escogido de Cristo.
Alégrate,
intercesor ferviente por los que invocan tu nombre.
Alégrate,
maestro y esperanza de los que te honran.
Alégrate,
portador de la gracia de Dios.
Alégrate,
manantial divino.
Alégrate,
luchador incansable de la fe.
Alégrate,
pues has sido revestido con la incorrupción.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Contaquio XIII
(Este
contaquio se repite tres veces)
Oh
venerable padre San Antonio, eternamente vivo en el día sin ocaso del reino de
Cristo, intercede ante el Señor para que seamos liberados de toda calamidad,
desgracia y tormento eterno, y podamos así cantar en su reino eterno: ¡Aleluya,
Aleluya, Aleluya!
Oh
venerable padre San Antonio, eternamente vivo en el día sin ocaso del reino de
Cristo, intercede ante el Señor para que seamos liberados de toda calamidad,
desgracia y tormento eterno, y podamos así cantar en su reino eterno: ¡Aleluya,
Aleluya, Aleluya!
Oh
venerable padre San Antonio, eternamente vivo en el día sin ocaso del reino de
Cristo, intercede ante el Señor para que seamos liberados de toda calamidad,
desgracia y tormento eterno, y podamos así cantar en su reino eterno: ¡Aleluya,
Aleluya, Aleluya!
(Se
repite el contaquio I y el ikos I)
Contaquio I
Taumaturgo
elegido y grandioso siervo de Cristo, venerable padre San Antonio. Venerando
humildemente tu vida agradable a Dios, ofrecemos a Dios himnos de
agradecimiento por ti. Tú que confiaste plenamente en el Señor, libra de todo
peligro a los que con devoción te claman: ¡Alégrate, venerable padre San
Antonio, fundador de la vida en el desierto!
Ikos I
Amaste
la vida angélica desde tu juventud y deseaste caminar en los mandamientos de
Dios, oh venerable padre, y con celo por el Señor de los ejércitos, alzaste tu
mente a lo divino, contando lo temporal y terrenal como pérdida. Por eso.
Maravillados por la providencia de Dios en ti, con fe te clamamos:
Alégrate,
digno hijo de padres devotos.
Alégrate,
pues creciste en la piedad.
Alégrate,
pues seguiste a Cristo desde tu juventud.
Alégrate,
pues valoraste la vanidad terrenal como nada.
Alégrate,
trabajador ferviente de la viña de Cristo.
Alégrate,
maestro de los habitantes del desierto.
Alégrate,
pues deseaste la salvación para todos.
Alégrate,
pues mostraste el verdadero camino monástico.
Alégrate,
lámpara que iluminas con el fuego divino.
Alégrate,
roca inquebrantable de la fe en Cristo.
Alégrate,
pues resplandeces con la gracia del Espíritu Santo.
Alégrate,
pues fuiste coronado con las obras excelentes.
Alégrate,
venerable padre San Antonio, fundador de la vida en el desierto.
Oración
a San Antonio el Grande
Oh
venerable padre portador de Dios, San Antonio. Tú eres un digno intercesor por
tu oración ante el trono de la Santísima Trinidad, y el Señor misericordioso
siempre te escucha, pues eres su fiel servidor. Así, humildemente acudimos a ti
con humildad, oh santo de Dios. No dejes de interceder por nosotros ante Él,
que es adorado y glorificado en la Trinidad, para que nos mire con misericordia
y no nos deje perecer por nuestros pecados, sino que nos levante de la
corrupción y nos aleje de la vida miserable, apartándonos así de nuestras
rebeliones futuras y perdonando todas nuestras faltas cometidas de palabra o
pensamiento, desde nuestro nacimiento hasta la hora presente. Oh asceta de la
virtud, mira la debilidad y el dolor de nuestro tiempo, y no ceses de suplicar
ante Dios para que nos conceda su misericordia, para que nos libre de las
tentaciones del mundo, del engaño del maligno y de los deseos carnales, y así
podamos recibir lo necesario en esta vida temporal, siendo liberados de la
aflicción y la tribulación, con paciencia inquebrantable hasta el fin de
nuestros días. Te imploramos que intercedas para que podamos pasar el resto de
nuestra vida en la paz y el arrepentimiento y que podamos salir de este mundo,
de camino al cielo, escapando de las tribulaciones, los demonios del cielo y
los tormentos eternos, y seamos dignos del reino celestial contigo y todos los
santos que son agradables a nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo, a quien
es debida toda gloria, honor y adoración, junto con el Padre sin principio y el
Espíritu Santo, bueno y vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los
siglos. Amén.
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