Contaquio I
Desde las profundidades de las tinieblas y de la desesperación, Te clamo, oh Señor, a Ti que pendías sobre la cruz en las tinieblas. Desde el abismo del dolor y de la confusión, elevo esta oración, y con todo mi corazón, Te canto a plena voz: ¡Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti!.
Ikos I
En el día de mi tristeza, te busco, oh Señor, y en la noche, mi mano se tiende hacia Ti sin cansarse. Mis ojos, llorando, no encuentran ningún reposo, y estoy tan turbado que no puedo hablar. Por tanto, mientras que mi espíritu medita en la noche, elevo estos himnos hacia Ti:
Jesús, Salvador de los abandonados.
Jesús, Esperanza de los desesperados.
Jesús, Estrella que guía a los extraviados.
Jesús, gozoso retorno del exilio.
Jesús, victoria imprevista.
Jesús, triunfo eterno.
Jesús alba radiante tras la noche sin fin.
Jesús, Luz eterna del reino.
Jesús, enjuga mis lágrimas.
Jesús, calma el pánico de mi corazón.
Jesús, exultación de los que están rodeados por el miedo.
Jesús, gozo de los que son aplastados por la tristeza.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio II
Oh Señor, Dios de mi salvación, he clamado hacia Ti día y noche. Mi alma está cubierta de males y mi vida se aproxima al Hades. Yazgo en las profundidades del foso, en las regiones tenebrosas y profundas. Mis amigos y los que me aman se han ido lejos de mí, y mis compañeros están en las tinieblas. Pero por Tu gracia, desafío las tinieblas, y declaro Tu ayuda salvadora en la tierra del olvido, clamando en alta voz: ¡Aleluya!
Ikos II
La aflicción me ha aislado de los que me rodean, y ya no puedo sentir Tu amor, oh Señor. Camino por la luz como un ser olvidado entre los muertos, como los difuntos que yacen en la tumba, de los cuales Tú ya no te acuerdas. Pero Tú eres el que hace prodigios por los muertos, y tu amor inquebrantable se declara en la tumba. Confiando sólo en Ti, hago conocer tus maravillas:
Jesús, consuelo de los afligidos.
Jesús, consuelo de los moribundos.
Jesús, libertad de los prisioneros y de los que están olvidados.
Jesús, compañero de los separados y abandonados.
Jesús, concede la paz al corazón en el tormento.
Jesús, por mí apacigua a los que están en la aflicción.
Jesús, calma de la tempestad.
Jesús, refugio de los viajeros.
Jesús, resurrección para aquellos cuyos hijos están muertos.
Jesús, serenidad de aquellos cuyo dolor es crónico.
Jesús, promesa de victoria final.
Jesús, posesión de la paz invencible.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio III
El enemigo persigue mi alma, oh Señor, ha aplastado mi vida contra la tierra, y soy presa de las tinieblas, como los muertos de hace muchos años. Mi espíritu está perturbado por la depresión, y mi corazón está consternado. Pero soy Tu siervo, oh Dios misericordioso, y Tu Espíritu bueno me conducirá a caminos de rectitud con una fuerza renovada. Esperando este día, incluso hoy, tiendo hacia Ti mis manos, clamando: ¡Aleluya!
Ikos III
A pesar de los ataques de mis enemigos espirituales, pongo mi confianza en Ti, oh Salvador, sabiendo que me enseñarás la forma de caminar de forma segura. Incluso si permanezco en tierras áridas, busco en Ti el agua vivificante, ofreciéndote himnos como estos:
Jesús, escudo y protección.
Jesús, defensa sin quebranto.
Jesús, fuente en el desierto.
Jesús, manantial del reino.
Jesús, destierro del abatimiento.
Jesús, sé el resplandor de mi corazón.
Jesús, seguridad en medio de los enemigos.
Jesús, esperanza cuando toda otra esperanza está perdida.
Jesús, prueba de regocijo eterno.
Jesús, destierro de las sombras de la vida.
Jesús, haz resplandecer mi inocencia.
Jesús, perdona todos mis pecados.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio IV
La mujer siro-fenicia cuya hija estaba cruelmente poseída por un demonio clamaba a Ti, oh Hijo de David, para enseñarle que Tú solamente fuiste enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel. A pesar de Tu silencio, la fe de esta pagana encontró Tu compasión, y regresó a su casa, cantando: ¡Aleluya!
Ikos IV
A pesar de mis súplicas, numerosas e incesantes, no encuentro respuesta, oh Señor, y mi corazón está demasiado cansado para continuar. Me siento indigno incluso de recoger las migajas de Tu mesa, y en todo lugar, no encuentro nada, más que desaliento. Pero sabiendo que Tú salvas a los que invocan Tu Nombre, oh Jesús, y confiando en que prestas oído a las palabras de mi boca, me inclino ante Ti, diciendo:
Jesús, acogida de los extraños.
Jesús, orgullo de los santos.
Jesús, sálvame, pues alabo Tu Nombre con amor.
Jesús, defiéndeme mientras me aproximo a Tu misericordia con fe.
Jesús, perdón de mis numerosas ofensas.
Jesús, sanador de mi corazón pecador.
Jesús, alimento de los niños.
Jesús, fiesta de los pobres.
Jesús, Rey que das fuerza a los que están agotados.
Jesús, Maestro, que concedes la liberación a los oprimidos.
Jesús, destructor de los demonios.
Jesús, alabanza de los ángeles.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio V
Bartimeo, el mendigo ciego pensaba que pasarías cerca de él, oh Salvador, y aunque muchos le reprochaban, no dejaba de clamar: “Hijo de David, ten piedad de mí”. En Tu bondad acostumbrada, lo llamaste hacia Ti y le concediste la Luz, a fin de que te siguiera en el camino, cantando: ¡Aleluya!
Ikos V
Como un hijo dejado solo en la oscuridad, clamo hacia Ti, oh Hijo de David, refugiándome en las sombra de Tus alas, hasta que las tempestades de la destrucción pasen. Aunque mi alma esté entre los leones que rugen, y aunque no haya salvación para mí, mi corazón es firme y te canta estas alabanzas:
Jesús, vista de los ciegos.
Jesús, riqueza del mendigo.
Jesús, puerto de los que están en la tempestad.
Jesús, fortaleza de todos los que son asediados.
Jesús, Tu gloria está por encima de los cielos.
Jesús, Tu resplandor llena la tierra.
Jesús, exaltación trascendente del Padre.
Jesús, dispensador del Espíritu vivificante.
Jesús, escucha mi clamor cuando los demás están sordos.
Jesús, llámame a Tu trono y sálvame.
Jesús, océano de misericordia sin fin.
Jesús, firmamento infinito de la verdad.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio VI
Como el ciervo ansioso anhela las aguas vivas, como la madre que llora la pérdida de un hijo, permanezco anhelante. La aflicción se ha apoderado de mí, y mis lágrimas son mi alimento noche y día. Aunque todas las olas del pánico choquen contra mí, Tú eres mi socorro en la prueba, oh Dios, y mi alabanza por Ti permanece en la noche: ¡Aleluya!
Ikos VI
El gozo pascual de las procesiones alrededor de la Casa de Dios es un recuerdo lejano, oh Señor, y mi alma están en la desesperación. Toda mi fe anterior ha sido perturbada, de modo que digo a Dios, mi roca: “¿Por qué me has olvidado?”. Pero el Señor manifestará de nuevo Su amor inquebrantable por mí, y esperando su socorro, Lo alabo, cantando:
Jesús, gozo del regreso al hogar para los pecadores.
Jesús, reunión largamente esperada con todos los que están en el cielo.
Jesús, seca mis lágrimas amargas.
Jesús, restaura mi alabanza olvidada.
Jesús, Luz procedente del Padre luminoso.
Jesús, verdad que nos conduce al altar celestial de Dios.
Jesús, fiesta que libera el corazón sobrecargado.
Jesús, tranquilidad que apacigua el espíritu turbado.
Jesús, regreso de las celebraciones para los que están desalentados.
Jesús, restablecimiento de las festividades para los que están lejos.
Jesús, Tú eres quien hace bailar a los afligidos.
Jesús, Tú eres quien hace cantar a los abatidos.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio VII
El hombre cuya hija acababa de morir estaba angustiado, oh Señor, cuando parecía que Tu venida para salvarla era demasiado tardía. Pero le dijiste que no temiera, sino que tuviera fe, y por un simple mandato, resucitaste a su hija de entre los muertos. Lleno de gozo, el padre afligido exclamó: ¡Aleluya!
Ikos VII
Como aquellos cuyos hogares son asolados por la muerte, mi propia casa está llena de duelo, y contemplo el alba de cada nuevo día con temor. Pero, guardando mi fe en Ti, pisoteo mi miedo, y abro mis labios con confianza para ofrecerte estos himnos, oh Señor Dador de vida:
Jesús, vencedor del infierno.
Jesús, fuente de resurrección.
Jesús, borra mi miedo del futuro.
Jesús, sana las penas de mi pasado.
Jesús, guarda mi alma en paz en la batalla contra mis adversarios.
Jesús, vence a mis numerosos enemigos espirituales.
Jesús, Tú eres quien hace huir la desesperación.
Jesús, Tú eres quien llena el corazón de esperanza.
Jesús, luz que ninguna tiniebla puede alcanzar.
Jesús, gozo que ninguna aflicción puede borrar.
Jesús, gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Jesús, himno sin fin de los que nacen a la vida nueva.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio VIII
La mujer hemorroisa sufrió durante muchos años, empeorando su mal a pesar de todo el dinero que había gastado en médicos. Sintiéndose impura, tuvo miedo de acercarse a Ti, oh Señor, y en secreto, tocó el borde de Tu vestidura para encontrar la curación. Mas cuando la encontraste entre la multitud, la liberaste de sus temores, así como de su enfermedad y la dejaste marchar en paz. Cuando ella conoció Tu compasión inesperada, su corazón saltó de gozo y exclamó: ¡Aleluya!
Ikos VIII
Oh Señor, no hay nada sano en mi carne y mi dolor siempre está conmigo. Mis heridas se vuelven repugnantes y se envenenan, y camino en duelo todo el día. Aunque muchos intenten reconfortarme, estoy paralizado, y no tengo más que gemidos a causa del tumulto de mi corazón. Pero Tú no estás lejos de mí, oh mi Dios, y Te darás prisa en venir en mi ayuda. Por eso, abro mis labios para alabar al Señor, mi salvación, diciendo:
Jesús, salud de mis huesos.
Jesús, promesa de mi resurrección.
Jesús, fuerza sin desfallecimiento.
Jesús, perdón de mi locura.
Jesús, curación para los que tocan el borde de Tu vestidura.
Jesús, restauración de los que sólo confían en Tu misericordia.
Jesús, gozo inesperado.
Jesús, exultación eterna.
Jesús, sostenme cuando esté a punto de caer.
Jesús, perdóname cuando mis iniquidades sobrepasen mi cabeza.
Jesús, poder de mi juventud.
Jesús, sabiduría de mi vejez.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio IX
El endemoniado gadareno estaba sometido interiormente por una legión de demonios, oh Maestro Salvador, y había habitado en los desiertos de la desesperación, pues ninguna cadena humana tenía suficiente fuerza para retener su furia. Viendo acercarse a su Salvador, corrió hacia Ti, y postrándose, te imploró la liberación. Cuando expulsaste a sus enemigos y sus pecados fueron sumergidos en las profundidades del mar, exhaló un suspiro de paz, diciendo: ¡Aleluya!
Ikos IX
Mis enemigos espirituales me han pisoteado por tierra, oh Señor, pues son numerosos los que luchan contra mí. Una legión de pecados interiores combate ferozmente contra mí, rugiendo por hacerme caer a cada paso. Por eso, Tú has visto mis lágrimas, oh Cristo, y has inscrito mi dolor en Tu libro, y librarás mis pies de la caída, de forma que pueda caminar ante Ti hacia la luz de la vida, alabando Tu palabra y diciendo:
Jesús, absolución del condenado.
Jesús, himno de los que son perdonados.
Jesús, expulsa a mis enemigos sin número.
Jesús, perdona la multitud de mis pecados.
Jesús, vestidura de los que están desnudos.
Jesús, salud del espíritu para los que están locos.
Jesús, terror de los demonios que huyen escuchando Tu nombre.
Jesús, himno de los ángeles que se acercan a Tu amor.
Jesús, Tú eres quien seca mis lágrimas.
Jesús, Tú eres quien trae el gozo a los que están en el desierto.
Jesús, Tú eres quien hace volver a los exiliados.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio X
La viuda cuyo hijo único murió, quedaba sola en el mundo, abandonada por los que la habían amado. Cuando su hijo era llevado a su sepultura, el Señor se encontró con ella y le ordenó secar sus lágrimas. Por una palabra, Él resucitó al joven hombre para una nueva vida, enseñando a todos los presentes a cambiar su canto fúnebre para clamar: ¡Aleluya!
Ikos X
Oh Señor, estoy separado de los que un día me amaron, y la aflicción me ha separado de mis amigos. Estoy lleno de llanto y mis ojos son consumidos en la espera de mi Dios. El vacío y la soledad me aplastan todas las noches, y durante el día, el absurdo me ahoga. Desde los extremos de la tierra, clamo hacia Ti cuando mi corazón es débil, elevándote estos himnos:
Jesús, amigo indefectible de los que están abandonados.
Jesús, amor de mi alma.
Jesús, serenidad de los que están en medio de las tempestades.
Jesús, fuerza renovada de los que son asediados.
Jesús, colma la vida de mi corazón.
Jesús, sírvete de mi como instrumento de Tu paz.
Jesús, fuerza para el día de la batalla.
Jesús, bandera de la gloriosa victoria.
Jesús, sanador del pasado.
Jesús, guía del futuro.
Jesús, perdón triunfante.
Jesús, justificación eterna.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio XI
Jesús permitió a su amigo amado Lázaro afrontar la amargura de la muerte, de modo que estuvo en la tumba durante cuatro día, experimentando su carne la corrupción. Pero Cristo vino al mundo para pisotear la muerte, y con un clamor poderoso, llamó a Lázaro de entre las profundidades, a fin de que el muerto surgiera de la tumba para clamar: ¡Aleluya!
Ikos XI
Lo que tanto temo ha venido a mí, y la muerte ronda a mi alrededor. Mi fe, en la que confío, no tiene defensa contra el temor glacial que me perfora el corazón, y cada noche, lleno mi lecho de llanto. Pero Tú, oh Jesús, eres la Resurrección y la Vida, e incluso en la Gehena no cesaré de dirigirte alabanzas:
Jesús, esperanza de los que están condenados a muerte.
Jesús, resurrección de los que creen en Tu palabra.
Jesús, himno que ningún temor puede reducir al silencio.
Jesús, quietud que ningún horror puede quebrantar.
Jesús, eleva mis ojos de la muerte para que pueda ver Tu reino eterno.
Jesús, llena mi corazón con la promesa de Tu vida sin fin.
Jesús, gloria resplandeciente de los que afrontan la muerte.
Jesús, fortaleza intemporal de los mártires.
Jesús, valor frente al peligro mortal.
Jesús, constancia ante las continuas pruebas.
Jesús, gloria divina, que transfiguras los corazones heridos.
Jesús, victoria de Dios, que traes de vuelva a los soldados.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio XII
Con alta voz y con lágrimas, oh Jesús, pediste que la copa de la amargura pudiera serte evitada, y el sudor de Tu santo cuerpo caía como gotas de sangre. Aunque tus discípulos te abandonaron y huyeron, oh Cristo, Tu no te debilitaste, sino que cumpliste la voluntad del Padre hasta el fin. Maravillándonos de Tu fidelidad, los que somos débiles te clamamos: ¡Aleluya!
Ikos XII
Por amor a los hombres y por nuestra salvación, oh Hijo de Dios, fuiste suspendido en la cruz. Aunque clamaste que Dios te había abandonado, por obediencia, bebiste la copa del sufrimiento hasta terminarla. Aunque todos los que te rodeaban se burlaban de Ti y blasfemaban, Tú entregaste Tu espíritu en manos del Padre y moriste en las tinieblas. Llenos de estupor ante este misterio, nosotros pecadores clamamos desde el fondo de nuestras almas:
Jesús, cordero cuya dulzura es más fuerte que el mundo.
Jesús, sacrificio cuya sangre purifica toda la tierra.
Jesús, rechazado por los hombres, obedeciste hasta la muerte en la cruz.
Jesús, Rey de los siglos, que reinas desde el trono celestial.
Jesús, guárdame de caer en la hora de la prueba.
Jesús, fortifícame para la batalla inminente.
Jesús, cuya muerte en el madero pisotea mi mortalidad.
Jesús, cuya elevación en la cruz destruye al príncipe de este mundo.
Jesús, pascua eterna y poder de Dios.
Jesús, Reino universal entregado a los hombres, pecadores.
Jesús, luz de los hijos de la tierra que desesperan.
Jesús, luz de los santos triunfantes en la gloria.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio XIII
(Este contaquio se repite tres veces)
Oh Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador, sólo en Tu palabra ponemos nuestra confianza. Aunque el sufrimiento y la agitación llenen nuestros espíritus, cruzamos las tinieblas para tomar Tu mano y recibir Tu misericordia. Sé nuestro gozo y nuestra paz mientras atravesamos este valle terrible, y sostennos cuando nos falten las fuerzas, a fin de que podamos cantarte por los siglos de los siglos: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
Oh Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador, sólo en Tu palabra ponemos nuestra confianza. Aunque el sufrimiento y la agitación llenen nuestros espíritus, cruzamos las tinieblas para tomar Tu mano y recibir Tu misericordia. Sé nuestro gozo y nuestra paz mientras atravesamos este valle terrible, y sostennos cuando nos falten las fuerzas, a fin de que podamos cantarte por los siglos de los siglos: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
Oh Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador, sólo en Tu palabra ponemos nuestra confianza. Aunque el sufrimiento y la agitación llenen nuestros espíritus, cruzamos las tinieblas para tomar Tu mano y recibir Tu misericordia. Sé nuestro gozo y nuestra paz mientras atravesamos este valle terrible, y sostennos cuando nos falten las fuerzas, a fin de que podamos cantarte por los siglos de los siglos: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
(Se repite el ikos y el contaquio I)
Ikos I
En el día de mi tristeza, te busco, oh Señor, y en la noche, mi mano se tiende hacia Ti sin cansarse. Mis ojos, llorando, no encuentran ningún reposo, y estoy tan turbado que no puedo hablar. Por tanto, mientras que mi espíritu medita en la noche, elevo estos himnos hacia Ti:
Jesús, Salvador de los abandonados.
Jesús, Esperanza de los desesperados.
Jesús, Estrella que guía a los extraviados.
Jesús, gozoso retorno del exilio.
Jesús, victoria imprevista.
Jesús, triunfo eterno.
Jesús alba radiante tras la noche sin fin.
Jesús, Luz eterna del reino.
Jesús, enjuga mis lágrimas.
Jesús, calma el pánico de mi corazón.
Jesús, exultación de los que están rodeados por el miedo.
Jesús, gozo de los que son aplastados por la tristeza.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio I
Desde las profundidades de las tinieblas y de la desesperación, Te clamo, oh Señor, a Ti que pendías sobre la cruz en las tinieblas. Desde el abismo del dolor y de la confusión, elevo esta oración, y con todo mi corazón, Te canto a plena voz: ¡Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti!.
Oración a Jesús Cristo, Luz de los que están en las tinieblas
Oh Jesús, nuestro Rey, ten piedad y compasión de nosotros mientras luchamos, y recibe nuestros himnos como una ofrenda y sacrificio de agradable olor. En nuestra agitación, nuestro vacío y sufrimiento, nos volvemos hacia Ti, alabándote por Tu gran gloria. Álzanos, como un padre alza a su hijo pequeño, y haznos atravesar este tiempo de tinieblas y de dolor, en Tu luz maravillosa. Alivia nuestras cargas según Tu gran sabiduría y amor. Aceptamos todo lo que viene de Tu mano misericordiosa, y Te suplicamos que nos concedas hacer Tu voluntad. Así, seguros de caminar de forma agradable a Ti, hasta nuestro último aliento no dejaremos de dar gracias a Tu nombre santísimo, junto con Tu Padre sin principio, y Tu Espíritu Santo, Bueno y Vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Desde las profundidades de las tinieblas y de la desesperación, Te clamo, oh Señor, a Ti que pendías sobre la cruz en las tinieblas. Desde el abismo del dolor y de la confusión, elevo esta oración, y con todo mi corazón, Te canto a plena voz: ¡Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti!.
Ikos I
En el día de mi tristeza, te busco, oh Señor, y en la noche, mi mano se tiende hacia Ti sin cansarse. Mis ojos, llorando, no encuentran ningún reposo, y estoy tan turbado que no puedo hablar. Por tanto, mientras que mi espíritu medita en la noche, elevo estos himnos hacia Ti:
Jesús, Salvador de los abandonados.
Jesús, Esperanza de los desesperados.
Jesús, Estrella que guía a los extraviados.
Jesús, gozoso retorno del exilio.
Jesús, victoria imprevista.
Jesús, triunfo eterno.
Jesús alba radiante tras la noche sin fin.
Jesús, Luz eterna del reino.
Jesús, enjuga mis lágrimas.
Jesús, calma el pánico de mi corazón.
Jesús, exultación de los que están rodeados por el miedo.
Jesús, gozo de los que son aplastados por la tristeza.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio II
Oh Señor, Dios de mi salvación, he clamado hacia Ti día y noche. Mi alma está cubierta de males y mi vida se aproxima al Hades. Yazgo en las profundidades del foso, en las regiones tenebrosas y profundas. Mis amigos y los que me aman se han ido lejos de mí, y mis compañeros están en las tinieblas. Pero por Tu gracia, desafío las tinieblas, y declaro Tu ayuda salvadora en la tierra del olvido, clamando en alta voz: ¡Aleluya!
Ikos II
La aflicción me ha aislado de los que me rodean, y ya no puedo sentir Tu amor, oh Señor. Camino por la luz como un ser olvidado entre los muertos, como los difuntos que yacen en la tumba, de los cuales Tú ya no te acuerdas. Pero Tú eres el que hace prodigios por los muertos, y tu amor inquebrantable se declara en la tumba. Confiando sólo en Ti, hago conocer tus maravillas:
Jesús, consuelo de los afligidos.
Jesús, consuelo de los moribundos.
Jesús, libertad de los prisioneros y de los que están olvidados.
Jesús, compañero de los separados y abandonados.
Jesús, concede la paz al corazón en el tormento.
Jesús, por mí apacigua a los que están en la aflicción.
Jesús, calma de la tempestad.
Jesús, refugio de los viajeros.
Jesús, resurrección para aquellos cuyos hijos están muertos.
Jesús, serenidad de aquellos cuyo dolor es crónico.
Jesús, promesa de victoria final.
Jesús, posesión de la paz invencible.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio III
El enemigo persigue mi alma, oh Señor, ha aplastado mi vida contra la tierra, y soy presa de las tinieblas, como los muertos de hace muchos años. Mi espíritu está perturbado por la depresión, y mi corazón está consternado. Pero soy Tu siervo, oh Dios misericordioso, y Tu Espíritu bueno me conducirá a caminos de rectitud con una fuerza renovada. Esperando este día, incluso hoy, tiendo hacia Ti mis manos, clamando: ¡Aleluya!
Ikos III
A pesar de los ataques de mis enemigos espirituales, pongo mi confianza en Ti, oh Salvador, sabiendo que me enseñarás la forma de caminar de forma segura. Incluso si permanezco en tierras áridas, busco en Ti el agua vivificante, ofreciéndote himnos como estos:
Jesús, escudo y protección.
Jesús, defensa sin quebranto.
Jesús, fuente en el desierto.
Jesús, manantial del reino.
Jesús, destierro del abatimiento.
Jesús, sé el resplandor de mi corazón.
Jesús, seguridad en medio de los enemigos.
Jesús, esperanza cuando toda otra esperanza está perdida.
Jesús, prueba de regocijo eterno.
Jesús, destierro de las sombras de la vida.
Jesús, haz resplandecer mi inocencia.
Jesús, perdona todos mis pecados.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio IV
La mujer siro-fenicia cuya hija estaba cruelmente poseída por un demonio clamaba a Ti, oh Hijo de David, para enseñarle que Tú solamente fuiste enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel. A pesar de Tu silencio, la fe de esta pagana encontró Tu compasión, y regresó a su casa, cantando: ¡Aleluya!
Ikos IV
A pesar de mis súplicas, numerosas e incesantes, no encuentro respuesta, oh Señor, y mi corazón está demasiado cansado para continuar. Me siento indigno incluso de recoger las migajas de Tu mesa, y en todo lugar, no encuentro nada, más que desaliento. Pero sabiendo que Tú salvas a los que invocan Tu Nombre, oh Jesús, y confiando en que prestas oído a las palabras de mi boca, me inclino ante Ti, diciendo:
Jesús, acogida de los extraños.
Jesús, orgullo de los santos.
Jesús, sálvame, pues alabo Tu Nombre con amor.
Jesús, defiéndeme mientras me aproximo a Tu misericordia con fe.
Jesús, perdón de mis numerosas ofensas.
Jesús, sanador de mi corazón pecador.
Jesús, alimento de los niños.
Jesús, fiesta de los pobres.
Jesús, Rey que das fuerza a los que están agotados.
Jesús, Maestro, que concedes la liberación a los oprimidos.
Jesús, destructor de los demonios.
Jesús, alabanza de los ángeles.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio V
Bartimeo, el mendigo ciego pensaba que pasarías cerca de él, oh Salvador, y aunque muchos le reprochaban, no dejaba de clamar: “Hijo de David, ten piedad de mí”. En Tu bondad acostumbrada, lo llamaste hacia Ti y le concediste la Luz, a fin de que te siguiera en el camino, cantando: ¡Aleluya!
Ikos V
Como un hijo dejado solo en la oscuridad, clamo hacia Ti, oh Hijo de David, refugiándome en las sombra de Tus alas, hasta que las tempestades de la destrucción pasen. Aunque mi alma esté entre los leones que rugen, y aunque no haya salvación para mí, mi corazón es firme y te canta estas alabanzas:
Jesús, vista de los ciegos.
Jesús, riqueza del mendigo.
Jesús, puerto de los que están en la tempestad.
Jesús, fortaleza de todos los que son asediados.
Jesús, Tu gloria está por encima de los cielos.
Jesús, Tu resplandor llena la tierra.
Jesús, exaltación trascendente del Padre.
Jesús, dispensador del Espíritu vivificante.
Jesús, escucha mi clamor cuando los demás están sordos.
Jesús, llámame a Tu trono y sálvame.
Jesús, océano de misericordia sin fin.
Jesús, firmamento infinito de la verdad.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio VI
Como el ciervo ansioso anhela las aguas vivas, como la madre que llora la pérdida de un hijo, permanezco anhelante. La aflicción se ha apoderado de mí, y mis lágrimas son mi alimento noche y día. Aunque todas las olas del pánico choquen contra mí, Tú eres mi socorro en la prueba, oh Dios, y mi alabanza por Ti permanece en la noche: ¡Aleluya!
Ikos VI
El gozo pascual de las procesiones alrededor de la Casa de Dios es un recuerdo lejano, oh Señor, y mi alma están en la desesperación. Toda mi fe anterior ha sido perturbada, de modo que digo a Dios, mi roca: “¿Por qué me has olvidado?”. Pero el Señor manifestará de nuevo Su amor inquebrantable por mí, y esperando su socorro, Lo alabo, cantando:
Jesús, gozo del regreso al hogar para los pecadores.
Jesús, reunión largamente esperada con todos los que están en el cielo.
Jesús, seca mis lágrimas amargas.
Jesús, restaura mi alabanza olvidada.
Jesús, Luz procedente del Padre luminoso.
Jesús, verdad que nos conduce al altar celestial de Dios.
Jesús, fiesta que libera el corazón sobrecargado.
Jesús, tranquilidad que apacigua el espíritu turbado.
Jesús, regreso de las celebraciones para los que están desalentados.
Jesús, restablecimiento de las festividades para los que están lejos.
Jesús, Tú eres quien hace bailar a los afligidos.
Jesús, Tú eres quien hace cantar a los abatidos.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio VII
El hombre cuya hija acababa de morir estaba angustiado, oh Señor, cuando parecía que Tu venida para salvarla era demasiado tardía. Pero le dijiste que no temiera, sino que tuviera fe, y por un simple mandato, resucitaste a su hija de entre los muertos. Lleno de gozo, el padre afligido exclamó: ¡Aleluya!
Ikos VII
Como aquellos cuyos hogares son asolados por la muerte, mi propia casa está llena de duelo, y contemplo el alba de cada nuevo día con temor. Pero, guardando mi fe en Ti, pisoteo mi miedo, y abro mis labios con confianza para ofrecerte estos himnos, oh Señor Dador de vida:
Jesús, vencedor del infierno.
Jesús, fuente de resurrección.
Jesús, borra mi miedo del futuro.
Jesús, sana las penas de mi pasado.
Jesús, guarda mi alma en paz en la batalla contra mis adversarios.
Jesús, vence a mis numerosos enemigos espirituales.
Jesús, Tú eres quien hace huir la desesperación.
Jesús, Tú eres quien llena el corazón de esperanza.
Jesús, luz que ninguna tiniebla puede alcanzar.
Jesús, gozo que ninguna aflicción puede borrar.
Jesús, gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Jesús, himno sin fin de los que nacen a la vida nueva.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio VIII
La mujer hemorroisa sufrió durante muchos años, empeorando su mal a pesar de todo el dinero que había gastado en médicos. Sintiéndose impura, tuvo miedo de acercarse a Ti, oh Señor, y en secreto, tocó el borde de Tu vestidura para encontrar la curación. Mas cuando la encontraste entre la multitud, la liberaste de sus temores, así como de su enfermedad y la dejaste marchar en paz. Cuando ella conoció Tu compasión inesperada, su corazón saltó de gozo y exclamó: ¡Aleluya!
Ikos VIII
Oh Señor, no hay nada sano en mi carne y mi dolor siempre está conmigo. Mis heridas se vuelven repugnantes y se envenenan, y camino en duelo todo el día. Aunque muchos intenten reconfortarme, estoy paralizado, y no tengo más que gemidos a causa del tumulto de mi corazón. Pero Tú no estás lejos de mí, oh mi Dios, y Te darás prisa en venir en mi ayuda. Por eso, abro mis labios para alabar al Señor, mi salvación, diciendo:
Jesús, salud de mis huesos.
Jesús, promesa de mi resurrección.
Jesús, fuerza sin desfallecimiento.
Jesús, perdón de mi locura.
Jesús, curación para los que tocan el borde de Tu vestidura.
Jesús, restauración de los que sólo confían en Tu misericordia.
Jesús, gozo inesperado.
Jesús, exultación eterna.
Jesús, sostenme cuando esté a punto de caer.
Jesús, perdóname cuando mis iniquidades sobrepasen mi cabeza.
Jesús, poder de mi juventud.
Jesús, sabiduría de mi vejez.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio IX
El endemoniado gadareno estaba sometido interiormente por una legión de demonios, oh Maestro Salvador, y había habitado en los desiertos de la desesperación, pues ninguna cadena humana tenía suficiente fuerza para retener su furia. Viendo acercarse a su Salvador, corrió hacia Ti, y postrándose, te imploró la liberación. Cuando expulsaste a sus enemigos y sus pecados fueron sumergidos en las profundidades del mar, exhaló un suspiro de paz, diciendo: ¡Aleluya!
Ikos IX
Mis enemigos espirituales me han pisoteado por tierra, oh Señor, pues son numerosos los que luchan contra mí. Una legión de pecados interiores combate ferozmente contra mí, rugiendo por hacerme caer a cada paso. Por eso, Tú has visto mis lágrimas, oh Cristo, y has inscrito mi dolor en Tu libro, y librarás mis pies de la caída, de forma que pueda caminar ante Ti hacia la luz de la vida, alabando Tu palabra y diciendo:
Jesús, absolución del condenado.
Jesús, himno de los que son perdonados.
Jesús, expulsa a mis enemigos sin número.
Jesús, perdona la multitud de mis pecados.
Jesús, vestidura de los que están desnudos.
Jesús, salud del espíritu para los que están locos.
Jesús, terror de los demonios que huyen escuchando Tu nombre.
Jesús, himno de los ángeles que se acercan a Tu amor.
Jesús, Tú eres quien seca mis lágrimas.
Jesús, Tú eres quien trae el gozo a los que están en el desierto.
Jesús, Tú eres quien hace volver a los exiliados.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio X
La viuda cuyo hijo único murió, quedaba sola en el mundo, abandonada por los que la habían amado. Cuando su hijo era llevado a su sepultura, el Señor se encontró con ella y le ordenó secar sus lágrimas. Por una palabra, Él resucitó al joven hombre para una nueva vida, enseñando a todos los presentes a cambiar su canto fúnebre para clamar: ¡Aleluya!
Ikos X
Oh Señor, estoy separado de los que un día me amaron, y la aflicción me ha separado de mis amigos. Estoy lleno de llanto y mis ojos son consumidos en la espera de mi Dios. El vacío y la soledad me aplastan todas las noches, y durante el día, el absurdo me ahoga. Desde los extremos de la tierra, clamo hacia Ti cuando mi corazón es débil, elevándote estos himnos:
Jesús, amigo indefectible de los que están abandonados.
Jesús, amor de mi alma.
Jesús, serenidad de los que están en medio de las tempestades.
Jesús, fuerza renovada de los que son asediados.
Jesús, colma la vida de mi corazón.
Jesús, sírvete de mi como instrumento de Tu paz.
Jesús, fuerza para el día de la batalla.
Jesús, bandera de la gloriosa victoria.
Jesús, sanador del pasado.
Jesús, guía del futuro.
Jesús, perdón triunfante.
Jesús, justificación eterna.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio XI
Jesús permitió a su amigo amado Lázaro afrontar la amargura de la muerte, de modo que estuvo en la tumba durante cuatro día, experimentando su carne la corrupción. Pero Cristo vino al mundo para pisotear la muerte, y con un clamor poderoso, llamó a Lázaro de entre las profundidades, a fin de que el muerto surgiera de la tumba para clamar: ¡Aleluya!
Ikos XI
Lo que tanto temo ha venido a mí, y la muerte ronda a mi alrededor. Mi fe, en la que confío, no tiene defensa contra el temor glacial que me perfora el corazón, y cada noche, lleno mi lecho de llanto. Pero Tú, oh Jesús, eres la Resurrección y la Vida, e incluso en la Gehena no cesaré de dirigirte alabanzas:
Jesús, esperanza de los que están condenados a muerte.
Jesús, resurrección de los que creen en Tu palabra.
Jesús, himno que ningún temor puede reducir al silencio.
Jesús, quietud que ningún horror puede quebrantar.
Jesús, eleva mis ojos de la muerte para que pueda ver Tu reino eterno.
Jesús, llena mi corazón con la promesa de Tu vida sin fin.
Jesús, gloria resplandeciente de los que afrontan la muerte.
Jesús, fortaleza intemporal de los mártires.
Jesús, valor frente al peligro mortal.
Jesús, constancia ante las continuas pruebas.
Jesús, gloria divina, que transfiguras los corazones heridos.
Jesús, victoria de Dios, que traes de vuelva a los soldados.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio XII
Con alta voz y con lágrimas, oh Jesús, pediste que la copa de la amargura pudiera serte evitada, y el sudor de Tu santo cuerpo caía como gotas de sangre. Aunque tus discípulos te abandonaron y huyeron, oh Cristo, Tu no te debilitaste, sino que cumpliste la voluntad del Padre hasta el fin. Maravillándonos de Tu fidelidad, los que somos débiles te clamamos: ¡Aleluya!
Ikos XII
Por amor a los hombres y por nuestra salvación, oh Hijo de Dios, fuiste suspendido en la cruz. Aunque clamaste que Dios te había abandonado, por obediencia, bebiste la copa del sufrimiento hasta terminarla. Aunque todos los que te rodeaban se burlaban de Ti y blasfemaban, Tú entregaste Tu espíritu en manos del Padre y moriste en las tinieblas. Llenos de estupor ante este misterio, nosotros pecadores clamamos desde el fondo de nuestras almas:
Jesús, cordero cuya dulzura es más fuerte que el mundo.
Jesús, sacrificio cuya sangre purifica toda la tierra.
Jesús, rechazado por los hombres, obedeciste hasta la muerte en la cruz.
Jesús, Rey de los siglos, que reinas desde el trono celestial.
Jesús, guárdame de caer en la hora de la prueba.
Jesús, fortifícame para la batalla inminente.
Jesús, cuya muerte en el madero pisotea mi mortalidad.
Jesús, cuya elevación en la cruz destruye al príncipe de este mundo.
Jesús, pascua eterna y poder de Dios.
Jesús, Reino universal entregado a los hombres, pecadores.
Jesús, luz de los hijos de la tierra que desesperan.
Jesús, luz de los santos triunfantes en la gloria.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio XIII
(Este contaquio se repite tres veces)
Oh Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador, sólo en Tu palabra ponemos nuestra confianza. Aunque el sufrimiento y la agitación llenen nuestros espíritus, cruzamos las tinieblas para tomar Tu mano y recibir Tu misericordia. Sé nuestro gozo y nuestra paz mientras atravesamos este valle terrible, y sostennos cuando nos falten las fuerzas, a fin de que podamos cantarte por los siglos de los siglos: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
Oh Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador, sólo en Tu palabra ponemos nuestra confianza. Aunque el sufrimiento y la agitación llenen nuestros espíritus, cruzamos las tinieblas para tomar Tu mano y recibir Tu misericordia. Sé nuestro gozo y nuestra paz mientras atravesamos este valle terrible, y sostennos cuando nos falten las fuerzas, a fin de que podamos cantarte por los siglos de los siglos: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
Oh Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador, sólo en Tu palabra ponemos nuestra confianza. Aunque el sufrimiento y la agitación llenen nuestros espíritus, cruzamos las tinieblas para tomar Tu mano y recibir Tu misericordia. Sé nuestro gozo y nuestra paz mientras atravesamos este valle terrible, y sostennos cuando nos falten las fuerzas, a fin de que podamos cantarte por los siglos de los siglos: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
(Se repite el ikos y el contaquio I)
Ikos I
En el día de mi tristeza, te busco, oh Señor, y en la noche, mi mano se tiende hacia Ti sin cansarse. Mis ojos, llorando, no encuentran ningún reposo, y estoy tan turbado que no puedo hablar. Por tanto, mientras que mi espíritu medita en la noche, elevo estos himnos hacia Ti:
Jesús, Salvador de los abandonados.
Jesús, Esperanza de los desesperados.
Jesús, Estrella que guía a los extraviados.
Jesús, gozoso retorno del exilio.
Jesús, victoria imprevista.
Jesús, triunfo eterno.
Jesús alba radiante tras la noche sin fin.
Jesús, Luz eterna del reino.
Jesús, enjuga mis lágrimas.
Jesús, calma el pánico de mi corazón.
Jesús, exultación de los que están rodeados por el miedo.
Jesús, gozo de los que son aplastados por la tristeza.
Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti.
Contaquio I
Desde las profundidades de las tinieblas y de la desesperación, Te clamo, oh Señor, a Ti que pendías sobre la cruz en las tinieblas. Desde el abismo del dolor y de la confusión, elevo esta oración, y con todo mi corazón, Te canto a plena voz: ¡Jesús, Luz de los que están en las tinieblas, gloria a Ti!.
Oración a Jesús Cristo, Luz de los que están en las tinieblas
Oh Jesús, nuestro Rey, ten piedad y compasión de nosotros mientras luchamos, y recibe nuestros himnos como una ofrenda y sacrificio de agradable olor. En nuestra agitación, nuestro vacío y sufrimiento, nos volvemos hacia Ti, alabándote por Tu gran gloria. Álzanos, como un padre alza a su hijo pequeño, y haznos atravesar este tiempo de tinieblas y de dolor, en Tu luz maravillosa. Alivia nuestras cargas según Tu gran sabiduría y amor. Aceptamos todo lo que viene de Tu mano misericordiosa, y Te suplicamos que nos concedas hacer Tu voluntad. Así, seguros de caminar de forma agradable a Ti, hasta nuestro último aliento no dejaremos de dar gracias a Tu nombre santísimo, junto con Tu Padre sin principio, y Tu Espíritu Santo, Bueno y Vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
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