El misterio de la muerte. ( Metropolita Ierotheos Vlajos )
El misterio de la
muerte es un punto “divisorio o culminante” de nuestra vida, como el dolor, la
enfermedad, etc. También es de las preguntas existenciales que nos torturan y
piden solución. ¿Por qué morimos, que pasa con el hombre después de su muerte y
a dónde vamos después? Por eso, la referencia sobre este gran misterio, tal
como lo apocalipta=revela la Iglesia, es el punto central de los siguientes
conceptos.
Los hombres de nuestra
época se distinguen en dos tendencias: Una es la pretensión de olvidar la
muerte. Esto se hace principalmente en los países occidentales, pero día a día
intentan traspasarlo también a nosotros los ortodoxos. La enseñanza habla sobre
hijos inmortales. Lo mismo ocurre en todas las actividades de nuestra vida. Se
ha observado correctamente que: “Existen muchas maneras que tiene el hombre
para olvidarse de la muerte y esconderse de ella. La cultura contemporánea es
la más descubridora en este punto. Hiperactividad profesional, continua
estimulación acústica y visible de los instintos y los sentidos (radio,
televisión, etc.), la manía de huida continua con el coche, no dejan al hombre
concentrarse en sí mismo y afrontar el problema de la muerte en relación con el
sentido y significado de la vida. En América, por ejemplo, maquillan a los
muertos para que se vean bonitos y los cementerios parecen parques, no se
distinguen las cruces y los sepulcros. (Archimandrita Yeorgios, San Gregorio
Athos). Por otra parte, existen hombres que quedan abatidos por el pensamiento
de la muerte o se les convierte en una pesadilla. Se dejan dominar por la
melancolía y desean la muerte. Esto lo padece uno a causa de la mezquindad,
vileza y por el gran desconocimiento e ignorancia. De todos modos no son pocos
los casos que los hombres suspiran y desean la disolución o autodestrucción.
Pero creemos que la disolución o autodestrucción no es siempre la solución.
Desde allí empieza otro problema mayor.
La enseñanza cristiana
acepta que existen dos clases de muerte. La primera es la espiritual y la
segunda la somática. La muerte espiritual es el alejamiento del hombre de Dios,
el Cual es la fuente de la vida y la somática o corporal, física es el
alejamiento de la psique del cuerpo. En la Iglesia enseñamos que primero fue la
muerte espiritual de Adán y después la somática o corporal. Por eso sostenemos
que existen hombres que viven corporalmente y están muertos espiritualmente y
existen hombres que mueren corporalmente, pero viven espiritualmente, puesto
que la psique de ellos tiene la Jaris (gracia) la energía increada de Dios.
¿Quién creó la muerte?
Los Santos Padres enseñan que no es Dios la causa del mal. Él no ha creado la
muerte. No ha creado al hombre ni mortal, ni inmortal, sino que le ha creado
con la capacidad y posibilidad de hacerse inmortal. Pero el pecado que cometió,
es decir, con su libre alejamiento de Dios, introdujo la muerte en nuestra
vida. Dios permitió la introducción de la muerte por filantropía y amor. Para
que no permanezca el mal como inmortal. ¡Imaginaos una sociedad estando llena
de hombres con pazos, asesinatos, robos, etc., si fueran inmortales! No habría
mayor desgracia para el hombre y la sociedad. Con el Santo Bautismo lo
perecedero de nuestra naturaleza, es decir, la muerte, como medio de abolición
y condena del pecado, igual que en el nacimiento impecable de Cristo,
permaneció lo perecedero del cuerpo, gracias a los salvíficos pazos
padecimientos, pasiones.
Así, dentro de la
Iglesia se anula la muerte espiritual y se vive la primera resurrección. Con
nuestra conexión con Cristo se vive la inmortalidad, porque la inmortalidad no
es la vida de la psique después de la muerte, sino la superación de la muerte
desde esta vida. La mayor obra de la Iglesia es ayudar a los hombres a superar
la muerte, que es el más terrible enemigo que tenemos, a quien nadie puede
vencer. También dentro en la Iglesia adquirimos la certeza de que en el futuro
se abolirá la muerte somática con la resurrección de los cuerpos. Esta es una
didascalía (enseñanza) que no existe en ninguna filosofía. La resurrección de los
muertos que enseña el logos de Dios es una piedra de escándalo para cada razón
humana (o la mente, intelecto racional).
Nuestra Tradición
conecta estrechamente con la muerte. No pretende olvidarla. Esto lo enseñan las
canciones, los poemas y las costumbres del pueblo. El hecho de que los
familiares tienen toda la noche el cadáver en casa, muestra una hermandad con
la muerte. La vida no es ajena a la muerte. La memoria de la muerte hace la
vida más humana. La sociedad que se hermana con los muertos es más humanizada y
aterrizada. Creo que la memoria de la muerte y su superación es lo que hace al
hombre más humano y constituye la sociedad filántropa (amiga del hombre).
Metropolita Ierotheos
Vlajos. Noviembre 1985
De su libro “La vida
después de la muerte”
Cuando se habla sobre
la existencia de la psique (alma) después de la muerte, para la vida eterna,
para el Juicio de los hombres en la Segunda Presencia de Cristo y tantas otras
verdades que conectan con estas, se formulan muchas contradicciones y rechazos
por los hombres contemporáneos, mundanizados, racionalistas y consumistas. El
rechazo más previsible es el siguiente: “¿Quién ha visto estas cosas, quién ha
venido de allí para decírnoslas?”. Es un pensamiento sin fundamento, una
pregunta previsible y superficial. Sin ningún otro pensamiento, borramos toda
una enseñanza entera de la Iglesia para estos temas. ¿En serio no ha venido
nadie? Pues Cristo ha venido de allí, exclusivamente aquí, para enseñar a los
de aquí qué pasa allí. Hizo milagros, resucitó muertos, sanó enfermos, etc., se
sacrificó voluntariamente en La Cruz por nosotros y Resucitó…
Sin embargo, no
pensamos lo mismo sobre otros temas que conectan con nuestra vida. Muchas cosas
las creemos no porque las hemos visto personalmente, sino porque nos las han
transmitido otros. Esto también es un tipo de fe. Si no tenemos certeza
personal, pero tenemos certeza en varias personas de las que tenemos confianza.
Historiadores de la antigüedad nos describen acontecimientos y nos las creemos.
También los que visitan otros países nos transmiten sus impresiones y por regla
general, las aceptamos, porque tenemos confianza en ellos. Lo mismo se tiene
que hacer también sobre los temas de la fe cristiana. Si no tenemos percepción
personal, por lo menos que admitamos los que nos transmiten estas verdades.
En la Iglesia tenemos
conocimientos de todos los temas que conectan con la otra vida, porque nos lo
ha revelado el Mismo Cristo. Él vino, se humanizó y nos ha revelado toda la
verdad sobre Dios y el hombre. Aparte de Cristo, hay billones de personas
santas, que con su vida personal certificaron estas verdades y dan su
testimonio. ¿Por qué tenemos que creer en unos historiadores cuando certifican
un hecho y nosotros no creer en billones de santos que certificaron las verdades
de la otra vida? Principalmente los Santos, que lo certificaron y confesaron
con su sangre. ¿Derrama uno la sangre y se sacrifica por cosas que no acepta y
son más que la verdad?
Podemos sostener
también las siguientes cosas. Nosotros consideramos la religión que simplemente
traspasa el problema del hombre al futuro y habla de la vida post-muerte, en la
que el hombre disfrutará de los bienes de Dios y será compensado por los
esfuerzos que ha hecho. Realmente esta parte existe también. Pero principalmente
debemos de ver la Ortodoxia por la perspectiva de la instrucción terapéutica.
Si en el presente no queremos admitir sobre la otra vida, pues vivamos el
carácter terapéutico de la Ortodoxia.
Cuanto más pasa el
tiempo, tanto más comprobamos que estamos enfermos psíquicamente. Nos infestan,
plagan, varios pazos (padecimientos, emociones, malos hábitos físicos,
psíquicos y espirituales) y nos tienen cautivados muchas situaciones
enfermizas. Esta enfermedad interior hace que no funcionemos regularmente. Las
relaciones interpersonales se encuentran en una tensión continua. Las
enfermedades somáticas, la mayoría de las veces, tienen la causa en las
enfermedades espirituales. La Ortodoxia sana esta enfermedad interior. Toda la
instrucción de la Santa Escritura y de la enseñanza de los Padres es
terapéutica. Así que, hoy necesitamos la Iglesia, primero para sanarnos de las
enfermedades espirituales, para sentir la comunión, la hermandad en Cristo, la
paternidad de Dios, de manera que, nos serenemos y tranquilicemos interiormente
y liberarnos de la ansiedad, angustia, fatiga y la inseguridad interior.
El primer fin no debe
ser conversar sobre el futuro. Es cierto que el Cristiano ortodoxo correcto,
cree absolutamente en Cristo y en todo lo que Él dijo. Pero nosotros, si
tenemos una pequeña duda por estas cosas, debemos de empezar por el punto de
terapia, concienciar a nuestro desorden interior que empecemos la instrucción
terapéutica que tiene la Iglesia y entonces adquiriremos la certeza de la vida
eterna. Porque al negar la vida después de la muerte y generalmente al negar
las verdades de Cristo es porque estamos enfermos espiritualmente. Creo que
dentro de la instrucción terapéutica eclesiástica, obtendremos la certeza sobre
toda la enseñanza de la Iglesia.
Metropolita Ierotheos Vlajos
Catecismo Ortodoxo
http://catecismoortodoxo.blogspot.ca/
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