Las Sagradas Escrituras no revelan exactamente el tiempo de la segunda venida de Cristo, sin embargo, nos indican una serie de señales determinadas por las cuales podemos deducir la relativa proximidad de ese día. Al Concluir Su Enseñanza acerca del fin del mundo, el Señor Jesucristo dijo: "Aprended la parábola de la higuera: cuando sus ramos están tiernos y brotan las hojas, conocéis que el estío se acerca; así vosotros también, cuando veáis todas estas cosas, entended que el fin está próximo, a las puertas" (San Mateo 24:32-34); quiere decir que los mismos acontecimientos demostrarán hasta qué punto se aproximó el fin del mundo. En los discursos del Salvador y los preceptos de los apóstoles, encontramos las siguientes "señales" sobre la inminencia del segundo advenimiento de Cristo:
A) La difusión universal del Evangelio. "Será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin" (San Mateo 24:14).
B) El extremado debilitamiento de la fe. Aunque la doctrina cristiana se conocerá universalmente, a la gente le será indiferente, de modo que "el Hijo del hombre, al venir, ¿encontrará fe en la tierra?" (San Lucas 18:8). De acuerdo con las palabras del santo apóstol Pablo, "llegará el tiempo en que los hombres no aceptarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas" (2 Tim. 4:3-4) es decir, que los hombres en lugar de interesarse por la verdad, preferirán lo que sea curioso y agradable de escuchar.
C) Surgirán falsos profetas y falsos mesías, quienes inducirán a los hombres a diversas sectas y cultos salvajes, adulando los bajos instintos de la multitud. En cuanto a los falsos maestros, el Señor previene a los fieles diciendo: "Cuidad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán 'yo soy el Mesías' y engañarán a muchos... no sigáis sus huellas... Se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si fuera posible, aun a los mismos elegidos. Mirad que os lo digo de antemano" (San Mateo 24:4-5, 24-25 y San Marcos 13:6). El libro del Apocalipsis describe los milagros del último falso profeta, y el santo apóstol Pablo explica que estos milagros no serán verdaderos sino sólo aparentes. (Apoc. 13:13-15; 2 Tes. 2:9).
D) Conversión a Cristo del pueblo hebreo. De acuerdo con el apóstol Pablo, paralelamente con la masiva apostasía del cristianismo de muchos pueblos, tendrá lugar el retorno del pueblo hebreo a Cristo: "No quiero dejaros, hermanos, en ignorancia acerca de este misterio que la crueldad (incredulidad) estará en Israel sólo hasta cierto tiempo: hasta que entre (en la Iglesia) la totalidad de los gentiles; luego se salvará Israel entero (de los últimos tiempos), como está escrito: vendrá de Sión el Redentor y apartará la desgracia de Jacob... ¡Oh, profundidad de la riqueza, la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables son sus caminos!" (Ver los capítulos 10 y 11 de la epístola a los Romanos).
Se ha de notar que esta profecía del santo apóstol Pablo ya comenzó a cumplirse inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en Nueva York, judíos creyentes, comenzaron a difundir entre sus hermanos según la sangre, la fe en nuestro Señor Jesucristo. Con un muy buen dominio del Antiguo Testamento, comprobaron y se persuadieron de que Jesucristo es el verdadero Mesías prometido a sus padres. Como resultado de su predicación, en algunas grandes ciudades de los Estados Unidos de América han surgido comunidades de hebreos cristianos. Hacia el año 1990 el número de estos hebreos bautizados alcanzó varias decenas de miles. (Los interesados en este tema pueden solicitar la literatura (en idioma inglés) de: VETH SAR SHALOM PUBLICATION, 250 w. 57 st. New York, N.Y. 10023).
e) El mal y las injusticias crecerán extremadamente. La pérdida de la fe conducirá a una mayor caída de la moral. El santo apóstol Pablo caracteriza a los hombres de antes del fin del mundo de la siguiente manera: "En los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles, porque habrá hombres egoístas, avaros, orgullosos, altivos, maldicientes, rebeldes a los padres, hostiles, irreconciliables, desleales, calumniadores, disolutos, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, traidores, protervos, henchidos, amadores de los placeres más que de Dios, que con una apariencia de piedad, están en realidad lejos de ella" (2 Tim. 3:1-5) y que "por exceso de maldad se enfriará la caridad de muchos" (San Mateo 24:12). De la totalidad de los vaticinios de las Sagradas Escrituras debe concluirse que la llegada del último y temible día del fin del mundo será precedida por un gradual deterioro moral secular, y consecuentemente, la vida espiritual de la humanidad sufrirá una profunda descomposición. Los intereses carnales predominarán sobre los espirituales. Se perderá el interés por Cristo, y hasta se dejará de pensar en Él. Para muchos su vida y su doctrina no serán más que un antiguo recuerdo. Se repetirá nuevamente el estado antediluviano de la humanidad, acerca del cual leemos en la Biblia: "Viendo Dios cuánto había crecido la depravación del hombre sobre la tierra, y cómo todos los pensamientos y deseos de su corazón tendían en todo tiempo al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra... Pues la Tierra se corrompió ante la faz de Dios y se colmó de actos de maldad" (Gén. 6:5-6). Una situación similar vivirá también la humanidad antes del segundo advenimiento de Cristo.
f) Se difundirán el sortilegio, el servicio a la fuerza maléfica y otras abominaciones paganas. La misma concepción del mundo, por parte de los hombres, será envenenada por la mentira diabólica: "Pero el Espíritu claramente dice que en los últimos tiempos se apartarán algunos de la fe, dando oídos a los espíritus que seducen y a las enseñanzas demoniacas" (1 Tm. 4:1). El libro del Apocalipsis profetiza la extraordinaria penetración de la fuerza diabólica en la vida humana. Esta fuerza del más allá, a la manera de humo llenará y envenenará la misma atmósfera que respira la gente, como lo describe el santo apóstol Juan: (11) "Cuando fue abierto el pozo del abismo, del mismo subió el humo como si fuera de un gran horno, el sol y el aire se ensombrecieron a causa del humo del pozo. Y del humo salieron las langostas sobre la tierra... Y por rey tenían al ángel del abismo cuyo nombre es, en hebreo, Abadon y en griego, Apolyon (destructor)" (Apoc. 9:2-3 y 11). Y aunque el Señor mediante muchas tribulaciones, llamará a los hombres a la penitencia, "no se arrepentirán de las obras de sus manos, no dejarán de adorar a los demonios... y no se arrepentirán de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de su fornicación, ni de sus robos" (Apoc. 9:20-21).
g) "Crecerán la enemistad recíproca y el odio y aumentará la persecución a los creyentes." El nombre de cristiano será odioso para los hombres que rechazarán toda cultura religiosa, todo recuerdo y toda invocación a Dios, cifrando toda su esperanza en sí mismos, en su mente, en sus conocimientos y en sus habilidades. El número de los cristianos se reducirá considerablemente, y los enemigos de los creyentes a menudo serán sus propios familiares, como profetizó el Señor: "Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán, y seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de Mi nombre... y unos a otros se harán traición y se aborrecerán... y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y les darán muerte... pero no se perderá un sólo cabello de vuestra cabeza - concluye el Salvador consolándolos. El que perseverare hasta el fin se salvara" (San Mateo 24:9-10; San Marcos 13:12-13 y San Lucas 21:18).
h) Las guerras sangrientas y diversas calamidades naturales adquirirán dimensión catastrófica. Los hombres languidecerán bajo el peso de las tribulaciones. No tendrán fuerza suficiente para superarlas, tampoco buscarán la ayuda de Dios debido a su incredulidad. Entonces, "oiréis hablar de guerras y rumores de guerras; pero no os turbéis porque es preciso que esto suceda, mas no es aún el fin. Se levantará nación contra nación... y habrá hambre, mortandad y terribles fenómenos y grandes señales en el cielo, sobre el sol, la luna y las estrellas. Desolación y perplejidad en los pueblos y el mar se pondrá ruidoso y turbulento. Los hombres morirán de miedo a la espera de las grandes desgracias que deberán llegar al universo, pues los poderes del firmamento serán sacudidos" (San Mateo cap. 24; San Marcos cap. 13 y San Lucas cap. 21). Las últimas palabras de esta profecía ya se refieren al propio fin del mundo. Pero antes de su llegada ocurrirá aún algo más terrible para la vida de la humanidad: la entronización del anticristo.
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