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Contaquio I
Dedicando himnos de
alabanza al santo y recto creyente, el gran príncipe Alexander Nevsky, el
capitán elegido de la tierra rusa, el espléndido adorno de la Iglesia Ortodoxa,
que por la fe venció a los enemigos visibles e invisibles, y que en su fe
mostró amor fraternal y afección, y, que como dijo el apóstol, a su fe añadió
virtud, a la virtud, conocimiento, al conocimiento, templanza, y a la
templanza, piedad, clamémosle con compunción y júbilo: ¡Alégrate, oh santo y
recto creyente Gran Príncipe Alexander!
Ikos I
Ahora estás con los
ángeles y todos los santos ante Cristo, oh bendito Alexander, suplicando por
los que te honran con amor. Por eso, conscientes de que, habiendo amado a
Cristo desde tu infancia, te afanaste en espíritu hacia el cielo, emulando la
vida de los incorpóreos, te bendecimos, clamando:
Alégrate, vástago de
una piadosa raíz.
Alégrate, heredero de
la excelente fe de tus antepasados.
Alégrate, emulador de
las virtudes de tu padre, amante de Dios.
Alégrate, heredero de
la devoción y la mansedumbre de tu madre.
Alégrate, tú que
guías hacia el cielo al rebaño amante de Cristo.
Alégrate, amigo de
todos los siervos de Dios en esta vida y conversador con los amantes de la
piedad.
Alégrate, miembro del
divino coro radiante de los venerables.
Alégrate, invencible
confesor de la fe de Cristo.
Alégrate, mártir
voluntario, que ahora estás unido al coro de la justa y victoriosa compañía de
los mártires.
Alégrate, proclamador
virginal de la esperanza y el amor cristiano para todos nosotros.
Alégrate, amante del
magnífico mandato de la Iglesia.
Alégrate, coheredero
con los fieles hijos de la Iglesia y los elegidos de Dios.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio II
Contemplando la
hermosura de tu rostro y tu estatura corporal, el pueblo de Novgorod se alegró
y glorificó a Dios, y conscientes de tus virtudes, que son más resplandecientes
que el sol, oh bienaventurado Alexander, cantamos al Señor, que te ha glorificado:
¡Aleluya!.
Ikos II
Oh divinamente sabio
Alexander, tú comprendiste que la vida de este mundo es pasajera, y que sólo es
necesaria una cosa para los hombres: complacer a Dios. Por eso, desde tu
infancia, te alejaste del amor del mundo y de las cosas terrenales y, deseando
adquirir en esta vida las cosas celestiales, te apresuraste a servir al Señor
como un siervo fiel durante toda tu vida. Por eso, te clamamos:
Alégrate, oh luchador
por la fe, que preferiste complacer a Dios sobre todas las cosas.
Alégrate, tú, que
como Abraham, viviste toda tu vida de forma irreprochable ante Dios.
Alégrate, tú, que
mostraste la obediencia de Isaac.
Alégrate, tú, que
anduviste por el camino de la humildad de espíritu de Jacob.
Alégrate, tú que
adquiriste la pureza y la castidad de José.
Alégrate, tú que
mostraste el amor de Moisés por tu propio pueblo.
Alégrate, tú que,
como Samuel, te preservaste sin mancha de avaricia.
Alégrate, tú que
venciste a tus enemigos con la mansedumbre de David.
Alégrate, tú que
emulaste la fe ardiente de Pedro.
Alégrate, tú que con
Pablo, te esclavizaste bajo el yugo de Cristo.
Alégrate, tú que, por
tu esfuerzo constante del estudio de la Palabra de Dios, acumulaste el divino
conocimiento de Juan.
Alégrate, tú que
reuniste en ti las virtudes de muchos santos.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio III
Por el poder de la
Fe, adquiriste una filosofía elevada, oh bendito Alexander, por lo cual,
desdeñando la carne, cuidaste de tu alma inmortal. Así, bendiciéndote por ser
uno de los que han adquirido la inmortalidad, clamamos a Cristo, que te ha
glorificado: ¡Aleluya!
Ikos III
Teniendo siempre al
Señor ante tus ojos, viviste sobriamente, oh bienaventurado Alexander, y
realizando todo lo que hiciste para gloria de Dios, complaciste a Dios, ante
quien estás ahora junto a los coros de aquellos que le complacieron desde
antaño. Por eso, alegrándonos en ti, te clamamos:
Alégrate, luchador
por la verdadera sobriedad.
Alégrate, amante de
la contemplación salvadora.
Alégrate, nuestro
guía en el esfuerzo por alejarnos del mundo.
Alégrate, adquisidor
del perfecto don de la atención vigilante en ti.
Alégrate, firme
oponente ante todo deseo irracional.
Alégrate, buen atleta
de la piedad, que sobresaliste en discernimiento y labor.
Alégrate, pues por el
poder de la oración venciste a las tentaciones del maligno.
Alégrate, pues te
protegiste del pecado reflexionando sobre las cosas postreras.
Alégrate, pues con
toda tu alma deseaste habitar en las moradas celestiales.
Alégrate, pues
sobresaliste por tu deseo de permanecer en oración ante Dios.
Alégrate, pues
santificaste tu vida con la invocación continua del nombre de Dios.
Alégrate, pues
complaciste al Señor en todo.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio IV
El enemigo levantó
una tormenta de tentaciones contra ti, oh bienaventurado Alexander, pero las
venciste con el poder de la gracia de Cristo. Por eso, habiendo llegado al
refugio tranquilo, con los coros de los que fueron probados en el mundo, y
habiendo vencido al mundo, clamaste a Cristo: ¡Aleluya!
Ikos IV
Habiendo escuchado a
Pablo, que dijo: “Todo el que entra en la liza se modera en todo” (1ª Corintios
9:25), lo consideraste todo como podredumbre, oh bendito Alexander, para poder
obtener a Cristo. Y por las luchas de tu propia abnegación y compromiso por las
buenas obras, adquiriste la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Por
eso, bendiciéndote, te clamamos:
Alégrate, pues te has
mostrado como un ejemplo de abnegación.
Alégrate, pues nos
has enseñado a llevar la Cruz siguiendo a Cristo.
Alégrate, pues
pisoteaste la carne y sus pasiones y las lujurias bajo tus pies.
Alégrate, pues por tu
vida denunciaste la vanidad del mundo.
Alégrate, pues
alejaste de ti todo apego mundano apasionado.
Alégrate, pues
hiciste de tu razón esclava de tu fe.
Alégrate, pues por tu
voluntad tomaste el yugo ligero de los mandamientos de Cristo.
Alégrate, pues
guardaste tu corazón puro de toda pasión espiritual perniciosa.
Alégrate, pues te
sometiste a Dios más perfectamente.
Alégrate, pues
serviste a Dios durante toda tu vida.
Alégrate, pues,
guardando los mandamientos, obtuviste para ti el amor de Dios.
Alégrate, pues
recibiste la herencia del reino complaciendo a Dios.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio V
Pasaste por el mundo como
una estrella divinamente guiada, oh bienaventurado Alexander, resplandeciendo
con gloria y virtud. Por eso, con los coros de los justos, resplandeces ahora
en el cielo con gloria, y con ellos, cantas por siempre a Cristo: ¡Aleluya!.
Ikos V
Viendo que nunca
fuiste vencido en la batalla, sino que siempre salías victorioso, oh bendito
Alexander, los infieles se atemorizaban al escuchar tu nombre, y recordando tu
valor, que estaba lleno de fe, te bendecimos, diciendo:
Alégrate, valiente campeón de la defensa de la Fe y de la
Iglesia.
Alégrate, bravo
defensor de tu patria.
Alégrate, sabio
ahuyentador de los asaltos del enemigo.
Alégrate, poderoso
guardián de la paz para los indefensos.
Alégrate, glorioso
conquistador del ejército sueco en las orillas del Neva.
Alégrate, preservador
de la seguridad de todas las tierras de Rusia.
Alégrate, destructor
de las malignas maquinaciones de los infieles extranjeros que luchan contra
nuestra patria.
Alégrate,
establecedor divinamente fortalecido de las leyes de la justicia.
Alégrate, libertador
de Pskov, la ciudad natal de Santa Olga.
Alégrate, pacificador
de los que odian la paz.
Alégrate, subyugador
de los insensatos disturbios de los lituanos, en aquellos días.
Alégrate, sabio líder
de tus ejércitos, amantes de Cristo, en todas tus batallas.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio VI
Te mostraste como un
predicador de la mansedumbre y la tolerancia tras tus gloriosas victorias, oh
bienaventurado Alexander. Y por eso, has obtenido la doble corona de Cristo el
Rey, ante quien estás ahora, clamando: ¡Aleluya!
Ikos VI
Fuiste espléndido más
allá de toda valentía en la paciencia que adquiriste, oh bendito Alexander,
esperando en Jesús Cristo, el Autor y Perfeccionador de la Fe, que en lugar de
gozo, padeció la Cruz. Por eso, alabándote, te clamamos con solemnidad:
Alégrate, pues
perseveraste en las luchas por servir a Dios hasta el fin.
Alégrate, pues
emulaste fielmente la paciencia de Cristo.
Alégrate, pues
sabiamente entendiste el poder de los mandamientos de Cristo para amar a los
enemigos.
Alégrate, pues
mostraste verdadero amor por aquellos que pecaron contra ti y con los que
liberaste.
Alégrate, pues
reconociste claramente los ardides del maligno en las pruebas impuestas en ti y
en tu propio pueblo.
Alégrate, pues
pisoteaste la maldad de enemigo bajo tus pies partiendo pacíficamente de tu
propia tierra.
Alégrate, pues
percibiste las maquinaciones del maligno durante toda tu vida.
Alégrate, pues
venciste todo mal con el bien, siguiendo las palabras de los apóstoles.
Alégrate, pues en el
momento en que Novgorod necesitó tu ayuda, fuiste de nuevo capaz de ayudar a
esta cuidad, aunque te maltrató.
Alégrate, pues de
este modo obtuviste el amor ardiente de tu pueblo.
Alégrate, pues
sobrellevaste confiadamente las visitaciones de Dios: la enfermedad y la
privación.
Alégrate, pues
obtuviste del Señor una espléndida corona.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio VII
Deseando hacer
resplandecer en ti todas las virtudes, oh bienaventurado Alexander, Cristo el
Maestro te llamó a servir a Su pueblo en un tiempo de prueba, y tú tuviste
humildad y paciencia, por lo cual, has sido exaltado, y ahora estás ante Dios
cantando el himno: ¡Aleluya!
Ikos VII
Maravilloso fue
contemplar cómo el invencible capitán rendía homenaje humildemente a los
incrédulos a los que el Señor había enviado contra Su pueblo a causa de sus
pecados, y también es maravilloso recordar tu invencible humildad, oh bendito
Alexander, con la que complaciste al Señor y salvaste a tu pueblo. Por eso, te
cantamos con acciones de gracias:
Alégrate, imitador de
la humildad del Señor.
Alégrate, maestro del
respeto debido a las autoridades establecidas por Dios.
Alégrate, enemigo de
toda vanagloria.
Alégrate, trabajador
incansable por la verdadera obediencia.
Alégrate, modelo de
verdadero servicio a Dios para todos.
Alégrate, instructor
de los gobernantes para un liderazgo sobre el pueblo, complaciente a Dios.
Alégrate, guía de los
sometidos a obediencia a las autoridades debidamente establecidas, que son
dispuestas por Dios.
Alégrate, pues
hiciste repetidos viajes hacia los impíos por el bien de tu pueblo, contando
como nada las humillaciones a las que te sometían.
Alégrate, pues
clamando a Dios, no tuviste temor de ir ante Batu y cumplir sus mandatos.
Alégrate, pues
repetidas veces aceptaste temibles responsabilidades por las rebeliones
irreflexivas de tu pueblo.
Alégrate, pues
protegiste a tu pueblo de las dañinas relaciones espirituales con los infieles.
Alégrate, pues
salvaguardaste sabiamente en tu tierra los espléndidos hechos y tradiciones de
tus padres.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio VIII
Viviste toda tu vida
en la tierra como un extranjero, oh bienaventurado Alexander, sin conocer
descanso en tus trabajos y sin tener cuidad permanente, sino buscando la que es
futura. Por eso, oh bendito, ahora has hecho tu morada en las mansiones
eternas, cantando continuamente a Dios: ¡Aleluya!
Ikos VIII
Habiendo servido al
Señor con toda tu alma, y habiéndolo complacido durante toda tu vida, conseguiste
glorificarlo en la piedad. Por eso, te mostraste como un confesor de la Fe de
Cristo. Por tanto, recordando tu hazaña de confesión, oh bendito Alexander, te
clamamos:
Alégrate, pues no
tuviste temor de la maldad de los infieles.
Alégrate, pues no adoraste
a las cosas creadas, sino al Creador.
Alégrate, pues no te
inclinaste ante el sol y el fuego en el campo de los impíos.
Alégrate, pues
guardaste tu Fe en medio de la tentación.
Alégrate, pues no
obedeciste el mandato impío.
Alégrate, pues te
mostraste como un firme predicador de la Fe ante los incrédulos.
Alégrate, pues
regresaste a tu tierra con la doble corona de gloria tras tu confesión.
Alégrate, pues toda
tu vida permaneciste fiel a la Fe de tus padres.
Alégrate, pues
evitaste sabiamente el engaño de la religión falsa.
Alégrate, pues
denunciaste abiertamente la maldad de los predicadores de la falsa enseñanza.
Alégrate, pues se
mostraste como un firme defensor de la Ortodoxia.
Alégrate, pues con un
discurso sensato triunfaste sobre la falsa elocuencia de los enemigos de la
Ortodoxia.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio IX
Sometiéndote
completamente a Dios, Le serviste como un siervo fiel y bueno, oh
bienaventurado Alexander, trabajando por tu tierra más que ninguno de los
príncipes. Por eso, se te ha concedido entrar en el gozo de tu Señor, ante
quien estás ahora, cantando con los ángeles: ¡Aleluya!
Ikos IX
Ni la lengua más
elocuente podría alabar las obras que realizaste, sacrificando tu alma por tus
hermanos, oh bendito Alexander. Por eso, recordando humildemente tus pruebas,
te ofrecemos estos himnos con devoción, diciendo:
Alégrate, sincero
amante de la amistad fraterna.
Alégrate, imitador
del amor fraternal de Moisés y Pablo.
Alégrate, fiel
guardián de los mandamientos del amor de Cristo.
Alégrate, maravilloso
instructor del amor por el prójimo.
Alégrate, pues por tu
ejemplo te mostraste como pacificador de tus hermanos, que habían llegado a
luchar por su herencia.
Alégrate, pues
durante toda tu vida mostraste un cuidado diligente por el bien de tu pueblo.
Alégrate, obrador de
la paz universal en tus días.
Alégrate, unificador
de tu nación, que había sido destruida por el temor de las invasiones tártaras.
Alégrate, verdadero
defensor de los indefensos.
Alégrate, alimentador
de los pobres hambrientos.
Alégrate, poderoso
protector de los huérfanos.
Alégrate, poderoso
intercesor ante el Señor, por aquellos que son perturbados y están en
necesidad.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio X
Deseando salvar tu
alma, y sabiendo que no es posible para aquel que no tiene amor por Dios el
recibir la salvación, sin importar cuales sean sus luchas y virtudes,
adquiriste la corona de las virtudes, que es el amor a Dios, ante quien estás
ahora, cantando con júbilo: ¡Aleluya!
Ikos X
Amando al Rey del
cielo con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, oh bendito
Alexander, tras múltiples sacrificios hechos con fe y celo, te ofreciste a Él
como sacrificio vivo, santo y complaciente a Dios. Por eso, bendiciéndote, te
clamamos:
Alégrate, pues
durante tu vida serviste la Señor con obras complacientes.
Alégrate, pues
coronaste tu vida con los votos del monaquismo.
Alégrate, pues
restauraste muchos templos de Dios, que habían sido destruidos por los
incrédulos.
Alégrate, pues
estableciste santos monasterios, para que pudiera florecer el ascetismo.
Alégrate, pues desde
tu infancia amaste a los que luchaban en la piedad por Dios.
Alégrate, pues con un
alma pura elegiste de antemano el hábito angélico.
Alégrate, pues hasta
el final de tu vida te dedicaste completamente a Dios.
Alégrate, pues te
comprometiste más perfectamente con Dios recibiendo el esquema monástico y el
nombre de Alexis.
Alégrate, pues por el
voto de castidad mostraste la pureza de tu corazón.
Alégrate, pues por el
voto de pobreza mostraste la gran estatura de tu espíritu.
Alégrate, pues por el
voto de obediencia confirmaste todo tu servicio al Único Dios.
Alégrate, pues a
cambio de la corona de príncipe sabio y bueno recibiste la recompensa de un
monje.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio XI
En tu sepultura se
elevaron himnos fúnebres con lágrimas, oh bienaventurado Alexander; tu pueblo
lloró por ti, el sol de la tierra rusa, que fue establecido al mediodía, y
susurraron su devoto himno de lamento a Dios, cantando: ¡Aleluya!
Ikos XI
La luz de la gloria
del cielo pronto te iluminó, oh bendito Alexander, consolando al pueblo que
lloraba. Por eso, viendo signos y maravillas en tu tumba, los hijos de Rusia te
invocaron apropiadamente en oración como intercesor. Y conscientes de tu pronta
ayuda, te clamamos:
Alégrate, oh elegido
de Dios, que en tu propio entierro fuiste glorificado por Dios.
Alégrate, nuestro
pronto intercesor, a quien nuestros padres invocaron en tiempo de aflicción y
necesidad.
Alégrate, pues
ayudaste al príncipe Demetrio Donskoi en combate contra los tártaros.
Alégrate, pues
ayudaste al Zar Juan a conquistar el pueblo de Kazan.
Alégrate, pues
concedes muchas y diversas curaciones a todos.
Alégrate, pues por tu
súplica devuelves la vista a los ciegos.
Alégrate, que concedes
andar a los cojos que se postran ante tu tumba.
Alégrate, pues sanas
la enfermedad de los paralíticos.
Alégrate, pues
concedes la liberación de los demonios a los que están poseídos.
Alégrate, pues con
esperanza de salvación das valor a los desesperados.
Alégrate, pues
restauras la salud a los que han perdido sus sentidos.
Alégrate, pues
siempre haces surgir multitud de milagros de tu tumba.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio XII
Reconociendo la
gracia que reside en tus reliquias incorruptas, el pueblo de Vladimir venía a
tu bendito santuario con amor, y venerándolas con júbilo, pues por ti
glorificaban a Dios que es glorificado en Sus santos, Le clamaban con
compunción: ¡Aleluya!
Ikos XII
Ensalzando tus
virtudes y milagros, nuestros padres recibieron y acompañaron tu santo cuerpo
cuando, según el deseo de corazón del emperador Pedro I, tus santas reliquias
fueron trasladadas a un nuevo lugar de consagración en la capital imperial de
San Petersburgo, y regocijándonos ahora tu gloria celestial y en la continuidad
de tus reliquias incorruptas en esta cuidad, clamamos con ellos:
Alégrate, oh ruso
José que fuiste trasladado a un nuevo lugar de descanso.
Alégrate, protector
de todos los confines de la tierra rusa.
Alégrate, pronta
seguridad de San Petersburgo.
Alégrate, defensor
celestial de esta cuidad.
Alégrate, ornamento
inestimable de la capital del norte.
Alégrate, gloria y
seguridad del monasterio que lleva tu nombre.
Alégrate, pues por
tus súplicas concedes la ayuda divina a todos los cristianos ortodoxos.
Alégrate, maestro
divinamente sabio de todos los que residen en esta cuidad.
Alégrate, pues, como
monje, instruyes a los monjes por el ejemplo de tu vida.
Alégrate, guía de los
fieles hacia las virtudes, en las que trabajaste en el mundo.
Alégrate, pues por tu
incorrupción concedes la esperanza de la resurrección a todos.
Alégrate, campeón,
guardián y libertador nuestro, en medio de los peligros y las tribulaciones.
Alégrate, oh santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander.
Contaquio XIII. (3 veces)
Oh santo y recto
creyente Gran Príncipe Alexander, acepta nuestro reverente y ferviente himno de
alabanza, aunque sea indigno de ti, como ferviente ofrecimiento de los
corazones de los que te aman y bendicen tu santa memoria. Presérvanos por tus
súplicas; protege por tu mediación a todos los cristianos ortodoxos y a todo el
pueblo de la tierra rusa, para que, habiendo vivido una vida pacífica y en paz
en esta era, podamos heredar la bendición eterna, y contigo y todos los santos,
podamos ser contados y hechos dignos de cantar a Dios: ¡Aleluya, Aleluya,
Aleluya!
Oh santo y recto
creyente Gran Príncipe Alexander, acepta nuestro reverente y ferviente himno de
alabanza, aunque sea indigno de ti, como ferviente ofrecimiento de los
corazones de los que te aman y bendicen tu santa memoria. Presérvanos por tus
súplicas; protege por tu mediación a todos los cristianos ortodoxos y a todo el
pueblo de la tierra rusa, para que, habiendo vivido una vida pacífica y en paz
en esta era, podamos heredar la bendición eterna, y contigo y todos los santos,
podamos ser contados y hechos dignos de cantar a Dios: ¡Aleluya, Aleluya,
Aleluya!
Oh santo y recto
creyente Gran Príncipe Alexander, acepta nuestro reverente y ferviente himno de
alabanza, aunque sea indigno de ti, como ferviente ofrecimiento de los
corazones de los que te aman y bendicen tu santa memoria. Presérvanos por tus
súplicas; protege por tu mediación a todos los cristianos ortodoxos y a todo el
pueblo de la tierra rusa, para que, habiendo vivido una vida pacífica y en paz
en esta era, podamos heredar la bendición eterna, y contigo y todos los santos,
podamos ser contados y hechos dignos de cantar a Dios: ¡Aleluya, Aleluya,
Aleluya!
(Se repite el ikos y el contaquio I)
Oración al santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander
Nevsky
¡Oh pronta ayuda de
los que acuden a ti solemnemente, nuestro ferviente intercesor ante el Señor,
santo y recto creyente Gran Príncipe Alexander! Míranos con misericordia,
aunque somos indignos, pues nos hemos hecho inútiles a nosotros mismos por la
multitud de nuestras iniquidades, mas ahora acudimos al santuario de tus
reliquias y te clamamos desde el fondo de nuestros corazones. En tu vida fuiste
un amante y defensor de la Fe Ortodoxa: por tus oraciones a Dios haznos
inquebrantables en ella. Cumpliste celosamente el ministerio que se te impuso:
con tu ayuda, enséñanos a perseverar en aquello a lo que hemos sido llamados.
Venciendo a las legiones de los adversarios los condujiste más allá de las
fronteras de Rusia: expulsa también a nuestros enemigos, visibles e invisibles,
que se aprestan contra nosotros. Renegando de la corona perecedera de un reino
terrenal, elegiste la vida de la quietud, y habiendo sido coronado rectamente
con una corona inmarcesible, ahora reinas en el cielo: intercede por nosotros,
te lo suplicamos, para que por tu intercesión podamos obtener una vida pacífica
y sin turbación y un paso directo al reino eterno. Estando con todos los santos
ante el trono de Dios, ruega por todos los cristianos ortodoxos, para que en Su
bondad, el Señor Dios nos preserve en la paz, en largos días y en prosperidad
por muchos años, para que siempre glorifiquemos y bendigamos a Dios, que es
adorado en la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por
los siglos de los siglos. Amén.
Santo Dios, Santo
Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten
piedad de nosotros. Santo
Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros.
Gloria al Padre, y al
Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Santísima Trinidad,
ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro,
perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura nuestras dolencias por
tu nombre.
Señor, ten piedad, Señor ten piedad , Señor ten piedad.
Gloria al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Padre nuestro que
estás en los cielos, santificado sea tu Nombre. Venga a nosotros tu reino,
hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo. El pan sobreesencial
dánosle hoy; perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores, y no nos dejes sucumbir en la tentación, mas líbranos del maligno.
Porque tuyo es el
reino, el poder y la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y
por los siglos de los siglos. Amén.
Bendice, padre.
Aquél, que es bendito
os bendiga, Cristo, Dios nuestro, en todo tiempo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos.
Amén. Oh Cristo
nuestro Dios, fortalece en la santa y verdadera fe a todos los cristianos
piadosos y ortodoxos, así como a esta santa asamblea por los siglos de los
siglos.
¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Tú más venerable que
los querubines, e incomparablemente más gloriosa que los serafines, que sin
mancha engendraste a Dios el Verbo, a Ti verdadera Madre de Dios, te
magnificamos.
¡Gloria a Ti, Cristo
Dios nuestro, esperanza nuestra, gloria a Ti!
Gloria al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Señor ten piedad ,Señor ten piedad , Señor ten piedad . Padre, bendice.
Que Cristo, nuestro
verdadero Dios, por las plegarias de su Madre Santísima, toda pura e
inmaculada, de los santos gloriosos Apóstoles, de los santos y justos
antepasados del Señor, Joaquín y Ana, de San Alexander Nevsky y de todos los
Santos, tenga piedad de nosotros y nos salve, porque él es bueno y amante de la
humanidad.
Amén.
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