Hay que educar a los niños desde la primera edad:
Ahora bien, si desde la primera edad carecen los niños de maestros, ¿qué será de ellos? Si algunos, educados e instruidos desde el vientre de su madre hasta la vejez, no logran triunfar, ¿qué fechorías no serán capaces de cometer quienes desde los comienzos de su vida se acostumbran a oír palabras semejantes? Lo cierto es que todo el mundo se afana por que sus hijos se instruyan en las artes, en las letras y en la elocuencia; pero a nadie se le ocurre pensar en cómo se ejercite su alma.
Yo no ceso de exhortaros, rogándoos y suplicándoos que, antes de todas las cosas, eduquéis bien a vuestros hijos. Si tienes consideración a tu hijo, aquí lo has de mostrar. Por lo demás, tampoco te faltará la recompensa. Escucha lo que te dice Pablo: Si permacieren en la fe, y en la caridad y en la santificación con castidad. Si tu conciencia te acusa de mil pecados, busca algún consuelo para ellos. Educa a un atleta para Cristo. No te digo que lo apartes del matrimonio y lo mandes al desierto y le hagas abrazar la vida de los monjes. No es eso lo que yo digo. Lo quiero ciertamente y haría votos a Dios para que todos lo abrazaran; mas dado caso que parece carga, no pongo obligación a nadie. Educa un atleta para Cristo, y aun permaneciendo en el mundo, enséñale a ser piadoso desde la primera edad.
Si las buenas enseñanzas se imprimen en el alma cuando ésta es aún blanda, luego, cuando se hayan endurecido como una imagen, nadie será capaz de arrancárselas. Es lo que pasa con la cera. Lo tienes ahora en tus manos cuando todavía teme, tiembla y se espanta de tu vista, de una palabra, de cualquier gesto tuyo. Usa de tu poder para lo que conviene. Si tienes un hijo bueno, tú eres el primero que gozas de ese bien; luego, Dios. Para ti trabajas.
San Juan Crisóstomo
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