San Teófano el recluso abordó esta cuestión en una serie de cartas dirigidas a él por una joven que quería vivir una vida espiritual pero que se sentía molesta por la prisa y la distracción en la que vivía. Vio el mundo como un lugar donde “todo gira alrededor de un enfado, persiguiendo algo que nadie puede llegar a alcanzar”. Ella contaba: “Yo no veía nada de pudiera ser del alma. Existen caricias vacías, una disposición a hacer cosas por los demás, y también admiración mutua. Todo es superficial… Tras la apariencia exterior se oculta un espíritu totalmente diferente… ¡qué comedia! La gente se une, se constriñe y se tiraniza mutuamente; nadie tiene voluntad propia o libertad”.
San Teófano afirmaba sus observaciones sobre la naturaleza de esta vida y respondió citando a San Macario el Grande.
“Los hijos de esta era se han vuelto como el trigo vertido en el tamiz de esta tierra, y más tarde se esparcen entre los sueños inconstantes de este mundo, en presencia de una agitación interminable de preocupaciones terrenales, deseos y un laberinto de conceptos materiales. Satanás agita el alma, y con un tamiz, esto es, las preocupaciones terrenales, dispersa a la raza humana pecadora”.
San Macario utiliza la imagen agrícola de un tamiz donde se lanza el grano para mostrarnos cómo nuestras preocupaciones terrenales, sueños y deseos hacen lo mismo en nosotros, agitándonos y sobrecogiéndonos al azar. Somos lanzados sobre nuestros deseos físicos y nuestros pensamientos dispersos, como los granos de trigo que son lanzados sobre un tamiz. Nos encontramos en constante movimiento, siempre envueltos en una agitación incierta. Todo este movimiento que experimentamos es una búsqueda interminable por satisfacer los deseos terrenales, que nunca puede ser plenamente satisfecho. La base de todo esto es nuestro orgullo. San Teófano dice: “no importa cómo escondamos los deseos, pues tras ellos está el egoísmo, que quiere torcer todas las necesidades o usarlas a su modo. La meta de esto es el engaño… todo el mundo se encierra en su propio caparazón y es incapaz de producir ninguna bondad”.
Tal es la naturaleza de la vida terrenal. Está constantemente desafiándonos, conduciéndonos al siguiente drama de la vida. A menudo nos sentimos como una semilla solitaria, sin amigos ni relaciones para consolarnos verdaderamente. De vez en cuando encontramos la comodidad terrenal, pero pronto se convierte en una decepción. Si no lo encontramos en nuestras relaciones, lo encontramos en nuestro bienestar físico a causa de las enfermedades o los accidentes. ¿Qué es todo esto?, preguntamos. ¿Qué hacemos?
San Teófano dice: “que huyáis de todo el mundo es, por supuesto, imposible, pero rechazad tanto como os sea posible el entrar en el círculo de la vida mundana. Cuando lo que vayáis a hacer vaya en contra de vuestra voluntad, obrad como si no estuvierais allí; mirad pero no veáis; escuchad pero no oigáis… Exteriormente comportaos como los demás, siendo directos y sinceros, pero guardad vuestro corazón de simpatías y atracciones”.
Podemos evaluar nuestras actividades reconociendo que nos componemos de varios aspectos y que todos deben girar al mismo tiempo. Tenemos necesidades corporales que deben cumplirse; también debemos analizar de forma continua las acciones del alma con la mente, y el corazón debe buscar la armonía, y debemos tener un espíritu deseoso de lo que es bueno y hermoso.
Todo esto debe estar en constante movimiento para vivir como es debido. San Teófano dice:
“Sólo cuando nuestras facultades están en movimiento y todas nuestras necesidades se satisfacen, nos hacemos hombres vivos. Pero cuando sólo una pequeña parte de nuestros poderes físicos están en movimiento, y sólo se satisfacen una pequeña cantidad de nuestras necesidades, esta vida no es vida. Todo funciona como una unidad”.
Todos los aspectos del ser deben ser considerados en las actividades mundanas. Examinad vuestras actividades y evaluad cómo interactúan el cuerpo, el alma y el espíritu. Así, la actividad asegurará que vuestras necesidades físicas estén siendo consideradas apropiadamente, no en exceso, sino sólo en grado necesario para su bienestar. Se centra así vuestra mente, se clarifica el control de vuestros pensamientos, para que sean razonados y busquéis el mayor nivel de entendimiento. Vuestra voluntad se centrará en la búsqueda de la autolimitación en los deseos excesivos, y vuestro corazón se sentirá calmado y en armonía. Por último, vuestro espíritu se involucrará, controlando todo lo que hacéis para que en cualquier actividad que llevéis a cabo, sea totalmente buena a los ojos de Dios. Si algún aspecto de vuestro ser está desequilibrado, entonces se puede decir que esta actividad no es buena, espiritualmente, para vosotros.
Citas de La vida Espiritual, carta 4, pp. 39-42, San Teófano el Recluso.
Catecismo Ortodoxo
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