Es mejor confesarse el día Anterior de la Comunión, durante el servicio Vespertino. Para confesarse el mismo día de la Comunión hay que venir temprano, antes de la Misa, porque el Sacerdote no puede dejar el servicio ya comenzado. La confesión durante la Misa alarga el servicio y hace esperar a los demás fieles. Ese tipo de confesión apurada no corresponde al gran Sacramento y lo denigra, como si fuera una simple ceremonia.
El penitente se persigna, besa la Cruz y el Evangelio, se arrodilla (si es posible) y confiesa con arrepentimiento sus pecados ante el Sacerdote. Este da unas indicaciones y a veces le dice hacer una correspondiente penitencia. El sacerdote cubre después la cabeza del penitente con el "Epitrajil" y lee la Oracion de Absolución.
Troparios
Ten piedad de Nosotros, Señor, ten piedad de Nosotros; porque pecadores como somos no podemos presentarte ninguna excusa, sólo ofrecemos a nuestro Soberano esta Oración: ¡Ten piedad de Bosotros!
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ten piedad de Nosotros, Señor, porque en Ti ponemos nuestra esperanza; no levantes tu ira contra nosotros, no te acuerdes de nuestras iniquidades; míranos con misericordia y líbranos de nuestros enemigos, porque Tú eres nuestro Dios y Nosotros somos tu pueblo, somos todos obra de tus manos e invocamos tu nombre.
Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
¡Bendita Madre de Dios! Ábrenos las puertas de la misericordia para que nosotros, que ponemos en Ti toda nuestra esperanza no perezcamos, sino que por tu intercesión seamos libres de toda calamidad, porque Tú eres la Salvación del pueblo cristiano.
Señor ten Piedad (12 veces).
Dios nuestro Salvador, que por medio del profeta Natan, perdonaste a David sus pecados; que recibiste la súplica de Manases para el perdón de los pecados, recibe a tus siervos que se arrepienten de los pecados que han cometido. Por tu amor a la humanidad, acepta su arrepentimiento, y perdónales los pecados y faltas. Señor, Tu has dicho que no quieres la muerte del pecador, sino que deseas que se convierta y viva y nos has mandado perdonar los pecados hasta setenta veces siete, pues tu misericordia es tan inmensa con tu majestad. ¿Y si tuvieses en cuenta los pecados, Señor, quien podría resistir? Tú eres el Dios de los arrepentidos y te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, Pastor y Cordero, que tomaste los pecados del mundo, y que perdonaste a los dos deudores, y has dado el perdón de sus pecados a la pecadora. Tu mismo Soberano, apacigua, perdona los pecados y transgresiones voluntarias e involuntarias, las cometidas con conocimiento o por ignorancia, en incumplimiento o desobediencia, de éstos, tus siervos. Y lo que fue pecado como hombre, por la carne y viviendo en el mundo y siendo seducidos por el diablo. Lo pecado de palabra, en acción, a sabiendas o por ignorancia. Si rompieron con la palabra sacerdotal, o una promesa o se encontraban bajo juramento sacerdotal, o cayeron en anatema o incumplimiento de su promesa. Tu mismo, oh Dios bueno e inocente Soberano, bendice desatar por la palabra a tus siervos, perdonándoles por tu gran misericordia sus propios juramentos y maldiciones. Soberano y Señor amante de la humanidad, escúchanos a los que rogamos a tu bondad por estos tus siervos, perdona todos sus pecados, pues eres muy misericordioso y libéralos del tormento eterno. Tú has dicho, oh Soberano, lo que ates en la tierra, será atado en los cielos y lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.
Pues Tú eres el Único sin pecado y a Ti te elevamos gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amen.
He aquí, hijo, Cristo invisiblemente esta parado y recibe tu confesión, no te avergüences ni temas, y no me ocultes nada. Sin titubear dime todo lo que cometiste, para recibir el perdón de nuestro Señor Jesucristo. He aquí, su icono está ante nosotros. Yo soy solo un testigo, que atestiguaré ante Él, todo lo que me digas. Y si me ocultas algo, estarás pecando gravemente. Pon atención, pues has venido a un lugar de curación, no sea que salgas sin haber sido sanado.
La confesión se lleva a cabo ante un atril que contiene el Evangelio y una cruz. El que viene a confesarse besa el santo Evangelio y la cruz y confiesa sus pecados ante el sacerdote (si es posible de rodillas). El sacerdote le aconseja, puede darle alguna "epitimia" y colocando el epitrajil sobre la cabeza del arrepentido reza:
Roguemos al Señor. Señor ten piedad.
Señor Dios Salvación de tus siervos, misericordioso y generoso y muy paciente, que te arrepientes de nuestras maldades y no deseas la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva. Tu mismo ahora ten misericordia de tu siervo (Nombre) y otórgale la forma del arrepentimiento, el perdón de los pecados y la absolución, perdonándole todo pecado voluntario e involuntario. Recíbelo y reintégralo a tu Santa Iglesia, en Cristo Jesús Señor nuestro. Junto con Él, te pertenece el poder y la magnificencia, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amen.
Que el Señor y Dios nuestra Jesucristo, por la gracia y las generosidades de su amor a la humanidad, te perdone a ti (Nombre) todos tus pecados y yo, indigno Sacerdote, por la autoridad que me fue conferida, te perdono y desato todos tus pecados, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.
Después de la última Oración, el arrepentido besa la Cruz y el Evangelio, pide la bendición al sacerdote y se retira agradeciendo a Dios.
Notas.
Epitimías — Penitencia con Piadosa Obediencia (2 Cor. 2:6), que por las reglas de la iglesia, el Sacerdote, como Médico Espiritual. Indica a algunos Cristianos para sanarlos de sus enfermedades espirituales, por ejemplo, Ayuno complementario, Oraciones de Penitencia con genuflexiones en numero indicado, limosnas, lecturas de Sagradas Escrituras y otros ejercicios Piadosos.
Las Penitencias no tienen carácter de castigo, son acciones correctivas, curadoras, pedagógicas. Su finalidad es profundizar la tristeza por los pecados cometidos y sostener la decisión de corregirse. El Apóstol dice: "La tristeza que es según Dios Produce Arrepentimiento para Salvación… la tristeza del mundo Produce Muerte" (2 Cor. 7:10). La regla del 6-o Concilio Universal dice: "Los que tienen el poder de Dios de atar y desatar, deben ver la calidad del pecado y la voluntad del pecador para conversión y así usar los remedios adecuados a la enfermedad. Al no considerar correctamente la medida, se puede perder la salvación del enfermo. La enfermedad del pecado no es uniforme, sino diversa y polifacética y puede producir muchas clases de daños, donde el mal se desarrolla y se extiende hasta que lo pare la fuerza del curador.
En la iglesia antigua la confesión transcurría en forma diferente a la practica actual. Ya que los Cristianos comulgaban cada domingo, o a menudo, — la confesión no era obligatoria. Para confesarse, venían según la necesidad. A veces, en el caso de pecados graves, que podían servir de tentación a otros fieles, la confesión se hacia a viva voz, en presencia del sacerdote y los feligreses. En la iglesia Irtodoxa Griega, no se confiesa antes de cada comunión y se hace en tiempo especial, indicado por el Padre confesor, en el confesionario, en tiempo, no vinculado con la Liturgia. El Santo Padre Juan de Kronstadt, casi nuestro contemporáneo, no tenía posibilidad de hacer confesiones individuales (debido a la gran cantidad de Penitentes), él realizaba a menudo confesiones generales, donde tomaban parte miles de personas. Muchos se confesaban en voz alta y públicamente se arrepentían. Estas confesiones generales transcurrían con un gran entusiasmo espiritual y dejaban una imborrable huella en los participantes.
Sin depender de las condiciones externas en que se realice, la confesión es un gran sacramento y esto exige una seria y piadosa atención. Su fin es realizar una curación del alma por la Gracia. Una confesión apurada unos minutos antes de la Comunión, no es un tratamiento correcto de este Sacramento. Hay que venir con tiempo, con el corazón arrepentido y la fe en la fuerza curadora de la Gracia Divina.
Así en el Sacramento de la Confesión, el Señor nos dio un medio poderoso para luchar con el pecado. Preparándonos para la confesión, aprendemos a seguir con atención nuestra vida interior, entender mejor nuestras debilidades y las astucias de nuestro tentador — el diablo. La confesión sincera ante el sacerdote nos ayuda a vencer nuestro orgullo y cortar los hilos de las pasiones, con los cuales nos envolvió el diablo.
Después de una sincera penitencia y purificación en la confesión, cae una piedra pesada de nuestro corazón y nos sentimos aliviados, renovados e iluminados. De nuevo renacen nuestros sentimientos buenos, el deseo de amar a Dios y al prójimo. Así, habiendo hecho una profunda penitencia, por la experiencia personal nos convencemos cuan misericordioso es hacia nosotros el Señor y cuan activa es Su Gracia. ¡Valoremos ese enorme medio de curación espiritual y pidamos a Dios de darnos la conciencia para vivir piadosamente, para que todos nuestros pensamientos, palabras y actos se dirijan hacia la gloria de Su Santo Nombre!.
Catecismo Ortodoxo
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