En tiempos del Martirio de San Dimitrio, el exudador de mirra, vivía en Constantinopla un joven, Néstor, que había aprendido la Fe Cristiana del mismo Santo Dimitrio. En aquel tiempo, el emperador Maximiano, enemigo de Cristo, ordenó que se efectuaran varios juegos y espectáculos para el pueblo. El favorito del Emperador era un vándalo llamado Liaeo, que era un hombre de tamaño y fuerzas como las de Goliat. Como gladiador imperial, Liaeo retaba a duelo a diferentes hombres todos los días y los mataba, y estas masacres suyas deleitaban la sed de sangre del idólatra Emperador. Este construyo un estadio especial, parecida a una plataforma sobre columnas, para los duelos de Liaeo. Debajo de esta plataforma, había lanzas con agudas filos apuntando hacia arriba. Cuando Liaeo vencía a alguien en un duelo, lo arrojaba desde la plataforma hacia el bosque de lanzas. Los paganos se paraban alrededor de estas junto a su Emperador, y se deleitaban cuando algún pobre desdichado se retorcía atormentado sobre las lanzas hasta morir. Entre las víctimas inocentes de Liaeo se encontraba un gran número de cristianos, pues en los días en que nadie se presentaba voluntariamente para batirse a duelo con Liaeo, los Cristianos eran obligados a luchar con él por orden del Emperador. Viendo este aterrorizante disfrute del mundo pagano, el Corazón de Néstor se llenó de dolor y resolvió ir él mismo al estadio del inmenso Liaeo. Néstor fue primero a la prisión donde Santo Dimitrio estabmaa encerrado, y le pidió su bendición para hacer esto. Santo Dimitrio lo bendijo, haciendo la Señal de la Cruz sobre su frente y su pecho, y le dijo: «Lo vencerás, pero sufrirás por Cristo». El joven Néstor fue entonces al estadio de Liaeo. El Emperador estaba allí con una gran multitud, y todos se lamentaban de la inminente muerte del joven Néstor. Trataban de convencerlo de que no luchara con Liaeo, pero Néstor hizo la señal de la cruz y dijo: «¡Oh Dios de Dimitrio, Ayúdame!» Con la ayuda de Dios, Néstor venció a Liaeo, lo derrumbó, y lo arrojó hacia las agudas lanzas, donde el pesado gigante pronto halló la muerte. Entonces todo el pueblo exclamó: «¡Grande es el Dios de Dimitrio!» Pero el impío Emperador había sido avergonzado ante el pueblo, y endechando a su favorito, se llenó de ira contra Dimitrio y Néstor, y ordenó que Néstor fuese degollado con espada y que Dimitrio fuese atravesado con lanzas. Así este glorioso héroe cristiano, Néstor, dejó atrás so joven vida terrenal en el 306 D.C., y entró al Reino de su Señor.
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