Según la tradición, el primer Icono de Jesucristo Apareció durante su vida terrenal. Se refiere a esta imagen como la “Santa Faz,” o bien, “El Icono no hecho por manos humanas”.
La tradición relata, que durante el tiempo del Salvador, Abgar gobernante de Edessa sufría lepra. Aunque jamás había visto al Salvador, Abgar creyó en Jesús como el Hijo de Dios, por haber escuchado acerca de los grandes milagros hechos por Él. Le escribió una carta pidiendo que fuera a sanarlo, la cual envió a Palestina con su propio retratista y pintor Ananias, habiéndolo comisionado hacer una pintura del Maestro Divino. No obstante, cuando Ananias llegó a Jerusalén y vio al Señor, le era imposible acercarse a Él debido a la gran multitud que lo rodeaba. Al verlo Jesucristo, le llamó por su nombre y le entregó una carta para Abgar en que le alabó por su gran fe y le prometió enviarle Su discípulo para sanarlo de la lepra y guiarlo a la salvación. El Señor luego pidió un lienzo y agua. Él lavó Su rostro, y lo seco con el lienzo, y Su Semblante Divino se plasmo en él. Ananias llevó el lienzo y la carta del Salvador de vuelta a Edessa. Con reverencia Abgar recibió lo que Jesucristo le había mandado y la curación fue inmediata; sólo una parte pequeña de rastros de la terrible aflicción permanecía en su cara hasta la llegada del discípulo prometida por el Señor. Él era el Discípulo de los Setenta San Tadeo (21 agosto), quién predicó el Evangelio y bautizó al creyente Abgar y a todas las personas de Edessa.
Esta es la tradición tras la imagen que hoy se venera como “la Imagen hecha no por manos humanas,” la “Santa Faz.”
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